El Diario de Laura 9

"Margarita desabrochó mi chaquete y mi blusa y comenzó a acariciar mis pechos apenas por el sujetador sin copas. Casi al mismo tiempo Paula se arrodilló frente a mí, tiró de mis piernas para que me acercara más al borde, levantó mi falda, separó mis piernas y hundió su cara en mi sexo “cubierto”...

  • CAPITULO 9

31 de Octubre

Apenas había despedido a mi Ernesto en el aeropuerto cuando me ha llamado mi amo. Quería verme en casa de Paula. Cuando llegué, ella estaba con su amiga Margarita, y ambas, completamente desnudas, esperaban a Damián… Me recibieron con dos besos cada una.

Nos dirigimos al salón, Paula preparó unas copas y nos pusimos a charlar. Hasta ahí todo normal si no fuera porque mientras hablábamos cada una tenía su mano en el sexo de la otra y se acariciaban suavemente. La situación me ponía muy violenta. Nunca antes había visto tocarse a dos mujeres. Es cierto que yo había estado con Paula y habíamos hecho el amor entre nosotras, pero no me esperaba verlas así a ellas y me quedé muy cortada bebiendo mi copa a pequeños sorbos y contestando con poco más que monosílabos, mientras Paula le contaba a su amiga nuestro anterior encuentro.

Aprovechó que Margarita fue un momento al cuarto de baño para explicarme que me relajara, que no pasaba nada, que íbamos a hacer el amor entre nosotras y con Damián, que su amiga no tenía ni idea de lo del poder de nuestro amo y que estaba allí porque las dos son amantes. Me informó que el marido de Margarita también estuvo en la “partida de cartas”. Margarita y su marido son muy liberales y realizan intercambio de parejas con frecuencia. Lo han hecho con Paula y Rubén muchas veces.

Menos mal que volvió Margarita porque me costaba absorber tanta información sorprendente sobre las actividades sexuales de todos ellos. Pero la extraña situación para mí no mejoró mucho porque ella se colocó detrás del sillón donde yo estaba y puso sus manos sobre mis pechos. No me lo esperaba y di un pequeño respingo. Ambas se rieron de mi reacción y Paula me dijo que me relajara y que confiara en ellas.

Margarita desabrochó mi chaquete y mi blusa y comenzó a acariciar mis pechos apenas por el sujetador sin copas. Casi al mismo tiempo Paula se arrodilló frente a mí, tiró de mis piernas para que me acercara más al borde, levantó mi falda, separó mis piernas y hundió su cara en mi sexo “cubierto” con el tanga de las perlas que ella me había regalado. Su lengua jugaba con mi clítoris mientras que la de Margarita intentaba entrar en mi boca.

Aunque en la ocasión anterior me lo pasé muy bien con Paula, sigue sin gustarme el ver a una mujer desnuda, me gusta menos que me toque las tetas, y mucho menos aún que me bese. Apenas hace unos minutos que nos conocemos y ya está propasándose conmigo. Además me da mucha vergüenza que Paula me esté comiendo el conejo delante de ella. Con Paula tengo confianza, pero con Margarita no, y yo soy muy pudorosa… todavía, y más con las mujeres. Me sigue repugnando la idea de hacerlo con una mujer aunque sé que es muy placentero.

Me zafé del beso de Margarita y empujé suave pero insistentemente la cabeza de Paula de entre mis muslos. Ambas me miraron sorprendidas. Paula me preguntó que si pasaba algo, y yo le respondí que no, pero que no sabía qué estaban haciendo ellas.

-          Pues hacerte el amor, guapa –respondió ella-.

Les dije que no me apetecía y que por favor me dejaran. Se miraron y Paula me preguntó extrañada que si no sabía qué quería Damián de nosotras. Sin darme tiempo a responder me dijo que Damián llegaría en cualquier momento y lo que quería es encontrarnos a las tres haciéndonos el amor entre nosotras para luego unirse él al grupo.

Les dije que seguro que eso es lo que Damián quiere pero que esto me había pillado por sorpresa.  Solo sabía que tenía que acudir pero no para qué, ni que seríamos tres mujeres, ni nada de nada. Me respondió que lo entendía pero que las instrucciones están claras y que debíamos ponernos a ello antes que él llegara. Respiré profundamente y le recordé que  tampoco me atraen las mujeres, con lo que es más difícil entrar en ambiente.

Paula se incorporó, pues hasta ahora estaba sentada en el suelo entre mis piernas, bajó las persianas y corrió las cortinas, atenuando así la luz produciendo una atmósfera más íntima y relajada. Hizo que me levantara de la silla y ambas se acercaron a mí. Paula cogió mi cara entre sus manos y besándome suavemente repetidas veces me dijo que me quería, que me deseaba, que necesitaba mi olor y sabor, que no podía vivir sin mí… Estaba claro que todo eso no era cierto, pero sí que sus palabras provocaban un efecto balsámico haciendo que me relajara y la dejara hacer. Noté los pechos de Margarita aplastándose contra mi espalda y sus manos recorriendo mi cintura. Di un pequeño respingo al notar que no estábamos solas y Paula me besó más intensamente acariciando mi cabeza. Las dejé hacer.

Mientras Paula me besaba y susurraba, Margarita comenzó a desnudarme suavemente. Me costaba relajarme cada vez que notaba como un botón era desabrochado, un corchete soltado o una cremallera bajada. Pero ya no había marcha atrás y pronto Paula se quedó con mi sujetador en la mano sin dejar de besarme al mismo tiempo que las manos de Margarita recorrían mis piernas apoderándose de mis bragas a juego.

Fuimos las tres abrazadas y acariciándome hasta el dormitorio, en cuya cama de matrimonio me tumbaron. Paula continuó besándome en los labios… (me encanta cómo besa) y Margarita se situó entre mis piernas separándolas y comenzando a lamer toda la zona circundante a mi sexo. Lo hacía muy bien, lo reconozco.

Paula siguió besándome y acariciándome los pechos mientras Margarita centraba sus esfuerzos en mi clítoris. Me sentía muy a gusto, pues los labios de Paula me transmitían un sentimiento de algo más fuerte que la amistad. No me gustan las mujeres, nunca me han gustado, pero con Paula siento algo distinto. Entre sus brazos me siento fuera de la realidad, me siento como en una nube… En esos momentos sería capaz de hacer cualquier cosa.

Estaba en esa nube a la que me habían transportado los besos de Paula, cuando Margarita metió dos dedos en mi vagina acariciando mi punto G lo que, junto a mi clítoris excitado por su lengua, me llevó a un orgasmo que me hizo evadirme de la presencia de ellas.

Cuando me repuse, vi que ambas se habían trasladado al suelo sobre la alfombra y las almohadas. Paula estaba a cuatro patas dando placer a Margarita con su boca. Me situé tumbada bajo las caderas de Paula y con mis manos hice que las bajara y comencé a darle placer con mi lengua. Quería darle algo del placer que había sentido hacía unos minutos.

Me encanta comerle el sexo a Paula, tiene un sabor maravilloso y me centré en el placer de ambas… cuando de repente un pene se introdujo en su vagina. Damián había llegado (supongo que tiene las llaves de la casa) y sin decirnos nada se había incorporado a la “fiesta”.

Había sido una gran sorpresa pues no me lo esperaba en absoluto. Cuando me repuse de la sorpresa y conseguí abstraerme del movimiento hipnótico de ver desaparecer el pene dentro de mi amiga, comencé a lamer los huevos de mi amo cada vez que la penetraba. Debió de gustarle puesto que unos minutos después se corría dentro de la vagina de Paula con fuertes gemidos.

Damián se quitó de detrás de ella y, al sacar su pene, me cayó su semen en la cara. Tan solo una vez me tragué el semen de mi marido Ernesto pues me da asco, pero con Damián no es así. Tragué lo que había caído en mi boca y me puse a lamer el sexo de Paula para recoger las gotas que salían. Me enganché a su cintura y pegué mi boca a su vagina, y tanto empeño puse en lamer que poco después Paula tuvo su orgasmo que noté en mi lengua.

Cuando abandonamos la postura en que habíamos quedado, vimos que Margarita estaba tragándose entero el pene de Damián. Hay que reconocer que eso no era demasiado difícil ya que aún estaba flácido tras la corrida y ella trataba de reanimarlo.

Paula comenzó a lamer mi cara para limpiarla de los restos de la corrida de Damián. Cuando terminó nos besamos brevemente y nos acercamos a ellos. Margarita poco a poco estaba consiguiendo resucitar el pene. Decidí ayudarla y me puse a lamer sus huevos. Pensé que mi labor le había encantado puesto que Margarita me informó que ya estaba recuperado el pene y que se lo iba a follar, pidiéndome que le dejara espacio para poder hacerlo. Al incorporarme vi que Paula estaba a horcajadas sobre la cara de él. Entonces pensé que tal vez no había sido mis caricias en sus pelotas sino el sexo de Paula sobre su cara lo que le había hecho estar a punto para la cabalgada de Margarita que lo hacia enérgicamente.

Me sentí fuera de lugar, desplazada, pues ambas estaban dando placer a Damián y yo no hacía nada en ese momento. No sabía qué hacer y me puse a mirarles en sus esfuerzos de lograr y proporcionar placer. Entonces se me ocurrió ayudar a Margarita a lograr su orgasmo, pues ella era la única que aún no lo había tenido. Me situé junto a ella y puse mi mano sobre su clítoris. Cada vez que ella subía o bajaba, mi mano lo rozaba. Percibí que Margarita cerraba sus ojos, lo que interpreté como que le gustaba, por lo que decidí proseguir. También aprovechaba su movimiento para lamer su pezón derecho. Así seguí hasta que se corrió, dejándose caer de lado sobre la cama.

Paula aprovechó la situación para ocupar el lugar de su amiga, comenzando a cabalgar con brío. Damián se mostraba muy satisfecho del ímpetu con el que se empalaba y ayudaba a la acción con sus manos sobre las costillas de ella favoreciendo el movimiento.

Margarita se repuso y se acercó a mí besándome al tiempo en que me agradecía mi participación.

-          ¿Qué tal Margarita? –preguntó Damián-. ¿Te está gustando? Ya sabes que esta fiesta la he organizado para ti. ¿Qué quieres ahora?

-          Me está gustando mucho, gracias Damián. Paula es un encanto –afirmó Margarita acariciando mi cara- y me atrae muchísimo. Ya sabes que soy bisexual y muy caliente… Me gustaría follármela. He traído mi arnés… ¿Puedo? –le preguntó con una sonrisa pícara-.

-          Ya te he dicho que es tu fiesta. Ve a por tu arnés. Y ti, Laura, haz todo lo que te diga, ¿está claro? –me preguntó-. Asentí en silencio, pues no quería que se enfadara.

Margarita iba a follarme con un arnés… Nunca había tenido en mi interior nada que no fuera un pene, ni siquiera un pequeño vibrador, no me gustaba, me parecía que eso eran cosas de putas y mujeres pervertidas que una mujer decente no debía experimentar… Y ahora una mujer me iba a follar… No había ocasión en que no tuviera que probar algo nuevo.

Margarita apareció con un objeto en la mano. Era como un pene bastante grande, de goma, unido a una especie de base de tejido semi-rígido y con correas. Vi que en la parte interior tenía como un pequeño pene. Nunca había visto, ni en internet, algo como eso.

Margarita se lo colocó metiendo el pequeño pene en su vagina y ajustando las correas a sus muslos y cintura. Cuando terminó tenía un aspecto muy extraño. Parecía un hombre con tetas (Margarita tiene el pelo cortado muy corto y los rasgos muy angulosos) pues el pene de goma era bastante real y ocultaba casi totalmente su sexo.

Me tumbó boca arriba al lado de Damián y, mientras me besaba, me penetró. Entró fácilmente pues lo había lubricado previamente.

Margarita me besaba y movía sus caderas lentamente, disfrutando de las sensaciones que seguro el pequeño pene trasmitía a su sexo. Luego sus labios comenzaron a besar y mordisquear mi cuello, y sus caderas avivaron el ritmo. No me gustaban ni sus besos ni la sensación que causaba el pene artificial, no me gustaba. Y aún me gustó menos cuando me hizo poner a cuatro patas, colocándose ella detrás de mí y penetrándome de nuevo. La follada se convirtió en frenética bombeando sin piedad en mi vagina. Margarita buscaba exclusivamente su placer agarrándome de las caderas y azotando mis nalgas de vez en cuando.

Los gemidos de placer de Margarita eran audibles. Damián y Paula también gemían durante su follada. Margarita se corrió y casi al instante Damián también lo hizo, quitando a Paula de su posición.

-          Damián, yo estoy casi a punto… Necesito correrme… ¿Puedo follarme yo también a Laura? –pidió la que yo creía mi amiga Paula-.

Damián le dijo que por supuesto y ella ayudó a Margarita a desprenderse de su falso pene, colocándoselo a continuación. Sin pérdida de tiempo Paula me volvió a colocar a cuatro patas y me penetró sin contemplaciones. Se acercó a mi oído y me susurró que la perdonara pero que lo necesitaba y, sin más comenzó a cabalgarme. Al menos tuvo la amabilidad de meter una de sus manos entre mis piernas y acariciar mi clítoris. No es que me produjera un gran placer pero le agradecí el detalle.

Realmente Paula estaba a punto pues en muy pocos minutos llegó a su orgasmo, sacando el artefacto de mi vagina.

Margarita le ayudó a quitárselo y se lo llevó para limpiarlo y guardarlo. Daban la sesión por concluida. Ellos se habían corrido al menos dos veces cada uno. Yo tan solo había tenido un orgasmo, pero me sentía más que satisfecha. La parte final no me había gustado mucho y temí que la cosa pudiera incluso empeorar. Si habían tenido bastante pues tanto mejor para todos.

Ha sido una experiencia desagradable. No me gustan las mujeres (bueno, salvo Paula) y he tenido que hacerlo con dos. También he tenido que experimentar la sensación de tener un pene de goma en mi interior…. y no me gusta. Me gustan los penes, los de goma no se pueden comparar. No están mal, pero no es lo mismo, no señor.

Y Damián ha vuelto a utilizarme a su antojo. Me ha entregado a Margarita y Paula sin decirme ni avisarme de nada. Tampoco puede decirse que se haya preocupado de mi placer. Sí que he tenido un orgasmo, pero como una casualidad, no porque lo haya organizado él.

Me siento un poco triste y defraudada. Pensaba que Damián era mi amigo, pero creo que para él no soy más que un juguete con el que divertirse. Debo recordar que eso es lo que soy para él y así me dolerá menos. Si no me hago ilusiones, no sufriré cuando no las vea cumplidas. Tengo que ser fuerte, muy fuerte.

1 de Noviembre

Me siento aturdida, alucinada por lo que ha pasado hoy. Damián me explicó por teléfono que colaboraba con una asociación vecinal dando clases de apoyo a escolares con dificultades. Le dije que esa es una acción que le honraba y que el mundo iría mejor si todos hiciéramos lo mismo. Me dijo que se alegraba de que pensara así porque necesitaba mi ayuda con una clase que tenía que darles y que quería que nos viéramos por la tarde en una dirección que apunté de un barrio deprimido socialmente. Le dije que le ayudaría encantada en lo que pudiera aunque mis conocimientos no eran tan grandes como los suyos, a lo que me respondió que no me preocupara que seguro que lo haría genial.

A la hora convenida me presenté allí. Era una gran puerta de las que se levantan como la de los garajes para coches con otra más pequeña para que pasen las personas. Damián me abrió y, efectivamente, aquello parecía que en su momento había sido un garaje y ahora lo tenían acondicionado como aula. Había varias filas de sillas con una superficie para escribir en uno de los brazos, una pizarra blanca sobre la que se escribía con rotuladores de colores y lo que debía ser la mesa del profesor.

Mientras borraba lo que había escrito en la pizarra, Damián me contó que les habían cedido el local y que lo habían acondicionado entre todos. Daban clases de idiomas, ayudaban a sacarse el graduado escolar, enseñaban a cómo realizar curriculums, a buscar empleo… Él se encarga de dar clases de apoyo a escolares que lo necesitan. Principalmente eran Matemáticas, Inglés, Lengua, pero también algunas otras en menor medida.

Me dijo que ese barrio uno de los principales problemas que tiene es el alto índice de embarazos adolescentes y que por eso había decidido darles una clase de educación sexual… y que para eso me necesitaba. Quería que conocieran todo sobre el sexo y sus riesgos, para evitar que complicaran sus vidas con embarazos no deseados. Yo me quedé parada pues no sabía lo que pretendía pero, conociéndole, me esperaba algo que seguro no me iba a gustar.

Yo me había quedado quieta, conteniendo incluso el aliento, esperando que acabara, pero me di cuenta que de todas formas tampoco podía moverme ya que me había bloqueado. ¡Maldito Damián! De nuevo lo había vuelto a hacer.

Totalmente bloqueada le oí decir que iba a ser la mejor clase de educación sexual porque iba a contar con una muñeca muy “realista” para mostrar a los chavales. Me dijo que, como sabía que yo me negaría a hacerlo voluntariamente, me presentaría como un maniquí. Abrió un maletín que traía y me mostró un bote de pintura corporal de color tostado (como si hubiera tomado el sol mucho) con el que “pintaría” todo mi cuerpo dándome la apariencia de un maniquí como el de las tiendas de ropa, pero totalmente real. Al no poder moverme en absoluto ni tener ninguna reacción ante nada, los chavales no era probable que tuvieran dudas. La pintura no se quitaba al contacto y tan solo se eliminaba con agua y jabón.

Quería salir corriendo pero era imposible en mi estado de bloqueo inducido. ¡Damián quería mostrarme desnuda a los alumnos de su clase! ¿Estaba loco? ¡Ninguna mujer aceptaría posar desnuda para una cosa así! Debía huir, evitar aquella locura… ¿pero cómo hacerlo estando bloqueada?

Damián, mientras me desvestía totalmente, seguía hablando explicándome cómo sería la clase, pidiéndome que me tranquilizara (¿tranquilizarme? Imposible) y me decía que estaba haciendo una gran obra para esos niños y niñas, que pensara en los embarazos que evitaría con mi sacrificio y asegurándome que me sentiría muy bien y muy orgullosa si lo pensaba fríamente. Me decía que de la misma manera que lo había superado en el centro comercial debía de superarlo aquí en el aula. Afirmaba que si ya todos los que estaban de compras me habían visto casi casi desnuda salvo por el vestido transparente, esto sería lo mismo pero además haciendo una gran labor social.

Sus palabras me llegaban a los oídos pero apenas penetraban en mi cerebro. No podía dejar de pensar en que iba a estar desnuda delante de un grupo de chicos y chicas, que verían con detenimiento y en primer plano todo mi cuerpo y con especial atención mi sexo. Chicos que seguro me tocarían… Dios, además de por Damián estaba paralizada interiormente por el miedo. Aunque él lo viera similar, para mí había mucha diferencia entre andar con un vestido bastante transparente unos minutos y mostrarme como en la consulta del ginecólogo ante las miradas y las manos de un grupo de escolares.

Damián prosiguió pintándome hasta no dejar ni un trocito de mi piel sin ese color tostado/bronceado de la pintura corporal. Al terminar, se dirigió a una puerta lateral y trajo una gran sábana. Me colocó de pie junto a la pared, con sus manos puso en mis labios una mueca como de felicidad y me tapó con la sábana. Me explicó que faltaba poco para que los alumnos llegaran. Me dijo que no me preocupara que todo saldría bien y que el color moreno me hacía más guapa.

Deseé matarle y creo que, aunque no me gusta la violencia,  lo habría hecho si hubiera podido. Allí, de pie, con nada más unos zapatos, pintada como un maniquí, cubierta con una sábana y esperando ser exhibida como una muñeca de goma delante de un grupo de adolescentes… la situación era horrible.  Me mente saltaba desde el terror ante lo que me esperaba al odio al maldito Damián. Esto es lo peor que me había obligado a hacer desde que estoy bajo su control.

No habían pasado ni cinco minutos cuando los alumnos fueron llegando. Oía sus voces, sus comentarios, sus bromas entre ellos. Había voces de chicos y también de chicas. Todos preguntaban lo que había debajo de la sábana. Damián les decía que ya lo verían y que se sentaran. Les pedía compostura y les amenazaba con expulsar del aula a los que alborotaran. Pronto estuvieron todos, pues Damián pasó lista y todos fueron contestando al oír su nombre. No los conté, pues mis nervios no me dejaban centrarme, pero debía de haber unos veinte.

Cuando consiguió que se callaran y se sentaran, les informó que la clase de hoy iba a ser sobre educación sexual. Gran alboroto, risitas, comentarios guarros, bravuconadas… vamos, lo que se podía esperar de unos adolescentes de unos quince años con las hormonas disparadas.

Por fin comenzó la clase tras el alboroto inicial. La clase se desarrolló tipo debate, donde el profesor expone y los alumnos comentan y preguntan. Estuvieron hablando sobre la forma de afrontar las experiencias sexuales, la afectividad, la responsabilidad que implica relacionarse con alguien, el noviazgo, los equilibrios de poder dentro de la pareja, el consentimiento, la violencia de sexo… Repasaron todos los aspectos afectivos, emocionales y de responsabilidad para que aprendieran que el sexo no es juego, que se puede hacer daño a la otra persona y que hay responsabilidades que afrontar. También llegaron a la conclusión que si se hace bien y con cabeza es algo maravilloso y gratificante. Insistió mucho en las consecuencias de los embarazos en la adolescencia, para la chica, para el chico, para la pareja, las familias y, sobre todo, para el bebé. Al final los chicos y chicas parecían más conscientes de la responsabilidad que implica el mantener una relación con la pareja.

Y, acabada la parte “teórica”, llegaron a la parte “práctica”. Oí pasos que se acercaban y la sábana que desaparecía y me dejaba totalmente desnuda frente al grupo. La mirada la tenía al frente pero lograba ver las caras de los chicos y chicas que me miraban con caras sorprendidas. Pero eso solo fue un instante pues a continuación estallaron en exclamaciones de asombro y miradas lascivas. Yo me quería morir. Me sentía como quien ha saltado de un trampolín muy alto y está cayendo… cayendo… cayendo… sin llegar a la piscina. Notaba todos los pares de ojos estaban fijos en mis pechos y en mi sexo. La emoción de la vergüenza extrema tenía mi corazón a 100. Nada podía hacer para mejorar mi situación, por lo que intenté sin éxito pensar en otra cosa. Pero estaba en pelotas delante de veinte adolescentes… ¿Por Dios, cómo podía pensar en otra cosa?

Damián tuvo que responder a sus insistentes preguntas que yo era un maniquí experimental que le habían dejado para probarlo. Había mentido con total naturalidad. Parecía que se lo creía, y esa es la mejor manera de hacer que los demás se lo crean.

Hubo comentarios sobre que ya me podían haber hecho más joven, otros querían que tuviera más tetas, hubo quien le pidió que se la dejara para el fin de semana que tenía una fiesta con sus amigos. Las chicas cuchicheaban entre ellas y dos de los chicos más lanzados se acercaron a tratar de tocarme, pero Damián se lo impidió amenazándoles con terminar la clase en ese momento si no se comportaban.

Le costó mucho hacer que se calmaran, dejaran de hablar y se volvieran a sentar, pues casi todos se habían puesto en pie. Damián comenzó a hablar de los órganos reproductivos de la mujer y fue dibujando sobre mi vientre con un rotulador el lugar aproximado de la vagina, el útero, las trompas de Falopio y los ovarios, mientras les explicaba el funcionamiento de cada uno.

Dos de las chicas le dijeron que todo eso estaba muy bien, pero que dónde estaba el maniquí masculino, que solo el de la mujer no era justo. Damián les dijo que yo era un prototipo y que el masculino está todavía en desarrollo, a lo que dijeron ellas que les daba igual y que, ya que les había hablado antes de igualdad, ellas querían igualdad.

Damián estaba atrapado. Las chicas tenían razón pero no había maniquí…No había salida fácil.

Entonces les dijo que aún no habían acabado con la mujer y que luego lo solucionarían. Ellas no estuvieron muy de acuerdo, pero lo aceptaron momentáneamente.

Damián me acercó a la mesa, tumbándome boca arriba y colocando mis pies sobre el borde con las piernas bien separadas. Mi cabeza quedó sobre su cartera con lo que tenía una vista parcial de mis rodillas, pero nada más abajo. Les pidió a todos que se acercaran formando un semicírculo y les advirtió que no quería alborotos ni tonterías. En la parte inferior de mi campo de visión aparecieron las cabezas de los adolescentes que se empujaban para conseguir un mejor lugar para ver mi sexo. Algunos comentaron que parecía de verdad y una chica les dijo que “sí, como los que veis en las páginas porno” y les llamó pajilleros.

En ese momento estaba aún más aterrada si cabe. Tenía a unos veinte chicos y chicas a un metro de mi sexo, totalmente expuesto sobre una mesa. Y yo totalmente abierta de piernas y sin poder hacer ni decir nada. Quería morirme.

Noté los dedos de Damián cómo les mostraba mi monte de Venus, los labios mayores, los labios menores, el clítoris, la vagina… toda mi intimidad estaba siendo expuesta a los ojos voraces del grupo. Damián les explicaba la función de cada uno y cómo debían de tratar con cuidado el clítoris por lo sensible que es. Las chicas decían que eso ellas ya lo sabían y los chicos les pedían entre bromas comprobarlo con ellas. Comentarios soeces, bromas, empujones… hubo un momento de ligero caos, pero Damián les volvió a poner en su sitio con una frase que me heló las venas…

-          ¿Alguno quiere verlo más de cerca?

¿Cómo pudo ofrecerles que se acercaran aún más? ¿Es que no tenía piedad de mí? Pero supuse que en ese momento tan solo me consideraba un maniquí… y los maniquíes no tienen sentimientos ni pasan vergüenza.

Todos los chicos se acercaron aún más, pugnando por ser el primero. Damián puso orden en el grupo. Supuse que el primero ya tenía su cara a pocos centímetros de mi vagina. Unos dedos recorrieron mis labios menores y se introdujeron en mi cerrada vagina, produciéndome un poco de molestia. Damián al poco se percató de la maniobra y se la reprochó, pero ante la insistencia de todos tuvo que aceptar que tocaran pero con cuidado.

¿Por qué les dejó que me tocaran? Que tuvieran un primer plano de mi sexo era horrible, pero que incluso me tocaran era… era… abominable. Intenté moverme con todas mis fuerzas, una y otra vez, pero el bloqueo de Damián era férreo.

Uno tras otro fueron pasando por mi entrepierna, palpando, tocando, apretando e introduciendo sus dedos. Estoy segura de que incluso algunas de las chicas también lo hicieron pues oí a una de ellas comentar que era una ocasión fantástica para ver eso sin tener que recurrir a un espejo, a lo que la voz de otra chica le respondió que podía verle el suyo cuando quisiera… Bromas llamándose boyeras mutuamente y pequeños empujones en broma siguieron a continuación.

Por fin todos los que lo desearon terminaron de mirar y tocar mi sexo. Creo que algunos debían de sospechar pues los había que comentaban como con incredulidad que una fábrica pudiera hacer “un chocho tan real que hasta huele”. Si ellos supieran la verdad de la situación y la vergüenza que pasé.

Entonces las chicas volvieron a exigir un maniquí masculino… Damián preguntó a los chicos quién se ofrecía voluntariamente. Varias voces se ofrecieron al instante, pero también se oyó la voz de la chica (la misma otra vez) que decía que no, que los chicos solo querían presumir pero que son unos “pichacortas” (carcajada general y protestas de los chicos) Prosiguió diciendo que querían ver un pene adulto, querían que el maniquí fuera Damián. Se hizo de rogar, pero finalmente aceptó pues todas las chicas unidas no le dejaron más salida. Reconozco que Damián es un maldito malvado que me fuerza y me viola, pero se cuida mucho, tiene un buen cuerpo y no es feo. Se puede decir “que tiene un polvo”. A las chicas les suelen gustar los maduritos. Seguro que alguna querría “hacerle un favor”.

Las prendas de Damián fueron cayendo sobre la silla junto a la mesa en la que estaba tumbada. Grititos salieron de las gargantas de las chicas así como algunas pocas frases fuera de tono. Damián les fue explicando las diferentes partes de su aparato reproductor entre los comentarios de ellos y ellas.

Las chicas le pidieron si se lo podían tocar, a lo que él se negó con excusas sin mucha fuerza que arrancaron protestas a las chicas. Entonces sacó del maletín que me servía de almohada una caja de preservativos, empezando a explicarles cómo se colocan poniéndose uno él mismo para que vieran cómo se hace. Rápidamente las chicas se acercaron a él con la excusa de “aprender a ponerlos”. Por sus voces y comentarios estaban pasándoselo en grande tocándole el pene a Damián.

Entonces alguien le sugirió que se follara al maniquí “para ver cómo se hace de manera correcta”. Damián quiso evitarlo pero el clamor era total y poco después todos estaban rodeando la mesa donde yo estaba tumbada y Damián me penetró. Siguió hablando mientras me follaba explicándoles las formas de dar placer a la pareja durante la cópula mediante besos y caricias en los pechos y clítoris.

A pesar de estar rodeada de adolescentes que miraban a muy corta distancia cómo Damián me follaba una y otra vez, reconozco que empezó a gustarme. Dejé de darle importancia al hecho de que me vieran hacerlo. En realidad todos habían visto y manoseado mi vagina tanto como habían querido… Además la follada estaba siendo muy agradable. Damián tiene un pene magnífico y consigue darme mucho placer. Entre el nerviosismo de verme expuesta a la vista de tantos jóvenes y el placer que me producían las penetraciones, empecé a sentirme muy excitada. Si la cosa seguía así, tendría un orgasmo delante de todos ellos. Al menos el no poder moverme tenía la parte positiva de que tampoco lo notarían.

Damián hablaba y me follaba, cuando uno de los chicos le preguntó si él también podía probar… “para aprender”, apostilló. Voces de chicos y alguna de chica apoyaron la iniciativa y Damián, no sé por qué, enseguida le dijo que sí, que todos los que quisieran podrían probar “con el maniquí”, o sea conmigo.

Debió de ser por lo cachonda que ya estaba por la follada de Damián y las ganas que tenía de correrme, porque no me pareció mala idea. En realidad todo lo contrario, hubiese apoyado la iniciativa si hubiera podido. Pero ahora me doy cuenta de la barbaridad que hice o hicimos.

Damián se apartó y organizó a los chicos, pues todos querían ser el primero en follarme. Le dijo a uno que se pusiera un condón y que comenzara. El chaval debía de ser un poco torpe porque por los comentarios no atinaba a ponérselo. Entre los comentarios despectivos de los demás, una voz de chica se ofreció a hacerlo y al instante celebraron que lo había conseguido a la primera. Damián les dijo a los demás que practicaran a ponérselo y a ellas que también aprendieran a ponerlos ahora para así tener practica cuando lo hicieran con sus parejas más adelante.

La cara de un adolescente apareció entre mis piernas. Damián intentó asesorarle, pero el chaval me penetró de un solo golpe y comenzó a bombear a buen ritmo. Se ayudaba de sus manos colocadas en mis caderas para darse impulso. Dijo entrecortadamente algo como que aquello era el paraíso, gimió tres o cuatro veces y se corrió en poco más de un minuto con un gritito. Casi seguro que aquella era su primera vez.

Apenas se había quitado de entre mis piernas cuando un segundo chaval había ocupado su sitio repitiendo la maniobra con la misma impaciencia. Me folló con un ritmo algo más pausado. Me llamó la atención que no realizaba el típico movimiento de adelante y atrás, sino que hacía como una especie de ocho tumbado. En este movimiento, debía de tocar con su pene algún punto especial de mi vagina pues mi excitación llegó casi al límite… pero entonces se corrió y se quitó. Maldije en silencio a los jóvenes eyaculadores precoces que se olvidan de dar placer a sus parejas.

Un nuevo chaval. Este parecía algo mayor, y no solo por ser más alto y con un pene más grueso, sino porque la voz también era más grave. Me encantó su pene. Me llenaba pero sin sentir la molestia que algunos penes muy grandes producen. el ritmo era el adecuado… todo iba bien… mi excitación iba subiendo más y más… cuando se le ocurrió acariciar mi clítoris con sus dedos. Ooooh… aquello era lo que me faltaba y alcancé un buen orgasmo, que se mantuvo hasta que se corrió.

Había estado fantástico. Aquel chaval me folló de manera impecable. Si bien es cierto que no habría logrado llegar si él hubiera sido el único en follarme, también lo es que había durado más que sus antecesores.

Un nuevo chaval que, tras penetrarme de golpe como todos, comenzó a acariciar mi clítoris. Damián les había dicho que era importante preocuparse del placer de la chica y así lo hacían ellos. El problema es que tras mi orgasmo, que nadie había podido observar, mi clítoris estaba muy sensible y lo que menos necesitaba era que lo tocaran, sino todo lo contario. Además el chaval era un poco brusco y me hacía algo de daño. Gracias a Dios que fue el más rápido de todos en correrse.

Uno tras otro, los doce chicos (ahora sí que pude contarlos) pasaron por mi entrepierna follándome con mayor o menor acierto. A pesar de su torpeza y de lo poco que tardaron en correrse casi todos, logré un segundo y muy largo orgasmo.

Apenas acababa de salir de mi vagina el pene del último de los chavales cuando mi mente comenzó a darse cuenta de la barbaridad que acabábamos de cometer. Me había acostado con una docena de menores de edad. Si sus familias se llegaban a enterar de que yo no soy una muñeca y de que había tenido sexo con ellos, estaría en un muy grave aprieto. Podría ir a la cárcel. Cierto que alegaría que Damián me había obligado, pero no me sería nada nada fácil demostrar que él tiene el poder de bloquearme, y sin demostrarlo yo no habría sido más que una excelente actriz que se había acostado con todo un grupo de menores.

Además estaba el aspecto psicológico para los chicos. ¿Qué pasaría si ellos supieran que no lo habían hecho con una muñeca sino con una mujer y delante de sus compañeros? ¿Les afectaría, se sentirían orgullosos o engañados? Tal vez, incluso, tuvieran que ir a consulta del psicólogo… No sé, mejor no pensarlo.

Estaba en eso cuando me percaté que había revuelo en el aula. Al parecer había una chica que no estaba de acuerdo en que solo los chicos hubieran experimentado y disfrutado. Ella también quería su ración de sexo y no parecía dispuesta en absoluto a renunciar a ella. Voces de chicos se ofrecían a follársela mientras se oían abucheos y la voz de Damián intentaba calmar la revuelta.

Cuando finalmente lo consiguió, empezaron a hablar más sensatamente. La chica explicaba que para su familia era muy importante que ella llegara virgen al matrimonio. Sería un gran escándalo familiar y la repudiarían, por eso no podía tener relaciones vaginales. Damián les explicó que además de la penetración vaginal, la mujer podía obtener placer mediante el sexo oral o cunnilingus y mediante el sexo anal. Una de las chicas le dijo que el sexo anal dolía mucho, a lo que Damián repuso no tenía por qué ser así. Afirmó que antes de la penetración, se debe dilatar y lubricar adecuadamente el ano, y que si además se hace previamente sexo oral a la mujer, ella puede alcanzar un satisfactorio orgasmo.

La chica afirmó que desearía realizar sexo anal tal como decía Damián para comprobar si eso era así, pues deseaba sentir lo que es una penetración pero sin perder la virginidad. Hubo un clamor popular y se acordó que la chica sería desvirgada analmente. La chica le pidió al profesor que fuera él quien lo hiciera, pero le dijo que de ninguna manera y que debía elegir a uno de sus compañeros, a uno que le gustara y, a ser posible, que no lo tuviera demasiado grande por ser la primera vez.

La chica estuvo reticente e insistió brevemente para al final pedírselo a uno de los chicos que se mostró entusiasmado de poder “porculizar a la pija”. Se oyeron unos golpes e insultos y la chica escogió a otro en lugar del primer bocazas. Decidieron que Damián lo haría con la muñeca (o sea conmigo) para enseñarles los pasos a seguir.

Damián les explicó a todos los chicos lo importante que es conseguir que la mujer disfrute durante la primera vez que es sodomizada. Si lo consiguen y ella se lo pasa bien, tendrán a su disposición a una mujer dispuesta a hacerlo con mayor frecuencia, pues el placer sin el temor al embarazo es un gran acicate.

Se acercaron a la mesa donde yo me encontraba tumbada a lo largo y me colocaron atravesada. La chica se colocó a mi lado también boca arriba. Damián le explicó la forma adecuada de dar placer oralmente y le dijo que primero observara cómo lo hacía él. Damián comenzó a lamer todos los alrededores, muslos, la vulva, labios exteriores,,, durante un tiempo que se me hizo eterno. Deseaba tanto que llegara a mi clítoris que fue una alegría y una liberación cuando por fin llegó, llevándome casi al éxtasis. Mientras se oían los gemidos de la chica. Parece que su amante lo estaba haciendo muy bien.

En ese punto decidieron que era el momento de pasar a la acción. Me colocaron boca abajo sobre la mesa con los pies en el suelo y la cabeza girada a la izquierda. Afortunadamente la chica se colocó justo ahí y pude verla, a ella y a las expresiones de su cara durante todo el proceso.

Damián dirigió la operación, colocándose detrás de mí y haciendo lo mismo con el chico. Ambos tomaron un poco de lubricante y comenzaron a introducirlos en nuestros anos. Yo oía las indicaciones de Damián al chico y notaba sus movimientos sobre mí. Mi amo introducía y sacaba el dedo despacio, con cuidado. Tomaron más lubricante e introdujo un segundo dedo. Al mismo tiempo que trabajaba el ano, le indicó al chico que acariciara el clítoris de ella mientras Damián hacía lo mismo con el mío. Reconozco que el placer que recibía hizo que me relajara y mi ano también se relajó facilitándole la labor de dilatación. Pocos minutos más tarde ambas estábamos listas para ser penetradas. La cara de la chica no reflejaba en absoluto dolor y casi parecía que disfrutaba de los dedos que la penetraban y de los que acariciaban su clítoris.

Damián ordenó al chico que se lubricara el pene al tiempo que él hacía lo mismo. Ambos colocaron sus penes sobre nuestros anos y se agarraron a nuestras caderas. Vi una expresión de preocupación en la cara de ella, que se mordía un poco el labio inferior y que pedía a su compañero que lo hiciera despacio.

Damián confirmó al chico que ella estaba bien dilatada y que todo iría bien si lo hacía con cuidado. Comenzaron a empujar. Yo no podía moverme ni expresar nada, pero ella abrió mucho la boca y los ojos, pero sin emitir ningún sonido. Apenas habían metido más que la cabeza de sus penes dentro de nosotras y pararon para permitir que nos acostumbráramos a los intrusos. Un poco después le preguntaron a la chica que qué tal estaba y les dijo que bien y que podían continuar. Ellos volvieron a empujar y a introducir un poco más de sus penes. Nueva parada, otro empujón y noté el cuerpo de Damián chocar con mis nalgas. Los penes estaban totalmente dentro.

Mi compañera de sodomización había ido relajando su expresión a medida que la lenta penetración había ido progresando y ahora su cara solo expresaba sorpresa. Parecía sorprendida, y así se lo confirmó, por tener todo el pene dentro de su culo y no sentir nada de dolor. Ella apremió a su sodomizador a que comenzara a follársela de inmediato, y lo hizo con voz cargada de deseo y excitación. Ambos hombres comenzaron a moverse. Damián lo hacía con moderación y le dijo al chaval que redujera la velocidad pues iba demasiado rápido. La chica le dijo que no, que siguiera así y que no parara.

Por el movimiento de la meda noté que el chico había aumentado el ímpetu de sus embestidas, pero fue por poco tiempo pues de nuevo se corrió en poco tiempo. Ese chico es un eyaculador precoz compulsivo, pensé en ese momento.

La chica se enfadó y le insultó cuando comprobó que había dejado de moverse y escuchó la petición de disculpas del muchacho. Medio gritando le dijo a Damián que todo era culpa suya por obligarla a hacerlo con un “pichafloja”, fue su expresión, y le dijo que no la podía dejar a medias. Le exigió que ocupara el lugar del “inútil” una y otra vez. Damián debió de sentirse culpable pues abandonó mi ano y comenzó a penetrar a la chica, que suspiró al sentirse de nuevo follada.

Damián debió de follársela adecuadamente y ella debía de estar casi a punto porque unos minutos después la chica tenía un buen orgasmo. Damián se salió de ella y retornó a mi culo. Me folló violentamente un par de minutos y se corrió con un buen gemido.

Se podía oír a las chicas preguntar a la enculada que cómo había sido la experiencia y a ella explicarles que había sido maravilloso y que les recomendaba probarlo. Ella afirmó en broma que se dejaría sodomizar todos los días, y estallaron en carcajadas.

Los chicos le pedían a Damián permiso para darme por el culo, pero les dijo que no, que ya estaba bien. Todos ellos habían tenido su experiencia y era más que suficiente. Les ordenó que se vistieran y se tranquilizaran. Le costó un rato conseguirlo y entonces se puso a hablar con ellos. Hablaron sobre lo que les había parecido la experiencia y les pidió que, ya que les había gustado tanto, no se divulgara lo que habían hecho pues habría personas que no lo entenderían.  Todos estuvieron de acuerdo y le pidieron volver a repetirlo. Afortunadamente Damián les dio una respuesta nada concreta y los alumnos comenzaron a marcharse.

Tras marcharse el último, recobré el movimiento y pude incorporarme de la mesa sobre la que aún me encontraba acostada. Me encaré con Damián y le dije que si estaba loco, que lo que habíamos hecho era un delito, que… No pude continuar porque acababa de recibir una bofetada en plena cara. La bofetada no fue fuerte pero sí que me dejó parada y tocándome la mejilla.

Damián me dijo que todo eso daba igual porque lo había hecho por su educación y para evitar que echaran a perder sus vidas por embarazos precoces o por contraer el sida. Me dijo que no fuera una hipócrita  porque yo había disfrutado de la experiencia y que había notado los orgasmos que había tenido follando con los chicos.

Me preguntó si ya estaba más tranquila y me preguntó cómo había sido la experiencia. Le dije que al principio fue muy duro pues mientras me “pintaba” solo podía pensar en que me iba a encontrar desnuda delante de un grupo de adolescentes. Empeoró a medida que me encontraba expuesta a las manipulaciones de su sexo por las manos de los alumnos, pero cambió drásticamente cuando se sintió follada y los orgasmos comenzaron a llegar. Le reconocí que en esos momentos no me importó ni estar desnuda delante de ellos, ni sus manipulaciones en mi sexo, ni siquiera me preocupó que estuviéramos cometiendo un delito y que solo quería que me follaran. Pero que ahora me sentía fatal y preocupada por las consecuencias que aquello podría traerme si se llegaba a hacer público.

Damián me aseguró que eso no era un problema, que conocía a todo el grupo desde hacía varios años, que le consideraban uno de ellos y que ellos son totalmente leales con los de su grupo. Nadie sabría nada nunca, podía estar tranquila.

Bueno, yo no estoy tan tranquila y además sigo pensando en que aquello ha estado mal, lo mires por donde lo mires.

(Continuará)