El Diario de Miriam (5)

Un hijo se va a España y su madre le brinda la despedida que más deseaba...

El Diario de Miriam ( 5 )

Aquellos días, antes de la partida a Oscar a España, fueron maravillosos para los dos. Ambos nos buscábamos desesperadamente, y no perdíamos ocasión de estar juntos. Por suerte tuve unos días de licencia en la oficina, permiso conseguido con el argumento de preparar las valijas de mi hijo para el viaje y poder estar los últimos días con él. ¿Y Gerardo?...

Con él no pasaba nada por aquel entonces... Ya les he contado que yo venía de una fracasada convivencia con mi última pareja, y hacía ya más de año y medio o dos que con Gerardo no pasaba nada. El había tenido sus noviecitas, y por mi parte había vivido un fugaz romance, como les dije.

De modo que esta maravillosa "despedida" que estábamos viviendo con Oscar no tenía ningún obstáculo. Sólo que ambos nos cuidábamos de ser discretos para que ni Gerardo ni Marina se enteraran de nada.

Por eso en casa eran difíciles los encuentros, y a pesar de que en las noches estábamos en el mismo cuarto, no podíamos hacer demasiada fuesta, porque la bulla y el alboroto alertaría a sus hermanos.

La solución fue fácil y sencilla: un albergue transitorio nos permitió la discresión y la libertad que necesitábamos. La primera noche que fuimos, el desenfreno fue total... Mi hijo liberó toda la ansiedad y el deseo por su madre que por años había contenido. Y yo viví a su mismo ritmo la pasión: sin ninguna atadura, brindándome por entero, entregándome a todo lo que me pedía, y aún más, pidiéndole también todo, y recibiendo maravillosamente todo...

Aquella primera noche en el hotel estuvimos tres horas cogiendo sin parar... ¿Hace falta que narre los detalles?... Yo gozo escribiendo todo esto, y narrando cada minucia. Y pienso que -aunque en muchas cosas me repita- quienes me lean también podrán, a su manera, gozar conmigo...

Oscar no alcanzó a cerrar la puerta de la habitación del hotel a sus espaldas, que ya le había abierto el cierre de su pantalón y sacado afuera su pija...

Y enseguida la comenzé a mover... Era fantástico verla ponerse gruesa y larga al simple contacto de mi mano: me respondía con toda docilidad, y su cabezota ya morada parecía saludarme con los movimientos convulsivos que hacía intermitentemente. Y no tardé en reclinar mi cabeza y agacharme, para comenzar a mamarla...

Y me lancé como una bestia voraz. Comencé por pasar la lengua por todo su peludo pubis, sin importarme el vello que quedaba en mi boca; lo lamí hasta cubrirlo de saliva. Y esto sin dejar de bombear con mi mano derecha en su rico instrumento, que ya sentía explotar, dilatado, largo y grueso como nunca... Cuando los gemidos de Oscar me indicaban que ya no podía resistir más, inmediatamente me metí su pija en mi boca, la chupé, la lamí, restregué los labios y media cara por el glande, cubriéndome de líquido preseminal, y también la acaricié con los dientes. Oscar estaba en un constante éxtasis; me daba cuenta que mi boca hacía maravillas..., y era increíble que mi hijo gozara de este modo conmigo. Me sentía dichosa...

–Oh, mami... –suspiró.- Sos única..., nadie me ha hecho gozar tanto... Te adoro, preciosa...

Yo seguía mi tarea... Llevé mi boca a suss testículos, los succioné hasta meterlos en la boca por entero, los chupaba con tal desesperación que parecía que los tragaría. A Oscar le dolía un poco, pero eso no mitigaba lo más mínimo el indescriptible placer que sentía, porque no paraba de decirme que siguiera, que no me detuviera.

Volví a meterme su verga en mi boca, y mis labios apenas cubrieron el glande cuando Oscar alcanzó el orgasmo con un gemido prolongado...

Por un momento me lamenté de no haberlo previsto..., creyendo que peligraba la continuidad de la fiesta. Pero enseguida Oscar me susurró: -Ay..., mami..., esto es una maravilla... y no te preocupés..., que tengo mucho más para vos... Esto no acaba acá... Seguí mamita querida, seguí...

Y entonces continué chupando, subiendo y bajando mi cabeza con rapidez, sintiendo los chorros de esperma golpeando mi garganta, tragando para no ahogarme. Y aun cuando Oscar por el momento ya no tenía nada que eyacular, yo continué succionando, presa de un apetito insaciable. No me detuvo la flaccidez del miembro, y de hecho, aproveché esa disminución de tamaño para engullir por completo su pene ya flojo y sus testículos, por completo, lamiéndo todo el conjunto sin sacarlo de mi boca. Así hasta que conseguí que Oscar tuviese una segunda erección.

Entonces me detuve y me incorporé. Frente a frente y con un rápido movimiento, me quité la remera que llevaba, dejando mi busto ante su golosa mirada...

-¿Te gustan mis tetas, papito?...

Se lo preguntaba no porque no lo supiera, sino porque deseaba volver a escuchar de Oscar su embeleso... Yo sabía que se derretía por mis generosos senos... -Mamita..., sabés que tus tetas me enloquecen, y que me pasaría el día entero mamándotelas...

Entonces tomé una de sus manos y la dirigí a mis grandes tetas… cubiertas aún por el corpiño...

Recuerdo que por aquél entonces llevaba algo más de peso que el de costumbre; estaba un poco más gordita que lo que lo era habitualmente; y eso también se revelaba en mis senos, más amplios y turgentes que lo normal... Todo esto no me incomodaba, porque yo sabía que eran uno de mis atributos más apreciados por Oscar... Quien rápidamente me desabrochó la prenda, liberando mis globos y sus oscuros pezones...

Oscar, primero como alucinado, sólo las tocaba tímidamente, pero no tardó mucho tiempo en comenzar a masajearlas con fervor

Mientras él hacía esto, mi mano derecha no paraba de masajear su pija, bien erecta de vuelta, hermosa, larga y gruesa como al principio... Pero yo estaba embelesada ahora con la mamada que Oscar me estaba dando... Creo que nunca mis pezones estuvieron tan parados como en esos momentos. La sensación era indescriptible. Sus manos rodeaban todo lo que podían el volumen de mis globos, mientras su lengua jugaba con mis pezones, yendo de uno a otro intermitentemente...

Aproveché uno de sus paréntesis, para desabrocharle la camisa, dejando su torso desnudo. Y él se terminó de desvestir, quedando completamente en bolas. Volví a abrazarlo, y mis manos rodearon su espalda... Era un momento maravilloso.

Le pedí que se recostara, y rápidamente me quité el pantalón que llevaba, y también fue a la cama...

Frente a él, comenzó a jugar de vuelta con mis tetas, tomándome de mis pezones, estirándonos, masajeando mis senos, y de tanto en tanto llevando todo su volumen a sus labios. Creo que su saliva impregnó todo mi torso de tantos lengueteos y chupadas... Mientras que, por mi parte, no dejaba de masajearle su pija, en toda su longitud, para que ni por asomo se cayera... gruesa y larga como se mantenía gracias a mis mimos...

Hasta que sólo bastó que yo hiciera un gesto acariciándome la entrepierna, para darse cuenta de lo que ahora su madre necesitaba...

Oscar se dió cuenta y comenzó a bajarme la bombacha...

-Mmmmmm... qué inteligente que es mi nenito... ¡Cómo sabe lo que quiere su mamita!...- le susurraba mientras me sacaba mi última prenda, dejando toda mi intimidad a su vista... Su mano derecha fue enseguida, suavemente, a encontrarse con mi peluda vagina... Y la encontró ya húmeda hasta el límite...

-Mamá... cómo te has puesto, mi amor..., estás toda mojada!, Mmmmm....

-Sí, papito..., quiero que me la entierres ya mismo... no tardes...

Y no hizo falta ningún esfuerzo... Con un rápido movimiento, ambas manos me tomaron por las nalgas, y con un movimiento preciso, pero lento y suave, su gruesa tranca, cabezona a más no poder como estaba, se enterró en mi húmedo y caliente interior...

Y comenzó a bombear, mientras yo comenzaba un desenfrenado vaivén de arriba a abajo, y en movimientos circulares, que nos hacía gozar de placer a ambos... -Gozá mamita hermosa, gozá...

-Vos también, mi nenito, mi amor...

No tardé en orgasmar, y él lo notó y se detuvo..., dejándome en ese momento de gozo indescriptible...

El se contuvo, sabía como hacerlo. Oscar, a sus 27 años, ya era un experto amante, y sabía como tratar a una mujer, y sobre todo a su madre: notaba que se cuidaba por llevar una preocupación delicada y especial por anteponer mi gozo al suyo, dejando para el último momento, el poder arribar ambos al éxtasis pleno...

Ambos nos incorporamos, y yo me sostuve de una de las rejas de la cama, mostrando mi cola en pompa, para volver a recibir su hermosa verga en mis entrañas...

Noté que por un momento intentó dármela por el culo... Salivó allí, y jugó con sus dedos, introduciendo uno, y eso me dió placer; pero no quería esa noche que me diera por allí. Pocas veces lo había hecho, ya que le temía al dolor que siempre me producía (aunque también reconozco que luego gozaba a raudales una vez que la pija se hubiera introducido completamente); pero esta vez no quería...

-No papito, esta vez por la cola no. Ya te la voy a dar antes de que te vayas, pero hoy no...

Oscar lo entendió perfectamente, y enseguida introdujo su hermosa verga en mi concha anhelante, comenzando un vaivén inigualable, que pronto me hizo llegar a otro orgasmo...

Le pedí que la última vez llegáramos juntos, y cuando él estuvo a punto, me recosté, me abrí de piernas, bien abiertas, para que su pija me llegara a lo más profundo de mi interior. Y tras una decena de a la vez suaves y fuertes golpes, se derramó completamente...


Esa noche en el hotel terminó con una charla, tranquilos, luego de asearnos, y mientras tomábamos algo, reponiendo nuestras fuerzas.

Me preguntó por Gerardo. Por supuesto, Oscar estaba al tanto de mis historias con mi hijo menor, e incluso había tenido mucho que ver en ellas (ya les contaré en otra ocasión). Lo puse al tanto de todo, y de que hacía ya alrededor de dos años que no pasaba nada con él. Me preguntó por mi última pareja... Y terminó insistiendo en que esta nueva historia entre los dos lo estaba haciendo vacilar de viajar a España...

Pero en ese punto fui firme y convincente. ¡Por nada del mundo debía renunciar a ese viaje!

Lo que estábamos viviendo esos días era nada más que una despedida: una hermosa despedida de una madre con su hijo, pero sólo una despedida... ¡Y vaya si duró todavía!... Ya les contaré...