El diario de la inocencia de Justin Wright 11

Justin se acaba de encontrar a Axel en el despacho del director, y éste sólo le saluda con un «hey». ¿Cómo reaccionará Justin?

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Diario de una adolescencia gay

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El diario de la inocencia de Justin Wright 11: Mejor mantenerlo en la inocencia

Fruncí el ceño. ¿De todas las cosas que podía decirme en ese momento va y elige soltarme un «hey»? ¿En serio? Nunca sabía lo que Axel estaba pensando, y eso me ponía bastante nervioso. Jo, mucho decir que no era capaz de enfrentarme a mis problemas, pero en lo nuestro el único que había tomado la iniciativa era yo… Entiendo que no quiera ser siempre el que lleva la voz cantante, porque eso cansa a cualquiera, y yo tampoco querría que fuera así, pero al menos podría saludarme algo más efusivamente. ¡Hasta un alzamiento de cabeza habría sido mejor!

Estuve a punto de salir huyendo sin decir nada. Quizás hubiera soltado alguna excusa, como que llegaba tarde a clase, o que necesitaba ir al baño urgentemente. Pero no hice nada de eso. Sonreí. Sonreí como suelo hacer cuando estoy nervioso, para quitar hierro al asunto.

—¿Sabes, Axel? Al final he podido solucionar lo de Jordan solo.

Lo dije como si me alegrara de ello, pero una parte de mí estaba triste. Supongo que quería que él me ayudara, aunque sólo fuera un poco. Ahora me sentía abandonado. Cuando tienes pareja, esperas que ésta te apoye cuando estás en apuros. Sin embargo, Axel no quería saber nada de mis problemas. Por eso me preguntaba qué clase de relación era la nuestra, y a dónde nos llevaría.

No me respondió; sencillamente ladeó un poco los labios y me revolvió el pelo. Entonces mi corazón reaccionó, y me entristecí aún más, porque me di cuenta de que lo quería con toda mi alma. Qué desgraciado… Condenado a amar a una persona que sólo siente por mí indiferencia.

Luego me cogió la mano y mi mundo se ralentizó. Como en una alucinación, lo vi tirar de mí a través de los pasillos. Vi su pelo ondeando al compás de sus pasos, vi su rostro de belleza seria y, sobre todo, vi sus azules pupilas brillando con lo que me pareció ilusión. No sé si fue un espejismo, o si fue porque estaba enamorado de él, o si fue porque nunca me había parado a observarlo, pero me di cuenta de lo guapísimo que era. Y eso hizo que tuviera ganas de llorar, muchas ganas de llorar. Las dudas nublaban mi mente, y el miedo mi corazón. Deseaba que él sintiera por mí lo que yo sentía por él. Sin embargo, no podía estar seguro de que fuera así.

Acabamos llegando a la azotea, pero eso ya me lo esperaba. Lo que no esperaba fue que, nada más entrar, cerrara y me colocara suavemente sobre la puerta. Antes de que pudiera preguntar, me besó, y ya no pude contenerme más. Lloré de nuevo, como el niño que era, como el niño que siempre he sido. Me pregunto si aquellas lágrimas eran de júbilo. En aquel momento me lo parecieron, eso sí, y rodeé su cuello con mis brazos para pegarlo aún más a mí. Mis labios buscaban los suyos con desesperación. Creo que temían que se alejaran y se fueran para siempre. Qué solitos estarían mis labios si los suyos se fueran…

Pero, no mucho rato después, empujé suavemente a Axel con ambas manos para apartarlos. No podía continuar. Necesitaba preguntarlo. Él parecía expectante, y yo agaché la cabeza.

—¿Qué es lo que sientes por mí?

—Creo que ya te lo dije, ¿no? Dije que te quería—sentenció algo confuso.

—No puede ser. Cuando quieres a una persona de verdad, no permites que pase sola por una situación difícil. Y tú me…

—¿«Abandonaste»? ¿Eso es lo que ibas a decir?

—Sí…

—«Como mis padres». Bueno, quizás eso no fueras a añadirlo, pero lo sientes, ¿cierto?

Un escalofrío me recorrió la espalda de cabo a rabo, y fui incapaz de articular palabra, de modo que efectué la única reacción posible: hundir aún más la cabeza. No obstante, esto no fue suficiente para huir. Axel me agarró de la barbilla y me forzó a afrontar la vista de sus ojos.

—Como no hablas, tendré que decir tus líneas y las mías. «¿Cómo sabes lo de mis padres?»—me imitó poniendo una voz aguda que en cualquier otro momento me habría molestado—. He pasado mucho tiempo con Brent, y no es que sea discreto precisamente: me ha contado hasta el último detalle de la vida de todos sus alumnos. No es que interesara algo todo eso, pero escuchaba por ser amable. «P-p-pero… Joooo… ¿desde cuándo?». Desde antes de que te viera con Jared la primera vez que hablamos. Fíjate si hace tiempo.

—Yo… yo no hablo así.

—Sigues llorando, y no entiendo por qué—espetó en un tono amenazador que me asustó un poco.

—¡Porque tenías que haberme ayudado!

Después de gritar, le di un empujón—esta vez sí que fue fuerte—, y traté de abrir la puerta para huir, pero no pude, y al girarme vi por qué: Axel sostenía la llave con una expresión de victoria que me puso más nervioso.

—No paras de huir una y otra vez. Y luego me echas a mí la culpa de que esto sea una noria imparable.

—¡Tú eres el primero que trató de alejarme!

—No niego mi parte de culpa. Sin embargo, tú también huyes. Te autosaboteas constantemente con ideas depresivas. Tienes miedo a que te deje, así que en el fondo no te permites salir conmigo y lo estropeas inconscientemente. ¿Y todo por qué? Por lo de tus padres.

—Basta…

—Ellos os dejaron solos a tu hermano y a ti, y, aunque él creyera que se estaba haciendo el fuerte muy bien, en realidad tú sabías cómo estaba, y tratabas de fingir estar bien porque él no era capaz de hacerlo.

—Basta, por favor…

—Eres incapaz de confiar en la gente. Primero tus padres te abandonaron, después tu hermano te encerró en tu propia casa, luego Jordan empezó a pegarte, y, por último, Jared te traicionó. Te rendiste tan fácilmente a él… Caíste tan fácilmente en sus redes… ¿Y sabes por qué? Porque él te salvó. Pensabas que a su lado ya no tendrías que preocuparte por nada nunca más. Él se encargaría de todo. Después de todo, era tu salvador.

—¡Basta!—grité tapándome la cara con las manos.

—¡No, Justin, no basta!—chilló mientras me agarraba y me zarandeaba—. ¡Tienes que oír esto! Si te pasas la vida dependiendo de los demás, nunca llegarás a nada por ti solo. Si te saco las castañas del fuego, no hago más que hacerte débil.

Apreté los labios, y los nervios me tomaron como cuando pegué a Jordan. Por un momento, fue como si mi «yo» se desconectara y apareciera, en su lugar, otra persona. Fruncí el ceño, me puse histérico, temblaba… El odio hirvió mi sangre. Traté de librarme de su agarre apartándolo bruscamente, pero esto no sirvió. El muy perro parecía encantado.

—¿Ves esa expresión en tus ojos? No tienes que esconderla nunca más. Y mucho menos de mí.

—Cierra la boca—musité—. Esta conversación se ha acabado. ¡Suéltame!

—Pero qué adorable estás cuando te enfadas.

Me dio un beso en la mejilla que me dio ganas de matarlo.

—Axel, no estoy para bromas. O me sueltas o te salto los dientes.

Ni yo podía creer que estuviera hablando así. Me había convertido en un monstruo rabioso. No hay ninguna duda de que soy hijo de mi madre, y espero que eso no me provoque los mismos problemas que a ella. Lo último que desearía es acabar como acabó.

—Cuando uno se enfada, debe exteriorizarlo. Cuando te lo guardas no desaparece, sino que se va acumulando, y crece y crece hasta que es tanto que consigue escapar y… ¡Bam! Tenemos al Justin malote.

—¡Que me sueltes, mierda!

—Shhh—me colocó un dedo en los labios—. ¡Esa boca! Nunca dices palabras malsonantes. No vayas a empezar ahora. Mira, sabes que soy mucho más fuerte que tú, así que acepta que no voy a soltarte hasta que no te hayas desfogado. Vamos, dime todo lo que tienes que decirme. Sé que hay bilis para mí en tu tierno corazoncito.

—¡¿Crees que soy un llorica que aún lamenta la marcha de sus padres?! ¡Mírate a ti! ¡Presumes mucho de sentir lo que le hiciste a tu primo! ¡Pero repites exactamente el mismo error conmigo! ¡Ignoras mis sentimientos todo el tiempo! ¡Los breves periodos en los que parece que no lo haces, no me tomas en serio! ¡Y yo no puedo más! ¡No sé si me quieres o no me quieres!

—Como te he dicho, debes solucionar tus cosas so…

—¡Como tu primo, ¿verdad?! ¡Sí, él acabó con el problema! ¡Él lo solucionó todo! ¡Qué bien que no le prestaras tu ayuda!

El gesto de Axel perdió la sonrisa, y mi rabia subió de mi pecho a mi garganta. Otra vez volvía a llorar. Había dicho algo horrible…

Distante, me soltó de su agarre y se alejó, como el soldado que tira las armas al suelo cuando se da cuenta de que ha matado a un aliado. Di un paso hacia él, y Axel negó con la cabeza. Pero eso no me detuvo. No iba a permitir que esto siguiera así por más tiempo. Cuando estuve a su lado me disculpé y empezó a carcajearse. A continuación, contra todo pronóstico, me besó. Todo había sido una actuación. Pero esta vez no me enfadé; sencillamente suspiré cuando se separó de mí.

—¿Te divierte jugar de esta manera conmigo?

—Un poco; para qué lo vamos a negar.

Inflé los mofletes.

—Justin—continuó—, yo siempre te voy a apoyar. Con todo. Pero quien deberá ser la mano ejecutora serás tú. ¡Mira como esta vez no me has necesitado! Deberías confiar un poco más en ti mismo. Según me han contado, hiciste que Jordan se meara en los pantalones.

Los dos nos reímos, y, sin darme cuenta, paré de llorar.

—Ambos tenemos problemas sin resolver—dije agarrándole de las mejillas mientras me perdía en el tacto de su piel—. Pero vamos a prometer algo: ¡ninguno va a volver a huir! Si tenemos problemas, lo hablaremos y no saldremos por patas, ¿de acuerdo?

—Me parece bien.

Lo volví a besar, y nuestras lenguas retozaron tímidamente la una con la otra hasta que, tras aumentar el ritmo paultinamente, acabé proponiendo sofocado:

—Oye, ¿quieres venir a mi casa?

—¿A tu casa?—preguntó con pose interrogante, pero con cierta picardía.

—¡Claro! ¡Podemos ver una peli juntos!

Aceptó rápidamente, y eso me hizo muy feliz. ¡Iba a pasar la tarde con Axel en mi casa! Nos acurucaríamos uno al lado del otro en el sofá, nos acariciaríamos, nos daríamos besos, y… Bueno, está claro: nos olvidaríamos de la peli, y… Es obvio: cuando alguien propone quedar para

ver una película

, nunca lo dice para ver la película.

CONTINUARÁ...