El Diario de Miriam
¿Qué es lo que me lleva a escribir este diario de mis últimos diez años?... A decir verdad: no lo sé, ni quiero en este momento analizarme y analizar las razones por las que escribo. Quizás sea porque suelo sentirme muy sola en medio de todas mis vivencias...
El Diario de Miriam ( 1 )
¿Qué es lo que me lleva a escribir este diario de mis últimos diez años?... A decir verdad: no lo sé, ni quiero en este momento analizarme y analizar las razones por las que escribo. Quizás sea porque suelo sentirme muy sola en medio de todas mis vivencias, y necesito volcar sobre un papel todas las emociones, recuerdos intensos, que viven en mí, y que a cada momento aparecen... Pero no lo sé, ni quiero ahora averiguarlo... Sólo quiero escribirles, contarles lo que he vivido y lo que vivo.
Ya habrá tiempo de decirles quien soy (hasta donde pueda, claro: hasta donde lo aconseje la prudencia). Ya podré describirles más adelante cómo soy, física y espiritualmente. Ya podré informarles cómo son mis tres hijos, y cómo ha sido nuestra vida estos últimos años. Ya habrá tiempo para todo ello...
Comienzo a escribirles estando sentada en mi cama, a la luz tenue de mi velador, tratando de avanzar en estas líneas de mi incipiente diario, pero mi mente vuela más rápido que mi mano al escribir, y me detengo y pienso cómo comenzar a contarles, cuando de pronto... escucho sus pasos caminando por el pasillo... Dejo de escribir, y rápidamente guardo mi cuaderno en el cajoncito de la mesa de luz, y apago el velador.
Bastó oir sus pasos para volver a sentir la misma emoción de todas las noches, o de casi todas. La misma impaciencia, la misma ansiedad, y ese fuego que me quema y me devora y que no puedo contener. Y me dejo llevar por las sensaciones, y me olvido de los recuerdos del pasado que había empezado a convocar para mi diario, y me dispongo a vivir, una vez más, mi presente, este presente del que no puedo evadirme aunque quisiera. Y que no quiero...
La puerta de mi habitación está cerrada. Miro hacia ella como queriendo ver por detrás de ella. No lo veo, pero lo imagino: intuyo a Gerardo acercándose a mi cuarto. Supongo que hace lo de siempre, lo de todas las noches. Se ha asegurado que su hermana ya dormía en el cuarto de al lado, y se ha decidido a venir otra vez, aunque le cuesta, sé que le cuesta...
Estoy cubierta apenas por una delgada sábana que no logra esconder nada... Bueno, al menos esconde mi palpitante corazón...
Ya está allí. Oigo que por fin llegó a mi puerta. Ya no se escuchan pasos, pero aún no abre. Intuyo que vacila, que duda si entrar o no, pero me doy cuenta que cada vez le cuesta menos tomar esa decisión, aunque igualmente se detiene, y espera...
Los segundos de espera se me hacen siglos... Yo también siento un temblor de relámpago que recorre todo mi cuerpo. ¡Quiero que esté ya a mi lado! ¡Quiero sentirlo junto a mí! Pero el sigue a la puerta, sin entrar. Me parece que siento los latidos emocionados de su corazón..., casi a punto de estallar. Sé exactamente lo que debo hacer para acortar la espera, pero nunca puedo evitar sentir ese miedo tan penetrante. Sé lo que tengo que hacer y lo hago: con voz apenas perceptible para que él me escuche (pero para que no escuche mi hija Marina) lo invito a pasar. Elijo las palabras más suaves y dulces para invitarlo una vez más...
- Estás ahí Gerardo?... Ger... Estoy despierta, pasa... Ansío que ya mismo esté a mi lado, y lo veo entrar, como hipnotizado...
El se acerca de a poco, y me doy cuenta que lo hace sin quitar su mirada de mi cuerpo, cuyas formas seguramente intuye bajo la sábana. Siento su mirada recorrer todo mi cuerpo, y sé que tras las sábanas él dibuja mis senos, mi cintura, mis piernas..., mi figura toda de mujer... Me siento su mujer, y desde el fondo de mi angustiado corazón con dudas, deseo ser para siempre su mujer... ¿Es un sueño eso? ¿Es una locura?... ¡No quiero tener esas dudas ahora! ¡No ahora!, no quiero ahora pensar en ello... Pero no se demora demasiado en observar. Ya no vacila como antes... Sube a mi cama arrastrándose y se coloca sobre mí con el corazón latiendo de una forma casi absurda. Pegado a mi cuerpo siento su respiración, aunque la mía es más entrecortada y no se salva de esconder su excitación. Beso sus labios sin abrir la boca, siento como me acaricia y él también ya sabe como seducirme en silencio intenso, acrecentando mis ansias de poseerlo por completo y que me posea... Sus manos se dirigen de inmediato a mis senos anhelantes, y comienzo a temblar. El comienza a jugar deliciosamente con mis pezones, y yo me estremezco...
Pero no nos podemos resistir, nuestras lenguas se encuentran, chocan entre sí como locas y en ese momento dejo de sentir amor para sentir una lujuria atrapante.
Me apoyo más sobre su cuerpo pensando que puedo unirme aún más a él, mis senos se aprietan contra su pecho y siento como mis pezones, duros como madera, tratan de atravesarlo. El va desde mis labios a mis pezones, pero ya con voracidad, amasando mis tetas con plena lujuria...
Ya sabe como encenderme... Sabe que besando y chupando mis senos como ahora lo está haciendo, me convierte en su esclava. Y yo no puedo resistir esos mimos: siento las mismas emociones que sentía cuando amamantaba, pero ahora con un fuego que no reprimo, y me dejo llevar por la pasión...
Y mis piernas se abren debajo suyo. El calor que despide esa unión es intenso y doloroso, al igual que el mío supongo. Mi cuerpo comienza a reaccionar, siento la dureza extrema de su miembro y él vibra con todo su cuerpo al compás de su pene erecto, es evidente el estado en el que se encuentra. Justo sobre mi pelvis clamando por entrar, clavándose allí donde se esconde el más íntimo de mis tesoros. Yo sé que desde aquella vez que probó ese manjar tan único e irrepetible no pudo dejar de desearme y de buscarme. Pero todavía no es momento, debemos jugar un poco antes de dar el gran paso...
Apoya su mano sin preguntar y acaricia mi entrepierna con descaro, ya no se molesta en disimular, ya no oculta su pasión, su lujuria. Me hace mimos a todo lo que encuentra, mi clítoris erecto, mi ano palpitante, mis labios vaginales ya humedecidos..., recorre esa zona que tanto le ha llamado la atención desde la primera vez y que sigue teniendo para él misterios, infinitos misterios a descubrir... Cuando encuentra mi ya dilatado agujero introduce uno de sus dedos y logra que me retuerza con él en su interior: sé que eso le da confianza. Y entonces, con su mano libre hurga ahora en mis senos, a los que adora como son, grandes, amplios, generosos...
Yo, bueno, yo no me quedo quieta, no podría hacerlo. Mientras juega con mi vagina estiro mi mano derecha hasta alcanzar sus genitales y le hago temblar a él también. Sé que mi mano es suave y que mis movimientos son agradables: rozo apenas las bolsas de sus testículos y eso lo estremece, voy y vengo con delicada suavidad por toda la longitud de su miembro, que parece extenderse hasta estallar... Ambos saciamos las ganas del otro, como si de un favor mutuo se tratase. Las caricias son cada vez más descaradas y goteamos reciamente mientras pensamos en lo que pronto llegará, porque, pase lo que pase, nos uniremos plenamente, me penetrará y lo poseeré... Ya es hora, ninguno de los dos puede esconder por mucho tiempo más las ganas tremendas de hacerlo...
Se acomoda un poco, solo un poco y sin nada de esfuerzo logra deslizarse en mi interior ¡ah! ¿cómo describir una sensación tan placentera?... Mi vagina atrapa su pene, y lo abraza suavemente, lo aprieta pero no lo sofoca. Cada centímetro que se acerca o cada centímetro que se aleja es afable. Si, es una rutina pero que no me aburre. Se ha tornado en una vil necesidad, un vicio si quieren llamarlo así, más no me importa. En cada encuentro me relamo por lo sucedido, queriendo contar pero sin poder hacerlo, callando mi boca pero sin dejar de escribir en estas hojas que en pocas líneas guarda mi historia.
Le hago sentir que he llegado con apenas esos primeros escarceos, y tras un breve descanso de mi parte le hago notar que voy a hacerlo de nuevo. Basta con mirarlo apenas, a veces basta con volver a susurrar su nombre... -Gerardo, mi amor... -, casi en un suspiro. Y él se da cuenta que yo necesito que lo haga de nuevo, que recomience su maravilloso ir y venir, que reinicie su adorada gimnasia en mi interior...
Tomo sus caderas con mis manos y comienzo a darle ritmo a su cuerpo. Ya no tengo miedo, y él ya no tiene miedo: es el momento justo cuando me convierto en la mujer que desea, su mujer, y que él se ha convertido en ese mismo momento en el hombre que ha llegado sólo para poseerme. Mis senos se balancean de lado a lado, danzando para un solo espectador. Logra inclinarse un poco y besa mi cuello, que he sabido aderezar con el perfume más dulce, y yo aprovecho para morderle su oreja suavemente, sin producirle dolor. Enrieda sus dedos entre mis cabellos, mira de reojo mis ojos claros, que apenas abro porque estoy completamente arrebatada por el sueño hecho realidad... y entre esos juegos infaltables arremete una y otra vez casi violentamente contra mi cuerpo ansioso. No hay mejor forma para describir el momento que imaginar el sonido... ¡Plap, plap, plap! sus genitales chocan contra mis nalgas y se escucha en la habitación ese ruido tan característico y revelador... ¡Plap, plap, plap! sin cesar.
Comienzan a nacer los suspiros inaguantables de ambos y las gotas de sudor caen por nuestras frentes. Mis ganas van creciendo, y noto que las suyas también: se aferra a mis hombros y empuja, empuja, empuja lo más que puede y noto que hace el máximo esfuerzo por aguantar hasta donde puede aguantar, pero nada dura para siempre. Se que mis gemidos, mis caricias, mis palabras, el roce de mi piel no lo ayudan a seguir aguantando, tampoco lo ayuda ya su lujuriosa imaginación. Ya nada nos ayuda a detener ese fuerte climax perversamente codiciado.
Y llega el momento, retenido y esperado, demorado pero al fin alcanzado..., y comienza a derramarse en mi interior al igual que una botella que ha sido agitada y abierta rápidamente, o una manguera cuyo chorro sale potente, incontenible, con la mayor de las fuerzas. Lo abrazo mientras convulsiona, presos ambos del orgasmo compartido, acaricio su pelo y dejo que se deshaga de aquello que desde siempre clama por escapar. Poco a poco almacena sus jugos en mi interior y allí quedan, calmando mi desmedida sed...
Siento que sus fuerzas le abandonan y cae, cansado pero ufano. Mi corazón comienza a latir con menos prisa, y de forma lenta se calma. Noto que también él se calma... Queda recostado a mi lado mientras yo gozo del momento, relajándome, desahogándome al estirarme a todo lo largo de la cama, saboreando el momento. Descansa un poco pero sé que no se quedará por mucho tiempo: la prudencia y el no estar solos en la casa, le obligarán a marcharse enseguida...
Acaricia mis piernas como amante, porque eso es lo que es, mi fiel amante. Yo acaricio su rostro, con las más dulces de mis caricias... Pero se levanta, sale de la cama y se pone de pie. Apresurado se despide con un saludo:
-Buenas noches, mamá...
Y sale de mi habitación, presuroso, con una sensación de triunfo en la boca... Yo me recuesto en mi cama a esperar impaciente la llegada de otra noche, de un nuevo encuentro aún mejor que el anterior...