El día que nos conocimos

Más que un relato erótico, es un primer dia con una chica excepcional, y una dedicatoria especial para ella, es mi primer relato a si que agradeceria cualquier aportación para mejorar mi estilo. Gracias.

Siempre me he tenido por un chico dulce y cariñoso, bastante tradicional y desenfadado, voy a alcanzar la treintena y me he dado cuenta de que he dejado demasiadas pasiones sin aprovechar.

Cada relación te aporta algo nueva, la última me ha dejado detrás un nuevo mundo de pasiones, un ansia de investigación de mi propia potencia sexual y descubrir hasta donde puede llegar el placer de un simple gesto, esto se lo dedico a ella que a pesar de que todo ha terminado ya, le agradezco este último regalo que me ha hecho.

Era una noche de otoño, Clara necesitaba bailar y me pidió que la acompañase, yo no podía negarme pues ya la deseaba desde tiempo atrás, y esa noche seria nuestra noche.

Una conversación desenfada mientras viajábamos en el metro, yo miraba orgulloso como otros chicos miraban el escote de Clara, y su mirada declaraba la envidia de sus deseos, a cada minuto se me dibujaba esa sonrisa de placer que te otorga la victoria, miraba sus curvas, sus carnosos labios, pensando en el momento para poder acariciarlos, esos ojos grandes y dulces que me miraban perdidos, indecisos.

Llegamos a la parada y entramos en un bar, se sentía mucho ruido y entonces surgió una conversación un tanto extraña.

Clara – Si ves alguna chica que te guste me lo dices.

Yo – Creo que ya la he visto.

Clara- ¿Si? Joder que rápido, entonces deberías comprar preservativos por si tienes suerte.

Yo – Quizás deberíamos ir los dos al baño a comprarlos.

Clara – No se, si ella nos viera se podría llevar una idea equivocada.

Yo - … bueno vamos a pedir unas copas.

Entramos al bar pedimos unas copas y fuimos al fondo, ahí estaban otros amigos de ella y su ex con el que lo había dejado ese mismo día, nos unimos a ellos, pero poco duro su compañía a los cinco minutos se marcharon dejándonos solos, entonces comenzamos a bailar, lo siguiente fue una unión de nuestros dos cuerpos, entrando en un mismo ritmo y olvidándonos del mundo a nuestro alrededor, las manos se unieron al roce de las piernas recorriendo su espalda, sus caderas, su cuello, mirando esos labios, ella agachaba la cabeza y yo decidí lanzarme, agarré la copa y le pegue un buen trago. Volví a mirarla y acerqué mis labios a su mejilla, le di un beso, los fui bajando poco a poco hasta el cuello, un pequeño mordisco y ella echó la cabeza hacia atrás, estoy seguro que en ese momento lanzó un pequeño gemido, intentó zafarse y acercarse a mi cuello, pero yo era más fuerte, la tenia agarrada y entonces dijo esas palabras necesarias para romper el candado de mis brazos.

Clara – Vamos a otro sitio más privado.

Salimos por la puerta con las manos cogidas, una mirada cómplice y más besos de los que puedo recordar, llegamos a la costa y me senté en un banco, ella se sentó encima, y empezamos a besarnos, lamernos, acariciarnos y el deseo creció y creció, me enseñó uno de sus pezones en la fría noche, mis labios se apresuraron a darle calor, y me lo agradeció con un gemido, mis manos entraron por debajo de la blusa para acariciar su suave piel, ella me dijo que quería que mirase la luna y disfrutase de su belleza, yo la miré extrañado, pero pronto lo comprendí, ella se quito de encima de mí, y se colocó delante arrodillada, sacó mi abultado pene para verlo en todo su esplendor, palpitante e impaciente, un beso, un recorrido de la lengua para ir preparándola y finalmente la oscuridad, entró en su boca, cálida y húmeda, movimientos suaves, sensuales, y yo incapaz de hacer o decir nada, simplemente disfruté del momento, una mano en el banco y otra en su cabeza, mirando a la luna y deseando que ese momento no acabase, una mezcla de morbo del momento y el deseo de poseerla entraron en mí como un demonio, me acerqué todo lo que pude a su oreja para decirle.

Yo – Vamonos a mi casa, por que como sigas así vamos a pillar un catarro los dos.

El camino a casa fue más de lo mismo, abrir la puerta fue complicado, ya que me era imposible separarme de sus labios, más que para darle otro beso, las chaquetas quedaron en el suelo, levanté su blusa y se la dejé lo justo como para que no pudiera ver y tener sus brazos atrapados, la tumbé en la cama y dejé que intuyera cual seria mi siguiente movimiento, un roce de mi lengua en sus labios que deseaban un beso, una caricia con un pequeño plumero en el cuello, un lametón en el pezón que lo estaba deseando, ya estaba completamente húmeda, pero quería prepararla un poco más, su cuerpo se estremecía con el paso de un hielo que se derretía por completo antes de llegar a sus caderas, cada uno de sus gemidos es cómo si estuviera pidiendo más, parecía que necesitaba esa medicina para recordar que una vez fue una princesa oscura, con un cálido dedo recorrí la zona enfriada y susurrándole al oído mientras tanto, las fantasías que despertaba su cuerpo en mi cabeza.

Por fin le terminé de quitar la blusa y se me quedó mirando como si me reprochase el no estar ya encima de ella, apagamos la luz para intuirnos, sentirnos y sólo escuchar nuestros gemidos de placer, todo lo demás fue lujuria, deseos e imaginación y como única confidente cuatro paredes y la oscuridad.