El día que estrené a Virgina
Este es el relato de una de mis lectoras que me contactó para pedir apoyo porque estaba a punto de casarse y quería estar preparada
EL DÍA QUE ESTRENÉ A VIRGINIA
Virginia es una chica que me contactó por haber leído algunos de mis relatos, y quería que la orientara puesto que está pronta a casarse, accedí gustoso y lo hicimos vía correo electrónico, pronto la amistad se hizo más profunda, hasta que por fin nos conocimos en persona, a continuación les describo lo que me dejó pensando después de que vi su maravilloso cuerpo.
Como siempre sigo pensando en ella, no la puedo apartar de mi mente, la imagen de su breve cintura rodeada por mis brazos me hace enloquecer, sus lindas piernas las imagino enfundadas en unas medias con un sensual liguero, los pequeños pechos ansiosos de ser tocados, giran en mi cerebro sin dejarme apartarlos mis pensamientos, quisiera poder lamer, besar y pellizcar sus rosados pezones para sentir en mi lengua, su virginal sabor, sus ojos negros me piden a gritos que la haga mía, pero de sus carnosos labios no sale ni una palabra, cuando veo a cualquier chica con el cabello oscuro como el de ella, deseo poder hallar un solo momento para lograr convencerla que nos fundamos en un cálido abrazo y logremos unir nuestros cuerpos en uno solo, ¡la deseo tanto!
Sin querer, un día, maravilloso, por fin pudimos apagar ese fuego que nos consumía por dentro, casualmente sus padres salieron a la Capital, su novio se encontraba trabajando, la vi cuando salía a comprar algo a la farmacia, iba vestida con una maravillosa blusa de encaje color rojo, la mini que llevaba hacía que sus piernas lucieran definitivamente hermosas, la alcancé haciendo a un lado cualquier compromiso únicamente para poder platicar con ella.
Hola Vicky, ¿cómo estás?– la saludé efusivamente.
Qué gusto en verte M… – respondió alegremente -, ¿a dónde vas?
Solo quiero acompañarte, si me lo permites – contesté tímidamente -, quisiera poder platicar contigo.
Voy a comprar una medicinas, no son para mí, son para mi papá – comentó para que me enterara que no había nada malo ella.
Caminamos las pocas calles que separan su casa de la farmacia, mientras platicábamos cosas sin importancia, al llegar, pidió lo que necesitaba y, sin que lo notara, compré unos condones pensando en lo que en mi mente anhelaba, ¡hacerla mía!
De regreso ansiaba poder decirle que la pasión que embargaba mis sentidos era causada por ella, justo en el momento en que llegamos a su puerta, por fin pude musitar:
Tengo algo muy importante que decirte – hice una pequeña pausa y continué mientras en sus ojos se dibujaba la curiosidad -, hace mucho tiempo que mi vida gira en torno a ti, no puedo más, te deseo como a nadie en el mundo, eres algo único y mi vida se acabaría sin ti.
M…, ¿cómo puedes decirme eso?, sabes que estoy a punto de casarme y no deberías pensar eso – fue su respuesta.
Desgraciadamente para mí, sé que eres como una estrella inalcanzable, solo tienes ojos para él y a mí solo me tomas como un amigo, pero al corazón no se le puede ordenar nada, simplemente late por alguien y no hay poder humano que lo evite – mis argumentos para tratar de convencerla eran débiles y sin fundamentos.
No te pongas triste – dijiste mientras sus sedosas manos tocaban apenas mi rostro -, sé que me quieres mucho pero nunca imaginé que fuera tanto.
Me tomó de la mano y me hizo pasar a la estancia, tomamos asiento mientras una pequeña lágrima se asomó por el rabillo de mis ojos, sus manos se posaron sobre las mías y, con la tristeza dibujada en tu angelical cara, me expresó algo que jamás imaginé:
- Este es el secreto más grande del mundo, no quisiera que nadie lo supiera, ¿está bien? – la pausa que hizo se me figuró interminable -, ¡yo también te amo!
Mi mente se negaba a creer lo que mis oídos escucharon, la emoción inundó todo mi ser y únicamente pude abrazarla delicadamente, sus brazos me rodearon y, en ese mismo instante, me sentí transportado al paraíso, ¡no podía asimilar lo que estaba sucediendo!
Poco a poco, casi sin notarlo, el abrazo se fue haciendo más intenso, nuestras manos comenzaron a recorrer los ansiosos cuerpos, levemente rocé sus pechos y su respuesta resultó increíble, se acercó para que mis manos se apoderaran de ellos sobre el encaje, mientras, ella desabotonabas mi camisa, las caricias y las ganas contenidas dieron rienda suelta al ímpetu, los apasionados besos nos apartaron de la realidad, solamente importaba hacer vibrar al otro, una a una las prendas fueron cayendo a un lado, la piel que se iba revelando, inmediatamente recibía caricias y besos, los besos aumentaron de intensidad, nuestras lenguas se unían dentro de las bocas como si quisieran luchar, la resistencia a perder su virginidad cedió ante la pasión.
Sus prendas íntimas aún estaban cubriendo su cuerpo, como la visión que estaba ante mí era increíble, me detuve unos momentos para admirarla, su pequeño cuerpo enrojecido por la calentura se agitaba al compás de la entrecortada respiración, los pequeños pechos subían y bajaban haciéndome desearlos cada vez más, como si lo adivinara, me preguntó en tono pícaro:
- ¿Te gustaría que modelara para ti?
El asombro no cabía en mí, era la imagen de una diosa semidesnuda dispuesta a mostrarme sus encantos.
- Claro que sí – fue mi torpe respuesta.
Se levantó del mullido sillón y comenzó a pasearse sensualmente frente a mis fascinados ojos, movió tus caderas sensualmente como si estuviera alguien detrás de ella, con sus manos fue tocando en forma erótica toda su piel, mi excitación estaba a tope, el abultado pene casi no cabía en mi ropa interior, sin poder contenerme exclamé:
- ¡¡¡Eres la mujer más bella del mundo!!! Déjame penetrarte.
Sin contestación, comenzó por despojarse del sostén que ocultaba tus senos, al momento de quedar libres, saltaron hacia mí como invitándome a lamerlos, con una seña me impidió lograr mi propósito, luego, fue bajando con una lentitud exasperante, su semi-transparente tanga hasta que quedó a sus pies, dejándome apreciar el monte de Venus apenas cubierto por vello púbico, mi cerebro estaba a punto de estallar al igual que mi hinchado pene, incapaz de soportar más la fantástica visión, me despojé de las pocas prendas y me levanté para rodearla con mis brazos, unidos nos balanceamos al compás de una inexistente música, rozando con mi espada su ardiente concha, duramos así lo que para mí fue una eternidad, finalmente, sin poder contenerme, la levanté en brazos y nos acostamos sobre la suave alfombra mientras el beso que nos dimos abría la puerta para la tan ansiada penetración, comencé por lamerle sus pequeños melones, luego fui bajando hacia tu sexo sin dejar de lamer cada milímetro de su ser, al llegar, separé sus torneadas piernas para apreciar totalmente su, ahora, húmeda cueva, separé tiernamente sus labios vaginales para lamer el botoncito que la haría llegar al clímax, chupé lamí y mordí delicadamente el clítoris, al hacerlo sus manos se apoderaron de mis cabellos por la nuca haciendo que mis caricias se hicieran de una intensidad tal que, pasados unos minutos, y con un temblor corporal, llegara al primer orgasmo, bebí ansiosamente los jugos provenientes de su interior, los cuales me supieron como un delicioso néctar.
Poco después y ya repuesta de la sensación de su inicial venida, quiso hacerme sentir lo mismo, tomó entre sus pequeñas y tersas manos mi tremendo garrote, lo admiró en su total magnitud para luego darle unas lamidas, luego, introdujo la hinchada cabecita en tus carnosos labios, su lengua se paseó por todo el tronco haciéndome cerrar los ojos y gemir, lo que sus oídos escucharos hicieron que las chupadas aumentaran su intensidad, en cierto momento trató de clavarlo hasta el fondo de tu garganta pero le resultó imposible, la erección que yo tenía era tal, que su boca no fue capaz de comerlo, sintiendo que si la dejaba continuar derramaría mi leche, detuve las ricas mamadas que me estabas dando para poder iniciar tu estreno, delicadamente puse mis dedos en su concha y comencé por acariciar la entrada de su vagina, la humedad era demasiada, cosa que aproveché para meter un poco un dedo, reaccionó tal y como lo esperaba, suspiró hondo y profundo esperando obtener más placer con esa caricia desconocida para ella, mientras se estremecía de gozo, mi boca buscó sus pechos y los lamió con deleite, sus manos me acariciaban sin cesar, haciéndome saber que lo disfrutaba tanto como yo; en cuanto sentí su concha bastante mojada, decidí darle lo que deseaba, mi rica verga, me acosté sobre ella separando sus piernas, tomé uno de los condones y enfundé mi pene en el látex, mamé un poco más su concha para lubricarla con mi saliva y me dispuse para la penetración, suavemente fui metiendo mi reata en su estrecha vagina, sus delicadas paredes internas fueron dando paso al tremendo invasor que pugnaba por meterse hasta el interior de su ser, en cuanto sintió que te comenzaba a coger, emitió un leve gemido de dolor, su gesto se tornó de placer a dolor, pero sus brazos impidieron que mi caramelo se saliera de su funda, detuve mis embestidas para dejar que el frágil cuerpo se acostumbrara al grosor de mi verga, poco a poco el dolor desapareció y dejó que el goce la inundara nuevamente, con un leve movimiento de cabeza, me instó a que continuara con la penetración, nuevamente inicié los movimientos hacia el interior de su rica rajita, pero algo me impedía continuar, busqué su vista con la mía como queriendo saber si podía continuar con la metida de mi miembro, por respuesta, me rodeó fuertemente con tus brazos y me obligó a seguir clavándole mi grueso cañón, al momento en que vencí la resistencia de su himen, sentí que se enterraba casi en su totalidad dentro del interior de su vagina, el quejido provocado por el dolor que sintió, salió de su garganta sin que lo pudiera evitar, ¡por fin había perdido la virginidad!, me quedé quieto y hasta saqué un poco mi lanza del interior de su concha, no quería ser violento con ella, no deseaba que su primera vez fuera desagradable, al contrario, deseaba que fuera lo más satisfactoria posible.
- No te detengas, es una mezcla de dolor y goce, es indescriptible, ¡cógeme rico!, ¡hazme tuya! – dijo.
Su voz no dejaba lugar a dudas, deseaba tanto como yo la cogida, aspiré fuertemente y continué con la pasión corriendo por mi interior, metí hasta la mitad mi estaca y esperé a ver su reacción, como sus ojos estaban cerrados para aumentar las sensaciones, seguí enterrándole el garrote hasta que nuestros pubis quedaron unidos, su cara enrojeció bastante al tratar de soportar la mezcolanza de sensaciones, tanto placenteras como dolorosas, dejé que su recién estrenado cuerpo se acostumbrara a sentirme en su interior mientras las contracciones involuntarias de su vagina oprimían mi herramienta, las sensaciones para ambos eran fantásticas, por mi parte deseaba que jamás terminaran, su cuerpo tardó casi nada en acostumbrarse al largo y grueso pene que tenía clavado, a pesar que estaba debajo de mí, movió y levantó su cintura haciendo que mi pene resbalara hasta el fondo, con esto logró que la penetración fuera total, supe en ese momento que nuestros cuerpos quedarían unidos para siempre, que nos perteneceríamos eternamente, siguió moviendo la cadera para que alcanzáramos el orgasmo, no tardamos mucho en llegar casi juntos a venirnos, lo hizo ella primero y, unos segundos después llegué yo, quedamos abrazados largo tiempo, como queriendo alargar el goce que nos había invadido, cayendo en un delicioso y reparador sueño…
Al despertar, pude darme cuenta que de su sexo salía un hilillo, mezcla de jugos sexuales con algo de sangre, me quité el inundado condón y nuevamente la abracé…
La próxima vez relataré el estreno de su estrecho y apetitoso culito.
Espero sus comentarios en mi correo.
Don Pato