El diario de Marcos: con el socorrista (2)

Segundo round. Marcos se muere de ganas de sentir la polla de Samuel clavándole hasta el alma. El socorrista no le va a defraudar. Y Diego tampoco va a desperdiciar ese momento.

Vivo en la última planta, la octava, por lo que aprovechamos el trayecto en ascensor para comernos la boca y sobarnos los paquetes. Yo me quité el bañador y me quedé en pelota picada ante la sorpresa y la excitación de Samuel.

Estás loco tío. ¿Y si nos pillan?

No te preocupes. En mi planta sólo hay dos pisos, el mío y el de enfrente, pero lleva años vacío – dije

Ah sí? Haberlo dicho antes – añadió mientras se despojaba de la camiseta y dejaba al aire sus pezones totalmente erectos, los cuales no tarde en chupar.

Llegamos a mi planta y salimos del ascensor sin dejar de besarnos. Permanecimos en el descansillo de la planta, entre las dos puertas, durante unos minutos morreándonos y tocándonos por todo el cuerpo. Hacía rato que ya le había quitado sus bermudas, pero aún no había hecho lo propio con sus slips. Aún no tocaba quitárselos. Me encantaba sentir cómo su polla luchaba por salir de su prisión, cómo iba humedeciendo poco a poco la tela del slip y cómo Samuel se iba enloqueciendo por hacerle esperar tanto. Sólo nos iluminaba la luz del ascensor pero de pronto, alguien lo llamó desde otra planta y la puerta se cerró, dejándonos en total oscuridad.

¿Y si te follo aquí mismo y ahora mismo? – me preguntó entre jadeos

Sería una experiencia bastante morbosa. Lástima que no viva nadie ahí enfrente para que nos espie por la mirilla.

¿Eres un exhibicionista, eh?

Exhibicionista y voyeur. Anda, vamos dentro, que para follar nos hacen falta los condones. Además, creo que vamos a estar más cómodos – le dije

No hubiese estado mal follar allí mismo. Incluso en el ascensor (rectifico: sobre todo en el ascensor). Sólo hubiese sido necesario entrar a por los condones y salir de nuevo con ellos. Pero mis intenciones eran otras. Quería llevármelo a mi habitación porque sabía que desde allí ofrecería una buena vista a alguien que estaría esperándome al otro lado de la ventana.

Mientras intentaba abrir la puerta, Samuel no dejaba de restregarme el paquete por todo el culo. Tardé un minuto en dar con la llave. No puedo concentrarme cuando un tío me soba con descaro mi parte del cuerpo más sensible y erógena. Por fin conseguí abrir la puerta y accedimos al interior.

¿A qué esperas a quitarme los calzoncillos? – me preguntó

¿Y por qué no te los has quitado ya tú?

Porque quiero que seas tú quien me los quite, y con los dientes

Mmmmm, veo que sabes leer mis pensamientos – añadí mientras me arrodillaba frente a él

Antes de morder la goma del slip y empezar a bajárselos, aspiré fuertemente el aroma embriagador que desprendía. Joder, el cabrón no se había puesto los slips limpios, estos debían ser los que trajo puestos por la mañana. Guau! Cómo me enloquecía ese olor. Hundía y hundía mi nariz en su polla y huevos. En ese momento hubiese deseado convertir ese manjar en mi almohada y permanecer hundido allí toda la vida.

Sabía que te gustaría mi sorpresa. A los viciosos como tú, y como yo, nos encantan estas guarradas

Los viciosos como tú y como yo somos los que sabemos disfrutar del sexo al 100% - añadí, y le bajé los calzoncillos hasta los pies con ayuda de mis dientes

Continuamos morreándonos por el pasillo de camino a mi habitación. Me preguntó por el baño para ir a descargar una meada antes de ponernos en acción. Mientras meaba, yo aproveché para levantar la persiana de la habitación y abrir la ventana a fin de que entrara un poco de aire que ayudara a sofocar el calor propio de las cuatro de la tarde y el calor que minutos después iba a condensarse en ese dormitorio. Entonces le vi. No me había equivocado. Tal y como pensé durante el trayecto en el ascensor (mientras mi mano se perdía dentro de las bermudas de Samuel), él iba a estar allí espiándonos. Y eso era algo que me excitaba y que deseaba. Estaba escondido, o al menos lo intentaba, porque su falta de práctica para espiar le había delatado. Yo, por el contrario, soy un experto voyeur. La de veces que me he pajeado viendo a Diego mientras se paseaba en boxer por su habitación hablando por móvil o escuchando música. Por suerte, él no se percató de que yo le había descubierto mirando. Y eso quería decir que no se iba a ir de allí y que seguiría mirando durante todo el polvo que Samuel iba a echarme minutos después. Aunque compartía patio interior con la habitación de Diego, él no vivía en mi portal, sino en el de al lado. Por eso, y por suerte, sus padres no me conocían, quizás sólo de vista. Así podía evitar el tener que encontrármelos en el ascensor y hablar de cualquier cosa estúpida como el tiempo sabiendo que ellos ignoran que su niño querido me ha estado comiendo la polla en varias ocasiones. Soy morboso, pero hay ciertas cosas que consiguen cohibirme.

¿Preparado? – me preguntó a mis espalda Samuel sacándome de mis pensamientos

Ansioso – le contesté, y evitando que yo me diera la vuelta, empezó a besarme dulcemente por el cuello y las orejas mientras me masajeaba suavemente los pezones.

Poco a poco fue bajando por toda la espalda deslizando su lengua por cada poro de mi piel. Era curioso; después de toda la locura y pasión que habíamos desprendido durante toda la tarde, de repente, Samuel se convirtió en el amante más tierno y dulce que jamás había tenido. Yo permanecía de pie, estremeciéndome de placer, apoyando las manos sobre el borde de la ventana y con los ojos entreabiertos, para no perder de vista a Diego, que distinguía como una silueta en la oscuridad del fondo de su habitación. Sí, no había duda, se estaba haciendo una buena paja. Sus movimientos le delataban. Joder, cómo me gusta que me miren mientras practico sexo (como aquella vez en el cine, cuando fui a ver la película 300. Había quedado con un tío que había conocido en un Chat. Ambos teníamos la fantasía de mamar una buena polla en la oscuridad de una sala de cine, pero en nuestra fantasía no estaba el hacerlo a la vista del resto de espectadores; eso hubiese sido muy arriesgado. Por eso fuimos a la sesión de las 4 de la tarde y cogimos butacas en la última fila. Ya había empezado la película y ya había empezado mi amigo a comerme la polla, cuando apareció una pareja joven, de unos treinta años, que cogió asiento también en nuestra fila, pero al otro extremo. Yo no le dije nada a mi amigo y le dejé hacer. Estaba tan caliente que no quería cortar aquello. Al rato, el chico de la pareja se dio cuenta de lo que estábamos haciendo y de vez en cuando miraba hacía nosotros. Parece que le estaba excitando la visión que estábamos ofreciéndole porque las miradas cada vez eran más frecuentes y prolongadas. Yo no podía más, mi excitación estaba al límite, por lo que aparté a mi amigo de mi polla y me corrí sobre el respaldo de la butaca de adelante lanzando chorros y chorros de leche. La chica de la pareja no se percató de nada en ningún momento. Estaba demasiado ocupada en contemplar los músculos sudorosos de los 300 espartanos de la pantalla).

Samuel me arrastraba poco a poco hacia la cama haciendo el trenecito. Su polla se perdía entre mis muslos, y no dejaba de comerme el cuello, ahora con más desesperación que antes. Me lanzó contra la cama y quedé bocabajo con la polla aprisionada contra el colchón. Se tumbo sobre mí y poniéndome los brazos en cruz, me agarró las muñecas para evitar que me moviera. No dejaba de restregar su polla por todo mi culo. Sentir el peso y el calor de un tío tumbado encima de mí era lo que más necesitaba en ese momento. Me encantaba sentirme poseído por él, con esa sensación de que podía hacer conmigo lo que él quisiera con sólo pedírmelo, incluso sin que me lo pidiera. Bajó hacia mi culo y separó mis nalgas con las manos. Metió su lengua en mi ojete y empezó a lamerlo salvajemente. En seguida empecé a soltar algún que otro gemido de placer, que intentaba acallar con la almohada para evitar que me oyera algún vecino por el patio. No tardó mucho en dilatarse el ano, porque ya lo tenía algo abierto de la lamida que me había propinado Samuel en las duchas, por lo que decidí no alargar más el momento y dejar que me penetrara de una vez. Le pasé un condón y se lo puso.

¿Cómo quieres que lo hagamos? – me preguntó

Como a ti te guste más – le dije

Bueno, a mí lo que más me pone es hacerlo frente a frente, para no perder de vista la expresión de placer en tu cara

Quizás en ese momento me hubiese molado más que me hubiese follado estando yo a cuatro patas, porque esa postura me facilitaría mirar por la ventana y ver a Diego espiándonos, pero pensé que ya estaba bien de pensar en mi vecino y que debía concentrarme en la maravillosa oportunidad que me ofrecía la vida de follar con este monumento, por lo que accedí a su petición y me tumbé en la cama bocarriba. Ahora, lo que vería Diego desde su posición son mis pies aparecer sobre los hombros de Samuel mientras me perforaba el culo. Estaba yo perdido en mis pensamientos y con la imagen en mi cabeza de Diego espiándonos cuando Samuel me sorprendió clavándome toda su polla hasta el fondo. No me había dado cuenta de cuando había empezado a metérmela. Estaba claro que estaba muy dilatado porque apenas me había causado ninguna molestia. Le supliqué que se quedara quieto durante un tiempo con la polla bien adentro. Le abracé la espalda con mis piernas y pies y lo atraje hacia mí, fundiéndonos en un ardiente beso. Permanecimos abrazados y besándonos durante un par de minutos.

Ahora, quiero que me folles como si te fuera la vida en ello, como si fuera el último culo que vas a romper, ¿entendido? – me encanta hablar así cuando estoy caliente, como un guarro vicioso que sólo vive para follar

Sí señor! Vas a recordar este polvo por el resto de tu vida

Y dicho esto se incorporó, cogió mis pies por los tobillos y empezó a bombearme fuertemente. Ahora no había espacio para la delicadeza. Quería que me follara de forma salvaje y él lo sabía perfectamente. Metía y sacaba sus 19 cm de polla a una velocidad vertiginosa. Parecía como si estuviese poseído. No dejaba de apretar fuertemente los dientes y los ojos y el sudor comenzó a resbalar por todo su cuerpo. Hacía ya dos horas que habíamos empezado con todo esto en las duchas de los vestuarios y se notaba que ambos estábamos ya al límite y que necesitamos descargar toda la excitación y la calentura que habíamos estado almacenando durante tanto tiempo. Samuel estaba prácticamente al borde de sus fuerzas, pero no por ello disminuía su ritmo. Me cogía y cogía y me clavaba toda su polla como si acabase de comenzar a follarme. Quizás se veía alentado por mis palabras, ya que yo no dejaba de suplicarle que me follara, que me follara, que me follara… Yo me agarré el rabo y empecé a masturbarme frenéticamente, siguiendo el ritmo de las embestidas de Samuel. El polvo se alargó diez minutos más, hasta que yo le dije que no tardaría en correrme.

Venga tío, córrete ya. Yo ya estoy a punto – le grité

Espera, espera, quiero que nos corramos juntos – me suplicó

Joder, vamos, que no aguanto, lléname de una puta vez con toda tu leche!!!

Sí, ya voy, ya voy!!!!

No pude aguantar más y comencé a correrme sobre el pecho. Algún que otro trallazo de semen fue a parar al cabecero de la cama y a mi propia cara. Él, al notar cómo contraía el ano cuando soltaba la leche y apretaba su propia polla, no tardó ni cinco segundos en correrse dentro de mí. Gritamos extasiados de cansancio y placer y cuando ambos no teníamos ni una gota más que descargar, Samuel sacó su polla de mí, se quitó el condón y se tumbó a mi lado. Permanecimos un minuto en silencio, escuchando nuestras respiraciones agitadas que poco a poco fueron disminuyendo el ritmo. Al cabo de ese tiempo, nos miramos y nos reímos.

Ha estado genial. ¿Crees que nos habrán oído tus vecinos? – me dijo

Ah! No me lo recuerdes, espero que no. Pero si así fuera, ha merecido la pena

La verdad es que sí tío. Uff, he disfrutado mucho

Yo también. Esto hay que repetirlo – le dije

Claro que sí – añadió, y se acercó a darme un dulce beso en los labios.

Estaba totalmente agotado, por lo que me acomodé sobre su pecho y empecé a acariciarle suavemente la barriga. Él empezó a jugar con mi pelo con sus dedos. Poco a poco fui cayendo en los brazos de Morfeo. Es curioso, me pasa con algunos tíos, que después de haber follado con ellos, ha sido tan placentero el encuentro sexual que hemos mantenido, que me siento como si les conociera de varios años, aunque les haya conocido ese mismo día. Con Samuel me pasó eso. En ese momento tenía una sensación rara de cariño hacia él, aunque no le quisiera ni me hubiese enamorado. Me pasa con muchos tíos; supongo que se debe a la sensación total de relajación después de la descarga de adrenalina.

Samuel me despertó. Sólo habían pasado diez minutos desde que me había dormido. Me preguntó que si podía ducharse, que tenía que irse ya. Le contesté que por supuesto, y que me esperara, que en seguida me acercaba yo también a ducharme con él, y volví a cerrar los ojos. Cuando los volví a abrir eran las 9:15 de la noche y ya había empezado a anochecer. Me había dormido. Evidentemente Samuel ya no estaba allí. Me levanté y me puse unos boxer. Instintivamente miré hacía la ventana. Diego tenía cerrada su ventana. Pensé en si nos habría estado mirando durante todo ese tiempo. Suponía que sí. La puerta de mi habitación estaba cerrada. La abrí y salí al pasillo. Oí las voces de mis padres que hablaban en el salón. Me introduje en el baño para darme una buena ducha. Mientras me metía a la bañera, pensé en quién habría cerrado la puerta de mi habitación. Quizás Samuel, suponiendo que no iba a despertarme a tiempo antes de que llegasen mis padres, cerró la puerta al irse para evitar que me pillaran allí en pelota picada sobre la cama. Sumido en los pensamientos de mi socorrista particular, comencé a hacerme una paja bajo el chorro de agua fría.