El diablo de ojos blancos...#Capítulo 19.

— ¿No te ha contado nada nunca? —Preguntó, con malicia—. ¿Ni sobre mí ni sobre lo que hacíamos? Takumi negó con la cabeza, tragando saliva. Tilo bajó la vista al suelo y sonrió tristemente...~

Miércoles

La luz le molestaba, así que entreabrió los ojos, sintiéndolos pesados. Soñolienta, giró la cabeza y vio en un pequeño reloj, eran las once de la mañana. Enseguida, como una oleada, los sucesos de la noche anterior vinieron a su mente una vez más y un hondo pesar se instaló en ella:

aquel hombre, sus ojos negros... toda aquella oscuridad

. La sonrisa de su

"prometido",

sus burlas. Cerró los ojos y los puños, con la respiración y el pulso acelerado, haciendo esfuerzos por conservar la calma. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Recordó a Eichi, si él no hubiese aparecido... intentó moverse, pero un calambrazo recorrió sus piernas.

Probando una vez más y pese al dolor, trató de levantarse, pero un peso en su vientre no la dejó. Giró un poco la cabeza: Eichi estaba a su lado, con el rostro más angelical que hubiese visto nunca y la mano rodeando su cintura. Abrió los ojos aún más, muy sorprendida, ¿se habría pasado él toda la noche allí, durmiendo a su lado?

Tragó saliva. ¿Qué le habría llevado a él a estar así con ella? Se echó un poco más para él y cerró los ojos, aspirando su aroma y refugiándose en el calor que su cuerpo le proporcionaba. ¿Cuántas veces había tenido esa tranquilidad cerca de él; cuántas veces lo había visto tan inocente, tan tranquilo? Dormía como un bebé. Sonrió un poco y aprovechó para mirarle mientras no se despertaba, sonrojándose.

"Estaría tan bien verle así cada mañana…"

se sorprendió a sí misma pensando en aquello y negó con la cabeza.

Entonces algo la sacudió: su primo se removía, intranquilo. Gemía, como si algo le doliese. Se aferró más a su cintura y ella puso ambas manos en su rostro, acariciándolo, tratando de calmarle. Quiso despertarle, pero entonces vio algo que la dejó muda: él torció la boca en una mueca de dolor y sollozó, sin embargo, ninguna lágrima cayó de sus ojos. ¿Qué le ocurría? Le rodeó con los brazos, acurrucándose en su pecho, rezando para que aquella pesadilla se fuera de su cabeza.

"Despierta, Eichi, despierta, por favor"…

Angustiada, le apretó con más fuerza y, tras unos segundos que le parecieron una eternidad, él abrió los ojos con una exhalación y la miró a los ojos, con el miedo, el terror impreso en ellos. No era el chico de siempre: atrevido, sarcástico, capaz de todo. De repente, su fachada estaba rota.

— ¿Estás bien? —dijo la chica, con voz temblorosa, separándose de él. Le cogió la mano, intentando confortarlo.

—Sí —el chico se deshizo de su mano.

Poco a poco, ella se despegó de él, sintiéndose acalorada. Él cogió uno de los mechones de su cabello y estiró para acercarla.

— ¿Te separas de mí? —tan rápido como un rayo, volvió a su comportamiento de siempre—. Anoche no querías que me fuera. Creo que te sentó mal el whisky.

— ¿Be-bebí Whisky? —preguntó, nerviosa.

—Un traguito, pero para ti es suficiente —la interrumpió, riéndose.

Takumi suspiró y apartó el brazo masculino de su cintura, incorporándose en la cama. Lo visto instantes antes la había impactado profundamente y no podía parar de pensar en ello. Cuando estaba a punto de sentarse de la cama, sin embargo, él la arrastró hasta dejarla a pocos centímetros de su rostro. La chica se sonrojó violentamente.

— ¿No me das un beso de buenos días?

La sonrisa torcida que él compuso la hizo temblar. Sin duda, iba a serle difícil levantarse de la cama esa mañana.

&

—Ese niñato se va a acordar de mí.

Yashamura daba vueltas y más vueltas por su oficina, furioso mientras Kohaku Kimura, cuyo aspecto no era el mejor, le miraba, esperando que acabase con toda aquella palabrería relacionada con Eichi Hoshina. No quería oír hablar de ese esperpento ni una vez más. Al final, sin poder soportarlo más, decidió terminar con esa situación:

—Si me permite, señor, con esa denuncia que usted le ha puesto y mis lesiones, su sobrino no se va a llevar un premio.

Su suegro le miró y asintió con gravedad. Se sentó en la silla, moviendo los pies con nerviosismo y se rascó la cara.

—Tienes razón. Lo siento, Kohaku. Saber que se ha llevado a mi hija y ella ha querido irse con él me da arcadas. El sólo imaginarme el verlos en la cama revolcándose y...

—Lo entiendo —lo cortó—. Pero no le dé más vueltas.

En el interior, Kohaku no paraba de pensar en su futura venganza hacia el asqueroso de Hoshina. A pesar de haberle dejado a propósito pegarle tantos puñetazos para resultar él la víctima ante la justicia, le pensaba destrozar la cara y el cuerpo de la misma manera. Más temprano que tarde, si era posible.

Kohaku quiso reír: le causaba risa que Yashamura le diera tanta importancia a que prácticamente hubiesen secuestrado a su hija. Un padre que la quería más bien demasiado poco, que la había llamado puta en pocas palabras. Pero a él sí que le había fastidiado: porque ahora sus planes no se llevarían a cabo como él quería. Pero no importaba: sería paciente, frío y calculador, y de nuevo llegaría su oportunidad.

&

Mientras desayunaban, Eichi se mantuvo en silencio, maldiciendo sus pesadillas. Sin embargo, ahora le preocupaba más el hecho de que su prima había sido testigo de sus efectos. ¿Habría gritado, llorado o dicho algo que pudiera hacerla sospechar? No quería que nadie lo supiera, que nadie sospechara ni un ápice. La presentía ante él, curiosa, extrañada, a punto de decirle algo. La noche anterior había sido complicada. ¿Se lamentaría ante él, lloraría, buscaría el consuelo? En ese caso, él no podría dárselo.

—Lo siento —Takumi

interrumpió sus pensamientos. Aún no había probado bocado de su almuerzo.

Él la miró, dándose cuenta del significado de sus palabras. Dejó de comer y habló con los dos monosílabos que salieron en aquel momento:

— ¿Por qué?

—Porque no te creí cuando... cuando me dijiste lo de Kohaku —la chica mantenía el rostro bajo, rojo por la vergüenza, el arrepentimiento y la culpa que ese pensamiento le proporcionaba.

—No te disculpes, Takumi —contestó, mirándola muy seriamente.

A la chica casi le dio un colapso al oírle llamarla por su nombre y no el habitual "primita". Se le quedó mirando, anonadada y luego bajó de nuevo la cabeza. Durante un rato todo quedó pausado y en silencio, hasta que ella misma lo rompió:

—Él dijo que lo hacía por ti —confesó. Le escocieron los ojos y perdió completamente el hambre al recordar la noche anterior—. Porque le había engañado contigo. Porque te odiaba y te quería fastidiar.

A Eichi se le resbaló el tenedor al suelo y ni siquiera se agachó a recogerlo.

—Olvídalo —desvió la mirada al suelo, como buscando el cubierto.

—No —contestó, rotunda. Sus pupilas brillaban—. ¿Por qué él te odia tanto, Eichi?

—Nos odiamos mutuamente.

—Pero por algo tiene que ser.

Eichi se levantó de su silla, dejando lo que quedaba de su plato en la mesa y se acercó a ella. Puso sus manos sobre sus hombros y se inclinó hasta su oído, susurrando:

—Será porque envidia todo lo que yo tengo.

—Eso ha sonado tan machista —comentó Takumi, mirándole de reojo.

—Y tú eres la chica que necesita que la salven siempre, ¿o no? —sonrió de medio lado.

Ella se sonrojó, apretando los labios y haciendo un mohín de furia.

—Yo no necesito…

Sin darle tiempo a terminar la frase, él la agarró del cabello con posesividad, girándole el cuello y hundiendo su boca en la suya. Ella sujetó su brazo e intentó apartarse pero él la mantenía sujeta firmemente. Finalmente, la chica cerró sus ojos y se dejó llevar.

—Si te parece bien, serás sólo mía a partir de ahora —susurró contra sus labios, haciéndola estremecerse con su hálito y con el significado de aquella frase—. Nunca más dejaré que Kohaku te toque.

El mundo pareció pararse y enmudecer mientras ambos se miraban, cada uno petrificado en los ojos del otro, hasta que unos aplausos los sacaron del papel que representaban. Se separaron rápidamente y miraron hacia donde procedía el sonido, desde donde Tilo les observaba con una enorme sonrisa.

—Ha sido precioso —Tilo avanzó hacia ellos y le robó una tostada a Takumi del plato—. Nunca imaginé que estaríais liados, Eichi. Nun—ca —remarcó la última palabra.

&

Lo primero que dijo Chihiro al entrar al despacho de su compañero Kohaku Kimura esa mañana fue:

—Por dios, tío, ¿qué te ha pasado en la cara?

Y no era por nada, porque tenía la cara echa un cromo: un ojo hinchado y amoratado, arañazos en varias partes de la cara, un tremendo cardenal en el pómulo derecho… vamos, un verdadero cuadro de Dalí personificado.

— ¿Enserio te lo tengo que explicar?

—Quisiera saber quién se ha quedado tan a gusto contigo —rio Chihiro y su amigo la miró de reojo—. Vamos, si el señorito me lo quiere explicar.

—Ha sido Eichi Hoshina.

—No me lo creo —Chihiro abrió mucho los ojos. El último nombre que pensó escuchar era el de ese chico.

—Me da igual, pero prefiero no hablar ahora. Va a venir gente para la reunión.

Chihiro miró hacia la puerta, suspiró y asintió.

—Quedamos a la hora de comer, aunque dijimos que mejor no nos vieran juntos...

—La excusa del trabajo siempre sirve, además, últimamente hay otras cosas que llaman la atención más que nosotros.

&

Ante la súbita interrupción de su amigo Tilo, Eichi pasó de estar sorprendido a agriársele la expresión, dedicándole una mirada de profundo hastío. Mientras, Takumi estaba desconcertada y avergonzada por la situación en la que los habían pillado. El chico se apartó de ella y caminó hacia Tilo, dejando entre ambos una distancia prudencial.

— ¿Qué pasa contigo, Tilo? —escupió Eichi, irritado.

—Pues que me levanto de dormir, y así os veo —no parecía muy preocupado por el comportamiento de su amigo—. Pero podéis seguir. Sólo me pareció curioso que estuvieras liado con una chica durante tanto tiempo. Os vi en la tele y…

— ¿Qué te importa con quién esté liado o no? —interrumpió Eichi.

—Antes eras más agradable —contestó Tilo, negando con la cabeza y sacándole la lengua; se giró a Takumi—: ¿Entonces cuánto lleváis de novios?

Takumi parecía un volcán en erupción y no supo qué responder. Lo único que acertó a contestar fue: — ¡No somos novios!

La sorpresa fue mayúscula al comprobar que ambos habían dicho las mismas palabras y ambos se miraron sin palabras que decir.

—Ah, entonces sois amigos con derecho a roce —sonrió Tilo, encantado con la reacción de la pareja—. ¿Entonces qué hacíais besándoos? Porque si no, eso no lo entiendo.

Ante el interrogatorio al que Tilo los estaba sometiendo, Eichi terminó por sufrir un colapso y gritarle:

— ¿Y a ti qué mierda te importa? —y se fue refunfuñando hacia dentro de la habitación, dejando a Takumi a cuadritos. Eichi estaba actuando fuera de lo común en él y tenía la impresión de que iba a suceder algo.

&

Takumi entró en la habitación y le vio, tumbado en la cama con una mano en la cabeza tapando sus ojos. Con cuidado, cerró la puerta y caminó hasta los pies de la cama.

— ¿Qué te pasa? —preguntó, como quien no quiere la cosa. Se sentó a su lado.

—Nada —habló, sin levantar la mano de sus ojos—. No me pasa nada.

—Muy bien —dijo, con un ligero titubeo—. ¿Entonces por qué estás tan irritable con Tilo?

Pasó un rato mientras él no respondía, entonces ella decidió que se iría, pero antes de poder levantarse siquiera, la mano de él la paró. La arrastró a la cama, a su lado, y la abrazó, besándola con fuerza. La cogió de las caderas y bajó su pijama y bragas con rapidez, subiendo su mano por su vientre hasta uno de sus pechos.

—Esta… esta no es la solución —se quejó ella, antes de ser silenciada por un nuevo beso.

Ella opuso poca resistencia, deseando aquello con todo su ser, pero en su interior quiso removerse, llorar de rabia por lo que él estaba haciéndole, pero no le salió. Se aprovechaba de ella. Y lo peor: a ella le gustaba, no podía resistirse; era su maldita esclava. De nuevo, se perdía en el delirio de sus caricias fogosas. Sin embargo, algo pasó: él la dejó poco a poco, para levantarse después y dejarla allí en la cama, suspirando descompasadamente y roja como un tomate. Él exhaló todo el aire que había estado reteniendo en sus pulmones. La miró durante un momento, como decidiendo si abalanzarse o no, y finalmente dijo:

—Iré a buscarte algo de ropa.

— ¿Ro—Ropa? —fue lo único capaz de repetir la chica, alucinada por lo que acababa de pasar.

Después, su primo salió de la habitación dando un portazo y dejándola, una vez más, con tres palmos de narices. ¿Qué significaba todo eso?

&

En cuanto Kohaku

le contó el por qué de sus heridas, Chihiro entrecerró los ojos hasta formar casi dos rendijas. Tardó menos de un minuto en procesar todo, y cuando lo hizo, sólo pudo decir:

— ¿Que intentaste hacer qué? ¿Cómo se te ha ocurrido? —El desprecio brillaba en su mirada— Te tienes merecido que te haya pegado.

Kohaku abrió los ojos, muy sorprendido por cómo su amiga le miraba y le respondía. Sin embargo, enseguida se relajó y sonrió:

—Sé que te sientes violenta porque también eres una mujer pero tienes que entenderlo… A veces hay que intentar cosas radicales —razonó—. El fin justifica los medios.

— ¿Qué tengo que entender, Kohaku? —No gritaba pero el veneno se entremezclaba en sus palabras—. ¿Ves normal intentar violar a la hija de ese hombre? Y si se lo dice, ¿qué?

La ira bullía en las venas de Chihiro. Que él se viera involucrado en un delito como ese no beneficiaría en nada a lo que ambos pretendían. Además, le parecía asqueroso hacer algo como aquello a una chiquilla, y que aquella chiquilla fuese su... no, no podía pensar en eso.

—Tenía que amenazarla de alguna manera, ¿qué habrías hecho tú?

— ¿Qué pasa, que no te acuerdas de la promesa que hicimos? Tú me ibas a ayudar, no a ponerme las cosas más difíciles. Ahora ella ni siquiera va a casarse contigo, y todo por tu maldito arrebato.

—No lo intenté solo, ¿vale? —dijo, sonriendo—. Vamos, no te ofendas tanto, Chihiro-chan.

— ¿Cómo has podido caer tan bajo? En serio... es asqueroso.

Le dio la espalda, con los brazos cruzados. Kohaku la miró, como si su amiga le hubiese atizado una patada en el estómago.

—Creí que estábamos juntos en esto.

—Ah, ¿para ti

"estar juntos en algo"

es no consultarme siquiera lo que vas a hacer? Te voy a decir una cosa, y grábatela en esa cabecita: al que de verdad tienes que destruir es a su padre, a Yashamura Hoshina, no a su hija o a su sobrino. Es que nunca te vas a quitar ese resentimiento que tienes por Eichi, ¿eh, Kohaku? Si están juntos, déjalos. ¡Ellos me dan igual!

En ese momento, los ojos del Kimura parecieron incendiarse y un odio sórdido inundó su mirada y su voz al hablar:

—Pero a mí no me da igual. Quiero acabar con ese asqueroso. Quiero quitarle todo lo que tiene. Además, ¿qué hay de tus motivos? —una sonrisita de burla se pintó en su rostro—. Porque menudos motivos…

—A ti eso no te importa —gruñó la chica.

— ¿Es que acaso te da pena? —Chihiro temblaba con rabia. El orgullo corría por sus venas como una serpiente de fuego—. ¿Le vamos a quitar todo su dinero y aún sientes pena por ella, Chihiro? —Continuó, con una media sonrisa y luego su tono se volvió más bajo y peligroso—: Por mucha sangre que compartas con ella, yo soy más de tu familia que ella. No juegues con fuego, no soy cualquier enemigo si me quieres tener como eso.

La mujer resopló y subió la mirada para encontrarse con los ojos de Kohaku, que la advertían de sus amenazas. No quería enemistarse con él. No quería ni tenerlo como amigo porque comenzaba a ser consciente de lo que él era capaz de hacer.

—Aún no sé cómo no te das asco a ti misma cada vez que te lo follas.

— ¿Qué quieres decir, Kohaku? —Chihiro le miró, muy seria.

—Nada, simplemente, por eso de que Yashamura Hoshina es tu padre biológico.

&

Había sido como un maldito arrebato de conciencia el no haber podido hacer nada con ella. Su mente le decía que ella aún no estaba preparada después de lo que le había tocado vivir la noche anterior. Entró a una tienda de ropa femenina y rebuscó entre todas las prendas algo que le quedara a su prima. Cogió varias prendas de lencería, algunos jerséis, pantalones y camisetas y fue a pagarlo a la caja bajo la desconfiada mirada de la dependienta.

—Sí, me gusta llevar ropa de mujer, ¿pasa algo? —le dijo, de mal humor.

Salió tras haber pagado y miró con paranoia hacia ambos lados de la calle, sin ver ningún coche de policía cerca ni nadie sospechoso mirarle más de la cuenta. Enfiló rápido el camino hacia el piso de Tilo, asegurándose a cada rato que nadie lo seguía y llegó, encontrando algo que no le gustó para nada.

&

—He dicho que eso no te importa.

Su amigo se paseó unos minutos por la habitación, con las manos en la cabeza y revolviéndose el cabello. Finalmente, sonrió como un demente y la miró fijamente.

—Eres retorcida, Chihiro. Estás haciéndolo con tu propio padre para vengarte.

—Sí —Chihiro levantó la cabeza y arrugó el ceño, enfadada—. Me da igual que no lo entiendas. Tuve mis motivos.

Ella resopló, tomando asiento en la butaca de su amigo y recordando…

"Una adolescente de unos dieciséis años entró en una pequeña salita donde una mujer vestida de blanco reposaba en una silla. Se acercó poco a poco, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, la llamó como solía hacerlo siempre:

—Hola, mamá.

La mujer, que hasta entonces miraba hacia un punto difuso en la pared, giró la cabeza, desconcertada y la miró, reconociéndola al instante y componiendo una sonrisa que pronto se transformó en preocupación.

—Cariño, ¿alguien te ha visto entrar? —la mujer de cabello corto y castaño con los ojos tan oscuros que parecían negros.

Chihiro se sentó en una butaca cercana a la de su madre y sonrió. Por mucho que había intentado curarla, se veía muy claro que no lo lograrían, pero ella tenía aún una pequeña esperanza.

—Mamá, he extremado la vigilancia —sonrió la chica, aparentando seriedad—. Nadie me ha seguido.

Su madre resopló y se sentó mientras miraba hacia todos los lados, desconfiada.

—Creo que intentan que me despiste para sacarme de aquí, hija —la miró, muy ansiosa—. Creo que eres en la única que puedo confiar por ahora. Mantenme informada de lo que te digan tus contactos.

Su madre tenía un cuadro agudo de esquizofrenia desorganizada. Sufría alucinaciones auditivas, incluso decía ver gente y tenía ideas de que querían algo de ella, secuestrarla o que la venía a buscar el gobierno para hacerle un lavado de cerebro. “

Chihiro salió de sus memorias y se quedó mirando fijamente a Kohaku. Se levantó y se giró hacia la ventana mientras gotas de lluvia mojaban el cristal. Siguió hablando:

—Él siempre la engañó: le dijo que se casaría con ella y no lo cumplió… se acostó con mi madre y ella se volvió loca al descubrir que estaba embarazada —Chihiro escondió la cara entre las manos—. Me dio a luz pero no podía cuidarme, así que tu padre, que era amigo suyo, me cuidó, pero esa historia ya la conoces… Tu padre me ayudó en todo, se encargó de mi… tengo muchísimo que agradecerle.

Kohaku frunció el ceño. Ya hacía tiempo que no veía a su padre.

—Por eso lo odio, por eso me sacrifico día a día. Porque quiero que mi madre tenga su venganza.

Tras aquellas, no hubo más palabras.

&

Takumi miraba por la pequeña ventana, tras la persiana, desde donde podía divisarse un sombrío callejón. Ni por un instante querría estar en ese lugar por la noche. Se estremeció. A su mente llegó la imagen de su padre y su amenaza de denunciar a Eichi y se mordió el labio, angustiada.

Suspiró: si ya se encontraba bastante perdida respecto a su relación con su primo, nadie podía llegar a imaginarse cuánto lo estaba ahora, después de que él la hubiese dejado

"con las ganas"

. No sabía lo que él quería ni lo que iba a ser de ellos en un futuro. No podía confiar en una relación así. Por mucho que él le gustara o la deseara. Odiaba aquello, el no ser capaz de desprenderse de él, de cerrarle las puertas a sus sentimientos. ¿Estaba mal aquello, era su inmadurez la que la hacía hacer esas cosas? ¿Es que acaso no era ya una mujer? Quizá era demasiado infantil o puede que víctima de sus propios deseos, pasiones...

Lo único que sabía era que él la había ido atrayendo poco a poco, sin darle tiempo a defenderse, usando los peores trucos (en su opinión), lo más vil que él sabía hacer. Dar placer y hacer que le odiasen parecía para él algo de todos los días pero no acertaba a comprender qué estaba detrás de todo eso.

Pero de alguna manera, se había dado cuenta: le amaba. La atrajo desde el principio, le gustó casi sin proponérselo, y ahora, poco después, le quería más que a un familiar. Todo había pasado casi sin darse cuenta y ahora no podía desprenderse de sus dedos, de sus labios, de su cuerpo febril junto al de ella. Se quería deshacer de esos deseos. Le odiaba, pero más se odiaba ella misma por sentir esa clase de cosas. Suspiró, sentada en la cama, sin poder parar de pensar en él, en sus labios, en sus ojos grises y brillantes mirándola. Tenía tantas ganas de verle, tantas ganas de estar con él. Aun sabiendo que volvería en poco tiempo. Pero es que, ahora mismo sentía tanta angustia porque la policía viniese a llevárselo, por si no volviera a verlo más… ¿Por qué él no se daba cuenta de nada, por qué ni ella misma aceptaba lo que sentía?

—Eichi... —pronunció su nombre, sintiendo como aquello se le estaba yendo de las manos—. Es imposible, nunca sentirás lo mismo.

Sí, imposible, porque Eichi estaba vacío y no podía sentir nada por ella. No podía quererla como ella pretendía. Tampoco podía pretenderlo: él debió haber sufrido lo indecible de más joven. Sí, podía llegar a comprenderle, pero no podía dejar de ser egoísta respecto a eso, pensando en ella cada vez que pensaba en él. Pensando en ella, en lo infeliz que se sentía en aquella situación. En que quería ser feliz con él, aunque sonara idealista. Quería ayudarle a superar lo que fuese que le había pasado.

Olvidarle, dejarle atrás…. Había pensado en esa opción una infinidad de veces. ¿Pero cómo lo hacía si él no la dejaba, si no podía más que desearle cuando le veía, si no era más que una esclava entre sus manos, si cada vez que estaba con él olvidaba hasta quién era? ¿Qué hacer cuando estaba total y completamente enamorada de él?

La puerta abriéndose de golpe y la voz de un chico la dejaron al borde de un ataque al corazón. Como si se tratase de un perro juguetón, Tilo (el amigo de Eichi) se puso a su lado en la cama, pasándole un brazo por detrás de los hombros.

— ¿Q-Qué pasa? —preguntó la chica, con tres palmos de narices.

—Nada, he pensado que estarías solita, así que te vengo a hacer compañía —respondió el chico, con una sonrisa enorme. Era un poco flipante: no lo conocía pero él ya parecía tratarla como a una hermanita pequeña o algo por el estilo.

—Ah, bueno —respondió, con pocas ganas, no queriéndole decir que prefería estar sola.

—Pareces desanimada —la apretó contra sí y Takumi sintió sus mejillas colorearse un poco. No estaba acostumbrada a gestos como esos—. ¿Te ha tratado mal o algo?

Takumi no supo qué responder. Él se había ido después de dejarla prácticamente con la miel en los labios. No sabía muy bien qué significaba eso pero con todo lo que estaba pasando, sólo tenía ganas de llorar.

—Él y yo no estamos juntos, así que… —suspiró, desanimada y dándose cuenta de algo, un sollozo sobrevino a su garganta. Tilo la miró, impresionado—. No tenemos… futuro… juntos —hablaba entre sollozos. Se apartó del chico, yendo hasta la puerta de la habitación—. Eso es… ni siquiera estamos juntos.

Miró hacia abajo y algunas de sus lágrimas cayeron al suelo. Poco a poco, fue agachándose hasta quedarse en cuclillas, con sus manos tapando su cara, sollozando amargamente. Tilo se levantó de su sitio y se agachó delante de ella, acariciándole la cabeza.

—Vamos, vamos… Yo sé que es guapo pero no tiene remedio, así que no tienes que llorar así por él. En tu caso, si chasquearas los dedos, tendrías a cientos de hombres a tus pies.

—Pero yo lo quiero a él, no a otro.

&

—Akiyama, no sé lo que voy a hacer.

Ambos amigos estaban en un café, hablando sobre libros pero la conversación estaba yendo por otros derroteros. Akiyama

simplemente escuchaba mientras su amiga le contaba sus problemas.

—Yo estaba allí, Akiyama, vi a mi hija así y no hice absolutamente nada. Me quedé callada como una estúpida —la angustia y el remordimiento la llenaban. Tenía ojeras por no haber dormido esa noche.

Después de haberla escuchado, Akiyama dio su veredicto en voz alta:

—Creo que por muy enfadada que estés con ella, es tu hija. Si crees que ella ha sufrido, es tu instinto maternal el que está actuando por ti y es más que probable que esté en lo correcto.

Como casi siempre, las sabias palabras de su amigo aclararon su mente de una forma prodigiosa. Sonrió un poco y siguieron hablando un rato más, después del cual él se levantó y se despidió de ella.

Sin embargo, antes de que saliera del café, Kaede le dijo algo más:

— ¿Podrías averiguar alguna cosa de ese Kohaku Kimura?

—Lo que sea, Kaede, ya lo sabes –el hombre sonrió con sinceridad.

&

— ¿Hace cuánto lo conoces?—preguntó Takumi, con timidez, mientras se tomaba una infusión de tila para relajarse.

Se había pasado un buen rato sumida en el llanto, como una niña pequeña, pero Tilo la había reconfortado lo mejor que había podido, con buenas palabras y paciencia. Se colorearon sus mejillas al recordar la escena que había montado pero es que a esas alturas, se había sentido ya incapaz de controlarse, aunque Tilo fuese un completo extraño y no fuese correcto actuar así.

—Creo que yo tenía quince o dieciséis años –empezó él-. La primera vez que nos vimos fue cuando él vino a hacer una entrevista a mi trabajo.

— ¿Y de qué trabajabais?

—En un club de chicos, como acompañantes, y a veces intimábamos con los clientes más generosos.

Takumi tosió con disimulo para disimular un atragantamiento, intentando asumir lo que acababa de escuchar. Las palabras "acompañantes" y "intimar" se le quedaron atragantadas porque no sabía si quería conocer más de ese tema—Pero… ¿qué significa exactamente

"intimar"?

El significado estaba bastante claro pero su mente era incapaz de asumirlo.

Tilo compuso una mueca divertida. De repente, la mente de la chica se llenó de posibles razones por las que Eichi tenía esos comportamientos, ¿tenía que ver con eso?, ¿qué significado exacto tenía la palabra intimar en el lenguaje de Tilo? ¿Por qué sonreía así ese chico? Las palabras que le dijo a continuación casi la hacen escupir el pequeño sorbo que había tomado:

—No sé a qué te refieres, pero de hecho, yo se lo enseñé todo —comentó, con una mueca divertida—. Todo.

La manera en que lo dijo hizo sonrojar a Takumi. "¿A qué se refería?" La vergüenza que sentía impedía que le preguntara con claridad. De su garganta sólo salió un hilillo de voz:

— ¿Todo?

— ¿No te ha contado nada nunca? —Preguntó, con malicia—. ¿Ni sobre mí ni sobre lo que hacíamos?

Takumi negó con la cabeza, tragando saliva. Tilo bajó la vista al suelo y sonrió tristemente, mientras decía:

—No me extraña, desde luego, no es algo de lo que estar orgulloso.

&

Eichi estaba al borde de la puerta, escuchando toda la conversación. No sabía si salir a partirle la cara a aquel gilipollas o seguir espiando. ¿Qué mierda le estaba contando? Si se consideraba su amigo, no era el mejor ejemplo.

—Ei—Eichi nunca me dice nada —oyó tartamudear a su prima.

—De hecho, nosotros trabajábamos en…

Entonces entró: Takumi se tensó al verle aparecer y Tilo guardó silencio.

— ¿De qué mierda estás hablando, Tilo?

Takumi miró a su primo, pero bajó la mirada enseguida, triste y frustrada. Otra vez no podía saber nada de él, ni siquiera por Tilo, que parecía saber cosas del pasado de Eichi que ella desconocía. Se fijó mejor: él llevaba unas bolsas en las manos.

—Qué aguafiestas, le estaba contando a tu prima lo bien que trabajábamos juntos.

—Mira, si tan amigo mío te consideras, no hables de mi vida sin mí permiso.

—También es mi vida,

"amigo"

—respondió, con una sonrisa sarcástica.

—Pues no le cuentes nada a ella —resumió Eichi.

Takumi abrió los ojos y una chispa de rabia y rebeldía cruzó su mente. ¿Por qué no podía ella saber nada? Quería entender por qué se comportaba de esa manera, por qué tenía pesadillas, por qué… Sus labios se abrieron y su garganta emitió cinco palabras:

—Pero yo lo quiero saber.

—Ni hablar.

Ante la negativa de su primo, Takumi se levantó de su asiento y le hizo frente, haciendo su mejor esfuerzo por mantener una mirada confiada y con voz enfadada, dijo:

— ¿Es que es algo que te de vergüenza, Eichi?

—Es que no te importa —la miró fijamente, molesto—. No me jodas más, Takumi.

Pronunció su nombre en un tono de advertencia que le dejaba claro que no iba a decirle nada. Sin embargo, decidió seguir insistiendo.

—Cierra tu maldita bocaza.

Su primo comenzaba a asemejarse a un demonio porque cada vez estrechaba más sus ojos y sus labios se cerraban en una mueca rabiosa.

—Eichi, di-dime la verdad —tragó saliva y algunas lágrimas se amontonaron en sus ojos—. ¿Qué significa que intimabas con los clientes, qué significa que eras un acompañante?

—No te importa —contestó con voz dura y llena de rabia.

Él la cogió del jersey, acercándola. Takumi

bajó la cabeza, intimidada, para después subirla y mirarlo a los ojos de nuevo, con valor. Él pareció vacilar durante un instante y entonces ella aprovechó para insistir una vez más:

— ¿Qué significa? —Preguntó una vez más y negó con la cabeza—. Por favor, no lo entiendo.

—No lo repitas —apretó la presa en el jersey y cerró los ojos, como intentando tranquilizarse.

— ¿Es que acaso lo que dijeron de ti aquella vez es cierto? —hurgó en la llaga, odiándose por ello—. Por favor, dime que estoy equivocada entonces.

—Eichi, joder, díselo de una vez. A estas alturas... —Tilo se metió

—Cierra la boca tú también, Tilo. No quiero oíros a ninguno de los dos.

Con un bufido, Tilo abandonó el comedor, dejándolos solos. Eichi la soltó de mala manera y Takumi suspiró, mirando al suelo, dolida y sabiéndose perdedora.

—No piensas confiar en mi entonces.

Cuando levantó la mirada, él ya no estaba en la habitación y en el pasillo, un portazo resonó, clavándose en su pecho.

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No tuvo oportunidad de salir en cinco endemoniados días. Lo único que hacía era mirar por la ventana, hacer dibujitos en papel y escribir a ratos sus pensamientos y frustraciones. Mirar internet la había acabado aburriendo. Eichi la miraba de vez en cuando pero permanecía en silencio y ella tampoco quería decirle nada más; estaba cansada de intentarlo. Él trabajaba en sus cosas, ausentándose de vez en cuando para ir ve a saber dónde y mientras, ella estaba como un león enjaulado, sin poder moverse.

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Mañana del lunes, principios de noviembre.

"He salido a dar un paseo. Firmado: Takumi".

Eichi había salido del cuarto hacía un rato, en pijama y con el pelo revuelto, y había encontrado esa nota enganchada con celo en la puerta. Ahora, minutos más tarde, se vestía a toda prisa mientras cogía el móvil, las llaves y salía por la puerta a toda pastilla.

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—Por Dios —se dijo, sentada en un banco de un parque, suspirando aliviada—. Qué bien sienta esto.

Necesitaba aire, pensar en otra cosa… Aquella mañana fue consciente de que debía hacer algo, aunque fuese impulsivo, así que cogió algo del dinero de la mesita de noche y rebuscó en el armario algo de la ropa que le había traído su primo: unos vaqueros, unas deportivas, un jersey blanco y una chaqueta negra (propiedad de su primo) con capucha que la cubría hasta más allá de la cintura. Cogió una bolsa de tela que había tirada en un rincón y salió por la puerta, no sin antes dejar una nota. Nada más salir de su cárcel ella se sintió aliviada y feliz de poder sentir el sol y el aire en su piel. Respiró profundo y caminó durante unos quince minutos hasta llegar a ese parque.

Se levantó una vez más y tomó un camino tranquilo que pronto la llevó al tumulto de la ciudad, repleta edificios de oficinas y grandes carteles con marcas de las empresas más importantes. Reconoció la empresa de su padre en la distancia y se alejó de allí, perdiéndose entre las callejuelas con tiendas, bares y restaurantes prácticamente escondidos del resto de la ciudad. Se entretuvo entre las tiendas, mirando los escaparates, y de repente, al girar una esquina, se encontró frente a frente con unos ojos negros como una noche sin luna.

Una capa de sudor frío humedeció su frente y temblaba de pies a cabeza, incapaz de moverse o pronunciar palabras. Parecía haber vuelto a cinco noches atrás, mientras dos pares de ojos negros la sumían en la oscuridad y la desesperanza más profunda. Tembló. Otra vez estaba allí, pero, ¿qué quería de ella una vez más?

Continuará…