El diario del desprecio de Peter Wright 2

Peter se siente confuso porque, a pesar de que es Brent quien ha roto su corazón, no puede evitar pensar en otra persona. Finalmente, comprenderá sus sentimientos y se encaminará a un desenlace... ¿inesperado? No se lo pierdan.

Como estoy viendo mucho drama y un súper culebrón en esta historia, cuando termine esta pequeña parte del diario de Peter, retomaré a Marcos con un poco de humor, aunque mostrando de una vez con quien está destinado a estar. En fin, por ahora, disfrutad de Rick y Peter (y de sus dramas xD).

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

El diario del desprecio de Peter Wright 2: Desprecio a Rick Jones

El odio que sentía, ese tremendo asco y desprecio que sentía por la figura del más despreciable y sátiro de los estudiantes que había en mi clase, Rick Jones, estaba aumentando considerablemente. Debido a que el lunes no había podido verle para darle su mugrienta chaqueta, mi cabeza no paraba de darle vueltas a su imagen. ¡¿Por qué no me había pedido la chaqueta?! ¡Era evidente que sabía que yo la tenía! ¿Acaso me estaba ignorando? Je. Nadie se atreve a ignorar a Peter Wright jamás. Si me enteraba de que estaba pasando de mí, iba a acabar con su patética existencia de la manera más dolorosa y estrambótica posible.

El caso es que por pensar en él, mi bilis se estaba destinando también hacia todo lo demás que me rodeaba, estaba empezando a odiar todo lo que tenía alrededor por la rabia que me provocaba recordar con exactitud el color de sus malditos ojos, el brillo de su sonrisa o la cantidad exacta de pelos que tenía en la nariz (Qué asco). Seguramente era debido a que mi estúpido cerebro se sentía culpable por que yo hubiera rechazado a ese tipo de esa manera. Pero es que vamos a ver, ese tío me amenazó y me usó para lo que a él le dio la gana. ¿Se supone que tenía que comportarme como un esclavo sumiso y ofrecerle el culo sólo porque él lo deseaba?

Hice lo que tenía que hacer para librarme de él, cosa de la que no me arrepentía. Supuse que sólo pensaba en él por culpa del tremendo golpe que había sufrido al enterarme de que Brent estaba casado. Seguramente pensaba en Jones como válvula de escapa al profundo dolor que me desgarraba el alma, pero no, no pensaba ahogar mis penas con sexo. Y menos con ése, que seguro que la tenía como un cacahuete.

Me desperté al día siguiente y me propuse entregarle la chaqueta ese día sin más faltar. Volví a tirar a Justin de la cama para despertarlo y éste se acordó de toda mi familia, que también era la suya. Nos preparamos y fuimos al instituto como siempre. Cuando nos despedimos me quedé pensando en que aún tenía que hablar con él sobre su escapada con ese Jared. Sólo esperaba que no se estuviera metiendo en ningún lío, porque lo que menos quería era que mi hermano pequeño se volviera un delincuente.

Esta vez no entré en clase, decidí quedarme en el pasillo para ver si Jones aparecía y podía acabar cuanto antes con la farsa de darle la dichosa chaqueta.

Durante mucho tiempo yo me había sentido muy solo, es decir, tenía a Justin y tal, pero yo sé que para él yo era más bien un estorbo. Por eso, siempre he intentado ser un poco distante con él y portarme más como un padre que como un hermano. Él dice que me quiere, y seguro que es cierto, aunque yo creo que me sigue guardando rencor.

Los libros han sido el único refugio en el que poder empaquetar mi alma. Los libros eran mis únicos amigos, mis consejeros, mis confidentes. Eran mundos a los que podía huir para no pensar en la oscuridad de mi existencia. Los libros eran mundos de luz que me alejaban de este mundo de oscuridad. Y en cada página de cada uno de los libros que he leído, hay un trocito de mi corazón, porque esos libros que he leído, siempre serán un reflejo de mi alma.

No quería estar solo, porque estar solo dolía mucho, pero tampoco tenía valor para salir al mundo y pedirle a alguien que me acompañara, así que tuve que vivir en una soledad autoimpuesta constante. Al principio me resultó llevadera, sin embargo, con el paso de los años, fui anhelando compañía, alguien con quien poder hablar, con quien poder reír, y que siempre estuviese a mi lado. Quería a alguien que se despertase conmigo cada mañana y me sonriera deseándome un feliz día. Y ahora, en mis ensoñaciones de colegiala enamoradiza la cara de ese alguien era la cara de Rick Jones.

No lo entendía, no quería entenderlo. ¿Por qué él? ¿Por qué alguien tan mediocre y mezquino estaba llenando mi mente? Y lo más importante, ¿por qué Brent había desaparecido por completo de ella?

-Hola, Wright-me saludó Glass interrumpiendo mis pensamientos.

-Ah, hola-le saludé con desgana.

Qué pesado era ése. El típico empollón repelente con gafas que se creía superior y hacía la pelota a los profesores. Y no, no era como yo. Aunque penséis lo contrario yo no soy como él. Porque yo… porque yo… ¡no llevo gafas!

-He estado leyendo algún relato de Kafka, como me recomendaste-sonrió.

Solía pedirme que le recomendara libros, aunque estaba claro que su diminuto cerebro no sería capaz de asimilar lo que la mayoría de ellos querían decir.

-¿Y cuál ha sido? ¿”Un médico rural”? ¿”La muralla china”?

-La verdad es que el del médico lo intenté leer, pero me pareció muy complicado.

-Precisamente ése es mi favorito-sonreí arrogantemente.

-¡Pero si nada tiene ningún sentido!-gritó confuso.

-Quizás lo tenga o quizás no, ahí está lo maravilloso del relato.

-Vamos, que tú tampoco sabes lo que quiere decir.

-Tengo mis teorías, pero obviamente es más divertido si las buscas tú mismo que si te las dan.

Estuvimos hablando un rato en el pasillo, y cuando digo hablando me refiero a él, porque yo pasaba olímpicamente de lo que estaba diciendo. Era un tipo muy aburrido y siniestro, ¿por qué me iba a interesar en él?

Finalmente llegó Penélope y me pegué a ella para huir de ese dichoso Glass. Entonces entramos en clase, porque seguramente Mandy estaría al caer y no podía esperar más a Jones.

-¿Le has dado ya la chaqueta?-preguntó.

-La verdad es que no. No he podido hablar con él aún.

-A lo mejor es que no quiere verte y te está evitando.

-Hasta hace un par de días me perseguía como un perro persigue a un conejo y ahora resulta que ya no me hace ni caso-dije molesto.

-Vaya, parece que alguien echa de menos a su acosador-sonrió.

-Claro, hombre, y también me encantaría que me violaran en un callejón cuatro negros pandilleros.

-Eso es racismo-me regañó.

-Vale, cuatro latinos pandilleros-me corregí.

Me levantó una ceja y yo me reí ante su reacción.

-No te preocupes, que no es racismo. Es clasismo, porque doy por hecho que son pobres.

Después de que Penélope me diera por imposible entraron por la puerta Mandy, la profesora de historia, y nuestro payaso de siempre, Rick Jones.

-Sabe que no me gusta que ninguno entre detrás de mí, ¿no?-le reprendió molesta.

-Lo siento-respondió él.

“¿Lo siento?”. ¿Rick Jones, el eterno bufón de las mil excusas absurdas y las ironías, acababa de decir “lo siento”? No me lo podía creer. Me quedé mirándole, pero éste sólo mantenía la mirada al suelo y se fue andando a su sitio.

La verdad es que a pesar de que era un imbécil y un gilipollas, no se podía negar que cierto atractivo sí que tenía. Ese pelo de punta, esa cara perfilada y esas sudaderas le daban un toque sexy que incluso podría hacer frente al de David, el más guapo de la clase. De hecho, incluso antes de conocerle, yo ya pensaba que Jones era más guapo que David.

Un molesto dolor en el pecho me devolvió al mundo real. ¿Acababa de decir que Rick Jones era guapo? Definitivamente tenía que tener fiebre. Sí, tenía que ser eso. Le daría la maldita chaqueta y me iría a casa. Eso haría, sí. Estaba claro que necesitaba descansar.

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La clase terminó con Marcos cantando el himno de España, cosa que no me sorprendió en absoluto, y después Mandy salió roja de ira, momento que aproveché para ir a acercarme a Jones. Todo el mundo estaba en su respectivo asiento hablando de sus tonterías de siempre y yo iba pensando en lo que le iba a decir.

Me imaginaba que él me saludaría efusivamente y se haría el sueco diciendo que ya no estaba interesado en mí y que dejara la chaqueta encima de su mesa para que desapareciera para siempre de su vida, pero luego al darme la vuelta, correría hacia mí y me abrazaría dándome un beso de esos de película. ¡Aaaaagh! ¡¿Pero qué tonterías estaba pensando?! Podía hacerlo incluso más sencillo, acercarme a David, decirle que le diera él la chaqueta e irme como si nada, así no tendría que hablar directamente con él. Sí, ése era un plan genial.

-¡Wright!-oí una voz tras de mí.

Genial. Otra distracción. Me giré y vi a Marcos García con una cara de completa furia.

-¡¿Cómo te atreves a decir que fuimos los españoles los que hundimos el acorazado Maine?!

-Es que fuisteis vosotros-me encogí de hombros.

-¡Mentira! ¡Ése fue un sucio truco rastrero de los americanos para poner a los cubanos en nuestra contra!

-¿Truco rastrero? ¿Qué truco rastrero? Eso no era necesario-sonreí arrogantemente-. Vosotros ya teníais a los cubanos en vuestra contra.

-¡Pelea, pelea!-anunció uno de nuestros compañeros.

Todo el mundo se colocó alrededor nuestra para contemplar cómo nos dábamos de puñetazos. Era evidente que yo no iba a pelear, eso no es lo mío, y Marcos tampoco lo iba a hacer, era bastante irritable, pero creo que no se atrevería a montar un espectáculo.

-Que sepáis todos que algún día este país pagará todo lo que le debe al mundo-espetó molesto y se sentó.

-¡Cobarde!-empezaron a gritar-. ¡Los españoles se lo hacen encima! ¡Allí sólo hay dos cosas que hacer: emborracharse e ir a la playa! ¡País de paletos!

-¡No participaron en ninguna de las guerras mundiales! ¡Es más, en la segunda apoyaron a Hitler y se escondieron los muy cobardes!-corearon los demás.

Marcos estaba con la cabeza agachada aguantándose la rabia que sentía en su interior. Pobre chaval, se notaba que amaba su país y no soportaba las injusticias, pero claro, esa no era razón suficiente para hacer que yo fuera a ayudarle. Seguí mi camino hasta el asiento de Jones, pero cuando llegué no estaba. Entonces se escuchó un estruendo.

Me giré asustado y vi a Jones delante de la mesa del profesor. Acababa de dejar caer un libro para llamar la atención de todos y estaba sonriendo.

-¿Queréis callaros?

-¿Qué dices? ¡Es un cobarde! ¡Debemos hacérselo saber!-gritó uno de los alumnos.

-Me importa una mierda si es un cobarde o no. Yo sólo sé que lo estáis molestando y eso me irrita-perdió la sonrisa.

Q-qué… masculino…

-¿Vas a apoyar a un país que no es el tuyo, traidor?

-¿País? Yo aquí sólo veo personas, no veo países. ¿Qué más da que se sea de un país o de otro? Eso no cambia que eres una persona como otra cualquiera. No creo que despreciar a alguien por su país sea una buena idea, teniendo en cuenta que eso no cambia que es una persona igual a nosotros.

-¡USA! ¡USA!-empezaron a gritar los alumnos.

Idiota, en este país no hay cabida para esa clase de comentarios. El patriotismo es sinónimo de Estados Unidos, aquí no hay personas, sólo hay países. Aquí se juzga por tu lugar de origen aunque te prometan lo contrario. Es irónico, pero así es “el país de la libertad”.

En ese momento Jones lanzó una de las grapadoras que había encima de la mesa y alcanzó al líder de los cánticos, que lo miró con una cara de profundo odio. Entonces Jones sonrió.

-Ups, lo siento. Voy derramando aceite y se me ha escurrido la grapadora-puso voz de gay.

La puerta de la clase se abrió justo cuando ese tipo le devolvió el grapadorazo a Rick y éste lo esquivó agachándose. Demon apareció al otro lado.

-Rick, ¿qué significa esto?

-Eh… Pues... -se rascó la nuca-, ¡bienvenido a los Estados Unidos de América!

El profesor suspiró y lo mandó a su asiento. Yo para entonces ya había vuelto al mío porque iba a empezar la clase. Estúpido y sensual Jones… ¿Cómo había conseguido que yo dijera eso de “qué masculino”?

La clase transcurrió de forma normal, es decir, con el profesor diciendo que todos eran mediocres menos yo. Al final llegó la hora del almuerzo y no había podido darle la maldita chaqueta.

-Mira que has tenido oportunidades-se quejó Penélope-. Eres un cobarde.

-¿Lo dice la señorita “tengo que actuar en Romeo y Julieta pero huyo”?

-Eso no es lo mismo. Lo tuyo es enfrentarte a un tío, lo mío era un público entero.

-Sí, ya ves, llenamos un estadio entero. Creo que vi incluso a la reina de Inglaterra. Vaya pelos que llevaba-me burlé.

-Mira que eres cabezón, ¿por qué no admites de una vez que te gusta?-suspiró-. Si con lo que ha hecho antes empieza a gustarme hasta a mí.

-Pues para ti enterito-me llevé la comida a la boca.

-Es gay, así que no tengo oportunidades-sacó la lengua.

-Es cierto, además, ¿quién iba a quererte a ti cuando antes me ha querido a mí? Por comparación es evidente que gano yo.

-¡Osea, que admites que te ha querido!-me señaló con el tenedor.

-Pues no, sólo estaba bromeando. Estás desesperada por ver una pareja homosexual. Eres peor que Patricia Highsmith-suspiré.

Eché un vistazo a la mesa de Jones y Ripley. Estaban comiendo tranquilamente, lo cual era extraño, porque esos dos siempre estaban gritando y riéndose a carcajadas. Me molestó un poco que el idiota de Jones no se dignara ni a mirarme. ¿Quién se había creído? ¡Yo podía hacer que se quedara sin chaqueta!

Entonces caí en la cuenta. Ése era el momento de darle la chaqueta, pero como estaba claro que él no quería verme, se la daría a Ripley, de esa forma ni tendría que molestarme yo en verlo ni él molestarse en verme a mí. Hubo un momento en el que Jones se levantó y se fue de la cafetería, supongo que para ir al baño a masturbarse, y fui a hablar con Ripley.

Lo saludé cortésmente y me senté en el sitio de Jones. Entonces empecé a hablar:

-Mira, tengo aquí la chaqueta de Jones. Me la dio el viernes cuando te vimos. Dásela, por favor.

-¿Eh? ¿Por qué no se la das tú? Seguro que está deseando verte-respondió desconcertado.

-¿”Deseando”? Oye, ¿qué te ha contado ése?-alcé una ceja.

-Pues nada, que durante la cita él te dijo que no quería nada serio y tú enloqueciste. Él te dijo que al menos podríais ser amigos, pero como estás tan enamorado de él, te negaste. Seguro que quiere verte para pedirte perdón-me contó.

Ese hijo de puta. ¡Yo lo mataba! ¡¿Cómo se atrevía a ir mintiendo por ahí?! ¡¿Que yo estaba loquito por sus huesos?! ¡Ja! ¡Es posible que haya olido su chaqueta y haya pensado que es guapo, pero eso no significa nada! Ahora sí que iba a hablar con él, iba a saber quién soy yo.

-Bueno-forcé una sonrisa-, entonces lo espero aquí.

-No creo que vuelva. Ha dicho algo de que iba a hablar con nosequién para empezar una nueva actividad extraescolar.

-¿Ah, sí? ¿Y a qué hora vendrá esta tarde?

-Pues no sé, supongo que cuando termine la primera hora.

-Cuando yo salga del club de poesía… Perfecto-murmuré para mí.

Le di las gracias y me despedí. Ese idiota iba a pagar lo que había dicho. ¡Tenía que verlo, quería verlo…! Igual… hasta necesitaba verlo.

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Entré en clase y saludé a Brent, quien parecía un poco incómodo con mi presencia. Pero yo no tenía tiempo para pensar en cómo se sentiría, sólo podía pensar en lo que le iba a decir al gilipollas de Jones. No, debía relajarme, no podía pasarme toda la hora deseando matarlo, debía concentrarme en la poesía. Brent anunció el tema de hoy: la codicia. Y como siempre, no le hice ni caso y escribí lo que me salió:

“Me niego. Razón no hay para mirar.

Me rehúso. Belleza no hay que admirar.

Me abstengo. Dulzura no hay que encontrar.

Zafio, vulgar, común,

asqueroso, decadente, patético

son adjetivos que te describen.

Si es así, ¿por qué

olvidar tu imagen no puedo?

¿A qué se debe esta oclusión mental?

Algo mal en mí debe haber,

pues mi pecho duele

y tengo ganas de volverte a ver.

Quizás remordimiento,

quizás simple acción de mi conciencia,

quizás tan sólo es cosa de mi imaginación.

Pero aún así, algo se remueve en mi interior.

Todo es culpa tuya,

por esa ridícula sonrisa articular

y por siempre andar tras mis labios

y quererlos besar.

Muérete de una vez para hacer

mi dolor desaparecer

y de esta forma a amar a quien debo

podré yo volver.

No te creas gran cosa,

pues no hay cosa que menos soporte,

que el hecho de que una estúpida piedra

se crea roca”.

-¿Qu-qué demonios?-murmuré para mí.

Ese poema… parecía como si… ¡Pues no! Ja. Estaba claro que no. Decía que se muriera, era evidente que no era un poema de amor. Tenía que escribir otro para convencerme a mí mismo de que no estaba enamorado. Lo curioso es que tenía tiempo de sobra, porque ese poema me había salido muy rápido.

“Perdóname,

por favor.

La rosa que me has dado he repudiado

y sus espinas te he clavado.

Mas en mi defensa diré que yo negra la veía,

aunque ahora roja se ha tornado.

Seguro estoy de que

cual mosquito inquisidor,

querrás saber por qué ahora

y por qué antes no.

Ni yo mismo lo sé,

sólo sé que te anhelo

y que te quiero tener.

Sé que es ridículo y caprichoso,

como las súplicas de un bebé.

No obstante,

si a mi lado vuelves,

olvidaré las espinas que tu rosa traía

y te entregaré mi corazón”.

Me quedé en silencio observando el poema y dos palabras se clavaron en mi mente: “lo siento”. Entonces alcé la mano sin dejar de mirar el papel en el que lo había escrito.

-¿Sí, Peter?-dijo Brent.

-¿Puedo irme? No me siento muy bien.

-Oh, claro.

Me levanté y guardé mis cosas aún sin entenderme muy bien. Cuando salí al pasillo mi pecho comenzó a doler, me dolía mucho, muchísimo, tanto que hasta pensé que podría tratarse de un infarto. Pero no, no era eso, era mi deseo, mi deseo de él. Necesitaba verlo, necesitaba tocarlo, que él me tocara… Me sentía como hechizado, en aquel momento no era yo, sólo era un cuerpo que anhelaba a Rick Jones y que necesitaba que lo abrazara.

Quería sentir su cuerpo caliente pegado al mío, su maldito calor. ¡Lo quería todo de él, maldita sea! ¡Quería que me mirara, quería que me sonriera, quería que me besara! ¡Y hasta quería que me tomara! Mi mente estaba vacía, sólo estaba él. Su sonrisa, su cara, su cuerpo, su olor…

De repente, me encontré con una figura en el pasillo. ¿Podía ser…? ¡Sí! ¡El destino existía! ¡Era él! Al final Shakespeare tenía razón al decir que había un destino que ponía cada cosa en su lugar.

-¡Jones! ¡Jones!-corrí hacia él llamándolo.

-¿Eh?-se giró hacia mí-. Ah, eres tú-me miró serio.

-Esto… tengo que devolverte tu chaqueta.

-Ah, ¿la tenías tú?

¿Quién la iba a tener si no, cabeza hueca?

Saqué la chaqueta de la mochila y se la di. Entonces él se la guardó y me dio las gracias.

-Bueno, ahora me voy-dijo dándose la vuelta y echando a andar.

-¡Espera!-le agarré del brazo-. Vaya, hace poco decías que no podías vivir sin mí y ahora me evitas-sonreí.

-No quiero ser una molestia-dijo sin girarse hacia mí.

-Respecto a eso, verás… yo…

-¿Tú…?

-¡Ya sé! ¿Y si te lo digo con un poe…?

-¡Daaaaaaaaaaaaaaarling!-se oyó una voz gritar.

De detrás de mí apareció un señor dando saltos de alegría. Me quedé mirando extrañado y Rick se apartó de mí para ir a darle un beso en los labios. Dios, otra vez no… Otra vez sentía esa rotura en el pecho.

-Wright, te presento a mi novio, Tom-sonrió Rick.

Te odio, Shakespeare.

CONTINUARÁ…

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Eso es lo que pasa cuando se guarda algo como segundo plato, que igual cuando llegas ya se lo ha comido otro xD No me gusta que Peter haya mostrado esos sentimientos tan rápido, pero es que la historia me exigía que se diera cuenta de lo que siente. En fin, tengo tantas ganas de escribir el siguiente capítulo como vosotros de leerlo.

Muchas gracias por leer.

OS SALUDA

EL ENTERRADOR