El diario de Marcos: con el socorrista (1)

Marcos comienza con su diario sexual en el que cuenta sus más impactantes encuentros sexuales. Su primera historia relata el polvo que echó con el socorrista de su piscina ante la atenta mirada de su vecino.

Me llamo Marcos, tengo 25 años y desde hace dos tengo relaciones homosexuales. Me gusta el sexo, me gustan mucho los tíos y soy muy vicioso. Me gusta mucho experimentar cosas nuevas y apenas pongo límites cuando follo. Creo que haber estado reprimido durante 23 años ha provocado mi obsesión por el sexo. Mentiría si dijera que follo todos los días, pero también mentiría si negara que me he acostado con cerca de cincuenta tíos en los últimos doce meses. Por eso, creo que ya es hora de que comience a escribir un diario donde relate algunas de mis experiencias, las más morbosas, las más salvajes, las más románticas, las que más me han impactado… Y voy a comenzar contando el último polvo que he echado. Esta tarde.

Me describiré. Tengo un cuerpo atlético debido a la afición que tengo al triatlón. Mido 175 cm y peso 68 kilos. Culito respingón, polla de 17 cm y algo de vello en las piernas y el pecho. Moreno, pelo corto y ojos marrones. Sin ser un bellezón, tengo una cara simpática, aspecto entre travieso y algo canalla. Por cierto, estoy dentro del armario.

Vivo con mis padres en un piso del centro de Madrid. Es una urbanización con piscina, donde bajo todos los días a tostarme al sol (me encanta verme la marca del bañador, el contraste del culo blanco y el resto del cuerpo moreno). El momento de la piscina es una buena oportunidad para ver a tíos de todas las edades en bañador. Flipo cuando se les marca el paquete bajo el bañador mojado, o cuando tumbados y con las piernas flexionadas, se les ahueca el bañador dejando entrever sus tesoros más íntimos. Con este panorama, es obvio que no tengo más remedio que darme un chapuzón cada dos por tres para bajarme mi calentura innata. Me gusta especialmente un grupito de amigos, de entre 15 y 18 años, que bajan todos los días y no paran de hacerse aguadillas en el agua, pelean sobre el césped haciéndose distintas llaves de artes marciales y babean viendo a las chicas de su edad. Pero especialmente me gusta Diego, un chaval de 17 años, mi vecino de enfrente. Un niñato bien buenorro con quien he tenido tres encuentros sexuales y con quien he tenido que dejarlo porque él estaba empezando a confundir las cosas. Desde entonces no me habla (y no le culpo), aunque hoy no ha dejado de mirarme disimuladamente en toda la mañana.

Pero ya os hablaré otro día de él y de cómo llegué a follármelo. De quien voy a ocuparme en esta ocasión es de Samuel, el socorrista del turno de la mañana. Es un chico más o menos de mi edad. Alto, delgado, algo fibroso y rapado al cero. Pero lo que más me enloquece de él es que es mulato, y no hay nada que más morbo me de que un mulato, sobre todo si tienen una dentadura blanca y una sonrisa de escándalo como tiene Samuel. Desde el primer día le eché el ojo y me paso las mañanas enteras contemplando a este monumento. Al principio desconocía su tendencia sexual. Siempre estaba rodeado de niñas adolescentes que se notaba a leguas se morían por sus huesos (un amigo mío que es muy bestia hablando, diría que por lo que se mueren en realidad es por comerse su polla. No sé ellas, pero yo desde luego que sí). Aunque eso no quería decir nada, porque es normal que los socorristas estén rodeados de toda la chiquillería de la piscina.

Terminaba su turno sobre las tres de la tarde. Siempre, antes de irse, se introducía en los vestuarios, se daba una ducha y salía con su ropa de calle. Me lo imaginaba ahí, desnudo bajo el chorro de la ducha, a ton sólo unos metros de distancia de mí; mientras pensaba esto, mi polla crecía bajo el bañador y no tenía más remedio que tumbarme boca abajo para disimular.

Un día me dejé llevar por la calentura y a los dos minutos de que él entrase a los vestuarios, fui tras él. Entré y me dirigí a uno de los urinarios. Así, cuando saliera de la ducha y me viera, pensaría que estaba meando y no sospecharía nada. Al entrar, comprobé que ya estaba en la ducha por el ruido del agua. Observé su bolsa de deporte sobre uno de los bancos y tuve la tentación de acercarme a ella para oler su ropa sucia, pero ante el miedo de que saliese en cualquier momento y me pillara, me fui directamente al urinario. Allí no tardé ni cinco segundos en sacármela y empezar a tocarme la polla suavemente mientras pensaba en él y en cómo se enjabonaría su polla y su culo. Pasaron cinco minutos y no salía de la ducha. Entre la espera y el sobo que me estaba dando se me había puesto dura como una piedra. Quizá su tardanza se debiera a que él también había aprovechado la ducha para hacerse una buena paja. Pero finalmente oí cerrar el grifo del agua. Mi corazón empezó a latir a mil en ese momento. Sólo tardó unos segundos en salir y cuando hizo acto de presencia, casi me corro del gusto por la visión que me ofreció. Estaba totalmente desnudo, con su polla colgando, un buen rabo largo y moreno y, lo que más me impactó, totalmente depilado. Salía secándose la cara con la toalla por lo que no se percató de mi presencia. Cuando se quitó la toalla de los ojos y me vio, se asustó y dio un brinco. Al instante desvié mi mirada intentando disimular que estaba observándole.

Perdona, no quería asustarte – dije yo

No te preocupes – me contestó, y empezó a reírse de si mismo por el ridículo que acababa de hacer al asustarse de esa manera. Yo me sonreí.

No tengo por costumbre ir asustando a la gente.

Bueno, lo más normal es que pudiera haber alguien aquí; son los vestuarios… - añadió, y acto seguido se dio la vuelta y siguió secándose el resto del cuerpo.

Yo aún seguía como un tonto simulando que meaba sin atreverme a moverme de allí porque mi empalmada seguía en todo su esplendor. Pero tampoco podía esperar a que bajara porque sería muy sospechoso, así que me acomodé como pude la polla dentro del bañador y me retiré del urinario. Lo más lógico en ese momento hubiese sido salir de los vestuarios rápidamente para evitar que Samuel se diese cuenta de mi estado, pero no quería perder la oportunidad de seguir viéndolo en pelotas por lo que me detuve a lavarme las manos para alargar más el momento. Mientas me lavaba, le espiaba por el espejo que tenía al frente. En ese momento se entretenía secándose el culo. Se dio la vuelta y me pilló mirándole a través del espejo. En seguida desvié la mirada y me dispuse a secarme las manos.

Bueno, aún no nos hemos presentado. Me llamo Samuel – dijo acercándose a mí y ofreciéndome la mano. Me di la vuelta y le vi con esa sonrisa que me quitaba el sueño y con unos slips de color negro puestos.

Lo sé – le dije, y ante mi respuesta me miró algo extrañado – las niñas no dejan de pronunciar tu nombre

Jajajaja, sí es cierto, a veces desearía que me dejaran un poco tranquilo… Tu nombre?

Ah, sí, perdona. Marcos.

Pues encantado Marcos. Yo sí que no sabía el tuyo pero sí te conocía de vista.

Sí, bajo a diario. Me gusta practicar natación.

Eso está bien. Una persona menos por la que preocuparme, menos trabajo para mí.

Ese comentario no acabó de gustarme. ¿Una persona menos por la que preocuparse?. Al contrario, yo quería que él se preocupase por mí, que estuviera atento a mí, que me hiciera el boca a boca si fuera necesario.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos sin saber bien más que decir. Uno de esos silencios incómodos donde lo mejor es despedirse en ese momento para no alargar la situación.

Bueno, me tengo que ir ya – dije

Sí, yo también. Me esperan para comer.

Le ofrecí la mano de nuevo y él me la estrechó. Cuando fue a cogerla, miró hacía abajo y se percató de mi excitación bajo el bañador. Con la conversación que habíamos mantenido a mí ya se me había olvidado por completo la empalmada que llevaba encima. Se me había bajado un poco, pero aún se notaba. Me pareció ver una leve sonrisa en él y yo desaparecí con prisas de allí.

Hasta luego

Adiós – me contestó

Sabía que mi primer encuentro con él no había sido muy fructífero (tampoco esperaba que me hubiera follado allí mismo) y sabía que había hecho el ridículo estrepitosamente con esa huida con empalmada bajo el bañador incluida. Pero no me importaba. Cuando mi objetivo es tirarme a un tío o conseguir que un tío me eche un polvo a mí, poco me importa hacer o no el ridículo. Lo importante es el objetivo final. Y mi objetivo en ese momento era sentir ese pedazo de polla morena dentro de mi culo. Y no iba a parar hasta conseguirlo. ¿Cómo? No sabía. Ya tendría tiempo de pensar en algo. De momento, quizás, al día siguiente volvería a repetir el ritual de ir a mear a los vestuarios para encontrarme con él. Sí, sé que era muy descarado y que iba a sospechar, pero las calenturas nos hacen hacer las cosas más tontas e inverosímiles.

A la mañana siguiente bajé de nuevo a la piscina. Allí estaba él, como siempre, rodeado de chiquillas y de algún que otro chiquillo que le retaba a un pulso. Cuando me vio entrar, me saludó con la mano y me dedicó una de sus maravillosas sonrisas. Yo le respondí de igual manera y me acomodé en el césped a tomar el sol. Fui a los servicios en un par de ocasiones a mear, con la esperanza de que él me viera y fuese tras de mí. Mi gozo en un pozo. Ni rastro de él. Ya empecé a pensar que no tenía ninguna oportunidad con él y que iba a tener que conformarme con tenerle en mis pajas nocturnas (y en las matutinas, las vespertinas…).

Serian las dos de la tarde cuando una voz a mi espalda me despertó del sueño en el que había caído.

¿No sabes que no es nada aconsejable quedarse dormido bajo el sol? Puede darte una insolación – me dijo

Sí, tienes razón, pero es que anoche salí de marcha y aún no me he recuperado

Por no hablar de la babilla que te sale por la comisura de la boca… - añadió riéndose

Joder, es cierto. Vaya ridículo que estaría haciendo – dije mientras me limpiaba con la toalla y uniéndome a sus risas

¿Puedo sentarme?

Claro – le dije

Gracias, es que ya no sé que hacer para que los chavales me dejen un poco tranquilo, y hablar con alguien de mi edad me ayudará a relajarme – Y se sentó junto a mi toalla

Inconvenientes del oficio - añadí

Ayer me dijiste que te gusta practicar natación, no?

Bueno sí, pero no sólo natación. Verás, practico triatlón. No sé si lo conoces.

Algo he oído. Se practican tres deportes, no?

Sí, es una combinación de natación, atletismo y ciclismo.

Suena interesante ¿Por qué no me cuentas con más detalle en qué consiste? Aún me falta una hora para irme

Estuvimos hablando cerca de una hora. Era un chico muy agradable. De vez en cuando reía y me deleitaba con su sonrisa. La conversación fue tan amena que no nos dimos cuenta de la hora hasta que miré el reloj.

Son las tres y cuarto – dije

¿Ya? Joder, qué rápido ha pasado el tiempo. Me tengo que ir ya.

Te esperan para comer, no?

No, no es por eso, es que no suelo hacer horas extras sin que me las paguen – dijo riendo

Bueno, pues mañana te sigo contando lo de mis competiciones

No tío, sigue ahora. Vente conmigo a los vestuarios y me sigues contando mientras me ducho. Me parece muy interesante el tema.

Vale – le dije – así aprovecho y echo una meada – mentí.

Nos dirigimos a los vestuarios. Mi corazón volvía a latir a mil, igual que el día anterior. Es curioso que después de haber pasado por esta fase con muchos tíos y después de haber follado con otros tantos, siga poniéndome tan nervioso en estas situaciones.

Mientras meaba, le seguí contando mis historias y él se deshizo de su bañador y se adentró en la ducha. Al terminar la meada, me acerqué a la entrada de las duchas para seguir conversando con él. Más que hablar, gritábamos, porque el ruido del agua nos impedía oír con normalidad.

Marcos, ¿me haces un favor? Me traes el bote de gel que tengo en la bolsa?

Si, claro – le contesté, y fui a buscar el bote.

Rebusqué en su bolsa y lo cogí. Junto al bote había unos slips. Los cogí y los olí. Olían a limpio. Sin duda eran los calzoncillos limpios que iba a ponerse después. Lástima no haber encontrado los calzoncillos usados, los que trajo puestos por la mañana. Me excita mucho oler los calzoncillos de los tíos; esa mezcla entre sudor, olor a polla, olor a culo… mmmmm. Sobre todo, me da un morbo especial oler los calzoncillos de los desconocidos cuando estoy en los vestuarios del gimnasio.

¿No lo encuentras?

Sí, ya voy – dije

Me acerqué a la entrada de las duchas y accedí al interior. Eran unas duchas comunes de esas que tienen varios grifos en la pared. Samuel estaba al fondo con los ojos cerrados con la cara dirigida hacía el chorro de agua. Me pareció ver que tenía la polla algo morcillona, a lo que la mía comenzó a responder. Me acerqué a él y le di el bote de gel.

Toma

Gracias

En vez de darme la vuelta y salir de la zona de duchas me quedé allí mismo y continué hablando con él. Así evitábamos el tener que hablar a gritos. Además, mi intuición me decía que si me quedaba ahí podría pasar algo interesante. Él comenzó a enjabonarse por todo el cuerpo y se entretuvo un buen rato en su polla. A mí se me iba de vez en cuando la vista hacia su rabo. Demasiada tentación para no poder evitar tal visión. Parecía que él se daba cuenta de ello y lejos de molestarle parecía que le animaba a seguir con ese sobeteo.

¿Te gustaría comerte mi polla? – dijo en un determinado momento cortando mi conversación sobre triatlón. Me gustan los tíos directos, aunque uno nunca acaba de acostumbrarse a ello.

¿Es muy evidente? – dije

Sí. Ayer tenías una buena empalmada, por no hablar de la que tienes en este momento – me miré y confirmé que tenía razón – Además, hace un rato que no dejas de mirarme la polla mientras me la enjabono. Y sé que tú no eres tonto y te has dado cuenta de que me estaba gustando que me miraras. Pero lo que me ha terminado de convencer y de calentar es verte oliendo mis calzoncillos

¿Me has visto?

Claro. Si haces esto a menudo tienes que ir con más cuidado para evitar que te descubra un tío al que no le haga tanta gracia como me ha hecho a mí. Por suerte, a mí me ha encantado… - y dijo esto mientras se sobaba ya descaradamente una polla enorme con ganas de guerra - ¿A qué esperas? ¿Vienes o no?

Ante tal invitación no tuve más remedio que acercarme a él, agacharme y meterme todo ese rabo en mi boca. Comencé a chupar con desesperación, como si fuera la primera polla que comía en años (en realidad sólo hacía tres días que me había comido una). Subía y bajaba por todo su tronco haciéndole a la vez una paja con mis labios. Samuel permanecía con la espalda apoyada en la pared y los ojos cerrados. El agua no dejaba de caer sobre nosotros. Yo tenía la camiseta y el bañador empapados. Él gemía de placer; tensaba las piernas y los dedos de los pies. En un momento dado me retiró de él y desapareció de las duchas diciéndome que le esperara. Al rato volvió. Había cerrado con llave los vestuarios para que nadie pudiera molestarnos y cortarnos el rollo. Por suerte eran las tres y media de la tarde y la piscina estaba casi vacía. Yo había aprovechado el momento para levantarme del suelo. Él se acercó a mí y me pegó un fuerte morreo. Nuestras lenguas comenzaron a luchar por entrar cada una en la boca del otro. Estábamos ambos super excitados. Él con el morbo de hacerlo en su lugar de trabajo, yo con el morbo de hacerlo en la piscina de mi urbanización. Y hubiese sido muy morboso también que alguien nos hubiese pillado en plena follada (por momentos lo deseé) aunque lo más acertado fue que Samuel cerrara la puerta porque las consecuencias podrían haber sido malas para los dos.

Me arrancó literalmente la camiseta y se lanzó a comerme los pezones. Yo mientras me rozaba con su paquete. El mío seguía aún dentro del bañador y pedía a gritos que lo sacaran de allí. Samuel parece que se dio cuenta porque enseguida se arrodilló ante mi y me bajo de cuajo el bañador golpeando sobre su cara mi polla empalmada. Se la metió hasta el fondo y me dedicó una de esas mamadas que sólo los buenos mamadores saben dar (y de esos no hay muchos). Acabamos haciendo un 69 tirados en el suelo mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos desnudos. En un momento dado me aventuré a comerle también el culo. Parece que le gustó, porque me correspondió con otra buena comida en el mío. Estuvimos un buen rato comiéndonos las pollas, los huevos y los culos.

¿Quieres correrte ya? – me preguntó

¿Por qué lo dices? ¿Tú ya estás a punto? – le dije

A este ritmo no tardaré en correrme

Espera, aún no. Te propongo una cosa

Dime

¿Te gustaría follarme? – pregunté. Sus ojos brillaron.

Joder tío, claro que sí. Tienes un culo de locura

Y muy tragón – añadí

Pero aquí no tengo condones tío, y supongo que tú tampoco, ¿no?

Tienes razón, yo tampoco tengo aquí. Pero sí en casa, y te recuerdo que vivo aquí arriba. No vuelve nadie hasta las 19 h. ¿Te animas?

¿Tú que crees? – me dijo mientras me introducía un dedo por mi dilatado culo y me besaba con pasión.

No tardamos en vestirnos y salir de los vestuarios. Yo me acerqué hasta mi toalla, me puse las chanclas y salí de allí con el torso desnudo, el bañador empapado y en la mano, la camiseta arrugada y chorreando. Nadie pareció darse cuenta de que Samuel y yo habíamos salido juntos del vestuario y del tiempo que habíamos estado ahí dentro. Nadie excepto Diego, que nos siguió con una mirada mitad inquisidora mitad excitación durante el trayecto que hicimos Samuel y yo desde la piscina hasta mi portal. Nos adentramos y subimos a mi casa como perros en celo deseosos de follar.

CONTINUARA