El Diario de Paula (prólogo 2)

Segunda parte del prólogo a la lectura del diario que nos descubrirá como Paula se transformó en una complaciente esclava.

  • Haz que me corra, esclava- Y más te vale que me guste porque si no es así no olvidarás el castigo.

No había nada más que decir. Sin dejar su posición de rodillas ante él, la mujer se agachó para dar un último baso a sus pies antes de comenzar a girar. El hombre que la tenía dominada le había preguntado por su culo y sin duda eso era síntoma de que deseaba que le sirviera con esa parte de su anatomía, una de las que más le gustaba de ella. Completó el giro y alzó las caderas para ofrecerle completamente su culo.

Cuando lo contemplo el hombre sonrió. Aquella maravilla firme, redonda y perfecta la pertenecía solamente a él y la podía disfrutar a voluntad. Para reafirmarlo introdujo un dedo en el orificio del ano mientras palmeaba una de las espléndidas cachas. Su esclava se contrajo ligeramente al sentir la inesperada penetración pero enseguida comenzó a menear las caderas para hacerse penetrar el ano rítmicamente por el dedo. La tenía bien adiestrada. La felicitó con otro sonoro cachete en el culo

  • Esmérate, no voy a hacerlo todo yo- le dijo mientras extraía el dedo de su orificio.

Ella no dijo nada. Se limitó a recular hasta que el sofá le impidió seguir retrocediendo. Alzo el culo asegurándose de que sus cachas se frotaban contra las piernas del hombre y lo colocó justo en su entrepierna.

Comenzó a menearlo rítmicamente. Sentía como la verga de su dueño, tiesa y dura se frotaba contra su piel y así siguió demostrando que esas maravillosas cachas tenían hambre de la polla que era su dueña.

Como el amo no hacía ademán alguno de moverse, ella supo que tenía que demostrar aún más su disposición, su completa entrega. Su propietario aún no estaba satisfecho con su demostración.

No era suficiente que una hembra magnifica y escultural estuviera frotando sus cachas ofrecidas en su entrepierna, arrodillada y dispuesta a aceptar cualquier uso que él quisiera darle. Ella sabía que una buena esclava debe demostrar de todas las formas posibles que pertenece a su propietario, que para ella es un honor servirle y ser usada por él.

Ella lo sabía porque su amo se lo había enseñado.

Apoyó directamente la cabeza en el suelo y alzó todavía más las caderas para que su ofrecido y esplendido culo quedara a la altura adecuada. Luego utilizó las manos para separar las magníficas cachas que eran propiedad de aquel hombre e hizo lo que tenía que hacer: suplicó.

  • Esta guarra de vuestra propiedad os ruega que le permitáis serviros con este culo de zorra que es de vuestra propiedad –para dar más fuerza a su súplica, la mujer utilizó sus manos para separar lo más posible sus glúteos y mostrar el agujero de su ano plenamente al hombre que la obligaba a humillarse de esa manera para lograr que la enculara.

Solamente de pensar en la verga de su señor introduciéndose en su culo se estremeció pero la respuesta de su amo llego de nuevo en forma de penetración con el dedo al tiempo que adelantaba un pie hasta colocarlo justo frente al rostro de aquella hembra humillada que le pertenecía por completo.

  • Te he dicho que quiero que hagas que me corra, no que te vaya a follar. Usa ese culo que para algo lo tienes. No te has portado tan bien como para ganarte el honor de que tu dueño te encule, pequeña perra.

  • Esta perra de vuestra propiedad solamente existe para vuestro placer

No lo olvides nunca –dijo el hombre mientras se incorporaba un poco en el sofá para colocar su verga entre las cachas de su culo eslavo- y tienes que dar gracias porque te consienta servirme y te use.

Ella no contestó. En cuento sintió la polla de su dueño en la raja de su culo apretó las cachas para atenazarla entre ellas y comenzó a moverlas con las manos arriba y abajo para masturbarla.

Al principio lo hizo lentamente y con un movimiento circular que pareció complacer al hombre que la había convertido en su juguete porque este pellizcó una de las cachas y mantuvo el pellizco durante unos dolorosos segundos y tras soltar la presa comenzó a golpear rítmicamente una y otra alternativamente.

Ella ajustó el ritmo del movimiento de su culo y sus caderas a la cadencia que imponían los cachetes de su propietario.

  • No te oigo agradecer el honor que te estoy haciendo, esclava –dijo el hombre pellizcando de nuevo una de las cachas que le estaban sirviendo y dando placer.

“siempre es igual, -pensó ella acelerando el ritmo con el que sus cachas subían y bajaban en torno al bálano que regís su vida y le exigía servicios constantes-. No tiene suficiente con lograr que le suplique que me encule, con tenerme a sus pies arrodillada mientras utiliza el culo de su esclava para masturbarse. Me humilla, me posee, me usa y yo he de darle las gracias”. Antes de comenzar a besar de nuevo el adelantado pie de su señor, la esclava sonrió “así debe ser”.

  • Muchas gracias, mi señor –la mujer interrumpía sus palabras con besos en el pie del hombre mientras se concentraba en mantener el ritmo de la masturbación que estaba ofreciendo con su culo- concedéis a esta esclava un inmerecido honor al permitirla que use este culo que os pertenece para daros placer, para satisfaceros.

Siguió besando y lamiendo el pie del hombre y este mostró su aquiescencia soltando la pinza sobre su cacha y reanudando el tamborileo rítmico de sus manos sobre las cachas, ya enrojecidas, que subían y bajaban para dar placer a su verga.

El palmeteo se aceleró y la mujer sintió que la polla de su amo comenzaba a palpitar entre los glúteos que ella mantenía firmemente apretados para albergarla. El final del servicio se acercaba.

Presionó más fuertemente las nalgas y comenzó directamente a chupar los dedos del pie de su amo. Este se contrajo. Ella sabía que tenía que estar atenta porque el amo estaba a punto de correrse y en ese momento tendría que darle otra muestra de su completa entrega y de su deseo de servirle.

Por primera vez las manos de su amo se engarfiaron en sus cachas. Sus uñas se engarfiaron en las estupendas cachas que habían estado sirviéndole durante largo rato y las apretaron fuertemente arrancando incluso un gemido de su sierva que, pese a ello no dejó de chupa el pulgar de su pie.

Durante unos segundos las sacudió alrededor de su polla con furia y luego las mantuvo firmemente apartadas en torno a ella.

En cuanto la mujer sintió el calor del semen de su propietario en la delicada piel de la raja del culo supo que había llegado el momento de demostrarle lo ávida que estaba de ese líquido, lo deseosa que estaba de sentirlo en su garganta, de engullirlo.

Y realmente, aunque nunca le había gustado reconocerlo, lo estaba.

Hizo ademán de apartar la cara del suelo e incorporarse para buscar con la boca el miembro del hombre y deglutir lo que quedara aún de semen en él, pero su propietario puso el pie encima de su mejilla y la obligó a permanecer en la posición, con la cara pegada al suelo y el culo alzado para él. De forma suave siguió moviendo las cachas que alojaban su verga

  • Ha sido este portentoso culo de guarra el que ha logrado este semen, es justo que permanezca en él, ¿no te parece, esclava?

  • Si así lo queréis, así será. Vuestros deseos son lo único que importa –dijo la mujer mientras volvía a usar las manos para hacer mover sus nalgas y continuar masajeando la polla de su propietario de la forma suave que él había iniciado.

Sintió el semen resbalar por sus dedos mientras limpiaba con su culo aquel miembro que era quien mandaba sobre su cuerpo y su vida y no pudo evitar llevárselos a los labios para lamer aquel salado elixir.

-Eres una glotona insaciable –rió su amo sin quitarle el pie de encima de la cara, al descubrir el fugaz gesto-. Algún día vas terminar alimentándote solo de mi semen.

  • No hay para esta esclava mayor manjar –dijo ella sonriendo para sí y devolviendo las manos a las tereas de limpieza dela verga que estaba realizando con sus cachas.

Así siguió durante unos minutos. El semen seguía cálido entre sus glúteos y allí permanecería hasta que el amo de su vida y propietario de su cuerpo la diera permiso para lavarse.

El hombre estaba relajado sobre el sofá y ella sintió que la polla se tornaba morcillona, seguía siendo grande pero perdía rigidez y dureza. Había logrado satisfacer a “su dueña” y ahora descansaba. Nunca lo hacía demasiado tiempo

Finalmente el hombre quitó el pie de encima de su rostro y se levantó, arrancando la verga de entre sus cachas. Instintivamente ella hizo ademán de resistirse. Sabía que él quería sentir que ella estaba deseosa de seguir sirviéndole.

  • Descansa así, culo esclavo –dijo el hombre sonriendo a la mujer postrada ante él, recompensándola con un suave cachete en el culo y una rápida prospección del dedo en su ano que la hizo estremecerse de nuevo- vas a tener muchas otras oportunidades de servirme como la perra que eres. Te has portado bien.

La dejó allí postrada, con el culo chorreante de semen y completamente ofrecida. Mientras se marchaba se giró y arrojó al suelo frente al rostro de su esclava el libro que había estado leyendo. Era pequeño, encuadernado en piel sintética burdeos imitando un libro antiguo.

  • Una lectura interesante, por cierto, Paula.

Mientras su propietario abandonaba la estancia, dejándola postrada en espera de que un silbido, un chasquido de dedos o una orden volvieran a reclamar sus servicios, Paula se quedó allí, con la cara pegada al suelo contemplando el lomo de su diario de esclava.

continuará