El Diario de Miriam (18)

Terminé de masturbarme como loca y, de repente, advierto que mi hijo está allí, en mi cuarto, y se sienta en mi cama...

El Diario de Miriam ( 18 )

Vengo ahora a narrar (si es que la emoción me lo permite) aquellos momentos que finalmente produjeron el inicio de mi relación amorosa con mi hijo Oscar... Ya adelanté que puedo recordar tres momentos importantes, que terminaron por producir lo que tanto ansiábamos los dos... En primer lugar, hubo un día en que advertí que Oscar me descubrió masturbándome. En segundo lugar, varias charlas que mantuvimos, y en las que mi hijo indagó sobre mi vida sexual y mis necesidades en ese ámbito, y hasta llegamos a rozar el tema del incesto. Y en tercer lugar, hubo un momento clave y eclosionante, en los primeros días de 1993, cuando volvió de España mi ex-marido y decidimos de manera definitiva la separación. En aquellos días se produjo todo, o al menos comenzó a producirse. De modo que comenzaré por narrar el primero de esos momentos...


Ocurrió una noche de insomnio: esas noches en que precisamente puede pasar de todo... Quizás había sido la cena, quizás el haber comido demasiado, quizás más bien el tiempo que llevaba sola, en permanente abstinencia de sexo..., no sé, pero una vez más no me pude contener. Era ya el verano y la puerta y ventana de mi habitación estaban abiertas, tratando de recibir el poco de brisa fresca en esa noche sofocante en Mendoza... Era la medianoche, y mis hijos ya dormían (o al menos eso era lo que yo creía...). Y de golpe, una vez más, los deseos por Oscar, y los recuerdos e imágenes de sus repetidas masturbaciones... Y mi mano que no se detuvo..., una vez más no se detuvo... Ya dije que la masturbación no se había convertido para mí en hábito sino muy recientemente. Ya dije que casi nunca había tenido necesidad de darme autosatisfacción; ni siquiera con el alejamiento prolongado de mi ex-marido. Sólo había comenzado a masturbarme cuando comenzaron mis pensamientos incestuosos... Y desde entonces fue mi secreto más íntimo, mientras transcurrían aquellos meses que parecían interminables, de soledad, pero también de tensa espera... porque en mis pensamientos estaba muy sólida y firme ya la decisión de mantener relaciones sexuales con mi hijo mayor. Y si bien había logrado mantener todo ese tiempo mi decisión de no tomar la iniciativa al respecto, sabía que finalmente Oscar se iba a decidir, lo sabía, tenía la plena seguridad... Todo me lo daba a entender... Y mientras tanto, imaginándome los momentos que vendrían, me deshacía por las noches en apasionadas masturbaciones... Y aquella fue una de esa noches...

Cerré mis ojos por enésima vez tratando de conciliar el sueño, pero no pude. Y en medio del calor sofocante, y la confusión de pensamientos y deseos contenidos y a la vez liberados, casi sin advertirlo concientemente, una de mis manos comenzó a acariciar mis senos... No llevaba soutien esa noche, y bastó con recorrer con la palma de ambas manos toda la geografía de mi pecho, para sentir enseguida que mis pezones comenzaban a endurecerse... Eso, y el rápido movimiento de sacarme la bombacha y quedar completamente desnuda, fue un sólo momento... Sabía que iba a volver a masturbarme, pero a la vez rechazaba hacerlo, asentía y a la vez me negaba... tan confundida estaba con mis pensamientos... Creo que era porque ya estaba al límite de mi paciencia... Ya eran demasiados meses esperando que Oscar se decidiera, y la tensión provocada por el deseo y a la vez por la fuerza de voluntad que debía poner para no tomar ningún tipo de iniciativa, me estaban casi enfermando los nervios... Y en ese insoportable estado de ánimo de aquellos meses, es claro que la masturbación era mi única liberación, pero, a la vez, era conciente que esa autosatisfacción cada vez me encerraba más en mí misma, de una manera anormal. Por eso rechazaba también volver a hacerlo, pero mis fuerzas no podían evitarlo... De modo que desnuda sobre mi cama, sin sábana que me cubriera, daba vueltas y vueltas, en una posición y otra, acariciándome y enseguida dejando de hacerlo, sin poder encontrar paz y serenidad...

Notaba incluso que la cama se humedecía con mi sudor... mientras daba vueltas una y otra vez... Me ubicaba de un lado y de otro, recostada sobre mi derecha, y luego sobre mi izquierda, dando vueltas y vueltas... Traté de improvisar algún tipo de gimnasia para intentar relajarme: me estiraba a todo mi largo, tensando mi cuerpo, y luego me contraía y tomaba mis piernas... Una y otra vez, repetidamente, creyendo que el cansancio me vencería y me vendría el sueño, pero inútil... Seguía despierta, y mis pensamientos e imágenes se focalizaban en Oscar..., no lo podía evitar...

Recuerdo perfectamente aquella prolongada noche de insomnio, y creo que jamás se borrará de mi memoria, y enseguida se darán cuenta por qué... El sueño no vino... Suspiré resignada, y volví a dirigir ambas manos a mis senos..., que notaba generosos, llenos, redondos, rotundos... con esas aureolas grandes coronadas por aquellos sensibles pezones... -¡Ay, Oscar!... -pensé, sin decir nada- si estuvieras acá, con mamita... Yo te volvería a dar de mamar, como cuando eras bebito... y chuparías mis pezones y mamarías... Sería tan felíz, Oscar!... Y fue sólo pensar eso, para que se me presentaran al instante las imágenes que tanto deseaba. Recuerdo que mi imaginación de aquellos días tenían tanta fuerza, que casi me parecía estar viviendo lo que imaginaba... -Si, Oscar, sí, así, chupame las tetas, chupalas mucho, como cuando eras bebito... Mamá te las da toditas... chupe mi bebito, chupe...- Juro que mi imaginación me lo hacía vivir... Y comencé a advertir nuevamente la dureza de mis pezones. Y ya el simple roce de la yema de mis dedos con ellos, me hacía temblar...

Mis manos no paraban de acariciar mis tetas, pero enseguida dirigí una de mis manos hacia mi vientre, para encontrar la motosa pelambre de mi pubis, y aventurarme en la caverna de mi vulva... Hmmmmm, cómo se había mojado ya mi concha..., que caliente que estaba, y qué necesidad sentía de volver a masturbarme, ya de una manera incontenida e irrefrenable...

Y entonces fue cuando necesité de mi otra mano, que abandonó mis senos, para recorrer toda la geografía de mi intimidad... Mis piernas se abrieron ya incontrolables, dejándome llevar y acariciándome ansiosamente toda mi raja, de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba... Desde arriba, donde el clítoris reclamaba mis caricias..., y hacia abajo, donde la abertura de mi vulva resumaba ya jugos viscosos... Y ahí dejé uno de mis dedos, quieto, detenido... suavemente enterrado hasta lo más profundo...

-¡Ay, Oscarcito, cómo me gustaría tenerte aquí, a mi lado!... Tendrías toda mi conchita, toda para vos... Así, abierta, para que hagas lo que quieras, para que me la beses, para que me la chupes, para que juegues con tus dedos, y para que me entierres tu hermosa pijita, tu rica pijota mi amor, sí... Oscarcito, sí... Mi imaginación volaba de tal manera que yo parecía vivir todo aquello... Es maravilloso lo que puede lograr a veces la fuerza de una imaginación intensa... Yo parecía hasta experimentar sensaciones táctiles en mi vulva, como si en verdad el pene de mi hijo me estuviera penetrando en ese momento... Parece una locura, pero lo recuerdo bien. No se borran de mi memoria la fuerza de mis masturbaciones de entonces...

Cerré mis ojos y no los volví a abrir..., ensimismada en el mundo que mi imaginación me regalaba, y que era mi único consuelo y liberación por aquellos días... Y las deliciosas sensaciones embotaron mi mente, y el dedo enterrado en mi vagina dejó su sitio y retornó a su juego, de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba..., y el vaivén iba y venía, y cada vez se hacía más intenso..., y bajó aún más, hasta el apretado conjunto de pliegues, y llegué hasta mi culo, y comencé a jugar con mis dedos que iban y venían desde mi raja a mi culo, y de mi culo a mi raja, sin poder detenerme, ya inmersa en un feroz torbellino...

Mis ojos cerrados eran mis fieles aliados para mantenerme en mi mundo interior, aquel que mi imaginación me regalaba a raudales en aquellos momentos... Y dejándome llevar por la marea de mi fantasía, daba vueltas y vueltas en la cama, tratando de acomodar mis manos y mis dedos de la mejor manera posible para extraer el mayor placer que pudieran proporcionarme mi concha y mi culo... Y todo sin sacarme de mi mente un sólo segundo la imagen y la sensación de tener a Oscar junto a mí, y convencida de que era él quien me proporcionaba el maravilloso éxtasis... No estoy segura, pero es probable que incluso en alguno de mis suspiros haya pronunciado su nombre...

Hasta que finalmente todo mi cuerpo quedó apresado en un maravilloso temblor, prólogo de un estupendo orgasmo, y tuve que cubrir mi boca con una de mis manos para no gritar de placer... Mientras mi vulva palpitante, en la cima del descomunal climax, dejaba escapar un chorro de jugos íntimos... Y me fui..., me fuí, con mis ojos siempre cerrados, tratando de no dejar huir las últimas imágenes que mi generosa fantasía me regalaba en aquellos momentos...

Y fue entonces que ocurrió lo imprevisto, lo inesperado... Cuando ya relajada, habiendo pasado el torbellino, mis manos se habían desplomado a los costados de mi cuerpo ya serenado... de golpe, sentí en mi cama un movimiento y una presión como si alguien se estuviera sentando a mi lado... E instantáneamente abrí mis ojos presa a la vez del asombro y del pánico. Y en la penumbra del cuarto a oscuras, aunque levemente iluminado por los reflejos que provenían de la ventana abierta, pude distinguir claramente la silueta de Oscar, que se acababa de sentar en la cama, junto a mí...