El Diario de Marcos: La boda de mi mejor amigo

Hace un año asistí a la boda de mi mejor amigo. Allí conocí a Edu, con quién pasé una de las mejores noches de mi vida sin saber cuánto iba a cambiar mi percepción sobre el amor tras ese encuentro sexual.

Ayer tuvimos reunión familiar y mi tío nos comunicó la gran noticia: se casa a principios del año que viene. Me alegro por él, porque a sus 44 años ya creíamos que no iba a encontrar a nadie con quien compartir el resto de su vida. Bueno, eso es lo que pensábamos hasta que el año pasado conoció a su actual novia en un viaje por La India y ambos experimentaron un amor a primera vista. Recuerdo, antes de que sucediera todo esto, las típicas bromas que mi padre gastaba insinuando que lo más seguro es que el hermano de mi madre fuera gay y que por eso nunca se le había conocido novia. A mí nunca me han hecho gracia ese tipo de bromas, sobre todo desde que asimilé que a mí me iban los tíos. "No te rías papá; si tú supieras…", pensaba yo.

La noticia del enlace me ha hecho recordar la última boda a la que asistí: la de Juan, mi mejor amigo. Juan y yo nos conocemos desde siempre; diría yo que desde que tengo uso de razón. Antes de mudarme al piso donde resido actualmente, ambos vivíamos en el mismo edificio, puerta con puerta. Fuimos juntos a la guardería, compartimos la misma clase durante toda la EGB en el colegio y coincidimos el primer año de bachillerato en el instituto, hasta que yo me cambié de barrio. Pero a pesar de ello, seguíamos viéndonos todos los fines de semana, porque aparte de que no queríamos perder nuestra amistad, nuestros padres también se habían hecho amigos entre sí y compartían muchas jornadas de picnic en el campo. Juan nunca ha tenido secretos conmigo y yo con él, tampoco, salvo con lo de mi tendencia sexual. Nunca tuve la necesidad de contarle nada porque cuando éramos más jóvenes yo aún no tenía muy claro todo aquello que sentía y me avergonzaba contarle algo así. Después, cuando lo asimilé y lo acepté por completo, fue la única persona a quien me hubiese apetecido contárselo. Pero por aquel entonces Juan ya se había ido a vivir a Pontevedra. Sus padres son gallegos y siempre tuvieron el sueño de volver algún día a su tierra de origen; por eso, cuando al padre de Juan le ofrecieron la posibilidad de trasladarse a la sucursal que tenían en Pontevedra, no se lo pensaron ni un segundo. De eso hace ya cinco años y, aunque nunca he perdido el contacto con Juan y siempre que nos vemos nos tratamos como si nos hubiésemos visto el día anterior, lo cierto es que la falta de roce ha hecho que hayamos perdido cierta confianza y complicidad.

Juan se casó el verano pasado. Nos invitó a mis padres, a mi hermano y a mí, aunque mi hermano no pudo asistir porque coincidió con sus vacaciones y estaba de viaje. Para que la boda no nos saliese más cara de lo que ya nos estaba suponiendo, Juan me ofreció hospedarme en su casa y mis padres alquilaron una habitación en un hostal barato del centro de la ciudad. La ceremonia se desarrolló en la catedral de Pontevedra y después lo celebraron por todo lo alto en un hotel de la Isla de la Toja, en O Grove (lugar de nacimiento de Lola, la novia de Juan). Mi amigo ya me había avisado de que en el banquete no iba a compartir mesa con mis padres, pues había decidido sentarme en otra mesa donde iba a estar con gente de mi edad para que estuviese más a gusto. Aunque no conocía a ninguno de mis compañeros de mesa, la verdad es que se lo agradecí, porque ya son de por sí bastante coñazo las bodas como para que encima tengas que estar en la misma mesa con gente que te dobla la edad.

Una vez que salimos de la iglesia y felicitamos a los novios, mi amigo me presentó a un primo suyo, uno de mis compañeros en el banquete. La verdad es que cuando le vi me causó muy buena impresión. Era un chico de unos 30 años, alto y fuerte. Tenía el pelo corto y se lo había engominado para darle forma en punta. Sus manos tenían algo de vello y me hacían suponer que el resto del cuerpo lo tendría igual. Llevaba una perilla muy fina que le daba un aspecto de espadachín del siglo XVIII. Tenía los ojos verdes y era muy atractivo de cara. Se llamaba Eduardo, aunque me pidió que le llamara Edu, como le conocían en su familia y en su grupo de amigos. Enseguida hicimos muy buenas migas y entablamos una interesante conversación. Era ese tipo de tíos con carisma que cuando te hablan te quedas embobado por la seguridad con la que se dirigen y por la inteligencia de sus palabras.

La familia de Lola, la novia de Juan, era una familia de dinero, y alquilaron unos autocares que trasladaron a todos los invitados desde la catedral de Pontevedra hasta la Isla de la Toja, en O Grove. Durante los 45 minutos que duró el viaje, Edu y yo no paramos de hablar de nuestros trabajos, de nuestras aficiones, de Juan… y continuamos haciéndolo durante el cocktail previo a la cena. Aunque estaba muy a gusto con él, no quería que se sintiera comprometido a estar conmigo, y le decía que no se preocupara por mí y que fuera a hablar con otras personas. Pero él me decía que de allí sólo conocía a su familia gallega y que tampoco tenía muchas ganas de estar saludando a la gente. Edu vivía en Girona con su madre, la tía de Juan, desde que sus padres se divorciaron cuando él tenía quince años y decidieron comenzar una nueva vida fuera de Galicia (esa circunstancia le había dado un acento bastante raro, pero a la vez gracioso, mezcla entre gallego y catalán). El caso es que, salvo con Juan y con los padres y hermanos de mi amigo, con el resto de la familia no tenía apenas relación desde que en el divorcio decidieron apoyar a su padre en lugar de a su madre. Además, me dijo que raramente uno encuentra en la vida una persona con la que se conecta tan bien como lo había hecho él conmigo y no quería desaprovechar esa oportunidad. Recuerdo que ese comentario tan ambiguo me dejó pensativo por unos instantes y me puso algo nervioso durante unos minutos.

Durante el cocktail Juan me presentó a los que serían el resto de mis compañeros de mesa: un par de amigos suyos de la facultad con sus respectivas novias, una compañera del trabajo y su novio, y una prima suya (y de Edu también) con su chico. Edu y yo éramos, por lo tanto, los únicos que habíamos asistido sin pareja. En la cena lo pasamos bastante bien. La verdad es que mis compañeros de mesa era gente bastante maja y no parábamos de hablar, reír y brindar por los novios. Éramos la mesa más animada de todo el salón. Pero siempre hay excepciones: dicen que en las bodas, en toda mesa hay una idiota, y en mi mesa esa idiota era sin lugar a dudas la prima de mi amigo. Era una tía algo pedorra y presumida que no paraba de hablar del puestazo que tenía s novio, del dinero que ganaba y de los viajes que hacían por todo el mundo. Mis compañeros de mesa la escuchaban creo que por educación y amabilidad, pero yo intentaba pasar de ella olímpicamente y prefería centrarme en la conversación con Edu. Y a Edu le pasaba exactamente lo mismo que a mí. Quizás por eso, por despecho, la prima de Edu saltó en medio de la cena con una pregunta que no venía mucho a cuento.

¿Y cómo que no ha venido Miquel contigo a la boda? ¿Trabajaba? – preguntó maliciosamente a Edu

No podía. Estaba ocupado – contestó secamente

Pues fíjate que corría el rumor de que te había dejado. Ya sabes cómo es la familia, siempre cuchicheando – continuó su prima

No hace falta que me lo asegures. Es una de las razones por las que nos fuimos a Girona a vivir

¿Pero entonces seguís juntos? - insistió

Berta, no creo que a ti te importe, y tampoco quiero aburrir al resto de la mesa con mi vida personal – contestó para cortar de raíz aquel tema de conversación

Chico, qué borde te pones a veces – añadió molesta la prima

Toda la mesa seguimos aquel diálogo en total silencio y con cierta tensión hasta que Fran, uno de los compañeros de facultad de Juan, sacó otro tema de conversación al que se unió el resto al instante. Noté a Edu un poco serio después de aquello y se levantó y se excusó diciendo que tenía que ir un momento al servicio. Cuando oí a Berta decir aquello de Edu y de Miquel me sorprendió bastante. Sus palabras no dejaban lugar a dudas: Edu era gay, cosa que nunca me hubiera imaginado debido al aspecto y a la forma de ser tan varonil que tenía. No es que crea que un gay no pueda ser varonil; de hecho, yo no tengo nada de pluma, pero hay ciertos tíos por los que pondrías la mano en el fuego si tuvieras que asegurar que son heterosexuales. En ese momento se me despertó un sentimiento de protección hacia Edu, no sólo porque hubiese descubierto su tendencia sexual y me identificara con él, sino porque esa hija de puta había ido a propósito directamente a donde más podía dolerle. A los cinco minutos volvió a la mesa y siguió con la cena como si nada hubiese pasado, con la misma alegría que derrochaba antes de la pregunta de su prima.

El baile que siguió a la cena fue de lo más divertido. No paré de bailar con los novios y mis compañeros de mesa. Hicimos un círculo en el centro de la pista y éramos la admiración de todos los asistentes. Yo no hacía más que alternar bailes con copas, por lo que poco a poco fui poniéndome más contentillo de la cuenta y a decir alguna que otra tontería. Edu no bailaba. Pasó casi todo el tiempo hablando con familiares suyos muy animadamente sentado en una de las mesas. Parecía que la alegría que se respiraba en aquella boda había propiciado un acercamiento con su familia y había ayudado a limar asperezas. Pero hubo un momento que se quedó solo y cuando consideré que ya llevaba mucho tiempo sin compañía, me acerqué donde estaba él.

Venga Edu, anímate y únete al grupo, que lo estamos pasando de puta madre – le dije algo contentillo. Edu rió.

No, muchas gracias. No estoy en mi mejor día – contestó

No quise insistirle más para no molestarle. De hecho me alegró que no hubiese aceptado mi propuesta, porque entonces decidí quedarme un rato con él para así poder estar los dos solos. No es que me hubiese propuesto nada con él; ni siquiera se me había pasado por la cabeza; pero me sentía tan en armonía con Edu cuando hablábamos de cualquier cosa que no quise desaprovechar ese momento. Fui a la barra a por un par de copas, una para Edu y otra para mí, y volví a sentarme junto a él. Llevábamos un rato conversando cuando me propuso salir a los jardines para estar un poco más tranquilos.

El ambiente allí fuera era de lo más relajado: sin el ruido de la música, con una ligera brisa y escuchando las olas del mar. Me ofreció un cigarrillo pero se lo rechacé porque no fumo y él se encendió uno. Tras un par de caladas, suspiró y saco el tema.

He sido un poco cortante y algo borde antes en la mesa, ¿no? – dijo mientras fijaba su mirada en el mar

¿Por qué lo dices? – pregunté simulando que no sabía a qué se refería

Lo digo por el momento tan tenso que se ha vivido antes. Quería pedirte disculpas por mi comportamiento. Ahora entiendes porque apenas tengo relación con mi familia

Si lo dices por tu prima Berta, no tienes que pedir disculpas por nada. Si yo hubiese estado en tu lugar, le hubiese mandado a la mierda directamente a esa subnormal – añadí totalmente desinhibido por las copas que llevaba encima

Edu se volvió hacia mí y abrió mucho sus ojos sorprendido por mis palabras. Acto seguido, estalló en una carcajada a la que me uní yo al instante.

Joder nen! Tú si que eres claro… - me dijo

Entonces me di cuenta de mi descaro y le pedí disculpas por haber insultado a su prima.

No tienes que disculparte. Al contrario, soy yo el que te agradece tu claridad y tu apoyo – dijo mirándome directamente a los ojos

Me puso algo inquieto y aparté la mirada. Le pedí un cigarro, a pesar de mi negativa anterior, para calmar un poco los nervios. Llevábamos un rato en silencio, sentados en una hamaca que habíamos robado de la piscina, cuando retomó la conversación.

Miquel era mi novio. Le conocí cuando yo tenía 22 años y él 31. Llevábamos 8 años juntos, 5 de ellos compartiendo casa, cuando un día llegó del trabajo y me soltó de repente que ya no me quería y que lo mejor era que dejáramos nuestra relación

Oye, no te sientas en el compromiso de contarme nada. No hace falta que justifiques tu comportamiento de antes – le dije

No; no me estoy justificando por nada. Sólo te lo cuento porque me apetece contártelo y porque sé que eres ese tipo de personas en quien se puede confiar. Pero a lo mejor te estoy aburriendo – añadió. Antes de que terminara su frase le interrumpí

No me estás aburriendo Edu. Me encanta que confíes en mí y me cuentes cosas tan íntimas de tu vida.

Me alegro Marcos

¿Puedo preguntar qué pasó para que dejara de quererte?

Bueno, la versión oficial es que se había dado cuenta de que éramos muy diferentes y que nuestra relación se había ido debilitándose poco a poco; y que si seguíamos juntos iba a llegar un día en que nos haríamos mucho daño el uno al otro.

Ya, ¿y la versión extraoficial?

Que se había enamorado de otro. A la semana de dejarme le ví un día por la calle muy acaramelado con otro tío: un compañero suyo de trabajo que conocía yo de una fiesta en la que me lo presentó

¡Qué hijo de puta! ¿Fue hace mucho…?

¿Cuándo cortamos? – me preguntó y yo asentí – Hace cuatro meses. Pero bueno, poco a poco voy superándolo, sobre todo conociendo a gente como tú

Ya era la segunda vez que Edu me decía algo similar mirándome a los ojos. En ese momento tuve la tentación de lanzarme a sus labios y besarle desesperadamente, pero me contuve y sólo atiné a darle las gracias por su comentario.

Bueno, cuéntame algo más de ti. ¿Tienes pareja?

No, ahora no. Llevo bastantes años sin salir con nadie… en plan serio, quiero decir – dije. En ese momento me acordé de Laura, la última chica con la que tuve una relación de pareja hacía ya tres años, y con la que sólo duré cuatro meses.

Ya, ¿pero alguna vez has salido con algún tío o aún no te has decidido a dar ese paso?

¿Cómo dices? – pregunté sorprendido

¿Eres gay, verdad?

¿Por qué lo crees?

No sé, dicen que los gays tenemos un sexto sentido para reconocernos entre nosotros. A mí al menos me funciona – dijo con su mirada clavada en la mía

Ante la evidencia no tuve más remedio que confesárselo.

Sí, lo soy – y para dotar de normalidad a la situación, añadí divertido - ¿y tú también eres gay, no?

¿Por qué lo dices? – preguntó burlonamente

Porque tu mirada me dice que te mueres de ganas por besarme en los labios – añadí ya totalmente desinhibido

Quizás me había aventurado diciéndole eso, pero entre las copas que llevaba encima y las insinuaciones que me había hecho Edu, no hice más que expresar lo que deseaba que pasara en aquel momento. Edu volvió a sorprenderse por mi claridad, pero lejos de cortarle, tomó el relevo y siguió con aquel flirteo.

Veo que a ti tampoco te falla tu sexto sentido. Y tú, ¿no quieres besarme?

Nada más me apetece en este momento que comerte la boca

Entonces Edu llevó su mano hasta mi cara y me la acarició dulcemente. Después, cogiéndome de la nuca, me atrajo lentamente hacia él, quedando nuestros rostros a escasos centímetros. Podía sentir su respiración algo agitada; y él, la mía. Tras unos segundos así, cerré los ojos y busqué sus labios con los míos. Nos rozamos y nos dimos un pequeño y dulce beso, para después continuar con otro beso más apasionado. Y después otro; y otro; y otro… hasta que nuestras lenguas comenzaron a luchar entre sí con desesperación.

Edu me hizo tumbarme sobre la hamaca y él se echó sobre mí. Continuamos un buen rato morreándonos mientras nos sobábamos por todo el cuerpo. Palpó con firmeza mi paquete para comprobar su dureza y acto seguido bajó la cremallera de mi pantalón para meter su mano por debajo del calzoncillo y cogerme la polla. Al notar el contacto de su mano me estremecí de placer y busqué con mi mano su bragueta para imitarle en sus movimientos. Me desabrochó el botón y me bajó el pantalón y los boxer hasta la altura de los huevos y empezó a hacerme una paja. Yo me mordía el labio inferior y suspiraba, echando la cabeza hacia atrás del placer que estaba recibiendo. Le propuse tumbarnos ambos de lado sobre la hamaca para corresponderle con otra paja. Y así los hicimos. Le bajé sus pantalones y calzoncillos y le cogí del rabo para masturbarle frenéticamente. No tenía una gran polla; alrededor de los 14 centímetros, pero su dureza y el calor que desprendía invitaban a mamársela. Durante largo tiempo estuvimos comiéndonos la boca mientras nos masturbábamos mutuamente. De vez en cuando le llevaba la mano al culo y se lo masajeaba fuertemente. Lo tenía duro y prieto y con algo de vello, aunque no muy abundante. Nos desabrochamos las camisas y nos acariciamos el pecho y los pezones. Al igual que en sus manos y en su culo, el torso de Edu también tenía vello, que se concentraba sobre todo en sus pectorales y en la mata de pelo que, a modo de estrecho camino, se dirigía directa a la zona de sus genitales. Definitivamente, aquel tío desprendía virilidad por cada poro de su piel y eso me ponía realmente loco. No tardamos mucho en corrernos debido a la calentura que llevábamos encima. Saqué un paquete de kleenex que llevaba guardado y nos limpiamos el pecho y el abdomen. Nos subimos los pantalones pero permanecimos con las camisas abiertas mientras nos acariciábamos tiernamente las tetillas.

Ha sido increíble – le dije – no esperaba que la noche terminara así

¿Terminara? – preguntó cómplice – yo pensaba que no había hecho más que empezar

Hombre, si me lo propones así… Creo que me va a ser imposible negarme a continuar con esto

¿Sabes una cosa? - preguntó

¿Qué?

Que desde que nos presentó Juan a la salida de la iglesia, lo único que tenía en mente era besarte. Y el único obstáculo que quizás hubiese impedido hacerlo es que tuvieses pareja

Tú también me has impactado desde el principio, pero no podía imaginarme que fueras gay. Luego lo he sabido, claro, pero cuando me has dicho que hace poco cortaste con tu novio, te he notado algo afectado y no sabía si te apetecería hacer algo conmigo - añadí

Pues para no saberlo bien directo que has sido

Es cierto. No sé lo que me ha pasado, pero me has mirado tan fijamente a los ojos que me has desarmado y me he dejado llevar por el calentón

Edu se limitó a sonreírme y volvimos a besarnos una vez más. Aunque nos habíamos ocultado entre unos arbustos y estábamos prácticamente a oscuras, pensamos que ya habíamos tentado demasiado a la suerte y decidimos irnos de allí. Cuando salimos de nuestro escondite, uno de los camareros que recogía copas vacías de las mesas del jardín nos descubrió y se nos quedó mirando. Edu y yo aceleramos el paso y nos adentramos de nuevo al salón entre risas de complicidad como dos chavales que acaban de hacer una gamberrada y han sido pillados. Dentro, la gente seguía bailando totalmente ajena a nuestro rollo. Fran se nos acercó animándonos a que nos uniéramos a la pista y nos contó que Berta, la prima de Juan y Edu, se había tenido que ir a casa porque había cogido tal cogorza que había vomitado en una de las esquinas del salón. Cuando nos lo contó, Edu y yo nos partimos de risa y sentimos habernos perdido ese momento tan bochornoso para Berta y su familia. Por el único que lo sentí fue por Juan, que el pobre no sabría donde meterse ante tan lamentable espectáculo delante de la adinerada familia de su reciente mujer. Si Edu ya estaba especialmente alegre por la paja que acabábamos de tener en el jardín, la historia de su prima acabó por animarle el día y movido por el entusiasmo fue el primero que se adentró en la pista de baile arrastrándome con él. Bailamos durante largo tiempo dando brincos sin parar, hasta que yo ya no pude más y me senté en una de las sillas a descansar. Edu se acercó y se sentó a mi lado.

Yo tampoco puedo más. Y ya empiezo a agobiarme de nuevo. ¿Te apetece que cometamos otra locura? – me preguntó con una sonrisilla pícara

Uy, esa cara… A ver, ¿que se te está pasando ahora por la cabeza? – le contesté

Tú confía en mí. Espero que podamos hacer lo que se me acaba de ocurrir. Ven conmigo.

Salimos juntos de allí y volvimos de nuevo al jardín. Nos alejamos bastantes metros del salón y ya apenas oíamos la música que salía del interior. Yo estaba totalmente expectante y con ganas de saber qué sorpresa me tenía preparada Edu. Empezamos a rodear el hotel caminando durante un par de minutos, hasta que llegamos a una pared de cristal.

Asómate – me pidió, y yo le hice caso - ¿qué te parece?

No sé, no veo nada – le dije

¿Seguro? Observa mejor y fíjate en la parte del suelo

Tras unos segundos en que mi vista se fue acostumbrando a la oscuridad del interior por fin atiné a ver lo que me decía.

Coño, pero si es una piscina – dije sorprendido

Justo. Yo sabía que en este hotel había una piscina climatizada, pero no sabía donde estaba exactamente. ¿Te apetece un baño? - preguntó

¿Qué dices? Estará cerrada. Aunque si te digo la verdad nada me sentaría mejor en este momento que un chapuzón en la piscina

A mí se me ocurre otra cosa que te sentaría aún mejor – y dicho esto, me cogió de la mano y me arrastró hasta lo que parecía ser la puerta de acceso

Poco esfuerzo tuvimos que hacer para abrir la puerta corredera de cristal que daba al interior. Entramos y cerramos de nuevo la puerta tras de sí. Lo primero que hizo Edu fue acercarse hasta la otra entrada de la piscina por la que se accedía desde el interior del edificio y comprobar su estado. Estaba cerrada. Perfecto. Así ningún empleado del hotel, o algún que otro cliente con la misma idea que nosotros de darse un baño a las dos y media de la madrugada, podría pillarnos desprevenidos. Ni corto ni perezoso Edu comenzó a desvestirse dejando cuidadosamente la ropa sobre uno de los bancos. Yo también empecé a quitarme la ropa mientras no dejaba de reírme preso de la excitación del momento. Nos quedamos sólo en calzoncillos y Edu no dudó en quitárselos también quedando totalmente desnudo. Tenía la polla algo morcillona.

¿Nos vamos a bañar en pelotas? - pregunté

¿Qué quieres, que cuando salgamos del agua y nos vistamos vayamos con los gayumbos empapados?

No, sí en eso tienes razón, pero como venga alguien y nos vea de esta guisa

Venga nen, no seas aguafiestas, hay que hacer locuras en la vida de vez en cuando – y tras decir eso se tiró al agua – Guau! Está calentita. Tírate ya - dijo

Me deshice de mi bóxer y me lancé al agua. Edu ya estaba nadando hasta el otro extremo de la piscina y fui tras él. Mi agilidad y mi velocidad en natación hicieron que le pillara justo antes de tocar la pared. Le abracé por detrás e intenté hacerle una aguadilla, pero en la zona en la que estábamos se hacía pie perfectamente y fue prácticamente imposible.

Serás mamón… - me dijo, y comenzó a luchar conmigo para derribarme y hundirme bajo el agua

Estuvimos peleándonos durante un buen rato hasta que no pude resistir la fuerza que tenía y con sus piernas hizo que me tropezara llevándome hasta el fondo de la piscina. Mientras subía de nuevo hacia la superficie, mi cara chocó con su ya empalmado rabo. Una vez fuera del agua quedé de pie frente a él y me acerqué a besarle al tiempo que hundía mi mano bajo el agua en busca de su polla. Comencé a hacerle una paja y él se dejó hacer apoyando sus brazos en el borde de la piscina y con los ojos cerrados. Me encantaba estar dando placer a ese pedazo de tío y me excitaba ver la cara de goce que ponía a cada movimiento de mi mano sobre su polla. Sin abrir los ojos me susurró algo al oído.

Una de mis fantasías de toda la vida era hacerlo en una piscina. Y ahora se está cumpliendo – dijo entre pequeños jadeos

¿Si?, pues dime qué es lo que sucede en esa fantasía y lo hacemos

Estaba totalmente entregado y deseaba complacerle haciendo cualquier cosa que él me pidiera.

En mi fantasía hay un tío bueno que me come la polla bajo el agua - añadió

Sin dejar que acabara la frase, me zambullí y me metí todo su rabo hasta el fondo. Cuando no pude contener más la respiración, dejé de mamársela y salí a la superficie a coger aire. Volví a hundirme y proseguí con mi mamada. Tras una zambullida más le invité a que se sentara en el borde de la piscina para seguir comiéndole el rabo sin riesgo de morir ahogado. Edu se sentó con las piernas colgando y los pies hundidos en el agua. Cogió mi cabeza con sus dos manos y me la dirigió directa a su falo, que no tardé en tragarme. Esa imagen me pareció de las más excitantes que había vivido hasta aquel momento: comiéndole la polla a un tío sumergido en una piscina y totalmente desnudo.

Intercambiamos las posiciones y entonces fue él quien comenzó a mamarme la polla. Minutos después, ya echaba de menos su rabo y le pedí que saliese del agua y se tumbase junto a mí al borde la piscina para hacer un 69. A pesar de que sólo hacía una hora que se había corrido, Edu me pidió que me detuviese en varias ocasiones porque sentía que iba a eyacular en cualquier momento y quería retrasarlo todo lo posible.

¿Sabes que más ocurre en mi fantasía?

Estoy deseando que me lo digas – contesté con lujuria

Que ese mismo tío bueno que me come la polla después me folla dentro del agua

¡Joder, qué caliente me puso aquel comentario!, y aunque no me hubiese importado nada intercambiar los papeles y que fuera él quien me follara a mí, la verdad es que su idea me había puesto a mil y supe que no iba a irme de allí sin haberle clavado antes todo mi rabo. Edu se lanzó al agua y me invitó a hacer lo mismo. Se apoyó en el borde de la piscina poniéndose de espaldas a mí y arqueando ligeramente la espalda para ofrecerme todo su culo.

¿Eres activo?

Versátil – dije

Perfecto. Yo sólo pasivo

Espera, ¿tienes condones? – pregunté dándome cuenta de nuestra falta de previsión

No ¿Y si lo hacemos a pelo?

No acostumbro a hacerlo así

Por mi parte no tienes por qué preocuparte. Cuando Miquel me dejó lo primero que hice fue hacerme las pruebas del VIH, porque si me engañó una vez quien dice que no lo hubiese hecho más veces… Pero salió negativo, y desde entonces no había vuelto a estar con ningún tío - dijo

¿Y tú te fías de mí? - pregunté

Si tú me dices que no tienes nada, te creo. Juan es como un hermano para mí, y tú eres su mejor amigo, así que no tengo por qué desconfiar de ti

Hoy en día la sociedad está muy concienciada con el tema del SIDA y no duda de la importancia de la protección en una relación sexual, por eso parece bastante ingenuo reducirlo todo a las confianzas o las desconfianzas. Pero en ese momento me pareció lógico su razonamiento y yo tampoco podía dudar del primo de mi mejor amigo, por lo que decidí follarlo sin condón. Además habíamos llegado a un punto que resultaba prácticamente imposible dar marcha atrás. Así que, me acerqué a él y coloqué mi polla sobre la entrada de su ano.

Apreté varias veces hasta que conseguí meter la punta. Tuve que hacer esfuerzos para conseguirlo, porque el agua no facilitaba el rozamiento. Después intenté meter el resto de la polla pero apenas conseguía deslizarse y lo único que provocaba aquel movimiento es hacerle polvo a Edu, quien me pidió que se la sacara entre gritos de dolor.

Mierda, las putas fantasías no siempre pueden hacerse realidad – dijo algo dolorido y bromeando con la situación

Me reí y lo abracé fuertemente. Después se me ocurrió una idea y le llevé hasta una de las escalerillas de la piscina. Le hice subirse al primer peldaño de forma que su culo quedaba fuera del agua. Me lancé a comérselo para lubricarle el ano con el fin de facilitar la posterior penetración. Jugué largo rato con mi lengua que se perdía en la mata de pelos que coronaban su esfínter. ¡Qué cantidad de pelo tenía el cabrón en esa parte tan íntima de su cuerpo y cómo me estaba poniendo…! Edu gemía cada vez más fuerte y me pidió que lo follara de una vez. Me subí en el mismo peldaño en que estaba él colocando mis pies en los extremos. Le hice agacharse y se apoyó en el último peldaño al tiempo que yo me agarraba de las barras laterales para no perder el equilibrio. Edu era de esos tíos que prácticamente echan chorros de líquido preseminal por la polla, por lo que lo recogió con su mano y me lo esparció por todo el rabo a modo de lubricante natural. Después, intenté irrumpir de nuevo con mi rabo en su cavidad anal y tras tres embestidas logré chocar contra sus nalgas. Permanecí quieto unos segundos mientras acariciaba toda su espalda limpia de vello. Ayudándome de las barras laterales, comencé a bombearle echando mi cuerpo hacia atrás y hacia delante desafiando a la fuerza de la gravedad. Aquella imagen era de lo más curiosa y excitante a la vez: dos tíos follando subidos en la escalerilla de una piscina. No sé si en alguna peli porno lo habían hecho antes, pero yo desde luego que nunca lo había visto hacer, y me sentí orgulloso de ser el creador de aquella nueva postura.

Follamos y follamos hasta caer extasiados en la penumbra de la noche, apenas iluminados por unas farolas de luz tenue que se encontraban en el exterior. Nuestros gemidos y jadeos retumbaban en todo el recinto en forma de eco, acrecentando nuestra excitación. Terminamos con la follada sobre uno de los bancos porque ya habíamos empezado a sentir algún que otro tirón en los músculos de los gemelos. Edu me hizo tumbar en el banco y se sentó sobre mí para cabalgar sobre mi tronco. Cinco minutos después le pedí que se bajara de allí y tras sentir liberada mi polla, empecé a soltar pequeños chorros de leche. Fue poco abundante debido a mi corrida anterior, pero el orgasmo que tuve se asemejó al éxtasis que experimento cuando me corro después de varios días sin hacerlo. Edu se corrió prácticamente al mismo tiempo que yo y lo hizo sobre mi pecho, donde ambas corridas se unieron entre mis dos pezones como dos ríos que desembocan en el mismo mar. Se agachó hasta la altura de mi boca y me besó.

Tras darnos un baño en la piscina para limpiarnos los restos de semen y sudor, inspeccionamos por el recinto en busca de una toalla. Conseguimos dar con una pequeña sala donde se almacenaban pilas de toallas limpias y albornoces blancos sin estrenar. Cogimos una de las toallas y nos secamos todo el cuerpo. Después, nos vestimos, y salimos de allí por el mismo sitio por donde habíamos entrado.

Cuando volvimos al salón, ya sólo quedaba la cuarta parte de los invitados. En ese momento los novios bailaban una canción romántica que reconocí como una de las favoritas de Juan y Lola. Otras parejas bailaban a su alrededor abrazados y robándose algún que otro beso. Hice un comentario jocoso acerca de los tortolitos que se movían por la pista y cuando volví la cara hacia Edu para encontrar su complicidad, le sorprendí mirándome con los ojos algo brillantes y con una ligera sonrisa. Soy un poco ingenuo y rara vez me doy cuenta de cuando un tío se pilla por mí, pero en ese instante no lo dudé ni un segundo. Salvado por la campana, en ese momento terminó la canción y con ella, la fiesta. Faltaban sólo quince minutos para que saliese el último autocar rumbo a Pontevedra. El resto de invitados ya se habían ido en los anteriores. Sentí pánico de lo que estaba pasando por la cabeza de Edu y sinceramente ya no me sentía tan cómodo a solas con él, por lo que me puse a hablar con Juan y su mujer, y con otros invitados. Edu también se unió a la conversación, aunque notaba que me miraba medio embelesado.

Durante el trayecto volvimos a compartir asientos. Nada más arrancar el autocar caí profundamente dormido víctima del cansancio que arrastraba. Cuando llegamos a Pontevedra, Edu me despertó dulcemente. Entonces me di cuenta de que me había dormido apoyando la cabeza sobre su hombro. Nos despedimos hasta el día siguiente: la madre de Juan había propuesto hacer una comida en su casa y nos había invitado a mis padres y a mí y a Edu y su madre antes de que todos partiésemos hacia nuestros destinos.

Al día siguiente noté que alguien me besaba en los labios. Abrí los ojos y ahí le vi. Me alegró enormemente despertarme de aquella manera y tras comprobar con la mirada que la puerta de la habitación estaba cerrada, me incorporé en la cama y le devolví el beso.

¿Qué hora es? – pregunté desperezándome aún

Las dos y media. Tus padres hace rato que están aquí y mi madre y yo acabamos de llegar. Anda, levántate que no tardaremos en comer.

¡Qué pereza! Preferiría que te metieras tú conmigo en la cama

Jajaja. No sería mala idea, siempre y cuando no te importe que nos descubran y que tu padre me parta las piernas – añadió entre risas

Quizás pienses que soy un cobarde o algo así. O simplemente que soy gilipollas. Pero aún no he salido del armario y no quiero que nadie se entere de esto.

Tranquilo nen. No pienso que seas un cobarde. Cada uno tiene su propio ritmo y yo soy el primero que lo respeta – contestó comprensivo

No me gustaría perder el contacto. Me tienes que dar tu número de móvil y tu dirección de correo – le dije

Claro tío. Además espero que vayas a visitarme a Girona en alguna ocasión

Eso está hecho. Te lo prometo.

Me duché y me vestí. Después, estuvimos compartiendo una agradable comida mientras comentábamos todas las anécdotas de la boda. Lo cierto es que Edu y yo nos habíamos perdido gran parte de las anécdotas que contaban y oídas así sin haberlo vivido en primera persona, hacía que perdieran cierta gracia, pero les seguimos el juego para que no dudaran de que habíamos permanecido en el salón de baile durante casi todo el tiempo.

Me despedí con un gran abrazo de Edu, más cariñoso de lo que el resto de los que nos rodeaban pudieran estar imaginando en ese momento y bajé con mis padres a la calle. Justo cuando estaba montándome en el coche, aparecieron por allí Juan y Lola, que iban a despedirse de sus padres antes de partir de viaje de novios. Me abracé a Juan y le planté un beso en la cara agradeciéndole enormemente el que me hubiese invitado a aquella boda. Juan parecía sorprendido por mis palabras emocionadas y me devolvió aquel agradecimiento y aquel beso.

Un año después, prácticamente he perdido el contacto con Edu. Nunca llegué a ir a Girona ni él vino a Madrid. Después de la boda, estuvimos un tiempo hablando por móvil. Más tarde dejamos de hablar por teléfono y lo hicimos por Messenger, dejando cada vez más tiempo entre medias. Meses después lo encontré por casualidad conectado y empezamos a hablar. Me contó que había conocido a un tío y que parecía que las cosas iban bien entre ellos. Fue entonces cuando me dio las gracias por la noche que le hice pasar en La Toja, ya que fue el detonante para empezar a olvidar completamente a Miquel. Me confesó que había llegado a estar totalmente pillado por mí, algo que ya tenía superado, pero que no quiso decirme nada porque sabía que una relación a larga distancia era inviable. Yo me limité a decir que de siempre me había parecido un tío estupendo y que me caía genial, pero que nunca llegué a pillarme por él. Creo que se lo creyó. Realmente fui un cobarde y no le dije la verdad; ahora ya no tenía sentido. Edu fue sin duda el primer tío que llegó un poquito más hondo a mi corazón, pero me asusté de mis sentimientos y traté de negarlos porque no me sentía preparado para ello. Durante un tiempo lo pasé mal, aunque nunca me arrepentí de no haberle confesado lo que realmente sentía, porque en el fondo Edu tenía razón en cuanto a lo de que la distancia en una relación no es lo más idóneo. Desde entonces me propuse alejarme de los temas del amor y no pillarme por nadie nunca más para evitar sufrimientos. Lo tenía claro, lo que tenía que hacer era disfrutar del sexo sin complicaciones. Y hasta ahora lo he conseguido. El único que ha estado a punto de franquear mi corazón ha sido Diego, mi vecino, pero afortunadamente reaccioné a tiempo y corté de raíz aquella aventura que no llevaba a ninguna parte.