El diario secreto de mi hermana (2)
-OTRO CUMPLEAÑOS- He descubierto el diario secreto de mi hermana en el cual ella relata, en los mas mínimos detalles, sus experiencias sexuales y demuestra la muy zorra que puede llegar a ser.
He descubierto el diario secreto de mi hermana en el cual ella relata, en los mas mínimos detalles, sus experiencias sexuales. Se llama Claudia, tiene 20 años, es rubia, con el pelo largo y ligeramente ondulado, ojos azules y risueños y labios carnosos. Aunque se trata de mi hermana, he de reconocer que es muy muy guapa y tiene un cuerpo muy bonito y cuidado. La verdad es que nunca me había fijado en ella hasta que empecé a leer su diario, excitándome con cada pagina, pajeandome pensando en ella y descubriendo la muy zorra que podía llegar a ser. Transcribo sus paginas tal como las escribió Claudia, cambiando lo nombres y añadiendo explicaciones, para que os puedan proporcionar todo el placer que he gozado con su lectura.
Ayer fui a la fiesta de cumpleaños de un tal Alex, amigo de Lucas ( un compañero del insti de mi hermana, salieron juntos durante una temporada ). Al principio no quería ir porqué no iba a conocer a nadie en cuanto ninguno de los invitados, a excepción de Lucas, era del instituto. Pero no quería pasar el sábado noche sin él, así que convencía a Bianca ( la mejor amiga de Claudia, la diosa sexual que conocéis por el relato anterior ) para que me acompañara. Sin embargo se puso enferma y tuve que ir sola con Lucas.
Alex tenía la casa toda para él durante el fin de semana porqué sus padres estaban de viaje. Entramos en el salón, un espacio muy amplio donde había un sofá y muchas sillas colocadas a lo largo de las paredes laterales; enfrente a nosotros, por el lado más corto, había una mesa llena de bebidas, alcohólicas y no, comida, copas y una cubitera con hielo.
Había 4 chicas y unos 15 chicos. Tres de ellos bailaban a ritmo de musica de disco a un volumen bastante alto en medio del salón, los demás ocupaban las sillas formando corrillos y fumando, algunos de ellos, porros. Las chicas también estaban en grupo apartadas en un rincón. Visto el panorama, me entraron ganas de marcharme, pero el deseo de enrollarme con Lucas fue más fuerte y me quedé, preparándome a una noche aburrida. ¡Qué equivocada estaba!
Al cabo de media hora la situación empeoró: las cuatro chicas se marcharon dejándome sola con 15 tíos. Para no desanimarme más de lo que estaba empecé a beber cubatas más cargados cuyos efectos no tardaron en hacerse notar: pronto comencé a sentirme y a estar alegre. Me puse a bailar con Lucas y, más ingería alcohol, más me pegaba a él.
Movía las caderas a ritmo de la musica, rozando su paquete con mis nalgas; me agachaba y subía despacio, sensualmente; me daba la vuelta poniéndome de cara a él y hacía lo mismo dándole una buena vista de mi escote. En uno de aquellos movimientos me acerqué demasiado y toqué su polla con el culo, constatando su erección. Volví a tocarla más veces, naturalmente adrede, incluso con la mano.
Concentrada en Lucas, no me dí cuenta que mi baile un tanto sensual había acaparado la atención de todos: me encontraba en el centro del salón y de todos los chicos que habían empezado bailar a mi alrededor.
«Soy el cumpleañero, me merezco un baile», dijo Alex tomándome por la mano y tirándome hacia él.
No podía evitar la risita tonta que me da cuando bebo mucho y se ve que esto animó al chico que me agarró por la cintura y me apretó a él, moviéndose a compás conmigo. Empujaba su polla contra mi culo haciéndome sentir su erección no del todo completa. Entonces empezaron a disputarme para tener un baile conmigo. Había más tímidos que simplemente me rodeaban la cintura con los brazos, y más atrevidos que me metían mano en todo lado. Y yo con la risita tonta.
No pude oponer resistencia, o quizás en el fondo no quise, e intentaba todo el rato volver con Lucas. Cuando por fin lo conseguí alguien apagó la musica y dijo en voz alta:
«¡Y ahora Claudia, en honor de Alex, nos va ofrecer un fantástico striptease!»
Todos aplaudieron y silbaron. Me quedé callada, con la risita tonta provocada en esa circunstancia un poco por el alcohol y un poco por el nerviosismo. Busqué Lucas echándole una mirada de ayuda: él también aplaudía y se reía.
«¡Claudia! ¡Claudia!»
Gritaban todos, acompañando cada silaba con una palmada. ¿Qué hacer?
Evidentemente no me preocupaba desnudarme, todo lo contrario: me excitaba la idea de ser mirada y piropeada por quince tíos empalmados pero, y ¿si mi desnudez calentara demasiado a más de uno y la situación se me fuera de las manos? ¿Quién me defendería? Nadie. Seguramente cada uno de ellos no había echado un polvo en mucho tiempo (si es que no lo habían hecho nunca) y, no estando además precisamente sobrios, aprovecharían una situación así para descargar sus tensiones o frustraciones demasiado tiempo retenidas. Por el otro lado, si rechazaba, temía que me desgarrarían las prendas con sus manos y hubiera sido peor...
Pensé rápidamente y encontré la solución que nos beneficiarías a todos.
«Vale, vale...», le dije.
Se callaron, contentos algunos y sorprendidos otros.
«Pero con tres condiciones»
«A ver», dijo Alex «¿Cuáles?»
El silencio era absoluto, todos pendían de mis labios.
«Primero: nadie debe ni puede tocarme. Si alguien me toca o simplemente lo intenta, se acabó y me marcho»
«De acuerdo»
«Vale», dijeron a a vez más de uno.
«Segundo: tenéis que darme vuestra palabra que solo miraréis y no haréis nada más pero, como igualmente no me fio, estaréis todos con las manos atadas detrás de la espalda»
«¡Venga ya! ¡Qué no te vamos a hacer nada! ¿De qué tienes miedo?»
«Lo hacemos así o os quedáis con las ganas»
«Pero, si además no tengo nada en casa con que poder atarnos...»
«Por mí vale»
«Por mí también»
«Con tal de verla en bolas voy a buscar cuerda donde haga falta»
Hablaban a la vez y parecían estar todos de acuerdo. Menos Alex.
«Vale, vale, finalmente dijo a regañadientes, ¿cuál es la tercera condición?»
«Si me queréis ver desnuda, vosotros también me dejaréis ver vuestros cuerpos»
Empezaron a hablar todos juntos y no entendí nada de lo que decían cada uno.
«O aceptáis las tres condiciones o nada», dije levantando un poco la voz.
Ellos seguían discutiendo sobretodo por la última condición.
«¡Venga tíos! Será como estar en la playa...» trató de convencer a los demás uno de ellos.
Al final decidieron aceptar mis condiciones pidiéndome de quedarse por lo menos en calzoncillos. Accedí. Encontramos unos trapos estrechos y largos que nos servían, esperé a que los chicos se desnudaron y le dije a Lucas y Alex de atar a los demás. Luego Lucas ató las manos de Alex y yo hice lo proprio con él.
Se colocaron de pie, en circulo. Puse musica y empecé a bailar en el centro del salón moviéndome todavía más sensualmente de como lo había hecho anteriormente. Me acariciaba el pecho, bajaba las manos lentamente por los costados hacia mis caderas, jugueteaba con la falda levantándola y dejándola caer...
Todas aquellas miradas apuntadas hacia mí, los suspiros, los silbidos y los piropos, y los bultos que los calzoncillos no podían ocultar, me estaban excitando cada vez más. Sentía mi vagina humedecerse, sentía crecer el deseo de jugar con al menos uno de aquellos miembros.
Me quité el top dejando a la vista mis senos apretados en el sujetador y lo lancé al azar a la cara de uno de los chicos. Me quité la falda, bajándola a lo largo de las piernas siguiendo el ritmo de la musica, e hice lo mismo con otro de ellos.
Comencé a acariciarme con más descaro a la vez que mi excitación subía. Me demoré un rato bailando para aumentar el deseo de los chico de verme desnuda y, finalmente, me desabroché el sujetador, me lo quité y lo lancé. El afortunado que lo recibió en la cara respiró hondo, seguramente queriendo saborear todo el perfume de mi piel.
Puse mis dedos sobre mis pechos tapando los pezones y los estrujé. Deslicé la manos a los lados y los apreté, el uno contra el otro. Luego las bajé acariciándome el vientre hasta llegar a mi pubis. Notaba la tela húmeda de mi tanga mientras veía aquellas 15 vergas ya claramente empalmadas. ¡Estaba excitadísima! Apretaba mi vagina cada vez más fuerte observando aquellos chicos que me violaban con la mirada, mordiéndome los labios y respirando profundamente. Empecé a masturbarme por encima del tanga.
Me incliné manteniendo las piernas rectas y un poco abiertas para que pudieran ver como me estaba tocando. Estaba perdiendo el control. Quité la mano para ponerla dentro del tanga buscando mi vulva jugosa como si estuviera sola en mi habitación. Fue entonces cuando tuve la idea. Saqué la mano. Tenía que aprovechar la ocasión.
«¿Queréis que me quite el tanga?», dije mientras avanzaba sensualmente hacia Alex.
«¡Siiii!», dijeron todos.
Me paré a unos centímetros de Alex, mirándole fijamente en los ojos.
«Yo también os quiero ver desnudos-...»
Me agaché agarrando sus calzoncillos, y se los bajé. Su miembro erecto me golpeó en la cara, dejándome en la galta unas gotas de esmegma. Empecé a quitarles los calzoncillos a todos, uno por uno. Los primeros se defendían dando unos pasos atrás en una inútil huida, pero cuando vieron que comencé a tocar aquellas pollas con la excusa de facilitar la operación y, más aún, a menearlas un poco, se dispusieron a esperar ansiosos sus respectivos turnos, acercándose todo lo que podían hacia mí.
Se quedaron todos desnudos señalándome con el miembro erecto y luciente. Había alguna más gruesa que otra, unas más torcidas, otras menos, pero ninguna sobresalía por su tamaño. Eran pollas más bien normales pero seguro que servían para mi propósito.
Me quité el tanga despacio, casi eternizando cada movimiento y tapando y destapando mi vulva con la mano. Luego, con el brazo levantado y el tanga cogido entre dos dedos, di la vuelta al circulo que formaban los chicos pasando mi prenda húmeda y perfumada por sus caras y rozando sus capullos con el exterior de mi muslo.
Si la calentura de mis espectadores había aumentado, la mía no se quedaba atrás. Me coloqué en el centro, me arrodillé con las piernas abiertas y volví a masturbarme, esta vez penetrándome con dos dedos a la vez que me acariciaba el botoncito. De vez en cuando cambiaba de posición para beneficiar a cada uno de ellos.
Estaba al limite, sentía que mi orgasmo no tardaría en llegar. Me acerqué a los chicos, arrodillada, y, mientras seguía estimulándome con una mano, con la otra agarré una de aquellas vergas y me la puse en la boca.
La chupé durante muy poco rato porqué el chico no tardó en descargar su espesa leche llenándome la boca. Me tragué todo a la vez que se la lamía dejándosela limpia.
«Que se acerque quien esté a punto de correrse...», dije ya fuera de mí, vencida por el placer morboso de lo que iba a ocurrir.
Empezaron a empujarse tratando de meter su polla delante de mí. Tuve que dejar de tocarme ya que necesitaba las dos manos para exprimir todas aquellas vergas. Chupé, mamé, pajeé y tragué mucho esperma antes de que me llegó el orgasmo. Fue brutal, apoteósico, inolvidable. Pero no me paré allí: quería más.
Tenía toda la cara y los pechos manchados de esperma porqué me limité a pajear aquellos miembros con la boca abierta, preparada a recibir su leche. Y no tragaba: iba acumulando aquel precioso liquido en mi boca lo mejor que podía.
Lo cierto era que no se acababa nunca: parecían más de quince. Seguramente algunos de los que habían sido los primeros habían recuperado la erección y vuelto a ponerse en la cola. Mientras tanto volví a frotarme la vagina con la mano izquierda que ya no necesitaba. Y tuve otro orgasmo. No tan intenso como el anterior pero igualmente placentero.
Nunca había tenido tanto esperma en la boca, tenía miedo a atragantarme si me lo hubiera tragado. Justo cuando creí no poder aguantar más con la boca abierta, el último chico eyaculó salpicando en mi cara y pelo.
Tragué aquel brebaje, una mezcla de esperma y saliva bastante salada y viscosa, delante quince miradas incrédulas y luego pasé la lengua por mis labios, limpiándolos. Acababa de hacer mi primer bukkake. Me gustó mucho, tanto que estaba dispuesta a volver a empezar si no fuera que me di cuenta que un par de chicos estaban intentando desatarse mutuamente.
Estaba claro que ellos también querían aprovecharse de la particular situación, pero yo no estaba dispuesta a ser el juguete de nadie, por lo menos de ellos o en aquel entonces.
«Si queréis que esto siga adelante ni intentéis desataros»
Se pararon obedientes: ya se esperaban cualquier cosa de mí. Obviamente estaba mintiendo, cogí mis cosas y me fui al lavabo a limpiarme. Lo hice lo más rápidamente que pude, haciendo la vista gorda con el esperma en el pelo: no quería dejarlos solos y sin vigilancia durante demasiado tiempo.
Se sorprendieron al verme vestida cuando regresé.
«Lo que ha pasado aquí quedará entre nosotros. Si tenéis la boca callada, repetiremos. En caso contrario, toda la ciudad sabrá el tamaño real de vuestros penes y no hay mucho de que estar orgullosos...»
Creí que así no irían por allí alardeando de ellos mismos y hablando quizás que cosas de mí. Agarré a Lucas por el brazo y me lo llevé hacia la salida.
«¡Adonde vas que estoy desnudo!»
No quería marcharme y dejarlos atados pero al mismo tiempo quería tomar precauciones. Lo llevé al rellano, le di un beso en los labios y lo desaté. Bajé las escalera deprisa, poniéndome a salvo de tanta testosterona.
Llegué a casa y me duché y no pude evitar masturbarme, esta vez con el ayuda de mi consolador, pensando en lo que había pasado. Y alcancé el tercer orgasmo de la noche.