El Diario de Paula (Día 2, la reunión III)

Continua el relato que el propietario de Paula añade al diario de su esclava para mostrar como la convirtió en su sierva incondicional

- ¿Por dónde iba? – continuó, mientras su dedo volvía a girar en el interior del culo que le pertenecía-. Ah sí. Le explique lo de los reportajes de investigación lo de infiltrar a gente y dividirlos en partes para crear mayor expectación y todo eso.

- ¿Y por cual empezamos?

- Yo tengo ya muy avanzado uno sobre sexo de parejas.Un rollo Eyes Wide Shout.Lo preparaba para hacerlo en vacaciones y venderlo luego, pero puedo utilizarlo para esto. Se trata de fingir que somos una pareja e infíltranos en garitos de intercambio de pareja, en orgías privada. De mostrar lo que hacen las parejas cuando ya no les excita el típico polvo de los sábados-

-Eso ya se ha hecho

- No bien, pero sí. Lo que no se ha hecho es sacar al descubierto los chantajes, las grabaciones ilegales que utilizan algunas redes para forzar a las parejas a continuar en el juego, la prostitución forzada de muchas de las que sirven de “complemento” a esas orgías. Tengo una pareja que quiere denunciarlo, que ha pasado por ello y solamente se ha librado pagando una cantidad indecente de dinero.

- Más caras pixeladas –sonrío el muy gilipollas-.

- No. Están dispuestos a meterse en otra red para desenmascararla. Y nosotros fingiremos ser otra pareja que participa en los intercambios con ellos, que quiere también entrar en ese círculo. Seremos sus apadrinados. Aguantaremos hasta que empiecen a chantajearnos.

- Llevará mucho tiempo

- No creas. A ellos se lo hicieron sus chantajistas a la segunda visita. Solamente necesitan una grabación. La policía ya estará sobre aviso, también tengo los contactos, y cuando nos chantajeen les detendrán. Tendremos sexo, morbo, denuncia social y detenciones todo en el mismo pack. Será como una serie de ficción.

-Eso último le puso tan cachondo como lo estás tú ahora, perra húmeda –dijo el hombre antes de enterrar su rostro entre las cachas de su esclava y empezar a lamer el agujero de su culo.

  • No hay mayor placer para esta perra cachonda que ser usada por el dueño, que lograr con sus servicios que el amo le conceda el honor de follar este culo y este coño a su antojo –dijo la esclava para intentar provocarle y que la follara en ese mismo instante-.

El dueño sonrío, sabía que su culo esclavo no se atrevería a pedir tan pronto de nuevo permiso para correrse aunque todo su cuerpo decía que estaba a punto de ello y lo necesitaba y que pretendía conseguirlo forzando que su verga tomara posesión de nuevo de sus orificios.

No lo hizo. Ocasionalmente retiraba la lengua del orificio y propinaba un furioso lametazo al coño que también estaba a su alcance como cualquier cosa que exigiera de la hembra que le servía. Su lengua topaba con los dedos de su esclava que seguían acariciando furiosamente sus labios y girando alrededor de su clítoris.

Tenía ganas de sacarse la verga y encularla allí mismo, de taladrar su coño furiosamente hasta llenarla otra vez con su semen pero se contuvo. No porque no tuviera derecho a hacerlo. Él era el dueño, el propietario absoluto de ese magnífico y dócil cuerpo y podía usar su polla para enseñorearse de él cuando quisiera. Pero sabía que el placer podía alargarse mucho más tiempo.

Sacó el rostro de entre las jugosas cachas de su hembra esclava y notó que la furiosa masturbación se relajaba. Un pequeño receso.

  • Tu culo sigue siendo una obra de arte –el cumplido fue acompañado de dos dolorosos pellizcos en las nalgas. Ella se contrajo- De rodillas, pequeña, aun me queda comprobar el estado de esas par de tetas tuyas.

La mujer no tardo un instante en caer de rodillas ante él. Seguía de cara a la pared y él se inclinó hacia adelante en la silla para tomar posesión de los pechos esclavos por la espalda.

No eran la parte más exuberante de la anatomía de su esclava, como lo era su culo. No eran pequeños pero tampoco demasiado grandes. Tenían una caída natural en una curva cóncava no la redondez absoluta de los pechos operados. Los acarició recordando cuantos servicios placenteros le habían proporcionado a su tranca desde que convirtiera a esa mujer que ahora se arrodillaba de espaldas a él en un objeto de su propiedad para usar a capricho.

Mientras los saludaba con un fuerte pellizco en los pezones, golpeo con el pie los talones juntos de su esclava. Ella separó las piernas de inmediato y permitió que el pie desnudo de su amo se introdujera entre ellas. Buscó con los dedos el húmedo coño que estaba ahora a escasos centímetros del suelo.

  • Ya me ocupo yo otra vez de ese conejo de zorra –dijo al tiempo que comenzaba a acariciar con los dedos del pie el coño arrodillado de su esclava.

Liberada de la orden de masturbarse de su dueño, la mujer recuperó la posición de sus manos enlazadas tras su nuca mientras las manos del hombre que la dominaba jugaban con sus pechos, los pellizcaban, los palmeaban, los acariciaban y el pie de su señor masturbaba furiosamente su vagina.

Pero sabía que en todo momento debía demostrar su disposición.

Era una esclava complaciente, por eso su propietario le permitía seguir a su lado, por ofrecerse constantemente y humillarse ante él suplicando ser usada, ser follada, su dueño podía concederle el momento de placer que tanto necesitaba ahora, podía darle permiso para correrse.

Así que comenzó un ligero movimiento de caderas que favorecía el frotamiento del coño que aquel hombre había domado con su pie. Si el amo quería que estuviera húmeda iba a ser la perra más húmeda del mundo. Complacer y obedecer. Ser la esclava perfecta. Así lograría su orgasmo. Las palabras del relato de su propietario volvieron a llegarla. Sabía aprovechar su voz para llamar la atención. No en vano había sido locutor de radio.

-Puede funcionar –su amo retomó el relato de la reunión al tiempo que comenzó a jugar con sus pechos-. Toni mandó fuera a marta para que se reuniera con producción y cambiara todo el diseño del programa dando prioridad a los nuevos reportajes.

Cuando estuvimos solos adoptó esa pose de saberlo todo y de picardía que cree que le hace irresistible

- ¿Qué más temas has pensado?

- Trata de blancas. Moha puede ir a África y usar ese inglés macarrónico suyo de marroquí para entrar en contacto con las redes nigerianas y comprar alguna mujer, traerla aquí. Yo finjo ser el comprador y cuando llegue la liberamos y que la policía detenga a la parta española de la red. Con suerte hasta los nigerianos harán algo.

- Nos criticarán

- Más críticas, más audiencia. Una regla que no suele fallar

Para el de parejas necesitas a una chica, ¿a cuál de tus compañeras piensas arrastrar al mundo de la perversión? –dijo sonriendo-

- Eso da igual. Propónselo a todas y la que quiera. Es un riesgo y será desagradable. Habrá ocasiones en las que tendrán que fingir y hacer cosas que es muy probable que detesten. Para el de trata no hará falta ninguna mujer, por fortuna.

- ¿Y qué más?

- Esclavismo

- ¿Sadomaso?

- No, esclavismo. Mujeres entrenadas para ser esclavas sumisas de hombres que pagan por el adiestramiento. No el DS voluntario, sino el forzado. Los capataces.

Tenías que ver la cara que puso cuando hablé. Se contrajo como si le hubieran metido la polla en un bloque de hielo. Fue esa reacción la que le delató. Fue entonces cuando me fije en el pequeño tatuaje que lleva en el dedo, el que esconde siempre con ese ridículo anillo de puesto de mercadillo. Era diminuto pero era lo que era. Una fusta y un látigo cruzados.

El signo de los capataces. Esa red marca tanto a sus víctimas como a sus clientes. Toni era un esclavista.

  • ¿Toni es un amo? –la mujer se contrajo y dejó de frotar su ofrecido coño sobre el pie de su propietario. Había hablado sin permiso. Eso era una falta imperdonable.

Una de las manos de su dueño se cerró como una garra furiosa sobre su pecho, clavándole las uñas hasta que el dolor eliminó cualquier otra sensación.

Ella intentó reanudad el frotamiento de su coño contra el pie como muestra de completa entrega mientras su mente buscaba a toda velocidad la forma adecuada de pedir perdón.

No pudo. Tuvo que alzar las caderas cuando la otra mano del enfadado hombre que ahora iba a demostrar su dominio absoluto castigándola se cerraba sobre su cabellera negra y despeinada por los sucesivos servicios del día y la obligaba a lazarse y echar la cabeza hacia atrás hasta que su oreja estuvo pegada a sus labios.

  • Nunca, ¿me escuchas?, nunca vuelvas a confundir un esclavista con un amo, ¿me entiendes, niña? –le dijo su propietario susurrándole al oído sin soltar la dolorosa presa sobre su pecho ni sobre su pelo.

  • Esta estúpida perra lo siente, dueño y señor. Nunca se me ocurriría comparar vuestro dominio del cuerpo y la vida de esta zorra con el de cualquier otro hombre –la mujer intentaba calmarle complacerle de cualquier manera. Tranquilizarle.

El hombre le soltó el cabello y ella pudo de nuevo bajar su coño a la altura necesaria para volver a utilizarlo como el amo había decidido que lo usara. Deseaba ansiosamente darse la vuelta y arrojarse a los pies de su propietario y después de besárselos engullir su verga para demostrarle que era suya, que le pertenecía por completo. Deseaba acariciar sus huevos mientras la verga del hombre que la había adiestrado para su servicio y la había convertido en un ser que solamente vivía para servir a su polla crecía en el interior de su boca. Deseaba arrastrarse hasta el salón y volver con la fusta allí olvidada para que el amo pudiera castigarla, enrojeciendo su culo, todavía manchado con el semen reseco de la última masturbación que el amo le había exigido con sus cachas a golpes mientras seguía devorando su polla para pedir perdón.

Deseaba demostrar que era la esclava perfecta que nunca más cometería ese error. Eso había conseguido su amo con su adiestramiento que cada vez que se avecinaba un castigo ella estuviera ansiosa de recibirlo para demostrar al hombre que la dominaba que siempre estaría a su servicio.

Pero no hizo nada de eso. Siguió frotando su coño contra el pie de su amo, resistiéndose a las sensaciones encontradas que le provocaban las uñas clavadas en un seno y la humedad de su coño, clamando por un orgasmo hasta ese momento prohibido.

El amo aflojó la presa sobre la teta de su esclava y le besó dulcemente tras la oreja en el cuello

  • Pobre pequeña zorra inocente –le susurró- ¿Qué habría sido de ti si no hubieras caído en mis manos?, ¿si no te hubiera hecho completamente mía?

Sin esperar respuesta. Siguió con el relato