El diario de Ana

Recuerdos de un pasado amoroso con su suegra.

El Diario de Ana

Martes, 20 de junio

Hoy me comunicó Silvia que se irá con los chicos a pasar los meses de julio y agosto a Potes para pasar el verano en casa de sus suegros. Robert sólo se tomará tres semanas de vacaciones y volverá hacia fines de julio a Madrid porque tiene trabajo para terminar antes del otoño. Pensaba celebrar mi 45º cumpleaños con ellos pero parece ser que lo pasaré sola. De todas maneras pienso para ese día abandonar el luto que llevo desde hace 5 años. Espero que me difunto marido no me lo recrimine.

Viernes, 30 de junio

Anoche estuvieron Silvia y Roberto a despedirse. Los chicos se van muy entusiasmados a las vacaciones. Robert me llamará cuando vuelva. Por lo demás sin novedades.

Jueves, 27 de julio

El lunes me llamó Robert para informarme de su llegada. Ayer me llamó también Silvia para avisarme que se va a Zarauz con sus suegros y los niños a pasar el fin de semana en la playa. También me saludó ya por mi cumpleaños diciendo que me llamará cuando vuelva, pero la sorpresa mayor me la dio Robert hace apenas una hora. Me llamó para decirme que se toma libre desde mañana por la tarde hasta el lunes inclusive, además que su amigo le prestó un piso que tiene en Benidorm y que nos iremos juntos para festejar allí mi cumpleaños. Menuda alegría que me dio mi yerno. Me pasará a buscar mañana por la tarde.

Sin embargo me pregunto si es bueno que lo haga. ¿Y si Robert continúa con su acoso?. Confío en poder mantenerlo a raya.

Viernes, 28 de julio

Robert pasará a las 6 a recogerme. Me he probado mis trapos anteriores al luto comprobando con alegría que aún me van bien al igual que mi bikini. La verdad es que estoy muy conforme con mi figura. Solo me he comprado un vestidito veraniego muy elegante, un par de zapatos nuevos y cremas para el sol. Ahora prepararé mi maleta. Me gusta la idea y la delicadeza que ha tenido mi yerno para conmigo. Espero que pasemos un fin de semana agradable y sobre todo sin complicaciones ... ¿Me entiendes diario mío?.

Roberto interrumpió la lectura del diario íntimo de su suegra, recientemente fallecida. Silvia, su mujer, lo tenía olvidado en una caja de cartón, entre un montón de papeles, documentos y libros que pertenecieron a su madre y casualmente, él lo encontró. Robert fijó su vista en el vacío. Su mente recordaba esos momentos que Ana describía en su diario. Sí, así había sido, tal como Ana lo escribía.

Habían pasado unos años pero ese recuerdo se mantenía fresco en su memoria.

Serían las 6 de la tarde aproximadamente, cuando él pasó a recoger a Ana para emprender juntos la escapada hasta Benidorm. Contrariamente a lo que esperaba, la ruta de Alicante estaba bastante descongestionada y se pudo avanzar sin dificultades. Llegaron como a las 10 de la noche. Hacía un calor veraniego. Las calles estaban pobladas de turistas. Entraron al garaje, cogieron el equipaje y subieron hasta el piso 12. El apartamento era amplio y lo más bonito era que estaba en primera línea con una hermosa vista al mar.

Ana insistió en ubicarse en la habitación para niños dejándole a él el dormitorio principal. Se refrescaron un poco y salieron a merendar algo. Tomaron unas tapas con algunos chatos de vino. Roberto miraba atentamente a su suegra y confirmando su opinión: Ana estaba tan buena o mejor que su propia mujer. Para ser una mujer de 45 años, Ana tenía una figura muy apetecible. La idea de pasar 3 días y 3 noches con ella le daba palpitaciones.

¿Lo intentaría nuevamente?. Sí, seguro, pero esta vez tendría que ir a por todo. Otra oportunidad así no tendría nunca más.

De regreso en el apartamento decidieron beber una botella de cava y hacer los planes para el sábado, día del cumpleaños. Se pusieron cómodos de ropa. Robert propuso que irían a la playa y finalmente me invitaba a pasar la velada de cumpleaños con una cena y luego baile.

Ana vestía un camisón liviano, generosamente escotado. No era necesario ser un experto en asuntos femeninos para darse cuenta de que Ana no llevaba sostenedor. El aire fresco de la noche le había endurecido los pezones que coronaban sus senos firmes. Roberto no podía apartar sus ojos de ese hermoso par de senos. Tardó horas en poder conciliar el sueño. Su mente se llenó de fantasías eróticas en las que la figura central siempre era Ana. La erección en honor de su suegra fue inevitable.

Roberto colocó un estuche sobre la mesa de desayuno que contenía una gargantilla de perlas naturales, regalo de él y de su mujer por su cumpleaños. Ana contentísima se le echó al cuello. Roberto, por un intencionado movimiento de cabeza consiguió desviar hacia los labios el beso que iba destinado a la mejilla. Ana no reaccionó y tampoco lo hizo cuando él la retuvo tomada firmemente por la cintura.

  • ¿Te gusta?. ¿Estás contenta con tu regalo?
  • Mucho
  • ¿Tanto como para repetir el beso?

Sin contestar la pregunta Ana lo volvió a besar y esta vez el abrazo de él fue un poco más por debajo de la cintura. No hubo comentarios.

La playa estaba concurrida y el mar estaba bravo. Alquilaron un par de tumbonas. Roberto observaba detenidamente a Ana mientras esta se quitaba la blusa y los pantalones para quedar en bikini. - ¡Vaya físico! – pensó. La verdad es que Ana estaba para gozarla y Roberto no dejaba de pensar como la podía poner en la deseada posición horizontal.

A pesar de la mar brava decidieron meterse en el agua. Tomados de la mano se adentraron hasta un límite prudencial. Las olas golpeaban fuerte y una de estas le dio de pleno a Ana empujándola contra Roberto y colocándole el sostenedor del bikini en las narices. Quedó con las tetas al aire, cosa que Roberto captó con la velocidad de un rayo. En milésimas de segundo la tenía aferrada de las tetas para "impedir que se la llevaran las olas" – como él dijo. Pero es que no sólo le había echado mano a las tetas (que no soltaba), sino que además le había acomodado el paquete justo en la zanja del culo.

  • Eres un cretino – le dijo Ana.
  • Es que tú tienes unas tetas fabulosas, querída suegra – fue la respuesta.

El intento de meterle una mano entre las piernas, aflojando así la presión que ejercía sobre su presa, fue aprovechado por Ana para salir disparada de regreso a la tumbona. Fue su salvación momentánea porque Roberto ya tenía su polla fuera del slip y tiesa como un garrote. Ana no hizo comentario alguno. Roberto se decidió a tomar una siesta en la playa, Ana se alejó con rumbo a la peluquería.

Roberto, volvió a abrir el libro diario de Ana y leyó:

Domingo, 30 de julio

... y por fin salimos entrada la noche. Él se había puesto muy elegante y yo lucía mi vestido y mis zapatos nuevos. Con mi nuevo peinado me había puesto muy "chic". Me gané unos lindos cumplidos por parte de Robert. Me propuso que comiéramos algo liviano (pescado) y que luego nos fuéramos a bailar un poco para festejar mis "45 abriles de juventud" como él decía. Me llevó a un restaurante muy elegante. Debo decir que se comportó como un caballero y que yo estaba muy orgullosa a su lado. El aperitivo y el vino que bebimos con la comida ya comenzaban a hacer efecto, cuando cerca de la media noche entramos a un bonito local de baile llamado "La segunda juventud". Música romántica y centroamericana.

Parece que Robert al reservar la mesa preparó un agasajo, pues ni bien entrar una camarera se acercó con un ramo de rosas rojas y una botella de cava al frío; – La botella la paga la casa y las rosas son un encargo de "su novio" – dijo la mujer.

A mí me enloquece bailar especialmente con buen bailarín como es Robert pero es que ya en la primera pieza que bailamos comprendí que él me sometería a un acoso sexual. ¿Qué hacer?. Rechazarlo o dejarle hacer para ver hasta donde llega podría resultar peligroso. Estaba segura que de no ser el marido de mi hija me hubiese esforzado en conquistarlo, pero Robert era mi yerno. ¿Qué hacer?. Fui al servicio a refrescarme.

Una desconocida se me acercó y me dijo – Te felicito, tu novio es muy guapo -. Me quedé perpleja aunque no sé si por la insolencia o por puro orgullo. Allí encontré la respuesta a mi dilema. Decidí disfrutar los "45 abriles de juventud", después de todo los últimos tiempos de mi matrimonio no fueron nada atractivos y desde que quedé viuda hasta hoy guardé luto riguroso como la sociedad manda que sea. No, ahora me toca a mí vivir un poco. Vivir ... Sí, pero ...

Roberto sonrió mientras leía esas anotaciones y nuevamente su mirada se perdió en el vacío, en una lejanía mental. Él estaba sumergido en los recuerdos. ¿Acoso sexual?, Ana exageraba un poco con esa expresión.

"La primera pieza que bailamos" ... Sí, Roberto la recordaba. Había quedado en su memoria para siempre. Era una melodía romántica. Roberto la apretó contra su cuerpo. Él podía sentir los latidos de su corazón y el roce de los pezones sobre su pecho. Su mano no rodeaba la cintura de Ana sino que se apoyaba en sus nalgas. Le dio un beso en su mejilla ardiente que Ana no respondió pero sintió que sus piernas se enredaban hasta poder percibir el apoyo del "triángulo femenino del amor" sobre su muslo. Ana se estaba entregando aunque no lo quisiera ver así.

  • Te estoy deseando. Quiero tenerte. Quiero que seas mía esta noche.
  • No digas tonterías y baila, que para eso vinimos. Piensa en tu mujercita.

Así siguió el tema por casi el resto de la velada. Regresaron en taxi.

Roberto insistió en descorchar una botella de cava que tenía al hielo y brindar por el día tan bueno que habían vivido. Se ducharon y se vistieron ya como para ir a dormir. Roberto llenó las copas:

  • ¿No te irás a la cama sin antes darme un beso como el de esta mañana, verdad Ana?

Ana le hizo sentir el calor de su boca en el beso y hasta un latigazo de su lengua. Roberto reaccionó como era de esperar. Sus manos buscaban todos los rincones del cuerpo de Ana.

  • ¡Déjame!. ¡Déjame ya o grito!. ¡No sigas porque grito!

La reacción de Ana era absurda queriendo evitar en el último momento lo que no fue capaz de impedir durante todo el día. Roberto se enfadó.

  • ¿Gritar?. ¿Quieres gritar?. ¿Te quieres poner ahora de monja?. ¿Qué te crees tú que pasará entonces?. ¿Te lo digo? ... pues que algún vecino llamará a la policía. Que habrá preguntas y respuestas. Que posiblemente me detengan hasta aclarar las cosas. Que saldremos fotografiados en los diarios. Qué es cuestión de horas hasta que la policía se ponga en contacto con Silvia. Que hay muchos testigos que nos trataron de novios o como pareja de enamorados. Que tú llevas las de perder y perderás porque me has calentado y quiero follarte y te follaré quieras o no. ¿Quieres gritar?, pues grita ya.

Roberto le hizo una toma inmovilizándole los brazos. La tumbó boca arriba sobre la mesa y de un manotazo le destrozó el camisón. Otro manotazo y su braga salió despedida en pedazos. Ana ya no podía tapar nada de su cuerpo y el pene de Roberto ya estaba en libertad y en posición de combate. Ella intentó apretar sus piernas pero la rodilla de Roberto era más fuerte. La obligó a abrirse de piernas y la penetró sin problemas pues tanto él por su goteo de semen, como ella por la pérdida de flujo, estaban lo bastante lubricados como para facilitar un buen polvo.

  • Roberto, sabrás que me estás violando.
  • Di mejor que he comenzado a violarte, cariño. Hay violación para rato.
  • Me duelen los brazos. Me haces daño. ¡Suéltame!
  • Te suelto pero cuida de lo que haces.

La polla de Roberto ya tocaba el útero de Ana. La estaba follando a voluntad y mientras lo hacía se llenó la boca con sus tetas. Ana comenzó a sentir calores. Se abrazó a Roberto y cruzó sus piernas sobre sus nalgas para gozar mejor de esa penetración. Percibió la venida del orgasmo y besó a Roberto que le lanzaba una andanada de semen dentro de su vagina y Ana gritó, sí que gritó, pero un par de gritos contenidos producto del orgasmo múltiple que vivía. Ana vibraba y se movía sobre la mesa como una culebra.

  • Me enardece que me trates como un macho ibérico trata a sus mujeres.
  • Aún no he terminado contigo.

Roberto se separó de Ana tan solo lo suficiente como para quitarle los restos de su camisón y ponerla desnuda boca abajo sobre la mesa. La polla le volvió a entrar en la vagina pero tan solo unos breves momentos porque de allí salió en busca del ano.

  • No eso no. Nunca lo hice, No, por favor no.
  • ¿Nunca te dieron un regalo de cumpleaños por el culo?. Te va a gustar. Ya verás.

El pene avanzaba imparable por el recto. Un par de envestidas hasta que las pelotas golpearon las nalgas. Ana lloraba pero eso no evitó que la culeara como un maestro.

  • Espero que te guste que te la de por el culo. A tu hija le apasiona. Pero te diré una cosa, tú estás mucho mejor que ella. Tu ano me aprieta como hecho a medida para mí. Hoy me voy a hartar de culearte.

Una vez que le largó la lechada. La tomó en sus brazos y la llevo a la ducha. Se ducharon y se fueron a la cama, al dormitorio grande, por supuesto.

A la mañana del domingo, Roberto despertó con su cabeza entre las piernas de Ana. Recordaba el 69 que hicieron y la fabulosa mamada que Ana la había regalado. Ella desprendía de su vagina un aroma a sexo poderosamente seductor. Roberto deslizó su lengua a lo largo de los labios vaginales. Ana lanzó un suspiro y media dormida aún murmuró.

  • ¿Es que quieres aún más?
  • Tenemos todo el día por delante, tesoro.

Si, ese fin de semana fue fabuloso. Roberto dibujó una sonrisa nostálgica. Volvió a abrir el diario de Ana y leyó:

Martes, 2 de agosto,

Pasé un fin de semana muy hermoso con Robert. Espero la llamada de Silvia para agradecerle el regalo de cumpleaños.

Nota del autor: mis historias son ficticias. Cualquier parecido con lugares, nombres o situaciones similares es pura coincidencia.

Mis relatos se amparan en los derechos de la propiedad intelectual. Sin mi permiso escrito no autorizo ninguna publicación de los mismos.

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