El día de la Madre (Parte 2)
Descubrí que no solo yo pretendía al único varón de la casa, mis dos hijas ya habían fijado su atención en él, y especialmente la mayor. Marcela se alzaba como una seria competidora por la hombría de Mi Alex, solo quedaba ser mejor hembra y practicar el fair play compartiéndolo. No quedaba otra.
¡Hoy día, la contaminación de las redes sociales, con el excesivo bombardeo de información con publicidad cargada de erotismo, así como el fácil acceso al porno que consumen los adolescentes, los hacen inmunes a cualquier amoralidad y por supuesto al incesto! Para ellos follar es una actividad más en sus relaciones sociales , una forma de comunicarse y de expresar lo que desean o sienten, de la satisfacción inmediata sin esfuerzo de aquí y ahora, hasta el punto de pensar que es mejor follar sin condón. Y eso lo llegaba a entender como un avance en el la sociedad libre y un retroceso en los valores o un cambio de ellos. Así que yo sin pretensiones de entrometerme me retiré de la puerta rumbo a la calle sin hacer ningún ruido. Durante todo el día solo pasaba por mi mente que pasaría después de eso que había visto, se terminaría mi confianza para ellos… mi otra hija estará involucrada también bajo la influencia del magnetismo sexual de Alex, a pesar de tener solo 12 años. Puedo decir que deseaba como nunca ser atascada y partida en dos por el rabo de mi hijo…, el calentón que llevaba para el trabajo era de órdago, ese cabronazo me excitaba como una perra, y ahora al saber que tenía una competencia muy seria en casa con Marcela, debía de ponerme las pilas si quería calzarme regularmente a ese bomboncito, a ese que una de las hembras de casa y algunas de fuera, parecía rifárselo.
No tenía fuerzas morales para enfrentarme a ellos, si lo hacía también quedaría expuesta y todo podría ir por unos derroteros indeseables perdiendo la confianza y cariño de mis hijos, lo único que más quería y tanto me ayudaban a salir de mí larga y profunda depresión. Fue la fortaleza de sacar adelante a mis hijos lo que me ayudó a salir del socavón en que me hundí con la muerte de su padre, sin embargo quien más puso de su parte fue mi hijo quien supo consolarme curándome mi penosa calentura e inoculándome la mejor medicina antidepresiva. Durante los siguientes dos años a la muerte de José Luis me diagnosticaron insomnio agudo , me despertaba y me levantaba a caminar como sonámbula, aunque más o menos consciente de lo que hacía entraba al cuarto de mis niñas, las observaba dormir unos minutos y luego hacia lo mismo con mi niño. Se convirtió en casi una costumbre. Una vez más esa noche de verano al llegar al cuarto de mi hijo me quedé contemplando a un adonis mientras dormía plácidamente, le acariciarle la mejilla y luego el pecho, abrió los ojos, intercambiamos un par de miradas y luego salí de ahí un poco avergonzada por haberle espiando mientras se follaba a su hermana mayor, aunque él no lo supiera, en mi cabeza retumba la culpabilidad de haber descubierto su secreto. En mi cabeza aun retumba la imagen de su ariete perforando a Marcela, y como sus bolas se agitaban aporreando el coñito de su hermana…sus jadeos y gemidos que se acompasaban a cada empellón, así como el deseo de ser yo la hembra follada por mi macho . El fresco de la noche en el balancín del patio aliviaba mis calenturientos pensamientos, me quedaba contemplando las estrellas de un cielo raso esperando llegase Morfeo a acurrucarme entre sus brazos y dejarme descansar…, sin embargo sentí a mi niño acercarse a mis espaldas, poniendo sus manos sobre mis hombros… -“¿Estás bien?” Preguntó como otras veces, me abrazó tierno. No puedo explicar porque lo hice… tomé sus manos con las mías, llevándolas a mis tetas… -“¿Te duelen…?” Preguntó inocentemente, suspire hondo por respuesta hinchando mi pecho a la vez que ejercitaba más presión. “Tienes unos pechos preciosos mamá… son las tetas que más me gustan de todas las que conozco.”
Comenzó a la sazón a masajearlos suavemente henchida de orgullo por sus palabras… la sensación fue deliciosa, los sentí ponerse tensos como hacía mucho no pasaba, me recargué contra él unos instantes después a cada apretoncito en las tetas me hacía desear más el siguiente. Tomé el escote del camisón y lo bajé destapando mi buen par de mamas ligeramente caídas por su peso, pero tersas como globos hinchados, con unos pezones grandes y oscuros semejantes a dos ciruelas maduras…. La piel de sus manos sobre mis ubres desnudas transformó mi cuerpo en una antorcha, no nos mostrábamos como familia desde hace tiempo . Así continuó amasándolas un poco más hasta que de repente me pellizcó ambos pezones de tal forma que me hizo estremecer hasta los huesos arrancándome un largo gemido de placer doloroso, las piernas me flaquearon y habría terminado en el suelo de no ser que estaba sentada en el balancín firmemente agarrada por mi retoño…
-“¡¿Te gusta así mamá?!” Se atrevió a retarme apretando con firmeza.
Negué con un movimiento de cabeza afirmándole mi lascivia jadeando, repitió el pellizco en los pezones cimbrándome hasta el alma, una serie de gemidos entrecortados escaparon de mi garganta, mi cuerpo se volvió gelatina, sin poder sostener mis deseos resbalé al abismo del averno entre sus brazos, completamente rendida a mi macho. Mi Alex se posicionó delante de mí de rodillas, metió la cabeza entre mis piernas con mis muslos ligeramente ladeados y se inmiscuyó en el coño de su madre ladeando mis cómodas y desgastadas bragas blancas de algodón, para acto seguido hacerme un cunnilingus demencial. Recorría de abajo arriba la raja que procuraba abrirle para que su lengua saboreara el néctar rezumante de mi coño ardiente… su lengua jugaba con mi ano… me puso como una perra, luego fue subiendo por el perineo hasta alojarse en mi conducto follándome con toda ella, se atiborraba de mi sexo mientras le acariciaba la hermosa cabellera entrelazando mis dedos en su pelo. Su nariz golpeaba mi clítoris con toda la boca acoplada a mi boca vaginal…tal para cual. Al rato lamía mi interior hasta llegar al desvergonzado clítoris de su madre…duro y espigado, deseoso de ser mamado con la mejor de las torturas. Así lo hizo, el muy cabrón sabía bien como elevarme al cielo y sustraerme hasta el infierno en una montaña rusa de sensaciones impúdicas. Postrado entre mis piernas se hallaba el mismo ser humano que no hace muchos años era un niño que me pedía le comprase un chupachús, el tiempo había pasado tan deprisa que no me daba cuenta que ya era todo un macho. Hurgaba en mi coño dándome placer sin sucumbir en el cansancio, su mandíbula se agitaba golosa y la lengua más bien parecía la de un perro lamiendo desenfrenadamente… ¡Me estaba llevando al orgasmo! Le apreté con mayor contundencia, lo entendió rápidamente comiéndome la pepita con mayor fiereza ¡Y estallé! Él continuó entre mis convulsiones como un animal de presa ante su víctima que no suelta agotándolo al final de su “muerte dulce”.
Sus dedos se habían apoderado de mi conducto vaginal y su boca del clítoris, en el momento que solivianté mi chorro de fluido contra su cara. Me dejé caer sobre el respaldo del balancín extasiada en tanto él me comía el conejo y se bebía mi corrida . Nunca pensé que un hombre pudiera hacer eso, pero ahí tenía al mío. Finalizada la explosión de mi cachondo cuerpo, se sentó en el fresco césped sobando mis muslos entre tanto me recuperaba del sopor orgásmico, pero pasados unos minutos me afiancé contra él con el deseo propio de una zorra…deseaba besarle en agradecimiento a su excelente trabajo oral en mi chumino, y entonces comiéndonos la boca me desequilibré cayendo sobre él. Rodamos sobre la hierba como dos enamorados, riendo despreocupadamente del entorno…, tendidos nos volvimos a besar mientras nuestras manos nos palpaban toda la orografía de nuestro cuerpo. Sentí su hombría recia en todo lo alto, y a mi niño no lo dejaría condolido en sus testículos severamente cargados de leche urgente de expedir. Así que su madre se dispuso para aliviar la inflamación generosa del que se servía el muchacho… pegué mis tetas sobre el fresco césped y al segundo, mi hijo tras de mí levantó el camisón a la cintura bajando hasta mis nalgas con su lengua, las separó con las manos haciéndome notar su húmeda lengua. Se irguió y entonces sí, fue cuando sentí la punta de su virilidad buscar entre la raja…
-“¡¿Estás segura que lo quieres mamá…?!” Preguntó el cabrón como si fuera la sentencia de un juez….
-“No seas tonto y hazme tuya ¡Tómame! ¡Haz feliz a tu madre de una puta vez! ¡Fóllame como tú sabes y no me hagas esperar más…!” Musité calenturienta mi obscenidad.
La fue metiendo deliciosamente despacio, dejándome sentir como poco a poco se abría paso en mis entrañas , tuve que abrir grande la boca, como si me faltara el aire, dejando escapar un gemido tan largo como duró la incursión de esa penetración. Me la dejó completamente clavada unos segundos, y luego tomándome por las caderas inicio el sacarla casi toda, para enseguida volver a empujarla hasta dentro, con movimientos lentos pero firmes tomándose su tiempo y así dejarme gozarla más, sacándola y metiéndola una y otra vez…, dándome un placer que ya hacía mucho no sentía y tanta falta me hacía. ¿Y qué si era mi propio hijo el que me estaba poseyendo? Es un hombre como cualquier otro, con la ventaja que me hará el amor, pensaba apartándome los demonios de la mala conciencia.En ese momento en mente, cuerpo y alma… toda yo era simplemente una hembra en celo dichosa de entregarse a su semental, y lo demás no importaba. Solo quería sentirlo en lo más hondo de mi ser, y juro que aquel pedazo se notaba duró e inflamado en mis paredes vaginales.
Mi hijo me follaba delicioso, dilatando mi coño y estimulando cada terminación nerviosa de cada pliegue de mi vagina, provocándome en su mete saca más placer. Entremezclados con las inserciones cadenciosas, también estaban las arrebatadoras…con las manos firmemente sobre mi pelvis, me la ensartaba con rudeza con tres, cuatro o cinco pollazos , arrancándome una serie de jadeos y gemidos mezcla de una enorme delectación por lo profunda que la enterraba. Su grosor y largura hacían mella en mi ajado conejo desentrenado para una vigorosidad tan tremenda, y de pronto arremetió fuertemente a fondo llegando hasta la boca de mi estómago… ¡El muy animal! ¡La dejó clavada por completo hasta los huevos! Sus frondosas pelotas calientes las podía sentir sacudiéndome el perineo, en tanto sus manos se apoderaban de mis tetas y nuestros cuerpos se acoplaban juntando su frente con mi espalda, me besaba el cuello y mi boca buscaba la suya con devoción notando como la dureza de mis pezones era calmada con sus dedos sin dejar de martillear con el fornido ariete de 18 cm mi acogedor coño. Al rato de comernos las bocas se alzó sujetándome de los hombros y eso ledaba mayor eficacia de penetración en el útero de su madre… la hundía sin remedio en lo más profundo a mayor cadencia, y eso solo significaba una cosa tratándose de un macho follándose a su hembra… así que me la saqué y me di la vuelta, esta maniobra retrasaría la follada unos minutos más. Me despatarré de espalda a la fresca hierba y mi chico posó mis muslos sobre los suyos enfilándome el cipote en mi coño entreabierto…en esa postura cuasi de rodillas se volvió a follar a su madre dándome el mandoble recio de mandarme todo el rabo hasta el fondo de una sola estocada.
Me sentí llena de nuevo, percibía su glande hinchado frotar mi interioridades más íntimas , las que solo dejaba para él…daba bien duro agitando mis carnes con mis tetas pesadas ligeramente caídas a cada lado de mi torso se movía como flanes, mientras la polla de mi hijo horadaba las profundidades de mi vientre notándose a la vista el abultamiento que producía al insertarla por completo. Me hallaba fuera de mí, en el séptimo cielo después de más de veinte minutos siendo follada por mi muchacho, entre penetraciones rápidas y otras más lentas notando sus genitales acoplados a los míos. Su aguante solo era fruto de haber follado antes o no se explicaba. Entonces se amoldó a mi cuerpo sobre mí, lo besé con devoción y lujuria, ¡Cómo deseaba tenerlo entre mis piernas! Su olor a macho me exacerbaba abrazándolo con locura, apretando de su culo contra mí para no dejarlo escapar del interior de su madre. Su juego de cadera decía todo lo buen follador que era…mientras nos comíamos la boca no cejaba de hundirse en mi coño, al que tenía mojado y ardiente como un volcán, después me mamaba las tetas succionando de mis pezones como un niño malo llevándome al dolor placentero de sus chupones. Mis manos no dejaban de recorrer toda su piel, sus músculos tensos y sudorosos tensándose y relajándose a cada envión…poco a poco iba en aumento su ritmo cardiaco, su cadencia de penetraciones y su urgencia…
…Percibí sus espasmos entre gemidos roncos, justo en el momento que una deliciosa calidez aparecía en lo profundo de mi vientre. Lo besé y nos unimos en un morreo lascivo entregándonos nuestras lenguas… entonces el conducto vaginal se apretó contra el enorme trozo de carne, como si quisiera ordeñarle hasta la última gota de semen. Era increíble como en más de media hora mi hijo me amó de una manera totalmente diferente a como lo hizo en casa de los tíos, nada comparable a lo sucedido con su hermana Marcela. Fue salvaje y amoroso, visceral y generoso en aquel polvo sobre la hierba recién cortada de esa tarde, me reconfortó como mujer, pues no me sentí para nada usada como desahogo del semental que necesita expeler su esperma en el interior de una hembra receptiva. Nada de eso, por el contrario me sentí amada , incluso cuando comencé a percibir la hinchazón de su verga entre mis paredes vaginales, advertencia de la venida del macho tras unos cuantos mete saca algo más imperiosos. En ese instante puede notar el primer chorro de leche derramado en la misma entrada de mi conducto uterino, colmándome de sensaciones extrañas, le siguieron concatenados otros tantos por las soliviantadas y contenidas ganas de poseerme .
Me sentí una mujer completa en cuerpo y alma al sentirme amada e inseminada por mi adorado hijo, el cual se mantuvo unos segundos clavado a tope hasta a misma raíz haciéndome sentir sus librados y agotados testículos, preparados para producir otra buena dosis de leche cuya dueña volvería a ser yo, de eso me encargaría seriamente con plena de seguridad…. En tanto perduró la inseminación nos recreábamos con nuestras bocas, mirándonos directamente a los ojos sin vergüenza alguna, sabiendo que todo aquello solo era amor sobre todas las cosas…una forma diferente de amarse una madre y su hijo, pero amor al fin y al cabo. Al terminar quedamos abrazos entre la hierba y el cielo estrellado, me sentía feliz y completa como mujer y madre…, sentí la buena sensación del trabajo bien hecho con mi hijo. Se paró frente a mí tendiéndome la mano, le di la mía ayudándome a incorporarme, me acomodé el escote en su lugar y esperé a que él me subiera las bragas por su propia iniciativa, luego abrazados de la cintura caminamos hacia dentro de la casa. Me ayudó a llegar a mi cuarto, ya que las piernas aún me flojeaban un poco, parecían no obedecerme bien. Mi hijo se esperó a que me acostara, me dio un tierno beso en la boca con un poquito de lengua, lo retuve unos instantes deseando se quedara custodiando mi sueño, pero se marchó a dormir a su cuarto… Por la razón que fuese no captó mi indirecta esperando con todo mi apetito que cambiase de opinión y se quedara a mi lado el resto de la noche.
Por la mañana desperté muy temprano, al principio supuse solo un sueño erótico, pero luego el discreto picor de mis labios vaginales y la pegajosa humedad de los mismos, me hizo comprender la realidad. Supe que había cometido de nuevo un escalofriante acto incestuoso , un chispazo recorrió todo mi cuerpo como un rayo, como respuesta a lo que se supone debería sentirme inmensamente culpable y llorar hasta quedarme sin lágrimas, no obstante me sentía todo lo contrario. Me hallaba plácidamente relajada y extrañamente feliz. Ese día, transcurrió como si nada, mi retoño se comportó igual que siempre, como si nada diferente hubiera sucedido en lo cotidiano de nuestra vida , me alegré que así fuera pero dudé de mi cordura, llegando a creer que efectivamente solo había sido un sueño. Por la noche ya estaba en mi cama y llegó a darme un beso de buenas noches como a veces acostumbraba. Antes de que se fuera le tomé la mano, y mirándolo fijamente le pregunté…
-“¿Qué paso anoche mi amor? No tengo claro todo lo ocurrido…” Bajo la mirada con cara de culpable…
-“¡¡ ¿No lo recuerdas?!!” Preguntó un tanto contrariado.
-“Solo dime si lo del jardín pasó o lo soñé, porque me parece tan irreal…”. Supliqué, suspirando confirmo.
-“No fue un sueño, mamá. Pasó, como pasó lo de la casa de los tíos. Tanto en aquella ocasión como en esta…, yo… yo no sé porque lo hice, perdóname mamá… todo fluyó tan normal que me dejé ir”. Terminó diciendo con los ojos vidriosos.
-“No tengo nada de perdonarte mi amor, de nada tienes la culpa”, le dije consolándolo. “Si de algo eres culpable es de hacerme feliz…, solo puedo darte las gracias por todo. Gracias a ti estoy mejor. Lo curioso es que ahora cada día necesito menos fármacos y mucha más de tú medicina”, dije al final…, esbozó una tenue sonrisa cómplice de alivio y se marchó.
…Durante semanas seguí con mi rutina medio en trance, de pasar por el cuarto de mis niñas e hijo, observarlos dormir y luego regresar a mi cama de nuevo. Una de esas tardes, antes de la ronda nocturna por el insomnio, me topé con mi niño que salía de bañarse, iba envuelto en una toalla en la cintura con el pecho descubierto. Me impactó de alguna manera verlo así, no sé porqué, pero creo que influyó para lo que pasó horas después. Igual que en otras ocasiones, desperté a media noche como hipnotizada, pasé sin entrar por el cuarto de las niñas y cerré la puerta, me dirigí al cuarto de mi retoño, sentándome en la orilla de la cama, lo observe dormir unos instantes. Era la viva imagen de su padre que tanto amé y extrañaba. Le hice una cariñosa caricia en la mejilla, luego casi sin darme cuenta lleve la mano a su pecho acariciándolo un instante, luego hice lo mismo en su vientre y finalmente la mano se me escapó deslizándose bajo el bóxer. Encontré su virilidad dormida , pero al contacto con mi mano bajo su calor, en unos segundos creció a un tamaño y dureza increíbles. Medio sorprendida de inmediato me topé con la mirada de mi niño…
-“Disculpa mi vida no quise despertarte”, le dije, en verdad solo quería sentir su cuerpo.
Salí de su cuarto dispuesta a ponerme en manos de Morfeo, sin embargo me pies me llevaron escalera abajo a la cocina y finalmente al jardín, instintivamente mis pies guiados por la calentura me llevaron al lugar de apareamiento. En un par de minutos sentí a mi muchacho acercarse desde atrás, me abrazó por la cintura y preguntó… -“¿Te sientes bien?” Asentí moviendo la cabeza. “¿Te puedo ayudar en algo mamá?”
-“Sí mi amor acaríciame, abrázame y no me sueltes en toda la noche…”, respondí suspirando.
Subió las manos a mis pechos, apretándolos con suavidad, -“¡¿Así?!” No contesté, giré sobre mis talones quedando frente a él, levante la cara mirándolo a los ojos ofreciéndole los labios, me dio un besito en la boca, y luego otro más apasionado con lengua mientras sus manos me bajaron el escote, apoderándose de las mamas, amasándolas en un sobo descaradamente varonil. Le correspondí al beso con otro más intenso, con una mano en su nuca atrayéndolo hacia mí, mientras la otra, encontró el mazo duro y caliente que le cuelga entre sus piernas. Soltó mis tetas entre besos ardientes, con una mano me abrazó por la cintura y la otra bajo le camisón se plantó entre mis muslos, frotó unos segundos la raja de mi coño depilado en exclusiva para él, de abajo arriba parándose en mi enervado clítoris, antes de insertar dos dedos en la cueva de mi conejo hambriento tetando las húmedas paredes. Por instinto separé las piernas dándole mayor libertad, mientras yo no soltaba el mostrenco de verga que ya mostraba… jugaba con ella recorriéndola a todo lo largo palpando su dureza, las rugosas venas hinchadas y nervios que irrigan de sangre el duro capullo de mi chico, solo lo soltaba para asirle la masa de sus cojones bien cargados de rica leche, y estrujárselos con desazón… no sé cómo no le hacía daño¡Tenía unos huevos de toro bien duros! Llego el momento que ya no soporte la increíble gama de sensaciones, besos ardientes con lengua viperina explorándome la garganta, sus dedos hurgando dentro mi vagina follándomelo lascivamente, mi mano ansiosa apretando el virilidad de mi hijo hasta dolerme las falanges de prensarlo fuerte.
¡Joder no pude más! La fuerza abandono mis piernas, me dejé caer de espaldas al césped abierta de piernas, ofreciéndome impúdica completamente despatarrada…, ni un segundo tardó en caer sobre mí. No sé en qué lapso de tiempo se desprendió del bóxer por completo, pero su erguida hombría se alzaba musculosa hacia la estrellas y en aquella posición del misionero iba enfilada a la raja de su madre. El calor me sofocaba, su aroma a macho me sublimaban cortocircuitando mis sentidos y su polla rígida me golpeaba el coño… Tras el tercer intento apuntillando con tan solo su cadera, la punta del rollizo capullo dio en la diana de la entrada vaginal penetrándome al instante… -“¡Aayyyy!” Gemí al sentirlo llenándome más profundo de lo que podía aguantar el canal por donde un día le di a luz. Detuvo el embate…
-“¡¿Te ha dolido mamá…?!” Preguntó preocupado el atento chaval…
-“No tanto como la ganas que tengo de tenerte dentro de mí… ¡Sigue! ¡SIGUE!” Supliqué perdida en el más lujurioso de los deseos de sentir a mi hombre.
Mi niño obediente, volvió a la tarea, retirando el ariete casi completo de mi ardiente chumino para volverlo a empujar hasta la raíz haciéndome percibir todo el pasaje de su orondo capullo inflamado. Pronto el interior de mi útero se acostumbró al largo y grueso tronco que lo invadía, haciéndome gozar con cada avance al más profundo e íntimo rincón de mi feminidad. ¡¡Me volvía loca cada punzada, cada pollazo de mi muchacho!! Febril me vi moviendo la pelvis de arriba abajo apoyada en los pies, siguiéndolo al compás, para lograr tenerlo completo dentro de mí haciéndome notar el golpeteo del buen par de huevos cargados de la más rica leche potente y fecunda que un semental pude dar a su hembra. No conforme con eso, lo abracé por la cintura con las piernas clavándole los talones en las nalgas, como si quisiera, ya no solo su virilidad en los más profundo de mí ser, si no toda su humanidad en el interior de mi vientre… Su aroma a macho me llenaba las papilas gustativas, el calor y tacto de su cuerpo era una catapulta al gozo. Era maravilloso sentirme perforada por la juventud de Alex, la maestría de sus movimientos de cadera sin agitar todo su cuerpo, le dotaban de un talento innato para follar, y todo eso era algo más que subjetivo, lo veía y percibía en mis carnes, no eran sensaciones libidinosas en trance orgásmicas.
No niego que mi desesperación me llevase a desear que su semilla germinara haciéndome una panza, llevada por una delectación cada vez más intensa, más desesperante, más inaguantable, me oía gemir, suspirar y jadear a cada ensartada, hasta que de repente aumentó los vaivenes al interior de mi barriga a través de mi acceso uterino, percibiendo un aumento del volumen de su mazo a la par de una sólida tenacidad vigorosa…, y de pronto se contuvo, se quedó muy dentro de mí gruñendo como animal herido, al tiempo que en lo profundo de mi vientre se iba llenando de un delicioso ardor producido por la lava que su pollón expelía. Imaginé la cabezota de su miembro lanzar abundantes chorros de tibio semen , inundando por completo la misma entrada de la matriz. Nos quedamos inmóviles unos minutos besándonos tiernamente por todos lados al alcance, pero sobre todo unimos las bocas jadeantes en tanto sus flamantes cojones desovaban a placer la última lefa en la necesitada vagina de su madre con nuestros sexos perfectamente acoplados…Esa noche todo ocurrió muy rápido, apenas eyaculó pasados los cinco minutos, no me corrí pero eso me dio igual, su contundencia y el apremio de vaciarse daban muestras claras de lo mucho que le gustaba follar con su madre, satisfaciendo mi ego de madre y hembra.
Algo más calmados, recuperado el pulso normal del agitado corazón pulsando a más de 150 ppm en el mismo instante de la inseminación, se elevó sobre sus robustos brazos a modo de flexión extrayendo todo el cipote embadurnado, tras ello mi raja escupió un reguero de esperma espeso en un borbotón seguido de otro más licuado por la mezcla con mis jugos vaginales en el momento de incorporarse. Seguido se acomodó los calzoncillos, y luego me ofreció su mano para ayudarme a levantarme. En eso acomodo el camisón y me encaminé a mi cuarto como en una nube debido a la extrema descarga de dopamina que mi cuerpo estaba adquiriendo…, apenas toqué mi cabeza en la almohada, quedé profundamente dormida una noche más. Al despertar por la mañana, nuevamente me invadió la duda de si habría sido un sueño o real, puse un par de dedos sobre mi vulva, que se mancharon de la mezcla pegajosa de mis jugos sexuales y su semen, además de un ligero ardor por dentro. El intenso olor a macho se mantenía indeleble en mi conejo aun mojado…
Aquello me retrotrajo a la mañana siguiente de cuando me desfloraron y dejé de ser niña . En esa ocasión mi primo en el chalet de vacaciones de Mazarrón, Sebas de 25 años, armaba un cipote que me pareció enorme y me partió en dos a mis 14 años. Nunca se olvida tu desvirgue, y mucho menos el mío que duró cerca de media hora brutal, donde el chico me acuchilló sin raciocinio mi virgen y cerrado coñito corriéndose un par de veces dentro de mí sin sacarla…, me dejó traspuesta más de una hora hasta que recobré el control viéndome tirada en la playa de Bol-nuevo a las dos de la madrugada. Entonces era una mojigata inconsciente, pero ahora era bien consciente que estaba cometido incesto reiterado, nada comparable a cualquier otro buen sexo que hubiese tenido, pues lejos de sentir culpa alguna, me sentía de muy buen ánimo, porque poco a poco la depresión y tristeza se iban diluyendo con toda aquella nueva medicina que mi hijo me inoculaba vía vaginal. Sus atenciones hacia mí y cada gesto me servían de terapia, pese a que Alex se beneficiara de su hermana Marcela también.
Siempre creí ser una mujer celosa de mi hombre , pero con Alex no se mostraba en mí esa actitud… en un principio atribuí mi mala conducta al nuevo antidepresivo, y dejé de tomarlo para no volver a caer en tal inmoralidad, pero unos días después noté que aún los necesitaba, y no me quedó más remedio que volver con el tratamiento indicado por el psiquiatra, solo que opté por usar media dosis complementándola con la de mi hijo para dormir de un tirón toda la noche ¡Rellena de esperma mi vida se transformaba en un mundo más agradable! Me beneficiaba a mí y a mi hijo.
Pasaron solo un par de días tras mi último encuentro con mi muchacho , esa noche cayó un diluvio, los rayos y truenos no me dejaban dormir, casi como zombi me desnudé, caminé sigilosa por el pasillo, al llegar al cuarto de mis niñas, les cerré la puerta en completo silencio y continué al cuarto de mi crío cerrando la puerta tras de entrar. La oscuridad era casi total, rompiéndola de vez en cuando el destello de un rayo. Me senté en la orilla de la cama dispuesta a realizar todo el ritual de costumbre…, a tientas busqué su cara haciéndole algunos cariños en las mejillas, luego pase la mano al pecho palpando los pectorales firmes de suave piel. Alex encendió la tenue luz de la mesilla al tiempo que mi mano se deslizaba por su abdomen, apreciando su firmeza atlética haciéndola subir y bajar despacio mi mano lasciva al compás de su respiración. De ahí avancé un poco más abajo metiendo mi mano baso su bóxer y posándola sobre el aún adormecido apéndice que caracteriza la masculinidad…, bastó solo el roce de mis dedos para que en un instante aumentara su largura, su grosor a un tamaño descomunal, volviéndose duro como un tronco de roble.
Cerré el puño en su contorno, aunque fuera difícil abarcarlo en lo ancho. Lo fui recorriendo a todo lo largo hasta la roja cabeza en forma de casco alemán totalmente desprotegido de su prepucio , y de ahí a la empuñadura, repitiendo el paseo de mi mano continuamente durante unos minutos, para luego recostarme en la cama entre sus piernas, abrí la boca tanto como me fue posible, comiéndome el mostrenco pollón de macho que tiene Alex. No dudé en empujarlo hasta el fondo de mi garganta, para luego aprisionándolo entre mis labios, sacármelo lentamente unas cuantas veces, y con la lengua explorar el tronco a todo lo largo, rematando en el soberbio glande inflamado y brillante, lamiéndolo como si de una bola de helado derritiéndose se tratara. Lengüeteaba saboreándolo como una puta, después lamía con toda la lengua extendida para sentir en mi sensible lengua las rugosidades de sus venas hinchadas y una vez recorrida toda la orografía de su tronco llegar a las fastuosas pelotas de mi chico. Se asemejaban a dos bolas de derribo…hermosas, ovales y pesadas en un escroto suculentamente estirado que ante mis arremetidas se apelotonaban en una gran bola lapidariamente dura por la gran cantidad de esperma contenida. Los lamí ensalivándolos a conciencia, después me tragué huevo a huevo enviciada en ellos oliéndolos y chupándolos engolosinada ¡Ese gran escroto armado de los mejores testículos soñados me volvía loca! Después de castigarlos un buen rato volvía a su tallo mamando el glande, pajeando el resto del tronco y sobando con premura sus huevos… Esto lo hice varias veces notando como la respiración de mi niño se fue volviendo más profunda, con suspiros ocasionales. Me lo comí tanto como me lo permitió la garganta , apretando los labios al tronco me lo fui sacando, ya cuando solo tenía la punta dentro, el chico puso las manos atrás de mi cabeza empujándola suave, para hacerme comerlo de nuevo, lo que se repitió durante varios minutos, hasta presentir que pronto soltaría copiosos y caudalosos chorros indómitos de rica semilla varonil. Traté de quitarme, pero con las manos firmes sobre mi cabeza lo impidió, sus manos me amordazaron empujando hacia abajo logrando tocar con mi barbilla sus huevos, pues a la misma vez elevó su pelvis follándose la boca de su madre arreciendo sus idas y venidas… me trataba como a una puta y así me sentía yo envalentonada cuando una oleada de leche caliente brotó del miembro viril de mi amado hijo, sentirla en la garganta me produjo un instantáneo deseo de alimentarme de ella, como hambrienta tragué toda la que tenía en la boca.
Después, aferrada a su verga con una mano y la otra apretando sus testículos queriéndolos escurrir como a una esponja, comencé a recorrerla frenéticamente deseando ordeñarle sedienta hasta la última gota de esperma. Sin dejar de chupar y tragar el viscoso engrudo, cuando ya apenas salía un borbotón, pasé la lengua por todo el garrote lamiendo la que no logré mantener en la boca al expulsar los primeros chorros de lefa . Le lamí ensimismada todo el mástil, haciéndole un trabajo meticuloso de limpieza fálica hasta no dejar rastro de semen. Con un beso en los labios le hice saborear su aroma y regresé a mi cuarto quedando plácidamente dormida, mientras pasaba la lengua por los labios, saboreándolo. Me conformaba con ese poco pero generosa atención hacia mí, sabiendo que no tenía más remedio que compartirlo con otras mujeres , entre ellas mi hija Marcela. Esta salía con un chico demasiado formal para ella…, viendo en Alex la misma tabla de salvación que yo, para cubrir necesidades fisiológicas básicas, a falta de un agente externo a la familia que fuera presentable en la vida social en mi caso. Ese hombre cada vez se me resistía menos, quizás porque no se follaba con demasiada frecuencia a su hermana, claro que Marcela tenía a Guzmán comiendo de su mano, cuando no de su coño y por eso usaba poco a Alex… eso me daba ventaja de beneficiármelo con mayor frecuencia, si no entraba en el juego mi pequeña Cristina pese a sus solo 12 añitos. Sin embargo me preguntaba cómo llegó Marcela al extremo de follar con su hermano , por muy soso que fuese Guzmán, sé que se la follaba con regularidad, por los condones que de vez en cuando encontraba en el cubo de la basura cuando se quedaban solos algunas tardes…
Continúa...