El día amanece lluvioso

Sexo mañanero

El día amanece lluvioso, por lo que no me apetece salir a pasear como de costumbre. Tú aún duermes, después de una noche fatigosa en la que los dos polvos parecieron saberte a poco. Me reconcome la duda de si supe hacerte disfrutar lo suficiente, si te hube saciado. Creo que no fue así. Tras unos minutos mirando a través del cristal el caer de las gotas de lluvia, el discurrir de los riachuelos hacia su fin en la oscuridad y soledad de las alcantarillas y el trasiego de gentes bajo la protección de unos paraguas que parecen no ser suficiente para salvarse de ser mojados, decido compensarte por la falta de placer que creí ver ayer en tu mirada. Así pues, recorro la casa en busca de todo lo necesario y me dirijo a tu habitación. Te observo desde la puerta; tan sólo llevas ese tanguita que tan bien te sienta. Sigues profundamente dormida y eso hace que se me dibuje una sonrisa en la cara. Mi plan podrá llevarse a cabo.

De una bolsa saco unas cintas de colores con las que tantas veces has adornado tu pelo y te ato las muñecas al cabecero y los pies, a la altura del tobillo, bien sujetos a las patas traseras. De piernas abiertas te presentas espectacular y eso sin duda me provoca el ánimo necesario para continuar. Te vendo los ojos y comienzo a observar tu cuerpo semidesnudo, tus grandes pechos me parecen montañas desde cerca y me entran deseos de escalarlas a base de besos, pero eso será más adelante.

Tras hacer un repaso visual por tu cuerpo, me tumbo a los pies de la cama y, separando ligeramente el culote paso mi lengua por tu coño, en toda su totalidad. Aún está frío, pero igual de sabroso. Recorro cada uno de sus labios, para terminar centrándome en el clítoris, q aprisiono entre mis dientes para poder darle pequeños golpes con la punta de la lengua. Tras varias ocasiones decido retenerlo entre mis labios para lamerlo mucho más rápido de lado a lado intentando despertarlo poco a poco. Con un dedo jugueteo acariciando la entrada de tu coñito, recordando lo mucho que puede mojarse. Poco a poco, muy lentamente voy haciendo que entre dentro de ti, siempre de arriba a abajo, rozando cada milímetro. Noto cómo se va humedeciendo, a la vez que en mi boca el clítoris va ganando en rigidez. Sin embargo sigues durmiendo, ajena a todo lo que está sucediendo en tu entrepierna.

Cojo un poco de lubricante y empapo en él mis dedos. Ahora son dos los que se van abriendo paso entre las paredes vaginales recién humedecidas y uno el que lentamente va consiguiendo lo mismo por tu culito. Es el momento de pasar a la siguiente fase. De la bolsa saco un vibrador que aún no has llegado a estrenar. Lo embadurno de lubricante y lo introduzco lentamente hasta el fondo de tu coño, lamiendo mientras tu clítoris juguetón y ardiente, empapándolo bien de mi saliva. Cuando ha entrado en su totalidad y reposa dentro de ti, lo enciendo y vuelvo a colocar el culote tal y como estaba al principio, como si nada hubiese pasado.

Me siento en una silla a los pies de la cama; separo un poco las piernas y saco mi polla de la prisión del boxer donde aguardaba encerrada. Observo detenidamente cómo tu cuerpo tiembla levemente al ritmo que el consolador le marca; las primeras marcas de humedad comienzan a aparecer en el culote y  comienzo a masturbarme. Pronto, las emociones que embargan tu cuerpo te hacen despertar. Estás adormilada aún, y antes de que puedas darte cuenta de lo que está sucediendo me subo a la cama y coloco mi polla, aún creciente, en la comisura de tus labios. Quieres levantarte pero te das cuenta que eso será imposible. Miras a un lado y al otro de la cama y compruebas tus ataduras. Sonríes y sacas la lengua para lamer mi capullo sonrosado y respondo metiéndotela en la boca para que la saborees, pero no es aún el momento. Vuelvo a bajar en busca de tu coño para comprobar su estado; está muy mojado y el vibrador parece estar cumpliendo su función a la perfección, si bien tus jugos han hecho que se desplace, saliéndose de tu coño la mitad. Vuelvo a introducirlo y estiro del culote para que lo presione e impida de nuevo su salida. Me dirijo a tus pechos, a sus pezones abandonados que tanto ansío devorar. Están duros, pero sé que aún pueden estarlo más, así que comienzo a lamerlos y a mordisquearlos suavemente; los chupo, presionando los labios para sentirlos mucho mejor. Entretanto, una de mis manos ha vuelto a bajar a tu entrepierna para masajearte el clítoris por encima del culote; está ardiendo y la tela no es capaz de absorber tal cantidad de humedad y se ha transpirado ya al exterior. Por uno de los laterales discurre ya una brizna de jugos en busca de tus muslos y han aparecido los primeros espasmos, acompasados con el ritmo de tu jadear cadencioso. Es el momento de situarme encima tuya y frotar mi miembro erecto contra tu clítoris ardiente, siempre por encima del culote, pues después de hoy pasará a mejor vida. Presiono con fuera con la punta, como queriendo atravesar la tela a la vez que beso tu cuello y lo recorro con mi lengua de parte a parte. Tus jadeos incrementan su cadencia y su intensidad y aparecen tus primeros gemidos entrecortados. Mi polla alcanza su tamaño máximo y la dureza de un roquedo y el roce con tu entrepierna se torna continuo y acelerado, hasta que por fin, tu coño dice basta y te corres entre violentos espasmos y gritos de placer. Beso tus labios y bajo de la cama. De la bolsa saco unos clinex y algo que escondo en el puño para que no puedas reconocerlo. Bajo el culote hasta donde la elasticidad de la goma me permite y empiezo a secar suavemente tu ajetreado coño; tu aliento aún intenta recuperar su estabilidad y respiras de forma fatigosa. Te miro, sonreímos; tus ojos brillan de alegría y es el momento que estaba esperando. Saco el consolador de dentro de ti y lo seco, ya ha cumplido su misión.

Una vez limpio cojo la bolsa y hago ademán de guardarlo, pero sin tiempo de reacción vuelvo a introducirlo en tu coño para penetrarte con él a toda velocidad. Estás tan empapada que resbala con facilidad; lo muevo de un lado a otro para hacerte sentir su vibración en toda tu pared vaginal. Gimes con fuerza y eso me excita sobremanera. Es el momento de presentarte lo que escondía mi puño. Un vibrador específico para el clítoris. Lo enciendo y justo cuando estoy a punto de ponerlo sobre él, hundo mi boca en tu coño y el vibrador lo dirijo directamente a tu culo. Chupo el clítoris, aún ardiente y duro; lo lamo con velocidad, de un lado a otro con tan sólo la punta de mi lengua. Tus gemidos parecen ya incontrolables y eso me anima a continuar con más ahínco si cabe. Comienzo a hacer círculos con mi lengua, aprisionando el clítoris entre 2 dedos para que no pueda librarse. El vibrador ha conseguido entrar ya en tu culo y eso me deja libre la mano para seguir penetrándote con el consolador. Lo hago de forma suave, pausada, alternando con tandas cortas pero muy rápidas, que te pillan por sorpresa. Vuelven los espasmos, más fuertes que la  vez anterior. Aumento el ritmo, muerdo tu clítoris y noto cómo explotas de nuevo en un orgasmo intenso. El momento justo para sacar el consolador y meter mi polla hasta el fondo de un solo golpe. Está empapado y ardiente y noto su palpitar en la polla. Las reminiscencias del vibrador alojado en tu culo llegan también a ella. Respiras nuevamente fatigosa y el sudor perla tu cuerpo como si llevases horas de ejercicio. Te beso en los labios y pronto nuestras bocas se abren, dejando paso a unas lenguas voraces que juguetean alocadas. Comienzo a penetrarte suavemente, desde la punta a los cojones, entrando y saliendo entera cada vez. Su discurrir es cómodo, sin fricción, dada tu gran humedad. En uno de los interines entre beso y beso me acerco a tu oído y susurro: "te voy a echar polvos de dos en dos hasta que salga impar". Te ríes y luego resoplas, sabedora de que te espera un gran día de placer.

Vuelvo a besar tu cuello y siento en mis labios el calor que desprende tu cuerpo; saber que he logrado lo que me propuse, hace que sienta mayores deseos por continuar hasta que uno de los dos desfallezca presa del agotamiento o del exceso de placer. Sigo penetrándote lentamente y en cada embestida trato de cambiar la trayectoria, para que no haya un sólo milímetro de vagina que no sienta la dureza de mi polla. No paras de lubricar y tus calientes jugos embalsaman mi miembro excitado y producen el sonido del chapotear al chocar mis cojones contra tu coño. Hundo mi cara entre tus tetas y vuelvo a comérmelas, esta vez con más ahínco, deseoso de follármelas en algún momento del largo día que nos espera. Sus pezones están ya al máximo de su dureza y eso me permite pellizcarlos entre mis dientes. Pienso en lo mucho que me gusta ver cómo se disparan tus tetas de arriba a abajo cuando me cabalgas, totalmente descontroladas y sólo de pensarlo aumento, casi sin darme cuenta, la velocidad de penetración, para hacerlas vibrar. Vuelven tus gemidos ahogados, tus jadeos desesperados y tu rostro refleja el placer que ambos tanto deseamos.

Decido cambiar de postura y me arrodillo a los pies de la cama. He dejado suficiente holgura en las ataduras para poder elevarte y encajar tu pelvis en mi regazo. Pero antes te arranco el tanga de cuajo para que no interrumpa. Te la meto hasta el fondo y agarrándote de la cadera muevo tu cuerpo de lado a lado para, de vez en cuando, sacar la polla y golpearte el clítoris con su punta dura y volver a penetrarte de un solo golpe.

Del cabecero de la cama cojo un antifaz que tenía preparado para la ocasión y te tapo los ojos. Sé que eso te excitará más aún. De nuevo, varios golpes sobre el clítoris y una nueva penetración hasta el fondo. Una vez dentro vuelvo a coger el vibrador y lo coloco sobre él mientras comienzo a penetrarte de forma pausada, lentamente y sin prisas. Noto tu coño vibrar y no puedo evitar acelerar el ritmo cada vez más, hasta que el rechinar de los muelles y el traqueteo de las maderas de la cama se vuelven violentos. Vuelven tus gemidos y vuelven los golpes de los vecinos para que no seamos tan escandalosos, presos seguramente de la envidia. ¡Joderos! exclamo y aumento la velocidad todo lo que puedo; estás a punto, por lo que reduzco un poco la marcha, para sustituir el vibrador por mis dedos ágiles y veloces que consiguen acercarte al orgasmo, momento que aprovecho para volver a penetrarte salvajemente hasta que explotas entre chillidos. Saco mi polla y meto el consolador en modo vibración para que no te relajes ni un momento y me masturbo ferozmente para correrme. Sin embargo, no recibes mi leche caliente y se te nota contrariada; justo lo que quería. Nada más eyacular, vuelvo a sustituir el consolador por mi polla, aún lo suficientemente dura como para penetrarte.

Una vez dentro, rebusco por el suelo hasta dar con algo que traje expresamente para este momento. Lo palpo, está intacto todavía, así que decido esperar un poco más mientras disfruto del latir de tu coño en mi polla, que va perdiendo su rigidez. Noto cómo las paredes de la vagina se contraen adaptándose al nuevo grosor y al alcanzar la mitad de su tamaño, paso a la acción. Oyes cómo vuelvo a rebuscar y en tu rostro se dibuja una mueca mezcla de sonrisa y de contrariedad ante lo que pueda suceder. Al fin lo encuentro. Cojo la cubitera y sin dudarlo pongo un hielo en tu ardiente clítoris. Pegas un pequeño brinco sobre la cama y a continuación se derrite entre tus piernas regando tu coño y la base de mi polla. Cojo otro hielo y recorro con él tus ingles, tu ombligo y, nuevamente, perece en los calores de tu entrepierna, mientras tu cuerpo se agita convulso. Te masajeo el clítoris para que no pierda un ápice de calor; lo hago en círculos, intercalando ráfagas rápidas en todas direcciones. Y de nuevo, otro hielo y, de nuevo, otro masaje. Así hasta en cinco ocasiones. Una pequeña pausa y de pronto dos hielos se posan sobre tus pezones. Pegas otro pequeño brinco y, tras empapar tus pechos, uno muere en el volcán de tu coño y el otro se aloja en tu boca. Entretanto, mi polla vuelve a ganar rigidez y va abriendo nuevamente tu vagina. Noto  tu excitación a medida que crece dentro de ti; siento cómo poco a poco recuperas el calor y comienzo a moverme despacio, sacándola apenas un centímetro para volver a llegar hasta el fondo; así hasta recuperar totalmente la erección. Una vez lograda, la saco lentamente. Hago una pausa; miro tu rostro. Sé que deseas que te siga follando y que si tuvieras al menos una mano libre, ya estarías masturbándote con fiereza.

Tras unos segundos, hundo mi cabeza entre tus piernas para devorarte el clítoris; la mezcla de temperaturas entre su calor y el frío que el hielo ha dejado en algunas zonas de tu coño hacen, si cabe, más suculento el manjar. Lo lamo por entero y en alguna ocasión introduzco la lengua para jugar dentro de tu maravillosa cueva húmeda. Dibujo con ella todas y cada una de las letras del abecedario: A, B, C, D. Introduzco un dedo. E, F, G, H. Introduzco otro y empiezo a penetrar. I, J, K, L; meto el tercero y acaricio con las yemas, haciendo pequeños círculos. M, N, Ñ, O; consigo introducir el cuarto dedo. P, Q, R, S. Empiezo a mover los dedos de forma aleatoria, de arriba a abajo y no paro hasta terminar de dibujar el abecedario sobre tu coño ardiente. Al llegar a la Z saco los dedos y te penetro con algo que en seguida llama tu atención por su textura dura y rugosa.

  • ¿Qué es eso? - preguntas intrigada.

  • Es tu postre favorito - contesto.

  • ¿Me estás follando con un plátano? Uff, me encanta.

Mientras con una mano le doy una nueva utilidad al plátano, embadurno con lubricante dos dedos de la otra y comienzo a hacer círculos sobre el agujero de entrada a tu culito.

  • ¡Por el culo no, por favor! - exclamas.

  • Lo siento, pero no sabes lo mucho que deseo abrirte el culo a pollazos.  Te agitas, intentando librarte de lo inevitable, pero en el forcejeo he conseguido meter un dedo hasta el fondo y la sensación parece calmarte. Me subo a la cama, saco el dedo y empiezo a empujar con la punta de mi erecto miembro.

  • No, por favor - ruegas.

Hago caso omiso y continúo empujando, Intentas resistirte, pero cuando consigo meter la punta te rindes y aceptas la derrota. La presión que ejerce tu culo sobre mi polla es tremenda, así que la saco y la meto varias vecespara ir dilatándolo. La cubro de lubricante y empujo hasta que consigo metértela hasta la mitad, dejando el espacio justo para poder seguir penetrándote con el plátano. Vuelves a estar encharcada en tus jugos y entra y sale con facilidad. Eso te gusta y gimes de nuevo. Empujo con mi polla hasta metértela de lleno en tu culo. Ya no hay espacio para maniobrar con el plátano, así que me dedico únicamente a follar tu culo. El roce es tan grande que creo que no duraré demasiado, así que tras unas cuantas embestidas suaves y al haber dilatado suficiente, comienzo a penetrarte de forma acelerada, sacándola hasta la punta y metiéndola de nuevo. En cada golpe, la parte baja de mi vientre choca contra el plátano que, dada su curvatura, vuelve a salirse para que de nuevo te penetre en cada golpe. Añado, además, el consolador específico para el clítoris. . Con tu culo y tu coño llenos noto en tu rostro la cercanía de un nuevo orgasmo y acelero mi ritmo hasta que nuevamente explotas. Saco el plátano y sin darte tiempo a recuperar el aliento me agarro con fuerza al somier y continúo follando tu culito durante varios minutos, con fuerza, hasta que no puedo más. Saco la polla y con sólo un par de sacudidas vuelvo a correrme. Varios chorros de semen salen disparados con gran fuerza. Oyes mis gemidos y de nuevo te preguntas a dónde habrá ido a parar la leche que tanto deseas y que no ha regado tu cuerpo...