El día de mi boda

Un día de boda siempre es especial. Después del banquete y el baile, mi marido sirvió otro banquete a sus amigos, donde el plato principal fui yo.

Un día de boda siempre es especial. Después del banquete y el baile, mi marido sirvió otro banquete a sus amigos, donde el plato principal fui yo.

EL DIA DE MI BODA

El día de mi boda fue especial. Esos días siempre lo son. Para nosotras, las novias, es un día único. Nos unimos al hombre que queremos y con el que pretendemos compartir el resto de nuestros días.

Yo llevaba dos años de noviazgo y habíamos decidido casarnos. Lo hice con alegría y deseosa de que se cumpliera el sueño de poder vivir el resto de mis días con él, con el hombre al que amaba.

El día llegó. Fueron muchos los invitados a nuestra boda. Cerca de 450 personas nos acompañaron. La familia del que iba a ser mi marido era extensa, la mía no era tampoco corta, pero la suya superaba con creces todas las previsiones. Y luego estaban los amigos. Los amigos de él. Cerca de 50. Conocía a gente en todos sitios y todos quisieron acompañarle en el día de su boda.

La boda en sí transcurrió normal. Nos casamos por la mañana a las 12 de un día soleado. La iglesia fue bien, luego llegó la comida y todos nos dimos un gran festín, y luego vino la tarde y nos fuimos a la que iba a ser nuestra casa. Allí ya sólo fueron los amigos de mi marido y los míos. Las familias se alejaron de nosotros y dejaron a los jóvenes a sus anchas. Lo habíamos planeado bien, decidimos que en vez de ir a cualquier discoteca como hace la mayoría de la gente, nos iríamos a casa y allí tomaríamos las copas. Nuestra casa es grande, muy grande, pues mi marido procede de una familia acomodada y en ellos, todo o casi todo, es lujo. La casa donde íbamos a vivir estaba en consonancia con su status.

Todos juntos nos dirigimos a la que iba a ser mi casa, amigos y familiares más jóvenes.

Todo sucedió sin explicaciones y sin darme cuenta. Quizás fuera muy rápido, aún no lo sé. Los amigos de ambos tomaron la casa y se sirvieron bebidas y cada cual se enrolló con su novia, mujer o pareja, hablando o bailando. Algunos formaron pequeños grupos y los que estaban solteros, la pasaban tomando copas y riendo con sus comentarios sacados de tono.

Una de mis amigas, al oírme decir que me iba a quitar el vestido, me dijo que esperara que me íba a hacer unas fotos, cosa que hizo sin demora. Luego vino la sorpresa que me dio el que ya era mi marido.

Me dijo que le acompañara a nuestra habitación que me iba a dar una sorpresa. Me tomó de la mano mientras en la otra sostenía el ramo de novia y me guió hasta nuestro dormitorio. Antes de entrar a la habitación propiamente dicha, en el vestidor, me tapó los ojos con un pañuelo negro y me lo ató tras la nuca. Me dijo que no tenía que ver nada, pues era una sorpresa. Yo le dejé hacer y le seguí, una vez cegados mis ojos, hasta el interior de nuestra habitación.

Allí se paró en el centro de la habitación y me besó. Me besó dulcemente en los labios. Le pregunté en un inciso que cual era la sorpresa que me iba a dar y el me contestó que no tardaría en descubrirla. Siguió besando mis labios y acariciando mis pechos y deduje que la sorpresa que me iba a dar era echarme un polvo allí mismo vestida de novia y confieso que eso me excitó.

Me dejé llevar por la pasión de sus besos y por los tocamientos a los que me estaba sometiendo por encima del vestido y abandoné el ramo que cayó a mis pies. Luego eché una mano a su pernera del pantalón y pude notar como el bulto había adquirido gran tamaño. Ya no me cabía duda, el quería poseerme allí mismo vestida de novia y yo estaba dispuesta a darle un buen polvo, que por otra parte me dije, no olvidaría jamás.

Me abrazó y me rodeó con sus brazos. Siguió besándome y me oyó decirle al oído un "Hazme el amor" que le satisfizo plenamente. Por el momento sólo se limitaba a besarme y a meter la mano por el escote de mi vestido para tocarme los pechos y juguetear con mis pezones. Yo a mi vez, le bajé la bragueta del pantalón y metí la mano dentro hasta encontrar lo que andaba buscando. Su polla.

Una vez la extraje del interior de su pantalón, me agaché de rodillas en el suelo y me la metí en la boca. Pero mí sorpresa fue mayúscula cuando unas manos a mi espalda, comenzaron a desabrocharme el vestido. Supuse en un principio que eran sus manos, pero más tarde otra mano me ahuecó el vestido y ascendió por mis muslos y mis nalgas. Aquello me dejó desconcertada pues ya eran tres las manos que me tocaban, no lo pensé de inmediato pero al cabo de unos segundos algo no me concordaba, así que saqué la polla de mi boca y pregunté a mi marido que es lo que pasaba.

El me dijo muy tranquilamente que siguiera haciendo lo que había dejado de hacer y que no me preocupara de nada, que todo estaba bien. Yo pregunté que quien me tocaba y el me dijo que alguien. Esa fue toda su respuesta. Traté de quitarme el pañuelo con el que me había cubierto los ojos pero el me lo impidió. Después, después fueron más manos. Yo no sabía cuantas, pero al menos eran seis u ocho las que se apoderaron de mi cuerpo. Pensé por un momento, que dado que mi marido era consciente de lo que allí estaba pasando, tal vez serían algunas amigas mías, pues he de reconocer que en mi grupo de amigas las hay muy lanzadas. Entonces vino la sorpresa, o el principio de sorpresa.

Otra polla que no era la de mi marido se acercó a mis labios invitándome a chuparla. Y sé que no era la de mi marido porque la suya la sostenía yo con la mano. No quería hacerlo pero mi marido me obligó a ello. Obedecí y mientras chupaba aquella polla pensaba en mi marido. El estaba allí, viendo todo, y el era el promotor de aquella situación. Luego él me abandonó para quitarme el vestido, que ya estaba desabrochado y me dejó sólo con las medias y las bragas puestas. Unas manos se hicieron con mis pechos y otra polla se presentó ante mí. Mi marido, una vez me hubo quitado el vestido, también me quitó el pañuelo de los ojos y pude ver lo que realmente estaba pasando.

Tres amigos suyos estaban rodeándome con sus pollas erguidas. Me quedé sorprendida y muda a la vez. Miré a mi marido mientras sus amigos me ofrecían sus penes para que los chupara. Mi marido me hizo un gesto, y como yo no quería entender que significaba, me habló para decirme que era el día de nuestra boda y esos, sus amigos, y que sabía que yo era de mente abierta y que no pasaba nada porque les diera un "regalo".

Que él así lo quería, se notaba a la legua. Le dije que no podía hacer eso, que no estaba bien. El me tocó un pecho y me besó en la boca. Cuando despegó sus labios de mi boca, una polla me golpeó entre mis nalgas. A la vez, alguien me había roto las bragas y andaba con su mano en mi raja, y no se como, pero pasó. Abrí la boca y engullí su polla no sin antes mirar a la cara del amigo de mi marido.

Mi marido me abrazó fuertemente cuando terminé de endurecer más ese pene y me llevó a la cama haciendo que me tumbara boca arriba. Allí, tan sólo con mis medias puestas, un amigo separó mis piernas y con su arrogante rabo me profundizó sin cuidado. Evidentemente yo no era virgen, pero si lo hubiera sido el me hubiera desvirgado de un empujón. Una vez la tuvo incustrada comenzó a bombear mi cuerpo. A los pocos minutos se apartó de mí y dejó que su lugar lo ocupara otro de los amigos de mi marido. Si bien es cierto que con el que me acababa de abandonar no había sentido placer, con este si lo comencé a notar. Unos gemidos se escaparon de mi boca. Pronto quedaron silenciados, pues el primero que me había follado me puso su pene entre mis labios y yo lo tomé con decisión. Mi marido me miraba tranquilamente a la vez que se masturbaba. Cuando el segundo amigo me la sacó también se acercó a mi boca. Allí lamí las dos vergas. El tercero ocupó su lugar de idéntica manera que el anterior. Más de lo mismo. Por último mi marido me penetró con violencia y dando alaridos.

Cuando mi marido se cansó de sondear mi cuerpo se apartó y se reunió con sus amigos. Me senté en la cama. Y vino el no va mas.

Mi marido se tumbó encima de la cama y me echó encima de el. Comenzó a besarme a la vez que noté como unas manos separaban mis piernas y un nuevo pene se introducía en mí. Mi marido jugaba con su lengua en la mía mientras su amigo me proporcionaba un orgasmo fantástico. Antes de correrse me la sacó y eyaculó sobre mi espalda. Pensé que había terminado todo. Pero otro de los amigos ocupó el lugar abandonado. Con los estertores del orgasmo en mi cuerpo, se introdujo en mí y comenzó a bombear con rapidez. Yo creo que el orgasmo no cesó. Aquella follaba me hizo estar unos minutos sintiendo algo que jamás había sentido hasta ese momento. Se corrió en mi espalda también.

Esperaba la tercera penetración pero esta no se produjo. Me quedé sin saber quien era el amigo que aún no me había follado. Pero pronto lo descubrí.

Noté una lengua en mi raja y mientras mi marido me besaba, el dueño de esa lengua que me lamía escupió en mi ano y me la clavó por detrás. Unas lágrimas asomaron a mis ojos, rápidamente secados por los dedos de mi marido que me sonrió. Me dijo un "No te preocupes, todo está bien, no pasa nada".

Fui de los cuatro. Cuando el que me daba por el culo terminó de poseerme me quedé dolorida. La orgía en la cual fui protagonista me dejó saciada y escocida.

Cuando acabaron, tuve que ir al baño a ducharme, pues su semen me desbordaba por completo. Después y aún atónita con lo que había pasado, saqué fuerzas de flaqueza y me mezclé con los demás amigos. No pude evitar mirar a mi marido y a los amigos que me habían poseído en nuestra habitación. Estaban charlando y riendo. Me sentí humillada.

Días más tarde, me masturbé pensando en la sensación que provocó en mí tener ocho manos sobre mi cuerpo. Me corrí como una loca. Eso me excitaba. No me recreé en el fondo de la cuestión ni en la forma, sólo pensé en el placer físico que me proporcionó aquello. Me excitaba. Y me excitaba tanto que opté por hacer algo de lo que aún, después de llevar dos años casada, no me arrepiento.

Como quería revivir aquella sensación opté por llamar a los tres amigos de mi marido. Los cité en un bar del centro de la cuidad. Hablé con ellos claramente de lo que quería. Les dije simplemente que lo que pasó el día de mí boda me gustó mucho. Quería repetirlo, pero sin que su amigo, mi marido, supiera jamás nada. Les dije que en el momento que mi marido se enterara de aquello, lo cortaría de inmediato y lo negaría todo. Ellos aceptaron y nos estuvimos viendo cerca de un año entero. Me follaban los tres, normalmente en algún hotel. Yo quedaba extasiada, pues ellos no se cansaban nunca y además, estaban solteros. Pero lo que yo no sabía era que mi marido era sabedor de lo que estaba haciendo.

Sigo sin saber quien fue el chivato. Sigo sin entender como lo supo. No me lo quiere decir. Pero mi sorpresa de verdad, llegó hace unos meses.

Yo seguía con los tres manteniendo nuestros polvos y suponía que mi marido no era consciente de lo que pasaba, pero una tarde invitó a una amiga mía a nuestra casa y a sus tres amigos. Me mosqueó el tema pero no le di mucha importancia. La importancia vino después cuando mi marido dijo dirigiéndose a sus amigos que era la hora de empezar.

Como no sabía de qué iba la historia, le pregunté que pasaba. El me respondió muy llanamente, que se iba a follar a mí amiga mientras veía como sus amigos me follaban una vez más. Que total, que después de llevar tanto tiempo follando en hoteles con ellos, no tendría inconveniente alguno en hacerlo en nuestra casa, más concretamente en el salón. Me quedé helada, sin palabras, pero ellos tres me echaron las manos encima y me despojaron de mis ropas y comenzaron a follarme uno tras otro mientras yo lloraba viendo como mi marido follaba con mi amiga y nos miraba sonriendo.

Hoy soy una mujer, que después de dos años, vive sólo para los amigos de mi marido. Vienen a mí casa cuando quieren, sólos o en grupo y siempre vienen a lo mismo. A follarme. Mi marido por su parte sigue follando con mi amiga. Parece que esta situación es aceptada por todos. Y lo malo de todo esto, es que a mí me gusta follar con ellos tres, y que mi marido me vea gozar con sus pollas.

Lo de mi amiga, es simplemente pasajero. Se que ella es muy liberal y un poco fresca, aunque a lo peor la guarra soy yo. No doy importancia a los polvos que mi marido le echa, pero confieso que he llegado a pensar que se lo pasa mejor con ella que conmigo, pues rara vez él se digna a ofrecerme su polla. Con las de sus amigos, cree que tengo bastante.

El problema nos viene ahora, pues uno de los amigos de mi marido se casa. Hemos hablado todos y el nos ha dicho que quiere que hagamos en su casa, el día de su boda, lo mismo que pasó en la mía. Pero hay un pequeño problema, su novia es mi hermana menor. Y ella no sabe nada de esto. Y yo no quiero insertarla en nuestra rueda. No soportaría ver a mi marido follando con ella. ¿Qué puedo hacer?

Coronelwinston