El dia que empezó todo
Relato morboso de como se desperto en mi el placer del sexo con chicos
Desde muy joven había tenido fantasías hacia el sexo con chicos, con hombres, pensaba qué se sentiría al coger una polla entre los dedos, notar como el calor del miembro masculino de un igual se transmite a mi mano, el sudor generado se quede ahí originando su olor característico, ese miembro que con esas caricias fuera dotándose del vigor y el color propio de su naturaleza… Esos pensamientos que habían provocado una excitación propia de la juventud de un chico torpe e inexperto que acababa en una masturbación brutal que terminaba manchando lo que encontraba a su alrededor.
En ese año, las cosas en mi vida personal estaban francamente revueltas. Más bien por mis pensamientos que por lo que me ocurría alrededor. Era un chico joven, tenía un trabajo más o menos estable y una relación con una chica estupenda y maravillosa que me hacia la vida feliz y llena de agradables sorpresas… pero algo me faltaba, notaba que algo no estaba bien, que yo como persona debía saber más sobre mí mismo, sobre mis relaciones con los demás… sobre mi sexualidad.
Vivía en un pequeño pueblecito del interior, siempre había vivido allí, pocas veces había salido de vacaciones. Era de esos pueblos que en la temporada estival se llenaba de paisanos cuyos padres, o ellos mismos, se habían marchado años atrás en busca de trabajo a una gran ciudad y cuyos hijos regresaban a pasar sus vacaciones con los abuelos y traían aires frescos a un pueblo anclado en el tiempo y en la memoria.
La juventud gastaba su tiempo en jugar al futbol o al baloncesto en las pistas del colegio del pueblo, en estudiar para los exámenes de septiembre y en refrescar con un baño las calurosas tardes veraniegas. En esa ruleta andaba yo y allí fue donde conocí a Carlos, cuyos padres estaban afincados en Barcelona y que, por el trabajo de ambos, enviaban a Carlos todos los veranos a casa de sus abuelos al pueblo. Ambos asistíamos a clases de recuperación, estaba claro q los libros no era lo nuestro, coincidíamos en los partidillos organizados en las cerradas pistas del colegio y desde luego alguna tarde íbamos con el mismo grupo de chicos a darnos un baño a alguno de los ríos o charcos cercanos.
Una tarde calurosa me acerque a la pista de futbol con la idea de poder jugar un rato. Al llegar Carlos estaba allí. Estábamos solos era temprano y con el calor de la tarde parece que nadie había tenido la misma idea.
- Carlos ¿Qué tal?. Salude al verlo.
- Bien Juan. Con tanto calor no sabía qué hacer en casa y vine, parece con la misma idea que tu. Respondió amablemente. Me sorprendió que supiera mi nombre.
Después de charlar un rato a la sombra del edificio, esperando que alguien mas viniera para dar unas patadas al balón que Carlos llevaba, y viendo que nadie mas aparecia, nos apartamos lejos de la puerta de entrada, en un pequeño jardín, a la sombra de un frondoso árbol en cuyo pie había una ondonada cubierta de césped húmedo, rodeada por unos setos a modo de fortificación. Era un escondite perfecto para no ser visto. Sentados en la alfombra vegetal, ataviados solo con nuestra equipacion (un pequeño pantalón cortito y una camiseta) estuvimos charlando un rato de las cosas mundanas.
Yo estaba embobado con las historias que Carlos me contaba, con las cosas que un chico de esa edad hacia en la gran ciudad. La conversación derivo al terreno del sexo y claro yo como chico de pueblo que no había pasado de dar unos morreos a alguna chica acabé empalmado con las supuestas experiencias de mi nuevo amigo que en cada uno de sus relatos recalcaba mas el tamaño de su miembro y lo contentas que habían quedado con ello sus ligues.
A cabo de un rato de soltar por su boca, innumerables tetas coños y culos, el tono se elevo al decirme Carlos:
- Juan, ¿sabes que haría ahora? -Me dijo sonriendo picaronamente
- Pues no se… Pero seguro que me sorprendes.
- Me haría una paja. Me la ha puesto dura tantos recuerdos.
Pensé que no hablaba en serio. Cascársela allí… delante de mí. No podía hablar en serio. Pero Carlos insistió:
- Seguro que tu también te la harías.
- Si claro aquí en medio. - Conteste entre risas.
- Pero chaval, ¿tú qué crees que hacemos los colegas del barrio cuando nos juntamos a ver porno?. – Aseguró con severidad.
Sin decir nada más, se metió la mano dentro del pantalón de deporte y comenzó a masajear su polla. Carlos tenía una cara de querer escapar de allí, de abandonarse al placer de una buena paja excitado por los pensamientos de las fantasías que acababa de contar.
Al poco, Carlos me animo a hacer lo mismo.
- Vamos tío no me digas que no te apetece.
Para entonces Carlos ya tenía fuera toda la polla, enorme, erecta, dura, roja. Su mano no podía cogerla toda. Tenía la glande fuera del puño y esta aparecía y desaparecía cada vez que la mano de su dueño subía y bajaba. Con tanta excitación decidí acompañar a mi compañero de juegos en una masturbación tan excitante y morbosa como era esa. Al cabo de un rato allí estábamos los dos, sentados con los pantalones por las rodillas y las pollas apuntando al cielo masturbándonos. Yo miraba de vez en cuando a mi amigo para ver cómo iba y él hacía lo mismo, en una de esas Carlos me pregunto:
- Juan, ¿alguna vez has querido tener la polla de otro entre tus manos?
Yo me sorprendí. Me puse rojo. Tenía claro que aunque la respuesta era afirmativa no iba a reconocérselo.
- Vamos no me digas que no lo has pensado. Yo si. – Afirmo con rotundidad.
Su respuesta me dejo aturdido. Tenía la idea que los chicos de la gran ciudad eran muy abiertos en el tema del sexo pero no pensé que tanto. Aquella respuesta hizo que mi mente retornara a aquellos pensamientos de años atrás. Entre tanto nuestro ritmo había disminuido por la idea que Carlos había soltado. Yo tenía claro que si mi compañero lo hacía, no iba a decir nada, y si era así… ¿Por qué no? Al fin y al cabo era una cosa que pensaba hacer en mi vida.
Para entonces Carlos había alargado su mano para tocar mi miembro, me había apartado la mano para continuar él con el masaje de mi polla y acto seguido, cuando vio que no había oposición había llevado mi mano hasta su polla. Notaba como contagiaba el calor y la humedad de su polla contra mi mano. La misma que palpitaba bajo mis torpes caricias. En mi mano el miembro parecía una gran salchicha alemana que se estaba enrojeciendo por momentos.
Poco a poco y fruto de las caricias propinadas note como un intenso calor, un placer nacía en mis bajos, mis huevos se endurecían y mi polla babeaba por los roces de mi tercera mano. Mi respiración estaba acelerada y algún gemido salía de mi garganta. Carlos, consciente de que el éxtasis se había apoderado de mi, hizo los movimientos de su mano más lentos. De vez en cuando las yemas de sus dedos acariciaban la punta de mi glande lo que suponía un placer rabioso cada vez que restregaba mis fluidos babeantes por el capullo sonrosado.
Mientras tanto mi masturbación a Carlos también estaba provocando el fin que perseguía. Carlos se concentro en su placer aparto las caricias que me propiciaba.
- Chúpala un poco. – Me incito. Chúpala anda seguro que quieres. –Volvió a decirme.
A esas alturas, estábamos abandonados a nuestros instintos más primarios. Sin pensarlo dos veces, me recline hacia su polla y después de inundarme su olor masculino me atreví a lamer su glande, le pase la lengua por ese capullo sonrosado, mientras mi mano subía y bajaba por el tallo de su verga.
Poco a poco me acostumbre a aquel sabor salado, mi boca se animo y la abrí para recibir dentro aquel tremendo miembro. Carlos estaba excitadísimo, se le notaba que disfrutaba con la mamada que le estaba haciendo yo. Yo, ese chico que apenas 1 hora antes ni siquiera podía imaginar estar en esa situación. Cumpliendo una fantasía y menos aun mamándosela a otro hombre. Aunque nada me acariciaba la polla, yo estaba embaladísimo y excitadísimo. Mi amigo, me agarro la cabeza para que la mamada tuviera el ritmo que él quería. Poco a poco lo iba acelerando. Yo mantenía los ojos cerrados. Las dos ocasiones que los abrí fue para ver el balanceo de su bajo vientre.
Ya no era dueño de la mamada. Carlos me llevaba al ritmo que el imponía cada vez mas frenético. Su polla entraba y salía de mi boca rodeada de mis labios y con las torpes caricias de mi lengua. Estaba mojada, húmeda por mi saliva. Después de un tiempo, que a mí se me hizo realmente corto, note que la respiración de mi amigo se aceleraba en demasía, sus brazos me tenían atrapado por la nuca y me apretaban contra su polla, mi garganta la recibía sabiendo que ya no iría más allá. Su pelvis dibujaba movimientos acompasados a la obligación que me realizaba.
Mientras el Jadeaba, yo estaba atrapado. Mientras el follaba mi boca yo hacía de agujero húmedo para su polla. Mientras el disfrutaba siendo masturbado yo disfrutaba de su monumental polla.
La situación derivo a su final más revelador. Carlos apenas acertó a decirme:
- Tío me viene. Me voy a correr asi. Agggggg. No puedo maaaaaassss.
Levante la vista mientras se la meneaba con una mano y la otra le apretaba los huevos. Mi excitación estaba en su mayor nivel
- Asiiiii. Te quieres correr asiiiiii.
- Chúpamela tío. Prometo avisar antes. Carlos apenas fue capaz de pronunciar esas palabras.
Sabiendo que mentía accedí, estaba a tope. Mi boca recibió de nuevo esa polla enorme mientras me acariciaba con una mano mi polla y con la otra le hacia una paja de la ostia. Tras unos segundos su mano se poso en la parte trasera de mi cabeza apretándome y soltándome contra su miembro. Su pelvis empezó moverse mas y mas rápido. Su respiración se acelero y de su garganta empezó a emitir jadeos cada vez mas fuertes.
Supe que no iba a avisarme.
- OHHHHHHHHH. Lo sientoooooo!. Ese fue su aviso.
Un tremendo chorro de semen golpeo contra mi paladar mientras su polla entraba y salía de mi boca. El semen mezclado con mi saliva salía y calia sobre su vientre.
- Ahhhhh! Agggggg!. Jadeaba mientras se corría.
Mi masturbación había provocado también que un placer inmenso me recorriera soltando un chorro de semen sobre el césped húmedo. Unos jadeos realizados con su polla en mi boca y ahogados por los suyos determino el fin de mi corrida
- Joder. Uffffff. Carlos solo acertó a pronunciar esas palabras. Perdóname tio. – Su sentimiento de culpa ante lo sucedido hacia que se sintiera mal.
Yo no sabía ni qué hacer ni que decir. Había sido estupendo pero a la vez me sentía mal. Mal por lo que acababa de hacer. Joder si a mí ni siquiera me gustan los tíos. O me gustaban.
Después de limpiarnos, y enjuagarme en una fuente cercana. El sentimiento de culpa por lo ocurrido de Carlos no le dejaba. Al final, como quien no quiere darle importancia al asunto, concluimos.
- Tío de verdad que lo siento. No sé que me ha pasado…
- No te preocupes Carlos, supongo que tu habrías hecho lo mismo. Jejeje. Le conteste sonriendo para zanjar el tema.
- Mira Juan. Si quieres otro día te tocara a ti pedir como hacerlo ¿vale?. –Carlos también se sonrió.
Estaba claro que no iba a ser la última vez que nos viéramos. Ese dia empezó un juego que duro algún tiempo y que me hizo descubrir los placeres que buscamos y no nos atrevemos. La noche siguiente fui a su casa y bueno…. Eso es otra historia.