El diario de la inocencia de Justin Wright 12

Justin lleva a Axel a su casa al fin. Pero allí se encuentran con una desagradable sorpresa.

Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

El diario de la inocencia de Justin Wright 12: La inocencia de la vida familiar

Tenía que haberlo previsto. Había bajado la guardia, pero nunca debí haberlo hecho. ¡Madre mía, qué horror! ¡Cielos, qué desastre! ¡¿Por qué no podía estar en el club de teatro, como debería?! ¡No, tenía que estar en casa! De hecho, era lo primero que nos habíamos encontrado Axel y yo nada más abrir la puerta: esa atmósfera cargada, esa desaprobación en su semblante…

—Justin—se dirigió Peter a mí, aunque sin apartar la vista de Axel—, creo que no me entiendes cuando te hablo: cuando te digo que saques la basura, quiero decir que la saques. ¿Por qué la estás metiendo en casa ahora?

Arrugué la frente para cantarle las cuarenta, pero mi acompañante habló antes de que pudiera hacerlo.

—¿Qué pasa, cuñado? Veo que nosotros no, porque estás bloqueando la entrada. Aunque puede que tú sí, porque te acabas de pasar, ¿no?

—Escúchame bien, Huckleberry Finn: déjate de patéticos juegos de palabras y lárgate de mi casa.

—¿Has oído eso?—me miró jovialmente— . Si yo soy Finn, tú debes de ser Tom Sawyer. Está alabando nuestra inteligencia y astucia. Si quisiera faltar, habría dicho que yo soy Oliver Twist y tú Nancy. A mí me habría llamado carterista, y a ti put…

—¡¿Qué has llamado a mi hermano?!

—Hermanito, por favor. Axel es buena persona.

—Le he visto hacer cosas. Sé qué clase de persona es.

—¡Pero ha cambiado!

—Los locos a veces se curan; los imbéciles nunca.

—¡Peter!

—Cuñado de mis amores—susurró Axel guiñándole un ojo—, es absurdo dividir a la gente en buena o mala. Las personas son tan sólo encantadoras o aburridas.

Peter perdió la rabia de un plumazo y se quedó totalmente ojiplático. Yo, confuso, me giré hacia Axel, que añadió:

—No eres el único que sabe citar a Oscar Wilde.

No entendía muy bien a qué se refería. Pero tampoco me dio mucho tiempo a pensar, puesto que mi hermano se recompuso rápidamente y amenazó con llamar a la policía si Axel no se iba. Sin embargo, esto cayó rápidamente en saco roto. Como bien señaló el propio acusado, yo le había invitado, y como yo vivía allí, era absurdo denunciar que estuviera en casa.

Seguro que mi hermano hubiera seguido discutiendo de muy buena gana, pero el destino quiso que Rick estuviera en casa y apareciera detrás de su irritable novio. Dijo que «nos dejáramos de mierdas» y entráramos todos. Peter volvió a recriminarle que mermara su autoridad delante de mí, y éste se encogió de hombros.

Atravesamos la entrada y fuimos al salón. Resulta que Rick había venido a pasar la tarde, y se había traído a su hermana─que esperaba en uno de los sofás jugando a una 3DS─ agotado ante su insistencia. La chica estaba tan concentrada, que ni se percató de que habíamos llegado, así que Rick le dio una colleja, cosa que provocó que ella le devolviera tres patadas en la rodilla. Y, después, Maggie nos saludó.

Para sorpresa de todos—yo el primero—, Axel estuvo encantador con ella. Dijo algo así como que todos éramos familia, y ella se le quedó mirando sus hermosos ojos azules mientras sonreía. Me puse algo celoso, no lo voy a negar. ¡Pero era una cría! ¡No tenía por qué! Yo la saludé algo más tímidamente y ella me dio un abrazo de los que te dejan sin aire en el cuerpo. Por lo visto, tenía muchas ganas de conocerme desde hace tiempo.

Nos sentamos todos juntos y decidí a mi pesar que tendríamos que ver la peli acompañados. Le pedí perdón a Axel en un murmullo, pero él no se enfadó, sólo me dio un toque en la nariz, juguetón, y yo me sonrojé. Os puedo jurar que en ese momento vi la vena del cuello de Peter a punto de estallar.

Como era la primera vez que venía, le otorgué a mi novio—qué bien suena eso, maldita sea—que eligiera la peli que íbamos a ver. Por supuesto, hubo intromisiones: mi hermano, que dijo que pusiéramos

Tarzán

en honor al invitado; Maggie, que propuso que viéramos el

Jorobado de Notre Dame

en honor a su hermano; y Rick, que, como contraataque, alegó que pusiéramos

La bella durmiente

, a ver si a su hermana se le pegaba algo y así se callaba.

Me hizo gracia que todos dieran por hecho que sólo tenía pelis Disney. Qué bobos… ¡También tengo de Dreamworks! Aunque, sí, prefiero las de Disney mil veces. Axel fue el único que no eligió una película para atacar a nadie. Preguntó si nos apetecía ver

Up

. Me sorprendió bastante. De hecho, yo sólo la había visto una vez, y no me gustó demasiado. Sinceramente, me aburrió.

Peter comentó que le parecía bien. De ese modo, decía, Axel aprendería a irse volando. Maggie señaló que el niño asiático le recordaba a su hermano con su uniforme de campamento, es decir, horriblemente feo; y Rick declaró que a él el pájaro, Kevin, le recordaba a su hermana. Lo ignoré todo y puse la peli.

Ya acomodado en el sofá, eché mi cabeza sobre las piernas de Axel, y éste, aunque no se lo esperara en un principio, rápidamente llevó su mano a mi pelo y se puso a acariciarlo. Ni miré a mi hermano, pero posiblemente estaría apretando los dientes con tal rabia, que si hubiera prestado atención, lo habría oído. Lo sé porque Rick actuó rápidamente tirando de él para que colocase la cabeza en su hombro. Yo diría que eso lo aplacó momentáneamente.

La pobre Maggie se sentía un poco fuera de lugar sin pareja, así que su hermano exclamó en un momento dado: «Venga, enana, échate tú también en mi hombro. Tengo dos, ¿no? Hay Jones para todos». Ella repuso: «Ni muerta pego ahí la cabeza. A ver si me voy a ahogar con la peste de tu alerón». Peter empezó a reírse, y Rick la agarró para colocarla en su hombro. En realidad, no se negó ni se resistió demasiado. Cosas de hermanos.

Lo primero que vimos fue el famoso montaje de la vida de Carl. Todos se emocionaron; eso se notaba. Pero no fue mi caso. Estaba demasiado feliz por poder estar en el regazo de Axel. Me acurruqué y lo estuve observando. Observé esa expresión seria de la que me había enamorado. Debí quedarme embelesado, porque Axel se rió y me dijo que prestara atención a la película. Obedecí algo contrariado, y encontré la película bastante más interesante que la última vez. La vi cuando tenía 10 años, así que imagino que no logré entenderla. Esta vez sí capté lo profunda que era, aunque he de admitir que Axel me ayudó un poquito. Me susurraba algunos comentarios sobre la trama mientras la película avanzaba. ¡Nunca pensé que fuera tan listo! Recuerdo que el abuelete se niega a soltar su casa, que lleva a cuestas, aun a riesgo de poner a sus compañeros en peligro, y comentó: «¿Ves? Como se aferra tanto a su pasado, que lo carga a cuestas; no se da cuenta de que el presente es más importante». Me sorprendió muchísimo. ¡Nunca había caído en que la casa significaba eso!

Iba a compartirlo con los demás, pero cuando me giré me di cuenta de que Rick se había quedado dormido, y que Peter y Maggie planeaban hacerle algo. A los pocos segundos, ambos le dieron sendos pisotones en los pies con una precisión digna de una nadadora olímpica. El pobre emitió maldiciones en general, pero tanto Maggie como mi hermano sisearon haciendo un gesto con el dedo y se tuvo que callar.

Después, cuando aparece la escena en la que Carl vuelve a ojear el diario de aventuras sí que lloré, pero Axel me dio un beso en la mejilla y me calmé. Sus labios eran tan suaves, tan cálidos... Me dieron ganas de abrazarlo y no soltarlo jamás, pero por cuestiones de decoro sólo le acaricié la cabeza jugando con su pelo y le dije que estaba bien. No sé cómo Peter no murió de un ataque al corazón ese día.

Cuando acabó la película, los que se habían quedado dormidos eran Maggie y Peter, de modo que Rick decidió que era el momento de tramar su venganza.

─Justin, ve a la cocina y tráeme una salchicha. Éstos se van a cagar.

─¿Una salchicha?─pregunté alarmado─. Te la traigo si prometes que no saldremos luego en las noticias.

─Que sí, coño. Tú ve.

Salí del salón y dejé a solas a Rick y a Axel.

─Oye, Jones, con la mala hostia que se gasta tu novio, ¿no crees que es mala día hacer esto?

─No te preocupes por eso. Pero me viene bien que nos quedemos solos. No estarás jugando con Justin, ¿verdad, Axel?─dijo Rick con cara de pocos amigos.

─Cuántos guardianes tiene este tío. Ni que fuera una princesa en apuros.

─He visto cómo lo miras y cómo lo tratas. Estoy bastante seguro de que lo quieres. Pero necesito oírlo de ti. Vamos a ser familia; nada de malos rollos ni de secretos.

─Lo quiero. Y jamás le haría daño. Y mucho menos dejaría que nadie le hiciera daño. Es por eso que ya me he encargado de Jared.

─¿En serio? Joder, pues menos mal, porque ese tío me da un canguelo que no veas. Aunque, aquí donde me ves, le metí una hostia.

Axel puso los ojos en blanco, y Rick continuó.

─Otra cosa: por razones que no vienen a cuento, he leído el diario de Marcos. ¿Es cierto que le acosabas?

─¿De García? Qué va. Si habré hablado con él un par de veces tan sólo. Creo que yo le gustaba, porque me miraba demasiado, la verdad.

─Otra patraña… Qué imaginación tiene ese niño. Bueno, pues entonces te acepto. Pero si alguna vez le haces algo a Justin…

─Irás diciendo por ahí que me has dado un puñetazo y luego huirás al verme. Entendido.

─Que sí que le pegué. ¡Que es verdad!

─Lo que tú digas, Jones.

─Tío, que somos cuñados. Puedes llamarme Rick.

Ambos sonrieron.

Entonces aparecí yo, y me alegró mucho ver que se llevaban tan bien. A veces desearía que Rick fuera mi hermano mayor. Jo, sé que no debería ser injusto con Peter, pero podría controlar un poco sus impulsos, para darme el gusto de vez en cuando. Dos personas que se quieren ─da igual si son amigos, familia o novios─ ceden alguna que otra vez para complacer a la otra persona. En nuestra relación fraternal, yo siempre soy el tiene que rendirse y dejarse llevar. Axel dice que es una de las razones por las que desconfío de él. Según parece, no quiero tener el mismo tipo de trato con él que con mi hermano.

Con la maldad dibujada en su gesto, Rick cogió la salchicha y la restregó por la cara de Peter. Después, le propinó un par de golpes suaves en los mofletes y luego le dio rápidamente a Maggie mientras se despertaban. Cuando vio que ya estaban despiertos, se dio la vuelta, me tiró la salchicha murmurando que la escondiera, y fingió subirse la bragueta. Los dos parecían horrorizados.

─Ah, perdona, enana. Quería despertar a mi amorcín como a él le gusta, y, sin querer, me ha rebotado el miembro y ha caído sobre ti.

La pobre chica se levantó, dominada por la más honda furia, y comenzó a propinarle golpes en el hombro al grito de «¡¿A tu hermana?! ¡Incestuoso! ¡Indecente!» y cosas por el estilo. Mi hermano observaba la escena con un deje de indiferencia que me asustó. Me da más miedo cuando calla que cuando grita.

─¡Y mira que sé que no has sido capaz de hacer una guarrería así! ¡Pero el simple hecho de que lo hayas imaginado…! ¡Puaj! ─sentenció Maggie.

─...Te convierte en un lujurioso infame ─continuó Peter.

Vaya, no se lo habían creído… Sinceramente, yo me lo hubiera esperado de él. Tiene una obsesión con el sexo. El día menos pensado nos viola a todos y se queda tan ancho.

Peter dejó de prestar atención a la escena de los hermanos discutiendo ─en realidad se puede decir que sólo ella discutía, porque él se reía─ y dirigió una mirada de desprecio hacia Axel.

─Y yo que tenía la esperanza de que todo hubiera sido un sueño… Bueno, ya ha terminado la película, ¿no? Pues ya no tiene nada que hacer aquí este delincuente.

─Estábamos mejor antes. Como el pobre Endimión a la luna, sólo puedes quererme cuando estás durmiendo ─suspiró Axel.

─¡Qué sabrás tú de Endimión, fantasma!

Entonces Axel comenzó a recitar:

Los manzanos están cubiertos de oro

Y las aves de música en la Arcadia;

La oveja yace en el redil, balando,

La cabra corre en el monte, salvaje;

No obstante, él confesó su amor ayer,

Y por eso yo sé que volverá.

¡Oh, ascendente luna! ¡Oh, Señora luna!

Sé tú la centinela de mi amado.

Imposible es que no lo conozcas.

Pues lleva siempre un calzado púrpura.

Imposible es que a mi amor no conozcas,

Pues carga con un bastón pastoril,

Y es delicado como una paloma,

Y castaño y rizado es su cabello.

La tórtola ya no hace la llamada

A su novio de patas escarlatas.

El lobo gris acecha en el establo.

El senescal que canta sobre el lirio

Descansa durmiendo en su copa, y cada

Cerro violeta se sume en penumbras.

¡Oh, ascendente luna! ¡Oh, sagrada luna!

Detente en Hélice, en la cúspide de ella.

Y si oteas a mi amor verdadero,

Ah, si oteas el cabello castaño,

El bastón rural, el calzado púrpura,

La piel de cabra enrollada en su brazo,

Dile que le estoy esperando en la Granja

Alumbrada por la luz de las velas.

El rocío que cae es fresco y frío

Y ningún ave canta ya en la Arcadia.

Los faunos han dejado la colina

E inclusive el Asfódelo, cansado,

Ha cerrado sus portones;

Y aun así mi amor no regresa a mí.

¡Oh, luna embustera! ¡Oh, luna menguante!

¿Dónde ha ido el gran amor de mi vida,

Dónde han ido esos labios bermellones,

El bastón rural, el calzado púrpura?

¿Por qué extiendes el pabellón de plata,

Por qué vistes con un velo de bruma?

Ah, tú tienes al joven Endimión:

A sus labios destinados al beso.

Mi hermano se quedó paralizado por una sorpresa absoluta. Pero es que el resto de la sala no fue menos. Aparte de lo obvio: que Axel, el típico macarra de instituto, se supiera un poema de memoria, y tan largo; estaba el hecho de que lo había declamado ─Peter dice que eso significa recitar un poema─ con una dulzura y una voz sólo digna de un ángel.

─¿Sabes de quién es, no, señor literato?─dijo Axel.

─P-pues no. Debe de ser un poeta rebuscado, como el checo que descubrió Borges.

─Hombre, yo no diría que Oscar Wilde es un poeta rebuscado.

Nos quedamos en silencio. Axel había obtenido la victoria total. Sin embargo, el famosísimo orgullo de mi hermano no iba a dejarlo pasar. ¡Quería dejarlo en evidencia costase lo que costase!

─Ya que eres tan listo, dime una cosa: ¿cuál es el más antiguo de los padres de la tragedia griega?

La gente normal empieza con una pregunta fácil. Mi hermano no.

─Esquilo. Y es curioso, porque de su obra sólo nos han llegado íntegras ocho de las ochenta y pico tragedias que escribió.

─Grrr… ¿Y qué famosa obra es la precursora de la novela moderna?

─«Don Quijote de la Mancha», de don Miguel de Cervantes. Aunque yo añadiría que la novela decimonónica de finales del XIX ha tenido también mucho peso en la literatura actual.

─Maldita sea… ¡Y ahora me dirás que te has leído el «Ulises» y te ha parecido tediosamente sencillo!

─Qué va, hombre. Aunque me costó más leerme «Finnegan’s wake». Joyce es complicado: eso no lo puedo negar.

─¡Rick!─gritó Peter al borde del soponcio.

─¡Estoy aquí, estoy aquí!─respondió el otro yendo a su lado.

─Que se ha leído las dos obras más complicadas de la literatura mundial. Yo no pude terminar la primera. ¡Imagina la segunda!

─Estoy flipando─sentenció Rick─. Entonces Axel…

—Tiene amplios conocimientos literarios. Puede que hasta más que yo —siguió Peter.

─Ése es tu problema, cuñado─siguió Axel─. Lo conviertes todo en una competición. Eres tan inseguro que si no quedas por encima de los demás, no te sientes bien contigo mismo. ¿Qué más da quién haya leído más? Yo sólo leo como hobby, pero se nota que tú sí tienes pasión por ello, así que seguro que tú llegas a la raíz de los libros mucho mejor que yo. Pero repito que esto no es una competición. Soy mayor que tú, he tenido más tiempo para leer, y seguro que yo he leído unas obras y tú otras.

─¿Cuál es tu novela favorita, Axel?─respondió Peter ignorando su discurso. Creo que es la primera vez que lo llamaba por su nombre.

─Sin duda, «Los detectives salvajes», de Roberto Bolaño. ¡Es cojonuda! Pero la gente no suele tomarla en serio porque la escribió un chileno y va sobre México (aunque la acción gira por muchos países). Mira, va sobre un grupo de poetas que se hacen llamar los real visceralistas, y les ocurren toda clase de cosas. El objetivo de la novela, el de los detectives salvajes (como Bolaño los nombra en el título) es hallar a Cesárea Tinarejo, la madre de los real visceralistas. Son 600 páginas, pero te aseguro que no te arrepentirás. Casi no tiene altibajos.

De nuevo nadie habló. Yo estaba mirando a Axel encantado, no sé por qué; Peter tenía una expresión derrotada, aunque no lo habría admitido; Rick parecía perplejo; y Maggie había vuelto a encender la consola, como si no le incumbiera.

Entonces Rick empezó a reírse.

─¿De qué diablos te ríes?─preguntó Peter.

─Es que es irónico lo mucho que lo odiabas, cuando sois tan parecidos. La pasión con la que hablaba de los «Orejones palpables» ésos me ha recordado mucho a ti.

─Bueno, supongo que no somos tan diferentes…

─¿Ves? Te lo dije ─asintió Rick─. Ahora podríamos dejar a los chicos solos, ir arriba, y...

Pero mi hermano se había apartado de su lado antes de que terminara, y ya estaba junto a Axel.

─¿Por qué no te quedas a cenar, Axel? Te puedo enseñar mi biblioteca. ¡Tengo un ejemplar de «El Aleph» firmado por el mismo Borges! Es de mi padre, pero no creo que regrese a por él.

─¡Oh, claro! Me mola mucho Borges. Seguro que tiene uno de sus comentarios ingeniosos. Me gusta más como cuentista que como poeta. Aunque «El poema de los dones» tiene algo que me atrae.

─¡Es mi poema favorito de él! ─exclamó Peter.

─Espera ─empezó Rick─. ¿Peter está siendo…

─...amable? ─continué yo.

─¿Te gusta Sylvia Plath, Peter? Puedo llamarte Peter, ¿no?

─¡Pues claro! Y sí, me gustan mucho sus poemas. Son desgarradores pero muy bonitos.

Peter le sonrió. ¡Peter! ¡Sonrió!

─Pues te voy a traer un libro de poemas suyos que tengo. Es viejo, pero está en buenas condiciones.

─¡¿En serio?! ¡Gracias!

─Rick, ¿mi hermano acaba de dar las gracias?

─No te alarmes, Justin. Debe estar fingiendo. Dentro de un rato sacará una navaja o algo y le rajará el cuello.

─Justin ─le llamó Peter─, prepara la cena. Es tu novio, así que te toca a ti. Yo mientras lo llevo arriba para enseñarle mis libros.

─¿A mí también me darás de cenar, Peter? ─preguntó Rick.

─A ti ni agua.

Creo que le partió el corazón al pobre chico. Aunque sé que no lo dijo en serio, porque mi hermanito le hizo un gesto a Maggie y ésta, tras anunciar que acababa de conseguir la segunda ampliación para la tienda de Tom Nook, alegó que lo mejor sería cenar allí, porque sus padres no estaban en casa y no quería que su hermano le prendiese fuego a la cocina.

Peter aceptó, y dispuso que Rick me ayudara a preparar la cena mientras ellos subían. Tanto Maggie como Axel estaban excusados, pues eran, según decía, invitados de honor. Gracias a Dios, Rick dijo que no nos complicáramos la vida e hiciéramos un par de pizzas. Nos pusimos a ello y, cuando quisimos darnos cuenta, Peter y Axel habían desaparecido.

─Justin, ¿crees que Axel estará porculizando a Peter?

─¡No digas esas cosas! Se llevan bien. Nada más.

─Ya, pero es que ahora parece que se llevan más que bien. De repente son amiguitos del alma.

─La verdad es que ya le vale a Axel. Sabe lo torpe que soy. ¡Podría ayudarme a preparar esto!

─En cambio, prefiere estar con Peter ─apareció Maggie con una sonrisa maligna.

─Calla, Satán ─espetó Rick.

─Fíjate qué bien traído todo: Peter es claramente pasivo, y Axel es activo. Encajan, literalmente, como dos piezas de un puzle.

─No le hagas caso, Justin. Está amargada porque sabe que acabará sola y con unas cuantas docenas de gatos.

─¡Me encantan los gatos! ─respondió Maggie.

─¡A mí también! ─coreé.

─Os doy por imposibles…

─Sólo bromeaba, cabezón. Sabéis que los dos os quieren. Desconfiar es absurdo. Y estoy segura de que ambos hacen esto por ti, Justin, para hacerte feliz ─sonrió.

─Gracias, Maggie. Eres una buena persona.

─La conoces de un día. Es pronto para sacar conclusiones. Pero ya te adelanto yo que no lo es ─aclaró Rick.

─No le hagas caso, Justin. Está amargado porque sabe que acabará solo y haciéndose docenas de pajas a diario.

─¡Me encantan las…!

─Vale, dejemos ya la bromita ─le cortó Maggie.

Al final tuvo que ayudarnos Maggie, porque Rick iba a meter las pizzas en el horno y a darle a tope de temperatura ─aseguró que así se harían más rápido─. Menos mal que le detuvo; al parecer, si llega a hacerlo, incendia la cocina.

Poco después de que estuviera preparada la cena, Peter y Axel volvieron. Seguían hablando de literatura, y no pararon en toda la noche. Rick y yo nos aburríamos. Aunque Maggie parecía seguirles el ritmo de vez en cuando, e incluso aportaba cosas a la conversación. Axel expresó lo genial que le parecía que conociera a Virginia Woolf. «¡Todo el mundo debería conocer su obra y sus ideas! En especial las chicas, porque el tema del feminismo les tocaba más de cerca. Sin embargo, la educación hacia el otro ─en este caso la mujer como

el otro

─ siempre debe ser interés de las personas, así que los chicos tampoco pueden pasarla por alto».

Tras la comida, que fue como ver a un bandada de patos graznando, Rick y Maggie se fueron, y yo le pedí a Peter que Axel se quedara a dormir. Lo cierto es que se quedó unos segundos sin decir nada, pero luego asintió levemente ─lo máximo que su orgullo le permitía─. No sé de dónde había salido la transformación de mi hermano, pero, sinceramente, no iba a preguntar. Le ofreció a Axel el sofá, pero yo le dije que no tenía 12 años, que ya tenía edad como para que se quedara en mi cama conmigo. No se dignó a dar o no su permiso. Caminó hasta la planta superior y le seguimos. No obstante, justo antes de entrar en mi cuarto, mi hermanito se acercó a mí y me susurró al oído: «Puedes dormir con él. Sin embargo, ten presente que mi pared pega con la tuya, y oiré todo lo que pase ahí dentro». Antes de que pudiera contraatacar, me dio las buenas noches y se metió en su cuarto. ¡Jo, eso sí que es jugar sucio! ¡Con la de veces que me he tenido que tragar el ruido que hacía con Rick! Pues nada, esa noche me tocaba dormir y nada más.

Axel se sentó en la cama y yo me puse el pijama. Por si acaso eso le excitaba o algo por el estilo, le informé de lo de mi hermano, y aseguró que no pasaba nada, que él era feliz tan sólo con dormir a mi lado.

En otras circunstancias, me hubiera encantado oír ese comentario, pero estaba molesto por lo de la cena. Por supuesto, no me importaba que se llevara bien con mi hermano, pero es de mala educación dejar a gente fuera de la conversación. Además, para eso ya tengo a Peter… y a mi padre.

─¿Qué te pasa?

─Nada ─dije sentándome en la cama, a su lado─. ¿Vamos a dormir ya?

─Estás molesto porque he pasado de ti toda la noche, ¿cierto?

Posó sus dedos a mi barbilla y jugueteó con ella. El olor de su aliento, tan suave y dulce, casi me deja ensimismado e incapaz de responder.

─A la gente no suele gustarle que se le excluya ─le retiré la mano.

─Sólo intentaba ser amable con Peter. ¿No querías que nos lleváramos bien?

─Sí, pero es que todo ese rollo de la literatura… Nunca se me ha dado bien. Y siempre he sentido que mi ineptitud con ella me alejaba de Peter. Y ahora, supongo que también de ti.

─No soy como tu hermano. Él lo hace porque necesita crear inseguridad en vosotros: necesita que creáis que lo podéis perder en cualquier momento, y que por eso os aferréis a él. Yo sólo le he seguido el rollo.

─Da igual. Yo no tengo cosas interesantes que decir. Estoy seguro de que hablar con él es mucho más entretenido.

─¿En qué cama estoy, Justin? En la tuya, ¿no?

─Pero yo no puedo hablar de cosas que te interesan…

─¿Crees que tienes la obligación de entretenerme? Pues no, no la tienes. Pero sí que tenemos cosas en común.

─¿Un niño aburrido y maltratado como yo y un chico malo serio y erudito como tú?

─Te contaré algo: mi mayor pasión es el cine. Me gustaría trabajar algún día en ese mundo, ya sea haciendo guiones, dirigiendo, produciendo, editando, o incluso grabando.

─Yo no sé nada de cine…

─¡¿Cómo que no?! Tú eres un experto en Disney, y es una de las compañías más importantes en el mundo del cine, ¿a que sí? Pues ya tenemos un tema del que hablar.

─¿No te parecen películas para críos?

─Para nada. Creo que esconden mensajes muy profundos y bastante maduros. No veo pelis de Disney desde que tenía 4 años. Allí en Texas si las veías después de esa edad, te acusaban de nenaza. Así que podemos verlas juntos.

Me lancé sobre él y le di tal abrazo, que por poco mis brazos se topan con mi pecho. No quería soltarlo. ¡No iba a soltarlo! ¡Nunca más!

─Justin, te quiero.

─Yo también te quiero, Axel. ¡Mucho, mucho!

─¿Sabes? Se me ocurre una cosa. Tu hermano ha dicho que podrá oírnos, pero no se puede escuchar algo si no produce ruido, ¿verdad? Tú controla y ya está.

Sin que mediara el tiempo, un calambre de ardor recorrió mi cuerpo. Su sonrisa se enganchó, y yo me estremecí. Conforme Axel movía el brazo hacia arriba y hacia abajo, el aire se escapaba de mi cuerpo a través de sonoras exhalaciones. Le iba a pedir que parara, pero aquello era tan placentero, que me flaquearon las fuerzas. Me agarré a su brazo y hundí la cabeza en su pecho, para no hacer demasiado ruido.

─Abre un poco más las piernas. Ven, siéntate sobre mí.

Entonces, me puso sobre sí con las piernas abiertas. Él también empezaba a emitir algún jadeo, y eso me encendió aún más. Mi cuerpo nunca había reaccionado de esa manera, y eso que, según decía Jared, tengo un cuerpo muy lascivo. Pero con Axel es diferente: todo se amplifica. Creía que me marearía y perdería el conocimiento, y cuando quise susurrarle que parara, sólo me salió un «más, más, quiero más».

No debió de entenderme de bien. Yo quería decir que fuera más rápido, y, en su lugar, Axel me tumbó en la cama y luego se posó sobre mí, me besó y fue bajando con su lengua por todo mi cuerpo. Cerré las piernas casi como en un acto reflejo, pero cuando empecé a sentirlo, la tensión se dispersó, y mi único pensamiento fue taparme la boca para que mi hermano no se enterara de lo que hacíamos.

─Relájate más ─susurró Axel limpiándose la boca por un momento─. Si no, no vas a disfrutarlo.

─¿Pero y si nos oye…?

─Me da igual. Ahora mismo sólo quiero hacerte gritar.

Y reemprendió la marcha, esta vez más rápido. En un movimiento rápido, me hice con la almohada y la usé de mordaza. Tuve que aferrarme a la sábana con las uñas para que mi cuerpo, convulso, se mantuviera tan sólo en el aleteo de una pluma.

Pero de nada sirvió. Vino de sorpresa, como cuando se rompe una tubería. El agua sale de golpe, a presión. Mi cuerpo se estremeció, mientras él subía y bajaba, una y otra vez, una y otra vez. Y mientras me abrazaba con sus labios, suave, cariñoso. Cuando lo sentí, traté de avisarle, y él me miró. Entonces no pude evitarlo. Sus ojos fueron el magma que reavivó el volcán.

Tragó como si tal cosa y se sentó a mi lado. Avergonzado, me incorporé, le pedí disculpas, y él me rodeó con el brazo para pegarme a su hombro. Su calor, para mí, era una fuente de la que emanaba la felicidad. Me ofrecí a hacerle lo mismo que me había hecho a mí, pero dijo que no era necesario, que era mejor no hacerlo para no despertar a mi hermano.

Nunca había tenido sexo así. Siempre se trataba de complacer a Jared, no de complacerme a mí. Si yo era complacido era para mantener su orgullo masculino, nada más. Sin embargo, Axel había sido tan generoso… Hizo eso por mí sin esperar nada a cambio.

─Axel, ¿puedo besarte?

─¡Eso ni se pregunta!

La temperatura de la sala debió ascender en ese momento, porque el calor de Axel se concentró con fuerza en mi pecho, en mi corazón.

Nos echamos sobre la cama y yo me coloqué sobre su pecho, abrazándole.

─Mañana podemos ver

El jorobado de Notre dame

. Seguro que es más de tu estilo que el resto de pelis Disney ─le comenté acariciando su torso.

─No tienes que elegir porque creas que me vaya a gustar. Veremos la que tú quieras, cariño.

Se congeló la imagen. De hecho, creo que hasta los grillos de fuera dejaron de cantar. Mis ojos se abrieron, los ojos de Axel se abrieron. Y, por primera vez en mi vida, lo vi más rojo que la bandera china.

─A-axel… ¿M-me has llamado…?

─Eh… yo… Bueno, es que… Se me ha escapado, y…

Se me escapó una risotada de ésas capaces de despertar a toda la manzana.

─¿De qué te ríes? ─evitó mis ojos─. Si no te gustan los apelativos cariñosos, no lo volveré a decir.

─¡No, no, no! ¡Todo lo contrario! ¡Puedes llamarme así! Es sólo que… me ha sorprendido mucho. El malote y viril Axel, llamando a alguien «cariño». ¿Dónde ha quedado aquel «bebé llorón»? ¡Y luego encima te pones colorado! Esto hoy parece el mundo al revés.

Para mi sorpresa, Axel escondió la cabeza en la almohada.

─Oh, pero mira que eres mono.

─De eso nada ─refunfuñó─. Se supone que el mono eres tú.

─Axel ─le llamé volviendo a rodearlo con mis brazos, esta vez de espaldas.

─¿Qué?

─Te quiero mucho.

Como respondiendo a mi llamada, salió de su escondite y me apretó de nuevo contra él. Con dulzura, me apartó el flequillo y contestó:

─Yo también te quiero mucho, Justin.

EXTRA: Desprecio al novio de mi hermano

—Bueno, Axel —dije una vez estábamos arriba—. No esperaba que tuvieras todos esos conocimientos literarios. Pero aun así sigues sin gustarme. Y mucho menos para mi hermano.

—Vaya, ¿y entonces por qué la escena de hace un momento? —sonrió algo prepotente.

—Hoy son dos contra uno.

—Te has ablandado, Wright. Admítelo. A ti no te habría importado echarme, tratara de impedírtelo quien fuera. No obstante, has cambiado. Y eso te asusta. Por eso te sigues comportando como el que eras antes. Lo gracioso es que tu yo de antes se ha convertido en un papel y no en la realidad.

—¿Así que piensas que me caes bien?

—No. Nadie que salga con tu adorado princeso te gustará. Aunque tú ya sabes que soy de fiar. Has hablado con Brent de mí, ¿verdad?

—Así es. Pareces limpio en lo del asesinato. Pero te drogas.

—Sólo es maría, y lo voy a dejar por tu hermano.

Giré la cabeza en un gesto de negación y suspiré.

—En el fondo, Wright, quieres que Justin sea libre. Desde hace tiempo además. Desde que tienes a Rick y no lo necesitas.

—¡No voy a cambiar a mi hermano por mi novio! —grité cabreado.

—Shhh. —volvió a sonreír. Empezaba a ponerme nervioso—. Cuidaré bien de tu hermano.

—Muy bien, pordiosero de extrarradio. ¡Que así sea! Pero como me entere de que le pasa algo a Justin por tu culpa te arrepentirás de por vida.

Rió.

—Me hace gracia verte así, teniendo en cuenta que eres tan débil. ¿Cuántas máscaras tienes?

Eso me desarmó por un instante, pero me recompuse pensando que lo hacía por Justin.

—Durante esta velada me haré el simpático, para que esos dos tontos no se me tiren encima. Pero no esperes que seamos amiguísimos.

—¿Entonces no quieres que volvamos a hablar de literatura?

Fruncí el ceño.

—Al menos así te sacaré algún provecho. Venga, te enseñaré mi biblioteca.

Me giré y juraría que vi por el rabillo del ojo que Axel estaba sonriendo, pero esta vez me pareció que su sonrisa no era arrogante, sino sincera. Qué asco me daba…

—¡Y que no se te olvide traerme el libro de Sylvia Plath!

CONTINUARÁ...