El Diario de Alba (1)

A los 18 años la vida puede haber sido maravillosa para una adolescente, y el sexo, en todas sus formas, una experiencia inolvidable.

En primer lugar me gustaría presentarme.

Me llamo Alba, tengo 18 años recién cumplidos y me registré en esta página hace dos años con un alias falso para poder leer los maravillosos relatos que en ella aparecen.

Durante este tiempo he leído historias asombrosas y excitantes, que han acompañado muchas de mis tardes de estudio y que me han proporcionado una fuente inagotable de fantasías para aliviar tensiones y épocas de soledad.

Durante todo este tiempo he deseado participar como una más, enviando los relatos de mis experiencias o de aquellos sueños eróticos que toda mujer ha experimentado a lo largo de su vida.

Ahora se me ha brindado la oportunidad de publicar todos los relatos que durante años he anotado en mi diario y compartirlas con aquellas personas que han hecho lo mismo conmigo.

Empezaré por decir que nací en Tenerife, pero mi familia se mudó a Barcelona cuando yo tenía cuatro años.

Mi madre, con la que tenía un vínculo muy especial, murió ocho años después, dejándonos a mi padre y a mí completamente desamparados.

Me convertí en su único apoyo emocional, teniendo tan lejos al resto de nuestra familia, y quizás fue por eso que gocé de un trato especial por parte de mi padre, sobreprotector por un lado pero completamente condescendiente por otro.

Como única mujer de la casa tenía responsabilidades muy por encima de las habituales a una cría de mi edad, que eran premiadas con el trato que correspondía a un adulto que llevase a cabo el mismo tipo de tareas.

También mi situación repercutía en la total adoración de mi padre hacía mí.

Me convertí en la niña más mimada y consentida del mundo, ya que él se sentía tremendamente culpable por la situación en la que nos encontrábamos.

A los trece años gozaba de total libertad para hacer lo que quisiera, dentro de un orden lógico, pero la permisividad de mi padre hacia mí correspondía a la de una adolescente de mayor edad que la mía.

Por aquél entonces empecé a formarme un grupo de amigas fuera del Instituto.

Mi mejor amiga se llamaba, y se sigue llamando, Nerea, y nos convertimos en inseparables.

Ella era dos años mayor que yo, pero no existían ninguna clase de problemas derivados de la diferencia de edad ya que ella me consideraba muy adulta para mis años.

Sin embargo mi amistad con Nerea tenía una doble vertiente que ella desconocía.

Evidentemente me encantaba ir de compras con ella y hacer de mujer adulta, saliendo por las tardes y tomando algún refresco en una terraza.

Barcelona es una ciudad indescriptible para eso.

Las dos paseábamos por las calles atestadas de turistas, exhibiendo modelitos o esquivando las proposiciones que muchos de ellos, la mayoría curiosamente italianos y casi con total seguridad completamente desconocedores de nuestra edad, nos hacían durante nuestras salidas.

Sin embargo, lo mejor de nuestros paseos consistía en el regreso a casa de Nerea.

Era en la intimidad de su habitación cuando las dos nos sincerábamos acerca de los hombres, de nuestros sentimientos, o de nuestra rutina cotidiana.

Lo que nunca me atreví a contarle a mi amiga era sin embargo, que lo que me atraía de nuestras confesiones de cama era realmente algo que residía justo en la alcoba de enfrente de la habitación de Nerea.

Ese era el cuarto de Iker, el mayor de los hermanos de mi compañera.

Iker era el hombre más guapo del mundo, visto por los ojos de una treceañera.

Tenía 19 años, los ojos azules y un pelo rizado castaño que nunca supe si era fruto de una cuidadosa atención o de un don de la naturaleza.

Practicaba waterpolo desde pequeño. Por lo que tenía el cuerpo mejor torneado que yo había visto en mi vida.

Acudía asiduamente con Nerea y sus padres a todas las competiciones en las que Iker participase, simplemente para contemplar su cuerpo cubierto únicamente por un diminuto slip.

Si he de ser sincera, yo nunca había experimentado ningún tipo de atracción sexual hacia ningún chico, y mucho menos hacia un hombre mayor.

A esa edad, veía al hermano de Nerea como a un adulto, una fantasía de cría como las que tenían mis compañeras de Instituto, aquellas que decoraban sus carpetas con las fotos de sus ídolos y soñaban con poder verlos en carne y hueso algún día.

El problema es que yo veía el fruto de mi adoración casi dos veces por semana, y muchas veces casi como Dios le trajo al mundo.

Eso empezó a despertar en mí cosas que nunca antes había sentido.

Las palpitaciones, las mariposas en el estómago, la sequedad en la boca, el embobamiento ocasional cuando me embelesaba recordando el cuerpo de Iker.

Algunas de mis amigas del Instituto también empezaban a fijarse en los chicos, y de hecho en algunas ocasiones ese tema era el único sobre el que se discutía.

Empecé a conocer cosas sobre las relaciones sexuales, sobre los hombres, sobre las cosas que se suponía que mis amigas y algunos chicos hacían, y eso fue toda una revelación para mí.

Una revelación dolorosa, ya que para mi desgracia nunca podría experimentar esas presuntas experiencias con el objeto de mis fantasías.

El definitivo jarrón de agua fría sobre mis anhelos llegó una tarde en la que después de uno de nuestros paseos, Nerea y yo regresamos a su casa y nos encontramos a Iker y a una de sus compañeras de universidad, estudiando en el comedor.

Las risas de los dos y los continuos intentos por parte de la chica de acallar los cuchicheos en voz baja que Iker y ella mantenían, nos convencieron a ambas que el hermano de Nerea y aquella chica compartían mucho más que una sesión de estudio.

Esto último se confirmó cuando ella empezó a asistir a los partidos, con una o dos de sus amigas.

Yo me sentaba cerca de ellas, para escuchar sus comentarios y envenenarme un poquito más cada vez que oía su voz.

La gota que colmó el vaso fue el día que durante uno de estos partidos oí a una de las amigas de Ana, la presunta novia de Iker, preguntarle sobre si llevaba relleno en el bañador o todo era natural.

Yo, que ni me atrevía a mirarle a esa zona directamente, podía escuchar como otra hablaba tranquilamente con sus amigas sobre las dimensiones del miembro del hermano de mi amiga, el hombre de mis sueños.

Y lo que es más. No sólo les contó cosas sobre su tamaño, si no que además empezó a relatar detalles sobre sus encuentros amorosos.

Una de las frases que quedó marcada a fuego en mi mente fue: "No sabes lo que es chupar una polla hasta que lo pruebas con una como la de Iker".

Salí corriendo como pude de allí, sin excusarme ni nada ante los padres de Nerea ni ante ella.

Sólo podía caminar a toda prisa rumbo a mi casa y lanzar improperios sobre Iker y la muy puta de su novia.

Llegué a casa con lágrimas en las mejillas, tratando de que mi padre no me viera. Entré con todo el sigilo del que fui capaz y traté de llegar a mi habitación sin ser descubierta.

Fue entonces cuando oí unos extraños sonidos procedentes de la sala de estar.

Me acerqué con cautela a la puerta y asomé la cabeza. Y lo que vi me sobrecogió aún más de lo que ya había presenciado en la piscina.

En el sofá se encontraba mi padre, vestido simplemente con un albornoz que había usado para secarse después de una ducha.

La prenda se encontraba abierta por completo y una de sus manos se hallaba situada entre sus piernas, por debajo de su ombligo.

Tardé unos segundos en comprender lo que estaba haciendo, y cuando reparé en ello sufrí un repentino subidón de adrenalina, similar al que experimentaba cuando algo me asustaba repentinamente.

Mis piernas empezaron a temblar, y mis mejillas ardían como brasas.

No podía creer lo que acababa de contemplar. ¡A mi propio padre masturbándose!

Contrariamente a lo que me dictaba mi cabeza, decidí volver a asomarme. No podía estar en lo cierto.

Pero mi padre hacía años que no estaba con una mujer, que yo supiera, así que no era de extrañar que pudiera masturbarse.

Cuando me asomé reparé en que los sonidos que yo oí al entrar en casa provenían del televisor. Mi padre acompañaba su paja mirando una película pornográfica.

Yo nunca había visto una, pese a repetir a mis amigas en algunas ocasiones todo lo contrario.

En la pantalla, una mujer de aspecto nórdico se introducía el pene de un hombre de color en la boca y lo chupaba.

Mientras otro hombre de color se encontraba detrás de ella empujándola rítmicamente.

Cuando la secuencia cambió pude contemplar como el hombre que se encontraba detrás de la muchacha le estaba introduciendo un enorme pene en la vagina, en primer plano.

Mi padre movía el suyo lentamente arriba y abajo, mirando con atención toda la escena.

Yo seguía escondida mirando, sin saber muy bien porqué lo hacia. Sólo sabía que era un espectáculo que no quería ver, pero de la que era incapaz de apartar la vista, al igual que me pasaba con los videos de accidentes que algunos programas de televisión emitían por aquél entonces.

Alternaba la visión de mi padre disfrutando plácidamente en el sofá con las imágenes que podía ver en el televisor.

En lo que después pude comprobar que se trataba del final de la escena de sexo entre los dos hombres de color y la rubia, la muchacha se arrodillo ante los dos y después de masturbar y chupar alternativamente los miembros de los dos negros, abrió la boca y recibió sus eyaculaciones en la boca y en plena cara.

Yo era la primera vez que contemplaba correrse a un hombre, pero no tardé en repetir aquella desconcertante visión.

Mi padre aceleró el ritmo de su mano, cerró los ojos, tumbó la cabeza hacia atrás y mientras gemía y decía en voz baja alguna obscenidad, eyaculó abundantemente al aire, derramando todo su esperma sobre el suelo.

De hecho una de las salpicaduras llegó al televisor, que se encontraba a una distancia considerable del sofá dónde se hallaba sentado mi padre.

Él se quedo quieto, inmóvil, con su pene entre las manos que cada vez tenía un tamaño menor.

En ese instante mi padre alargó la mano hacia una toalla que se encontraba cerca de él, ladeó la cabeza de costado, abrió los ojos, y me vio.

Recuerdo perfectamente su cara de horror al verme, y el sonrojo y la vergüenza que yo sentía por haber visto a mi padre en tal situación.

Además, mis ojos aún hinchados por las lágrimas que había derramado por Iker, terminaron de convencer a mi padre de que lo que había visto me había repugnado profundamente, y yo, pobre de mí, en lugar de arreglar la situación sólo la empeoré, corriendo entre lágrimas a mi habitación y encerrándome en ella.

Yo oía perfectamente los lloros de mi padre en el comedor, y posteriormente sus jadeos contenidos cerca de la puerta de mi dormitorio.

Pero no llamó. La vergüenza pudo con él y decidió no hablar conmigo sobre aquello, hasta que yo estuviese más tranquila.

Erróneamente mi padre atribuyó mis lloros a la escena que había contemplado en el comedor.

¡Qué equivocado estaba!

A la mañana siguiente, mi padre se dirigió al trabajo con toda normalidad, salvo que lo hizo casi una hora antes de lo habitual, para no tener que afrontar una conversación conmigo.

Y yo para variar, antes de salir de casa, dejé encauzadas las tareas domésticas que me correspondían.

Entre ellas la de lavar la ropa, en este caso la blanca, y programar la lavadora para que terminase más o menos cuando yo regresara a casa.

Siempre me daba prisa en realizar estos menesteres, ya que siempre iba bastante apurada de tiempo.

Pero en esta ocasión, me topé con algo que llamó mi atención. La toalla con la que se había secado mi padre después de correrse.

La miré con cierto asco, pero al fin la desdoblé para meterla en la lavadora.

Olía de una manera particular, muy rara. Un olor que yo nunca antes había notado en la ropa de mi padre.

Y en ella había algo reseco, similar al jabón que se acumula en la ropa cuando la lavadora no centrifuga correctamente.

Comprendí lo que se trataba, y decidí no darle más importancia, meter la toalla dentro y salir rápidamente para el Instituto.

Cuando me encontraba de camino hacia él, empecé a notar el mismo olor que en casa. Rebusqué en mi ropa por si me había manchado accidentalmente, pero fue en vano.

Ese olor persistente no emanaba de mí o de mi ropa, entonces, ¿de dónde provenía?

Incluso cuando llegué a clase ese olor me perseguía.

Era más fuerte que el olor a cerrado de las aulas, que el perfume de la niñata de la fila de enfrente, e incluso más que el tremendo olor a sudor del profesor de matemáticas, al que apodábamos cariñosamente "la mofeta".

Ese olor me acompañó todo el día.

Esa tarde, mi amiga Nerea me invitó a comer a su casa. Me dijo que estaríamos a solas, sin familia y que podíamos hacer lo que quisiéramos toda la tarde, incluso disfrutar de la pequeña piscina climatizada que tenia en el jardín.

Ante la excusa de que yo no me había traído el bikini, ella se ofreció a prestarme uno, o lo que era aún mejor.

Me acompañaría a una tienda que acababa de descubrir recientemente y que tenia ropa de ensueño, según sus palabras.

La acompañé un poco por no quedar mal con ella, pero no me apetecía en absoluto. Comimos en un fast-food y nos tomamos un helado.

No obstante he de reconocer que me alegró la tarde. Olvidé a mi padre y la peli porno, y por supuesto, olvidé por un rato a Iker y a Ana.

Me compre un bikini escandaloso, tipo brasileño, que sorprendió mucho a Nerea. Ella me creía incapaz de llevar algo así, pero le dije que si sólo estábamos las dos, quizás era la mejor manera de perder el pudor ante ello.

Mi amiga aplaudió la idea, compramos la prenda y nos dirigimos a su casa.

Al llegar las dos estábamos solas. Mi amiga subió a su habitación a colocarse su bikini, y yo di una vuelta por la casa en busca de unas tijeras para cortar la etiqueta del mío.

Me costó encontrarlas, pero al final lo logré, y pude estrenar bikini nuevo.

Nerea bajó con un bikini blanco muy bonito, que le quedaba de maravilla.

La diferencia de edad se notaba en determinadas partes de nuestra anatomía de manera evidente.

Pero yo nunca le había envidiado nada a mi amiga, sólo el tiempo que pasaba con su hermano.

Así que una vez vestidas para la ocasión, las dos cruzamos corriendo el jardín, entramos en el recinto de la piscina y nos lanzamos al agua, que dicho sea de paso, estaba buenísima.

Tras más de una hora de nadar, chapotear y jugar a las aguadillas, el cansancio acumulado pudo con Nerea, que se quedó dormida en una tumbona, cubierta con su toalla.

Fue entonces cuando mi mente empezó a vagar, imaginando a Iker haciendo largos en la piscina, con sus fuertes hombros saliendo del agua y su pecho perfectamente depilado.

Minutos después oí un portazo.

Salí del agua y cubierta con una toalla que mi amiga me había prestado entré en la casa.

Pese a que aún era de día, había poca luz en el interior. Los ruidos provenían del piso de arriba, del baño cercano a la habitación de Nerea e Iker.

Subí dando alguna voz y preguntando quién estaba en la casa, pero no obtuve respuesta.

De pronto una cabeza asomó del baño, haciéndome gritar.

Era el objeto de mis oscuros deseos, completamente desnudo si exceptuamos que usaba sus calzoncillos como un improvisado taparrabos.

El corazón me subió a la garganta y mi color pasó a ser el de un tomate.

Me faltaba el aire y me dolía el pecho.

Iker me miró sorprendido. Al cabo de unos segundos descubrí que a causa de mi sobresalto, la toalla se me había caído al suelo, y quise morirme en ese mismo instante.

Él sonrió al verme y ante mi asombro me lanzó un piropo:

"Caramba… Hay que ver como has crecido ¡Ese bikini te queda de muerte!"

"Bueno, no es que haya crecido. Es que me sienta bien." – Respondí un tanto balbuceante.

"¿No estará por ahí mi madre?" – Preguntó.

"No. Pero está Nerea durmiendo en la piscina, si quieres…"

"Ella no me sirve. ¿Tú sabes usar una cuchilla de afeitar?"

"Pues sí. A veces afeito a mi padre." – Respondí en el acto.

"Hostia, pero es que me da corte pedírtelo a ti, más que a mi hermana"

Yo no sabía a lo que se estaba refiriendo Iker.

Pensé que iba afeitado a la perfección, de su cara no asomaba ningún pelo.

Fue entonces cuando repare qué zona se cubría con los calzoncillos.

Fue como si me apuñalasen en la barriga. Un ardor corrió hacia mis piernas como si manara sangre de una herida imaginaria.

¡Quería depilarse los genitales!

"Verás es que me han convocado con la selección para ir concentrado. ¿Entiendes? ¡Con la selección nacional!"

Los ojos de Iker brillaban como antorchas.

Creo que incluso estaba excitado ante la idea de ser seleccionado a su edad.

"Necesito pedirte una cosa… Pero me da mucho apuro."

"A ver, tú pide…" – Contesté yo un tanto asustada.

"No tengo tiempo de ir a un centro de estética y no quiero pegarme un corte en los huevos con la cuchilla. ¡De camino hacia aquí casi me la pego con el coche de lo nervioso que estoy!"

"¿Y?"

"¿En serio sabes afeitar?" – Me preguntó de nuevo.

"¿Quieres que te afeite los genitales?"

"Ostia, dicho así suena muy fuerte. Va déjalo…"

No iba a perder la oportunidad de tocarle a Iker su miembro.

Sin saber porque me vino a la mente la película que mi padre estaba mirando cuando le pillé en casa masturbándose.

Sentía una excitación extraña, y un deseo incontenible.

"Necesitare jabón, una cuchilla nueva, una palangana de agua caliente y una toalla."

La cara de Iker era un poema. Intentó decir algo pero sólo acertó a susurrar un "Vale", y a salir en busca de lo que le había pedido.

Y cuando se dio la vuelta, ¡Dios! ¡Le vi completamente el trasero!

Por fortuna mi bikini aún estaba húmedo por el agua de la piscina, porque en el caso contrario no hubiese podido soltar la toalla con la que me hallaba envuelta, por miedo a que él se diera cuenta de lo mojada que estaba ante la idea de verle completamente desnudo.

El hermano de Nerea se dio mucha prisa en traer lo que yo le había pedido.

"¿No lo hacemos en la ducha?" – Preguntó

"No. Si resbalo y te corto no quiero ser la responsable. Túmbate en la cama de tu habitación boca arriba, que ahora vengo."

Iker entró, dejo su ropa en una silla y se sentó en la cama. Le dije que extendiera la toalla sobre la cama y se tumbara por completo. Así mi trabajo sería más cómodo.

Él obedecía como un corderito. Y de pronto apartó las manos de sus bajos.

Traté de permanecer impasible, pero casi caigo de rodillas. Era una hermosura.

No era como la de mi padre, o eso me pareció a mi, pero claro, no tenía mucho con lo que comparar excepto con la de los dos negros de la película porno.

¡Esa dichosa película! ¿Por qué no conseguía quitármela de la cabeza?

Empecé a rasurar su pubis, la zona más fácil. Tratando de evitar el contacto con su pene. Pero cuando terminé y tuve que empezar a rasurar las ingles y los testículos, me armé de valor y agarré su pene fuertemente con la mano izquierda.

Iker soltó un pequeño suspiro y trató de decir algo, pero no estaba en condiciones de decir nada.

Yo no podía más. Sin darme cuenta empecé un indetectable movimiento de vaivén sobre su polla, que empezó a mostrar signos de vida propia.

Cuando tuve que rasurar la parte inferior de sus huevos, con todo el descaro con el que me había armado, me puse de espaldas a él, con mi trasero y mi diminuto bikini brasileño a escasos centímetros de su cara.

La tela se me metía en el interior de mis muslos y supe por la reacción de su rabo, que Iker me estaba mirando el culo.

Sin poderlo evitar el movimiento de mi mano sobre su pene empezó a ser un poquito más descarado. Noté como sus piernas se relajaban y separó algo las piernas.

El pedazo de carne fláccido que al principio sostenía con tres dedos ahora tiraba hacia arriba, y sobresalía varios centímetros por encima de mis dedos.

Pero lo que realmente me sorprendió fue ver como el glande iba apareciendo entre la piel.

En ese momento empecé a usar la otra mano para seguir el masaje, y casi como un resorte, Iker llevó su mano hacia mi trasero.

Creo que en ese instante toque el cielo por un momento, o eso creí yo.

Estaba masturbando al hombre más guapo de la tierra, ¡y él me acariciaba el trasero con una de sus fuertes manos!

Si se acababa el Mundo, que fuera en ese preciso instante

Iker empezó a gemir muy débilmente, a lo que yo respondí acelerando un poco el ritmo y aumentando la fuerza con la que manipulaba su miembro.

Entonces empecé a oler de nuevo ese aroma que me había acompañado todo el día. ¡Me estaba enloqueciendo!

Sin poder reprimirme acerque mi cara a su pene. El aroma que desprendía era el mismo que había notado en las toallas que mi padre había usado para limpiar su… ¡leche!

¡Iker se iba a correr en mis manos!

De pronto noté como su mano empezaba a bajarme la braguita del bikini.

Yo no sabía que hacer pero temía que si decía algo la magia de ese momento se perdería para siempre.

"Más… despacio… más…"

Él casi no podía articular palabra. Ralenticé el ritmo de mis manos mientras empezaba a experimentar un intenso placer producido por el roce de sus dedos en mi trasero.

Iker separaba mis nalgas i pasaba sus dedos desde mi ano hasta la entrada de mi vagina.

Yo perdí la noción del tiempo. Sólo existía esa maravillosa polla y el placer que me producía el hombre de mis sueños con su mano entre mis piernas.

De pronto Iker me pidió que me quitara por completo las braguitas del bikini, cosa que hice rápidamente sin llegar a solar su miembro.

Con aparente facilidad, me levantó y me puso a horcajadas sobre él.

Yo no sabía que era lo que pretendía hacerme, pero no me importaba lo más mínimo. Si me hubiese devorado en ese momento como una bestia salvaje yo hubiera muerto feliz.

"Sigue Alba… Sigue con las manos, vamos…"

Yo casi no podía moverlas en la posición en la que me encontraba.

Y muchísimo menos cuando note como la lengua de Iker se introducía en mi interior.

¡Estaba empezando a lamerme el coño!

Ningún hombre me había visto nunca desnuda hasta ese día, ¡y en unos segundos Iker iba a lamerme el coño como en una película porno!

Empezó a lamer y besar mis ingles, y posteriormente a mover la lengua arriba y abajo en mi rajita.

Yo empecé a sentir algo como nunca antes había experimentado, un placer indescriptible, acompañado por un temblor de mis piernas incontrolable.

Tras unos minutos repitiendo estas operaciones, Iker empezó l acariciar mi clítoris con su lengua.

Aquello fue el no va más. Empecé a soltar grititos histéricos, como una posesa, lo que le asustó:

"¡Por Dios, Alba! ¡No grites!"

"¡Ahhh! ¡Yo… nno… oohhh! Va…a…leee…." – Yo no podía articular palabra.

"Alba, preciosa, date la vuelta… ¿Quieres?"

"¡Sssisi…!"

Solté unos segundos su pene, me di la vuelta y me puse de nuevo a horcajadas sobre él. Ahora si podía manipular ese grueso miembro a mi antojo, y fue entonces cuando regresaron a mí las imágenes de la película que mi padre estaba contemplando mientras se masturbaba.

Acerque mi boca a su polla y empecé a lamerla como si fuera un helado. Seguía sacudiéndola arriba y abajo, para goce y disfrute de Iker. Pero éste, al notar mi pelo sobre su barriga y el calor de mi lengua sobre su glande, se embraveció de una manera que me sorprendió, iniciando una lamida de mi vagina trepidante.

Yo no podía hacer otra cosa que soltar grititos, sin poder controlarme. Decidí metérmela en la boca para no gritar, cosa que pareció excitar aún más a Iker.

Sus caderas empezaron un vaivén rápido y cadencioso, y su pene empezó a introducirse cada vez más en el interior de mi boca.

Al principio fue fabuloso. Me embargaba ese olor tan especial, que me encantaba y me encendía la sangre. Pero a los pocos segundos, el tamaño de su rabo se me hizo demasiado grande para mi boca.

Me empezaron a doler terriblemente las mandíbulas, y mi saliva goteaba por mi barbilla y mi cuello hasta mi estómago.

Cuando iba a sacármela de la boca para decírselo a Iker, me sobrevino un terrible ataque de placer, como nunca jamás antes había experimentado.

Empecé a correrme como una posesa, y esa sensación sólo fue aumentando a medida que él seguía estimulando mi clítoris con su lengua.

Fue una sucesión de explosiones en mi interior, que me hicieron arrancar ese maravilloso aparato de mi boca y gritar como una loca.

Al mismo tiempo Iker empezó a contorsionarse y a respirar agitadamente.

En un instante de lucidez supe que iba a suceder a continuación.

Me levanté, le senté en la cama, me arrodille ante el y aumente la velocidad de la fabulosa paja que le estaba haciendo.

Segundos después abrí la boca y la acerqué a su polla.

La visión de la mejor amiga de su hermana, arrodillada ante su pene erecto, con la boca abierta y el coño al aire fue una visión demasiado excitante para él.

Se convulsionó espasmódicamente, se le hincharon las venas de su magnífica polla y empezó a eyacular sobre mi lengua, sobre mi cara y mis cabellos, mientras reprimía un grito de puro placer.

La corrida fue interminable, nada que ver con la que había presenciado en la sala de estar de mi casa. La cantidad de semen que Iker derramó sobre mí fue indescriptible.

Durante más de un minuto permanecí inmóvil a sus pies, con una sonrisa estúpida en la cara y la respiración entrecortada.

"¡Alba! ¡Por el amor de Dios! ¿Pero dónde coño has aprendido eso? ¡La madre que me parió! ¡Que corrida, joder! ¡Que corrida!" – Iker no salía de su asombro.

"He soñado con hacértelo durante toda mi vida…" – Respondí tontamente.

Iker me levantó y con la toalla que estaba sobre la cama me limpió lo que pudo la cara. Yo me dejaba hacer como si fuera un bebé.

Ya podía acabarse el mundo. Mi sueño se había cumplido. El hombre más guapo de la tierra había sido mío, me había hecho su mujer, pese a que no existió ninguna clase de penetración, y me había proporcionado mi primer orgasmo.

"Escúchame, Alba… Ahora no tengo tiempo para esto. Por favor no se lo cuentes a nadie. Cuando regrese de la concentración quiero hablar contigo a solas. ¿Entendido?"

"Claro que sí, Iker" – Respondí.

Entonces él recogió sus cosas, se dirigió al baño y cerró la puerta.

Yo recupere las bragas de mi bikini y regresé al recinto de la piscina, aún en una nube.

Cuando llegué me tumbé al lado de Nerea, que se despertó justo cuando yo terminaba de estirar mis piernas.

Mi amiga me miró y me preguntó que hora era . Yo no lo sabía.

"Hemos dormido un buen rato, ¿eh?" – Me dijo mientras se estiraba.

"Sí. Y he soñado cosas maravillosas…"

Espero que os haya gustado mi primera vez. En un futuro no muy lejano seguiré con mi diario, que creo que os proporcionará tan buenos momentos como vosotros me habéis hecho pasar a mí.

Espero vuestros comentarios en Alba_peque_89@hotmail.com

Quiero agradecer a Laury73 su ayuda en la elaboración de este relato. Su discreción, las miles de faltas de ortografía corregidas y que me haya descubierto palabras que yo ni sabía que existían, hacen que le deba mi más sincera gratitud.