El día siguiente
Es el segundo capitulo de una novela que empecé a escribir... y ahi se quedó.
Capitulo II El día siguiente
Te arropo despacio. La verdad es que ha sido un día largo y lleno de actividad; pero yo aún no puedo dormir. Esta mañana hemos compartido besos, caricias y abrazos con la misma intensidad y el mismo amor que aquella primera vez... Todas las veces son como la primera, y a la vez, distintas. El poder despertar a tu lado, el abrir los ojos y ser tu rostro el primero que vea, me llena de felicidad y me hace sentir pleno de sensaciones hasta hace poco desconocidas para mí.
Tras el desayuno hemos ido a un picadero cercano para poder dar un paseo a caballo. Nunca antes habías montado a este noble animal, y era una de las experiencias que me apetecía compartir contigo. La excursión fue de las más maravillosas que jamás había tenido hasta ahora, aunque en ocasiones se nos antojase prescindible la presencia de nuestro monitor y guía. A lomos de los corceles hemos visto parajes naturales llenos de paz y armonía, arropados por una temperatura agradable e iluminados por el astro rey; deleitados por cantos de gorriones, jilgueros y ruiseñores... y sintiendo débil por la distancia, pero nítida por el hecho de conocerla, la brisa marina acariciándonos la piel de los rostros y de nuestras manos; suaves y porcelanosas las tuyas, fuertes y firmes las mías.
Luego hemos comido en la playa; algo tan sencillo como una tortilla de patatas. La comida ha sido de lo más amena y humorística a causa de mi habilidad para elaborarla: a veces cruda, otras quemada, otras sin cuajar.... "Tengo toda una vida por delante para practicar" te dije. "Sí, la mía para experimentar" respondiste, y al instante te echaste a reír.
La tarde ha sido poco más, pues no hemos salido de la habitación, ni tan siquiera hemos salido de la cama... Exhaustos y sudorosos, hemos encargado la cena al servicio de habitaciones, y posteriormente nos hemos duchado. Es maravillosa la visión de tu cuerpo arropado por las brumas y vapores que despide el agua caliente, así como maravilloso es ver como el líquido elemento va formando cascadas, ríos y meandros a través de tu anatomía... ¿Te he dicho alguna vez lo hipnótico que resulta el seguir su recorrido desde lo alto de tus cabellos hasta la piel de tu tobillo?
Tras la cena, te has dejado caer rendida en la cama, y yo me he recostado a tu lado hasta que tus ojos se han cerrado para no abrirse hasta dentro de unas horas.
Salgo al balcón y enciendo un solitario cigarrillo. Sé lo que odias esta costumbre mía; pero a veces, necesito impregnarme de su lento veneno para pensar con claridad y poder inspirarme. He decidido hacer una especie de diario o memorias de todo lo que pasa por mi mente, y es ahora, en la tranquilidad de la noche, al aire libre con las estrellas como testigos, y la luna como cómplice; como encuentro mayor inspiración (sin olvidar que en periodos cada vez más espaciados he de recurrir a la nicotina y el alquitrán).
Me paro a pensar en todo lo que hemos pasado hasta llegar aquí. En lo que era tu vida, y en lo que era yo... ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Tal vez no vendría mal hacer un poco de memoria histórica.
Hasta ahora, yo siempre he contado historias cuando escribía; casi siempre tenían algo de mí, de mi esencia, como si fueran autobiografías... desde hace poco más de cuarenta y ocho horas, hemos hecho oficial el escribir juntos nuestra historia... aún así, espero que no te importe que escriba yo el prólogo...
El prólogo... me apoyo en la barandilla y observo el océano. Parece que la mar está en calma y serena. Esa mas oscura y solitaria en esta horas, apacible en la mañana, bello azul a todas horas y pasional y embravecida a veces; como tú, como yo.
Esa mar a la que Rafael Alberti le dedicó tantos y tan sentidos poemas, esa mar que Alberti tanto amaba a pesar de ser un marinero en tierra. Casi se podría decir que la mar, Alberti y un poema que les dediqué, bien podría ser el prólogo de nuestra historia.
Sigo mirando hacia el horizonte, con la mirada perdida... el cigarro se consumió entre mis dedos hará cosa de media hora, pero como he perdido la noción del tiempo tampoco estoy muy seguro de ello. Apoyado en el balcón, respirando rítmicamente, mirando sin ver, viendo sin mirar; mi boca recita sola:
Dame tu pañuelo hermana
Que vengo muy mal herido.
Díme qué pañuelo quieres
Si el rosa o el color olivo.
Quiero un pañuelo bordado
Que tenga en sus cuatro picos
Tu corazón dibujado...
Siento tus brazos rodeando mi abdomen, tu cuerpo rozando mi espalda como en una caricia, y el contacto de tus labios en mi piel.
Mensaje captado: vuelvo contigo a la cama...