El día de nuestra boda.(Sandra II)
Esta historia es anterior al primer relato de esta serie la cual consta de diez partes, y cuenta sobre el día en que mi hijo y yo, nos hicimos marido y mujer como dios manda, por lo que él relato precede a mi etapa de embarazada.No importa el orden en que se lean las historias, cada una, aunque relacionadas, se puede disfrutar por separado.
En una de esas tardes en que mi adorado hijo y yo habíamos estado cogiendo como perros, nos encontrábamos descansando en la cama, el acostado de espaldas y yo apoyando mi cabeza sobre su torso y acariciándole su verga con una mano, esperanzada en que esta reaccionara lo más rápido posible para poder seguir disfrutando de sus embestidas en mi dulce coñito, por lo reducido del colchón de la cama de mi hijo, perdí el equilibrio y estuve a punto de caer al suelo, mi pequeño, atento ante el descuido de su mami rápidamente me abrazo y apretó contra su cuerpo mientras reíamos a carcajadas, “ten cuidado mi amor, no quiero que te hagas daño” me comento. “Si me hago daño tú me cuidarías como tu perra que soy” le dije, él me beso tiernamente “no lo dudes mami” acomode mi cuerpo para que no estuviera tan orillada en el colchón, pero era imposible ante lo reducido de este.
“Mami, hasta el día de hoy, hemos cogido en todos los rincones de la casa, en el baño, en la cocina, en la sala, en el interior del carro, el único lugar donde no te he cogido, y donde quisiera estar contigo, es en tu cama, en tu habitación, deseo dormir contigo, que vivamos como la pareja que somos”.
Yo estaba emocionada ante la petición de mi hijo, hasta ahora no sé por qué no habíamos tenido relaciones en mi cama, así que estaba dispuesta a compartir el lecho con mi hijo, pero no se lo pondría tan fácil, en ese momento mi mente pervertida viajo más rápido que la luz, y una fantasía empezó a originarse en mi cabeza.
“cariño, si lo que quieres es compartir mi lecho, y vivir conmigo como pareja, tendremos que hacerlo bien, como se debe, es decir, no voy a compartir mis aposentos contigo así nada más, imagínate que dirían, que soy una cualquiera, una puta, no, no, no, así que, si tu intensión es realmente vivir así conmigo, tendrás que pedirme la mano, tendrás que casarte conmigo y llevarme de luna de miel”, solo de imaginármelo, mi coño recién cogido empezó a chorrear nuevamente, la reacción de mi hijo fue de lujuria, su mirada cambio, y el deseo de poseer a su hembra se reflejó en ella, no sé qué se estaba imaginando, pero se me aventó como un lobo hambriento sobre una pequeña niña, esa tarde recibí una ración extra de verga como no se pueden imaginar.
Una vez pasada la calentura del momento, empecé a imaginar cómo llevaríamos a cabo esta locura, necesitaría un vestido, y un ramo de novia y zapatillas y ropa interior, sin darme cuenta estaba emocionada imaginándome como me vería vestida de novia, la verdad es que estaba ilusionada de poder realizar una ceremonia de boda con la persona que más deseaba.
Empecé a realizar los preparativos de mi boda, así que, en colaboración con mi hijo empezamos a detallar los pasos que seguiríamos, lo primero y más difícil, fue ponerlo a él en cuarentena, es decir no habría nada de mami para el hasta no estar debidamente casados, el trato de objetar pero termino cediendo ante el morbo que esto ocasionaba, serian dos semanas terribles para ambos sin poder darnos caña como nos gustaba, el siguiente paso era visitar varias tiendas de novia, lo cual hice como colegiala emocionada hasta que encontré el vestido perfecto, de igual manera me encargué del menú del día y de un pequeño pastel para celebrar nuestro compromiso, mi hijo se encargaría de adornar el lugar, de conseguir un par de argollas para su futura mujer, fueron un par de semanas intensas, que se me fueron como agua, deseaba que todo saliera a la perfección, hasta que por fin el gran día llego.
El domingo por la tarde me puse un vestido veraniego, luciendo lo más hermosa y jovial posible, subimos las maletas al carro y cual pareja de novios tomamos rumbo felices y entusiasmados hacia el destino que sería testigo de nuestro enlace matrimonial.
La ceremonia la realizamos en una casita a orillas de la playa que rentamos para esa ocasión, esta casa estaba hecha de madera y pintada de blanco, contaba con una recamara principal con su propio baño, y una sala comedor además de una pequeña cocina, estaba orientada hacia la playa, y desde su terraza podías observar el mar sin ningún problema, la principal ventaja es que no había vecinos muy cerca que pudieran estar de entrometidos, y tampoco estábamos lejos de la población más cercana por si algo llegaba a pasar, en resumen era el paraíso perfecto para que un par de novios pasarán su luna de miel.
No sé cómo sería con las demás, pero en ese momento me sentía la novia más nerviosa del mundo, me metí a dar un baño con agua tibia, para relajarme y empezar a arreglarme para mi boda, no deje parte de mi cuerpo sin lavar minuciosamente, sabedora de que más tarde, cada centímetro de piel seria degustada por mi pequeño hijo, para ese entonces mi esposo, con esta idea en la cabeza empecé a calentarme y mi chochito a escurrir, una mano se introdujo en mi rajita y sentí ese jugo rodar por mi muslo, como pude me contuve de masturbarme, tenía que aguantar, ya que en unas horas más me entregaría completamente a mi macho, así que debía de llegar lo más pura posible.
Termine de bañarme y salí envuelta en una tolla, mi hijo no se encontraba en la habitación, habíamos acordado que yo la ocuparía para arreglarme, y el estaría ocupando la salita de la cabaña, perfume todo mi cuerpo con una crema aromática que unte por toda mi piel, me puse unas media blancas de seda y un coqueto liguero de encaje, completaba esa envoltura del regalo una tanguita diminuta de encaje blanco, como toda novia que se precie de serlo, me coloque en el muslo derecho una liga de color blanco la cual tenía una par de flores de encaje blanco y al centro una de color azul, por ultimo me puse mi brazier que apenas podía contener mis magnificas tetas y , las cuales sin ser demasiado grandes, si son generosas en tamaño, y debido a esto y a lo reducido del brazier, lo cual fue a propósito, se insinuaban de manera traviesa las aureolas de mis pezones, las cuales eran de color más oscuro contrastando con el blanco de mis pechos, me mire al espejo y me sentí encantada con lo que veía, me sentía una perra en brama, estaba feliz con el resultado, cabe mencionar que como consecuencia de la relación incestuosa que había iniciado con mi hijo, ya tenía tiempo de estar asistiendo a un gimnasio de manera regular, por lo que mis piernas se había tonificado, mi abdomen aplanado y mi trasero endurecido y respingado, estaba realmente fascinada con el resultado que se reflejaba en el espejo, nuevamente un calorcito se originó en mi entrepierna al pensar en el manjar que estaba a punto de comerse mi niño.
Con sumo cuidado saque el estuche que contenía mi vestido de novia del armario, lo colgué en el perchero, baje el cierre y lo extraje del estuche, era un vestido blanco, precioso, antes de ponerme el vestido, puse gran esmero en maquillarme y peinarme, use tonos rosas para maquillarme, en las sombras de mis ojos y un color similar pero más intenso para mis labios, como no tenía ayuda de ninguna persona por obvias razones, trate de hacerlo de manera sencilla pero femenina, para mi peinado elegí llevar el pelo semi recogido con una cola de caballo sujeto por un tocado de flores discreto y con mechones sueltos en forma de bucles, me veía natural, inocente y candorosa, nuevamente quede maravillada con el resultado, venia una de las partes más emocionantes, ponerme el vestido por lo que mis nervios se acrecentaron.
Saque el vestido completamente del estuche y lentamente me lo fui poniendo, metí primero una pierna, y luego la otra, lo subí a la cintura con delicadeza y dando un respiro termine de colocarme hasta los hombros, el vestido se ajustó como un guante a mi cuerpo, nuevamente me vi al espejo y una sonrisa de felicidad ilumino mi rostro, estaba ante mí un ángel vestido de blanco, el cual, antes de terminar el día, estaría abierta de piernas recibiendo la tranca de su hijo.
El vestido tenía un diseño con corte de princesa muy elegante, sin tirantes y sin mangas, poniendo énfasis en mis pechos, los cuales se esforzaban por salir de su hermosa prisión, el corte de la falda era acampanado ajustándose a mi cadera y con discretos bordados de flores a su alrededor y una cola discreta, me puse el velo para coronar mi vestimenta, sujeto a mi cabello por medio de una diadema finamente adornada, me llegaba un poco más debajo de mis hombros y lo coloque enfrente de mi rostro, me sentí toda una princesa, una niña inocente y pura, termine de colocarme mi zapatillas plateadas, y tome mi ramo de rosas blancas, nerviosa empecé a respirar agitadamente, el momento había llegado.
Toque tres veces la puerta del cuarto como había acordado con mi hijo para avisarle que estaba lista, espere unos segundos, me arme de valor y abrí la puerta, mi pequeño hizo sonar la marcha nupcial tocada en piano desde la laptop que tenía, empecé a recorrer el camino de pétalos de rosas blancas que iba desde la habitación hasta el centro de la sala, lo hice pausadamente debido a que me temblaban las piernas ya sea de la emoción o de la calentura del momento, la salita estaba adornada con varios arreglos de rosas blancas, y en el centro al final del camino de rosas, estaba una mesita con un mantel blanco, y a sus pies un arreglo de rosas rojas que contrastaba con todas las demás flores blancas, sobre la mesa, una cajita dorada y una carpeta igual dorada, al lado de la mesa mi hijo vestido con un traje negro, camisa blanca y corbata roja, mi machito había crecido y se había convertido en todo un hombre, ahora era mi hombre, mi macho y en unos minutos más seria mi esposo, me contuve para no aventarme sobre él y comerlo a besos, desnudarlo y cogérmelo como se debe, seguí mi recorrido hasta llegar a su lado mientras aún se escuchaba la dulce música entonada por el piano. “mamá, luces preciosa, te ves divina” me dijo al tiempo que alzaba mi velo y lo dirigía hacia atrás de mi cabeza, esboce una sonrisa de malicia y mis ojos reflejaron mis intenciones, pero fue el quien las pronuncio, “no sabes que ganas tengo de cogerte, ya deseo montarte como la perra que eres”, habían sido muchos días de abstinencia, y la tensión sexual se notaba en el aire.
La música cambio y se escuchaba música instrumental de fondo, la ceremonia dio inicio con mi hijo abriendo la caja dorada para que intercambiáramos nuestros anillos de bodas, hicimos nuestros votos, prometiéndonos estar juntos como esposos, cogiendo como perros, fornicando a cada momento, le dije que toda yo estaba dispuesta para cuando él lo deseara, que era su esclava y podía hacer conmigo lo que quisiera, por su parte, él prometió tener mis hoyitos siempre llenos, satisfecha para estar siempre bien cogida, sin la necesidad de buscar en otras partes lo que tenía en casa de sobra, nos pusimos las argollas uno al otro, mientras una lagrima de emoción caía por mi mejilla, tomo la carpeta y la abrió, apareciendo una hoja blanca con un texto escrito que empezó a leer, era nuestra acta de matrimonio, en la que se plasmaba todo lo que nos habíamos dicho unos minutos antes de viva voz, al final de leer el texto hizo la pregunta definitiva, “ Tu, Sandra, aceptas a tu hijo como tu esposo, como tu macho, y a estar siempre dispuesta como un perra en brama cada que él te desee coger” con una voz mustia y delicada dije “si acepto”, por mi parte dijo, “ yo te acepto mamita hermosa como mi hembra, mi princesa y mi ángel, como mi esposa y mi puta, y prometo hacerte siempre feliz, cogiéndote cada que tú lo desees”.
Yo no podía aguantar el llanto de la emoción, el tomo delicadamente mis mejillas con sus manos y me dio un tierno beso, firmamos el acta que sellaba nuestro compromiso, éramos oficialmente al menos a nuestro ojos, marido y mujer, hembra y macho, para estar siempre juntos, me volvió a besar de una manera más lujuriosa introduciendo su lengua en mi boca, buscando la mía en un frenesí de intercambio de saliva, se separó unos centímetros y dijo, ahora si mamita ya eres mi esposa, mi puta y como tal te voy a tratar, me tomo en sus brazos mientras yo me carcajeaba de la emoción, y me llevo cargando a nuestra habitación recorriendo en sentido opuesto el camino de pétalos blancos que hace unos minutos yo había seguido, me deposito con ternura en la cama mientras nos besábamos dulcemente, pronto ese beso se transformó en una batalla por tratar de devorarnos, su lengua se enroscaba con la mía tratando de ser solo una, me dejo recostada en la cama apoyada en mis codos, y se dedicó a subir un poco mi vestido, mis piernas enfundadas en las medias aparecieron y el tomo una de ellas para besarla desde los pies hasta el interior de los muslos, recorriendo cada centímetro de ellas, cada caricia, cada beso era electrizante, mi chochito se encendía cada vez más, de una pierna se pasó a la otra hasta llegar cerca de mi hermoso coño, empezó a besarme por encima de mí ya húmeda tanguita, de los besos pasa a los lengüetazos, yo me retorcía de placer con cada caricia recibida, se apartó para retirarme mi tanguita, me acomodo el vestido de manera que tuviera acceso total a su delicioso tesoro, mientras tanto, yo, abierta de piernas enfundad en mi hermoso vestido blanco de novia, recibía las caricias de mi hijo, quien con su mano abría los labios de mi hermosa flor, para poder introducir su lengua al interior de mi vagina, la lengua se movía incesantemente en el interior de su madre, y con la otra mano, su pulgar e índice pellizcaban suavemente mi pepita, era una zorra envuelta en placer, gemía como perra debido a las atenciones recibidas, era tal la excitación que babeaba como un animal, mi cuerpo empezó a tensarse y el primer orgasmo vino a mí, mientras mi dulce niño había dirigido su lengua hacia mi pepita y en mi huequito del amor la sustituían dos dedos que frenéticamente me perforaban bañándose en mis pegajosos jugos, estuvo así varios minutos llenándome de placer, para después alzarme las piernas de donde las tenía al lado de su cuerpo quedando mi apretado culito expuesto a su alcance, se lanzó como niño a un dulce y empezó a lengüetearlo mojándolo con su saliva, mimándolo y besándolo, un escalofrió me recorrió completa mientras mi esposo me mamaba el culo, se ensalivo un dedo y lo introdujo lentamente, solo alcanzo a entrar la punta, la cual metió y saco en un par de ocasiones, yo lo separe suavemente, “eres un niño malo, mamita aun es virgen por ese hoyito, pórtate bien y ven aquí” le dije, se separó de mi culito y se acercó a mi rostro nos besamos carcajeándonos de placer, y locura, mientras con una mano me bajo la el vestido de mis pechos a la cintura, lo cual no tuvo complicaciones debido a que el vestido no tenía tirantes.
De mi boca paso a mis senos, enroscando esa lengua en cada uno de mis pezones, paso de uno a otro seno mamando con la intención de extraer la leche tan deseada, yo le decía “eso mi bebé, así mámalas, son tuyas mámame las tetas como lo hacías de niño, comételas termina de alimentarte con mis ubres”.
Una de mis manos busco su entrepierna y se asió a su enorme verga la cual estaba completamente dura y goteando, empecé a subir y bajar mi mano por encima de ese pedazo de carne una y otra vez, mientras, mi niño seguía llenándose la boca de mis ubres, no me quería quedar con las ganas, ya que yo también tenía antojo de mamar, así que lo jale de la verga y la lleve a mi boca, tragándomela sin miramientos, mis movimientos eran como de una perra que se alimenta tratando de extraerle toda la leche a su macho, estuve chupando verga y lamiendo huevos un buen rato, mi hijo bramaba como toro con cada chupada que su mamita le daba, mi bello rostro y su hermosa verga brillaban por la escandalosa gran cantidad de saliva que me escurría, nuevamente vi la lujuria en sus ojos, se puso de pie y tomándome de los brazos me arrojo sobre la cama donde quede de espaldas con el torso levantado mientras con temor y placer veía que un cachondo y pervertido animal, enloquecido por el deseo se aproximaba hacia mí para enterrarme su vergajo en mi dulce florecita.
Tanto la verga como mi puchita estaban mojados chorreando tanto saliva como jugos del amor, por lo que la estocada fue suave certera placentera y hasta el fondo, sentí toda la barra de carne dura de mi hijo en mi interior durante unos segundos, en los que me daba un tierno beso, para después empezar un mete y saca sin piedad que me hizo voltear los ojos y agarrarme a su espalda con las uñas, en ese momento no era yo, me había convertido en un una perra que solo buscaba su propio placer, era la zorra de mi hijo, “así mamita, así, me gusta cogerte, tenerte abierta de patas para mi recibiendo mi verga” decía, después de un buen rato en que mi hijo me estuvo bombeando sin piedad, me dijo “ponte en cuatro patas zorra, quiero tomarte como la perra que eres”, me di la vuelta ante la orden recibida, y me puse en la posición de perra para que mi esposo me montara, me subí la falda de mi vestido a la cintura para facilitarle el acceso a mi macho, mi senos colgaban y se veían más grandes, sentí la verga partirme en dos, mientras, mi niño abría mis nalgas con sus manos y dejaba expuesto mi tímido culito, el cual fue acariciado con uno de los dedos de mi hijo, la verga entraba y salía y yo no dejaba de jadear y de salivar aguantando las estocadas que me daba mi hijo, los sonidos que de mi garganta emanaban eran tan graves que parecían los de una perra ladrando, siendo salvajemente violada por un demonio, sus bolas chocaban contra mí y se oía ese chapoteo característico de una cogida salvaje, estaba sujetando mi vestido con una mano a la altura de mi cintura, pero ante el ímpetu de mi amor, no pude aguantar y lo solté para apoyarme completamente con las dos manos, aun así, fui vencida y caí de bruces sobre el colchón, mientras mi culo se empinaba para permitir una penetración más profunda a mi hijo, quien ante el excitante panorama, lanzo un escupitajo justo sobre mi negro culito, sentí la saliva escurrir hacia los lados para llegar a mi pequeña vagina que estaba siendo violada tan salvajemente y se mezcló para confundirse con los jugos que emanaban de ella.
“Que puta eres Sandra, ¿te gusta que te coja tu hijo verdad?”, “que te de verga hasta cansarse, verdad mamita”, “si hijo me encanta sentir tu verga en mi interior, que me llenes de leche el chocho, sentir como me montas como mi macho que eres”, “me vengo mami, me vengo”, grito mi hijo, y soltó un chorro de leche caliente que llego hasta lo más profundo de mi útero, me perdí en ese momento, ya que al igual que el había alcanzado el orgasmo, un chorro de jugos emanaba por mi chochito, haciendo que pareciera un lago profundo y caliente, y una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo llevándome a un placer indescriptible, mi hijo esposo cayó sobre mi sin fuerzas, con todo su peso sobre mi ser, yo aún seguía en el viaje al que el orgasmo me había llevado, al reaccionar bese a mi hijo a la altura de la sien, en forma de felicitación y aprobación por el excelente trabajo que había realizado.
Me lo quite de encima como pude, y quedo de espaldas sobre la cama, me incorporé, subí mi vestido nuevamente a la cintura y monte a mi hijo de forma que mi coño estuviera sobre su verga, frotando suavemente mi pepita sobre ese vergón que tanto placer me había dado, al mismo tiempo lo besaba y lo llenaba de mimos, y palabras dulces, “De ahora en adelante eres mi macho y yo tu hembra, yo soy tu esposa y tu mi esposo, soy tu perra y tu mi perro, cogeremos como animales y seremos felices tu y yo, por eso deberás tratarme como lo que soy hoy y siempre”,” si mi vida” respondió él “te tratare como la princesa que eres, y te respetare como mi amada esposa, y cuando cojamos serás mi puta y te comportaras como tal”, seguimos un buen rato en esa posición hasta que caí sobre el para descansar un momento.
Pasados unos minutos de estar en esa posición, me levante y mi niño conmigo, “déjame quitarte el vestido mi vida o se te maltratara” me dijo, así que delicadamente me bajo la cremallera para que el vestido cayera de mi cintura hacia mis pies, fue en ese momento que pudo apreciarme con la lencería nupcial que había elegido para él, estaba ahí parada, con mis zapatillas plateadas y tacones de diez centímetros, mi vestido a mis pies, mis piernas enfundadas en la medias de seda blancas, la liga con dos flores blancas y una azul en mi muslo derecho, mi liguero de encaje, la tanguita había desaparecido siendo la primera en perecer en esa batalla, por lo que se veía mi hermosa vagina delicadamente rasurada, mi brazier aun en mi pecho, estaba movido de su lugar dejando ver mis preciosas chiches que habían recibido tanto cariño de mi hijo unos momentos antes, y para rematar mi velo blanco sobre mi cabeza con mi tiara de princesa, el peinado se había alborotado pero aún se apreciaba como debía ser, “estas preciosa mama, eres todo un ángel”, su verga reacciono y volvió a estar tiesa como una barra de metal ante tal visión, su mirada de lujuria apareció nuevamente, “ y tu un demonio lujurioso cuando pones esa mirada” dije en tono juguetón y eche a correr por la habitación gritando y el tras de mí, “¿no hijo que haces, que me vas a hacer?, ¿porque quieres meter ese enorme pedazo de carne en tu madre?, me vas a lastimar”, el me seguía el juego persiguiéndome por la habitación, haciendo como que me agarraba y yo como que me escapaba, tome de paso una botella de champagne que estaba abierta sobre un mesa y seguí corriendo, vacié sui contenido sobre mis pechos mientras mi hijo me alcanzaba y me arrinconaba contra una pared, “vas a ver mama que cogida te voy a dar”, yo aún juguetona, le dije “no, hijo mi marido se puede enterar y creer que soy una puta, no lo hagas, respeta a tu mami”, y se abalanzó hambriento sobre mis tetas mojadas de champagne para degustarlas minuciosamente, mientras me decía “desde ahora yo soy tu marido”, “tu esposo, tu hijo, tu único macho y también seré el padre de tus hijos”, yo ya estaba bramando como puta una vez más por las caricias recibidas así que no puse atención al último comentario, me levanto e introdujo su verga en mi coñito mientras me mantenía en el aire, sus brazos me sujetaban por debajo de mis pierna, las cuales, abiertas le rodeaban la cintura, la verga entre juguetona en su amado agujerito, lo reclamo y perforo una y otra vez, nosotros no dejábamos de comernos con nuestros labios, por segunda ocasión fui cogida esa tarde noche por mi pequeño hijo, pero no sería la última vez ya que la noche aún era larga y esa era, nuestra noche de bodas…