El diario de aprendizaje de Rick Jones 2

Ahora Rick conoce el secreto de Peter, el chico por el que se ha interesado, pero aún así intenta seducirlo sin tener que usar tretas. ¿Lo conseguirá? No se lo pierdan.

Segunda parte. La verdad es que me está gustando desarrollar a estos personajes, aunque todavía no conocéis ni a la mitad de los que tengo pensados para esto relato. No os preocupéis, que ya los conoceréis. Sin más dilación, venido como un pareado, llega el capítulo dos.

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

El diario de aprendizaje de Rick Jones 2: Aprender a perseguir un objetivo

Supuse que ahora ese tío me odiaba. Sobre todo por las miradas que me había echado y porque le había estropeado la oportunidad de declararse al profe. Lo llevaba del brazo al club de teatro, y aún así, él no me dirigía ni una sola palabra. En el pasillo nos encontramos a un par de tíos de cursos superiores, que empezaron a carcajearse y a mirarnos raro, pero a mí me daba igual. Claro que, a él no.

-¡¿Quieres soltarme?!-me dio un tirón para zafarse de mi agarre.

-Vaya con la princesita, qué delicada nos ha salido-sonreí para picarle.

-Dime, ¿acaso intentas provocarme porque eres un emo de esos y como no tienes huevos para hincarte una navaja quieres que yo te mate?

-Vaya, me has pillado. Pero bueno, si no quieres matarme, con una noche de sexo me conformo.

-Ignoraré eso. En fin, ¿para qué cojones quiere un desarrapado como tú ir al club de teatro?

-¿Qué pasa? ¿Es que no puedo interesarme por la cultura?

-Lo dudo.

-Oye, podemos quedarnos aquí charlando, que me encantaría, pero… ¿no vas a llegar tarde?

Miró el reloj y bufó, así que seguimos andando hasta llegar al club de teatro. Aunque yo creía que nuestro instituto era de mala muerte, por lo visto tenía un auditorio bastante grande, y allí era donde ensayaba el club de teatro. Al traspasar la puerta Peter rápidamente me dejó atrás y se fue al escenario. Lo suponía, así que me había traído un par de revistas porno para entretenerme si eso me aburría. Por supuesto que no me iba a poner a cascármela ahí en mitad, pero me entretendría viendo los tiarrones que salían en ella.

Mientras abría la revista y evitaba tocar las marcas que mi propia lefa había dejado de sesiones anteriores, el grupo de teatro se fue posicionando. La verdad es que en el público sólo estábamos un gordo y yo. El muy puñetero estaba frito, así que mucha atención no iba a prestar. Se le caía la baba a través de los labios como si de una cascada se tratase. ¡Uy, eso tenía que apuntarlo para el club de poesía!

Una niña gorda, a la que me divertí imaginando como la novia del gordo baboso, salió al escenario cantando ópera. Mis oídos casi explotan por la intensidad de su voz, pero intenté enfrascarme en “la lectura” para olvidarme de sus alaridos. En realidad tenía buena voz, ¡buena voz para destrozar todos los vasos de un restaurante sólo con gritar!

Después, salió un niño con gafas que me resultaba familiar. Era Gilbert Glass, el delegado de mi clase. Se puso a cantar una canción que decía así: “Se llevó mi polla el gavilán pollero, la pollita que más quiero. Sírvame otra copa, cantinero. Sin mi polla yo me muero”. El director, o lo que fuera, le aplaudió sonriendo ampliamente y mostrando que le había encantado y después le dijo que estaba fuera. Me caía bien ese tío.

Después de dos horas de tener que aguantar a pringados cantarines, fulanas que creían estar en “high school musical” y mariquitas afeminados (lo cual me recordó a Tom e hizo que me estremeciera), terminó todo. Sin embargo, caí en la cuenta de algo. Peter no había salido en ningún momento, además, ¿por qué en el club de teatro sólo habían cantado? Me levanté y fui al ver al director.

-Disculpe-pronuncié con la mejor educación que pude-¿Sabe dónde está Peter Wright?

-¿Wright? Ése es del club de teatro, ¿no? Esto es el club de canto.

-(Hijo de puta… ¡¿Pero cómo me ha engañado?!) Pero ha ido detrás del escenario.

-Es que el escenario del club de música y el del club de teatro están conectados, para ahorrar gastos en camerinos y tal-me informó.

-(Qué poco práctico… ¡Y qué colegio tan cutre!)

Me despedí del profesor y corrí hasta salir por el escenario del club de teatro, pero ya se habían ido todos. Ese Wright… ¡me había dado esquinazo! ¡Ja! Pero si creía que se iba a librar de mí, iba listo. Soy como un felino a la hora de cazar, paciente y perseverante. Suspiré porque había estado perdiendo el tiempo y me fui a casa cansado.

Al llegar, la idiota de Maggie estaba en el salón haciendo los deberes. Intenté subir las escaleras para llegar a mi cuarto sin que me viera, pero la muy zorra tenía ojos de lince.

-¿Qué horas son éstas de llegar, cabezón?-me recriminó sin levantar siquiera la vista de los deberes.

-¡¿A ti qué te importa?!-le contesté cabreado.

-Qué humor de perros… Así nadie te va a querer, hermanito.

-Pues como a ti-sonreí.

-¡Retira eso ahora mismo!-alzó la vista de los deberes para dedicarme una mirada asesina-¡Yo soy una joven dulce y encantadora!

-Maggie, hermanita, si la gente exclama: “qué dulce” cuando te vas es porque el hecho de que te vayas es lo que es dulce.

-¡Mentira! ¡Y que sepas que le voy a decir a mamá que has vuelto muy tarde!

-Me la suda. Tengo 16 años. Tengo derecho a estar hasta tarde en la calle. No como las criajas de 13.

Chistó porque sabía que llevaba razón. La verdad es que yo no era mucho de salir, y menos entre semana, así que por una parte era normal que me montara tal pollo, ¡pero ya tenía 16, joder! En algunos estados podría hasta fumar crack. Vale, no, pero hacer otras cosas sí.

-¿Y bien? ¿Dónde has estado?

-Intentando ligarme a un chico-dije sin darle mucha importancia.

-¿Ah, sí?-sonrió como la salida que era-A ver si te lo traes a casa y me lo presentas.

-¿Para qué? ¿Para que lo violes?

-¡Oye! ¡Encima que no les digo a mamá y a papá que te van las…!

-¡Ese lenguaje!

-¡Mira quién habla! ¡Si hablo así es porque me lo pegas!

En eso tenía razón. Yo era muy malhablado y probablemente ella había escuchado un montón de palabras malsonantes de mí.

-Acordamos que era mejor que papá y mamá no se enteraran aún. Puede ser un shock para ellos.

-Yo creo que no te dirán nada, pero bueno, para que veas lo buena que soy, te haré caso.

-Hablar contigo me agota-suspiré.

-Sabes que me quieres.

-Sinceramente, me lo pones muy difícil.

-Venga, di que me quieres-sonrió inocentemente.

-Que me quieres-repetí con una sonrisa burlesca.

-Tsk. ¡Idiota!

Me reí y subí a mi habitación. A partir del día siguiente empezaría mi estrategia de seducción. Ese tío tenía que ser mío, costase lo que costase. Es que no había nadie más, así que tenía que ser él.

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Oía una voz en la distancia. Una voz que me reclamaba y que sonaba tan dulce… Me sentía en una nube, como si estuviera flotando. Era una sensación dulce, una sensación…

-¡Que te levantes, coño!-me dio un empujón Maggie para que me cayera de la cama.

-¡Aaaaagh! ¡¿Eres subnormal o es que te faltó oxígeno al nacer?!

-Teniendo en cuenta que somos parientes cercanos, no me extrañaría-suspiró.

-¿Qué haces en mi habitación? Sabes que aquí no puedes entrar.

-¡Como si a mí me gustara visitar el pantano cochambroso que tienes aquí montado! Mamá me ha mandado a despertarte porque vas a llegar tarde.

-¿Qué horas es?-solté un quejido.

-Las 8:00.

-¿Eh?-sonreí asustado.

-Si no recuerdo mal, tienes clase a las 8:15 y de aquí al instituto hay como unos 15 minutos, así que te he avisado a tiempo.

-¡¿Que me…?! ¡¿Y vestirme?! ¡¿Y desayunar?!

-Bueno, yo ya he cumplido. Adiós-se despidió yendo hacia la puerta-. Por cierto, no sé para qué quieres esa guitarra si no sabes tocar.

Resoplé y hundí la cabeza en la almohada. La enana era la única persona en el mundo capaz de sacarme de quicio. Yo era una persona muy tranquila y a la que se la sudaba todo, pero esa niña conseguía que mi sangre hirviera, en serio. Miré la guitarra con el ceño fruncido y suspiré. Era cierto que hacía un par de años estaba interesado por la música y mis padres me compraron esa guitarra eléctrica, sin embargo, con el tiempo me dio flojera.

Observé mi habitación para deleitarme en mi desasosiego. Un montón de posters sobre diversos grupos de rap y rock, los dos géneros que más frecuentaba, cubrían las paredes sin permitir ver siquiera el color que éstas tenían. Las estanterías estaban llenas de discos de mis grupos favoritos, ni un solo libro, ¿para qué, si siempre me daban sueño? El armario estaba lleno de ropa, no obstante, lo que solía frecuentar eran las sudaderas. Aunque irónicamente, éstas no estaban en el armario, sino por todo el suelo. Lo admito, soy un pelín desastre.

Presidiendo la estancia estaba mi cama, enana y rompe-espaldas como ella sola, pero era lo que había. Pegado a la pared estaba mi ordenador, donde me sentaba a buscar citas homosexuales unas semanas antes, y bueno, debajo del colchón de mi cama, las revistas porno gay. Ya sé que ese sitio es super cliché, pero de todas formas nadie entra en mi cuarto, así que da igual. De repente, un golpe de realidad me placó, ¡iba a llegar tarde! Di un salto de la cama y me puse la primera sudadera que pude, cogí la mochila y me dirigí a la cocina, me metí las tostadas en la boca y tras despedirme de mi madre, salí corriendo de casa.

Mientras corría por la calle el idiota de Jared Davis me adelantó con su moto. El muy idiota había repetido, pero el año pasado estaba en mi clase, así que me conocía. ¡Podía haberme llevado perfectamente! Llegué cansado y jadeando, pero el caso es que estaba allí a tiempo.

-¿Qué te ha pasado?-me preguntó David ya en su sitio-Estás despeinado y sudas como un cerdo.

-Resulta que no me ha sonado el despertador-expliqué sin darle mucha importancia.

-Deberías hacer más ejercicio, tío.

-Porque tú seas el capitán del equipo de fútbol no quiere decir que todos debamos herniarnos. Yo ya estoy viejo para esas cosas.

-Soy mayor que tú-frunció el ceño.

Poco a poco fueron llegando el resto de alumnos y llenaron los asientos. Cuando vi que llegó Peter, arranqué una hoja de la libreta y le escribí una cosa. Después la hice una bola y se la lancé, y él, visiblemente molesto, tras recogerla la abrió.

“Hoy he tenido una mañana difícil. ¿Me das un besito para animarme?”

Arrugó el papel con fuerza y suspiró, tirándolo a la basura. Suponía que haría eso, así que tenía preparadas un montón de bonitas invitaciones de amor para conquistar su corazón.

-Hey, Peter-le llamé en clase de gimnasia.

-¿Qué?-espetó algo molesto.

-¿Quieres jugar con mis bolas?-saqué un par de pelotas de tenis.

-Eres la elegancia personificada, Jones.

Dicho esto, se fue y siguió jugando con su amiga Penélope. Mi primer plan no había salido como yo esperaba, yo creía que diría:

-S-senpai, a-aquí no. S-será mejor que esperemos a llegar a casa.

Y yo le habría dicho:

-No podré esperar hasta llegar a casa.

Y él:

-V-vale. Te quiero, senpai.

¡Sí, justo así tendría que haber sido!

-Rick-me llamó la atención David-, te sangra la nariz.

-¿Eh? (Mierda, tengo que dejar de jugar a esos juegos porno japoneses).

Mi segunda oportunidad llegó en clase de informática. Teníamos que escribir un correo al profesor con una imagen en un formato específico trucada, pero todo el mundo estaba jugando al Counter Strike. Yo, como sabía que Peter era responsable y no estaría jugando, le mandé un mensaje a su correo.

Lo abrió y se encontró con la foto de un conejo con una ceja levantada, que decía:

“Tú, yo, esta noche, mi casa. Nada de conejos, sólo zanahorias”

Él me contestó enviándome una foto en la que aparecía una mano con cierto dedo extendido, lo cual me hizo sonreír. Otra vez objetivo fallido.

En la hora del almuerzo decidí sentarme con él, así que le dije a David que hoy no comería con él, cosa que al parecer atrajo a todas las animadoras a nuestra mesa de siempre. ¿Acaso las había estado espantando yo? Tampoco me veía como alguien feo. ¡Da igual, ¿quién necesita a esas putas?! Además, luego David me pidió que no lo volviera a abandonar porque llevaba muy mal el acoso.

-Permiso-coloqué la bandeja junto a Peter.

-¿Tú qué haces aquí?-soltó bordemente.

-He venido para comer con mi novio, ¿hay algún problema?

-Si. Para empezar, yo no soy tu novio, y para continuar, tú no quieres un novio.

-¿Ah, no?-sonreí.

-No. Lo único que tú quieres es un agujero donde meterla, un simple follamigo, Jones.

-Ahora que lo entiendes, ¿vamos al armario de la limpieza?-sonreí.

-Penélope, vamos a sentarnos en otro sitio-miró a su amiga.

-Vaya, qué solo me siento. Ahora sé cómo te sientes con el profesor Br…

Justo cuando iba a terminar la frase, saltó hacia mí y me tapó la boca. Su cara estaba toda roja y estaba muy nervioso, de modo que aproveché su debilidad para lamerle la mano.

-¡Aaaaah! ¡Serás guarro!-protestó.

-Sé tu secreto, Wright.

-Y-ya lo veo.

-Ahora deberás ofrecerme algo más jugoso que contar semejante rumor.

Miró a Penélope y le dijo que hoy comiera sola, que hoy iba a comer conmigo. Aunque había tenido que recurrir al chantaje, cosa que nunca fue mi intención, al fin lo tenía comiendo de mi mano. Se sentó a mi lado y me miró nervioso.

-Ahí no-señalé mi regazo-. Aquí.

-¿Q-qué?

-¡Jajaja! ¡Era una broma, no estés tan tenso!

-¿Qué es lo que quieres de mí?

No pude evitarlo, una sonrisa arrogante se dibujó en mi rostro. Yo sabía que estaba siendo un cabrón, pero es que no había otra forma de conseguir al tipo ese, de modo que no me quedaba otra opción. No iba a volver a las típicas reinonas de discoteca con plumas y purpurina.

-Quiero tu voz, sirenita.

-No juegues conmigo, Jones. Ve al grano.

-Verás, hoy día los gays son todos iguales, todos tienen pluma y son unas locazas totales. A mí no me va eso.

-Mira, dejando aparte que eso que has dicho es ofensivo, te diré que si no te gusta, te hagas hetero y punto.

-Me temo que no. Me van los culitos de chicos como tú-pasé la lengua por mis labios.

-¿Vas a chantajearme por sexo?

-¿Te parezco tan ruin?

-Eso y más.

No pude evitar reír ante su sinceridad.

-De momento dejarás que te acompañe a donde yo quiera y vendrás a donde yo te diga, ¿vale?

-No me puedo creer que esto esté pasando.

-Es una historia muy típica. El chantaje es parte del amor.

Me miró con una mirada de profundo odio y le hice un gesto indicando que ya se podía ir, sonriendo para deleitarme en su odio. Se levantó y echó a andar, pero antes de perderlo de vista me acerqué a él y le susurré al oído.

-¿Qué es lo que sientes por el profe de literatura?

-E-estoy… enamorado de él-se sonrojó.

-Je.

Le di un golpecito en la espalda y siguió andando. Me iba a divertir de lo lindo.

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La verdad es que el club de teatro era una puta mierda, era mucho mejor el club de canto, cuyo escenario era mayor y no había gotera alguna en el techo. Pensé que la próxima vez me llevaría un paraguas, ¡porque madre mía! Además, en el otro club había al menos un gordo entre el público, aquí sólo estábamos yo y creo que varias ratas que vivían entre la gomaespuma de los sillones que estaban abiertos. Me cambié de sitio 11 veces, pero en todos me caían gotas en la cabeza, así que me coloqué el gorro de la capucha y me puse a observar.

-Pensemos obra que representar este año-comenzó Mickey Rooney, el presidente del club de teatro.

-¿Qué tal Fausto? Le encanta a Brent-propuso Peter.

-Calzonazos…-susurró Rooney.

-¡¿Qué has dicho?!-alzó el puño Peter.

-¿Y qué tal Hamlet?-dijo Penélope.

-¡Sí! ¡Shakespeare, Shakespeare!-le coreó otra niña.

-Pero Hamlet está muy visto, ¿no? ¿Qué tal otra obra de él?

-¿Othelo? ¿Romeo y Julieta? ¿La fierecilla domada?

-(¿Será Peter una fierecilla en la cama?)-pensé para mí.

-Amor-decidió el director.

-¿Eh? ¿Entonces Romeo y Julieta?-suspiró Peter-Creo que está más visto que Hamlet.

-Aquí mando yo, calzonazos.

-¡Deja de llamarme así!

-(Nota mental-reflexioné para mí-: anotar mote)

-Repartamos papeles-anunció el director.

-Hijo, más escueto y no naces-se rió Penélope.

-Por lista, el ama-respondió Rooney.

-¡Me encanta!

-¿Y yo?-preguntó la chica que había coreado.

-La madre de Julieta.

-Vaya mierda-protestó.

-No haberte comido el bocadillo que había guardado-le dijo Roney con rencor.

-¡Rencoroso! ¡Tenía hambre y…!

-Peter, Romeo-continuó.

Después de repartir el resto de papeles se dieron cuenta de que les faltaba un personaje fundamental de la obra, ¡Julieta!

-¡¿Cómo vamos a hacer la obra sin Julieta?!-señaló Penélope.

-Luego la añadimos digitalmente-contestó Rooney.

Los demás suspiraron y Rooney se acercó a las dos únicas chicas que había ahí, Penélope y la otra muchacha.

-Las dos me habéis ofendido, no seréis Julieta.

-¿Entonces…?-protestó Peter-A ver de dónde sacamos una Julieta.

-¡Señoría! ¡Me presento para el papel!-alcé la mano.

Rooney se giró hacia el público y me miró con su habitual cara inexpresiva. Se encogió de hombros y asintió.

-¡Espera, ¿qué?!-exclamó Peter.

-Ya estamos todos-bostezó Rooney.

-No, no, no y no. ¡¿Pero cómo va a hacer un tío de Julieta?!

Subí al escenario tranquilamente y me coloqué delante de Peter, cara a cara, mirándole con una sonrisa arrogante. Le extendí la mano y le dije:

-Mucho gusto, soy Rick Jones. Es un placer trabajar contigo. Soy un gran admirador.

Su cara reflejaba impotencia y rabia. Las chicas me miraban al borde de la hemorragia nasal y los demás tíos me miraban raro, excepto el director que estaba comiéndose otro bocadillo que había traído. Ya sabía que con este tipo me iba a divertir, y mucho.

CONTINUARÁ…

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Y hasta aquí el capítulo 2. ¿No tenéis ganas de ver a una Julieta masculinizada? ¿Romeo y Julieto? Sólo digo que esta obra de teatro va a resultar muy interesante. No sé si la siguiente pareja la presentaré en el capítulo 4 o en el 5, así que estad atentos.

OS SALUDA

EL ENTERRADOR