El diario de la inocencia de Justin Wright 6
Un extraño sueño que precede a una experiencia traumática...
Sé que estáis deseando saber quién es el elegido para ser el amor de Justin, y de verdad que quiero decirlo ya, pero estoy disfrutando tanto de las dudas que me da un poco de pena dejarlo. Aunque también puede que tenga miedo a no dejaros contentos con el elegido. Puede que ambas cosas.
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Diario de una adolescencia gay
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Un relato del Enterrador
El diario de la inocencia de Justin Wright 6: Inocencia sexual
Estaba solo, totalmente solo en el teatro. Decenas de butacas me rodeaban, pero sin que una sola persona las ocupara. A los lados estaban los palcos, decorados con cortinas rojas como el más puro rubí; bajo ellas también había asientos, que parecían mucho más cómodos que los que estaban abajo, a mi lado. Sin embargo, éstos también estaban vacíos. En el techo, presidiendo la sala, se hallaba una lámpara de araña de color dorado que, aunque parecía estable, me daba bastante mal rollo. Había visto demasiadas pelis en las que eso se caía y aplastaba a alguien…
De repente, el telón del escenario se deslizó ante mis ojos hasta una parte de la sala donde ya no me era posible verlo. Era igual de rojo que las cortinas de los palcos, pero, no sé por qué, destacaba de una manera especial. Entonces, antes de que pudiera fijarme bien en lo que había encima del escenario, todas las luces se apagaron súbitamente.
Algo tembloroso y con las lágrimas a punto de salirme por los ojos, intenté palpar los asientos de mi alrededor para apoyarme y salir de ahí. No obstante, no fue necesario, porque la luz volvió. Bueno, sólo una, que apuntaba al escenario para iluminar al único artista que allí había: un mimo.
El mimo tenía toda la piel visible de su cuerpo maquillada de blanco, a excepción de la boca y los alrededores de los ojos, de un negro propio del carbón. Su boca estaba pintada de tal manera que parecía tener una sonrisa constante. Además de tener dibujada una sonrisa que seguía el curso de sus labios, también tenía pintadas las arrugas que se nos forman en la cara cuando nos reímos.
El negro parecía ser su distintivo, pues de su traje, a excepción de su pajarita, que era blanca, todo era de ese color. Llevaba un sombrero y un bastón que terminaba en una bola dorada, supongo que para agarrarse a él.
Cuando hizo su aparición este misterioso actor, comenzó a sonar música. Una música que, a pesar de empezar delicada con pausados toques de violín, pronto se volvía más tensa, con abundante percusión. Parecía música de circo, pero más siniestra. El mimo, al ritmo de la canción, se deslizaba en el escenario con gracia realizando un hermoso baile. Jo, ya me gustaría a mí poder moverme así.
Se colocó la mano sobre la frente en horizontal y deslizó la cabeza, como si buscara algo, hasta que miró en mi dirección y, emocionado, me hizo un gesto con el bastón para que subiera. Aunque quería irme a casa, una fuerza extraña se apoderó de mí, pues mis pies, en lugar de obedecer mis órdenes, me llevaron a donde él estaba.
Tras llegar a su lado, me agarró la mano, me miró con ojos brillantes, como disfrutando del momento, y susurró con voz ronca:
─¿Por qué es todo tan negro?
No supe qué contestar, así que, tras esperar unos segundos, continuó:
─¿Por qué soy un mimo? ¿No preferirías mejor─chasqueó los dedos─un payaso?
Justo cuando el eco del chasquido se perdió en las profundidades del teatro, toda su ropa se llenó de colores vivos y animados. Sus labios, rojos; su pelo, rubio; su traje y su sombrero, azul; su bastón, amarillo, y el maquillaje de alrededor de sus ojos se volvió blanco y se fundió con el resto de su piel.
No entendía muy bien qué estaba pasando. De repente, me agarró por los hombros de forma violenta y, ensanchando su sonrisa hasta que ésta le llegaba a las orejas, me preguntó con una voz aguda que no se parecía en nada a la anterior:
─¿Por qué me estás matando?
─¿Cómo dices?─pregunté asustado.
En su traje aparecieron varios agujeros y de ellos comenzó a salir un líquido color arco-iris, es decir, de todos los colores a la vez. Comenzó a chillar y a reírse a la vez de tal manera que, ambos, grito y risa, se confundían entre sí. Sin dejar de reír, sacó un bazooka del bolsillo y me apuntó. Grité aterrorizado pidiendo ayuda, y, curiosamente, eso me salvó, porque se puso tan nervioso que me metió una patada arrojándome desde lo alto del escenario.
Supuestamente, entre éste y el suelo debía haber menos de un metro, pero la caída duró, lo que a mí me parecieron horas y horas. Como caía de espaldas, cuando noté algo contra mi piel, creía que había tocado al suelo, pero, debido a que no sentí ningún dolor, me giré extrañado. Estaba en los brazos de… Axel.
Axel me miró con una sonrisa apenas visible y yo miré hacia arriba, hacia el payaso, que ahora había perdido su sonrisa a favor de una mueca de tristeza. Sus labios pintados de rojo se deslizaban ahora hacia abajo en lugar de hacia arriba.
─No te olvides de sonreír, Justin─dicho esto miró al techo y la sonrisa volvió a su rostro─. Si tienes que irte, hazlo con una sonrisa.
Parecía que esto último se lo decía más a sí mismo que a alguno de nosotros. La verdad es que me dio pena, porque, acto seguido, explotó, dejando tras de sí miles de globos que volaron al techo del teatro, cada uno de un color.
─No le necesitas. Ahora me tienes a mí─me susurró Axel al oído.
─¡Espera! ¡Yo no te quiero!
─¿Ah, no?─dijo en tono sugerente─. ¿Entonces por qué estás soñando conmigo?
Sin el más mínimo aviso, un libro voló hasta mi cabeza y me despertó de un golpe. Pegué un salto de la cama debido, en parte al susto y en parte al dolor. Peter, con el ceño fruncido, me observaba desde la puerta señalándome el reloj despertador que tenía en la mesita de noche. Ya eran las las 7:01 y tenía que levantarme sí o sí.
Solté a Misi-misi, mi peluche, y bajé de la cama. ¿Para qué discutir? Mi hermano no iba a dar su brazo a torcer. De todas formas, el sueño me había dejado tan trastocado que no tenía tiempo para pelearme con él. ¿Qué significaba todo eso? ¿Un mimo que se hace payaso y Axel? ¿Tenía un payaso en la mente? Eso me recordaba a “Inside out”.
Fui a lavarme los dientes y, mientras lo hacía, decidí no darle muchas vueltas al asunto. No tenía ningún sentido quebrarme la cabeza pensando en un sueño que jamás iba a saber descifrar. En cambio, sí era interesante pensar en la nueva situación de mi hermano. Peter, quien siempre ha odiado a la humanidad─pensaréis que es exageración, pero yo no lo veo así para nada─ahora se interesaba por alguien.
Rick Jones le había robado el corazón. ¡Sí, Rick Jones, un tío! Mi hermano, por lo visto, era gay, o, como mínimo, bisexual. Toda la vida metiéndose conmigo por una cosa o por otra y resulta que él era marica. ¡Qué hipócrita! Pero bueno, no le iba a guardar rencor, sobre todo porque ese Rick me caía bien.
Es más, él era el primero que se había molestado en explicarme por qué no era un problema ser gay. Si no hace daño a nadie, pues no pasa nada. Ahora lo comprendía. Antes, llegué a obsesionarme de tal manera que veía parejas gays por todas partes. ¡Por Dios, si veía “Monstruos SA” como una peli de dos gays que adoptan una niña!
Ahora sólo tenía que descubrir algo: ¿mi relación con Axel o con Jared haría daño a alguien? Que yo saliera con un chico puede que no fuera un problema, pero ellos son muy problemáticos. Por otro lado, si salía con un chico y me descubrían los que se metían conmigo, recibiría el doble de maltrato. ¿Entonces era mejor una chica? Bueno, igual si salía con Jared me protegería como había estado haciendo siempre… Aunque, siempre llegaba tarde a rescatarme.
¿Y Axel? ¿Él me rescataría? ¡No, no podía salir con alguien sólo para obtener protección! ¡Si iba a salir con alguno de los dos, debía ser porque lo amaba! Lo peor era que no lo sabía. Jo, tenía claro que algo sentía por ambos, pero no sabía si era amor, afecto o incluso miedo. Sí, sí, ya sé que confundir miedo con amor es raro, ¡pero estaba confundido!
Y claro, salir con alguno de ellos como prueba y luego dejarlo no era una opción, porque ésos son de los que te queman la casa contigo dentro si les miras mal. No quiero ni imaginarme lo que harían si les dejara.
─¡Justin! ¡Baja a desayunar, que llegaremos tarde!─gritó Peter desde la planta baja, sacándome de mis pensamientos.
Me puse rápidamente la ropa, esta vez comprobando que no me la ponía del revés, y bajé corriendo a encontrarme con Peter. Estaba leyendo el periódico de la escuela; el del día anterior, claro. Normalmente solía leer la prensa nacional, así que me extrañó.
─¿Qué haces leyendo eso?─pregunté mientras me sentaba en la mesa frente a él.
─Han escrito un artículo sobre el club de fútbol y me apetecía leerlo.
─¿El club de fútbol? ¡Oh! ¡En ese club hay un chico de mi clase, Mark Twin!─señalé untándome mermelada en la tostada.
─Aquí dice que el tal Twin, aunque es bajito y poca cosa, se mueve a gran velocidad y confunde a sus adversarios. ¿Un enano regateador? Suena divertido.
─¿Y por qué te interesa eso de repente? A ti no te gusta el fútbol, hermanito.
─No es asunto tuyo. Come.
Tras decir eso, cerró el periódico y se puso a comerse sus tostadas. Yo, totalmente indignado, inflé los mofletes y decidí no dirigirle la palabra durante el resto de la mañana.
Fuimos juntos a clase, y, a pesar de sus continuos reproches, no le dije absolutamente nada. Nos despedimos─yo lo hice alzando ligeramente la mano─y cada uno se fue a su clase. ¡A ver si notando mi rechazo, aprendía a valorarme!
Ese día no me quedé dormido, supongo que debido a que el sueño de antes me había perturbado mucho y eso me mantenía despierto. Ese día Jared no fue a clase. ¿Habría pillado un resfriado el día de la lluvia? ¡Pues mejor! ¡Que se fastidiara! El me había amenazado y había intentado violarme, así que se merecía un castigo.
En ese momento caí. ¡No había nada que meditar! ¡Jared me había intentado violar! ¡¿Cómo iba a salir con alguien que había intentado violarme?! ¡Ni de broma! Tenía que salir con Axel. Puede que fuera un poco raro, y es cierto que había rumores sobre que éste había matado a un chico en Texas, pero yo quería creer en él. Era bueno conmigo, por lo que tenía que ser él.
Durante todo el día, ni Jordan ni su novia me dirigieron la palabra, de modo que estaba bastante tranquilo. Luego, cuando llegó la hora de comer, me decidí: iba a ver a Axel. Según había oído, éste y sus amigos se reunían en la azotea del instituto. Teóricamente, nos está prohibida la entrada a los estudiantes, pero me imaginaba que si ellos estaban dentro, me abrirían desde el otro lado.
No voy a mentir, me daba miedo ir allí, mucho miedo. Sin embargo, estaba seguro de que no me pasaría nada, pues Axel me protegería. Él jamás dejaría que me hicieran daño. Eso me gustaba. Me gustaba pensar que si conseguía salir con él, habría alguien que me protegiera. ¡No, que no puedo salir con alguien sólo por eso! ¡Yo amaba a Axel! O al menos eso creía…. Vale, no lo tenía muy claro, pero por intentarlo… ¿No?
Todos se fueron a la cafetería, y yo, en su lugar, me dirigí a la azotea. Por el camino, vi algo que me pareció algo curioso. Estaba en el pasillo y, a mi derecha, otro pasillo se cruzaba con éste. En la esquina que los unía había un chico ligeramente asomado, con el cuerpo tenso. Ante él, enfrente mía, sólo había una persona: el bibliotecario.
¿Tanto miedo le daba el bibliotecario? ¿O no tenía miedo, sino que le estaba espiando para obtener la receta secreta de sus bocadillos? A mí no me parecía nada conflictivo el chico de los bocadillos, así que me pareció muy curioso que hiciera eso. Es más, se me quedó mirando unos segundos y no me pareció ver en sus ojos algún signo de maldad o algo.
Sin más, se metió en la biblioteca, bocadillo en mano, y el chico que se estaba asomando suspiró. Iba a preguntarle que qué le pasaba con el bibliotecario, pero supuse que no era asunto mío. Peter siempre dice que no es bueno meterse en los asuntos ajenos, así que seguí mi camino.
Sin embargo, antes de que pasara por su lado, el chico salió disparada pasillo arriba y se perdió en otro de los cruces con otro pasillo. Desde luego, este instituto tiene gente muy rara.
Finalmente, llegué a la puerta de la azotea. Nunca había estado allí, pero, al pasar al lado con Jared, siempre me contaba que estaba en ese sitio. En la puerta había un grafiti que ponía: “Si entras, mueres”. Tragué saliva. Con miedo y una sensación de dolor de estómago asfixiante, intenté abrirla bajando el picaporte. No conseguí nada. Parecía cerrada con llave.
Al otro lado, como si respondiera a mi fallido intento de entrar, se oyó una voz:
─Contraseña─soltó alguien con acento sudamericano. Había pronunciado esto de tal manera que, más que una palabra, parecía que había expulsado un eructo.
Me tensé. ¿Y cuál podía ser? A veces lo más sencillo es lo correcto, así que probé:
─¡Contraseña!─grité intentando aparentar seguridad.
─Eso ya lo dije yo. Eres tú el que tiene que decir la contraseña, tío.
─¿Traigo… cerveza?
─¡No jodas!─soltó como un niño al que le traen un juguete nuevo.
Abrió la puerta de un tirón, desesperado por hacerse con el alcohol, pero, al verme al otro lado, sólo pudo gruñir con desprecio.
─B-busco a… Axel─farfullé nervioso.
─Ah, ¿buscas a Axel? Bueno, lindo pajarito─dijo esto con cierta burla─, pasa. Bienvenido al infierno.
─────────────────────────────────────────────────────────
Al otro lado de la puerta estaba lo que a mí me pareció otro mundo. Parecía un concierto hippy en el que todo el mundo se sienta en el suelo y toma sustancias ilegales. La azotea en realidad sólo era una pequeña extensión del edificio sin techo ni paredes, sin nada ostentoso en ella. Por no haber nada ostentoso, no había absolutamente nada, sólo suelo y una barandilla para evitar las caídas. Sin embargo, me fascinó por completo.
No me fascinó por su construcción, sino por lo que había en ella: un montón de chicos y chicas sentados en el suelo, tan pegados que, de no ser porque llevaban ropa, estarían procreando. Muchos de ellos fumaban, ya fuera simple tabaco o algo peor, y otros se dedicaban a beber alcohol. Sus risas retumbaban en mi cabeza, atormentándome, como si fueran las de demonios deleitándose con el sufrimiento de sus víctimas.
Tal y como ese chico había dicho, ese lugar parecía el infierno. No obstante, lo único que me hacía pensar que no lo era, era el cielo, con un tono azul tan suave y dulce que parecía decir que sería un día maravilloso. El brillo del Sol se proyectaba sobre estos chicos, como si, en realidad, les estuviera protegiendo con su manto, como un padre que arropa a sus hijos por la noche. El Sol parecía bendecirlos llenándolos con su luz para ofrecerles un futuro mejor. Atravesaba el humo, filtrando su luz a través él, y les abrazaba con mimo, abrazaba a sus hijos.
Apoyado a la pared en la que estaba la puerta por la que había entrado, se hallaba, con los brazos cruzados, Axel. El chico que me había abierto alzó ligeramente la cabeza, supongo que como señal, y éste, con los ojos cerrados, hizo el mismo gesto. Entonces el chico se alejó y nos dejó solos. Yo, algo nervioso, me acerqué a Axel con paso torpe.
Axel dirigió sus ojos hacia mí con severidad, no sé si por qué me había atrevido a ir allí o porque, simplemente, yo le resultaba molesto. Jugueteaba juntando su labio inferior con la piel que estaba encima de su boca y moviéndolo ligeramente.
─Hola, Axel─levanté la mano en señal de saludo.
─¿Qué haces aquí?
─He venido a decirte a quién he elegido─junté cada dedo de mi mano con su homónimo de la otra.
Jo, aunque su mirada siempre me ha parecido dura, esta vez parecía tener un brillo diferente. No sé explicarlo bien, pero era como si pudiera ver que se estaba celebrando una batalla en su interior. No me miraba como me miraba cuando estaba Jared delante, me miraba como me miraba en la enfermería. ¿Dependía, entonces, su cambio de comportamiento de la presencia o no de Jared?
Es evidente que cambiamos nuestra conducta según con quien nos encontramos, pero ¿se cambia la actitud con una persona según si otro está o no? ¿Cómo sería Axel de verdad? Nunca lo sabría. Las personas nunca se comportan como son realmente cuando hay alguien delante. Por eso, nadie te conoce jamás por completo. Ya sea por los prejuicios que creas que puedes producir en la otra persona o por vergüenza, siempre guardas una parte de tu corazón para ti solo. Me hubiera gustado ver ese trocito de corazón de Axel..
─¿Y bien? ¿A quién eliges?─preguntó jugueteando con los dedos en el antebrazo del lado contrario.
─¿Eh? ¿A quién va a ser? Si he venido es porque te elijo a ti, bobo─sonreí avergonzado.
─Entonces jamás saldrás con Jared, ¿no?
─Pues claro que no. Yo te quiero a ti. Bueno, al menos eso creo. ¡Pero da igual! ¡Jamás saldré con ése! ¡Intentó hacerme daño!
─Bien, todo arreglado.
─Así que… ¿ahora salimos juntos?─dije un poco decepcionado porque no parecía emocionarse siquiera un poco.
─De eso ni hablar.
Con los ojos muy abiertos y los brazos rígidos debido a la impresión, di un paso hacia él porque, de repente, lo sentía muy lejos, tan lejos que me agobiaba. ¿Qué significaba eso? ¿No era él quien me había pedido salir? ¡Se estaba contradiciendo! ¡Era absurdo! ¿Por qué parece que mi vida la escribe un guionista tonto?
Había renunciado a Jared─al que, por otro lado, nunca quise, pero bueno...─por él. ¿Cómo podía rechazarme así, sin la más mínima explicación y de una forma tan tajante? Me sentí en ese momento como Quasimodo, condenado a amar pero a no ser amado jamás. Y pensar que incluso había superado mis prejuicios…
Eso no podía quedar así. Tenía que saberlo, tenía que saber por qué.
─¿Por qué, Axel?─pregunté manteniéndome sereno, aunque tenía muchas ganas de llorar y notaba el pecho ardiendo.
─Tengo novia, ¿sabes? Me viste un día con ella, ¿no te acuerdas?
─¿Me estás diciendo que sólo he sido un juego, que sólo estabas conmigo para divertirte un poco y ya está, sin ataduras? ¿Estás diciendo, Axel─sonreí ante lo gracioso que era que me doliera tanto y, de repente, noté como mi pecho se desgarraba─, ¡¡¡¡¡que sólo querías follarme!!!!!?
A pesar de que grité, ni una sola de las personas que había allí hizo el menor gesto que me diera a entender que se había enterado. Supongo que, como era de otro mundo, para ellos, simplemente, no existía. Axel no pareció alterarse tampoco, y eso fue lo que más me dolió.
─¡Responde!─grité.
Una sádica sonrisa se dibujó en su cara. Sus ojos, tan serenos antes, parecían un mar embravecido, pero ahora no podía fijarme en eso; estaba demasiado mal para darme cuenta de que me encantaban sus ojos.
─Sí. ¿Algún problema? Vi que Jared disfrutaba de darte polla y pensé: “¿Por qué ese cabrón tiene que ser el único que disfrute del culito de esa putilla?”
─Para. Cállate.
─¿Qué pasa? ¿Vas a llorar?─se burló─. ¿Me odias? Jajajaja. Ve llorando a decírselo a mami. Sólo eres un criajo maricón y subnormal.
─Por favor─las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos─, basta.
─Bienvenido a la realidad, princesa─me dio un golpecito en la frente juntando el dedo corazón y el índice para después chasquearlos en ella.
Qué tonto era. ¡Tonto, tonto, tonto! ¡¿Cómo había podido creer sus palabras, sus muestras de aprecio, sus miradas…?! Y lo peor era que ni siquiera me odiaba, sino que sólo le parecía un crío insufrible. Ni siquiera me tenía en cuenta. En ese momento me preguntaba si, tal y como me había dicho el payaso, debía sonreír. Sí, porque ya no quería vivir, quería irme, así que, por Axel, un Axel que no existía más que en mi cabeza, debía irme con una sonrisa.
Al final Rick mentía. El amor entre dos hombres no existe. Ja, jajajajajaja. Qué patético era pensar eso. Por supuesto que existía, porque yo estaba enamorado de él, pero él no de mí. Entonces mi teoría era cierta: todos los gays buscaban únicamente sexo. Aunque, a decir verdad, Axel ya no quería ni siquiera eso de mí. ¿Se lo hubiera dado? Creo que sí.
Esos dos ciervos que Rick había visto en “National Geographic” no estaban haciendo el amor, estaban sencillamente copulando para darse placer el uno al otro. Puede que uno de los dos sí que sintiera amor, pero, seguramente, se sentiría desdichado porque, en cuanto tuviera la oportunidad, su amigo le dejaría por una hembra.
─Si te preguntas que si soy maricón o normal─supongo que con normal se refería a heterosexual─, no soy ninguna de las dos cosas. A mí esas mierdas no me van. Me tiro lo que me apetece y cuando me apetece.
─Y yo─apreté los puños─te apetecía.
─Así es─levantó la barbilla con arrogancia aún con esa sonrisa cruel.
─Y ahora lárgate. Espera, para que veas que los macarrillas podemos ser educados, le diré a alguien que te acompañe. ¡Rex!─gritó en dirección al cúmulo de gente.
─¡¿Qué coño quieres?! ¡No puedo ni fumar tranquilo!
─Ahí donde le ves─sonrió─, ese capullo iba a ser una estrella del teatro, como tu amado hermano.
El tal Rex se levantó maldiciendo a Axel y, al hacerlo, me dí cuenta de que era el chico que había visto huir del bibliotecario en el pasillo. Si no me hubiera sentido totalmente roto en ese momento, había indagado en el asunto, pero no estaba para eso.
Axel le dijo que me acompañara a la puerta y yo me dejé hacer. La puerta estaba a dos pasos, de modo que lo estaba haciendo para humillarme. El tal Rex aceptó entre quejas y, poniendo la mano en mi espalda, me llevó a la puerta. Justo antes de cerrar, pude ver a Axel detrás, mirándome con sus ojos fríos como el hielo, que me djio:
─Así es la vida, bebé llorón.
Y la puerta se cerró, dejando al otro lado más que una azotea. Dejaba a la primera persona a la que había amado.
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Cuando esa puerta se cerró se creó un silencio, un silencio que no era tal, pues todos los que estaban en el suelo seguían chillando, pero, debido al ambiente cargante ante lo que acababa de pasar, lo parecía, al menos para Axel y sus amigos.
─Vaya─suspiró Rex al cerrar la puerta─, has sido bastante duro, Axel.
─Cierra la puta boca.
─Es tal y como me lo imaginaba, un llorica blanquito─se levantó del suelo Robert Straight, uno de los amigos de Axel.
Robert era negro, uno de los pocos del pueblo, pero aún así no dudaba en meterse con los blancos cuando éstos le molestaban.
El chico que me había abierto la puerta antes, con una botellín de cerveza en la boca, se quedó mirando a Axel y después exclamó:
─Dime, tío, ¿por qué haces esto?
Axel se volvió a apoyar en la pared con los brazos cruzados, sin responder.
─¿Por qué le proteges, Axel? No te habrás enamorado, ¿verdad? Jajajaja─se rió Robert.
─Como vuelvas a decir una sola palabra, te parto la puta boca. Es porque es igual que él─dijo Axel con sus ojos encendidos, dispuestos a pelear.
─¿Por qué le haces esto? O mejor dicho, ¿por qué te haces esto a ti?─alzó Rex una ceja.
─Tú no eres el más preciso para darme consejos amorosos. Te recuerdo que eres un puto cobarde.
─¿Quieres que te meta?─respondió Rex cabreado, alzando el puño en dirección a Axel.
─Inténtalo, tipo duro, pero no sería la primera vez que te parto los dientes.
─En serio, deberías superar de una vez lo de Texas─añadió el que me abrió la puerta.
─¿Qué sabrás tú? Cuando matas a alguien, capullo, no lo superas en tu vida.
─¿Que qué sabré yo? He visto a mi familia entera morir de hambre, cerdo de mierda. ¿Y por qué? Porque este país de mierda no nos aceptaba. Al final, tuve que entrar a la fuerza.
─Tú no los mataste─soltó Axel.
─No, pero soy el único superviviente. ¿No me hace eso responsable?
─Vaya traumas tenéis─se rió Robert─. Yo soy el único normal aquí.
─Bueno, las cosas están mejor así. Es mejor que me odie, creedme─sentenció Axel─. Yo lo único que quería era que se alejara de ese hijo de puta.
─Je─sonrió Rex─, cuando un gatito cambia de hogar y no se siente a gusto, regresa al antiguo sin pensárselo dos veces.
Axel se quedó pensativo, observando a todos los del suelo, que parecían más animados y más ajenos a ellos. Frunció el ceño y cerró los ojos. De ese modo, recordó una parte de su pasado que quería olvidar, una parte de su pasado que le perseguiría durante toda su vida.
CONTINUARÁ…
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Todavía pueden cambiar las cosas, así que no os preocupéis :3
Gracias por leer
OS SALUDA
EL ENTERRADOR