El día que cambió mi vida

Necesitaba sentir unas manos que me quemaran, que no me acariciaran; mordiscos en vez de besos y una voz que me ordenara, no que me susurrara.

Sucedió un viernes.

Acababa de terminar con mi novio después de dos años con una relación bastante insípida. El sexo, hay que reconocerlo, no era bueno. Él era tierno y dulce, y aunque eso es lo que describen los cuentos de hadas, yo tenía la certeza de que no quería vivir uno. Necesitaba un hombre y él no era más que un crío. Necesitaba sentir unas manos que me quemaran, que no me acariciaran; mordiscos en vez de besos y una voz que me ordenara, no que me susurrara. Pasé dos años con él y eso con 20 años es mucho tiempo… sobretodo cuando las hormonas no dejan de rugir en el interior, con furia, pidiendo ser calmadas a gritos y deseando que las escuchen sin obtener respuesta, así que creo que mis hormonas devoraron a mis remordimientos aquella noche.

Acababa de recuperar mi libertad y me sentía más viva que nunca. Esa noche me iría de fiesta, aunque fuese sola. Tenía la sensación de comerme el mundo… Y allí estabas tú, en un lugar oscuro cerca de la barra, queriendo pasar desapercibido, como buscando a la presa de esa noche… pero te equivocabas, esa noche la presa serías tú… En mi interior necesitaba un hombre duro, que me llevase por caminos inimaginables en el sexo para mi, que me descubriera mundos nuevos y ante el que caer rendida y a sus pies… sólo a ese obedecería.

Había soñado mil veces que un cuerpo sin un rostro definido me manejaba a su antojo mientras me trataba como a una antigua esclava romana, ordenando y saciando conmigo sus más bajos instintos, pero no me servía cualquiera, ya había aprendido que muchas cosas no son lo que parecen… Yo iría a por ti y por supuesto me impondría debido a mi caracter, la cuestión era ver si finalmente tú te impondrías a mí, en caso contrario no me volverías a ver nunca. Para eso tenía una herramienta fundamental, mi inteligencia, y porque no, mi cuerpo… me puse a bailar como posesa y pronto se hizo un círculo a mi alrededor, no hacía tanto de mi época de go-go, además esa noche me había arreglado especialmente. Esa noche sería un cordero disfrazo de lobo deseando encontrar al lobo disfrazo de cordero.

Me miraste.

Ese fue el momento. Había llamado tu atención, así que me acerqué a la barra, justo en el sitio en el que tú estabas. No te pedí que te apartaras, sino que me hice sitio en la barra apretándome contra tu cuerpo. Mientras la camarera se fijaba en mí seguí moviéndome siguiendo el ritmo, rozándome descaradamente contigo. Finalmente, ya con mi cubata en la mano te miré con un gesto lascivo y la mejor de mis picaras sonrisas, pero para mi sorpresa, el lobo se quitó tan rápido su disfraz que me cogió desprevenida, debía estar muy hambriento esa noche

Tal y como acabé de sonreírte, tu expresión cambió, pasaste de una sonrisa amigable a una cara de lo más seria, y sin dejarme ni un minuto para asimilarlo me cogiste por la nuca y me llevaste fuera del local.

La suerte de vivir en el Mediterráneo, es que la playa es muy socorrida las noches calenturientas, y aún más si está cercana a una discoteca.

No habíamos acabado de llegar a la arena cuando me empujaste y te abalanzaste sobre mí arrancándome literalmente la ropa. No dejaba de sentir mordiscos tuyos en toda mi piel que no sabía ni de donde venían mientras me sujetabas del pelo y tus manos, aun deshaciéndose de las ultimas prendas apretaban cada parte de mi cuerpo, casi quemándome a pesar del frío de la noche. No tardamos en estar los dos desnudos bajo la luna, pero ni por un momento se percibió el ambiente romántico de esta escena que ha salido tanto en las películas de Holliwood.

Tumbado sobre mí, aprisionando mi cuerpo entre tú y la arena empezaste a jugar con mis tetas, que debido al frió estaban totalmente duras. Fue delicioso sentir el primer mordisco en mis pezones, una sensación indescriptible que me hizo arquear la espalda pidiendo más. Cada vez lo hacías más fuerte, pero cada vez yo lo disfrutaba más. Mis jadeos comenzaron a ser evidentes, lo cual fue una sorpresa porque jamás me había corrido solo con que me comieran las tetas, pero para decepción mía paraste y me quedé con cara atónita. Cuando iba a abrir la boca para replicar con todas mis fuerzas y pedirte que siguieras te acercaste a mi oído mientras ponías uno de tus dedos en mis labios y me dijiste quedamente las primeras palabras que yo oí de tu boca: cállate

No me lo pensé un segundo, esa noche estaba dispuesta a obedecerte y haría lo que fuera. Yo estaba bastante lubricada debido a la excitación acumulada de toda esa noche, y cuando empezaste a deslizarte por mi cuerpo pensé que por fin me follarías. De repente, sentí una de tus manos en mi cintura y como tu fuerza, bastante superior a la mía, me hacía girar sobre la arena hasta ponerme de espadas a ti. Rápidamente comprendí lo que querías hacer. Yo estaba preparada para que me la metieras por el coño, estaba tan excitada que tenía todo el tanga empapado, pero no estaba preparada para que me la metieras por el culo. Siempre que lo había intentado con mi anterior pareja había fracasado y el dolor me había atravesado la medula como un rallo, hasta estallar en mi cerebro. Pero lo único que me dio tiempo a pronunciar fue un simple NO que acabo en un chillido cuando me metiste de una sola embestida más de la mitad de tu polla. Me quedé muda mientras una lágrima amenazaba con resbalar por mi cara, y de repente otra embestida igual de dolorosa que la anterior, con la diferencia de que en ésta no chillé. Te quedaste un tiempo parado, dándome tiempo a asimilarlo y a que mi ano se acostumbrara al nuevo intruso y empezaste a moverte lentamente. Yo sentía que un hierro incandescente me atravesaba y del mismísimo dolor no podía pronunciar palabra, pero poco a poco tus embestidas empezaron a ser cada vez más fuertes y violentas, y mi dolor empezaba a ocultarse detrás de un placer desconocido. Empezamos ambos a gemir al unísono primero y a gritar después y pude recuperar, con más ganas si cabe, el orgasmo que antes no me dejaste acabar. Supongo que fue por el morbo de la situación, por la manera en que me follaste, o a saber por qué, pero fue uno de los orgasmos más intensos que he tenido. Tú no tardaste tampoco en correrte, llenándome el culo por primera vez en mi vida.

Finalmente, destrozada por el cansancio y con tu cuerpo todavía encima volviste a hablarme:

Esto ha sido solo una prueba, que además has pasado con una nota bastante justa. Si realmente quieres ser mi perra preséntate mañana en mi casa a las 5 de la tarde. Te costará sudar sangre para complacerme, pero puede que si lo haces, algún día merezcas que te folle ese coño hambriento que hoy tienes.

Te levantaste, cogiste tu ropa y me lanzaste tu tarjeta mientras te alejabas. Yo me quedé tirada en la arena un buen rato pensando en que haría el día siguiente a las 5 de la tarde.

Yo, se puede decir que esa noche había conseguido llegar al Nirvana aunque estaba destrozada. Había conseguido encontrar lo que tanto tiempo había estado buscando… o tal vez eras tú el que me había encontrado a mí?

Me encantaría recibir vuestros comentarios, tanto buenos como malos.

Un beso.

Persephone