El diario de la inocencia de Justin Wright 9

¿Qué respuesta dará el pequeño e inocente Justin a la historia de Axel? Ahora lo sabremos.

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

El diario de la inocencia de Justin Wright 9: Inocencia en el amor

Mientras Axel hablaba yo no podía desligar mi visión de su rostro varonil y salvaje, que había perdido la ferocidad, su defensa más inquebrantable, con la inconmensurable tristeza de su relato. En cada variación de su voz se podía entrever el tremendo dolor que le causaba rememorar el suceso más traumático de su vida. Por eso me prometí a mí mismo que escucharía con atención; así no tendría que volver a contarlo, y no le haría pasar por eso de nuevo.

Los gestos que acompañaban su narración eran confusos, torpes y espasmódicos. Creo que es porque no sabía qué hacer con las manos. Estaba tan nervioso, que su cuerpo no le respondía como él quería. Para ayudarle a relajarse, posé mi mano sobre la suya, y acaricié suavemente su piel, recreándome en cada micra de sus células. Detuvo su relato un instante y me dedicó una sonrisa tristona, a la que respondí de la misma manera.

Me lo contó todo, sin excepción; incluso los momentos más sórdidos, aquéllos de los que él fue autor. Pero mi reacción no variaba; seguía observándolo con aspecto tranquilizador mientras hablaba. De vez en cuando alguna lágrima más brotaba de sus ojos, y yo la arrancaba de su húmeda mejilla mediante un beso. Aquello le enternecía, porque sus dedos se estremecían y apretaban contra mí.

El chico frío y aterrador del que todo el mundo huía, al que todo el mundo juzgaba, al que todo el mundo evitaba, estaba en aquella forma tan vulnerable ante mí… Me sentía triunfal, como el domador que consigue, al fin, adiestrar a un león salvaje, o como una huérfana gacela a la que un despiadado tigre ha acogido bajo su protección. No me sentía en ningún modo vencedor; simplemente sentía que la aparentemente inacabable lucha había llegado a su esperado final. Y, evidentemente, eso hizo que me emocionara y que lagrimeara un poco.

Sentí cada sílaba de su historia como si fuera mía, o, más bien, como si fuera nuestra. Compartí su sufrimiento allí, con Axel, los dos sentados en el suelo, el uno frente al otro, y me horrorizó oír su historia tanto como a él contarla. El Sol nos abrasó y cegó a ambos con la misma furia, y la breve brisa huyó de aquel confesionario de las alturas dejando en nuestras sienes su execrador aliento helado.

Y, de repente, cuando parecía que su cuento desgarrador había mejorado ligeramente, el final se avino a los labios de Axel, que se resistían a soltarlo quebrando voz y titubeando. Yo no respondí, y entonces él dijo lo que pasó después:

–Lo busqué, Justin, busqué a Jake por todas partes–el brillo de su piel se atenuó por la humedad, que iba creciendo más y más, conforme iba hablando–. ¡Pero no lo encontré! ¡Se mató! ¡Se había pegado un puto tiro en la cabeza y se había tirado al río! ¡¿Cómo lo iba a encontrar?! Sólo hallé las pistolas en el puente. ¡Ni rastro de él! ¡¿Después de esa carta y que me pidiera las armas, que podía pensar sino que se había suicidado!? Y todo por mi culpa. Yo le arranqué la vida, aquella vida tan frágil, tan endeble que estaba apenas sujeta a su inocente espíritu. ¡No, no me interrumpas! Seguro que ahora me vienes con que no fue culpa mía. ¡No me vengas con mierdas! ¡Hay dos razones por las que soy el asesino! ¡Yo abusé de ese niño, de esa criaturita que me idolatraba, que me adoraba! ¡Y yo fui quien le entregó los instrumentos con los que desgarró su envoltura y se precipitó de cabeza al abismo! ¡Soy la basura más asquerosa que te puedas echar a la cara, Justin!

Guardé silencio de nuevo. Su semblante recuperó su ferocidad, pero no la misma de siempre; ahora parecía un odio hacia sí mismo y hacia todo aquello que se atreviera a defenderlo. Me suplicaba, aunque puede que inconscientemente, que le odiara. Deseaba que le juzgara, o hasta que le flagelara.

–Sé que estarás pensando que por qué lo hice. No tengo excusa. Empecé a tener deseos sexuales, pero aún no tenía novia ni nada de eso, de modo que un día me puse cachondo y probé con él. “Hará lo que yo diga”, pensé, “y seguro que jamás se lo cuenta a nadie”. ¿Ves qué clase de monstruo soy? Le hice aquello por un calentón, por un jodido calentón. Y, como me moló, lo hice más veces. Joder, ¡ojalá nunca le hubiera hecho aquello!

Cerró el puño y golpeó tan fuerte el suelo con él, que no sé cómo no se rompió algo. Ni siquiera sonó, de manera que no logró ningún efecto dramático. No obstante, supuse que no lo hizo por eso, sino para calmar la rabia.

–¿Y por qué entonces me separé de él hasta el punto de repudiarlo? Cuando me di cuenta de lo infame que era lo que le estaba haciendo, quise alejarme de él. Qué irónico, ¿verdad? Quise salvarlo de mí y de mi desinteresada lujuria, y, al hacerlo, lo envié a la tumba. Casi me dan hasta ganas de reír. Pero, claro, estoy llorando. Lo peor es que a mí también me dolía ignorarlo, pero desarrollé una coraza de indiferencia hacia él, y me refugié en ella. Comencé a salir con un par de tías y a tirármelas. Sin embargo, él siempre tuvo un lugar en mi corazón. Y, con el tiempo, me di cuenta de que era la persona que más quería en el mundo. Era para mí como un hermano pequeño. Sí, así es, cuando se lo dije, lo dije en serio. Y lo había deshonrado. Es por eso que quise recuperar nuestra relación final. Y supongo que eso también lo mató.

Cuando acabó de decir aquello y se limitó a sollozar en susurros, retiré la mano, dejando libre la suya, y, alzándome, me puse de pie. Fijé mis ojos vidriosos en sus ojos vidriosos, y entonces dijo.

–¿Vas a decir que me odias? ¿Que no quieres volver a verme? Adelante. Sabes que es lo que quiero, y sabes que ése ha sido mi objetivo al contarte todo esto.

Después de eso, nos quedamos así un buen rato, sin que se oyera el más leve sonido. Nos sosteníamos la mirada, sin más. Yo no tenía expresión alguna, pero él tenía las cejas alzadas en esa mueca irónica habitual suya, que habría conseguido borrar de mis recuerdos su llanto si no le siguieran centelleando las mejillas.

–Tú eres tonto, ¿verdad? No, espera, es más, además de tonto debes de ser bipolar. Antes me has dicho que me quieres, y ahora me vienes con que esperas que te diga que te odio–contesté enfadado.

Se echó a reír.

–Vaya, no me esperaba para nada esa respuesta–dijo con un cariz de burla–. Ha sonado más a tu hermano. Creía que eras todo unicornios y arco-iris. Ya sabes, pelis Disney: rollo princesitas, animalillos que las acompañan, un robot gordo; esas gilipolleces.

–¿Quién es el que viene con mierdas ahora? Mira, si me llegas a decir que es que tu primo te ganó un combate jugando a pokemon y le diste plomo, pues entonces habría huido de ti sin pensarlo. O sea, si lo hubieras matado tú, físicamente, por una minucia. Pero es que lo que me has contado es una serie de perturbadoras desgracias. Vale, no estuvo nada bien que le hicieras aquello, ni que lo abandonaras, ni que le prestaras las pistolas de tu padre (Sé que en Texas las cosas son diferentes, pero, jo, tendrías que haber sospechosa aunque sea un poco). Sin embargo, tú no apretaste ningún gatillo, ni le instaste a que se matara. Él tomó la decisión, muy tonta, por otra parte, de quitarse de enmedio para que tú fueras feliz. ¡Él solito lo planeó y lo ejecutó! ¡Deja de darle vueltas y concédele a tu primo su último deseo! ¡Sé feliz!

─¿Crees que lo voy a superar así de fácil, porque tú lo digas? Espera, que me descojono─puso los ojos en blanco─. Ante algo como eso, es imposible pasar página.

─¿Y cuál es la solución? Tu vida no se va a paralizar, así que no tiene ningún sentido que tú lo hagas. Hay veces en la vida en las que tenemos que continuar hacia adelante, y si no tenemos la fuerza suficiente porque no estamos bien, al menos debemos fingir que la tenemos.

─No eres muy bueno animando, ¿sabes?─resopló divertido.

─Sé que lo que digo no es muy alentador. Pero lo digo por experiencia propia. Yo he tenido que soportar el maltrato de Jordan a diario durante todo un año. Y siempre me decía a mí mismo que tenía que seguir adelante, y forzar unos ojos soñadores, aunque por dentro sólo tuviera ganas de acabar con todo.

El semblante de Axel mutó por completo. Su ligera sonrisa irónica desapareció de un plumazo, y dio paso a una seriedad absoluta, que distendió sus labios como si éstos se trataran de la cuerda de un arco. Al verlo, agaché la cabeza de repente, y me sentí algo avergonzado. No se trataba de mí, sino de Axel. No era el momento de sacar mis traumas, pero, jo, quería ayudarle. Yo también lo había pasado mal, y quería que se sintiera un poquito mejor. Quizás mi situación no era comparable a la suya, pero…

─Soy sólo un crío─murmuró. Mi cara debió ser un poema, porque no me esperaba para nada que admitiera eso─. Sí, sólo un crío, y, como tal, es normal que me aterre esa eternidad que se extiende ante mis pies. Si ya llevo sobre mí una pesada carga del pasado, ¿cómo voy a caminar hacia el futuro? Para un niño, lo anterior parece poco y lo restante mucho, y es por ello que el miedo a los errores pasados es una excusa que esconde la inseguridad por las decisiones futuras.

No sé si realmente lo era, o quizás fui influenciado por mi propia inexperiencia, pero me pareció que su planteamiento jamás podría haber nacido de una mente inmadura. Y por tanto llegué a la conclusión de que él mismo sabía que estaba equivocado al guardar ese ridículo luto a su primo. No obstante, esa revelación no le libraba de la culpa, puesto que ésta no suele ser racional.

Con un suave y delicado movimiento, acaricié sus largos cabellos ante la solemnidad del momento. Sus rudas facciones se desvanecieron y se convirtieron en las de un gatito ronroneante. Me pareció gracioso que sus pupilas no perdieran la frialdad en un gesto tan tierno; aunque supongo que sería muy difícil hacerlos brillar de nuevo.

─Eres culpable. ¿Es eso lo que querías oír?─solté con un tono de voz tan melifluo, que no pegaba para nada con la horrible acusación.

─No si lo dices sin pensarlo─añadió mientras alzaba la rodilla y se apoyaba en ella para ponerse de pie.

─¿Y por qué crees que lo digo sin estar de acuerdo?

Juguetón, pegué mi cuerpo al suyo y alcé el cuello para que se volvieran a encontrar nuestras pupilas. Respondió con una sonrisa socarrona y colocó ambas manos en mis caderas para atraerme más, si era posible. Entonces solté un ligero gemido que se colocó entre sus labios, y se inclinó ligeramente para juntarlos con los míos.

Con aquel tacto rasposo y húmedo, aquel lugar horrendo y asfixiante se renovó por completo. El calor sofocante se transformó en una cálida caricia, y la brisa violenta se fundió con el aire en unas ondas ligeramente vibrantes. Pude respirar por fin el aire fresco, que inundaba mis pulmones mientras inundaba mi corazón el aliento de Axel.

Busqué tímidamente su torso por encima de la ropa, y palpé, en mi ascenso a su cuello, su pecho entero. Lo rodeé con los brazos y me entregué al cierre de mis párpados, que me presentaban la imagen de Axel como una puesta de Sol. Jo, ¡pero era mil veces más bonita!

Ya sabía que al separarnos él no iba a hablar, sino que esperaba que respondiera a mi pregunta yo mismo, de modo que, sin romper esa dulce pose, pero proyectando la voz al pequeño hueco que había entre nosotros, le respondí:

─Lo he dicho para demostrarte lo absurdo que es. Y tú mismo me has dado la razón al no creerme. Porque te ha parecido que no puedo estar de acuerdo con esa tontería.

─Buen intento─me dio un rápido beso en la mejilla para después soltarse de mí─, pero en realidad no te creo por dos razones. Primero, porque tu cambio de opinión habría sido muy repentino, y porque has dicho: “¿Es eso lo que quieres oír?”, lo cual, obviamente, suena condescendiente.

¡Mecachis, vaya metedura de pata! ¡Tenía que tocarme el único malote listo del mundo! Quizás ese pensamiento era un poco feo. Sí, esas palabras son más propias de mi hermanito. Creo que paso demasiado tiempo con él. Pero, por otra parte, no me queda otra, porque me tiene encerrado.

─¡Axel!─grité repentinamente, por lo que se sobresaltó un poco─. ¡Sal conmigo!

─No creo que sea apropiado usar el imperativo en una declaración de amor, pero vale, saldré contigo.

─¡No, no lo entiendes! ¡Es que tienes que salir conmigo! ¡Debo ayudarte a superar lo de tu primo, y sólo podré hacerlo si soy tu novio!

─Justin─acercó su cara a la mía. Estaba tan cerca, que no pude evitar sonrojarme─, voy a salir contigo, pero no porque quiera superar alguna mierda del pasado, o para sustituir a mi primo, como creo que insinúas, sino porque te quiero.

Mi pecho se llenó de un calor sofocante que contagió a mis mejillas, y se ruborizaron aún más. Esto debió de parecerle gracioso, porque se rió y volvió a besarme.

─¿Quieres hacerlo aquí?─susurró en mi oído, como un demonio que tentaba a su presa.

─V-vale...─asentí obedientemente.

Frunció ligeramente el ceño, como dando a entender que había dicho una tontería.

─Sólo bromeaba. ¿Cómo vamos a hacerlo aquí? Eres un poco putilla, me parece a mí.

─¡Oye, yo no soy putilla!

Alzó un dedo y me colocó en la boca, para que me callara.

─Yo no soy Jared. A mí no me tienes que contentar. Sólo di “sí” cuando quieras hacerlo.

No podía decir que, efectivamente, tenía ganas de hacerlo ahí. ¡Sé que está mal, pero es que ya estaba acostumbrado a ciertas prácticas de riesgo! Y la verdad es que es agradable hacerlo en sitios públicos. La vergüenza desaparece bajo las garras del placer.

Sin embargo, al pensar en Jared se me habían quitado las ganas, porque me puse triste. Pero me dije a mí mismo que ya no había razón, porque…

─¡Ahora te tengo a ti! ¡Jared no volverá a utilizarme! ¡Y Jordan mucho menos! ¿A que les dirás que como me toquen les pegas?

─De eso ni hablar. Tienes que solucionar tus problemas por ti mismo. Si te ayudo, no madurarás─asintió Axel pensativo.

─¡¿Eeeeh?! ¡¿Vas a dejar que me sigan maltratando?!

─No, la pregunta es: ¿Vas a dejar tú que te sigan maltratando?

Le supliqué y supliqué, pero no quiso escucharme. Repetía una y otra vez que tenía que arreglármelas solo, que si hacía algo, me estaría mimando, y que tenía que aprender a hacer las cosas por mí mismo. Me indigné, y me enfadé de tal manera, que acabé gritando.

─¡Eres tonto, Axel! ¡No me creo que me quieras! ¡Si me amaras de verdad, me salvarías de una de las peores torturas que se le pueden hacer a una persona! ¡Te odio!

Y salió corriendo de aquella azotea, ante la impasible expresión de Axel. Y la noria, que parecía haber salido por fin de su cepo, quedó atrapada de nuevo, y comenzó a girar una vez más sin moverse del sitio.

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EXTRA: Inocencia del día después

Estaba tan deprimido, que al día siguiente evité a Axel, lo cual, por otra parte, no fue muy difícil, porque éste no estaba en mi clase, y tampoco hizo nada por buscarme. Jared, Jordan y su novia faltaron a clase, de manera que tampoco tuve que soportar ningún desprecio en un momento como aquél.

Cuando Peter y yo regresamos a casa, me puse a ver mis episodios grabados de

La house of mouse

y después mi hermanito invitó a Rick, pero el pobre se llevó un chasco, porque le había dicho que viniera para cuidarme (cuando no lo necesito, ¡que tengo una edad!), y el caradura se fue.

Estaba de mal humor. Sin embargo, traté de ser amable con Rick, y le propuse ver los dibujos conmigo. No pareció hacerle mucha gracia, pero aceptó. Después descubrimos lo de la carta de mi padre, y fuimos a su fiesta.

CONTINUARÁ...