El Diario de Miriam (3)

¿Puedo narrar los hechos?... Quizás pueda parecer banal que lo haga; pero ya dije que necesito escribir sobre todo lo vivido...

El Diario de Miriam ( 3 )

Agradezco a quienes han tenido la gentileza de comentar mis relatos anteriores: me complace saber que ha habido quienes se sintieron a gusto con ellos; y pido disculpas a los que quizás se sintieron defraudados.

Es que -y disculpen si soy demasiado franca- escribo este diario ante todo para mí, porque yo lo necesito. Yo soy la que me siento bien escribiendo de tanto en tanto, en mis noches, estos recuerdos y vivencias, aún presentes.

Pero también sé que estas notas tienen lectores, y por eso (y para eso) las publico aquí, en esta web. Y si ustedes, mis lectores, se sienten bien leyéndolas, pues mejor así... Creo que mi diario puede servir a otras mujeres como yo (a otras madres como yo), o a otros hijos, a vivir de la mejor manera posible situaciones parecidas a la mía con mis hijos.

Quiero también decirles que trato de ser lo más fiel que puedo a la realidad de los hechos tal como sucedieron, aunque -como ya lo dije en mi relato anterior- es inevitable el aporte de la imaginación. ¡Y no puede ser de otra manera! Recuerdo imaginando los hechos, y los imagino recordándolos. Incluso he querido añadir algunas fotografías, tomadas de aquí y allá, pero que reflejan bastante bien los sucesos que relato. ¿Están de más las imágines? ¿No hacen falta?, Quizás, no lo sé... Creo que pueden ayudar a ambientar... Trato de tener cuidado al elegir las imágines. De hecho, soy una mujer muy pero muy parecida (casi idéntica), en su contextura física, y hasta en su rostro, a la que ustedes suelen ver aquí. Creo que esas fotografías pueden ayudar a crear un clima más adecuado para la lectura de estas notas de mi diario. Por lo menos a mi me ayudan a revivir los hechos y volver a emocionarme recordándolos y escribiéndolos...

Esta noche he quedado sola en casa. Es cerca de las 11 de la noche, y comienzo a escribir...

Ya les dije que no sigo en mis relatos ningún orden cronológico: narro los hechos que me asaltan el recuerdo. En mis dos primeros relatos les hablé de Gerardo. Ya debiera contarles de Oscar, mi hijo mayor, que ya no está en casa.

Sí, ya debo contarles algo más sobre mi vida, algunos detalles más...

De hecho, para que ustedes sepan, actualmente vivimos sólo Gerardo y yo en nuestro departamento, pues mi hija Marina ya se ha casado hace unos meses, y ha formado su propio hogar, con su marido (aunque no se ha alejado tanto, porque vive muy cerca de aquí).

Sí, me imagino lo que están pensando: sí, es cierto, con Gerardo vivimos actualmente una intensa relación de amantes, facilitada por la situación de haber quedado solos en casa. Pero las cosas no son tan sencillas: no nos es fácil siempre asumir nuestros roles, y mantener la discreción de puertas para afuera... Ya les contaré...

Quizás ustedes ya pueden percibir que mi principal problema es el gran complejo de culpa que siempre llevo conmigo, que aparece por temporadas, pero que también desaparece.

A la vez, he sido y sigo siendo una mujer sumamente apasionada, con una intensa vida sexual. Lo digo sin medias tintas: me gusta el sexo, y gozo a mares en la cama. Pero con la misma fuerza que me asalta la pasión sexual, tambien con la misma fuerza me reprimo de golpe, pasando meses enteros en abstinencia. Y mi ciclotimia la ha sufrido Gerardo, que a veces me ha comprendido y ha podido vivir a mi ritmo, y otras veces no ha podido, originándose crisis y separaciones en nuestra relación.

Sé que es difícil explicar las razones de mi cambiante estado de ánimo, y yo misma no me comprendo del todo, aunque intuyo la raíz de mis problemas.

Fui educada en valores morales y religiosos y me casé muy joven, con la aspiración de formar una hermosa familia, con numerosos hijos. Viví un feliz matrimonio que se vio de golpe arruinado por las infidelidades de mi esposo. Me casé virgen, mi esposo había sido hasta ese momento el único hombre de mi vida. Tuve -mientras duró mi matrimonio- una muy buena vida sexual: estimulada y motivada, mi entrega a él era total, en fin no había límites, y siempre le fui fiel.

Pero aconteció primero el divorcio de mis padres, y eso me afectó muchísimo, generando en mí un sentimiento de desconfianza hacia los hombres en general, y paulatinamente esa desconfianza se trasladó a mi marido. Y, por cierto, no faltaban razones para desconfiar. Ya podré escribir más en detalle sobre todo esto, pero es fácil imaginarse: sus salidas a la noche, sus ausencias cada vez más prolongadas, sus excusas por doquier, algunas poco creíbles... terminaron desgastando nuestra relación, y sobre todo mi confianza hacia él. Hasta que se me cayó la venda de los ojos, y, enfrentado a las evidencias, mi marido terminó por reconocer su doble vida.

El divorcio me afectó bastante, me sentí sola y humillada. Aunque debo decir que la separación no fue rápida ni definitiva al principio, y hubo un largo período de vacilaciones, de idas y venidas. Ya escribiré en detalle sobre todo este período.

Y, por cierto, ya es hora de que comience a hablar de ello: llegó mi relación con Oscar, el mayor de mis hijos, quien ahora cuenta con 29 años, y vive en el exterior. Y luego vino toda mi historia con Gerardo, cinco años menor que Oscar. ¿Escandalizo diciendo esto?... Ya escribiré sobre como nació todo esto, ya lo narraré en detalle... Necesito hacerlo, para poner en claro muchas cosas...

Por supuesto, tanto mi relación con Oscar como con Gerardo han sido apasionadas, de total entrega, de amor intenso, sin egoísmos... Pero a la vez creo que siempre ha vivido en mí el sentimiento de frustración por el matrimonio fracasado, el anhelo por ese amor matrimonial eterno que siempre había soñado... Y de ahí nace -eso creo- mi recurrente sentimiento de culpa, y mis altibajos emocionales y depresiones, que, por supuesto, han sufrido mis hijos...

¡Pero basta! No puede ser que de lo único que escriba aquí sea de mis devaneos psicológicos y de mis sentimientos de culpa... ¡Al fin de cuentas, estoy viviendo por estos días una intensa vida de amor con Gerardo, mi hijo, mi amante!... Y no quisiera que por narrar las nubes que a veces oscurecen mis pensamientos, termine por arruinarlo todo, de vuelta a mis escrúpulos y, finalmente, a mi recurrente depresión.

De manera que, sí: con Gerardo somos en este momento la más felíz de las parejas. De puertas para afuera, a los ojos del mundo, una madre y su hijo, como cualquier otros; pero de puertas para dentro, la más intensa vida de amor y pasión que se pueda imaginar...

Y por eso, no quisiera terminar sin narrar la hermosa noche que vivimos ayer mismo...

¿Puedo narrar los hechos?... Quizás pueda parecer banal que lo haga; pero ya dije que necesito escribir sobre todo lo vivido...

Esa tarde, ya casi anocheciendo, cuando llegó del Instituto donde cursa una capacitación en electrónica, vino hacía mí y dulcemente me tomó de los hombros y me besó en mis labios, suavemente, casi rozándolos, sin dejar de mirar a mis ojos. Yo mantuve mis labios inmóviles, y por eso pude sentir perfectamente la suavidad de los suyos posándose delicadamente. Fue como la caricia de pétalos de flor. Una sensación que creo no había sentido hasta ahora.

Gerardo había dejado su portafolios sobre la mesa de la cocina, y luego de recibir mi saludo y mi habitual: -¿Cómo te fue?, se separó de mí y abrió el maletín.

Realmente me sorprendió con su hermoso gesto: extrajo dos hermosos pimpollos de rosas rojas atados por un pequeño lazo, y los puso en mis manos, diciéndome: -Dos rosas rojas, que simbolizan nuestro amor.-

Las tomé, y olí su perfume, y mirándolo a los ojos le respondí: -Gracias, Ger, sos muy dulce... Te amo.

-Yo también; y no hace falta que te lo diga...

Y no dijo nada más, porque tomándome de la cintura me atrajo hacia él, para volver a besarme, ya de modo más intenso. Dejé las rosas sobre la mesa, y crucé mis manos por su nuca, respondiendo dócilmente, con ansiedad, a sus besos, y también lo besé con pasión. Y nos besamos y acariciamos por unos momentos, confirmando lo que estabamos viviendo ya desde hacía buen tiempo: una hermosa y renovada luna de miel, que yo deseaba que no se terminara nunca (miedo como tenía que fuera yo la culpable de otra maldita crisis)...

Gerardo fue luego a su habitación y se cambió, quitándose la ropa de calle y poniéndose algo más cómodo, una remera y unas bermudas. Cenamos juntos. Yo había preparado algo, con lo que había quedado del almuerzo. Ambos manifestamos apetito, y comimos y bebimos con verdadero gusto, pasando un buen rato, contándonos de nuestras distintas actividades del día.

Luego, mientras se calentaba el café, me ayuda a asear la cocina. Soy bastante ordenada, y no me gusta dejar de un día para el otro la vajilla sin lavar. Gerardo no es tan ordenado como yo, pero me comprende y trata en lo posible de no desentonar, y de colaborar.

Seguimos conversando mientras me ayuda a secar los utensillos.

¿Hace falta que cuente todos estos detalles?... A mí me gusta hacerlo: me deleito recordando cada momento que vivo con mi hijo, cada instante juntos...

A todo esto, la cafetera ya silbaba anunciando que el café estaba a punto de ser servido. Encendimos el televisor, pero ninguno de los dos le prestamos atención. Seguimos conversando, contándonos, mirándonos... deseándonos. Y me propone ir al dormitorio..., cosa que yo anhelaba desde su llegada...

-¿Vamos a la cama, ma?...- me preguntó con sonrisa que delataba sus intenciones.

-Era la invitación que estaba esperando desde hace rato...- le respondí en un susurro y con sonrisa cómplice...

¿Debo relatar lo que sucedió después?...

A mí me gusta hacerlo, y quisiera llenar este diario con todos y cada uno de mis recuerdos, con todas y cada una de mis noches con Gerardo, porque cada noche de amor con mi hijo la he vivido de modo diferente, ha sido original, distinta, única cada una... Los gestos, los mimos, los movimientos, las posiciones, las caricias, las palabras, suelen repetirse y parecen los mismos, pero para mí no lo son, y por eso necesito recordar una a una todas mis noches de amor con mis hijos (ya llegará el momento de volver a recordar mi historia con Oscar).

De modo que en mi diario trataré de recordarlas a todas si puedo, o al menos las que he vivido de modo más intenso. Y creo que no me cansaré de escribir y escribir páginas y páginas...

Pero: ¿debo publicar todo esto que escribo?...

Temo que mis lectores se aburrirían... Ya me lo harán saber, quizás...

Camino yo delante, y él apaga la luz de la cocina. Con ansiedad y emoción (¿siempre ocurrirá así?) camino los metros del pasillo que nos separan del dormitorio, mientras siento su mano izquierda posarse en mi hombro. Cuando estoy por entrar a la pieza, me detiene junto a la puerta, me mira a los ojos y me pregunta: -¿Estás bien, ma?...- Hago silencio, y leo en su pregunta las dudas de tantas veces acerca de mi real estado de ánimo. Gerardo me conoce bien, ¡vaya si me conoce!. Le respondo primero con un suspiro, y cerrando por un segundo mis ojos, los vuelvo a abrir, y le respondo con convicción: -Sí, Ger, estoy muy bien. Estoy con la persona que más amo...

El me sonríe, y su brazo derecho acerca mi cintura a la suya, y une sus labios a los míos, en un beso apasionado. Separa unos centímetros su rostro del mío, y me mira en silencio. Y yo lo miro con ansiedad, y con mis labios entreabiertos. Creo que Gerardo es bien capaz de captar cuando y de qué modo me enciendo, y llega el momento que no deseo otra cosa que ser suya, completamente suya, para que sea él completamente mío.

Entramos al dormitorio oscuro, apenas cruzado por algunos reflejos de las luces de la calle que se cuelan por las celosías. Pero rápidamente enciendo las luces de la araña superior: quiero que esa noche el cuarto esté a plena luz, quiero verlo y que me vea, quiero contemplar su cuerpo desnudo y que me contemple desnuda. No quiero límites, ningún límite!...

Estamos frente a frente y nos volvemos a contemplar en silencio...

Entonces toma la blusa que llevo puesta, y con gestos delicados pero prestos, la desprende y me la quita, y lo mismo hace con mi corpiño. Yo simplemente acompaño sus gestos, facilitándoselos...

Mis senos quedan a su vista, desnudos, una vez más. Sé que mis generosas tetas le apasionan, sé que son su debilidad, y me complace mostrarme así, pulposa, turgente... Se que mis tetas lo encienden, y ya me relamo pensando en que voy a volver a amamantarlo como antes, insaciable, mi pequeño Gerardo, mi hombre, mi amante...

Me ayuda a quitarme el resto de la ropa: mis bermudas, mi bombacha... Quedo completamente desnuda, a su vista... El silencio se mantiene, y los dos nos cuidamos de que exista... Este silencio previo nos enciende a ambos, nos prepara para lo que sabemos vendrá...

Deja mis prendas a los pies de la cama, sobre la alfombra. Y entonces llega mi turno... Le quito su remera y comienzo a besarle el pecho... Los dos permanecemos de pie. Sus pequeños pezones llegan a mis labios, y los siento firmes y duros. Paso mi lengua por ellos, mientras mis manos rodean su cuerpo y acarician su espalda. Luego llevo mi boca a sus hermosos hombros, y él me responde de igual manera...

Una de mis manos, ansiosa, ha bajado hasta su entrepierna..., no ha podido resistirse, y palpa el bulto que ya comienza a tener volumen. No tardo en comenzar a bajar sus calzoncillos...

Mientras hago esto, mi boca vuelve a unirse a la suya, en interminables besos, pero mi mano derecha ya ha alcanzado su preciado tesoro: ya juega mi mano con su hermosa pija, que siento hincharse y endurecerse, pronta como está, preparada ya para el amoroso combate...

Sin soltar mi mano del maravilloso juguete, nos apretamos cuerpo a cuerpo dulce e intensamente, nos quedamos totalmente abrazados y besándonos, quietos, sin producir casi ningún movimiento...

Luego giro y me dejo caer en la cama. El también se recuesta a mi lado. Pasamos un buen rato acariciándonos besándonos haciéndonos los mas ricos arrumacos que jamás me hicieran y que jamás le hiciera a nadie. Comienza, por supuesto, por besar mis tetas, haciéndose con desenfrenada lujuria de mis pezones, y comienza a chupar y a chupar, como si quisiera repetir los gestos de su lactancia; y yo me derrito de placer... No deja de sobar mis abultados senos, que lo enloquecen, mientras siento que su mano derecha comienza a bajar por mi vientre hacia mi más preciado tesoro...

Instantáneamente abro mis piernas con amplitud, dejando plenamente disponible mi velluda intimidad, que es suya, y él lo sabe... Y sin separar por el momento sus labios de mis tetas, sus dedos comienzan a jugar abajo, primero en el contorno de los labios de mi vagina, y luego ya con más descaro, penetrando uno, dos, tres dedos, buscando mi clítoris...

Yo no hago más que gozar, suspirando y susurrándole algunas palabras de tanto en tanto...

-Sí, Ger, así... gracias Gerardo... Sí, así, papito, así...

Y él, sin decir nada, continúa su maravillosa tarea... Pero ahora retira sus labios de mis senos, y baja decidido, y se pone a chupar golosamente mi concha llenándola de su lengua y sus labios mojados me van succionándo el clítoris haciendo que yo gane un orgasmo repentino, el primero de una noche inolvidable...

Mis gemidos le señalan con certeza que he llegado, pero él sigue con su interminable jugueteo de lengua y labios, como queriéndose tomar hasta la última gota de los líquidos que acabo de manar para él y gracias él... Abro todo lo que puedo mis piernas para poder sentir su lengua hasta lo más profundo, y él se esfuerza en hacerlo, pero ya es otra cosa la que deseo en mi interior, y él también se da cuenta, y también lo desea...

Llega mi turno; sé que soy yo la que debo cumplir ahora con el amoroso preparativo, que para mí no es mera preparación, porque lo disfruto como el mejor de los momentos de nuestra noche de amor.

Me incorporo, mientras él se recuesta boca arriba.

Yo me reclino, y mi cara queda frente a su hermoso pene que, sin perder del todo su volumen, necesita sin embargo el elercicio que lo encienda nuevamente para llevarlo al tamaño que me gusta, el que necesito y que reclamo...

Tomo con mi mano izquierda su hermosa pija, y comienzo a chuparla, primero suavemente, llevando de a poco para atrás toda la piel de su prepucio y dejando por fin libre esa hermosa cabeza que comienza a ser rodeada por mis labios... Mis besos y lamidas primero son suaves, pero poco a poco se hacen intensos, cumpliendo con mi deseo de devorar ese hermoso instrumento que me pertenece... Ya mi boca no alcanza para tragar su volumen, y me ayudo con la mano, masturbándolo...

Sus gemidos me indican que ha llegado el momento de pasar a algo más...

Con un gesto me indica lo que debo hacer. Me doy cuenta enseguida, no hace falta que diga nada. Rápidamente le oriento mi cola en pompa, y apenas pasan segundos hasta que siento deslizarse su enorme pija en mi concha anhelante, que lo espera ya plena de tibios jugos...

Me toma de la cadera y yo me quedo inmóvil, dejando que él haga. Y lo hace maravillosamente!... sabiendo muy bien lo que me gusta. Con movimientos suaves pero firmes y decididos, mete y saca su hermoso instrumento en toda su longitud, una y otra vez... Sacándolo totalmente fuera de mi vagina, pero volviéndolo a introducir otra vez, haciéndome vibrar cada vez que roza mi clítoris a punto de derramarse en otro orgasmo...

Me vuelve totalmente loca de pasión y de placer... ¡Hasta qué punto hemos podido llegar a entendernos y amalgamarnos!... Me conoce y lo conozco, y ya sabemos gozar a pleno, sin rutinas ni atavismos, cada vez de una manera nueva, aunque repetida, pero original...

Una y otra vez me penetra con su hermosa pija, hasta el fondo, haciendo golpear mis carnosas nalgas en su cintura, y volviendo a separarme, para enseguida volver a perforarme con precisos movimientos... No queda otra cosa más que derretirme y volverme a ir en otro maravilloso orgasmo...

El me hace saber que también está a punto de derramarse. Pero yo no lo quiero todavía. No todavía!...

-Espera, Ger, todavía no, papito...

Y ahora soy yo la que toma las riendas y le indico lo que deseo.

Me ubico de costado, haciéndole saber que lo quiero en una de las posiciones que más me gustan, porque es en la que a la vez que puedo tenerlo completamente dentro mío, hasta el fondo, también podemos jugar mejor con nuestros cuerpos, e incluso besarnos...

Y así va llegando el ansiado momento...

Toma con su mano una de mis piernas y la levanta, penetrándome a fondo; y luego inicia el incansable ir y venir de su pelvis, mientras yo misma me ayudo acariciándome el clítoris... Los movimientos se hacen cada vez más furiosos, sin dejar de ser delicados y cuidadosos; el sudor ya nos baña a ambos, y los dos sabemos que podemos llegar juntos...

¡Y lo logramos!... con inconmensurable placer liberado...

Pero generoso como es, sigue moviéndose, aunque más lentamente, ya derramado en mi interior...

El instante de luz indefinible, la sensación de abandono total, el remanso de paz que calma todas las ansias, la plenitud... El y yo, solos, nuestro universo... y nada más..., sólo nosotros dos...

Y nos quedamos así, abandonados al placer de la unión plena, en silencio primero, hasta que luego el silencio dejó paso a las sonrisas, a los cuchicheos y bromas, recordando los instantes recién transcurridos, y reímos, y gozamos, felices de estar así juntos... hasta que el sueño nos ganó a ambos...