El día en que mi prima y yo nos desvirgamos

Hace 5 años pasó algo que ni ella ni yo olvidaremos el resto de nuestras vidas.

Todos los nombres que aparecen en este relato son falsos, por razones obvias.

Hola, mi nombre es Saúl y tengo 19 años. Este es mi primer relato, en el que voy a contar lo que me sucedió hace casi 5 años con mi prima Cristina, que tiene 1 año menos que yo. En aquella época ella tenía 14 y yo 15.

Mi prima es una tía normal, guapa de cara, con unos labios carnosos como a mí me gustan, y pelo lacio y castaño. Su cuerpo no es nada del otro mundo, un culo algo grande y unas tetas enormes y apetecibles. En definitiva, estaría mejor con 5 kilos menos, aunque las tetas están bastante bien puestas, y además en la cama siempre es apetecible una mujer con curvas y carne donde agarrar.

Nunca tuve con ella una relación especialmente estrecha, a pesar de que vive a unos pocos kilómetros de mí, y tampoco pensé nunca en ella como una mujer que me quitaría mi virginidad.

Un día fui con mis padres a comer a su casa, y después ellos se fueron con mis tíos a dar una vuelta, y mi primo, que tenía 20 años, había quedado con su novia. Nosotros nos quedamos jugando al ordenador en la habitación de mi primo. Estábamos jugando a un juego que había hace unos años por alguna sala de juegos, en el que con una araña vas comiendo poco a poco zonas de la pantalla mientras que vas descubriendo a una asiática desnuda. En la foto tampoco se veía gran cosa, sólo las tetas y poco más. Estábamos hablando de cualquier tontería cuando me dijo:

Saúl, este juego es un rollo.

Ya lo sé, pero por lo menos aparece la tía esta, que alegra la vista.

Sí, claro, para ti que eres un tío, pero a mí me gustaría más si apareciera un tío desnudo.

Yo estaba con la mirada fija en la pantalla, y me sorprendí un poco, pues nunca había hablado con ella de estos temas, y tampoco me había fijado mucho en ella como mujer. Me calenté un poco, sobre todo porque ese día me había fijado en lo mucho que le habían crecido las tetas desde la última vez. Me gustaba aquella conversación.

  • ¿Viste alguna vez a uno?

No, sólo a mi hermano un par de veces hace tiempo, y una vez en una película porno.

¿Ves películas porno? - dije un poco cortado.

Fue una vez que dejé grabando una peli en el plus, y grabó un poco de la porno de detrás. No tuve muchas ocasiones de verla, porque mi padre la borró en seguida. Supongo que pensaría que fue mi hermano.

¿Y te gustó?

Bueno, sí, supongo.

Ella se sonrojó un poco, pero yo no quise perder esa ocasión y seguí.

Oye, dime una cosa, con confianza, como primos que somos. ¿Las tías os masturbáis como nosotros? Dime la verdad, por favor.

Hombre, como vosotros no sé. Yo no me masturbo. Bueno… no te negaré que me toqué alguna vez para ver qué se siente.

¿Con la película?

Sí.

Yo estaba flipando. Intentando disimular mi excitación, le dije lo más natural que pude que la siguiente vez que viniera traería yo una peli porno para que la viéramos. Ella me dijo que de acuerdo.

Estuvimos un rato sin decir nada, cada uno pensando para sus adentros, y supongo que algo cortados. Al final me decidí a romper el hielo preguntándole de forma ligera si tenía novio.

  • No, no tengo. Me gusta algún tío de clase, pero no sé si ellos quieren, y además… tampoco me atrevo.

  • Nunca te has besado con nadie, ¿verdad? – dije, porque había notado su nerviosismo.

  • No.

  • ¿Quieres que te enseñe? Así no te lo notarán cuando lo hagas.

  • No, ya me enseñó una amiga.

  • Ya, la teoría. Pero sin haber practicado, la primera vez se nota. ¿Quieres que te enseñe?

  • ¿Qué dices tío? Somos primos.

  • Por eso mismo. Mejor que aprendas conmigo y no quedes mal con otro por ahí. Hay confianza, y además no tiene importancia. A mí me gustaría hacerte este favor, luego tú puedes explicarme muchas cosas sobre qué pensáis las tías.

  • No sé… me da palo.

  • Venga, conmigo no tienes de qué avergonzarte.

  • Vale, vamos a mi habitación.

Allí fuimos, la tumbé en la cama, y le expliqué cómo era, y que estuviera relajada e intentara disfrutar. Le dije que cuando se enrollara con un tío, él le iba a intentar meter mano, y que ella sólo se dejara si le gusta lo que siente.

La besé y me recosté encima de ella. Empecé a meterle la lengua suavemente, con cariño. Se le notaba su inexperiencia, pero poco a poco empezamos a encajar mejor y comencé a disfrutar del tema. Nuestras lenguas jugaban entrelazadas, le mordía suavemente los labios y mis manos recorrían su cuerpo. Empecé a mordisquear y succionar su cuello y orejas y mis manos se concentraron en acariciar su culo. Le di la vuelta y la puse encima de mí. Le agarré el culo y la hice moverse de forma que su coño se restregara contra mi polla totalmente en pie de guerra. Ella empezó a respirar fuertemente y a soltar pequeños jadeos cuando le chupaba la oreja.

Me decidí a sobarle esas tetas que tanto me ponían sin encontrar resistencia. Eran más firmes de lo que esperaba debido a su tamaño. Yo estaba a cien, dejando de moverla le metí las manos debajo del sujetador y por fin pude apreciar la suavidad de su piel. Tenía los pezones grandes, que rápidamente se irguieron con mis caricias. Nos besábamos como locos, y ella seguía moviendo sus caderas cada vez más fuerte. No sé hasta dónde habríamos llegado en nuestra excitación, que se acentuaba por el hecho de ser primos, si no hubiéramos oído la puerta de la calle y las voces de nuestros padres.

Rápidamente nos levantamos, ella fue al baño y yo al ordenador de mi primo, intentando disimular mi excitación y respiración agitada. Cuando me marché, ya estábamos ambos calmados y disimulamos perfectamente. Aún así, le recordé que la próxima vez traería la peli porno prometida.

Podéis imaginaros la cantidad de pajas que me hice los siguientes días recordando el encuentro, sobre todo teniendo en cuenta que era mi prima, y que yo lo máximo que había hecho con algunas tías era unos cuantos morreos y tocamientos.

No veía el día de volver a tener una ocasión así, hasta que por fin, unas semanas después, volvimos a comer a su casa con más parientes, debido a la visita de un tío mío que vivía en Holanda y venía muy pocas veces al año.

Podéis imaginar lo contento que me puse cuando todos salieron, y nosotros nos quedamos con la excusa de probar un nuevo juego de ordenador. Cuando nos quedamos solos saqué la película que llevaba en un bolso de la cazadora, y le dije que había traído lo prometido. Ella parecía cortada por lo del otro día, y no me miraba a los ojos. Le dije que lo que había pasado era normal, yo le estaba enseñando a besar porque era su primo, y era normal calentarse un poco. Añadí que me había gustado mucho, y ella respondió que también.

Pusimos la película y nos sentamos en sofás distintos. En seguida empezaron a follar, y yo a calentarme debido a lo excitante de la situación. Mi erección era más que notable, y la sorprendí mirando de reojo mi paquete un par de veces. Se la veía tensa, no sé si por la excitación o por lo extraño de la situación, pero decidí que no podía desaprovechar una ocasión así. En ese momento, una rubia estaba chupando una polla impresionante. La miré y dije:

  • Bueno, ahí tienes un tío desnudo. ¿Te gusta?

  • Bueno, sí, pero es muy grande, ¿no?

  • No creas que la tenemos todos así. Esos son actores. Si quieres puedes masturbarte, además a mí me gustaría verte. ¿Recuerdas que te dije el otro día que quería que tú me enseñases cosas a mí? Quiero aprender lo que os gusta y cómo lo hacéis.

  • No tío, me da vergüenza.

  • Venga, no pasa nada. Hay confianza. Mira, si quieres yo también lo hago.

Entonces me bajé los pantalones y los gallumbos y empecé a pajearme lentamente sin dejar de mirarla. Ella estuvo unos instantes sin saber qué hacer, hasta que miró a mi polla, y poco a poco su mano se fue dirigiendo a su entrepierna. Empezó a tocarse despacio y muy levemente, hasta que se debió poner cachonda y metió la mano debajo de sus pantalones y pude entrever los pelos de su coño mientras se acariciaba.

Estuve a punto de correrme en ese momento, así que dejé de pajearme. En ese momento ya me daba igual todo, no me lo podía creer, así que me senté a su lado, y le pregunté:

¿Me dejas ver cómo lo haces?

Ella me miró, dudó, y se bajó los pantalones y las bragas. Pude ver su coño, bien peludo, mojado por su excitación, y vi cómo se acariciaba la parte superior, lo que según tenía entendido, era el clítoris, clave para el orgasmo de una mujer. Empecé a besarle el cuello y la oreja y a tocarle las tetas. Ella buscó mi boca, y le ofrecí mi lengua que ella aceptó apasionadamente. Quité la mano que tenía en el coño y puse la mía. Comencé a acariciárselo como mejor supe, supongo que bastante torpemente, pues era la primera vez que lo hacía. Con lo que había oído y le vi hacer, me concentré en estimular su clítoris, y supe que había acertado cuando empecé a oír sus leves gemidos y jadeos. Interrumpí mis caricias para quitarle la camiseta y el sujetador, no sé ni cómo lo hice, y por fin pude contemplar aquellas maravillosas tetas, que enseguida empecé a comer. Le chupé los pezones, sintiendo cómo se endurecían en mis labios, mientras seguía sobándole el clítoris. No tardó mucho en jadear fuertemente, y a partir de entonces sólo fue cuestión de tiempo que estallara en un orgasmo que disfruté como si hubiera sido mío.

No la dejé descansar, mientras me apoderaba de sus labios, cogí su mano y la llevé a mi polla, y le indiqué cómo tenía que hacerlo. Al poco tiempo ya lo hacía ella sola y como una experta, y sin dejar de besarle la boca y las tetas, pronto me hizo correrme debido a la enorme calentura que tenía.

La llevé a su habitación y nos desnudamos completamente. La tumbé en la cama y la besé en la boca, luego cuello, pezones, bajé con mi lengua hasta su ombligo, y al final llegué a su coño. Le besé el interior de los muslos y le pasé la lengua por la raja. M e dio algo de repelús al principio, pero quería que ella disfrutara de su primera vez, y al poco tiempo me acostumbré al olor, y ese sabor salado y al mismo tiempo dulce del coño de una mujer.

Le metí la lengua en la raja unas cuantas veces, y luego subí al clítoris que empecé a chupar. Sus gemidos no se hicieron esperar, así que seguí chupándola un rato mientras pellizcaba sus pezones. Al poco tiempo se corrió en mi boca, en medio de gritos bastante fuertes, y recibí sus jugos, con aversión primero, y con deleite después.

Subí y volví a besarla en la boca en un beso muy húmedo. La puse encima de mí, y le cogí la cabeza haciéndola bajar hasta que quedó delante de mi polla erecta. Ella dudó al principio, pero como yo le había comido el coño no se podía negar, así que empezó a darle tímidos lametazos a mi pene. Cada vez que su lengua tocaba mi glande, sentía una descarga de placer que nunca había experimentado. Se lo metió en la boca y empezó a chupármela torpemente, aunque a mí me pareció la mejor mamada del mundo. Después de un rato de sube y baja, me corrí en su boca sin avisarla, y ella se quedó sorprendida y con cara de asco, aunque no tuvo más remedio que tragar un poco.

Me sentía realizado, pero sabía que debía llegar más lejos. Fui al baño y me limpié el semen, y cogí un condón de un cajón de mi primo, que yo sabía lo que tenía. Entré y la vi tirada en la cama desnuda, con cara de lujuria, todavía cachonda. Le enseñé el condón para que supiera lo que quería hacer y ella asintió. Le dije que me la chupara un poco para volver a empalmarme. Lo hizo, y ya parecía una experta porque al minuto ya estaba otra vez preparado para la acción.

Me puse encima de ella y le abrí las piernas. Me puse el condón y apoyé mi polla en su coño. Lo pasé unas cuantas veces por su superficie para calentarle un poco más, y cuando la vi mirando con cara de súplica procedí a penetrarla.

No fue nada fácil, fui muy poco a poco, sintiendo como las estrechas paredes de su virginal vagina apretaban mi polla de un modo placentero pero algo doloroso, sobre todo para ella. Hallé su himen y la miré indicándole que se preparara. Empujé y perforé lo más delicadamente que pude, pero ella gritó de dolor. Comencé el mete saca con delicadeza, besándole cariñosamente la boca, el cuello y los pechos. Poco a poco, sus gritos de dolor se transformaron en gemidos de placer, y al poco tiempo, aullidos. Y o estaba disfrutando enormemente. Las paredes de su vagina se habían ensanchado y me permitían penetrar más rápido y duro. No sabía cómo estaba aguantando tanto, probablemente por haberme corrido diez minutos antes. Seguí hasta provocarle un orgasmo, y sus gritos me pedían más.

Se la saqué, la puse a cuatro patas y la penetré por detrás. Sus enormes tetas se balanceaban y rápidamente me apoderé de ellas. Se las estrujaba, le pellizcaba los pezones, le besaba la espalda y el cuello, mientras bombeaba sin descanso. Sabía que ya no aguantaría mucho más, y cuando la oí gritar nuevamente como una perra en celo, me corrí de una forma que no recuerdo haber hecho nunca.

Se la saqué, me quité el condón y fui a tirarlo. Tenía más semen del que nunca había echado. Volví y me eché junto a ella, que descansaba agotada. La besé tiernamente y le pregunté si le había gustado. Me dijo que le había encantado, que gracias por ser tan bueno con ella, y que no lo olvidaría.

Nos vestimos y arreglamos para no causar sospechas cuando volviera la gente. Mientras estuvimos solos nos comportamos como una pareja de novios, besándonos y acariciándonos tiernamente.

Después de aquel día seguimos follando siempre que podemos hacerlo sin levantar sospechas, aunque cada vez menos ya que ella ahora tiene novio. Pero a veces todavía me llama cuando quiere rememorar aquel día que cambió nuestras vidas

Saludos, si alguien quiere escribirme, mi dirección es kynos_sex@hotmail.com