El Diario de Laura 8

"Se quedó petrificado, con la boca abierta, mirando a mi sexo desnudo. Levantó la vista para mirarme a los ojos un instante…volvió a mirar mi sexo…me miró de nuevo y atropelladamente me tendió la caja de la pizza que casi se le cae"

  • CAPITULO 8

27 de Octubre

Anoche volví a hacerlo con mi marido. Nos acostamos pronto “para hablar de Buenos Aires”  pero su lengua lo primero que habló fue con mi clítoris. Me hizo una gran comida de chichi y me encantó. Follamos en varias posturas y casi al final me volvió a pedir darme por el culo. No podía decirle que no después de decidir quedarme para someterme a mi “amo”.

Esta vez le dije que no fuera amable ni cuidadoso, que hiciera lo que deseara sin pensar en mí. Le dije que deseaba sentirme sometida a “mi macho”. Esas palabras despertaron algo en él. Comprobó que lo que decía iba en serio, me dio la vuelta y puso su pene, terriblemente duro y todavía mojado con los jugos de mi vagina, en mi ano sin dilatar y me lo fue metiendo sin detenerse hasta que hizo tope. Me dolió un poco al principio, pero cuando empezó a follarme a saco el dolor se transformó en calentura. No logró que llegara al orgasmo pero estuvo bien.

Mi Ernesto siguió follándome a un ritmo endiablado hasta que se corrió, quedándose tumbado sobre mi espalda. Cuando se repuso, y todavía con su pene en mi culo, pasó con esfuerzo mi pierna por delante de él para que quedáramos frente a frente… y empezamos a hablar mientras movía muy ligera y suavemente su pene, no del todo flácido, en mi ano. Hablamos de Buenos Aires, de su trabajo, de Marta, de mis padres… Revisamos todos los aspectos que confluían (sin mencionar ni a Damián ni a sus amigos, por supuesto) y finalmente decidimos que se iría solo de momento y que cuando volviera para pasar la Navidad en casa volveríamos a hablar sobre ello.

Por un lado sabía que esa es la mejor solución, pero me sentía culpable porque mi deseo de sexo extramatrimonial había tenido un peso importante en la decisión final.

Eso fue anoche. Hoy he vuelto a estar en casa de Damián. Es una suerte que no tenga que estar todo el horario lectivo en el instituto y tan solo vaya cuando tenga que dar clase.

Me tenía preparada una pequeña montaña de ropa para planchar y también quería que barriera y fregara los suelos. Bueno, esas tareas no tenían que forzarme a realizarlas y me puse en marcha de inmediato.

-          Damián, hoy no me has ordenado que trabaje desnuda como otras veces –dije sorprendida-.

-          No, Laura. Hoy quiero dejarte a tu aire para saber cómo vas con todo esto –respondió-.

-          Ah, vale, como quieras. Entonces… -dudé antes de hacerle la pregunta…- ¿no te parece mal si me desnudo de cintura para abajo, no?

-          No, claro que no, como quieras. ¿Y eso, cómo es que se te ha ocurrido eso? –preguntó-.

-          Es que… verás… Quiero saber si realmente estoy venciendo al pudor obsesivo. Ayer dimos juntos un paso… ¡increíble!... y quiero… bueno, que quiero hacerlo así si no te parece mal. Tú ya me has visto muchas veces… y… bueno, tal vez me sea más fácil –afirmé-.

Me dijo que por supuesto que no y que hiciera lo que quisiera. Me desprendí de la falda (Damián me había dicho que no le gustaba que usara pantalones) y de mis bragas. Me quedé con el jersey de cuello cisne y las medias auto-adherentes (odia los pantis). De cintura para arriba estaba vestida como para ir por la calle, pero mi culo y mi sexo estaban completamente a la vista. Estaba-voluntariamente-desnuda-en-presencia-de-un-hombre. Todo un logro que me costaba bastante.

Reprimí el nerviosismo que me producía estar así “desvestida” y me puse a trabajar. Cada vez que pasaba por delante de la mesa donde consultaba sus libros y papeles notaba sus ojos mirando mi “zona desnuda”… y me ponía nerviosa…y me gustaba…y me excitaba. El flujo no es que me llegara a chorrear por las piernas, pero sí que notaba mi sexo muy húmedo. Me descubrí adoptando posturas innecesarias para provocar aún más sus miradas. Yo estaba excitada con la situación…y quería que él también lo estuviera.

Estaba centrada en mis tareas y en mis húmedos pensamientos cuando sonó el timbre de la puerta. Miré extrañada a Damián. Esforzándose en ocultar una leve sonrisa me dijo que tenía un poco de hambre, que había pedido una pizza y que por favor se la trajera. Me tendió un billete y se puso otra vez con sus papeles.

-          Pero, Damián…yo no puedo…estoy desnuda…-balbuceé-.

-          ¿No querías probarte? Pues ahí tienes una prueba. No es más que el pizzero, nadie importante. Demuéstrate que eres capaz de dominarte y de controlar la situación. Vamos…vamos…-me apremió con un movimiento de su mano-.

Dudé y me quedé mirando el billete, como si fuera a decirme lo que debía hacer…cuando un nuevo timbrazo me sacó de mi ensimismamiento. Con temor me acerqué a la puerta y miré por la mirilla. Un chico joven con uniforme de la pizzería estaba parado frente a la puerta. Se estaba impacientando, tenía que abrir. ¡Yo podía hacerlo! Eso no era peor que lo del centro comercial, me dije. Tomé aire, eché los hombros para atrás y abrí enérgicamente la puerta en el instante en que el joven se disponía a llamar de nuevo al timbre.

Se quedó petrificado, con la boca abierta, mirando a mi sexo desnudo. Levantó la vista para mirarme a los ojos un instante…volvió a mirar mi sexo…me miró de nuevo y atropelladamente me tendió la caja de la pizza que casi se le cae. Se quedó muy rígido, como nervioso, avergonzado de mi desnudez. Como no decía nada, le tendí el billete, echó una última mirada a mi sexo y se marchó bajando atropelladamente los escalones sin despedirse ni coger el dinero.

Yo estaba igual de sorprendida por la reacción del joven. La verdad es que su nerviosismo ante mi sexo desnudo había eclipsado totalmente la vergüenza de mostrarme así ante un desconocido y llegué al salón riéndome con ganas con la pizza en una mano y el billete en la otra. Parece que mi desnudez afecta más a los demás que a mí… y me encanta la sensación.

Comimos la pizza y, al finalizar, Damián me dijo que quería follar conmigo y practicar algunas posturas que no suelen ser habituales por complicadas que había visto en internet. Le dije que por favor que no quería hacer nada durante los días que faltaban hasta la marcha de mi marido, que no me obligara, que lo estábamos pasando muy bien y que no lo estropeara.

Me dijo que la que lo estaba estropeando era yo, que quién me creía yo que era para negarme a nada, que siempre follaremos cuando él lo diga y que le da igual lo que yo quiera. Me dijo que no me olvide que el amo es él y que si vuelvo a contrariarle será un amo duro conmigo todo el tiempo y se acabarán las “amabilidades”.

Me quedé callada. Me había olvidado de que sigue teniendo poder sobre mí. Si ayer me ayudó a lograr mi paseo semi-desnuda por el centro comercial no ha sido porque seamos amigos, sino porque le apeteció o porque así logra algún propósito que desconozco. Tal vez ya hago cosas menos forzada que al principio o digamos que casi voluntariamente, pero debo recordar en todo momento que es mi amo y que tiene total control sobre mí.

Mientras pensaba esto, me di cuenta que ya no controlaba mi cuerpo, ni siquiera la cabeza ni la mirada…estaba bloqueada del todo. Tal como estaba, Damián me inclinó sobre la mesa apoyando mis manos en el borde y tomó una larga regla de madera que sobre ella estaba. Me temí que estaba a punto de sentir dolor… y así fue.

5 fuertes golpes cayeron alternativamente sobre cada una de mis nalgas. Lágrimas brotaron de mis ojos aunque ni el menor ruido salió de mi bloqueada garganta, ni me expresión facial cambió lo más mínimo tampoco. El no tener la válvula de escape de poder gritar hacía más duro aún el castigo.

Sin darme tiempo a reponerme, noté cómo su pene trataba de abrirse camino en mi estrecho ano. Hizo un par de intentos y desistió. Oí sus pasos alejarse y volver, y un dedo se dispuso a poner algo de lubricante en mi culo.

-          No es porque me importe si te duele o no, es tan solo para poder metértela por el culo –dijo con tono serio-.

Era cierto porque el dedo se limitó a untar el lubricante y salió sin hacer el menor intento en dilatar mi esfínter. Ahora sí que su pene consiguió entrar y comenzó a follarme a buen ritmo desde el primer instante. Me dolía mucho el ano y también las nalgas, por los golpes de la regla y porque además me daba azotes con la mano.

Volvía a estar sometida a la voluntad y la violencia de un macho… y me volví a excitar. Mi cabeza luchaba entre el dolor y la excitación. Eran sensaciones contrarias, pero se combinaban muy bien en mi mente.

Entonces Damián se salió un momento de mi culo y cogió algo de la mesa. Volvió a meter su pene y noté como además intentaba meter algo en mi vagina. Era cilíndrico, bastante grueso y estaba frío. Le costaba. Debió de ponerle también lubricante y un instante después, con esfuerzo por su parte y dolor por la mía, tomaba lugar dentro de mí.

Me sentía repleta, con el culo lleno del pene y la vagina con el objeto. Estuvo así follándome un buen rato hasta que se corrió abundantemente a juzgar por lo que escurrió por mis piernas cuando sacó su pene por fin de mi maltratado ano, aunque dejó el objeto en mi vagina. Oí como se sentaba en el sillón a fumarse un cigarro, cuyo humo percibí claramente.

Me sentí usada. Me sentí un objeto, un objeto sin ningún valor para él más que para satisfacer su instinto. Me sentí poco más que un conjunto de agujeros en los que Damián satisface sus deseos o necesidades.

Así me tuvo unos diez interminables minutos hasta que de repente volví a recobrar el control de mi cuerpo, mientras su voz me daba permiso para recomponerme. Me dolía bastante el ano, pero lo primero que hice fue tratar de sacar el objeto de mi vagina. Miré y lo que vi fue el cuello del botellín de cristal de la cerveza con la que ya había acompañado la pizza que nos comimos. Pensé que es bastante grueso, y que menos mal que no había elegido meterme el bote de refresco que se había tomado él, pues tiene bastante más diámetro que el botellín. Lo agarré con mi mano y tuve que tirar bastante para que saliera. Me dirigí al cuarto de baño para lavarme un poco y refrescarme. Tras la ducha, me miré con un espejo de mano que allí hay. Ambos orificios se veían muy rojos e irritados. Me puse un poco de crema y volví junto a él.

Temía que aún no se le hubiera pasado el enfado, por lo que decidí sentarme en el suelo, sobre mis talones, con la cabeza gacha y mis manos sobre mis piernas juntas. Mi imagen seguro era de sumisión.

-          Ya vale. Siéntate aquí, junto a mí –ordenó-. Espero que esto te sirva de lección. No tengo un particular interés en hacerte daño. No es ese mi estilo, no soy un sádico y no disfruto con tu dolor –me empezó a explicar-.

Me explicó que las mujeres le han hecho mucho daño, que si pudiera se lo devolvería directamente, pero su poder no funciona con ellas y no pretende vengarse de ellas a través de mí –hizo una pequeña pausa como si buscara las palabras-. Afirmó que lo que quiere es tener tanto sexo como le apetezca y poder hacer realidad todas las fantasías presentes y futuras, y lo va a hacer obligándome si es necesario o voluntariamente, como en el caso de Paula. A ella solo tiene que sugerirle lo que le gustaría y ella lo hace realidad, y todos disfrutan, hasta su marido Rubén.

Pero como Paula está casada con su amigo, conmigo quiere tener una mujer a su disposición sin las tonterías que -dice- tienen que sufrir los hombres casados, sin tener que aguantar estúpidas exigencias, cambios de humor, chantajes emocionales, enfados tontos… todas esas cosas que –afirmó- hacen de la vida de casado un pequeño infierno. Explicó que para conseguir “una gota de sexo” tienen que pasar por todo un calvario permanentemente. Tienen que renunciar a mandar en su casa y a decidir a dónde van o con quién se relacionan. Afirmó que las mujeres tienden a convertirse en castradoras-emocionales. Eso es lo que le ha pasado y no volverá a repetirse –sentenció-.

-          Tú, ahora que tu Ernesto está a punto de partir para Buenos Aires, vas a ser mi mujer y la de quien yo quiera. Vas a estar a mi disposición sin rechistar y sin todas esas tonterías cuándo y dónde yo quiera y no intentes resistirte. Creo que ya lo tienes claro ¿no? Pero no soy un monstruo. Te dije, y lo mantengo, que de paso voy a buscar también tu placer y tu satisfacción. Estás descubriendo que el sexo te gusta ¿cierto? –asentí con la cabeza-. Ya se acabó el sexo esporádico y aburrido con tu maridito. Te excita el sentirte sometida y forzada, y te aseguro que vas a estar muy “excitada”, te lo prometo.

Continuó diciendo que también quiere que esté contenta. Me dijo que cada día va a ser un pequeño reto para mí, pero que a medida que los vaya venciendo me iré sintiendo más fuerte y orgullosa. (Eso es cierto. Cuando superé el pasearme casi desnuda por el centro comercial me sentí tan fuerte y poderosa que me follé a Damián en el coche como una tigresa)

Me dijo que él siempre estará cerca para evitar que nunca pase nada imprevisto ni fuera de control. Los riesgos serán reales pero estarán calculados al milímetro. Me aseguró que yo le caía muy bien, que no quería hacerme daño innecesario,  que él se encargará de todo, y que bajo su dominio seré feliz, ya que no tendré que preocuparme por nada y voy a estar muy satisfecha sexualmente. Lo dijo en un tono de sinceridad bastante creíble.

No sé bien lo que me ha querido decir con lo de los riesgos. Parece que le gusta ponerme al límite… Quiero confiar en él, solo espero que no se equivoque. Es cierto que mi vida ha cambiado mucho desde que acudí a su despacho la primera vez. Me excita el sentirme forzada y estoy disfrutando del sexo como nunca lo había hecho antes con Ernesto. Le quiero mucho y no quiero hacerle daño. Damián me domina y puede hacer conmigo lo que quiere, pero me asusta el que ya no opongo tanta resistencia como quisiera… tal vez me empiece a gustar todo esto.

Damián me ha dejado claro que va a disfrutar de mí sí o sí, y que es mi decisión si quiero hacerlo por las buenas y disfrutar o si quiero que me fuerce y sufrir. Lo mejor va a ser que me relaje y acepte su dominio. Al menos sacaré algo de placer, ya que sufrimiento siempre va a haber con las cosas que me obliga a hacer y que nunca haría por mí misma.

Le agradecí su sinceridad y lamenté que le hayan hecho daño. Le dije que no todas las mujeres somos tan “castradoras” como él piensa y estuvimos debatiendo un poco sin llegar a ningún punto de acuerdo, como es normal.

Le hablé de mi preocupación por el futuro de mi marido en la Argentina, el trabajo allí, la situación, los viajes largos… Su cara se llenó con una sonrisa socarrona de oreja a oreja… Me dijo que él y su amigo se habían encargado de todo. El trabajo no le va a matar, pues esa delegación funciona casi sin hacer nada y Ernesto va a estar tranquilo. Le han preparado una secretaria de 25 años con la que, además, va a compartir piso… ¡y cama! Es una ninfómana que nunca tiene bastante. Le van a decir a él que tiene que compartir piso de momento hasta que encuentren uno para él solo, pero seguro que después de probar a la chica ya no va a ser necesario –se rio-. Me aconsejó que no tuviera remordimientos por lo que yo hacía con él ya que mi Ernesto va a hacer lo mismo y mucho más con su secretaria… y su hermana que la visita con frecuencia. Aunque no es necesario a causa de su ninfomanía, le han aumentado el sueldo para que se ocupe de que mi marido esté “contento y feliz” y de que no tenga ganas de volver continuamente.

No es que me haga ilusión que mi Ernesto se folle a su joven secretaria, pero me quedo más tranquila de que va a estar bien. Sí que me creo que Damián va a preocuparse de mí, si hasta de mi marido lo ha hecho.

-          Y ahora vamos a follar –afirmó mi amo-.

Se acercó a una estantería y trajo un libro en la mano. Al abrirlo comprobé que había algo de texto, pero la mayor parte de las hojas estaban llenas de grandes fotografías de parejas haciendo el amor en diferentes posturas. Algunas eran bastante normales y las había probado y practicado con mi marido. Pero otras eran más complicadas.

En un instante estábamos sobre su cama y totalmente desnudos. Para calentar hicimos un pequeño 69. Uf, como me gusta su lengua en mi sexo…

Después, cuando ya me tenía caliente, empezó a pasar las hojas del libro, deteniéndose en algunas para volver a pasar las hojas hasta decidirse por una. Me puse en la posición de la foto y me penetró. No estaba mal. Era un poco cansada y exigente en esfuerzo para ambos, pero estaba bien. Estuvimos unos minutos y, todavía estando penetrada, buscó otra postura.

Me dejó atónita. Era imposible que pretendiera que yo consiguiera ponerme así. La mujer de la foto tenía su pierna derecha en el suelo, su tronco descansaba de lado en una mesa alta y la pierna izquierda estaba levantada verticalmente sujetada por el hombre que la penetraba así. Estaba como abierta de piernas totalmente, pero en vertical. Ni en sueños conseguiría abrirme tanto de piernas… y así se lo dije.

-          Es posible que tengas razón, pero hay una forma. ¿Recuerdas mi poder? Cuando bloqueo un cuerpo puedo hacer con él lo que quiero dentro de las posibilidades físicas. Puedo llevar tus articulaciones hasta su límite sin que luego te duelan y sin que te pese el mantener la postura. Ya verás, vas a ser flexible como una artista de circo.

Mi cuerpo se quedó rígido y tan solo controlaba mi cabeza. Damián me fue colocando en la postura de la mujer de la foto. Cuando noté mi pierna levantándose vertical entre sus manos, no me lo podía creer. Su pene entró en mi vagina y comenzó a follarme. Era sorprendente que pudiera bloquear mi cuerpo pero permitiendo que siguiera sintiéndolo todo. No notaba demasiado su pene ya que, al estar tan abierta, no hacía demasiada fricción, aunque parecía que a él sí le gustaba por el ritmo que imprimía a sus penetraciones. Me gustaba y se lo dije.

Al poco decidió ponerme en otra postura… y otra…. y otra… Así estuvimos más de una hora hasta que se corrió estando yo en una postura increíble. Estaba tumbada de espaldas y con mis piernas giradas totalmente tocando la parte de atrás de mis hombros. Cuando la vi en la foto me pareció un truco de cámara y se lo dije. Eso no impidió que me colocara de esa forma y me follara. Como mis caderas estaban un poco levantadas su pene rozaba mi punto G al penetrarme, con lo que mi calentura por el rato que llevaba follándome aumentó llevándome al orgasmo y, como consecuencia, al suyo.

Nos lo habíamos pasado muy bien y nos recuperamos de nuestros orgasmos con grandes sonrisas de felicidad. Tan solo hubo un pequeño problema y es que Damián me devolvió el control de mi cuerpo cuando todavía estaba con las piernas detrás de los hombros. Noté un gran dolor de mis articulaciones y él corrió a ayudarme a abandonar la forzada postura. Me dolía bastante, por lo que él bajó a la farmacia a por una crema que me aliviara, dando por terminada la sesión.

30 de Octubre

Mañana se va mi Ernesto a Buenos Aires. Le he pedido a mi amo que me permitiera dedicarle tiempo a mi marido y ayudarle a hacer su equipaje durante el fin de semana. Hemos llenado dos maletas grandes con ropa y sus cosas más necesarias. Además ha seleccionado algunas cosas que también quiere llevarse. Todas esas cosas las empaquetaré bien y las enviaré a través de una empresa de transportes internacionales.

Ha sido un fin de semana muy emotivo y de muchos nervios. Para todos va a ser una nueva vida y no será fácil adaptarnos a la nueva situación. Ha repetido mil y una veces que será una separación corta porque vendrá para las Navidades. Está haciendo planes y tratando de convencer a Marta para que las dos nos traslademos allá cuando termine el curso. Se ha estado informando de cómo es aquello y está tan ilusionado que habla de la Argentina como si llevara años viviendo allí. No he querido quitarle la ilusión, pero no creo que nos vayamos nunca a vivir allí… y él, cuando “conozca” a su secretaria, seguro que tampoco va a querer que vayamos.

Además de empaquetar, hemos salido juntos los tres. Hemos ido de compras, al cine, a cenar… Nos lo hemos pasado muy bien. Hemos tratado de aprovechar que estamos todavía juntos pues parece como si todos presintiéramos que esto va a cambiar de manera definitiva.

Mañana sale el avión temprano. Intentaré que nos vayamos pronto a la cama, aunque los nervios seguro que no nos van a dejar dormir. Seguro que esta noche va a querer hacerme el amor. Por supuesto que le dejaré que me lo haga, aunque no disfruto mucho con sus caricias.

(Continuará)

Agradezco mucho los comentarios