El Diario de Paula Día1)

El diario de Paula nos ayuda a descubrir como se transformó en esclava dócil y servir de su propietario

14 de abril. Día 1

“Empiezo este diario  en el primer día de mi nueva condición de esclava y propiedad completa de mi dueño y señor. Al fin he aceptado plenamente mi condición de sierva dócil y me he entregado totalmente a él.

Pero mi nueva vida no empieza aquí. Todo empezó con aquella reunión. La redacción estaba tensa. Siempre lo estamos cuando las audiencias caen y aquella semana había sido un desastre. No habíamos conseguido ganar ni un solo día y eso era grave.

En medio de todo ese maremagno me fije vagamente en él. Echado hacia atrás en su silla, sonreía. Me miraba descaradamente y sonreía”.

  • De modo que descaradamente –un azote restalló contra las nalgas de Paula. Ella no se atrevió a apartar la mirada del atril de lectura paro sintió como la sonrisa de su dueño y señor se posaba sobre ella.

Era su último juego. Su nueva diversión.

Desde el día que le sirviera mientras leía su diario de esclava, él había encontrado una nueva forma de humillarla, de usarla, de divertirse. La obligaba a leer en voz alta el diario mientras la usaba, mientras se enseñoreaba de su cuerpo, mientras “su dueña” le recordaba una y otra vez que todos sus orificios la pertenecían y que ella, como una esclava obediente y dócil debía hacer cualquier cosa que se le ocurriese a su amo para disfrutar.

En esta ocasión, había colocado un atril de lectura sobre la mesita del salón y la había obligado a encaramarse sobre ella a cuatro patas.

No llevaba nada puesto. Su cuerpo totalmente desnudo estaba completamente ofrecido al hombre que era su propietario y todos sus orificios estaban a su libre disposición. Solamente llevaba los tacones, los eternos tacones que ni siquiera desaparecían de sus pies en la más completa desnudez.

Otra orden incuestionable de su dueño.

Otro azote se descargó sobre la otra cacha de su redondo culo.

  • ¿Cómo te atreves a llamar descarado a tu dueño? –dijo el hombre al tiempo que introducía un dedo dentro de la vagina de su esclava. Esta se contrajo y apenas pudo tomar aire para responder cuando el segundo de los dedos de su amo realizó la segunda operación.

  • Si permitís a esta esclava continuar leyendo os demostraré que nunca he pensado en otra cosa que en ser vuestra.

  • ¿seguro, perra? –la carcajada vino acompañada de una brutal percusión de los dedos dentro del coño. Al amo los introducía fuertemente y los movía a un ritmo rápido a la vez que se aseguraba de arañar levemente con sus cuidadas uñas la pared interior del coño.

Ella arqueó la espalda ante la sensación en la que se mezclaba el dolor y la cada vez más insoportable excitación, apoyó la frente en la fría madera de la mesa y echó las manos hacia atrás para abrir sus nalgas y favorecer así la percusión de su propietario dentro del coño que le pertenecía.

Volvió a llevar las manos adelante cuando su amo le obligó a retirarlas con una fuerte palmada sobre el dorso de una de sus manos.

  • Concéntrate en la lectura – le dijo al tiempo que giraba los dedos dentro de su coño- me basto y me sobro para abrir este coño de perra esclava-.

  • Como ordenéis, amo y señor –respondió la mujer al tiempo que volvía a fijar la vista en el libro de piel sintética que descansaba sobre el atril y que contenía su vida como juguete y posesión privada de su dueño

“No era esa mirada que había aprendido a soportar desde que me había operado la nariz y me había arreglado los dientes. Es curioso como un rostro más bonito hace que los hombres vean de una manera distinta el resto. Esa mirada de los hombres intentando imaginar debajo de la ropa el cuerpo que no ven. Esa mirada de imaginar lo que desean. Era otra cosa. Era como si dijera “yo ya sabía que estabas buena, yo sabía que eras atractiva antes de que los demás lo descubrieran. Tengo que reconocer que me gustaba”.

  • ¿Solamente te arreglaste eso, culo esclavo? –su amo la volvió a interrumpir. Sacó los dedos de su vagina y ella de repente se sintió como vacía. Su cuerpo se había acostumbrado al fuerte martillear dentro de ella y a las oleadas de placer y dolor que lo acompañaban y de pronto lo echó de menos. No tuvo tiempo de preguntarse cómo podía echar de menos esa invasión porque las manos del hombre que ejercía el dominio sobre su cuerpo y el control sobre su vida agarraron desde atrás y apretaron fuertemente sus pechos- ¿seguro que no te arreglaste estas también un poco? –como para demostrar que se refería a ellas el amo cerró una dolorosa presa sobre ellas.

  • Esas tetas que son vuestras siempre han sido así, dueño –contestó ella sintiendo el peso del hombre sobre su espalda y apoyándose fuertemente en las manos para soportarlo. Él sujetó con dos dedos cada uno de los pezones y los retorció al tiempo que besaba suavemente su espalda. La esclava sintió de nuevo un escalofrío, esa mezcla del placer y el dolor que la volvía loca, que la mantenía firmemente aferrada a su propietario.

Que la trasformaba en su esclava.

  • Continúa dijo el hombre-. Ella volvió a la lectura pero le resultaba casi imposible concentrarse. El dolor le llegaba en oleadas desde los pezones castigados por los fuertes dedos del hombre y el placer la invadía cada vez que sentía los labios de su propietario apoyados sobre su espalda. Todo era ardor, todo era dolor. Todo era calor, todo era placer.

Lo intentó.