El diario de Marcos: fin de semana con mi amigo 3

(Tercera entrega de la historia). Mientras le comía la polla a aquel chico en la oscuridad del parque no dejaba de pensar en mi amigo imaginándome que era él a quien se la mamaba.

Estaba bastante confuso con lo que había pasado y no dejaba de darle vueltas al tema, por lo que comencé a caminar sin rumbo fijo. No me importaba el lugar donde pudiera acabar; sólo quería airear un poco las ideas. Bajé toda la calle donde se encontraba la casa de Juan y di a parar a una gran avenida, y a partir de ahí, la recorrí en toda su longitud durante media hora. Llegué hasta un parque y pensé que aquel era buen lugar para sentarme un rato a descansar antes de dar la vuelta y volver de nuevo a casa. Me adentré hasta la oscuridad y busqué un banco. Pensé que quizás aquello no era muy buena idea y que en cualquier momento podían atracarme, pero en ese momento descubrí a una pareja que en otro banco se besaba a unos pocos metros de mí. Bien, al menos no estaba solo. Y me tranquilicé.

Fueron pasando los minutos y mis ojos se acostumbraron poco a poco a la oscuridad. Me di cuenta de que la presencia de aquella pareja no era una excepción, y que el parque no parecía tan solitario como yo pensaba. Pero para sorpresa mía, por allí sólo había hombres; hombres de todas las edades paseando de un lado a otro. Conté a siete u ocho y al momento supe que esos tipos no estaban allí dando un simple paseo. Nos olemos, lo sé. Cuando un tío busca sexo con otro tío nos percatamos de ello al instante. Quizás, sin saberlo, había ido a parar a La Alameda, el pulmón de Pontevedra, un gran parque alargado alrededor del cual se encuentran varios edificios históricos de la ciudad. Siempre que visito un lugar nuevo, suelo consultar una página web donde informan de los lugares de encuentros gays de cada ciudad. Y con Pontevedra no había hecho una excepción, aun sabiendo que ese fin de semana se lo iba a dedicar por completo a mi amigo y no iba a tener tiempo de tonterías. Pero por si acaso, siempre lo consulto, y leí que en esta zona de la ciudad se concentraban muchos gays buscando sexo. ¿Qué coño me estaba pasando? Acababa de protagonizar con Juan un episodio bastante conflictivo (sobre todo para él), y en lugar de estar pensando la manera en que iba a afrontar el problema con mi amigo al día siguiente, lo único que me apetecía en aquel momento era vivir una experiencia sexual en aquel parque. Y la polla respondió; y no hubo manera de hacerla cambiar de idea.

El caso es que me levanté de aquel banco y comencé a caminar. Me crucé con un tío más o menos de mi edad que me echó una mirada de arriba abajo como si estuviera inspeccionando el ganado. No me importó mucho: en el fondo todos lo hacemos cuando vamos en busca de una presa; hay que ser selectivos. Y yo lo hice con él. No estaba mal, si no había otra cosa, claro. Él se detuvo y estuvo largo tiempo mirándome esperando una respuesta mía, pero le ignoré. Continué andando y preferí seguir buscando y comparar. Seguí cruzándome con más hombres, pero la mayoría pasaban de los cuarenta. Parecía que ese parque sólo era frecuentado por gente mayor. ¿Dónde se metían los más jóvenes? Supuse que al ser viernes por la noche estarían por ahí de marcha en los pubs y discotecas del centro. No había nadie que me gustara, pero la calentura seguía ahí, y decidí ir en busca del primer chico con el que me había cruzado minutos atrás para proponerle tema. En otras circunstancias no me habría fijado en él, pero en esos momentos era lo único "potable" que había.

Estuve como diez minutos dando vueltas por los jardines y ni rastro de él. Me senté en un banco y esperé a que apareciese por algún lado. Al rato, oí ruido tras de mí y exaltado me volví. De unos arbustos salieron un par de tíos, uno era el chico que había estado buscando y el otro era un maromo con pinta de portero de discoteca. Sin duda se habían estado enrollando y acababan de terminar. Joder, qué suerte había tenido el cabrón, y yo allí, plantado como un gilipollas. Parece que el destino quiso gratificar a aquel chico después de que yo le rechazase poniéndole en su camino a un tío bueno, y yo, por avaricioso, me había quedado sin premio. Tuve la tentación de seguir caminando por el parque por si la suerte se ponía de mi parte y me daba una segunda oportunidad, pero sabía que las opciones de encontrar un buen tío eran muy pocas y no quería salir de allí totalmente frustrado.

Cuando me disponía a salir del parque para coger la Gran Vía de Montero Ríos, un chico que venía de frente y al que no había visto, se interpuso en mi camino y me hizo pararme en seco.

Hola Marcos, ¿qué haces por aquí? – soltó aquel desconocido.

No acababa de entender cómo, encontrándome a cientos de kilómetros de mi ciudad, alguien a quien no conocía supiera mi nombre. El caso es que su cara me resultaba familiar, pero no terminaba por ubicarle. Aquello sí que era raro.

Ya te dije que nunca olvido una cara, pero por lo que veo tú sí… - dijo al ver mi cara de extrañeza.

Su frase "nunca olvido una cara" me transportaron a la escena de esa misma mañana en el supermercado y enseguida me di cuenta de que era el cajero que me había atendido.

Álvaro. Eres el chico del supermercado… - contesté

Jajaja, bueno, veo que al fin vas recuperando la memoria

Perdona tío, pero es que con esa ropa y ese peinado que llevas no te había reconocido

Sí, claro. No acostumbro a salir por la noche con el uniforme del curro – dijo guiñándome un ojo y yo respondí con una carcajada dándome cuenta de mi estupidez

Pues parece que al final sí hemos podido vernos antes de volver a Madrid – le dije

Y no sabes lo que me alegro. Tenía ganas de volver a verte

¿Y eso?

Me pareció evidente que esta mañana estabas ligando conmigo – soltó sin rodeos

Jejeje, puede ser… ¿se notó mucho?

Nooo, que va – dijo en tono de broma – Pero no termino de comprender por qué la mujer que iba detrás de ti me comentó nada más irte que hacíamos buena pareja

Jajajajaja, ¿en serio te dijo eso?

Sí, te lo juro, las marujas son así… Bueno, aún no has contestado a mi pregunta

¿A cuál?

A qué hacías por aquí a estas horas

Dando una vuelta; necesitaba salir de casa para pensar

Ya – dijo poco convencido por mis palabras – por eso estás tan lejos del barrio y saliendo de los Jardines de La Alameda

¿Qué pasa con estos jardines? – pregunté como si no supiese de qué iba la historia

Bueno, a ningún gay de Pontevedra se le escapa que en este parque hay mucho mamoneo

¿Ah sí?, no sabía; será que como no soy de aquí… – contesté simulando sorpresa

Bueno, y qué, ¿ha habido suerte? – preguntó mirándome a los ojos sabiendo que no le estaba diciendo la verdad

De acuerdo… Sí, vengo de buscar un poco de rollo. Pero te juro que he llegado hasta aquí sin darme cuenta. No estaba buscándolo – contesté sin saber muy bien por qué estaba justificándome ante aquel chico al que apenas conocía

Jajajaja, lo sabía – dijo victorioso

¿Y tú qué haces por aquí? – le interrogué

¿Tú qué crees…? Buscando lo mismo que tú

Pues a no ser que te vayan los maduritos, creo que no vas a tener mucha suerte. Yo me voy sin mojar - dije

Me lo imaginaba. Los viernes esto está algo vacío de jóvenes. Suelen aparecer a partir de las 3 ó 4 de la madrugada, cuando ya se van a casa después de salir de marcha

Ajá, entiendo, una buena mamada antes de irse a dormir – contesté sabiendo a qué se refería (allí en Madrid, en la zona de Polvoranca ocurría lo mismo)

Exacto. Yo estaba con unos amigos por aquí cerca tomando unas copas y me había pasado por aquí por si acaso

Nos ha salido mal la jugada, jajajaja

Oye, ¿te vas ya para casa? – preguntó de repente

No voy a tardar mucho en irme. Aún me falta una buena caminata hasta el piso de mi amigo – contesté expectante ante lo que imaginaba iba a proponerme

¿Te apetece que nos adentremos en el parque y nos divirtamos un rato? Luego puedo acercarte en el coche hasta tu casa

¿Por qué no? – dije con una sonrisa.

Él también sonrió y volvió a enseñarme sus dientes blancos y perfectos. Sin duda, aquella sonrisa era lo más bonito de su cara. Nos perdimos en la oscuridad y durante un tiempo estuve siguiéndole hasta una zona de arbustos. Se notaba que el tío conocía bien el parque porque a pesar de estar todo a oscuras, se movía con mucha rapidez y agilidad. La de pajas que se habría hecho allí… Reconocí la zona donde nos detuvimos como el lugar en el que minutos antes había descubierto a los dos chicos. Debía de ser la zona de encuentros del parque.

Álvaro fue directamente al grano, y en dos segundos ya le tenía de rodillas tragándose mi polla. Me pilló tan de sorpresa que aún no me había dado tiempo a empalmarme del todo, pero su maestría con el uso de la boca hicieron que enseguida mi rabo tomase su máximo tamaño. Ya era el segundo galleguito que me la comía en el día (primero Ismael en los servicios de la Estación, y ahora Álvaro) y ninguno de los dos lo hacía nada mal. Era como si en los institutos de Pontevedra impartiesen una clase especial donde se enseñaba a comer pollas.

Unos minutos después de que comenzara esa estupenda mamada mi polla empezó a dar síntomas de flaqueza y no tardó tiempo en disminuir algún centímetro hasta quedarse en estado morcillona. Llevaba tiempo notando que la cosa no iba bien y que mi excitación iba en minuendo. Arrastraba unas cuantas pajas y corridas, el cansancio acumulado de todo el día, el matador viaje en aquella litera del tren… Quizás no podría volver a correrme aquella noche.

¿Qué pasa? ¿No te gusta? – preguntó Álvaro deteniéndose en su mamada y mirando hacia arriba

Perdona tío, no sé lo que me pasa. Claro que me mola lo que haces… lo haces de puta madre

No pasa nada, estas cosas ocurren – dijo comprensivo

A mí no suele pasarme. No sé, será el estrés, o que hoy ya me he corrido bastantes veces

¿Quieres que lo dejemos?

No, no quiero – dije orgulloso – Ven, sube, que ahora soy yo el que va a hacerte una buena mamada

Saqué su rabo y me impresionó su tamaño. La verdad es que no esperaba un espécimen de esas dimensiones; bastante desproporcionado para el cuerpo de aquel chico (que debía de estar alrededor de los 170 cm y 62 kg). Definitivamente tenía muy buena polla; muy pero que muy buena. La mejor para comérsela, aunque la peor para recibir por atrás. Y aún así, mi polla seguía sin responder. No entendía qué me estaba ocurriendo. Me la metí en la boca y empecé a mamársela. Aunque ese rabo me encantaba y era sin duda de lo mejor que había catado en la vida, en ese momento estaba más pendiente de recuperar mi erección que de degustarla. Mi orgullo propio no podía admitir hacer el ridículo de esa manera.

Entonces, sin saber por qué, me acordé en ese instante de Juan, y de la paja que nos habíamos hecho dos horas antes, y de nuestro morreo, y de cómo se había corrido sobre mí. Y mi polla resucitó y volvió a apuntar al cielo como acostumbraba a hacer. Por fin me había recuperado de aquello y volvía a ser el tío de siempre. Pero todo a costa de Juan, y eso no acababa de parecerme bien. Quise quitármelo de la mente y no pude. Por mucho que lo intentaba, más aparecía él en mis pensamientos. Y me imaginé que a quien estaba comiéndole el rabo era a Juan. Soñaba con que esa polla hubiese sido suya; cómo lo deseaba...

Debí de esmerarme mucho en mi mamada porque Álvaro se apartó bruscamente de mí para correrse sobre la tierra. Yo también estaba muy cachondo con la "visión" que había tenido de Juan y apenas bastó que me rozara un poco la polla para soltar toda mi corrida a varios centímetros de distancia. Al ver aquello, Álvaro sonrió y se alegró de que hubiese recuperado la excitación que había perdido minutos atrás. Él imaginaba que su descomunal rabo había sido el causante de mi "resurrección", pero yo sabía perfectamente que si no hubiese fantaseado con Juan, no habría podido correrme. Me acercó en coche hasta la casa de Juan y estuvimos hablando durante un rato de cosas banales. Intercambiamos nuestras direcciones de correo para charlar algún día por Messenger.

Si vuelves algún día por Pontevedra, ya sabes dónde encontrarme – dijo con ganas de que aquello ocurriese

En La Alameda, ¿no? – dije divertido

Jajaja, ¡Qué tonto eres! Sabes que me refiero al supermercado – contestó

Ya lo sé

Y acto seguido me despedí de él con un pico. En realidad no sé por qué lo hice, porque antes en el parque no nos habíamos morreado, pero en ese momento me apeteció besar esa boca que me había conquistado desde que la vi sonreír esa misma mañana. Él pareció sorprenderse por mi beso, pero lejos de molestarle, parece que le agradó. Salí del coche y abrí la puerta del portal. El coche de Álvaro arrancó y desapareció.

Entré con cuidado de no hacer ruido y fui directamente al baño para darme una ducha rápida. Cuando volví a mi habitación me acosté y me fijé en la hora: las 3 de la madrugada. Tardé tiempo en coger el sueño porque estuve dando vueltas en la cama pensando en Juan y en el "accidente" que habíamos tenido, y hasta las 4:30 no caí dormido.

Abrí un ojo pensando que aún era temprano. Miré el reloj. Me había equivocado; ya eran cerca de las 3 de la tarde. Había dormido de un tirón y no me había dado cuenta de nada. Salí de la habitación en bóxer y con la camiseta de dormir hacia el salón. Juan no estaba allí. Directamente me tumbé aún medio dormido en el sofá y me puse a ver un programa de "zapping" que echaban en la tele. A los veinte minutos oí que abrían la puerta de la calle y apareció mi amigo, que venía vestido con pantalón corto de deporte y bastante sudoroso. Traía muy buen humor.

¡Buenas tardes! – me gritó entrando al salón

Y con razón… - añadí - porque por la hora que es ya es por la tarde… ¿De dónde vienes?

He ido a correr un rato. ¡Hace un día maravilloso! Tenemos que aprovechar e ir luego a dar una vuelta después de comer – contestó sin perder el entusiasmo

Joer, parece que has desayunado un bote de vitaminas… Este sí que es el Juan que yo conozco, y no el de ayer… - dije.

Me alegraba verle de tan buen humor después del estado de ánimo tan bajo que arrastraba con toda la historia de Lola, pero me sorprendía ver que lo de la noche anterior no le había afectado mucho. Parece que yo había quedado más tocado que él. O quizás sólo eran apariencias.

Bueno, supongo que hay que intentar ser positivo… Me ducho y comemos ¿ok?

Vale, ¿pero comemos en casa o vamos a salir? – pregunté

En casa – gritó desde el baño – He comprado un pollo asado

Hubiese preferido salir a comer fuera porque desde que llegué habíamos estado encerrados en casa casi todo el tiempo, pero en ese momento estaba tan cansado que no me pareció del todo mal el plan. Comimos en la mesa pequeña, sentados en el suelo sobre cojines. Me comentó que había estado esperando a que me levantara para ir a correr juntos y que vista la hora que se había hecho, decidió irse solo.

Pues has hecho bien, porque estaba destrozado y te hubiera dicho que no – le dije al tiempo que me estiraba

Me imagino. Ayer volviste tarde

¿Me oíste llegar?

Sí, estaba despierto. Y aunque no lo hubiera estado, cualquiera duerme con el ruido que hiciste en la ducha

Perdona, es verdad – dije algo avergonzado - ¿Y qué hacías ayer despierto a las 3 de la madrugada? - pregunté

Nada; pensar – soltó

Ah! – es lo único que atiné a decir no muy seguro de querer saber lo que estuvo pensando

Terminamos de comer y Juan preparó un par de cafés. A mi me vino de vicio, porque cuando estoy tan cansado necesito algo de cafeína para coger energías. Juan aprovechó ese ambiente de confidencias que se crea en torno a un café para sacar el tema.

Marcos, respecto a lo de ayer

No te comas la cabeza – le interrumpí – No pasó nada

Bueno, tanto como que no pasó nada

Pasó lo que pasó y no creo que haya que darle más vueltas

Pero quiero que sepas que yo no soy gay – añadió con ganas de aclararlo

No hace falta que me lo jures

Ya. Pero nunca me había besado con un tío – dijo con dificultad como si el simple hecho de pronunciar esa frase le avergonzara

Pues ya tenemos una experiencia más que acumular en nuestra vida. Ahora sólo nos falta plantar un árbol y escribir un libro – añadí intentando bromear con la situación

Juan se sonrió ante mi sugerencia, pero aún seguía bastante pensativo. Mi razonamiento de no dar importancia a lo ocurrido no acabó por convencerle y me daba la impresión de que quería decirme algo más.

Marcos, tú eres gay ¿no? – me preguntó directamente

Sí – contesté tras unos segundos de pausa consciente de que no podía engañarle durante más tiempo

¿Y por qué no me lo has dicho nunca?

Ufff, es algo complicado… a ver… cada uno tiene su ritmo para asimilar las cosas y para contárselas a los demás

¿Aún no estás seguro de si eres o no gay?

No, no es eso. Claro que lo sé. Ahora sí. Pero tardé varios años en comprenderlo y en aceptarlo

No es malo ser gay – soltó como si hubiese descubierto la fórmula de la relatividad, pero con total inocencia

Me hace gracia cómo muchos heteros responden cuando les confiesas tu homosexualidad: te intentan convencer de que ser gay es algo normal y que no pasa nada por ello; como si nosotros no lo supiéramos ya. Lo que no saben ellos es que antes de dar el paso de confesarlo públicamente, hemos pasado por un tiempo largo, no falto de obstáculos sociales, asimilando y aceptando nuestro propio ser.

Jajajaja. Juan, no me hables como si tuviera 15 años

Tienes razón. Ha sido un comentario un poco estúpido – dijo avergonzado

¿Un poco? Yo diría que bastante, jejeje – contesté de forma burlona

¿Lo sabe tu familia?

No, aún no

¿Y a qué esperas?

Ey, no sigas por ahí. Tienes que comprender que cada uno decide cuándo y cómo tiene que hacer las cosas. Y yo quiero marcar los ritmos – dije tajante

Comprendido. No quería ofenderte

No me has ofendido. Es más, quiero que sepas que hacía mucho tiempo que quería contártelo y quería que tú fueras la primera persona en saberlo, pero entre unas cosas y otras no ha surgido la oportunidad

Pues como lo mío con Lola, me hubiera gustado contártelo antes

Pero ¿sabes una cosa Juan?

¿Qué?

Que siento que hemos recuperado el tiempo perdido y que no me importa que hayamos tardado tanto tiempo en hablar. Ahora me siento muy cerca de ti

Y yo también tío – y se acercó a mí para darme un abrazo

¿Por qué sabías lo de mi homosexualidad? – le pregunté

Hace años que lo sospechaba. Y bueno… uno va atando cabos… tu mala experiencia con las chicas

Sí, tienes razón. Lo que no sé es como aún no lo sospechan mis padres

Eso es lo que tú crees. Los padres no son tontos, sobre todo las madres

Sí, eso es lo que me dice mucha gente, pero yo no acabo de encontrar un mínimo atisbo de sospecha en ellos - dije

Te voy a preguntar una cosa, pero espero que no te ofendas - dijo

¿El qué? – contesté un poco asustado

¿Lo de ayer lo tenías planeado?

Juan, no seas niño, lo de ayer pasó porque los dos quisimos. Surgió y pasó. Y si quieres saber si alguna vez he estado enamorado de ti, la respuesta es NO – contesté sinceramente. Lo que no le conté es que después de lo que pasó, enamorado de él no estaba, pero sí me sentía atraído sexualmente.

Seguimos hablando un largo rato sobre mi condición sexual y Juan no paraba de hacerme preguntas bastante interesado, como si entendiese que yo necesitaba hablar de aquello para sentirme más tranquilo. Bueno, qué le íbamos a hacer; si eso le hacía feliz, no iba a ser yo quien cortase la conversación. Yo no necesitaba ninguna terapia, pero continué hablando con él del tema porque sabía que Juan requería aún de un tiempo para normalizar lo mío. Pero lo que sí que es cierto es que después de decírselo me sentí mucho más liberado y con una confianza mucho mayor en nuestra relación de amigos. Lo de la noche anterior ya estaba olvidado y aquello sólo sería una pequeña mancha en nuestra larga amistad.

¿O quizás no estaba del todo olvidado?

¿Por qué será que, por mucho que intentemos evitarlo, nuestros bajos instintos nos hacen siempre tropezar con la misma piedra?

No lo sé, pero nunca debió pasar lo que unas horas después ocurrió.

CONTINUARÁ