El diario de Marcos: Diego, mi vecino (2)

Tiene 17 años y un buen culo. Es guapo y es mi vecino de enfrente ¿Qué más puedo pedir...? Demasiada tentación para no volver a caer, sobre todo si me pide que lo folle.

Esa noche dormí como un angelito. La movidita tarde con Diego y la falta de sueño que arrastraba desde el día anterior habían hecho mecha en mí. Cuando el despertador sonó, abrí los ojos algo aturdido; no sabía ni qué hora era ni dónde estaba. Tardé en reaccionar. Miré la hora y comprobé que eran las 7 de la mañana. ¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo? Debí de quedarme dormido poco tiempo después de irse Diego, cuando me tumbé en la cama a pensar en todo lo ocurrido.

Las tripas me rugían; hacía unas 20 horas que no había comido nada. Me levanté y lo primero que hice tras echar una meada fue prepararme el desayuno. Mientras tomaba doble ración de mi batido diario de frutas y muesli, Diego volvió a mi mente. No dejaba de pensar en todo lo ocurrido el día anterior. Por un lado estaba satisfecho. Satisfecho de haber conseguido aquello que me había propuesto (al menos, en parte). Y contento, porque el encuentro sexual había estado muy bien, y ese chico me gustaba. Pero por otro lado no podía quitarme de la cabeza la manera en que se habían precipitado todos los hechos. Quizás había ido demasiado rápido y eso sólo podía confundir más al chaval. Diego no se había iniciado en el sexo de forma natural. Prácticamente le había ido yo animando a que hiciese tal y cuál cosa, y no había respetado su ritmo. Era él quién tendría que haber decidido con quién, cuándo y cómo debía haber sido su primera vez. Y quizás ese chico aún no tenía claro cuál era su auténtica identidad sexual. ¿Y si en realidad la atracción que sentía por los tíos era una mera etapa de su adolescencia que pronto pasaría? Pero ahora no, ahora prácticamente era yo quién le había obligado a seguir por un camino en la vida. Por supuesto que en ningún momento le forcé a hacer nada que él no quisiese o desease, pero había jugado sucio y me había aprovechado del interés y la curiosidad que cualquier chaval de su edad muestra hacia el tema del sexo. Todo el mundo que me conoce sabe que le doy bastantes vueltas a la cabeza. Muchas veces hago una montaña, a veces una cordillera entera, de un grano de arena. Puede que me estuviera haciendo una paja mental con todo aquello. No sabía. Lo único que tenía claro es que abandonaría por un tiempo mis prácticas de voyeurismo con Diego, incluso dejaría de bajar a la piscina por unos días con tal de evitar encontrarme con él. Sí, es cierto, lo reconozco, soy un cobarde y no sé cómo afrontar los problemas pero en ese momento no se me ocurría ningún plan mejor.

Por la tarde estuve haciéndome una paja por webcam con un amigo de Gijón. En los últimos años, he hecho varios amigos que he ido conociendo por diversos chats gays. Suelo tener una sesión de cibersexo con ellos de vez en cuando y después, al acabar, a veces nos quedamos hablando de nuestras vidas. Aunque no siempre me conecto al Messenger para pajearme con ellos; a veces sólo conversamos. Con estos amigos es con quién me he sincerado desde el principio respecto a mi homosexualidad. Hablar con ellos de mis problemas y mis preocupaciones me ayuda mucho, pues siento que ellos son los únicos que pueden comprenderme. No me imagino hablando de todo esto con nadie más, ni siquiera con mis amigos de toda la vida. Javi, mi amigo asturiano, me estuvo contando que no estaba pasando por uno de sus mejores momentos. Al parecer, su novio se acostaba periódicamente con otros tíos. Desde un principio Javi lo supo, y lo consintió, con la esperanza de que con el tiempo pudiera convencerlo de que él era el único tío al que necesitaba. Pero después de tres años todo seguía igual. Por eso, Javi le había suplicado que, si realmente le quería, dejara de follar con otros hombres, o si no cortaría con la relación. El cabrón de su novio le respondió que poner un ultimátum no era amor. Y que él sí que le quería, y que nunca le había engañado porque nunca le había prometido nada. Es más, le dijo que si sentía amor verdadero por él, no podía pedirle que cambiara, porque una de las bases para que una relación funcione es el respeto hacia la forma de ser de cada uno. En el fondo tenía razón, pero me jodía que mi amigo lo estuviese pasando mal. Era un buen tío y no se merecía toda esa mierda. Cuando me preguntó por mí, estuve tentado de contarle todo lo que me había pasado con Diego, porque necesitaba consejo de alguien que me dijera cómo llevar aquella situación, pero después del culebrón que me había relatado, pensé que mi problema en el fondo no tenía tanta importancia y me sentí un egoísta al lamentarme tanto por mis cosas.

Estaba a punto de meterme en la cama a dormir cuando recibí un mensaje al móvil. Me extrañó que alguien me escribiera tan tarde. Empecé a pensar en quién podría haber sido cuando en mi mente sólo quedó una persona: Diego.

"SPERABA Q M LLAMARAS O M SCRIBIERAS DESPUES D LO D AYER.TENGO GANAS D VOLVER A KEDAR.CUANDO T VIENE BIEN?"

En aquel momento no tenía la más mínima gana de contestarle. Ya lo haría al día siguiente por la mañana. Al no recibir respuesta pensaría que ya tenía apagado el móvil y que, por lo tanto, no había leído aún su mensaje.

La mañana siguiente pasó rápida. Ese día no faltó trabajo y apenas me quedó tiempo ni para aburrirme. De regreso a casa me puse a ver un capítulo grabado de "Queer as folk" mientras engullía una lasaña precocinada. Recibí otro mensaje en el móvil.

"X Q NO AS CONTESTAO A MI SMS?STAS CABREAO X ALGO Q HE HECHO?"

¡Mierda! Había olvidado contestar a su mensaje de la noche anterior. Ahora sí que había quedado como un cretino. Para compensar mi falta de atención hacia el chaval, decidí llamarle.

Hola Marcos. ¿Qué tal? Me tenías preocupado… - me dijo nada más coger el teléfono

¿Lo dices porque no te contesté el mensaje de ayer? Perdona, lo he leído esta mañana – mentí – y en ese momento no pude contestarte porque estaba muy ocupado

Me imagino, pero no lo digo sólo por eso. Ayer no diste señales de vida en todo el día. ¿Estás cabreado conmigo? – preguntó

No tío, qué va, es que estuve muy liado; ya sabes, movidas familiares… - añadí sin saber bien qué excusa ponerle

Bueno va, da igual, ahora estamos hablando y eso es lo importante. Oye, tengo un notición que darte – dijo emocionado

Dime, no me tengas en ascuas

Pues que mis padres y mi hermana se van este finde al chalet de la playa de mis tíos. Me ha costado convencerlos para que me dejaran quedarme en Madrid, pero al final lo he conseguido

Me alegro tío – contesté simulando que no había captado lo que eso significaba

¿Sabes lo que quiere decir eso?

Pues claro, eso es una gozada. Te levantas a la hora que te da la gana. Comes cuando te apetece. Te enganchas a la Play durante horas sin que nadie te obligue a dejar de jugar

Y puedo traer a casa a quien me apetezca – me interrumpió

También… - fue lo único que acerté a decir

Mentiría si dijera que aquella conversación no me había calentado. Sólo con imaginar que Diego iba a estar completamente sólo en su casa y que yo podía aprovechar esa circunstancia para colarme en su casa y follarle sobre su cama, me empalmé al instante.

Había pensado que podías pasarte por aquí en algún momento y repetir la paja del otro día – dijo

Sí, estaría bien, pero no sé si voy a poder, porque este finde tengo carrera de triatlón en un pueblo de Murcia – contesté

¿Haces triatlón?

Sí, es un hobbie que tengo

¿Y es imprescindible que vayas?

Hombre, no es cuestión de vida o muerte, pero debería ir si no quiero perder mi forma física

Lo de la carrera era mentira. En realidad, hacía un par de semanas que la temporada había terminado y hasta octubre no volvía a competir.

Joder, qué putada, para una vez que tengo la casa para mí solo… - se quejó

Bueno, tampoco tengo del todo claro que vaya a ir. Depende de cómo me sienta de fuerzas estos días

Tío, por favor, no vayas y quédate, lo pasaremos genial – me dijo suplicando

No te prometo nada Diego, para mí es importante ir

¿Pero tienes ganas de volver a quedar conmigo, sí o no?

Dudé antes de contestar. No sabía si decirle lo que realmente me apetecía hacer o decirle lo que en ese momento era lo más debido que escuchara. Finalmente opté por lo primero.

Sí tío, mucho. Me muero de ganas de volver a estar contigo a solas

De forma indirecta había aceptado su propuesta. Aún no le había confirmado que no fuera a ir a Murcia, pero mis palabras no dejaban lugar a dudas de que deseaba quedarme en su casa. Parece que no habían servido de nada mis reflexiones anteriores acerca de los errores que había cometido desde el principio, porque tras una breve conversación telefónica había vuelto a caer otra vez en las redes del chaval. Bueno, al fin y al cabo, parecía que el chico tenía las cosas claras. En este caso no había sido yo quien le había incitado a nada. Es más, era él quien había propuesto lo de quedar en su casa, e incluso yo le había puesto alguna que otra traba. Por eso, no me sentí tan culpable cuando a los dos días le llamé para decirle que me esperara porque me iba a tener todo el tiempo que él quisiese ese fin de semana.

Los dos días siguientes apenas paré por casa. Al salir del curro me iba directamente a la casa de un colega. Se acababa de mudar y estaba echándole una mano en la pintura de las paredes. Por eso no vi a Diego; sólo hablamos un par de veces por teléfono.

Cuando me levanté el sábado por la mañana ya eran las 12 del mediodía. Mis padres habían salido a pasar el día al campo con mi hermano, mi cuñada y el niño de mis ojos, mi sobrino Álvaro. Desde que mis padres se habían convertido en abuelos, habían rejuvenecido 20 años y aprovechaban cualquier ocasión para estar con el pequeño. Había quedado con Diego en su casa a las dos. Me invitó a comer porque decía que su madre le había dejado comida para una semana a pesar de que sólo iban a estar fuera tres días. Para corresponder a la invitación de mi anfitrión, compré un par de tarrinas de helado de Häagen Dazs en el supermercado de la esquina, uno de cheesecake y otro de cookies, mis favoritos. Un poco caros, pero realmente deliciosos.

Eran las dos y diez cuando llamé al timbre de su puerta. No había sido necesario llamar al telefonillo porque en ese momento salía una vecina que me dejó pasar al portal. Diego tardó un minuto en abrir.

Perdona, me has pillado vistiéndome, acababa de salir de la ducha… - dijo al abrir

Jajaja, ya te veo, aún chorreas – le contesté

Diego tenía el pelo aún mojado. Apenas le había dado tiempo a peinarse y tenía el pelo algo alborotado. Vestía un pantalón corto de deporte blanco y una camiseta roja. Yo vestía unos piratas vaqueros, una camisa sin mangas de springfield y unas chanclas. Arrastraba barba de dos días y me había echado un poco de cera en el pelo para darle un aspecto más desenfadado.

He traído unos helados para tomar de postre

Genial. Ven, vamos a la cocina y los guardamos en el frigorífico – me dijo

Diego me dejó pasar y cerró la puerta. Fui directamente a la cocina. Sabía dónde estaba. La casa tenía la misma distribución que la mía aunque el sentido era justo el contrario. Estaba a punto de abrir la puerta del congelador cuando Diego me sorprendió abrazándome por la espalda. Empezó a restregarme el paquete por el culo al tiempo que desabrochaba los primeros botones de mi camisa para a continuación meter la mano y pellizcarme las tetillas. Me hizo reír.

Para, para, me estás haciendo cosquillas

No me digas que no te está gustando

Sí tío, claro que me gusta, pero tengo que guardar el helado antes de que se descongele

Sí, ya veo que te gusta – dijo riendo al apoyar su mano libre sobre mi polla para comprobar la dureza que iba adquiriendo

Diego no paró de manosearme y ante el calentón que me había provocado dejé caer la bolsa en el suelo y me volví hacia él. Comenzamos a comernos la boca y a meternos mano por todo el cuerpo. Le introduje la mano por debajo del pantalón y los calzoncillos para palpar sus nalgas. Las tenía suaves y aún conservaban el frescor de la ducha que acababa de darse. Las apreté bien fuerte mientras uno de mis dedos se perdía por su raja para darle un suave masaje en el ano. Diego, por su parte, había terminado de desabrocharme la camisa y me la había quitado, besándome el cuello con desesperación y acariciándome de arriba abajo la espalda. Después, bajó sus manos hasta el botón de mi pantalón y lo desabrochó, metiendo una de sus manos bajo mis boxer. Me agarró la polla y comenzó a pajearme suavemente. Ese contacto hizo que me estremeciera de placer y apreté más fuerte mi dedo sobre la entrada de su ano. Para facilitar el masaje, lo ensalivé un poco y volví a apretar sobre su agujero, hasta que mi dedo se introdujo en el interior hasta la mitad. Entonces Diego aceleró la paja que estaba dándome y con ello mi excitación. Como pude, me deshice de mis pantalones y mis boxer quedando totalmente desnudo. Cuando Diego iba a hacer lo mismo, le detuve. Sería yo quien le desnudaría. Primero empecé con su camiseta. Fui subiéndosela poco a poco al tiempo que iba besando cada centímetro de su torso, desde el ombligo hasta el cuello, deteniéndome un buen rato en sus pezones. Después, me arrodillé ante él y repetí la acción: mientras bajaba lentamente su pantalón de deporte y su calzoncillo, fui lamiendo dulcemente su piel, desde la escasa mata de pelos que comenzaba en su ombligo y se dirigía directo a sus genitales, hasta sus tobillos, pasando por sus ingles, sus muslos, y sus pantorrillas, pero olvidándome de su polla y sus cojones. Quería que la espera le desesperara un poco. Soy un poco cabroncete en el sexo y me encanta hacer sufrir a mi amante. Pero era yo quien ya estaba un poco desesperado por no haberme metido aún ese pedazo de carne en mi boca, por lo que me lancé hacía él y comencé a lamerlo y a besarlo en toda su longitud. Diego dio un pequeño gritito y me cogió de la cabeza para follarme la boca sin contemplaciones. ¡Qué excitante sentirse dominado por un chaval de 17 años! Cuando decidí que mi mamada ya había sido suficiente, me levanté y volví a besarlo.

¿Por qué no vamos a otro sitio y nos ponemos más cómodos? – le dije

De acuerdo jefe – contestó al tiempo que agarró de mi polla y me arrastró por la cocina.

Después, me la soltó para salir corriendo por el pasillo. Yo le seguí también corriendo y Diego empezó a reír de los nervios y la excitación. Cuando me asomé por la puerta de su habitación, Diego estaba tumbado bocarriba sobre la cama con una pose muy sexy, como invitándome a servirme yo mismo de aquel cuerpo. Me acerqué muy lentamente hacia la cama, con una mirada lasciva y pasándome la lengua por encima del labio. El chaval no paraba de reír excitado ante tal visión. Fui apoyando poco a poco todo mi cuerpo sobre el de Diego quedando los dos de frente, él abajo y yo arriba. Volvimos a besarnos una vez más y giramos sobre el colchón hasta quedar de lado. Estuvimos un buen rato entrelazando nuestras lenguas y nuestras piernas sin dejar de acariciarnos. Diego me susurró algo al oído.

Quiero que me folles

¿Estás seguro? – le pregunté

Sí. Hace meses que fantaseo con ello. Y quiero que seas tú quien me lo haga

No quiero que te sientas obligado. Lo hacemos sólo si realmente te apetece – insistí

¿Por qué voy a sentirme obligado? ¿No te estoy diciendo que tengo ganas de experimentarlo?

Ya, lo sé. Pero a lo mejor quieres devolverme de alguna manera todo esto que te estoy haciendo sentir porque te sientes comprometido

¡Qué egocéntrico eres! – dijo sonriendo – Claro que quiero darte placer, pero esto no lo hago por ti, sino por mí

¿De verdad? – pregunté

Sí, de verdad

De acuerdo, pues date la vuelta y espérame un momento que ahora vuelvo – le dije

Fui hasta la cocina y saqué un par de condones que traía guardados en el bolsillo de los piratas. Cuando volví a la habitación, me encontré a Diego tumbado de lado, dándome la espalda y en el borde de la cama. Agarraba la almohada a lo largo, quedando uno de los extremos bajo su cabeza y el otro, entre sus piernas. Estaba precioso. Tenía una piel suave y tersa y con una pelusilla rubia que brillaba con la luz que entraba a través del cristal semiopaco de la ventana. Me tumbé a su lado y le abracé por detrás, chocando la punta de mi polla contra la parte baja de su culo. Le besé en el cuello tiernamente. Diego tenía la respiración entrecortada. Se le notaba un poco nervioso y algo tenso. Estuve un rato acariciándole la espalda para que fuera relajándose poco a poco.

Abre el primer cajón de la mesilla – me dijo – y saca el bote que hay dentro

Hice tal y como me había ordenado. Saqué un bote de vaselina y lo abrí. Estaba por la mitad. Seguramente aquel chaval la utilizaba en sus juegos íntimos. Desenrollé un condón y me coloqué. Después cogí con los dedos un poco de la crema y se la unté por la entrada del ano. Diego dio un pequeño respingo al notar el contacto frío de la vaselina sobre su culo. Cogí otro poco de crema y me la esparcí por todo el tronco. Acomodé la cabeza del pene sobre su ano y presioné ligeramente. Instintivamente, Diego contrajo los músculos del ano cerrando la entrada.

Sssschhh, relájate. Si estás relajado no te hará daño – le dije

Está bien. Pero ve despacio, por favor – me dijo preocupado

No te preocupes, que no te va a pasar nada – intenté calmarlo

Volví a presionar mi polla lentamente. La punta fue introduciéndose suavemente, deslizándose. Paré unos segundos para que Diego fuese acostumbrándose. De momento parecía que el chaval no estaba sufriendo. Al fin y al cabo su ano ya estaba algo acostumbrado a recibir objetos extraños en su interior, aunque nunca del tamaño del que estaba a punto de recibir en ese momento. Por eso, lo peor aún estaba por llegar. Seguí empujando mi pene y se introdujo un par de centímetros más. Diego se quejó, pero no me pidió que parase. Así que continué. Seguí empujando y hubo un momento que no pude controlar mi embestida y le hundí el rabo hasta la mitad. Diego dio un fuerte grito de dolor que se oyó en 1 km a la redonda. Le abracé fuertemente para calmarlo mientras le pedía perdón. Intenté quedarme quieto dentro de él con el fin de que su recto se acostumbrara a mi polla pero sus gritos de dolor impidieron que siguiera con aquello.

AAAHHH!. SÁCAMELA, SÁCAMELA, SÁCAMELA!!!!

Se la saqué lentamente para evitar hacerle más daño a aquel chaval. En cuanto se sintió liberado, Diego adoptó una posición fetal mientras se abrazaba fuertemente a la almohada y escondía su cara sobre ella.

Nene, ¿estás bien? ¿Te duele mucho? – le pregunté preocupado

Espera, espera – acerté a oír, pues al tener la cara hundida en la almohada no podía entenderle bien

Por fin, pasado medio minuto, levantó la cara y me miró. Se sonrió de pura vergüenza y yo también me sonreí.

Joder, tío. ¡Qué bestia! Casi me partes el culo – me dijo sin haber reproche en sus palabras

Lo siento nene, no sé que ha pasado. ¿Quieres que lo dejemos?

¿No te importa? – me preguntó

Claro que no, ya lo intentaremos en otro momento

Que mal tío! Pensarás que soy una nenaza – dijo avergonzado

Para nada. ¿Sabes cuanto tiempo tardé yo en meterme una polla dentro del culo desde la primera vez que lo intenté?

¿Cuánto? – preguntó intrigado

Dos meses, después de cinco intentonas con tres tíos distintos. Y ya ves, quién lo diría ahora con este culo tan tragón que tengo

¿Dos meses? Me muero si tengo que esperar tanto tiempo para eso

Pero eso depende de cada uno. Hay tíos que la primera vez ya pueden hacerlo. Paciencia, que ya verás que llega

Diego había perdido toda su erección. No quería que el chaval quedase insatisfecho de ese encuentro sexual, por lo que decidí premiarle de alguna manera.

¿Quieres que cambiemos los roles? – le pregunté

¿Qué quieres decir? - contestó

¿Que si te apetece ser tú quien me folle? Ya te follaré yo en otro momento

Es que nunca lo he hecho y me da palo que no sepa hacerlo

Nadie nace sabiendo. Todo se aprende en la vida y esto también. Además, que mejor profesor que yo para que te vaya guiando. ¿De acuerdo?

Vale – contestó

Desde que le propuse follarme, la polla de Diego había empezado a reaccionar y no tardó en adoptar su máximo tamaño tras unos cuantos chupeteos y lamidas. Intenté enseñarle a ponerse un condón, pero me contestó que era virgen pero no gilipollas, y que sabía perfectamente cómo se hacía. Le pedí que se tumbara bocarriba y que estirara las piernas. Le unté toda la polla de vaselina y cuando iba a untarme otro poco por el ano, me lo impidió.

Espera – dijo – se me ocurre otra forma mejor de lubricarte

Y acto seguido me hizo poner a cuatro patas con el culo en pompa. Otra vez volvía a sorprenderme. Diego acercó algo curioso su nariz hasta mi culo y aspiró un par de veces. Después acercó la punta de su lengua y dio un pequeño lametazo, que fue seguido de otros cuantos más. Una vez convencido del sabor, comenzó a comerme y a besarme salvajemente el culo. Al chaval le estaba gustando aquello y yo estaba volviéndome loco. Me di la vuelta e hice tumbarle de nuevo. Ahora sí que había llegado el momento. Me coloqué sobre él mirándole de frente y fui bajando poco a poco hacia su rabo duro. Se lo cogí y me lo acomodé en la entrada de mi ano. Apreté y entró sin ninguna dificultad todo el glande. Diego suspiró. Seguí empujando e introduje varios centímetros más la polla. Al tercer empujón sus cojones chocaron contra mis nalgas. Miré a Diego y le vi con la boca abierta y los ojos brillantes de emoción. Subí despacio y volví a bajar. De nuevo subí, y bajé. Poco a poco fui cogiendo ritmo y mis movimientos fueron haciéndose más rápidos y violentos. Al cabo de un rato ya cabalgaba a galope sobre la polla de Diego quien no dejaba de agarrar fuertemente las sábanas. Tensaba los dedos de los pies y movía la cabeza de un lado a otro, cuando no perdía detalle de cómo su polla se perdía en aquel agujero hondo y caliente. Paradójicamente, aunque el que estaba jugando el papel de pasivo era yo, quien estaba haciendo también todo el trabajo era yo mismo. Sabía que si hubiese dejado a Diego embestirme, se hubiese agotado rápidamente ante la falta de práctica y quizás no hubiese llegado hasta el final. No quería que su primera vez pudiera ser frustrante, por lo que quise que únicamente se concentrara en sentir placer. No duró mucho; poco después se corrió. Yo acabé sobre su pecho y formé un gran charco de leche entre sus dos tetillas. Cuando me tumbé a su lado a descansar me soltó un "gracias" que me llegó al alma.

Nos duchamos, momento que aprovechamos para seguir besándonos. Después nos calentamos la comida en el microondas. Ese día tocaba macarrones con tomate y carne picada para comer. Le ayudé a poner la mesa y comimos desnudos en la mesa pequeña sentados en el suelo mientras veíamos un capítulo de "Padre de familia" que ya habían echado en la tele unas cuantas veces. Estuvimos largo tiempo hablando. Le confesé mi preocupación hacia todo aquello que estábamos haciendo. Me preocupaba que hubiese influido en su vida sexual y que le hubiera incitado a hacer cosas que aún no tenía claro que quisiera hacerlas. Él se rió y me contestó que no me rayara, que sabía que le iban los tíos desde hace tres años y que ya lo había asimilado. Llevaba un tiempo planteándose conocer a alguien y quedar con él. Tenía muchas ganas de experimentar con el sexo, pero aún no se había atrevido. Me contó que una vez estuvo a punto de quedar con un chico de 19 años que había conocido en un Chat, pero que finalmente se echo atrás. Reconoció que gracias a mí había dado un gran paso y que si yo no me hubiese insinuado de la manera que lo había hecho quizás hubiese tardado un buen tiempo en dejar de ser virgen.

Si no he hecho esto antes con alguien, no ha sido porque aún no tuviese las cosas claras, sino porque soy bastante tímido y me cuesta dar el primer paso. Además, quería que la primera vez fuese con un tío con el que tuviese cierta confianza, y tú me la has dado desde el principio – me dijo

Me preguntó qué me apetecía de postre y en ese momento me acordé de los helados.

¡Hostia, los helados, no los guardamos en el congelador! – me lamenté

Jajajaja, es verdad, estarán totalmente derretidos

Bueno, pues coge el que más te guste y guarda el otro en el frigorífico

Diego vino con la tarrina de helado de cookies y un par de cucharas grandes. Empezamos a comer los dos de la misma tarrina. El helado no se había derretido del todo y tenía una consistencia muy cremosa. En un momento dado dejé caer un poco de helado sobre Diego yendo a parar directamente a su pecho.

Uy!, perdón. Espera que te limpio – dije mientras bajaba a limpiarle con la lengua

Diego dejó caer un buen pegote de helado sobre mi ombligo.

Joder, en qué estaría pensando yo… - me dijo, y bajó a lamerlo hasta no dejar ni una sola gota.

Repetí la acción poniendo esta vez el helado en la punta de su nabo, el cuál lamí hasta dejar reluciente. Diego quiso probar también y me imitó. El resto de la tarrina nos lo comimos directamente desde las pollas, las cuales no dejábamos de embadurnar con el cremoso helado. El resto de la tarde la pasamos tumbados en el sofá viendo una película en DVD. Diego permanecía tumbado sobre mi pecho y yo le acariciaba de vez en cuando el pelo. De repente, sin venir a cuento, me soltó una pregunta.

¿Tú te ves con un tío el resto de tu vida? – preguntó

¿A qué viene esa pregunta?

No sé, se me acaba de ocurrir. Dime, ¿te ves?

¿Con el mismo tío toda la vida? – pregunté

No. No me veo. Me agobio sólo de pensarlo.

¿Y con novio? – volvió a preguntar

¿Qué es esto? ¿el interrogatorio de la Santa Inquisición?

No sé, lo decía por hablar de algo

Pues no, tampoco me veo con novio, al menos de momento. Prefiero disfrutar con distintos tíos

¿Y si te enganchas a uno?

Joder, pues no sé, todo puede pasar, pero ya intento yo no pillarme por nadie

¿Y cómo lo haces?

Pues por ejemplo, no quedando con el mismo tío más de tres veces – respondí

Esa respuesta no debió de gustarle a Diego, porque se separó de mí y su rostro se puso más serio.

¿Eso quiere decir que ya no vas a quedar más conmigo? – dijo

No sé, tampoco me lo he planteado – respondí

Pero es lo que acabas de decir

Yo que sé, ¿tenemos que hablar ahora de esto?

Ey, que no me importa – dijo simulando que no le molestaba – que no eres el único tío en el mundo. Ya he conseguido follarte así que ya no hay problema en que no quedemos más

Se notaba que el chaval se había cabreado y en cierto modo entendía su enfado, pero aún así ese comentario no acabó de gustarme, aunque intenté que no se diera cuenta de ello. Seguimos viendo la película como si nada aunque ya cada uno en un lado del sofá. Cuando acabó la peli le dije que ya se había hecho tarde y que tenía que irme a casa.

¿Te espera alguien? – preguntó

No

¿Y por qué no te quedas a dormir hoy aquí, conmigo?

Ronco mucho

Jajaja, no te preocupes, yo tengo el sueño muy pesado

¿No estás mosqueado conmigo? – pregunté

¿Por qué, por lo de antes? No, tío. No pasa nada si no volvemos a quedar. No estoy pillado por ti ni nada por el estilo

Me alegra escuchar eso

Si va a ser la última vez que estemos juntos, me molaría que la aprovecháramos al máximo

Nadie ha dicho que vaya a ser la última. Te he dicho que como máximo quedo tres veces con la misma persona. Y de momento tú y yo sólo hemos quedado dos veces

Vaya, que considerado es el señor. Entonces sé que me dará audiencia una vez más

No te burles de mí. Y que sepas que siempre hay excepciones. Con un tío llegué a quedar hasta cinco días.

¿Entonces te quedas a dormir?

Por supuesto – y le guiñé un ojo

Decidimos echar unas partidas a la Play Station antes de cenar. Estuvimos cerca de dos horas jugando y para cuando quisimos darnos cuenta, ya eran las once de la noche. Nos zampamos una tortilla de patatas y unas salchichas. Con los estómagos llenos nos acurrucamos en el sofá para reposar la comida mientras Diego no dejaba de hacer zapping por todos los canales. Una de las veces dejó uno de los canales durante largo tiempo. Era un verdadero tostón lo que estaban echando. Me extraño que Diego no cambiara y pedí que lo hiciera. Como no me contestó, le miré y le descubrí dormido. Estaba hermoso. Tuve una sensación de cariño hacia él, protectora, casi fraternal. Me dejé llevar por un impulso y le besé en la mejilla. Él se removió pero siguió durmiendo. Apagué la tele y le desperté suavemente zarandeándolo un poco.

Ey, nene. Vamos a acostarnos.

Se desperezó un poco y conseguí llevarle con algo de dificultad hasta el baño. Meó y lo acompañé hasta la cama. Se tumbó de lado y volvió a abrazar su almohada, sin dejarme a mí ni un centímetro para apoyar mi cabeza. Me hizo gracia el gesto y reposé la cabeza directamente sobre el colchón. Me tumbé detrás de él y lo abracé por la espalda, acercándolo hacia mi pecho. Llevábamos así cinco minutos cuando me habló.

¿Ya quieres dormir? – preguntó

Pensaba que ya estabas dormido – le dije. Diego se dio la vuelta hacia mí

Sí, lo estaba, pero ahora me apetece hacer otra cosa

Ah sí? El qué? – le pregunté con voz sensual

Me gustaría continuar donde lo habíamos dejado… - contestó

¿Y dónde lo habíamos dejado?

Quiero que volvamos a intentarlo, que vuelvas a penetrarme – me dijo

¿Te apetece?

Vale, vamos a intentarlo otra vez – le dije, y le besé

No quería volver a hacer daño al chaval, por lo que me lo tomé con mucha calma. Había tiempo suficiente y había que hacer las cosas poco a poco. De primeras, me entretuve durante mucho tiempo en jugar con su ano. Se lo chupé y ensalivé durante media hora, al tiempo que iba introduciéndole algunos dedos cada cierto tiempo. Espacié mucho los momentos en que pasaba de introducir un dedo a dos, y de dos dedos a tres. Tenía que conseguir que ese chaval estuviese lo más dilatado y lo más lubricado posible antes de la penetración. También quise alargar ese instante y retrasar el momento de la penetración para así aumentar la excitación de Diego hasta el punto más alto. Cuando llegó el momento y quise ponerme un condón, me di cuenta de que ya se me habían terminado. Diego abrió el cajón de los calcetines y del fondo sacó un preservativo.

Toma. Me lo regalaron el mes pasado en una charla que dieron en el insti – dijo

Me lo puse, y me dispuse a embadurnarme la polla de vaselina. Después hice lo propio con el ano de Diego, que engullía los pegotes de vaselina que untaba con mis dedos. Le hice tumbarse bocarriba. Yo me puse de rodillas frente a él y alcé sus piernas hacia arriba apoyándolas sobre mis hombros. Esa visión estaba teniendo que calentar mucho al chico, porque tenía el rabo como una piedra, más duro que nunca. Yo también estaba muy excitado. No podía olvidar que iba a desvirgarle y en cierto modo me sentía obligado a que ese momento fuese especial para él. Coloqué mi polla en su ano y empujé levemente. La punta se perdió en el interior muy fácilmente, sin apenas esfuerzo. Continué presionando y el resto de la polla fue introduciéndose gradualmente, no sin cierta dificultad. Le pregunté a Diego si se encontraba bien y me contestó que sí, aunque me di cuenta de que el chaval se estaba mordiendo el labio aguantando el dolor. En un momento dado paré para no lastimarle más, pero me pidió que no parara y que siguiera hasta el final. Cuando ya la tenía toda metida observé que por la mejilla de Diego resbalaba una lágrima.

¿Te has emocionado con este momento tan romántico? – le pregunté burlonamente

No gilipollas – me contestó – es que me has hecho polvo, pero no quería que pararas porque sabía que tenía que acostumbrarme al dolor. Lo he leído en muchos relatos

Jajajaja, no te creas todo lo que dicen en los relatos

Después de un tiempo en el que permanecimos quietos para que Diego fuese relajándose, comencé un suave mete-saca. La gran cantidad de saliva, vaselina y líquido preseminal que había soltado facilitaron mis movimientos. Poco a poco fui aumentando la velocidad de las embestidas. Me fije en la polla de Diego. Se había bajado totalmente. Intenté cogérsela para reanimarla pero Diego me lo impidió y me suplicó que siguiese con lo mío y que terminara cuanto antes. Yo aumente la velocidad y comencé a empujarle más fuerte, hundiendo mi polla hasta el fondo. Diego empezó a quejarse de que le estaban entrando ganas de mear. Intenté convencerlo de que no pasaba nada, que era algo normal y continué con el polvo. No era plan de parar todo aquello simplemente porque el chaval le estaba entrando ganas de orinar. Estaba muy caliente y quería terminar aquello que había empezado; ahora no iba a volverme atrás. Así que seguí, y seguí follando el chaval a pesar de sus pequeñas quejas.

Quiero que me llenes ya el culo con toda tu lefa!!!! – gritó desesperado

Oír decir esa frase a un chico de 17 años me excitó tanto que al instante me corrí. Diego respiró aliviado. Me tumbé junto a él a descansar y vi que estaba algo serio.

¿No te ha gustado, verdad? – le interrogué

No sé, es que ha sido raro – contestó

¿Te esperabas otra cosa, no?

Pues sí, la verdad

¿Te he hecho mucho daño?

No, si daño no me has hecho. Lo que tenía eran unas molestias de la hostia y unas ganas infinitas de mear – dijo

Jajaja, suele pasar en estas circunstancias

Bueno, quizás me había hecho demasiadas ilusiones… - dijo

¿Te cuento un secreto?

Dime

Mi primera vez fue horrible y no me gustó nada. Y la segunda tampoco acabó por convencerme, pero poco a poco fui cogiendo el tranquillo y ahora no hay día que mi culo no se abra pidiendo que lo folle un buen rabo

¡Qué bestia eres! – dijo riendo

Sí, y ahora es el turno de que te corras tú. Vamos a despertar a esta niña.

Le hice una mamada empleándome a fondo. Cuando noté que iba a venirse, no aparté la boca de su polla y esperé a que me llenara la garganta con todo su esperma. En escasas ocasiones suelo tragarme la leche de los tíos. Sólo lo hago cuando estoy totalmente seguro de que no van a contagiarme nada. Esta vez sabía que Diego no había estado con nadie más aparte de conmigo, por lo que no tenía de qué preocuparme. Además, era la primera vez que iba a probar el semen de un adolescente y me apetecía saber el sabor que tenía. Tragué hasta la última gota y lamí todo su pene hasta dejarlo totalmente limpio.

Esto que acabas de ver, no lo hagas nunca. Utiliza siempre preservativo. ¿Ok? – le dije

Caímos rendidos y nos dormimos abrazados al instante. Me desperté sobre las once de la mañana. Diego seguía durmiendo. Recibí un mensaje en el móvil. Era de mi amigo Sebas, que decía que había quedado a las 14 h con el resto del grupo en La Latina para tomar el aperitivo. Hacía tiempo que no les veía y me alegraba de que hubiese surgido un plan para hoy. Me olí y me di cuenta de que mi cuerpo pedía a gritos una ducha. Me levanté y fui al baño. Tras ducharme y secarme todo el cuerpo, me puse mis boxer y me fui hasta la cocina. Me sentí con la total libertad de buscar algo para desayunar. Pillé una manzana y un par de plátanos y me senté a comer en la mesa de la cocina. Al rato apareció Diego. Aún tenía los ojos medio cerrados porque le molestaba la luz. Traía el pelo totalmente alborotado y venía desnudo, acompañado de una erección matutina y rascándose el culo. Aquella visión me puso algo cachondo. Me calienta ver a los tíos recién levantados, con ese aspecto totalmente desaliñado y oliendo a sudor de toda una noche. Cuando pasó junto a mí me saludó revolviéndome un poco el pelo y acto seguido se sentó en la silla contigua a la mía, apoyando los brazos sobre la mesa y hundiendo la cara sobre ellos.

¿Qué tal nene? Veo que aún no te has despertado del todo… - le dije

¿Qué haces levantado tan temprano? Deben de ser las 9

Te equivocas, ya son las 11:30

¿Ya? Joder, esta noche he dormido fatal; no hacía más que despertarme dijo malhumorado

Eso es porque no estás acostumbrado a dormir con otra persona en la misma cama

Debe de ser… Pensé que te habías ido sin despedirte. Como no te he visto en la cama

No tío. Pero no tardaré en irme - dije

¿Has quedado?

Sí, he quedado con unos amigos para tomar el aperitivo

¿Por qué no te quedas a comer? Luego podíamos pasar la tarde juntos viendo alguna película, o jugando a la Play… Mis padres no llegarán hasta la madrugada – añadió con entusiasmo

De verdad Diego, que no puedo. Hace tiempo que no veo a mis amigos y me apetece verlos

Entiendo… ¿Volveremos a vernos?

Claro, recuerda que compartimos patio y nos vemos a diario por las ventanas, y también nos veremos en la piscina

No me refiero a eso – me interrumpió

Ya, ya lo sé. Pues no sé. Depende

¿De qué?

Depende de cómo vayan surgiendo las cosas

Ya, lo que pasa es que tienes miedo de pillarte por mí – dijo convencido

¿Cómo dices?

Pues que sé que yo te gusto. Sólo hay que ver cómo disfrutaste cuando te follé. Y si te digo la verdad, tú también me molas un huevo, y me gustaría que no cortáramos esta relación tan chula que tenemos

Diego, que yo disfrutara ayer metiéndome tu rabo por el culo no quiere decir que esté pillado por ti. Sólo fue sexo. Y sexo del bueno, sin duda

¿Entonces no te gusto? - preguntó

Claro que me gustas, pero no como tú crees

Pues tú sí me gustas mucho – dijo seriamente y mirándome a los ojos

Pues creo que ambos sentimos cosas distintas

Es por qué soy un niño para ti… ¿es eso, verdad?

No eres un niño. Al contrario, tienes las cosas muy claras y pareces más maduro que el resto de chicos de tu edad. Pero aún así yo te saco ocho años y eso a la larga lo íbamos a notar ambos

Si es porque tengo poca experiencia en la cama, puedo aprender rápido – añadió casi suplicando

No se trata de eso

¿Entonces de qué se trata?

De que por mi parte no hay nada entre nosotros, y tampoco quiero que lo haya. Ya sabes que yo voy por libre

No me lo creo

Pues es así - insistí

Sigo sin creérmelo. Mírame a los ojos y dime que no me quieres – me retó

No digas tonterías

Dímelo, dime que no me quieres

No te quiero Diego

Diego salió apresuradamente de allí cabreado hacia su habitación. Se oyó un fuerte portazo. Fui tras él e intenté abrir la puerta. Había echado el cerrojo. Le pedí que me abriera para hablar del tema, pero no me contestó. Después de diez minutos intentándolo, me di por vencido y le dejé tranquilo. Cuando me disponía a irme, bajo la puerta me lanzó algo. Me agaché y lo cogí. Era el DVD que le había grabado con vídeos porno. El chaval había sido consciente durante todo ese tiempo de que se lo había enviado yo, pero no me había dicho nada. Me vestí y salí de su casa. Sabía que había sido muy duro con él, pero era la única manera de que entrara en razón y no se ilusionara más por algo que no podía ser. Además, terminar de ese modo, me facilitaba las cosas a mí, porque si Diego no me hablaba no iba a surgir la ocasión de volver a acostarme con él y así no caería en la tentación.

Dejé pasar dos días tras los cuales le escribí un par de mensajes pidiéndole perdón. No contestó a ninguno de ellos. Tampoco abría ya la ventana de su habitación. Llegó el fin de semana y bajé a la piscina. No le vi por allí. Fue entonces cuando me percaté de que había un nuevo socorrista en la piscina, un mulato que se llamaba Samuel, según supe tiempo después. Una tarde, mientras estaba en mi habitación viendo la tele tumbado en la cama, sentí que abrían la ventana de enfrente. Había pasado una semana desde el fatal desenlace entre Diego y yo y todavía no había tenido noticias de él. Cuando me asomé, me sorprendí al ver la escena. Diego estaba con un chaval más o menos de su edad. Éste le estaba haciendo una mamada a Diego, quien no perdía oportunidad de mirar hacia mi ventana para restregarme lo bien que se lo estaba pasando. Después fue Diego quien se agachó a comerle la polla al otro chaval. Minutos después, Diego cerró la ventana y me dejó sin ver el final del espectáculo. El muy cabrón se estaba vengando de mí. Luego me di cuenta de que sólo era un chico de 17 años y que su reacción era comprensible. Por un lado me alegré por él, porque lo que necesitaba era enrollarse con chicos de su edad y olvidarse de mí. Por otro lado me hirió un poco en el orgullo, por la rapidez que se había dado en buscarme sustituto. Pero sobre todo, lo que provocó en mí aquella visión, fue una erección instantánea y un calentón de narices que intenté solventar con una buena paja que me hice tumbado sobre mi cama.