El diario Secreto de mi Esposa (IV)Juego límite
De pronto me encontraba con mi mujer cara a cara después de las sensaciones vividas a través de su diario. Ahora tenía que reaccionar y descubrir si en verdad me había engañado, si ella era una mujer capaz de darse y gozar con otros hombres...
Saludé a mi mujer rápidamente y continué mi camino hacia el baño. Apenas noté su rostro desconcertado ante mi fugaz beso y la prisa por arreglar mi aspecto. Entretanto mi mente se revolucionaba con pensamientos contradictorios y nada claros.
Abrí el grifo de la ducha y comencé a desvestirme; detrás de la puerta se oía su voz serena y locuaz.
-Tuve un día de locos, reuniones con clientes, el contador con los papeles atrasados y los trámites pendientes para el viaje que tengo que organizar. En fin, nada del otro mundo pero con poco tiempo para hacerlo. Finalmente acabé con todo y no veas las ganas que tenía de llegar y ponerme cómoda-
El agua de la ducha ya estaba caliente, me metí debajo del potente chorro que de inmediato actuó como un bálsamo. Cerré los ojos mientras dejaba que mi cuerpo se fundiera con la lluvia y el vapor; llené mi boca de agua caliente y la expulsé con fuerza como si ello aliviara mis pensamientos.
Inesperadamente la puerta se abrió y la silueta desnuda de mi esposa apareció con felino andar.
-¿Qué…qué haces? Balbuceé sorprendido por su actitud.
-¿Shhh…calla, acaso no hay lugar para mi?-
Ahogó mis tímidas protestas con un beso, pegando la piel de su cuerpo con el mío.
-¿Mmmmm no te vas a negar a que te haga un mimo verdad?-
Mientras me susurraba comenzó a besarme el cuello y el pecho, su mano bajó hasta mis testículos y comenzó a tocarlos suavemente. Se detuvo un instante y fue por el bote de aceite corporal que estaba en el estante y se untó con él.
Su mano lubricada comenzó a acariciar mi pene masturbándome como ella sabía, y era imposible evitar una erección.
Bajó con sus labios lamiendo mi cuerpo, hasta que llegó a mi pene endurecido; arrodillada en la bañera el calor de su boca no se hizo esperar y mi polla se sumergió dentro de ella con deseo creciente. Empezó a chupármela con voracidad como si lo hubiera estado esperando durante mucho tiempo. Labios y lengua a plena disposición dando placer.
Su mano se deslizó hacia mi trasero tocando y apretándolo con frenesí, clavando sus uñas. Luego con un dedo comenzó a hurgar en mi orificio anal mientras su boca no dejaba de engullir mi pene. Con su otra mano me separó ligeramente los glúteos y sentí su dedo, metiéndolo poco a poco dentro de ano. Relajado por el placer que me proporcionaba por delante y por detrás, su dedo entraba y salía con facilidad igual que mi polla en su boca.
La excitación era abrumadora, estaba muy caliente; miré hacia abajo y la observé, entregada no dejaba de comerme sin parar, al tiempo que sentía su dedo dentro de mi culo.
En un momento mi imaginación me llevó a pensar si también se lo hacía a sus amantes, si ellos disfrutaban de sus mamadas, sus caricias…si a ella se le mojaba el coño por tener otro pene en su boca golosa.
-¡Asi…asi, chúpamela puta!- Mis movimientos se hicieron más veloces, la sujeté por la cabeza mientras de clavaba el miembro con dureza.
-Eso es perra, traga mi polla, cómela toda como te gusta-
Me la follaba por la boca metiendo mi pene todo lo que era posible, cada vez más rápido y duro, aferrando con ambas manos los mechones de su pelo empapado, tirando de él para hacerle sentir mi fuerza, mi dominio sobre ella.
-¡Traga puta, traga mi leche ahora…ahhhhhh! Me corrí brutalmente dejando el chorro de mis fluidos en su garganta.
Sin decir nada más, enjuagué mi polla que aun expulsaba semen y salí de la ducha mientras ella permanecía bajo el agua.
Más tarde cenamos sin hablarnos demasiado, apenas algunos comentarios vacíos y poco más. Después de un rato de televisión evasiva, nos fuimos al dormitorio.
Yo me puse a leer un libro o más bien a simular que lo hacía. Mis pensamientos estaban lejos de esas páginas y aun me preguntaba cómo debía continuar después de lo que había sabido de ella. Si bien tenía intenciones de afrontar la situación, no quería ponerme en evidencia sobre lo que había tenido acceso, ni el modo en que lo había hecho, pero además…¿si me equivocaba? ¿si todo era una fantasía de su parte que volcaba escribiendo historias?
Es cierto que algunos pasajes de sus relatos coincidían con sucesos que ella había vivido, pero aun así eso no era concluyente. El temor a quedar como un imbécil y como un invasor de su privacidad tomaba protagonismo en mis sentimientos, y lo que era más importante, si me equivocaba podría acabar con mi matrimonio.
-¿Estás muy callado hoy?- Interrumpió de pronto con su pregunta.
-No, solo un poco cansado- Contesté sin demasiada convicción.
-Has estado un poco violento-
-¿Qué?-
-Digo que has estado un poco violento…antes, en la ducha, casi me atragantas con tu pene- Dijo con una sonrisa traviesa.
-No sé, no me di cuenta, quizás-
-¿Sabes qué? De todos modos me gustó como me decías esas cosas, como me tratabas, no recuerdo si lo habías hecho antes, pero me puso a mil-
-Bueno, ya sabes que en esos momentos uno dice cualquier cosa y...-
-Mmmmm cualquier cosa no, lo que el morbo te lleva a decir y hacer- Mi mujer, comenzó a deslizar su mano debajo de la sábana para acariciar mi pene.
-No déjalo por favor, que estoy demasiado cansado-
-Está bien cariño, no te preocupes, de todos modos ya me he masturbado cuando saliste del baño, porque me habías dejado tan cachonda que no podía quedarme así-
Y con aquellas palabras me dejó un beso en la mejilla y se dio vuelta con un “hasta mañana”.
Esa noche descansé bastante poco, en la penumbra miraba la silueta de mi esposa, semidesnuda, con ese cuerpo tan seductor que tiene; por una parte quería olvidarme de todo lo demás, pero al mismo tiempo sabía que era difícil apartar las imágenes que me habían dejado aquellas supuestas aventuras.
Quizás pudiese admitir la opción más extrema, es decir que todo fuera verdad, que ella se acostó o aún se acuesta con otros hombres e intentar asumirlo como algo necesario para que nuestra pareja siga adelante. En verdad no me imaginaba estar con otra mujer, y tal vez tenía que pagar ese precio por estar a su lado. Si no volvía a indagar en sus cosas privadas, no tenía por qué enterarme de nada o tal vez dejarlo todo como fantasías que le dan morbo y de esa forma vive su sexualidad más plena conmigo.
Los días fueron transcurriendo y era inevitable que cada vez que la veía regresar del trabajo me preguntara si lo había hecho con otro. Creo que las cosas resultaban más complicadas de lo que imaginaba o llevaban más tiempo del que creía.
Decidí entonces avanzar sobre la cuestión que me no dejaba de acosar mi mente, pero no podía ponerme en evidencia ni hacerlo de manera estúpida, por lo que después de darle algunas vueltas, me propuse una estrategia simple pero que podía resultar.
El sábado siguiente le dije que nos quedaríamos en casa, yo prepararía la cena y después veríamos alguna peli. Todo en plan romántico. Ella aceptó encantada porque después de la situación en la ducha no habíamos vuelto a follar y ciertamente me mantuve un poco alejado y sumido en mis pensamientos.
Así pues, aquella noche preparé un pescado al horno con una salsa de finas hierbas que me sale para chuparse los dedos. De postre un sorbete de mango con frutas del bosque y una botella de champagne en la nevera para regar toda la velada.
Mi mujer estaba radiante, y aunque no pensábamos salir de casa, llevaba un conjunto de blusa y falda que le quedaba magnífico, ajustado a las curvas de su cuerpo y con el escote abierto que favorecía sus bonitos pechos.
-Brindemos- Le dije después del placer de la comida.
-Si cariño, por nosotros y porque no dejes de darme estas sorpresas tan agradables-
Nos besamos y sentí como su pecho se agitaba, rozando el mío. La abracé y mis manos bajaron hasta su culo redondo y prieto que se arqueó de inmediato para que sintiera su respuesta.
-Mmmmm como me estás poniendo cariño, hace días que me tienes con ganas- Su voz felina me disparaba la excitación, pero tenía que avanzar con mi plan.
-Espera, que tengo una película para que veamos y así nos baja un poco la cena- Ella hizo un mohín de protesta pero aceptó finalmente y nos encaminamos al salón.
Se quitó el calzado y se tumbó de costado en el sillón con su copa llena mientras yo ponía la peli en el reproductor.
Con la palma de su mano apoyada en el respaldo, hacía ademanes para que me colocara a su lado.
Me senté y ella inclinó su cabeza hacia mi hombro, dispuesta a relajarse.
La primera escena presentaba una pareja en un salón de casa, algún diálogo menor, una discusión, se insultan, empujones entre ambos…finalmente todo da un giro y ambos comienzan a abrazarse y besarse.
-Cariño, ¿pero qué es eso?...si es que parece…-
La peli continúa con la pareja desnudándose y en primer plano la herramienta imponente del hombre en plena erección.
-…¿una porno?- Dijo mi esposa entre sorprendida y divertida. –¿Pero esta es la película que querías ver?
-Qué hay de malo, hacía mucho tiempo que no mirábamos una porno y me apetecía hacerlo contigo en lugar de esconderme-
-Bueno, no me importa en absoluto, y si te hace ilusión la disfrutamos juntos-
El hombre se folló a la mujer de todas las maneras posibles durante unos minutos.
-Tengo que decirte que esto me está poniendo cachonda, así que espero que hoy me eches un buen polvo- Mi mujer se estaba excitando con las imágenes.
En la siguiente escena, la pareja que en la ficción hacen de matrimonio, decide que la llama de la pasión se está apagando y para avivarla convenientemente encuentran la solución en hacer un trio incorporando un tercero en su cama.
Otro hombre se suma a ellos mediante una excusa inverosímil y los tres dedican los siguientes minutos a exponer sus atributos y llenar los orificios de ella, uno a uno sin pausa.
Miramos en silencio y la temperatura aumentaba inevitablemente. Mi esposa se había metido la mano debajo de la falda y comenzó a tocarse el sexo.
-Te estás poniendo a mil- Le dije mientras ella no dejaba de acariciarse entre las piernas y los pezones endurecidos se marcaban debajo de la tela de su blusa.
-Ufff ¡qué quieres! Mira cómo se la están clavando y menuda tranca tienen esos dos, me pone cachondísima-. Mi esposa no dejaba de masturbarse.
-Te excita el trio cariño, te gusta que se la follen entre dos- Le susurraba y besaba en el cuello.
-Me encanta, me da mucho morbo y estoy muy mojada-
Me quité el pantalón y el calzoncillo; la puse en cuatro patas sobre el sillón, levanté su falda, bajé las bragas con rapidez y se la metí de inmediato pues tenía la vagina dilatada y completamente mojada.
-Ahhh asiiii me gusta- Gemía retorciéndose de placer.
Comencé a darle en esa postura con todas mis fuerzas y ella no dejaba de moverse para golpear su trasero en mi pelvis. Con cada embestida mi polla fortalecida por la tremenda excitación recorría su sexo húmedo.
-¿Te gustaría tener un pollón en la boca? Chuparla mientras sientes como te clavan por detrás…- Mis palabras parecían aumentar su deseo. Mi mujer giraba su cabeza mirando las escenas de la película donde continuaban revolcándose y chupándose con desenfreno.
-Ah siii…me comería otra polla y me tragaría su leche-
-¡Uff te tirarías a otro verdad perra!¡ Eso es lo que te pone chachonda!-
-Si…me lo follaría y dejaría que me clave hasta el fondo con un buen palo-
La sujeté por los hombros para impulsar mi pelvis con más fuerza y hundir mi pene hasta golpear los testículos en su culo. Mi mujer aumentaba sus gemidos y yo sentía como su sexo chorreaba lubricando el mío.
-¡Dámela toda, fóllame duro que estoy ardiendo!- Gozaba desenfrenada.
-¡Te dejaré mi leche en tu coño puta!-
-Ahhh siii clávame…me voy a correr…ahhhhh- El alarido de mi mujer fue brutal, tuvo un orgasmo largo y profundo y casi al mismo tiempo yo me corrí furiosamente.
Luego ambos nos dispusimos a descansar sin decir mucho más. Ella me beso para desearme buen descanso con un “me ha gustado mucho”, apenas audible antes de caer en el sueño profundo.
A la mañana siguiente no teníamos nada en especial que hacer, salvo algunas compras de comestibles que procuramos hacer antes del mediodía. Habíamos intercambiado algunos diálogos de rutina. Mi esposa parecía contenta y mientras estaba preparando la comida me acerqué a la cocina y solté el comentario que me daba vueltas desde la noche anterior.
-Anoche te excitaste como pocas veces lo has hecho antes- Dije entre una interrogación y una afirmación.
-Bueno cariño, tú también has estado muy ardiente, tal vez más que otras veces-
-¿Qué fue lo que te puso tan cliente?- Continué.
-¿Qué fue? ¿Una sola cosa? Jaja no…seguramente un conjunto de ellas, fuimos subiendo de tono poco a poco y no te olvides que venía juntando desde hace días-
-Bueno pero tienes que admitir que la fantasía de estar con otro te puso muy caliente y eso disparó un orgasmo increíble-
-¿Y a ti? ¿Acaso no estabas igual de excitado tú también? Si mal no recuerdo, preparaste la cena, el champagne, elegiste la película porno que veríamos y empezaste tú a fantasear con esa imagen. Yo simplemente me dejé llevar…y muy a gusto desde luego-.
-Pero cuando estábamos follando me dijiste que te dejarías follar por otro y era indudable que eso te daba mucho morbo-
-Cariño…ya me lo habías dicho el otro día después de habértela chupado bajo la ducha…”en esos momentos uno dice cualquier cosa”. Además, si la fantasía funciona para ambos, tanto mejor.-
Sus palabras eran como si les restase importancia o fueran en cierto modo evasivas, al menos así sonaban para mí.
Después de quedarme un momento en silencio, volví sobre el tema.
-Bien, pero más allá de la fantasía…¿te gustaría tener sexo con otro hombre?-
-Por favor ¿qué te ha dado ahora por hacer ese tipo de preguntas?-
-No lo sé, solo estamos hablando y no creo que tenga nada de malo que me contestes-
-Cariño, si hiciera algo así supongo que te lastimaría y no tengo esa intención-
-Esa no es la cuestión que te pregunto, además podría no enterarme y “ojos que no ven…”-
-Pues verás, cuando tenía veintitantos años me lo pasé muy bien y no me privé de nada, de modo que ahora no tengo necesidad de buscarme amantes para satisfacer mi apetito sexual; pero ya que repentinamente estás tan interesado en este tema te puedo decir que a nivel de fantasía es normal que me excite imaginar alguna aventura y no me dirás que eso te sorprende porque muchas mujeres y muchos hombres tienen esa clase de morbo. ¿No lo tienes tú?-
-Fantasía…puede ser-
-Pues eso, una fantasía y si quieres la compartimos, no pasa nada, más aún, quizás tengamos mejores polvos-
-¿Y cuál es tu fantasía en ese sentido?- Quería ir a fondo con el tema porque me parecía que mi mujer estaba abriéndose para tratarlo.
-Mmmm…bueno tal vez en algún viaje de trabajo, o en alguna fiesta donde pueda tener sexo ocasional…acercarme a alguien que me ponga, hacer que me invite una copa, utilizaría mis armas para seducirlo y probablemente caería sin muchas vueltas. Es un decir, desde luego, pero a veces he fantaseado con algo así-
-¿Y un trio?-
-¡Claro! Eso me pone muy cachonda, como la peli de anoche. Pero tiene que ser con dos hombres porque no creo que me gustase hacerlo con otra mujer, no quiero competencia jaja. -Si quieres saber más de mis fantasías, tendrás que averiguarlo cariño, que ya te he dado más información de la que hubiera imaginado-
En ese momento sonó el teléfono y para cuando acabó de hablar, nuestra conversación derivó en otros temas y preferí no continuar por el momento.
Aquella noche, mientras estábamos en la cama, no podía conciliar el sueño. Entre sus comentarios de la tarde y las cosas que había leído en sus archivos, todo me parecía encajar en la dirección de la sospecha. Sus fantasías habían sido probablemente llevadas a la realidad. Sexo con desconocidos, fiesta, sexo ocasional…empecé a repasar escenarios, pensando en mi esposa dando rienda suelta a sus deseos sexuales.
Observé su silueta mientras dormía, ¡es una perra!, pensé y noté una tremenda erección.
Me levanté en silencio, fui al salón y me masturbé eyaculando copiosamente.
Los días siguientes me obsesionaba con ansiedad por saber más. La cuestión ahora era cómo debía seguir para despejar la duda de una vez por todas; qué pasos tenía que dar. Pero había algo más que me preocupa después que la verdad saliera a la luz…¿qué haría yo con tal información y cómo debía proceder?
Cuanto más vueltas le daba, más dudas tenía; hasta me planteaba si no era mejor quedar con la incertidumbre. Si no se sabe qué hacer con la verdad, quizás fuese mejor intentar dejarlo todo atrás, pero ¿ella, sería capaz de seguir teniendo relaciones con otros? ¿cómo haría yo para sobrellevarlo?.
Finalmente decidí subir la apuesta sin apresurarme, esperando pacientemente la ocasión para llegar al siguiente nivel. No estaba seguro cómo hacerlo pero imaginaba que llegada la oportunidad se me ocurriría alguna cosa.
Una tarde después del trabajo estábamos cenando en casa y mi esposa me comentó que debido al acuerdo de un importante contrato de su empresa, tenía que acudir a un evento con espectáculo y cena incluida. Las parejas de los empleados estaban invitadas y por supuesto yo acompañaría a mi esposa.
El día llegó y nos preparamos para la velada que suponía habría de ser de buen nivel, como en otras anteriores ocasiones que había asistido.
Mi esposa lucía un vestido que le daba elegancia y a la vez un sugerente atractivo, poniendo de manifiesto el bonito cuerpo que tenía. Entallado a su bonito cuerpo, resaltaba la figura de curvas femeninas que poseía. Verla era desearla.
El festejo se hacía en un espléndido hotel en las afueras de la ciudad. Apenas llegamos nos sentamos en una mesa que estaba reservada para nosotros, compartíamos con parejas que pertenecían a otros departamentos diferentes en los que normalmente se desempeñaba mi mujer. Por aquello de la integración de personal.
El espectáculo incluyó un monólogo bastante bien montado y un número con un grupo de música típicamente alegre, que más tarde apoyó de fondo a la pista de baile.
La noche transcurría tranquila entre diálogos superficiales para pasar el tiempo. Fue entonces cuando me despertó una idea que comenzó inocentemente…
-Dime algo cariño, de los aquí presentes, ¿has visto algún hombre que te provoque un…digamos morbo especial?- Le sorprendí con mi comentario.
-Menuda pregunta me haces- Se sonrió ella –No me he fijado demasiado, pero seguramente alguno hay- Contestó haciéndome picar con sus palabras.
-Ajá…pues muéstrame quien te parece interesante para un polvo ocasional-
Lejos de eludir mi propuesta mi mujer comenzó a girar lentamente su cabeza, a uno y otro lado del salón, como si fuera un radar.
-Mmmm…a ver a ver…aquel de la mesa de la izquierda, el que está con la chaqueta de color azul claro-
-¿Ese, porqué?-
-¿Tengo que justificar mi elección, no te vale con lo que te dije? Jaja-
-Por supuesto- Repliqué muy seguro de mi intención.
-Muy bien; aquí voy. Tiene un tipo interesante, es alto, tiene el pelo largo y eso me pone mucho, es seductor a simple vista y no sé por qué…pero me da la impresión que tiene una buena polla-
-¡Joder! Si que lo tienes claro, pero acaso ¿Lo conoces?-
-Es un “free lance” que contratan de vez en cuando, pero lo he tratado muy poco, por teléfono y en algún evento similar, solo eso-
-Y te pone como para follártelo-
-Como para fantasear con él, cariño, de eso se trata esta conversación ¿Verdad?-
-Se trata de saber lo que te excita y conocerte más-
-Pues creo que te lo he dejado claro, me excita, me pone y me lo follaría ahora mismo si tuviera ocasión…en mi fantasía cabe todo eso- Lo dijo mirándome con desparpajo y morbo y debo decir que me excitaba.
-Bueno eso sería contando además que él cayera en tus encantos- Desafié.
-Cielo, ya sabes lo seductora que puedo ser cuando quiero, y si es para una aventura los hombres no ponéis muchas pretensiones. Al menos esa es mi propia experiencia. Pero vamos que el temita me está picando el cuerpo… digamos. Si seguimos con esto terminaré excitada-
-Uff cariño, solo pensar que te pones cachonda hace que me encienda-
-¿Sabes que imagino?...llevarlo a algún lugar alejado de curiosos y hacerle una buena mamada. Hacer que se ponga a tope y luego pedirle que me folle como quiera, que me diera duro por delante y por detrás-
Sus palabras hicieron que me mojara como un adolescente, no dejábamos de mirarnos y tenía ganas de metérsela allí mismo.
-¿Qué ocurre, acaso te estás poniendo caliente tú también? Supongo que no tanto como lo estoy yo.- Su rostro parecía estar envuelto en una ola de placer y sabía cómo hacer para que cada frase llegara como una dulce tortura. Pero no se quedó con eso y lo que vino después no lo esperaba.
-Puedo ir a más, puedo continuar el juego todo lo que tú quieras-
Hasta ese momento pensaba que yo estaba manejando la situación, pero cuando le escuché aquellas palabras me di cuenta que ella había alterado el sentido de la posición dominante. Me había expuesto mucho y ahora ella tenía las riendas. Podía dejarlo, pero eso significaría que mostraba mis límites y perdía la partida que yo mismo había diseñado.
-Todo lo que tú puedas atreverte- Fue mi respuesta contundente al tiempo que el corazón comenzó a agitarse velozmente.
No sabía si me arrepentiría de lo que acababa de decirle pero ahora no había lugar para dar marcha atrás.
Mi esposa me sonrió con un aire sensual que yo bien le conocía. Se acercó a mi oído y me susurró:
-Voy al servicio a quitarme las bragas; dentro de poco no me harán falta-. Me dio un suave beso y se levantó de la mesa para marchar con paso resuelto.
Allí me quedé desconcertado y algo nervioso, cosa que intenté ocultar hablando con otro de los asistentes, pero era imposible distraerme de lo que realmente me interesaba entonces.
Al cabo de unos minutos, mi esposa volvió a aparecer en el salón, pero en lugar de venir a la mesa donde nos encontrábamos, fue directa al sitio que se hallaba el tipo en cuestión, que por cierto se había levantado y estaba charlando con otro.
Algunas parejas habían salido a bailar y se movían por la pista, haciendo que mi visión fuese confusa. No estaban lejos pero a veces me perdía entre los movimientos de la gente.
Mi esposa sonreía divertida mientras le saludaba con dos besos, era evidente que se conocían tal como me había dicho. Él le alcanzó una copa y se pusieron a charlar, para ese momento se habían quedado los dos solos; supongo que a él también le interesaba que así fuese.
Después de varios minutos en los que solo bebieron y dialogaron, dejaron sus copas y fueron al centro de la pista. Allí comenzaron a bailar diferentes ritmos que el grupo musical proponía.
Mi esposa estaba espectacular, con aquel vestido ceñido al cuerpo, aquellos tacones que le alzaban la figura y sus pechos que eran para hipnotizar a cualquiera. Recordé que además se había quitado las bragas haciendo que su culo destacara más. ¿Acaso lo habría notado él? Imaginé que su compañero de baile estaría echando un ojo a toda ella, y seguramente deseándola. Pero, ¡que le estaría diciendo ella!
Le había dicho “todo lo que tú puedas atreverte” sin saber lo que ello significaba, pero ahora estaba camino a comprobarlo. ¿Era mi esposa capaz de llevar el juego a los límites que yo imaginaba? Si así fuera, estaba claro que cada una de sus supuestas fantasías eran infidelidades concretas; aquellos archivos que habían cambiado mi manera de pensar hacia ella, tenían ahora un sentido mucho más contundente. Con todo eso sin embargo…podría ser yo mismo quien la estaba empujando a extremar sus propios límites.
El juego se había vuelto picante y peligroso. La mezcla de morbo y celos que me provocaba la situación era incomparable con nada que había sentido antes.
Intentaba simular mi vista cada vez que los buscaba entre las parejas de la pista; los veía juntos, tocándose, las manos de él sobre ella, las manos de ella sobre él. Parecía que estaban disfrutando, se hablaban al oído, ¡podía verlo!. Los celos me mataban, ¿o era placer?.
De pronto, sin saber cuándo, una distracción me hizo perderles de vista. Los busqué con la mirada un buen rato. En la pista, en las mesas, quizás bebiendo algo de pie en algún lateral. Nada; ambos había desaparecido del salón.
Sin esperar un instante más, comencé a deambular entre las mesas y los rincones del salón con desesperación creciente, tropezando con la gente como si mis ojos solo estuvieran dedicados a quien deseaba encontrar. Recorrí los pasillos laterales donde únicamente me confundían algunos pasajeros del hotel que nada tenían que ver con el evento.
Casi estuve a punto de entrar al lavabo de señoras pero no quería alarmar a nadie y menos aún hacer el ridículo.
Mi mente volaba a mil por hora; ¿cuánto tiempo había pasado? Imaginaba que ella se la estaría chupando ahora mismo en algún sitio oculto, comiendo su polla con fruición como sabía hacerlo. O quizás ya se había levantado el vestido para que la viera desnuda debajo de él y le estaba entregando el coño para que se lo coma y luego la penetrara con su herramienta…por el culo como ella dijo, para abrírselo hasta hacerla correr…hasta dejarle su leche dentro. Como en otras ocasiones había ocurrido; y yo que no lo podía creer, que deseaba descubrirla, al mismo tiempo que deseaba que fuese…
¡Puta, si es que mi esposa es una puta!
Casi tropiezo con ella, cuando atravesó el vano que daba al hall de entrada del hotel.
-Cariño, ¡vaya cara! ¿Estás bien?-
Acalorado y confuso por completo ante la serenidad de mi esposa, casi no podía articular palabra.
-¿Do…dónde estabas? Te estuve buscando por todas partes-
-Pues estuve bailando un buen rato y no digas que no me viste porque estuve observando que no me quitabas los ojos de encima-
-Pero eso fue hace tiempo-. Protesté con torpeza.
-Hace apenas unos veinte minutos; salimos a tomar el aire que la noche está mucho mejor en los jardines que aquí dentro y después del bailoteo era mejor recuperar el aliento afuera. ¿Algún problema?-
-No me avisaste nada, y saliste con ese tio-
-¿Pero no quedamos en eso? ¿que sedujera a alguien que me diera morbo para follar?-
-Vale, entiendo el juego, pero no supuse que desaparecerías con él-
-El juego no proponía que fueras testigo ¿Verdad?- Y con esas palabras comenzó a andar hacia el salón.
Desarmado de argumentos y derrotado con mis propias dudas, asimilé la situación buscando tranquilidad y decidí esperar a volver a casa para cerrar el tema.
A pesar que lo ocurrido se me había escapado de las manos, al menos ahora tenía derecho a preguntar directamente.
No fue necesario acudir a ninguna fórmula para volver al tema, apenas llegamos a casa mi esposa sacó sus bragas del bolso para enseñármelas.
-Como te dije, no me hicieron falta, me las quité en el servicio y tuve que ir al guardarropa para dejarlas en mi bolso. No era cuestión de llevarlas en la mano. Fue un éxito porque desde un principio no dejó de mirarme el culo- Ella estaba resuelta, audaz y morbosamente atractiva.
Entonces, movido por un irrefrenable alud mezcla de celos y deseo imperioso, la empujé contra la pared y me abalancé sobre ella como un poseso, besándole el cuello y la boca. Le arranqué los botones de la blusa para apretar sus pechos que se soltaron del sujetador ante mis manos urgentes. Los pezones endurecidos clamaban por mi boca.
Extraje mi polla totalmente erecta y allí de pie se la metí con fuerza.
.Ahhh…ohh…asi…asi…me gusta…- Mi esposa envuelta en un ardiente deseo, gozaba de mi violenta penetración.
Empujé duro, la follé con toda la fuerza que era capaz y ella no dejaba de moverse pidiendo más.
Entre espasmos de placer nos corrimos casi de inmediato, provocados por tanta excitación acumulada en ese día.
Nos duchamos juntos antes de ir a la cama y volvimos a echarnos otro polvo bajo la ducha, jugando una vez más con nuestras fantasías.
Ya en la cama, con la serenidad que deja el sexo después de disfrutarlo a pleno, le pregunté lo que quería saber, aunque en el fondo conocía la respuesta.
-¿Te lo has follado?-
Mi esposa se giró con sensualidad y determinación.
-Si quieres que te responda lo haré ahora mismo pero, (hizo una breve pausa) ¿Estás seguro que quieres saberlo cariño, estás convencido que necesitas conocer lo que ocurrió esta noche?-
¡Dios mio! pensé, qué pedazo de mujer tenía; maravillosa, sensual y que placer me daba.
Dudé un instante palpitando la respuesta, de inmediato supe lo que realmente deseaba.
-No, sin dudas no me importa…prefiero seguir jugando…-