El diario de aprendizaje de Rick Jones 12
"Es curioso, algo que me parecía tan ñoño antes, ahora me encantaba".
Sólo respondo a través de email a la dirección de correo:
[[email protected]
// <![CDATA[ !function(){try{var t="currentScript"in document?document.currentScript:function(){for(var t=document.getElementsByTagName("script"),e=t.length;e--;)if(t[e].getAttribute("data-cfhash"))return t[e]}();if(t&&t.previousSibling){var e,r,n,i,c=t.previousSibling,a=c.getAttribute("data-cfemail");if(a){for(e="",r=parseInt(a.substr(0,2),16),n=2;a.length-n;n+=2)i=parseInt(a.substr(n,2),16)^r,e+=String.fromCharCode(i);e=document.createTextNode(e),c.parentNode.replaceChild(e,c)}t.parentNode.removeChild(t);}}catch(u){}}() // ]]>](https://movil.todorelatos.com/relato/cdn-cgi/l/email-protection#99f5f8edecf4fbf8fdfcf5fcf7edfcebebf8fdf6ebd9fef4f8f0f5b7faf6f4)
o en twitter: @enterradorelato
https://twitter.com/Enterradorelato
también me podéis comentar por wattpad:
http://www.wattpad.com/user/El_enterrador
Diario de una adolescencia gay
_______________
Un relato del Enterrador
El diario de aprendizaje de Rick Jones 12: Aprender a ser guardián
Después de aquel beso, mi polla se empinó como uno de esos columpios balanza cuando un gordo se sube en un lado y en el otro no hay nadie. Peter vio el bulto en mi pantalón y, lejos de molestarse o enfadarse, entrecerró los ojos y llevó su mano a mi vientre, muy cerca de la polla, pero sin tocarla, para acariciarme. Cómo le gustaba calentarme…
Le agarré del culo dándole un pequeño empujoncito para pegarlo a mí. Cuando estuvo pegado a mi pecho, alzó la cabeza y lo besé de nuevo, restregando nuestras lenguas desesperados por obtener algo de placer. Entonces él, consciente de que seguíamos en el pasillo, se separó dulcemente de mí y me agarró de la mano para conducirme a su cuarto.
Es curioso, algo que me parecía tan ñoño antes, ahora me encantaba. Cuando me agarraba la mano me sentía bien, a gusto. Era tan tierno cuando lo hacía… Parecía un niño que iba a enseñar su lugar secreto a un amigo. Se notaba que le daba algo de corte, porque, cuando lo hacía, miraba siempre hacia el frente dejándome atrás. Estoy seguro de que en esos momentos su cara está roja como un tomate.
Esos pequeños gestos me hacían muy feliz. No podía evitar que una sonrisa apareciera en mi rostro. A pesar de que era un borde, a pesar de que a veces me trataba mal, a pesar de que era cabezota y rebelde, era lo que más quería en este mundo. Y también era la luz que irradiaba mi vida.
Abrió la puerta de su cuarto y me empujó algo juguetón al interior. Nuestras manos se soltaron y, mientras él cerraba la puerta, yo me senté en la cama a esperarlo. No era un cuarto demasiado ostentoso. Ya había estado allí un par de veces, pero nunca me había parado a observarlo hasta ese momento. Sin embargo, pensé que era un reflejo de su dueño, de Peter, y que por ello debía observarlo para entenderlo mejor.
Su cama era bastante pequeña, pero mejor para mí, porque así estaríamos más apretados, y, por tanto, más juntos. Al lado de ésta había una librería completamente llena de libros; había tantos que, si me hubieran preguntado, habría dicho que había cientos de libros sin miedo a equivocarme. Algunos parecían viejos, otros nuevos, pero todos estaban bastante limpios, por lo que era evidente que Peter los cuidaba con mucho mimo. Al otro lado de la cama había una mesita de noche con un libro encima, un libro titulado: “El castillo”.
Aparte, había un escritorio enfrente de la cama, con una lámpara de ésas de oficina encima. Suponía que ahí era donde Peter hacía los deberes. También había un armario negro (no sabía lo que había en el interior, pero tampoco lo iba a preguntar. Eso sería de mala educación) y una ventana. Una vez, después de un polvo con Peter, me asomé por ella y, debido a lo alta que estaba, casi me da un puto infarto. Soy de los que le tienen vértigo a bajar un escalón.
Peter, un poco decepcionado porque le prestaba más atención a la habitación que a él, vino hacia mí y se sentó encima mía sobre la cama la cama. Me rodeó el cuerpo con sus delicadas piernas y, tras agarrarme de las mejillas con ambas manos, entrelazó sus labios con los míos.
Mi polla, dormida por el paseíto hasta la cama, volvió a alzarse pidiendo guerra. El muy cabrón debió notarla presionar su culo, porque empezó a contonearse de forma que restregaba su culo por ella. En serio, podía haberme corrido perfectamente sólo con eso. Peter me ponía muy cachondo.
Como vi que la cosa se estaba animando, dirigí mi mano a la parte trasera de su pantalón y le palpé el agujero del culo por fuera del pantalón con los dedos. Al hacerlo, se estremeció ligeramente, pero siguió restregándose para excitarme. Respondiendo a esto, mi cuerpo se fue calentando y me fue pidiendo más, más de él. Necesitaba más de Peter. Cuando tienes ese sentimiento de necesidad, ese deseo tan profundo sientes cómo la pasión te invade. Sabes que te tienes que follar a esa persona como si no hubiera mañana; hacerla tuya, hacerla sentir bien, unirte con ella en un sólo ser.
Joder, tenía unas ganas enormes de arrancarle ese puto pantalón y abrirle ese culo tan apetecible a pollazos, pero no. Sabía que, si hacía eso, me correría enseguida y no disfrutaría de Peter. Y yo quería disfrutar de él todo lo que pudiera.
Sin que me diera tiempo a decirle nada, paró en seco de moverse y deslizó su cuerpo hacia abajo para bajar de la cama mientras me miraba con expresión seductora. No me apartó la mirada ni un momento en su descenso. Creo que ni siquiera pestañeó. Ya abajo, se arrodilló y me bajó los pantalones del tirón, dejándome en calzoncillos.
Creía que los iba a bajar también, sin embargo, no fue así. Lo que hizo el muy hijo de puta fue lamerme la polla a través de la tela del calzoncillo, como había visto en tantas y tantas pelis porno. Eso, colegas, no hace más que aumentar el ansia del chupado, porque es como una mamada pero sin serlo del todo.
Restregaba su lengua por mis gallumbos como todo un profesional, rodeando el contorno de mi polla o bien recorriéndola entera desde la base hasta el glande. No pude evitarlo; me empezaron a salir pequeños jadeos de la boca sin más. A continuación, Peter extendió su brazo para colarse por dentro de mi camiseta y acariciarme el pecho. Sus manos eran tan suaves… tan perfectas… como las de un ángel. Joder, qué enamorado me tenía ese cabrón.
Al ver que lo estaba disfrutando volvió a cruzar sus ojos con los míos y se mordió el labio inferior con esa expresión de lujuria suya. Os lo juro: Peter, cuando quiere, se comporta como una auténtica puta. Eso me encantaba.
─¿A qué estás esperando?─pregunté divertido agarrándome la polla a través del calzoncillo─. Quiero que me la chupes de una vez.
─¿Tan desesperado estás por que mis labios carnositos te expriman hasta la última gota de leche?
─Joder, sabes que sí.
Emitió una leve risita y se levantó para sentarse de nuevo sobre mí. Me arrebató la camiseta analizándome con sus ojos felinos y, acto seguido, se quitó la suya. Yo, automáticamente, me incliné y le lamí su pecho lampiño con mucho gusto. Deslicé la lengua por sus delicados pezones, mordisqueándolos levemente (lo que le provocaba varios quejidos, porque era bastante sensible, cosa que me encantaba); y luego le acaricié el cuello con ella, haciendo leves círculos para hacerle chupetones y así poder saborear su piel.
Los surcos dejados por mis labios cuando le hacía esto me ponían aún más cachondo, pues eran una forma de marcarlo, una prueba de que era mío y sólo mío. Si alguien lo veía, sabía que no podía tocarlo, pues ya pertenecía a alguien, ya me pertenecía a mí. Una vez quedé satisfecho, pasé mi lengua por su mejilla derecha para llegar a su oreja. Le chupé ligeramente el lóbulo y luego la lamí un poco, haciendo que gimiera para mí.
Peter también estaba impacientándose, ya que, sin dejar que terminara de disfrutar de su apetecible oreja, me pegó un empujón que me tumbó en la cama y se agachó de nuevo de rodillas en el suelo para chupármelo. Eso sí, esta vez me bajó los gallumbos.
Me llevé ambas manos a la nuca para acomodarme, y él, ansioso, engulló mi polla entera de un solo bocado. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo entero e hizo que me estremeciera.
─¡Joder! ¡Cabrón, eso no me lo esperaba!─grité cachondo perdido.
Notaba que le costaba mantenerla ahí dentro, porque hacía ruidos raros con su respiración, como si se estuviera ahogando. Lo gracioso era que, aunque yo creía que eso no me iba a gustar, me ponía más cachondo. Oírle toser o incluso verle sufrir alguna arcada me ponía más caliente aún. Todo en él era capaz de encenderme. Absolutamente todo.
Comenzó el vaivén subiendo y bajando la cabeza, aprisionando mi polla una y otra vez para después liberarla. Me encantaba sentir esa opresión con su boca, esa opresión húmeda que me regalaba cada vez que me hacía una mamada. Me volvía loco. Lo único que podía ver era el techo de la habitación, pero, aún así, podía imaginarse su cara, tan roja por el esfuerzo…
Tras un montón de nuevas ocasiones en las que se la tragó entera, se sintió algo cansado y se puso a lamer el tronco de abajo a arriba para después hacer círculos en el glande con la lengua. Me gustaba mucho cuando me lamía, pero, como ya he dicho antes, no me era suficiente. Necesitaba más, necesitaba llegar otra vez al fondo de su garganta.
Bajó ahora su lengua hasta mis huevos y los lamió de forma salvaje, chupándolos con ansia. No pude aguantar más. Tenía que hacerlo mío. Pegué un salto y le agarré de ambos brazos. Lo lancé contra la cama, tumbado, y me me coloqué encima suyo dándole besos por todo el cuerpo.
Cada puto centímetro de su piel me sabía a gloria. Era el mejor sabor que podía existir. Sabía a él, a la persona que quería, a la persona con la que quería pasar el resto de los días de mi jodida vida. Le besuqueé los brazos, el pecho, el cuello, las mejillas, las orejas y hasta las piernas (después de quitarle los pantalones, claro), de modo que me calmé un poco.
Ya más relajado, le miré a los ojos. Estaban entrecerrados, como si fuera tan feliz que no sabía si estaba en un sueño o en la realidad y por ello no cerraba los ojos ni los tenía completamente abiertos. Los dejaba entre medias para estar entre el sueño y la realidad, por si todo aquello era real. Sus labios formaban la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida. Era una sonrisa sobria, no muy exagerada, que reflejaba que lo que sentía por mí era real.
Yo también sonreí al ver esto y le acaricié el pelo con dulzura inclinándome hasta su cara. Coloqué ambas manos sobre su cabeza para apoyarme y apresarlo, para que así no pudiera escapar, para que lo único que viera fuera yo, para que yo fuera lo único que amase.
─Te quiero, Peter─susurré dándole un tierno besito en los labios, sin llegar a meter la lengua.
Una lágrima tránsfuga salió de su ojo izquierdo y se deslizó por su mejilla. En ese momento no hizo falta que él lo dijera; se sentía tan feliz que no podía creérselo. Lloraba de la emoción. Yo, emocionado, lamí su mejilla, llevándome la lágrima para saborear su felicidad. Sabía salada, pero aún así me resultaba deliciosa, porque había salido de él, había salido de Peter.
─Yo también te quiero, Rick─me rodeó el cuello con sus brazos.
Le quería, le quería tanto que no podía soportarlo. Era una fuerza que sentía en mi pecho tan fuerte, tan potente que era totalmente incontrolable para mí. Cada vez que lo veía sentía que mi corazón quería salir de mi interior para irse con él. Por eso dolía, porque mi corazón sabía que ya no me pertenecía y por ello luchaba por escapar, escapar hacia su nuevo dueño.
Me besó rozando sus labios con los míos. Qué mono podía ser el jodido cuando quería… Cuando se apartó, decidí dejarme de romanticismo para continuar lo que habíamos ido a hacer a su cuarto. Avancé en la cama sobre su cuerpo y me agarré la polla para dirigirla a su boca. Cuando supo lo que pretendía, abrió la boca y simplemente se dejó hacer.
Con movimientos rápidos de caderas, comencé a follarle la boca como un poseso. Le daba a su boca como si fuera un culo, como si quisiera dejar mi esencia en su interior para siempre. De nuevo le costaba asimilarla y tosía un poco, pero creo que, en el fondo, lo estaba disfrutando.
Os puedo decir que follarme la boquita de Peter es una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Su boca es como mágica, funciona igual que cualquier vagina (Sí, sé que no es propio de mí decirlo así, pero, no sé por qué, me da asco decir coño). Entraba y salía de su cavidad bucal embistiéndole con todas mis fuerzas. Lo estaba disfrutando como nunca, de manera que no podía parar de jadear por el placer que me estaba dando.
Tenía los brazos extendidos por encima de su cabeza, de modo que mi cuerpo tenía que hacer flexiones para hincársela, pero merecían la pena. Me cansé un poco, eso es cierto, pero no notaba el cansancio debido al placer. Sabía que no debía excederme, porque si lo hacía, no podría probar su culito, así que una vez que vi que estaba al borde de correrme, paré.
Saqué mi anaconda de la boca de Peter y éste, con un mueca juguetona, me agarró de los hombros dándome la vuelta y colocándome de nuevo tumbado en la cama. Se sentó encima de mí, con su culo sobre mi polla. Entonces inclinó su cuerpo hasta la mesita de noche que había junto a la cama y sacó de un cajón un bote de lubricante y condones, ambos sabor a fresa.
Supuse que a Peter debían de gustarle las fresas. Se giró dándome la espalda y me puso el condón con mucha maña. Yo simplemente me dejé hacer. Seguidamente, echó un poco de lubricante en mi polla y en su mano para después restregarlo por todo el condón. Hecho esto, se volvió a echar en la mano y la llevó atrás, hasta su culo, deslizándola por el interior de éste para extenderla bien.
─Peter, no te hemos preparado. Te va a doler─le advertí preocupado.
─No pasa nada─restregó su mano por mi polla de nuevo, de arriba a abajo─-. Sólo tenemos que ir despacio. No puedo esperar a que me prepares, Rick, la quiero dentro ya.
─¿Sí? ¿Tanto te gusta mi polla?─sonreí arrogantemente.
─Me encanta.
─Entonces te voy a reventar, cabrón. Vamos, móntame.
Se iba a poner de espaldas a mí, pero le dije que no, que quería ver su cara de zorrita cuando le perforara con mi polla, de modo que, aunque estaba algo avergonzado, se puso mirando a mí. Agarró mi polla y se fue sentando poco a poco mientras apuntaba a su culo. Cuando la punta rozó su agujero, cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes.
Cuanto más la metía, más abría la boca, soltando algún que otro resoplido. En serio, en ese momento tuve que controlarme mucho para no embestirle con fuerza. Vi que le estaba costando mucho, así que le dije que se agachara y acercara su cara a la mía. Joder, era tan guapo…
Una vez nuestras caras estuvieron juntas, aun con su cara de dolor, le besé y le metí la lengua para intentar relajarlo. Mi polla dejó de sentir resistencia poco a poco y pudo entrar por completo. ¿Qué puedo decir? Peter siempre acaba rindiéndose ante mis besos.
Peter, empalado por completo, se volvió a poner recto, sentado sobre mí, para cabalgarme con total comodidad. Miraba hacia arriba con la cara tensa, sufriendo un poco, lo cual era normal, y también culpa suya, porque yo ya le había avisado de que se iba a hacer pedazos.
─Agh… A-aagh… Rick…
─Aaaah… ¿Qué pasa?
─E-es muy g-grande.
─Exagerado─me reí.
Aumentó la velocidad con la que usaba mi polla para follarse. Sus gritos de dolor se fueron suavizando y se convirtieron poco a poco en gemidos, jadeos. Yo, por mi parte, también jadeaba de placer, entregado totalmente a la forma en la que Peter me montaba.
─M-más… rápido. D-dame… Aaaagh… Tú… Más duro.
─¿Quieres que te folle yo? ¿Es eso?─dije llevado por la excitación..
─¡Sí! ¡Fóllame! ¡Fóllame!─gritó descontrolado.
Peter paró de moverse y llegó mi turno. Con movimientos fuertes de cadera, alcé la parte inferior de mi cuerpo para destrozar el culito de Peter. Lo hice con todas mis fuerzas, a la máxima velocidad que podía. La cama sonaba, sonaba tanto que no me extrañaría que Justin nos oyera. Sin embargo, eso me la sudaba en ese momento, y supongo que a Peter también.
Ambos gritábamos cada vez más, llamándonos el uno al otro o diciéndonos cosas para ponernos aún más cachondos.
─¡Toma polla, hijo de puta! ¡Aaaagh! ¡Aaagh!─grité.
─¡Dame, dame! ¡Aaaaaaagh! ¡Quiero que me llenes! ¡Lléname!
─¡Buaaaah! ¡Cabrón! ¡Me voy a correr!
─¡Dios, Rick! ¡Quiero que te corras en mi boca!
─¿Sí, cabrón? ¿Quieres mi lechita en tu boca! ¡Aaaaagh! ¡Aaaaagh!
─¡Sí, sí! ¡Quiero tu leche, Rick! ¡Dame tu leche!
¡Joder, no había echado un polvo tan rico en mi vida! Se la saqué rápidamente y me coloqué encima suyo, apuntando con mi polla a su boca. Él sacó la lengua y esperó impaciente. Yo me pajeaba a toda velocidad para sacar mi leche e inundar su boca. Gritaba mientras mi polla temblaba y mi cuerpo se tensaba. Cuando noté ese líquido caliente recorrer mi verga, supuse que era el momento.
─¡Aaaaagh! ¡Me corro! ¡Aaaaagh! ¡Aaaaagh!
Os lo juro, no me han salido más trallazos de lefa en toda mi vida. Inundé su boca por completo. Su lengua entera se llenó de leche y sus ojos, si no fuera porque los cerró a tiempo, también habrían recibido su dosis de esencia de Rick. Resoplé enérgicamente y él se tragó toda la lefa que tenía en la lengua.
Todavía le quedaba un poco en la cara, pero al parecer no se la había visto. Sonreí pícaramente y le lamí la lefa que tenía en la cara para llevarla a su boca y restregar su lengua con la mía. Era un beso sucio, muy guarro, con el sabor de mi leche, pero que me supo muy dulce porque era a Peter a quien se lo daba.
Mientras lo besaba una y otra vez, llevé mi mano a su polla y estimulé a su amiguito con una rica paja hasta que se corrió sobre su propio pecho gimiéndome en la boca. En serio, con eso se me volvió a levantar.
Me agaché y lamí su lefa. Después, la llevé hasta su boca y así, juntamos nuestras dos esencias en un solo beso. Era un beso especial. Aunque, como ya deberíais saber, para mí, cada beso que me doy con Peter lo es.
─────────────────────────────────────────────────────────
Me dejé caer en su cama soltando un fuerte resoplido. Él, también complacido, se tumbó a mi lado y me agarró el brazo para pasárselo por detrás de la cabeza y así hacer que lo abrazara. Me reí ante esto, pero él no hizo ningún comentario; sólo se quedó mirando el techo con una expresión difícil de descifrar.
Ambos estábamos boca arriba, exhaustos. Había sido un polvo brutal, de ésos que te dejen completamente sin energía. Si no fuera porque después me tenía que largar a casa, me habría dormido ahí. En serio, estaba molido a tope. Y pensar que podría haber disfrutado de un dulce sueñecito al lado de él… Los mejores sueños que he tenido en mi vida, curiosamente, los he tenido después de un polvo.
Joder, los tíos llegamos a tal estado de relajación después de corrernos que, si nos ponemos a sobar, es como si flotáramos en una nube. Lo bueno de ser maricón era que se podía dormir después de follar, porque a las tías no les gusta que te duermas. Les gusta ponerse a hablar. Mira que son raras… Lo siento, nenas, pero está en nuestra naturaleza sobar después de eyacular, es como los monos con las pajas o los chuchos meando farolas, cosas que no se pueden evitar.
Pegué a Peter a mí y le acaricié el brazo de arriba a abajo, sin decir nada. No porque no quisiera hablar, sino porque de mi boca sólo salían jadeos en ese momento. Sin embargo, al cabo de un rato me calmé y solté:
─Joder, cabrón, me has dejado seco.
─¿Te ha gustado?─respondió con voz sugerente.
─¡Ya ves! Tú sí que sabes cómo exprimirme, tío.
─Me alegro de que te haya gustado─se giró para ponerse de lado y juntar su mejilla con mi pecho. Sonrió con los ojos entrecerrados y deslizó su dedo haciendo círculos por mi vientre.
─Hoy estás muy tierno. ¿Es que tienes fiebre?─pregunté burlándome un poco.
─Podría ser. Aunque, si fuera el caso, significaría que te has aprovechado de un pobre enfermo. Eso estaría muy feo, ¿no crees?
─Pues si ha sido así de intenso porque estás enfermo, me voy a encargar de sabotearte para que siempres estás resfriado. ¡Ha sido bestial!
─Bien, porque será el último que echemos en mucho tiempo─giró su cara para mirarme directamente a los ojos.
─¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
─Por tu culpa, mi hermano va a intentar convertirse en la fulana personal de Axel McArthur. ¿Creías que te perdonaría tan fácilmente?
─Pero antes has dicho…
─Sé lo que he dicho─me cortó tajante─. Sin embargo, uno no tiene ganas de sexo cuando está preocupado por su hermano. ¿Qué le vamos a hacer?
Su sonrisa daba a entender que estaba maquinando algo el muy bastardo. Lo conocía, demasiado bien, diría yo; así que sabía que me iba a pedir algo, algo relacionado con Justin a cambio de sexo. Qué hijo de la gran puta. ¿Cómo se puede jugar así con los sentimientos de mi polla? Me había dado el polvo de mi vida para que deseara repetir más que nunca y así cumplir con sus exigencias de una forma más eficaz. Era muy retorcido.
Llevó su mano a mi pelo y se puso a juguetear con él como un gatito juega con un ovillo de lana. Tiraba suavemente de él y daba vueltas con el dedo, rizándolo. Pero, al igual que todo dulce gatito, escondía una bestia en su interior, una bestia interesada.
─Si quieres volver a meter tu coche en mi garaje, vas a tener que hacer que deje de preocuparme─dijo imitando un tono de voz infantil.
─¿No te es suficiente con mi amor eterno incondicional?─sonreí alzando una ceja.
─Lo siento, pero esto es la realidad, y aquí la gente funciona por interés. Triste, pero cierto.
─Bueno, ¿qué quieres que haga?
─Quiero─me dio un toquecito en la nariz con el dedo─que vigiles todos los movimientos de Justin y que, si se acerca a Axel, impidas que entablen contacto.
─¡Claro! Como yo no tengo clase, puedo estar perfectamente detrás de tu hermano todo el puto día─sentencié irónicamente.
─Dices que Brent te ha mandado a por algo. Todo el mundo lo hace. ¿O es que acaso no me quieres ya? Si no puedes hacer algo tan simple por mí, es que ya no sientes nada por mí─exclamó haciéndose la víctima. Se llevaba las manos a la cara para tapársela y hacer como que lloraba.
─Qué cara más dura tienes…
─¿No querías ser un caballero andante de pequeño? Pues ahora lo vas a ser─se retiró las manos de la cara.
─¿Eh? ¿Cómo sabes eso?
─¿Eh? Ah… Eh… Me lo ha dicho tu hermana.
Parecía nervioso al darme esa respuesta, como si quisiera ocultarme algo, pero decidí no darle importancia de momento. Ya tenía bastante con el marrón que me había encasquetado. ¿Hacer de canguro de mi cuñadito? Joder, tío, qué aburrido. Sin embargo, si quería que Peter retirara el cartel de “fuera de servicio” de su culo, tendría que hacerlo así.
Qué latazo, en serio. Aunque, supongo que todo el mundo hace cosas que no le gustan mucho para complacer a su pareja. ¿Era un calzonazos? Eh… Sí, pero como todo el mundo. Bueno, de todas formas podía decirle que lo vigilaba y luego ir al baño a hacerme pajas para aguantar la escasez de folleteo.
─Si fracasas en tu misión, es decir, si Justin acaba con ese Axel, puedes ir olvidándote de mí para siempre─me guiñó un ojo.
Esa actitud pasivo-agresiva era bastante desconcertante. Había una duda que rondaba mi cabeza en esos momentos: ¿Sería Peter capaz de dejarme realmente? Si era así, eso querría decir que no me amaba tanto. No lo creía, pues yo podía ver en su cara lo que sentía. Sin embargo, no quería arriesgarme. Era lo más importante de mi vida y, perderlo, hubiera significado el fin para mí.
Me prometí a mí mismo que, por si las moscas, le haría caso y vigilaría a Justin, pero que sólo intervendría si veía algo peligroso. No podía forzar al chico a no amar a Axel. Si Justin triunfaba y se ligaba a Axel, iríamos los tres juntos a verle y le convenceríamos para que aceptara la relación. Y, si no, pues podría alardear con Peter sobre que yo era el que los había separado.
El asunto de sus padres me tenía intrigado. No obstante, no veía bien sacar el tema, de modo que me dije que indagaría sobre el tema cuando lo de Justin acabase.
─Está bien, lo haré. Pero tengo mis condiciones─aclaré.
─¿Cuáles son?─inquirió volviendo a posar su cabeza en mi pecho.
─Quiero que, aunque no follemos, sigamos viéndonos y nos demos besos.
─Sin problema, aunque creo que será una desventaja para ti, porque mis besos te ponen cachondo─se rió.
─Y otra cosa─le señalé─: quiero que me digas aquí y ahora que me quieres.
Se colocó encima de mí de nuevo y acercó su cara a la mía con una sonrisa en los labios. Entonces susurró las palabras que yo quería oír: “te quiero”. Y, después, me besó cerrando nuestro trato.
CONTINUARÁ…