El diario del desprecio de Peter Wright 2.5
¿Qué pasó el lunes por la mañana en casa de Rick? Después de un fin de semana de sufrimiento por perder a Peter, el joven Jones se levantó para ir al instituto. Nos lo cuenta su propia hermana.
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Diario de una adolescencia gay
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Un relato del Enterrador
El diario del desprecio de P̶e̶t̶e̶r̶ ̶W̶r̶i̶g̶h̶t̶ Maggie Jones 2.5: Desprecio ver mal a mi hermano mayor
Miré el reloj y faltaban 5 minutos para la hora en la que debía levantarme. Apenas había podido pegar ojo en toda la noche porque mi hermano me tenía muy preocupada. Sé que a veces es un cabezón estúpido y un capullo, pero en el fondo tenía buen corazón, y era por eso por lo que me dolía verlo así. Seguro que ese guaperas del teatro le había destrozado el corazón y por eso no había salido del dormitorio en todo el fin de semana. Puede que suene raro, pero nunca he visto a mi hermano llorar. O bien lo recuerdo siempre con una sonrisa en los labios cuando era pequeña o ahora con una cara de embobado o una sonrisa arrogante. Creo que ha estado llorando, porque la expresión que puso el otro día cuando fue a entrar en su habitación era de absoluto desasosiego, como si algo dentro de él hubiera desaparecido, como si faltara algo que sabe que nunca podrá conseguir. Sin embargo, prefiero no verlo llorar. No creo que hubiera soportado verlo llorar precisamente a él.
Como de todas formas sabía que no iba a poder levantarme, pegué un salto de la cama y después de hacer la misma saqué mi ropa del armario y me vestí. No sabía si ponerme una camisa naranja o una verde. Como no tenía tiempo para indecisiones, me puse la naranja y punto, aunque creo que la verde hubiera pegado más con el color de mis zapatos. Fui al escritorio y me aseguré de que llevaba en la mochila todo lo necesario. Ya lo había revisado la noche anterior, pero me gustaba asegurarme. Por lo tanto, a diario podía revisar varias veces si llevaba todas las cosas en la mochila.
Cuando terminé de prepararme salí de mi cuarto y fui al baño a lavarme la cara y los dientes. Normalmente suelo encontrarme ahí al cabezón bostezando y lavándose sus mugrientos piños, pero esta vez al llegar no había nada más que la fantasmagórica presencia de la soledad. Me sentí un poco triste de no encontrármelo para meterme un rato con él. Jamás lo admitiría en voz alta, pero me hacía muy feliz pelearme con él. Puede parecer una tontería, y lo era, sin embargo, en momentos como ése me sentía unida a él, sentía que aunque nos tiráramos los trastos a la cabeza en el fondo nos queríamos. De nuevo eché un vistazo al reloj y me di cuenta de que si no se levantaba ya, iba a llegar tarde, así que fui a avisarle.
Me paré ante su puerta y toqué cuidadosamente con los nudillos. No hubo respuesta alguna, de modo que toqué de nuevo. Y de nuevo, nada. Pensé que igual se habría ahogado con el fortísimo olor de su habitación, provocado en parte por los restos orgánicos y en parte por su desagradable olor corporal. Abrí la puerta lo suficiente para asomarme y lo vi con los cascos puestos escuchando música. Estaba en calzoncillos, como ya era habitual en él, totalmente despeinado y con unas ojeras que llegaban al suelo. Al verme se retiró los auriculares y me miró con curiosidad.
-Estás hecho un asco-espeté con el ceño fruncido. Entonces él se quitó los cascos poniéndolos a un lado y se me quedó mirando con indiferencia.
-¿Así es como tratas a tu pobre hermano, al que acaban de romperle el corazón?-se hizo la víctima.
-Aaaaah, no me seas quejica. Acabarás gótico perdido como Jack Faustus-suspiré.
Se incorporó en la cama y me miró con expresión interrogante.
-¿Como quién?
-¡Da igual! ¡Vístete!-le grité para que se diera prisa.
Le hablaba de un tío que salía en uno de los relatos que solía leer por Internet, y aunque le hubiera explicado quién era, seguro que no lo habría entendido. Bostezó y se estiró volviendo a acostarse.
-Hoy no voy a clase. No me apetece.
-Mira, cabezón, si te pasas la vida autocompadeciéndote, no podrás seguir adelante. Tienes que ir a clase y enfrentarte a él. No te queda otra-suspiré.
-Pero es que verlo duele-murmuró por lo bajo.
Me quedé totalmente sorprendida. ¿Mi hermano había dicho eso? ¿El insensible y capullo de mi hermano se estaba abriendo ante mí de esa manera? No, seguro que era una de sus bromas. No podía creerlo.
-Vamos, no será para tanto.
-¡Sí que lo es!-gritó-. No lo entiendo, yo jamás he sentido apego por nadie. Siempre he ido a mi bola y no me ha importado demasiado que la gente se apartara de mí, pero sólo con pensar que él no me quiere a su lado, que no podré verlo, que no podré abrazarlo, que no podré tocarlo… ¡Duele, ¿vale?! ¡Duele muchísimo, Maggie!-rompió a llorar.
-¿M-me has llamado… por mi nombre?-le miré asombrada.
No respondió, simplemente metió la cabeza entre las sábanas y siguió llorando. Como he dicho, nunca le había visto llorar y aquello provocó tal impacto en mí que yo también empecé a llorar. No sé por qué lo hice ni tampoco sé por qué no podía parar, pero ahí estaba yo, de pie, viendo como mi hermano lloraba de desesperación mientras yo también lloraba. No sabía qué hacer, de modo que decidí que al menos intentaría no estorbarle. Andé hacia la puerta y me dispuse a salir.
Pero entonces algo aún más increíble pasó. De entre sus sollozos y sus lamentos salió otro grito, otro grito que pronunciaba mi nombre. Mi corazón se encogió y me di la vuelta para encontrarme con su mirada llena de lágrimas que me miraba suplicante. A continuación, de sus labios salieron cuatro palabras que jamás olvidaría y que me conmoverían de tal manera que siempre me ayudarían a recordar que Rick Jones también tenía corazón.
-Por favor, te necesito.
No hubo más que hablar. Cerré la puerta y llorando como estaba me coloqué al lado de la cama mirándole. Entonces extendió sus brazos y me tumbé en la cama a su lado. Hacía tantísimos años que no estábamos así juntos, hacía tantos años que no sentía el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel, el cariño de sus brazos. Me envolvió con delicadeza y se puso a llorar en mi hombro.
Yo no dije nada, y él tampoco parecía dispuesto a hacerlo, pero es que tampoco era necesario, sabíamos lo que teníamos que saber, que él necesitaba un abrazo y que yo necesitaba a mi hermano mayor. En ese momento pensé que el buenorro del teatro era un idiota por dejar escapar a mi hermano. Puede que no fuera el tío más elegante del mundo, ni que fuera el más inteligente, pero a pesar de su apariencia fría, tenía un corazón que no le cabía en el pecho.
-Sniff… Abrázame más fuerte, por favor-susurró entre sollozos-. Me da igual que alguien nos vea, me da igual lo que la gente diga… Sniff.
Me abracé a él con todas mis fuerzas. ¿Por qué decía eso de la gente? ¿Acaso alguien iba a decir algo sobre dos hermanos que se abrazan en un momento difícil? Eso sería asqueroso, sería una muestra más de que la perversidad de la gente no tiene límites. Yo jamás he pensado en mi hermano como algo más que mi hermano, y no porque él no lo merezca, sino porque yo soy feliz con que sea mi hermano, y creo que si fuera algo más, no sería más feliz de lo que soy ahora.
Así estuvimos durante un largo rato en el que le dije cosas como que no estaba solo, que yo siempre estaría ahí, que ese tipo no sabía la estupidez que cometía, que yo siempre estaría para él... Al final, creo que todo ello funcionó porque alzó la cabeza y aún con lágrimas en los ojos, me sonrió.
-Gracias, Maggie-me acarició la mejilla-. Te quiero.
No podía creerlo. Había dicho que me quería. Estaba tan feliz en ese momento que hubiera podido dar fácilmente un montón de saltos de alegría, pero en lugar de eso lloré, lloré más, aunque esta vez no eran lágrimas de tristeza lo que mis ojos expulsaban, sino lágrimas de alegría.
-Yo también te quiero, Rick-me reí.
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Al final pude convencerlo para que fuera a clase. Le dije que si no estaba preparado para ver a ese chico que evitara entablar contacto visual y que se mantuviera alejado de él. Le llevé al baño y le maquillé para disimular un poco sus ojeras, así que cuando bajamos a desayunar mamá no notó nada. Le deseé suerte y nos despedimos hasta por la tarde.
Cuando volví de clase le pregunté a mamá por él y me dijo que había subido directamente a su habitación, así que me apresuré en subir las escaleras y entrar en su cuarto. Abrí la puerta de par en par y vi que estaba en el escritorio con el ordenador. Me miró molesto y dijo:
-Sabes que no tienes permiso para entrar aquí.
-¿Eh?-solté asombrada.
-¿Se puede saber qué quieres, enana?-sonrió arrogantemente.
Ya estábamos otra vez. No sé para qué había servido lo de aquella mañana si iba a ponerse de nuevo borde conmigo a la vuelta.
-Venía a preguntarte por tus desengaños amorosos, simpático-espetó esto último con ironía.
-Sólo he tenido que evitarlo. No ha sido tan difícil-exclamó hurgándose la nariz. Puse cara de asco y él empezó a reírse.
-Chaval, eres más bipolar que una pila-suspiré.
-No sé a qué te refieres-se estiró en la silla.
Le di por imposible y decidí marcharme. Estaba claro que seguía siendo un capullo y que yo era una idiota por preocuparme por alguien como él.
-Espera-me llamó la atención-, quiero que sepas que voy a seguir tu consejo.
-¿Mi consejo?
-Esta mañana, justo antes de irnos me dijiste que buscara a alguien con quien salir. Creo que me dijiste algo así como “un clavo saca otro clavo” o alguna mierda de ésas.
-¿Vas a buscarte otro novio?
-Sí, y como he comprobado que eso es muy difícil, voy a tener que tirar del único maricón que conozco que me dejará entrar entre sus piernas-suspiró.
-¿Podrías, por favor, no ser tan gráfico?-puse cara de espanto-. Bueno, también estaría bien que dejaras de decir “maricón”. Mira que te lo dije…
-Pero si maricón no es algo malo. Yo lo soy.
-¡Ten más tacto, idiota!-grité-. ¡Hay gente que se puede sentir ofendida!
-Ya, pero esa gente me puede chupar la…
-Ejem-le interrumpí-, estábamos hablando de que ibas a buscarte otro novio.
En realidad que volviera a ser el malhablado de siempre era una buena señal, pero el hecho de que no tuviera tacto ninguno podría acarrearle muchos problemas, así que intentaba corregirlo. Sin embargo, éste es un caso perdido.
-He quedado con él en 1 hora-sonrió.
-Me alegro por ti-fruncí el ceño aún molesta.
-Gracias.
Cerró la ventana del ordenador y se levantó de la silla, entonces me empujó hacia fuera y salimos juntos de su habitación.
-Ah, y no se te olvide que no puedes entrar aquí-amplió su sonrisa.
-¡Pues ahora cuando no estés voy a entrar y lo voy a llenar todo de pintadas que pongan “Rick Jones la tiene pequeña”!-grité enfadada.
-Qué mentira más gorda, aunque no más gorda que mi polla.
-Esa frase tiene varias lecturas. Creo que es bastante paradójica-alegué.
-Lo que sea, enana, pero no entres.
Bajó las escaleras y se fue. He de reconocer que me podía la curiosidad. ¿Quién sería mi nuevo cuñadito? Supuse que por satisfacer un poco mi curiosidad no pasaría nada y decidí seguirle. Esperé a que saliera de casa y dos minutos de reloj después yo también salí, tras haber avisado a mamá, por supuesto.
Como nunca había seguido a nadie, tuve que tirar de tópicos de películas y me iba escondiendo detrás de las farolas o de los contenedores. La gente me miraba raro, pero yo iba segura de que no me pillaría, así que no me sentía ridícula.
El muy idiota iba por la calle escuchando música por los auriculares y estuvo a punto de ser atropellado por lo menos 5 veces. No entiendo a los jóvenes de hoy día. ¡No tienen conciencia de seguridad vial! Si tienes que responder a un mensaje te paras. Pues nada, ellos van andando y mirando el móvil. Así se dan luego las hostias que se dan con las farolas.
El cabezón entró en el centro comercial y yo lo hice tras él. Lo habían abierto recientemente y era enorme. Había una primera planta con una tienda de animales, una de videojuegos y varias cafeterías y luego estaba la segunda planta en la que que estaban las tiendas de ropa, alguna de juguetes y un cine. Mi hermano se sentó en un banco que había delante de la fuente que estaba en el centro del sitio. Yo por mi parte me senté en un banco cercano, pero lo suficientemente alejado para que no me viera.
Pensé en ponerme un periódico en la cara, pero me pareció demasiado cliché, así que fui a la tienda de cómics y compré el primero que pillé por un dólar. Le hice unos agujeros y me lo puse delante de la cara para ver. Un muchacho gordo y con granos se me quedó mirando con lágrimas en los ojos y cara de impotencia. Creo que lo de hacerle agujeros a un cómic era superior a sus fuerzas. Me prometí a mí misma que si veía a ese muchacho cuando terminara de espiar a Rick, se lo regalaría. Total, a mí los cómics no me gustan, me parecen demasiado infantiles.
De repente se oyó un grito que estaba por encima de todas las voces que estaban hablando en ese centro comercial.
-¡My honeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeey!
Creía que un loco con voz femenina y modales amanerados se había colado en el centro comercial y ya estaba preparando mi famosa Maggie-patada, pero resulta que ese tipo era el acompañante de mi hermano, su nuevo “novio”.
-Hola-respondió secamente el cabezón.
-Cuantísimo tiempo sin vernos. Te fuiste sin despedirte, ladrón-sonrió el hombre.
-Ya, es que tenía dudas sobre si era gay o no. No iba a volver a verte, pero no he podido dejar de pensar en ti.
Mentira. Pero descarada, ¿eh? No es de esas mentiras que piensas: “Oh, mira qué mentira más bien formulada y qué bien ejecutada”. No, es de las que oyes y piensas: “Qué cutre, se podía haber inventado algo mejor”.
-¿Ves? Yo sabía que había nacido el amor entre nosotros.
-¿En serio?-murmuré para mí.
-Pero tengo que confesarte que mentí sobre mi edad. No tengo 18, en realidad tengo 16-se sinceró mi hermano.
Ese tipo puso cara de sorpresa y después comenzó a agitar los brazos y a dar saltos.
-¡Un amor prohibido! ¡Great! ¡Me encanta, I love it! Así devorarte será como la fruta prohibida, delicioso pero con posibles consecuencias terribles. ¡Eres mi manzana, Ricky!
-¿R-ricky?-se sorprendió mi hermano.
No pude evitar echarme a reír. Con lo que él odiaba que le dijesen Ricky. Siempre decía que era una gilipollez porque normalmente con un diminutivo se acorta un nombre, no se alarga.
-Bueno-resopló el cabezón-, ¿a dónde te gustará ir?
-Lo siento, Ricky, cariño, pero tengo que ir a trabajar, así que tengo que cancelar la cita.
-Oh, bueno, pues otro día será-sonrió, aunque sé que por dentro se estaba acordando de todos sus muertos por llamarle Ricky-. Por cierto, ¿a qué te dedicas?
-Soy diseñador de moda.
-Cómo no-murmuró el cabezón.
Ese señor se fue tras darle un beso a Rick en los labios. No pareció darle asco a mi hermano, pero tampoco parecía que fuese 100% de su agrado. Aproveché que Rick iba a la tienda de cómics para salir de ahí. Como no vi al muchacho gordo, dejé el cómic que había comprado en el banco para quien lo encontrara y me fui a casa.
Cuando el cabezón llegó ni siquiera me saludó y se fue directo a su cuarto. No sé lo que estaba planeando, pero tarde temprano me iba a enterar. ¡Eso estaba clarísimo! Como que me llamo Maggie Jones.
FIN
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El próximo capítulo terminará esta pequeña saga del diario de Peter y volveré con Marcos por un par de capítulos. Tras esto no sé si volveré a Peter, a Rick o si haré algún relato de Justin, lo que sí sé es que tendréis que esperar un poco para ver el desenlace de esta historia xD
Gracias por leer.
OS SALUDA
EL ENTERRADOR