El Diario de Miriam (10)
Noche del viernes... Una noche esperada por mi hijo. Yo, su madre, soy su puta personal...
El Diario de Miriam ( 10 )
Esta noche de lunes que vuelvo a las páginas de mi diario, y releo lo que escribí la pasada semana, debo hacer un paréntesis en mis relatos de mis inicios con mi hijo mayor Oscar. Es que me siento con deseos de revivir en mi memoria los sucesos de los últimos días, y en especial la maravillosa noche del viernes, con mi hijo menor, Gerardo..., quien hoy está a mi lado, y es mi vida, mi pasión, mi maravilloso presente, mi todo...
Oscar, como ya he dicho antes, está muy lejos de aquí, en España, y con sus 29 años tiene su profesión bien encaminada, con su novia, seguro de sus sentimientos, y a punto de casarse... Nuestro amor sigue intacto, y tan intenso como al principio, y aún más... Pero Oscar ha aprendido a crecer en libertad, lo mismo que Gerardo... Ellos saben que para mí son mi todo, lo que más quiero, pero nunca los até a mí, ni me han atado: somos libres, y así hemos vivido y seguiremos viviendo...
Mi presente se llama: Gerardo, mi hijo menor, quien a sus 24 años es ya el hombre que me acompaña, que es mi pasión, mi maravilloso amante, mi todo... Pero que también es libre y de ninguna manera quiero atar a mí... A mis 49 años, ya no soy la que era... Ya no soy la madre que hace unos siete u ocho años conoció como mujer, y los años van haciendo su tarea: algunas arrugas aquí y allá, formas que ya no son tan firmes como antes, y también mi cuerpo no tiene la figura que antes tenía... Me siento feliz de que aún hoy pueda seducir a mi hijo, y seguir excitándolo..., pero sé que todo tiene su final, un final en el que no pienso ni imagino, porque vivo mi presente, en libertad, y quiero que él viva el suyo, también en libertad... Si comencé a escribir sobre mis inicios con Oscar, como ya he dicho, fue porque semanas atrás un llamado suyo desde España me hizo recordar un montón de cosas, que movilizaron en mi mente imágines, diálogos, recuerdos de años ya muy lejanos en el tiempo, pero siempre muy presentes en mi corazón... Y ustedes, mis lectores, han revivido conmigo aquellos primeros momentos... Ya los seguiré relatando, y no tardaré en hacerlo... Pero ha ocurrido que estos días, mientras vivía de recuerdos me he dado cuenta que descuidé un tanto a Gerardo. Me mantuve esquiva con él, algo distante, lejana. Fui injusta para con mi hombre, claro que sí... Y debía repararlo de alguna manera... Y esa ocasión llegó el viernes pasado...
El viernes llegué a casa muy temprano, antes de las 21 (normalmente vuelvo una hora más tarde, y a veces más, de la oficina donde trabajo). Ansiosa, y habiendo decidido a tener una noche marchosa con mi amor, crucé ligero los metros y las escaleras de la entrada al consorcio de departamentos donde vivo hasta el palier de casa; pero una ligera desazón experimento al abrir la puerta: está de visita mi hija Marina y mi yerno Damián...
No era que me desagradara, pero en fin..., yo tenía otros planes para esa noche... Y Gerardo lo sabía, pues había bastado un guiño mío esa tarde, antes de ir a mi trabajo, para que él se pusiera al tanto de lo que su madre quería. Y seguro que se había preparado para ello, y con ganas, porque hacía más de una semana que no hacíamos el amor... ¡Claro que se había preparado!... Repartí besitos de saludo a todos, y al darle el suyo a Gerardo percibí el perfume y la fragancia de quien apenas antes se había bañado y acicalado para mí, para su madre, para su mujer, para su hembra ansiosa que lo esperaba, y lo buscaba, y lo necesitaba... Pero..., estaba mi hija y su yerno, y... en fin... había que pasar el momento, y aceptarlo con paciencia...
Afortunadamente no tuvimos que esperar mucho para quedar solos en casa. Marina y Damián se fueron pasadas lantes de las 23... Algo me preocupa en mi hija, no creo que anden bien las cosas con su marido... Soy muy intuitiva, y es raro que fallen mis premoniciones... Espero que no sea nada grave. Pero había algo en su mirada, un no se qué..., como una clara intención de querer decirme algo, que no se animaba a decirme... Borré esos pensamientos de mi mente, mientras los saludé despidiéndolos, en la reja del predio. Mientras se iban caminando hacia su casa (no muy lejos de allí), traté de espantar de mi imaginación los últimos nubarrones: no quería que nada ni nadie (y ninguna maldita premonición) arruinara la noche que esperaba vivir con Gerardo. Suspiré, y volví a caminar raudamente la distancia que me separaba hasta la puerta de casa. Y Gerardo casi ni me dejó poner llave, que ya estaba a mis espaldas, apoyándome su cuerpo y haciéndome notar lo dura que ya tenía su tranca, de tanto esperar... Y de allí en más... todo fue muy rico, muy lindo, todo lentamente, sin apuros, y gozando hasta más no poder... ¿Cómo poder narrar los detalles?... Pero quiero hacerlo, porque escribir mi diario produce en mí la magia de revivirlo todo, y multiplicar el goce y el placer...
-Hmmmmm, Gerardo, papito, espera un poco, que pongo llave a la puerta... -Hmmmmm, mamá... no aguantaba más, no se iban más esos dos... qué pesados, mamita... -Sssshhhhh, ¡no digas eso!, que yo también los quiero, y ellos nos quieren. Vinieron a visitarnos... -Sí, pero... nosotros teníamos planeado otra cosa... ¿no?...- y me susurraba todo esto al oído, mientras me tomó por detrás, por la cintura; y yo me dí vuelta y nuestras bocas se unieron, ansiosas como estaban de hacerlo desde hace rato... -No sé... ¿Ud. qué tenía planeado, señor?...- bromeé diciéndole, cuando pude por un segundo separar mi boca de su lengua golosa que no dejaba de jugar en los más profundo, con la mía... -Lo mismo que Ud., ¿o me equivoco?... -No, papito, no te equivocás... Mmmmmmm, cuánto que esperé, cuantos días sin estar juntos....- y seguimos con nuestros besos, mientras caminamos hacia el sillón de la sala, y nos derrumbamos allí, uno al lado del otro, sin dejar de besarnos y acariciarnos...
Sin dejar de besarnos, sus manos enseguida fueron a explorar mis muslos... Apenas una blusa y una pollera me cubría la lencería negra que a propósito vestía esa noche, pues a Gerardo le encantaba... ¡Qué deliciosos momentos son siempre los del comienzo de una noche que se sabe será intensa: parece que las primeras caricias, e incluso las primeras miradas contienen como en semilla todo lo que vendrá... Cada palabra de Gerardo, cada uno de sus primeros besos de esa noche, cada una de sus sonrisas, sus primeras bromas y jueguitos, los gozaba a raudales, con una intensidad difícil de expresar aquí en palabras... Estuvimos largo tiempo en el living, sin ir al dormitorio... Aquí, a poco tiempo de que comience el verano, ya está haciendo un calor de locos, de modo que allí mismo nos fuimos de a poco sacando nuestras ropas... De a poco, lentamente, los dos con el mismo deseo de sentir cada gesto en su real valor... Ya lo habíamos hablado con Gerardo, y los dos estábamos de acuerdo, era una sintonía perfecta, hasta en los menores detalles... Y un rol importante lo ponía el diálogo, sus palabras y las mías, que a propósito no dejaban de recordarnos quienes éramos: madre e hijo que se entregaban el uno al otro, sin límites, sin tabúes, ajenos a toda norma impuesta por la sociedad... Escondidos, claro que sí de la sociedad, porque sería incapaz la sociedad de comprender la libertad y la totalidad en la que viven su amor esta madre y su hijo...
-¿Tenías ganitas, Gerardo, de estar con mamá?...- le susurraba los segundos que conseguía libertar mis labios de sus sedientos labios... -Sí, mamita hermosa..., sí que tenía ganas... -¿Muchas ganas, mi chiquito?... -Muchas ganas, mamá... Desde que me guiñaste el ojo hoy a la tarde, cuando te ibas, no paré de pensar en vos, y de esperarte... -¿Estás caliente papito?...- le pregunté mientras mi mano rozaba suavemente, por enésima vez a la altura de la bragueta del pantalón, ese bulto hermoso que ya parecía querer estallar... -Muy caliente... ¿Y vos, mamita?... Y sólo le respondí: -¿Querés saberlo?... Tocá, papito..., y te vas a dar cuenta...
Y una de sus manos bajó enseguida a mi entrepierna... Yo abrí bien los muslos, para darle libertad... cerré los ojos y comencé a sentir las suaves caricias de sus dedos, por encima de mi bombacha... ¡Qué sensación más placentera!... Bien abierta de piernas, en gesto de total sumisión y entrega... y sin dejar de decirle y recordarle lo que ya sabía, pero que necesitaba escuchar, y yo necesitaba decir, para acrecentar el maravilloso morbo del momento, el inigualable morbo del momento en que una vez más una madre se entrega a su hijo-amante, sin ningún tipo de ataduras ni limitaciones... -Si, Gerardo..., si, si... aquí me tenés... aquí la tenés a tu mami... toda tuya, mi chiquito... -Mmmmmmmm... mamá..., que hermosa..., que caliente... estás ardiendo... -Sí papito, para vos... toda para vos... Tu mamita toda para vos... Y Gerardo lo sabía hacer, había aprendido de modo inigualable la lección, de prolongar hasta lo imposible cada caricia, cada beso, cada gesto, y de repetirnos el uno al otro las palabras mágicas: "madre", "hijo", que nos encendían como la primera vez, hacía ya mucho tiempo... Y él no dejaba de repetirme... -Mamá..., mamá... -Sí, mi chiquito..., toda tuya..., toda tuya... tu puta, papito...
Luego mi blusa y mi falda molestaron, y mi adorado amor tuvo a su mamá en esa lencería negra que tanto le agradaba... Y yo sabía que Gerardo prolongaría aún más el desnudarme por completo, pues le gustaba verme así, como puta de calle, su madre, para él solo... Pasó su lengua por mi vientre, interminablemente... y era algo que me complacía... El saber que mi vientre combado, mi panza de mujer casi cincuentona, no lo desagradaba, y al contrario, era una de sus delicias, eso me daba una gran confianza, y me hacía sentir bien... Masajeaba una y otra vez mi panza, en toda su redondez..., y su lengua parecía querer explorar cada centímetro de mi piel... Mientras yo, de pie, temblaba de placer, sabiendo que su lengua pronto llegaría adonde quería que llegara...
Con una mano apartó el delgado tul de mi bombacha, y con los dedos de la otra empezó a urguetear en mi entrepierna, quedándose a hacer circulitos en mi ano... ¡Gerardo sabía que eso me enloquecía!... Y mientras tanto, su lengua, su golosa lengua juguetona, comenzó su deliciosa tarea de ir apartando primero los labios externos de mi concha, para llegar a los internos, y descubrir mi clítoris encendido y ya mojado... ¡Qué delicia, qué maravilla!... Y la visión de verlo desde arriba: él, mi hijo, mi pequeño, el que una vez dí a luz por ese mismo lugar que ahora él colmaba de regalos.... -Sí, Gerardo, si..., así... toda mi concha es tuya, Ger...., así, mi amor, así... Y llegó un momento que con ambas manos trató de abrir lo más que pudo mis labios vaginales, para tener más a disposición mi botón ya duro y palpitante... Y sus chupadas y sorbidas se hicieron cada vez más intensas y rápidas, al compás de mis gemidos, hasta que ya no pude más, no pude contenerme más... y me derramé, regalándole todos mis jugos, que llegaron a su boca sin ser rechazados. Al contrario, en medio del arrobamiento de mi primer orgasmo pude sentir los sonidos de su lengua bebiéndose todo, y sentir también sus chupadas más intensas como queriendo limpiar en los labios de mi vagina todo resto de mis líquidos... Y una y otra vez recorrió con sus labios toda la geografía de mi concha, ansioso por beber hasta la última gota...
Pero no terminó allí su adorado juego en el pubis de su madre... Gerardo sabía bien que yo era capaz de tener pronto otro orgasmo si él prolongaba sus mimos allí mismo, donde había concentrado su maravillosa tarea... Pronto me quitó la bombacha, y yo me acomodé en el sillón, bien abierta de piernas, y él allí abajo, reiniciando su fantástica tarea, su sensual artesanía... ¿Cómo poder narrar lo que se siente?... ¿Cómo poder describir en estas líneas que no se trata sólo de placer físico?... ¿Cómo poder decirles lo que siente una madre cuando es su hijo quien la trata con semejante dulzura?... Y más aún: el saber que ha sido una quien con infinita paciencia, y en prolongadas e interminables sesiones de amor, ha podido convertir a un adolescente inexperto en el más delicado y generoso de los amantes... ¿Cómo poder explicar aquí que el placer de cada uno de mis orgasmos se llena de los recuerdos de decenas y decenas de noches de amor con mi hijo, de centenares y centenares de caricias, y besos, y mimos, y diálogos interminables?... No, es imposible describirlo... sólo se puede sentir, y vivir... Ciertamente... Gerardo se ha convertido en un amante exquisito, y sabe muy bien lo que me gusta... Estuvo como media hora comiéndome la concha de una manera riquísima... Yo sentada en el sillón, y él abajo, en el piso... Al principio con delicadeza, con su lengua abriéndose paso entre mis labios vaginales, y luego ayudándose con sus manos... Y el gozo me era pleno, total, como si no hubiera sucedido que hacía instantes había tenido mi primer orgasmo por las mismas delicadezas de su lengua en mi vagina... El momento que me dejó loca fue cuando con una de sus manos me tomó delicadamente el clítoris con pulgar e índice, y con la otra metía sus dedos en mi vagina, yendo y viniendo, mientras su lengua no dejaba de pegar en mi botón... De veras, creí que enloquecía cuando me hacía esto... Hasta que llegó mi turno... y claro que estaba esperando mi turno...
Una simple y profunda caricia a su entrepierna le dió a entender que había llegado mi turno de brindarle placer: ¡y de seguir brindándome placer!..., porque pocas cosas me encendían más que tener en mi boca la hermosa tranca de mi hijo... Y en un instante le saqué su remera y pantalón, y no esperé a sacarle el boxer, que ya me había tragado esa verga maravillosa hasta lo más profundo de mi garganta... Cuando quedamos los dos desnudos sobre el sillón hacía rato que se la venía chupando y chupando de todas las maneras posibles... Creo que me saqué por un buen rato las ganas de tragarme esa verga maravillosa que tiene... Por momentos me detenía, porque le costaba contenerse... Gerardo tiene una pija hermosa, larga y gruesa, de no creer... Y lo más excitante para mí es que yo, su madre, he sido quien se la he visto crecer, y creo que en buena medida he sido la causa que haya crecido así de hermosa... Ha crecido gracias a mis caricias, a mis masturbaciones, a mis chupadas, a mis mamadasm, a mis innumerables cabalgatas sobre ese potro indómito que siempre era su adorada verga en mis entrañas maternales... ¿Cuántas veces han sido mis mamadas a esa verga maravillosa?... Incontables...
Y llegó el momento en que me penetró con lujuria exquisita... de espaldas a él, para sentir la presión de su mástil justo en el punto que me daba más placer... Sentirlo entrar tan facilmente en mi concha mojada ya por varios orgasmos fue una delicia... -Mmmmmmm... papito, así..., quiero tu verga toda adentro, mi amor..., así... Y él acompañaba el diálogo, con palabras ya incontenidas, que me da algo de pudor repetirlas aquí, porque sólo son comprensibles en la intimidad de esos momentos inigualables que vivían esa noche de viernes madre e hijo, escondidos de todas las miradas, en ese secreto bien guardado de nuestro hogar..., para nosotros solos, y para nadie más... -¿Así la querés mamá?... ¿Bien adentro?... Sí, mamita, sí, yo sé que la querés así..., toda tuya mi pija, así... cabalga, mamita linda..., cabalga... mi puta... -Sí, Gerardo, soy tu puta..., quiero serlo papito, soy tu puta..., dame tu pija, mi bebito... dale a tu madre puta tu pija, dasela a tu puta... Y él acompañaba mis movimientos, tomándome fuertemente de mis glúteos, y abriéndolos, para dirigir con certeza los movimientos de la cabezota de su pija, que entraba totalmente, y salía totalmente, y volvía a entrar y volvía a salir, de mi concha insaciable...
¿Hago mal narrando estos detalles?... Los lectores sabrán valorar las cosas como quieran... Pero una vez más repito que escribo ante todo para mí, primeramente para mí, porque me da enorme placer volver a vivir con mi imaginación lo que estoy relatando ahora... En toda la noche conté cinco o seis orgasmos en total, y él me dió su leche dos veces. La primera de una manera brutal y hermosa a la vez, que a mí me gusta mucho, y él sabe hacerlo bien: yo en posición perrito, y él con su pija entrando y saliendo intermitentemente a mi vagina, pero sacándola del todo, y volviendo a entrar con precisión y de modo lento...
Ay... es algo que Gerardo hace de maravillas, y sentir esa enorme y querida verga de mi hijo entrando por completo y saliendo por completo, con movimientos lentos, pero profundos, y con mi vagina empapada, chorreando jugos... era de enloquecer. Y mientras hacía todo esto, alcanzó a meterme dos dedos en mi ano, luego de haberlo ensalivado bien... fue... exquisito... Me creerán si digo que luego, abandonando la sala y yendo al cuarto, seguimos haciéndolo y prolongando de modo maravilloso una noche que parecía interminable?... Creíble o no, no es lo importante... Lo verdaderamente importante es lo que yo siento al narrar estos frescos recuerdos que viven en mí con la misma intensidad con la que fueron vividos, y que me permiten repetir un placer similar al que viví esa noche...
Finalmente caímos los dos rendidos... pero nos quedamos despiertos... con algo de música en la radio... muy baja... y diciéndonos palabras de amor, bromas, recordando detalles, como nos gusta a los dos... Yo estaba reclinada mi cabeza sobre su pecho... mientras seguía acariciando su pene ya flaccido, luego de habérselo limpiado chupándoselo con toda delicadeza y detalle...
Y ocurrió que en un momento, conversando... que Gerardo me preguntó porqué había estado tan alejada de él estas últimas semanas... Y yo traté de cambiar de conversación y de no dar importancia al asunto... Pero él insistió, serenamente, pero insistió... y advertí que se había dado cuenta de lo que me había venido sucediendo. Me dijo que se acordaba que hacía un par de semanas había llamado Oscar desde España, y entonces me preguntó: -¿Estuviste alejada de mí porque empezaste a extrañarlo?... Hice silencio por algunos segundos, pero no le pude mentir... Ya tengo experiencia que lo mejor en mi relación con él es decirle la verdad. Y le dije que sí, que así había sido, y que él sabe bien que ellos dos son mis dos amores, y que siempre lo voy a amar a Oscar, como también siempre lo voy amar a él..., y que tiene que estar seguro que ahora él es mi dueño y mi señor... y que yo soy suya, toda suya... Fue hermoso, porque él no es para nada celoso, y sabe cuáles son mis sentimientos para con los dos, y entre Oscar y él ha habido siempre completa sinceridad... Lo más lindo es que cuando hablábamos de estas cosas, yo no dejé un solo momento de acariciarle su maravillosa pija, que me enloquecía... A pesar de todo lo que la había disfrutado esa noche, seguía deseándola... Y la hermosa verga de mi amado hijo fue adquiriendo de vuelta volumen..., hasta que ya estaba a punto para darle otra chupada de novela..., que no tardé en comenzar... De modo que él tuvo deseos de penetrarme nuevamente, y fue exquisito... porque pudo darme otra vez toda su leche, otra vez, y hasta la última gota... y hasta esa última gota se la limpié con delicado cuidado materno antes de reclinarme otra vez a su lado, para dormir abrazados... por fin...
Soy feliz... y veo que Gerardo no se cansa de mí, y que él es feliz a mi lado...