El Diario de Miriam (4)

El reencuentro amoroso de una madre con su hijo, después de casi dos años. Donde hubo fuego... queda mucho más que cenizas...

El Diario de Miriam ( 4 )

Vuelvo esta noche a mi diario, luego de más de una semana sin escribir ni una sola línea... Gerardo ha estado ocupado en la computadora, y yo tuve pocas oportunidades de escribir y hacer nada. Debo hacerlo cuando él no está. No quiero que me descubra con estos relatos, no por el momento. No sé cómo lo tomaría...


Esta tarde he recibido una llamada de Oscar, mi hijo mayor, desde España. Y la conversación telefónica, que se prolongó más o menos media hora me ha dejado conmocionada, muy shockeada... No hubo en nuestra charla ninguna alusión a nuestro turbulento pasado. Sin embargo, algunas frases de él, aquí y allá, me hicieron revivir tantos recuerdos...

Esta noche le dije a Gerardo que estaba cansada y que quería dormir. En realidad, lo que quería era encerrarme en mi cuarto, y volver a escribir. Y me dieron deseos de narrar lo sucedido antes de que Oscar partiera, ya hacía de esto más de dos años atrás... ¡Cuantos recuerdos!...

No podía hacerme a la idea que Oscar se fuera... Para colmo se iba tan lejos... España se me hacía demasiado lejos... ¿Podría soportar su ausencia?... Pero ese invierno de hace dos años atrás, faltando apenas un mes para que mi hijo mayor emprendiera el viaje, lo que me preocupaba no era simplemente su inminente ausencia. No era sólo el no poderlo ver todos los días, y saber lo que necesitaba; no era sólo el hecho de que ya no iba a poder estar todos los días ahí, como madre, para procurar lo que necesitaba. No, lo que me preocupaba no era solamente lo que debía preocupar a cualquier madre... Era algo más, era algo distinto...

Al fin de cuentas, desde hacía algunos años Oscar era apenas un turista en casa. Salía temprano al trabajo y casi nunca lo veía a ese momento, apenas si venía a almorzar (y no todos los días), y luego eran muy contadas las noches que lo veía llegar, ya que o bien llegaba demasiado tarde, o bien pasaba las noches junto a su novia, en la casa de sus futuros suegros. Entonces, si Oscar apenas era un visitante en casa, ¿por qué me debía preocupar tanto por su partida a España?... Sí, es cierto, mis sentimientos eran ante todo como supongo son los de cualquier madre: mi hijo iba a radicarse en un lejano país, probablemente iba a estar solo mucho tiempo, y su madre ya no iba a estar a su lado para asistirlo en lo que necesitara. Ya no iba a estar a su lado para atenderlo, hacerle de comer, tenerle su ropa lista, su dormitorio en condiciones... No, él iba a enfrentar la vida en soledad, ya no iba a estar su madre al lado... Todo eso era cierto. Pero no era toda la verdad... Había algo más: sentía que se iba a producir en mí un gran vacío, pero no sólo como madre, sino además y ante todo: como mujer...

¿Qué me estaba sucediendo?... ¿Otra vez volvían mis dudas, mis inquietudes?... y sí, también... ¿otra vez volvían mis incontenibles deseos?... Sí, tenía que reconocerlo... Otra vez volvía a sentir lo mismo por Oscar... A pesar del tiempo transcurrido, los sentimientos y los deseos eran los mismos de antes, los mismos de siempre... ¿Cuando había sido la última vez?... No lo recordaba bien...

De golpe, de manera irrefrenable, me vinieron deseos tremendos de volver a estar con él, como antes, como tantas veces... Era como una fiebre y un fuego incontenible, que me encendía toda entera, desesperadamente... ¡Pero era una locura!... ¡Si Oscar hacía tiempo que parecía llevar una vida sentimental estable, con su novia de hacia ya varios años, precisamente los años que no habíamos vuelto a estar juntos, como hombre y mujer... ¡Era una locura lo que estaba pensando!, y sin embargo, deseaba volver a estar con él, necesitaba volver a estar con él antes de que se fuera...

La suerte parecía sonreírme: pues se estaban dando circunstancias propicias. Es que en nuestra casa, mis tres hijos y yo estábamos conviviendo de manera particular. Yo había vuelto a casa después de estar algunos meses con mi más reciente pareja. La convivencia no había funcionado, y volvía a casa, con mis hijos, y el caso era que ellos en mi ausencia se habían distribuído de manera distinta. Gerardo y Marina cada uno en su cuarto, y Oscar, ya con sus valijas a medio hacer, se había instalado en lo que había sido mi dormitorio. De modo que a mi regreso, opté por tirar un colchón allí mismo, y algunas noches, al menos las noches que Oscar dormía en casa y no en la casa de su novia, compartíamos la misma habitación. ¿Se imaginan?... Las circunstancias eran propicias para lo que estaba deseando con todo mi corazón!...


Esa noche yo ya estaba acostada. Pero me despertó el golpe de la puerta. Ya eran las dos de la madrugada y lo escuché llegar a Oscar. Sentí sus pasos hacia la cocina y que abría la heladera (seguro que para comer a las apuradas lo primero que encontrara). Al rato el ruido en el baño, y a los pocos minutos entraba sigiloso al cuarto, con la intención de no despertarme.

-No te preocupés Oscar. Estoy despierta.- le dije mientras encendía la luz del velador. -Oh, má. ¿Te desperté yo?... -No -le mentí- hace rato que estaba dormitando de a ratos, sin poderme dormir en serio. Creo que voy a pasar una noche desvelada... -¿Precisás algo? ¿Querés un té, un café?... -Hmmm... me quitaría aún más el sueño, pero... si tenés ganas tomamos unos mates... -Sí que tengo ganas, y de paso charlamos un poco, así me contás como andan tus cosas. -Bueno, pero tratemos de no hacer ruido, así no se despiertan tus hermanos. -Esperame aquí, ya vengo con los mates...

No tardó mucho en volver. Yo me acomodé en la cama, sentándome, cubierta por las mantas. No hacía tanto frío esa noche, y yo estaba vestida con una simple remera. Oscar se acomodó sentado en el colchón, al lado de mi cama, y me sirvió el primer mate.

-Contame má, ¿cómo andan tus cosas?. Contame, que hace mucho que no charlamos. -¿Y porqué no me contás primero vos cómo andan tus cosas? ¿Tus cosas con tu novia? ¿Qué dice ella de tu viaje a España?... -Vos ya sabés: nos llevamos bien, pero lo del viaje me tiene preocupado. Ella no parece muy entusiasmada. La idea es volver dentro de algunos meses, venir a buscarla, y volver juntos a España. -¿Casados?... -No sé, casados o no. Pero volver juntos. Yo no creo poder bancarme demasiado tiempo solo. -No m'hijito. No creo que te aguantarías demasiado tiempo solo. Y tu novia se lo debe imaginar...- le comenté con sonrisa pícara, mientras le devolvía el mate. -No, claro. Pero el problema es que a ella no parece afligirle demasiado mi ausencia...

Yo lo miré por algunos segundos sin decir nada. Hasta que hice la pregunta de rigor: -¿La querés en serio?... -Y sí má, por supuesto. -Pero me estoy refiriendo a si la querés en serio, si la amás de verdad?...

No me contestó enseguida. Vaciló. Tomó el último sorbo de mate; lo volvió a preparar, y mientras me lo alcanzaba, comenzó a responderme: -Amar, amar... Es difícil responder. ¿Qué significa amar a alguien?... Si significa necesitarlo y sentir que me necesita, bueno... sí, entonces yo la amo...

Yo moví a un lado y otro mi cabeza, como dudando acerca de su respuesta. -No parecés estar muy convencido de lo que decís. Y la verdad: a mí tu respuesta no me convence mucho tampoco... -Yo la quiero, pero... creo que estamos en un momento decisivo. Yo me doy cuenta que mi futuro profesional está en España, y no aquí. Y a ella no parece importarle demasiado. Su decisión es importante. Si ella me acompaña, todo bien; pero si no me acompaña...- y no llegó a terminar la frase.

Entonces me sentí segura y convencida de lo que le dije con firmeza: -Mirá, Oscar. Una señal de que la querés de veras es que lo más importante en tu vida tiene que ser ella, y todo debe postergarse a ella, incluso... tus ambiciones. Tu profesión la podés ejercer acá, aunque te cueste mucho más conseguir trabajo, y ganar mucho menos de lo que ganarías afuera...

Me miró sin contestarme, como rumiando lo que le había dicho... Hasta que finalmente, y alcanzándome otro mate, me contestó con apariencia de estar convencido: -Entonces mamá, no sé si la amo en serio. Para mí lo prioritario está en España en este momento. Nuestro futuro está allá... Un breve silencio fue el prólogo de mi respuesta, que le expresé también convencida: -Entonces Oscar... me temo que todo esté muy claro... Vos tenés que ir a España, le guste o no le guste a tu novia... Y luego se verá si ella te acompaña o no, y si... la amás o no en verdad...

Oscar me miró entonces fijamente, sin decir palabra, y de a poco fue esbozando una sonrisa. Pero no decía nada. De modo que también sonreí y le pregunté, mientras le devolvía el mate: -¿Qué pasa que te sonreís? ¿Qué dije de gracioso?... -Nada de gracioso. Sólo que veo que me entendés perfectamente. Nadie me comprende como vos, mamá... -Bueno, ¡por algo soy tu madre! -Sí, es cierto, pero también...- Y vaciló en continuar la frase... -¿También qué?... -También... -y seguía vacilando mientras tomaba lentamente su mate- la mujer que más me comprende, la que más me ha comprendido... La mujer que realmente quisiera tener a mi lado en España... -¡Qué estás diciendo, Oscar!- lo detuve instantáneamente, con un asalto de pudor. -Vos sabés a qué me estoy refiriendo, má... -Que no, que no sé a qué te referís...- le volví a decir enojándome (aunque ni yo misma me convencía de mi enojo), y acurrucándome en la cama, tapándome casi totalmente con las mantas.

Entonces Oscar, sin responder, se incorporó, y se sentó en la cama, a mi lado. No hizo más que sentarse, y mirarme unos segundos más. Luego volvió a tomar el termo y llenó otro mate, y me lo ofreció sin decir nada... Ni siquiera sonreía, sólo me miraba. Volví a incormorarme, y me senté. Acepté el mate y comencé a tomarlo, diciendo simplemente: -Bueno, es el último que tomo.- El no dijo nada. Sólo seguía mirándome. Terminé de tomar el mate. Y mientras se lo devolvía le hice un gesto de interrogación con mi cabeza. El no me respondió. Sólo recibió el mate, lo apoyó en la mesita de luz, y entonces apoyó su mano derecha sobre mis manos, que estaban juntas, cruzadas sobre las mantas. Sólo me miraba. Y yo también lo miraba sin decir nada...

De pronto, lentamente, acercó su rostro, y obviamente su intención era besarme en los labios. Pero un impulso me hizo girar levemente el rostro, y de modo que Oscar sólo alcanzó a besarme la mejilla. Se separó y bajó la vista, dejando caer sus brazos sobre sus muslos, como abatido. Otros segundos de silencio, y otra pregunta mía: -¿Y ahora qué, Oscar, qué pasa?... -Nada má, nada... -respondió enseguida, vacilando- No pasa nada... Es que por un momento pensé que... -¿Pensaste qué?... -Vos sabés má... Hace falta que te lo aclare?...- Y fue en ese momento que volvió a mirarme y me dijo: -Vos sabés que para mí no hay mujer como vos, no hay otra ni habrá...

Yo no le respondí nada. Simplemente lo miré. Y él no bajó su mirada. Yo tampoco bajé la mía. Y me dí cuenta que mi silencio y mi mirada eran toda una respuesta afirmativa a su velada petición; me di cuenta que mi actitud era toda una invitación a que volviera a intentar besarme en los labios... Pero no dije nada, no pude decir nada, porque no quería decir nada... ¡Si lo que más deseaba era que me besara!... Y lo hizo...

Volvió a acercar su rostro, y una leve sonrisa de mi parte le terminaron por dar confianza, y me dió un suave beso en los labios, nada más que eso. Y se quedó así, a pocos centímetros su rostro del mío, y volví a sonreírle. Y fue entonces que me volvió a besar, pero esta vez, sus labios se abrieron un poco y los míos también. Este también fue un suave beso, con un contacto muy suave de nuestras lenguas. Nos separamos, nos miramos y nuevamente nuestras bocas se juntaron, esta vez en un beso un poco más largo, luego otro más y luego otro más. No podía creer que me encontrara besando nuevamente de esta forma a Oscar... ¡Había pasado tanto tiempo de aquello!... Y sin embargo nuestro fuego no parecía haber cambiado!... El último beso fue realmente exquisito. Pero separé un poco mi rostro, y me recosté sobre el espaldar de la cama. Lo miré a los ojos y le pregunté: -¿Estás seguro de lo que estás haciendo?... -Nunca estuve más seguro, má.- respondió enseguida, con firmeza... -¿Y tu novia?... -Ella no cuenta cuando estás vos de por medio... No puedo irme a España sin estar otra vez con vos...

Yo lo miré por unos segundos, en silencio, y creo que si me hubiera demorado un poco más hubiera comenzado a lloriquear de dicha y felicidad. Simplemente le contesté, mientras mi boca corría presa al encuentro de la suya: -Yo tampoco quiero que te vayas sin que volvamos a estar juntos...

Y nuestros labios volvieron a unirse con pasión, y ya nuestras lenguas forcejeaban una con la otra, intercambiando saliva, y saboreando los labios del otro. Y nos besamos y besamos, sin parar... -Mamá, te amo, te amo... -decía, con su voz entrecortada-. Te amo mamá... Sos hermosa, sos lo más lindo que he tenido.... Sos hermosa... -También te amo, mi amor, yo también te amo...- le respondí. Y el intentó besarme de nuevo, pero con un dedo en sus labios lo detuve, y le dije: -Antes que nada, mi amor: cerrá la puerta con llave, y no estemos en la cama. En el colchón del suelo haremos menos ruido. Si podemos evitar llamar la atención de Marina y Gerardo, mejor.

Y mientras él acudió a cerrar la puerta, yo ya me acomodaba en el colchón, donde pronto también estuvo él, a mi lado. Acercó su cuerpo al mío y me abrazó, mientras comenzamos a besarnos nuevamente, ya de modo desenfrenado... Y le ronrroneé al oído: -Oscar, mi vida, no sabés como he esperado este momento, he pasado noches enteras deseandote... Por fin ha llegado el día esperado. ¿Cuanto hacía?... ¿Dos años de la última vez?... -No sé, puede ser. Yo también hace rato que deseaba estar con vos, mi hermosura... Y con una vocecita que me sale antojada, le pido casi en susurro: -Estoy lista para vos mi amor, estoy impaciente, ya quiero que ser toda tuya, mi chiquito..., mi calentón... Pero hagámoslo sin hacer ruido..., no quiero que Marina y Gerardo se despierten y...

Pero no me dejó terminar... Volvió a acercar sus labios a los míos, que los recibieron ansiosos y abiertos, jugosos para albergar su inquieta lengua que comenzó a explorar toda la geografía de mi boca. Y mi lengua también jugaba con la suya... Hasta que en un momento comenzó a deslizar sus labios por mi cuello y llegando hasta el inicio de mis senos... Y me incorporé un poco para sacarme presta la remera que llevaba, dejando a la vista mis pechos generosos de madre, cubiertos por un corpiño negro. Y no tardó en alargar una de sus manos para albergar en su palma toda la redondez de mi pecho, mientras con su otra mano me acariciaba la espalda, sin dejar de besarnos...

Pero no tardé en deslizar mi mano derecha hacia su boxer y palpar suavemente el hermoso bulto que iba creciendo de modo irrefrenable. Sentí un temblor en su cuerpo cuando mis caricias se hicieron más intensas. Oscar se separó un poco, y con rápidos movimientos, se quitó la prenda, liberando su hermoso instrumento... -Hmmm, mi amor... cuánto tiempo hacía que no la veía... Mmmmm- le susurré mientras volvía a acomodarse a mi lado y mi mano alcanzaba esa hermosa pija que yo misma desde que Oscar fuera adolescente había hecho crecer con mis caricias, mimos y besos...

El sólo dió un largo suspiro... y tiró sus brazos hacia atrás, relajándose, mientras me dejaba hacer... Yo simplemente iba y venía con mi mano puesta en tubo por toda la longitud de esa hermosa pija que volvía a ser mía otra vez... Era hermoso y excitante volver a tenerla conmigo... -¿Te gusta, mi amor, como mami te acaricia?...- le susurré... El dió otro largo suspiro..., y dijo: -Es hermoso mamá. Es hermoso volver a tenerte así, a mi lado. Son hermosas tu caricias... Me estás haciendo dudar en viajar o quedarme... Pero no lo dejé terminar. Le tapé la boca con mi otra mano, y respondí: -Shhhhh... Eso no. Esto es hermoso; pero es sólo una despedida. Una despedida que los dos estábamos deseando mucho. Pero vos tenés que viajar. Es lo que tenés que hacer. Y esto no se discute...

No me respondió. Y yo comencé a temer que este reencuentro de madre e hijo pero como hombre y mujer pudiera generar alguna vacilación en Oscar. Pero borré en un santiamén mis dudas del momento, y decidí vivir el presente. Oscar se quedaría aún unos cuantos días más en casa antes de viajar, y ya habría tiempo de conversar sobre el tema y aclarar las cosas. Rápidamente me quité el soutien, y comenzó su maravilloso chupeteo a mis pezones, que se irguieron al instante, y sus masajes a mis tetas, que yo sabía que eran su debilidad...

En ese momento se incorporó, para sacarse su remera y quedar completamente desnudo. De rodillas sobre el colchón (en el piso como estábamos), su hermoso atributo quedó por un momento cerca de mi boca, que no tardó en apresarlo, golosa y hambrienta como estaba...

Un relámpago cruzó por su cuerpo, lo pude sentir. Yo seguí bombeando con mis labios, cada vez más intensamente. Su maravillosa pija crecía y su crecimiento no parecía tener límites bajo mis cariñosos mimos de madre y hembra ardiente de deseos. El susurraba intermitentemente: -Mamita linda, hermosa... ¡Cómo necesitaba esta mamada, mi amor...!... Cómo la extrañaba... ¿Cómo es que pude pasar tanto tiempo sin disfrutar esto?... No pares, mamá, no pares...

Pero sí paré. Me detuve porque también quería experimentar sus mimos. Un simple gesto bastó para indicarle que quería que jugáramos en ese delicioso sesenta y nueve que sabíamos hacer tan bien hacía tanto tiempo. Y Oscar, entendiéndome, se recostó. Enseguida me recliné, dispuesta a subirme sobre él. Pero antes seguí dando algunos chupones a esa hermosa pija cuya cabezota ya estaba que reventaba gracias a mi dulce ejercicio...

Me ubiqué sobre él, con mi vientre sumiso y dispuesto para que él jugara con su lengua... Y fue maravilloso... Oscar lo hacía de maravillas, a tal punto que me era difícil seguir concentrada en mis chupeteos a su verga, porque era tanto lo que gozaba con su lengua en mis intimidades, que me hacía volar... Abrió delicada pero firmemente mis nalgas, y su lengua comenzó a ir y venir desde mi ano a mi vulva, haciéndome temblar con destellos eléctricos... De a ratos sentía como su boca se posaba golosa rodeando toda la circunferencia de mi culo palpitante, y me daba interminables besos y chupadas. Para pasar enseguida a mi concha en interminables caricias y lengueteos...

Creo que él se dió cuenta cuando tuve mi primer orgasmo por su maravillosa gimnasia... Pero lejos de refrenar mi ansiedad y deseo, su maravilloso lengueteo había dejado a mi vagina con la más terrible ansiedad de sentir su verga penetrándome hasta el límite...

-Hay Oscar..., papito, no doy más, me volvés loca, mi amor... Y él no parecía escucharme, más embelesado que yo en este maravilloso juego... Pero es que yo necesitaba ya más... Y me separé y apartándolo un poco, me recosté y abrí mis piernas indicándole lo que precisaba... -Oscar... no aguanto más... te necesito dentro mío, papito...

Sabía que Oscar se derretía viendo un poco de exhibicionismo de su madre, y no vacilé en mostrarme en ese momento como la más puta de las putas para él... -Oscarcito..., acá tenés a tu mamita... Acá me tenés toda para vos... -le decía mientras bien abierta de piernas, llevaba ambas manos a la concha y se la mostraba completamente abierta- Papito, no me hagás esperar..., necesito tu hermosa pija dentro mío, mi amor...

El se reclinó, pero sabía bien lo que podía encenderme aún más de lo que yo ya lo estaba. Y me hizo desear aún más, porque siguió con su juego, con su lengueteo en mi vagina que ya estaba totalmente mojada... -Papito, dale..., no me hagas esperar... te necesito dentro... Y mis reclamos pronto tuvieron su recompensa... Y por fin, después de tanto tiempo, volví a sentir la hermosa verga de mi hijo Oscar, de mi amado chiquito, en mi profundo interior... Y era tanta la necesidad que tenía de ella que no tardé en orgasmar nuevamente... No me pude controlar... El se dió cuenta, y siguió bombeando con su instrumento unos instantes más, pero ya más calmadamente...

Hasta que me recuperé y me incorporé en cuatro, ofreciéndole la vista de mis nalgas, anchas y generosas, plenas, para que volviera con su apasionado vaivén en lo más profundo de mi concha que ya estaba otra vez anhelante de su amado complemento.

Y fue encontes que Oscar pareció enloquecer, con una maravillosa locura que a su vez me enloquecía de placer... Tomó firmemente mi cadera, y comenzó su apasionada gimnasia, primero lenta y suavemente, y luego comenzando a acelerar... Y lo que me volvía absolutamente loca era que podía sacar su enhiesta verga en toda su longitud hacia el exterior, para inmediatamente -y con experta precisión- volver a introducirla de golpe en mi vagina, de un solo golpe, y haciendo chocar mis nalgas en su vientre... Y sus movimientos se aceleraron al límite..., en colvulsiones que me indicaban que él estaba pronto a llegar, como yo una vez más... Y ambos juntos... Y lo sentí derramarse, dejando ya enterrado y quieto su instrumento en mi interior...

Yo me derrumbé al instante... y él sobre mí... Luego la noche, los susurros, las risitas, los besos, las últimas caricias, y el sueño... Esos días con Oscar, antes de su viaje, fueron maravillosos... Ya seguiré relatando...