El diario online de Marcos García 6

Marcos invita a David a cu casa. El termómetro marca una gran temperatura, y no es el único... No se lo pierdan.

Soy de las personas a las que les gusta alargar las agonías, ya conocéis mi pasado como escritor de relatos sanguinarios, y por ello, creo que aún no puedo escribir más sobre Peter y Rick. Sin embargo, tras este relato habrá uno del diario de Rick (sí, sólo uno, no me matéis) y tras él volveremos a la vida del hermanito de Peter para desmenuzarla un poco más.

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

El diario online de Marcos García 6: Asesórame online

Los nervios eran predominantes en todo mi ser. ¡¿Qué iba a ponerme?! ¡¿Qué iba a decirle?! ¡¿Cómo me iba a atrever siquiera a abrirle la puerta?! Estaba totalmente histérico y claro, como estaba solo en casa, no había nadie que pudiese darme una buena hostia en la cara para tranquilizarme. Finalmente, me la di yo, con tanta fuerza que mi nariz comenzó a sangrar. Genial, ahora seguro que pensaría que había estado haciéndome una paja pensando en él y por eso me sangraba la nariz. Sí, sé que en la vida real las cosas no son así, pero mi mente en aquel momento había perdido todo contacto con el mundo terrenal.

Siempre me quejaba de que las chicas empleaban varias horas para arreglarse, sin embargo, aquel día entendí por qué. No tenía ni idea de cuál de mis insulsos atuendos ponerme. Pensé en en una camiseta negra que tenía y la examiné. La camiseta en cuestión era de “Death note” y era totalmente negra, por lo que deseché la idea. Seguro que si no pensaba que era un friki por llevarla pensaría que era un gótico, como ésos a los que solía ver pululando por el instituto y que me habían inspirado mi más reciente relato.

Luego examiné una camiseta que tenía con la bandera española. “Qué horterada”, pensé, “no sé por qué tengo esto. Supongo que será porque si la quemo sería como una traición a mi país”. Si tuviera una con la bandera americana seguramente quedaría bien con David. Él estaba en el equipo de fútbol, así que estaría acostumbrado a los himnos y a las banderas. Curiosamente, el himno de USA me encantaba. El de España es… ejem… mejorable, por lo que la primera vez que llegué aquí y escuché el himno en un partido de los Lakers se me saltaron las lágrimas. Recuerdo que pasé varios meses con la canción metida en el MP3.

Al ver lo indeciso que estaba y al darme cuenta de que con cada prenda perdía un tiempo valioso divagando sobre ella, cogí una camiseta que me trajo un primo mío que estuvo en Nueva Jersey y unos pantalones vaqueros. En la camiseta ponía: “Slut, get down and lick my boats”. A mí no me parecía muy apropiado, pero él decía que eran cosas de Jersey, así que me la puse para demostrarle a David que yo también podía ser un machote. Miré el reloj y vi que eran las 15. Todavía faltaba una hora para que llegara. Tonto de mí, no me había dado cuenta de que había empezado a prepararme una hora antes.

Me senté en la silla del ordenador y resoplé agobiado por el calor que hacía. Estábamos sufriendo una terrible ola de calor, cosa que no me importaría si tuviéramos aire acondicionado. Pero claro, papá decía que eso era una tontería, porque en España había temperaturas peores y las aguantábamos perfectamente cuando éramos pobres. El muy condenado decía que le gustaba sentir el calor porque le recordaba a España. Claro, como él apenas pasa por casa y tiene aire acondicionado en el despecho… ¡Además, dudo que en España caigan pájaros abrasados del cielo por culpa del maldito calor! Eso sí, el jardinero se los llevaba para luego comérselos en su casa, así se ahorra el cocinarlos. Algo bueno tenía que tener esto…

Sonreí para mis adentros por la idea que me pasó por la cabeza. Igual David tenía calor y decidía quedarse sin camiseta. En ese momento adoraba a mi padre por ser un agarrado.

Como tenía tiempo hasta la llegada de mi invitado, me puse a escribir un poco. Quería continuar la historia de Jack Faustus, sin embargo, los comentarios de mis lectores me habían dado a entender que no parecían muy convencidos de que continuara la serie, de modo que no estaba muy motivado. Tenía alguna idea concreta para continuar, pero ya la había olvidado. Era curioso, ese relato me había salido solo, pues no lo dirigí hacia ningún lugar, sino que él se fue dirigiendo sin mis indicaciones. Me gustaba cuando pasaba eso.

Al final lo tuve que dejar y me puse a escribir sobre un niño loco que vive en una isla desierta y un delincuente al que secuestra. Me divirtió escribir sobre ellos hasta que, súbitamente, el sonido del timbre me sacó de mi imaginación. Corrí emocionado a abrir, cosa que no solía hacer, porque como odiaba las visitas, dejaba que el timbre sonase y sonase hasta que se fuera el visitante.

Abrí la puerta y lo que encontré al otro lado fue una de las imágenes que más atesoraría durante el resto de mi vida. Un David exhausto y sudado apareció al otro lado de la puerta con la pelota de fútbol debajo del brazo y el uniforme del equipo del instituto. Me quedé paralizado sin saber qué decir, e incluso me entró miedo de ponerme a babear ahí mismo.

-Hola-me saludó con su sonrisa angelical.

-Ho-hola.

-Lo siento, pero no me ha dado tiempo a cambiarme. Es que no quería hacerte esperar.

-Oh, no hacía falta. No me importaba esperar un poco más.

-Pero tenemos un tiempo limitado, tenemos que aprovecharlo.

Él se refería al tiempo para hacer sus cuentas en Internet, pero mi mente interpretaba sus palabras como le daba la gana, haciendo que éstas adquiriesen tono dulce y romántico. En mi imaginación David quería aprovechar el tiempo que tenía conmigo al máximo. Esos pensamientos me hicieron sonreír, aunque ahora pienso que es muy triste, porque sólo me estaba dando a mí mismo falsas ilusiones.

Lo invité a pasar y le indiqué el camino hasta mi habitación. Se quedó observando todas las habitaciones por las que pasábamos totalmente embobado. Parecía un niño admirando con curiosidad un sitio desconocido por primera vez. Eso me pareció muy mono.

-Vaya casoplón que tienes-soltó sin poder reprimirse.

-Jajaja, gracias.

-¿Eres hijo de Obama o algo?

-Exacto, lo que pasa es que me he blanqueado un poco para no levantar sospechas, a lo Michael Jackson. Es que soy su hijo secreto-bromeé.

-Tienes mucha suerte-dijo aún absorto en la casa. Creo que ni escuchó lo que le dije.

-¿Así lo crees?-sonreí-. Yo a veces me pregunto para qué una casa tan grande para mí solo.

-¿Para ti solo? ¿Y tus padres?

-Están ocupados. ¿Sabes? A veces me siento solo, y creo que el hecho de que la casa sea tan grande lo empeora.

Me miró apenado y yo agaché la cabeza. “¿Por qué diablos le he dicho eso?”, pensé, “Lo último que quiero es darle pena”. Finalmente llegamos a mi cuarto y le enseñé mi ordenador.

-Ahí es donde haces tu magia informática, ¿no?

-Creo que me tienes en demasiada alta estima.

-Estoy seguro de que sabes más que yo, eso seguro.

-Eso es porque eres más un hombre de acción. Eso de quedarse sentado y hacer las cosas desde un ordenador no va contigo.

-Pues sí-sonrió-. Exactamente.

Yo era todo lo contrario. Enfrentarme al mundo para mí era una Odisea, un suplicio, y en cambio, tras la coraza que Internet ofrecía, era mucho más fácil poder expresarme, poder ser yo, poder liberarme. Era triste pero era verdad, yo en la vida real no era nada. Lo era todo en Internet. Aunque parezca triste decirlo, yo sólo era un montón de datos.

-¿Qué te parece si empezamos?-le indiqué.

Decidí empezar por el facebook. Yo no tenía uno, pero no creí que fuera a suponer un problema hacerle una cuenta. Sin embargo, el chaval no tenía ni correo electrónico. Mientras le hacía las típicas preguntas para hacerle el correo él estaba de pie junto a la silla del ordenador en la que yo estaba, apoyando su mano en el respaldo. Su cercanía me estaba poniendo nervioso y su olor, cachondo. ¡Lo sé, soy un guarro porque me pusiera cachondo su olor a sudor, pero no lo puedo evitar!

Entre eso y que hablaba como con susurros, aturdiéndome con su dulce voz, le dije que se sentara en la cama para que estuviese más cómodo. Así lo hizo, y yo pude continuar algo más tranquilo.

-¿Nombre de tu primera mascota?-le pregunté.

-¿Eh? ¿Eso te lo pide?

-Sí, es una pregunta de seguridad por si se te pierde la contraseña.

-Ah, vale. Scooby. Es nuestro perro, lleva conmigo desde siempre-sonrió algo soñador.

Comenzó a hablarme del perro. A mí no me gustaban mucho, pero me encantaba su voz, así que dijese lo que dijese, le escuchaba.

-Ya está bastante mayor, y aún así está lleno de energía. Se pasa el día jugando con las niñas aunque esté cansado y luego, por la noche, viene a mi habitación a dormir conmigo. Cada noche le cuento qué tal me ha ido el día, ¿sabes? Jajaja, pensarás que estoy loco, pero él es mi mejor amigo.

¡Toma ésa, Jones, hasta los perros te superan!

Desprecios a Jones aparte, era la cosa más entrañable que había oído en mi vida.

-Siempre está a mi lado cuando me duermo y no se va hasta que yo me voy al instituto.

-Vaya, qué suerte tienes-sonreí.

-Por eso me enfado cuando la abuela dice que ya está viejo y que sería mejor que se fuese a algún sitio a vivir sus últimos años tranquilo. Yo no soportaría estar alejado de él.

Genial, ahora estaba celoso de un perro. Un maldito chucho era mi enemigo en el amor. Qué tontería, ¿verdad? ¿Cómo podía sentirme celoso por algo que no era mío? Sencillamente no tenía derecho. Tras esa conversación, pude al fin hacerle el facebook.

-¿A ti te gustan los perros, Marcos?

-¿A-a mí?

Los odiaba, los detestaba con todo mi corazón.

-¡Mira, ya está tu facebook hecho!-señalé la pantalla.

-¡Ahí va, es verdad! ¡Qué guay!-sonrió.

Madre mía, con esa sonrisa estaba para comérselo. Ojalá fuera mío. Si lo fuera, no dejaría de colmarlo con atenciones.

Sin que pasase un minuto desde la fundación de su facebook, ya tenía 538 solicitudes de amistad.

-¿Q-qué demonios?-exclamé sorprendido.

-Mi fama me precede, supongo.

Revisamos las solicitudes una a una y mientras, iban llegando muchísima más. Todas eran chicas, muchas chicas que seguramente estarían detrás de él. Había algún que otro chico, pero al parecer no le interesaban porque los rechazó a todos. Apareció también el nombre de Alisa, la novia de David, pero éste me dijo que la rechazara.

-¿No me vas a preguntar por qué rechazo a mi propia novia?

-L-lo siento, no se me dan bien estas cosas. Nunca sé cuando es indiscreción-sonreí nervioso.

-No pasa nada, no es indiscreción. Ya lo dejamos.

-Oh, lo siento.

-Yo no. Sólo me quería por mi físico.

Vaya por Dios, adiós a mi plan de “¿no te gustaría experimentar con un tío una vez? Sólo una vez. Yo quedo satisfecho con tu cuerpo y tú pruebas a ver si te gusta”.

-Lo siento. ¿Así que no te gusta que te quieran por tu físico?

-¿Tú lo querrías? ¿Que la gente te viera como un trozo de carne y nada más? Yo soy más que eso, Marcos, yo soy una persona.

-¡Y vaya persona!-murmuré inaudiblemente.

-Quiero a alguien que me quiera por lo que soy por dentro, no por lo que soy por fuera.

Vaya, no sabía que era tan sensible. Normalmente los guapos suelen ser arrogantes.

-Tienes razón. Te mereces encontrar a alguien que te quiera por como eres por dentro-sonreí.

En ese momento se levantó y se acercó a mí, curvando el cuerpo hacia delante junto a la silla para que su cabeza quedase a escasos centímetros de la mía. Mi cara adquirió un fuerte rubor y me quedé mirándolo nervioso y temblando.

-¿Q-q-q-qué haces?

-¿De verdad lo crees, Marcos?

-Lo creo, lo creo, pero también lo creería si estuvieras un poco más lejos.

-¿Por qué estás tan nervioso?-dijo con semblante serio.

-P-pues porque hay un tío con su cara a e-escasos centímetros de la mía.

-¿Y eso te incomoda porque…?

-¡Porque no soy gay!-protesté enfadado.

Sí, sé que ustedes estarán pensando que soy un mentiroso, ¡pero en aquel momento era mayor el miedo que otra cosa, así que no podía sincerarme con él!

-Ni yo tampoco-sonrió.

-¿E-entonces… podrías apartarte?

-¿Sabes? Estoy tan seguro de que no soy gay que podría besarte ahora mismo y no sentir nada. ¿A ti te pasaría lo mismo?

Dios, en ese momento creí que me moría de la impresión.

-¡Sí! ¡No! ¡No lo sé!

-¿Crees que sería raro si probara?

-¡Lo sería! ¡Definitivamente lo sería!-grité nervioso.

-Vale-cerró los ojos aún con su sonrisa en los labios y se retiró.

¿En serio eso acababa de pesar? El resto de la tarde sólo hablamos de detalles de su twitter y de su facebook, porque no nos dio tiempo a hacerle un instagram. Si llego a ver sus fotos de instagram sin camiseta ante el espejo o algo así, ya sí que me muero. No entendía muy bien qué pretendía decirme con lo que había hecho, pero más tarde me di cuenta de que desaproveché una oportunidad perfecta. ¡Seré idiota! Igual me hubiera besado.

Seguro que me hubiera corrido sólo con eso. Es que estaba buenísimo, buenísimo. Tenía que irse a las 17:30, así que cuando dieron las 17:20 me sentí abatido, pero también un poco aliviado, porque estaba muy nervioso desde lo del intento de beso.

-Y creo que poner un tweet todas las mañanas dando los buenos días es buena idea-dijo.

-Vale, lo haré.

-Oye, ¿no hace mucho calor aquí?

En serio, en otro momento hubiera gritado “¡camiseta fuera, que quiero ver esas rocosos pectorales”, pero en ese estado no quería, porque sabía que no podría aguantarlo.

-¿Sí? Yo estoy bien.

-Oh, vamos, no me mientas. Te veo agobiado.

-Estoy bien, de veras-solté algo molesto por su insistencia.

-Quítate la camisa, vamos, que hace mucho calor.

¿Qué? ¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?! ¡No me jodas!

-No-fruncí el ceño.

-Hace calor, Marcos.

-¡Que no!

-Me da calor sólo con verte. Venga, porfa.

-¡Pues quítatela tú, no me metas a mí en esto!

-Yo no puedo. Soy el invitado, no estaría bien.

-Te doy mi permiso.

-¡Venga, hombre!-me suplicó.

-No pienso quitarme la camisa.

Se retiró hacia atrás, hacia la cama, así que supuse que se había rendido. Gracias a Dios, porque no quería que nadie viese mi cuerpo desnudo. ¡Y menos él! Las comparaciones eran odiosas. Vale, no estaba mal físicamente, pero era un flacucho moreno, en cambio él tenía un buen cuerpo curtido por el ejercicio y tenía una tez más blanca.

De repente, una mano apareció por encima de mí y me agarró de la base de la camiseta. Miré hacia arriba y vi la sonrisa traviesa de David. Era la sonrisa traviesa de un niño. Me hipnotizó durante unos segundos y el muy condenado aprovechó la oportunidad para quitarme la camiseta de un tirón, cosa para la que me parecía que había que ser muy habilidoso.

-¡Ya está! ¿A que ya no tienes calor?

-¡Serás…!-grité tapándome el pecho.

-No lo escondas, que quiero verlo.

-¡Devuélvemela!

-No quiero-sacó la lengua-. Me parece que tendrás que venir a buscarla.

Alzó el brazo con la prenda en la mano y me retó a que fuera a por él. ¡No era justo! ¡Él era mucho más alto que yo! No me quedó otra, tuve que correr hacia él para recuperar mi camiseta.

-¡Eres un maldito crío!

-Vaya, tienes pelo en el pecho, Marcos-se rió.

Miré horrorizado hacia abajo y así era. Solía depilarme porque no soporto los pelos, pero me había pillado esta vez de forma inesperada.

-¡Es por mi sangre latina!

-¿No decías que no eras latino?

-No soy latino de latinoamérica, sino de la Europa latina.

-Qué lío…

Mientras estaba pensativo, me abalancé sobre él e intenté arrebatarle mi camiseta, sin embargo, no llegaba hasta ella. Sin querer, mi cuerpo se pegó al suyo en el intento y acabé empujándolo para que soltara la camisa. Éste no lo hizo, es más, sólo se reía más sonoramente.

En ese momento me cabreó de verdad, así que le empujé con todas mis fuerzas y cayó sobre la cama, con la mala suerte (o buena, según se mire) de que por el empuje yo caí encima de él. Ambos nos miramos sorprendidos y yo me sonrojé, pero intenté disimularlo cogiendo mi camiseta. Entonces él lo hizo, me besó.

Lo miré totalmente en shock, pero no obtuve respuesta de él, pues sus ojos estaban cerrados y parecía estar concentrado. El miedo fue cediendo paso poco a poco a la curiosidad y al deseo, que se apoderaron rápidamente de mí y me hicieron rendirme a aquel adonis tan irresistible.

Sus labios eran la cosa más dulce que había probado en mi vida. Me besaba con gentileza, dirigiendo el beso, con lo cual, yo me sentía rendido a sus pies, totalmente entregado a sus deseos. En aquel momento recuerdo que pensé que habría hecho todo lo que él dijese y le hubiese seguido allá donde fuese.

Besaba con una dulzura inimaginable. No metió lengua, supongo que porque era un beso inesperado, pero tampoco quería que lo hiciese, porque eso me habría puesto más nervioso. Con todo esto, comencé a sentir calor en mi pecho, un calor que no había sentido nunca, un calor que iba más allá del cariño familiar o del que te puede dar un amigo, era un calor superior. Casi se me saltan las lágrimas de la emoción.

Tras unos segundos, se retiró de mis labios y abrió los ojos. Ambos nos quedamos mirando sin saber qué decir, hasta que me di cuenta de que seguía encima de él y me aparté. Tras esto, él se levantó y me miró algo avergonzado.

-Lo siento, ya es hora de que me vaya.

-Ah, sí, claro. Te acompaño.

-No, no es necesario. Sé dónde está la salida.

Nos despedimos y él se fue dejándome solo en la habitación. Me eché sobre la cama y me abracé al sitio donde su cuerpo había estado unos segundos antes. No entendía qué había pasado, no sabía por qué había pasado y tampoco sabía si había sido fruto del momento o si volvería a pasar. Pero aún a pesar de todo eso, no podía evitar sentirme feliz, muy feliz. En aquel momento, abrazado a la cama y sintiendo su olor, no podía haber sido más feliz.

CONTINUARÁ…

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¡Noooooooooooooooooooooo! ¡No, no, no y no! No quería que hubiera beso. Se suponía que esta escena acabaría de forma ambigua, pero no sé por qué, mi pluma se ha movido sola y se ha visto en la obligación de culminar ese momento en la cama con un beso. Me arrepiento profundamente, pero no soy de los escritores que cambian una escena ya escrita fácilmente, porque creo que lo que sale del corazón es lo que debe prevalecer.

En fin, en el siguiente relato volveremos a leer las hilarantes reflexiones de nuestro querido Rick, así que no os lo perdáis.

Gracias por leer.

OS SALUDA

EL ENTERRADOR