El detective privado (7)

Andrea, ¡qué paliza!, todo se acumula. Susto con la “madre postiza” y un trabajo para mí.

“MADRES POSTIZAS” - ANDREA.

Después de transponer el gran portón y recorrer los casi cien metros por el camino bordeado de altos y siempre verdes cipreses que Candela miraba asombrada, llegamos a la casa, no sin antes tomar la rotonda para estacionar al frente de las escalinatas de la entrada.

Sabía que mi novia se iba a sorprender más cuando apreciara la construcción, me había criado allí, había corrido por esos jardines, jugado entre los árboles, escondido en miles de vericuetos que ofrecían los tres bosquecitos de distintos árboles, recorrí caminando, ejercitándome y/o en moto o en bicicleta las tres hectáreas que conformaban todo el predio, pero…

La enorme casa-mansión, blanca, con su gran porch que abarcaba todo el frente con una galería extensa de casi cinco metros de ancho y grandes columnas que se extendía por delante y por cada uno de sus costados, más los grandes ventanales que te dejaban apreciar desde adentro los cuidados jardines de los laterales, me sorprendía también a mí, siempre lo había hecho, aun cuando viviera allí y esta vez no fue distinto, ni para mí ni para ella.

Por eso entendí la cara y la expresión de Candela cuando dijo: “¡No te puedo creer, esto es majestuoso!, imagino el tiempo para construirla y el batallón de gente para mantenerla” .  Le expliqué que, según me había contado mi padre, era un antiguo casco de Estancia que él fue remodelando dándole un aspecto más señorial.

Le expliqué que lo del “batallón de gente” era relativo, que aquí se hacía lo mismo que hacía yo con mi departamento, había una empresa que se ocupaba mandando gente dos o tres días a la semana, le dije que en la casa había sólo cuatro personas efectivas y la familia de jardineros que vivían en una casa casi en los límites de la propiedad.

De un costado de la casa salió Graciela junto a otra señora, vivían en la misma casa junto a Ana , las dos que oscilaban en los cincuenta años me besaron y abrazaron, Graciela se quedó abrazándome y haciendo esfuerzo para no ponerse a moquear, era también de las primeras que me vio dar los primeros pasos…

  • Martín, viniste enseguida, que gusto nos da verte, se te extraña mucho, vos no estás y la casa parece vacía.
  • ¿Cómo están mis chicas adulonas?, ya saben que no estoy, pero estoy, en cuanto me necesiten vengo volando, ahh, perdón, es la falta de costumbre, ella es Candela, mi novia, -la presenté y ésta las saludó con afecto a las tres, la empatía colectiva se hizo presente-.
  • Nos imaginamos, los vimos llegar desde el costado de la casa y como es la primera chica que viene a la casa, dos más dos…  Vas a tener que cuidarnos al “bebé”, los padres eran estrictos con él, pero todas nosotras lo consentíamos, salió una “pinturita” .
  • No me cabe ninguna duda, lo compruebo día a día, es un sol , -contestó Candela con seguridad-.

Luego de “tirar flores” pregunté por la salud de Ana . Graciela comenzó a contarme que la había encontrado en la casa de casualidad porque ella había venido a buscar unas ropas para cambiarla y algunas cosas personales, “ya sabés que Ana , aun con la bata de hospital, le gusta andar bien arreglada y con algo de maquillaje” .  Me explicó que se iba a quedar una semana internada para ver la evaluación y que, agraciadamente no había sido un infarto propiamente dicho, sino que había sido un pre infarto al que agarraron a tiempo.

Nos quedamos a almorzar porque aún no era el horario de visitas, podría haber ido en ese momento, me bastaba con llamar al Director de la Clínica, pero quise respetar esas normas. Graciela , ni siquiera le preguntó a Candela , preparó la mesa en la cocina que, dicho sea de paso, era, tal como todas las dependencias de la casa, grandes y casi exageradas y almorzamos todos juntos.

Luego del almuerzo, la otra chica se fue con Candela a recorrer la casa y yo me quedé hablando con Graciela

  • Gra., contame que fue lo que la puso mal a Ana, yo tengo una idea y no creo que haya sido por hacerse problemas en la casa o por trabajar demasiado.
  • Apareció el hijastro y ya sabés todo lo que eso implica.
  • ¿Por qué lo dejaron pasar en el portón?
  • Por Ana , ya la conocés, se presentó en la puerta y Ana le permitió el paso, no deja de ser el hijo del hombre que ella quiso.  Estuvo dos días acá, no sé si no tenía dónde estar y/o se estaba escapando de algo, el asunto fue que, no la trató muy bien y después de que se fue, ella descubrió que se había llevado todas las joyas que tenía, incluso las que le regalo tu mamá y las que le diste vos que eran de tu mamá.  Para Ana , bueno, para todos, es una pequeña fortuna. -La bronca y rabia que me asalto no se puede contar, mi sangre parecía como un río de lava circulando por mis venas y me obligué a controlarme-.
  • Esto queda entre los dos, ¿sabés dónde lo puedo encontrar? ,
  • Ni idea, en algún momento habló algo de Colonia , Uruguay , pero ni siquiera le contestaba el teléfono.
  • Vos mantené la boca cerrada, conseguime el número de teléfono del tipo y después olvidate.

Regresaron las mujeres y una de ellas, Candela , venía eufórica, “¡es increíble, esta casa es increíble!, tu madre debía sentirse una reina viviendo aquí” , -expresó abrazándome-.…  “ Sin ninguna duda mi cielo, con una salvedad, mi madre era una reina aquí o en una tapera con piso de tierra, muy parecida a vos” , le contesté besándola con un piquito sobre los labios, la mención le cayó de parabienes, no dijo nada, pero sus ojos la delataban.

Siguió charlando con Graciela que me había pasado un papel con un número de teléfono y me aparté para hablar con Andrea .  Me atendió después de un pequeño rato…

  • Hola Martín , disculpame, estaba en la habitación sacando la ropa de Gerardo y no escuché el teléfono, algunas cosas muy personales las puse en una caja, todo lo demás lo voy a sacar de la casa , -me lo dijo apurada, como afirmándolo, quizás previendo que le diría que no-.
  • Hacés muy bien pimpollo, es una forma de dar una “vuelta de página” y comenzar a pensar en vos misma, imagino que entre toda la ropa en desuso irán también esos “trapos” holgados que no te sientan bien.
  • ¡Qué malo que sos!, está bien, dejaré nada más que la ropa ajustada que decís que te gusta para mí y compraré nueva, ¿te gusta la idea?
  • Me gusta todo, la idea, la ropa ajustada, lo que vayas a comprar y todo lo demás.
  • ¡ Martín , sos terrible!, si me lo decís en la cara me muero de vergüenza.
  • La vergüenza la tenés, no por lo que yo te diga, sino por lo que vos pensás, no me engañes.
  • No voy a discutirte nada, tampoco diré más, parece que leyeras lo que pienso, ¿me necesitabas para algo?...
  • Sí, belleza, tomá nota, te paso un número de teléfono y tratá de ubicarlo.  Si el dueño tiene el teléfono encima puede que esté en Colonia, Uruguay.
  • Genial, primero voy a hacer la búsqueda en esa zona, si no está por allí iré haciendo la búsqueda provincia por provincia de nuestro país.  ¿Para cuándo querés este dato?
  • Para ayer, ahora estoy un poco lejos de casa, pero cuando tengas alguna novedad, avisame por teléfono, tengo que ver qué pasos decido seguir.
  • Listo, te llamo apenas tenga algo.

Con Graciela contándole a Candela como había sido yo de chico y/o alguna que otra travesura que había hecho y como ella y Ana me cubrían de la reprimenda de mis padres, todo lo cual generó las risas y las chanzas de mi novia, nos dirigimos a la Clínica para visitarla a Ana .  A una de las que yo podría llamar “madres de crianza” tenía debilidad por los pimpollos de rosas, ninguno de nosotros sabía si lo iban a permitir, pero le inundamos la habitación con tres enormes ramos de rosas de distintos colores.

Ana nos recibió levantada y con una cara de felicidad que no pudo disimular, la saludó con beneplácito a Candela y se rio de buena gana cuando vio la cara de sorpresa de mi novia al decirle muy seria, “no sé cómo vas a hacer con tu vida, tendrás que aguantar al “bebé” y a tres suegras, jajaja” .  Tardó poco Candela en responder, también con una enorme sonrisa, “no hay problemas, con las suegras me arreglaré siendo “compinche” de ellas y con el “bebé” … bueno, con el “bebé” estoy aprendiendo, pero lo llevo bastante bien, lo dejo “mansito” y él me paga con la misma moneda, jajaja” .

Me quedó claro que las mujeres “manejan” otros “códigos” porque se abrazaron las tres y me miraron como si yo fuera el “cordero del sacrificio” .  Luego de los momentos de chanzas y bromas, Ana se puso seria y me dijo que tenía que hablar conmigo…

  • Viejita, no es necesario que me digas nada, yo estoy abocado a solucionarte el problema que te aqueja, lo único que necesito es que te pongas bien y no me des más sustos, ni a mí ni a ninguno de los que te queremos.
  • Es que la culpa la tengo yo porque volví a confiar…
  • Si no hubiese sido así, no serías la Ana que conozco, no hay nada que reprocharte, lo que me puede hacer enojar con vos es si no te cuidás.

Pasamos un rato allí adentro con Ana y “estiramos” a conveniencia el horario de visitas, nadie nos puso ningún inconveniente, fundamentalmente porque las dolencias de Ana no eran graves y, según me dijeron en ese momento, la darían de alta a la brevedad.

El médico Cardiólogo que la atendía me explicó detalladamente cuales habían sido las dolencias y cómo debía proceder ella con sus cuidados y con los medicamentos.  Ya estaba en condiciones de dejarla ir, pero como allí estaba muy bien atendida le pedí que extendiera el alta, por lo menos por un par de días más, a fin de que siguiera con su descanso, demás está decir que no hubo impedimentos.

Nos despedimos de Ana después de merendar con ella, la dejé a Graciela en la casa y, luego de que las mujeres y Candela se saludaron y le arrancaron la promesa de que volvería más seguido.  En el viaje de vuelta me comentaba que nunca pensó que la pasaría tan bien y que le parecía haber causado buena impresión en mis “madres postizas” .  Le contesté que no habían dudas de eso…

  • Si no les hubieras gustado, se les habría notado en las caras, juntas o separadas, son terribles y celosas de su “bebé”, jajaja.

Otra de las cosas que me pidió estuvo relacionada con un “permiso” para poder contarle a sus padres todo lo que había vivido, sabido y conocido, la miré sonriendo y pregunté: “¿Lo del culito también le vas a contar?” …  Pensé que la pondría en algún tipo de aprieto y me contestó muy suelta de cuerpo, “¿por qué no?, a mí me encantó y quisiera gritarlo a los cuatro vientos, pero… quedate tranquilo, algunas cosas no las cuento, jajaja” .

Regresábamos desde la mansión camino a mi departamento y vibró mi teléfono, era Andrea para avisarme que ya tenía todos los datos, le dije que estaba volviendo a casa y que luego la llamaba.  Tenía ganas de ver con que ropa se había quedado, pero, en realidad “le tenía ganas” , en la pequeña conversación que había tenido anteriormente con ella me dio a entender que no tendría “peros” con algunas cosas.

“La ratita” de lentes grandes y redondos me provocaba un morbo tremendo y ni hablar de su culito chiquito, aunque duro y compacto, me imaginaba entrando en ese agujerito que me comprimía la verga mientras ella gritaba sintiendo el dolor que le provocaba la penetración.  Me tenía fe en eso de llevarla del dolor al placer y se me había metido en la cabeza que sería muy caliente y apasionada.

Obviamente, estaba Candela y ni siquiera la haría partícipe de algo así.  La había pasado genial con mi novia, ese tipo de sentimiento en eso de “ser de a dos” florecía y, aun con el poco tiempo, se consolidaba, además tenía claro que una cosa era haber perdido la timidez y crecer apurado y otra muy distinta era “masticar vidrio” .

Yo entendía que la situación de la nerd informática podría traerme problema porque, según decía Candela, no era celosa, pero, no se le escapaba ningún gesto de las mujeres que pudieran acercarse.  Pintaba para problemas despedirme de ella diciendo que iba a ver a Andrea a su departamento, mejor ni tentar a la suerte.

De todos modos, no me apuré, me di un regio baño y, estando debajo del chorro de la ducha me puse a pensar en el hijastro de Ana .  La madre había fallecido hacía tiempo y el padre se enamoró de Ana , se casaron y le tocó a ella aguantar a ese enfermo, la trataba mal, nada de lo que hacía ella para acercarse le gustaba, le despreciaba la comida, la tenía como una sirvienta maltratada, en fin, toda la mierda que un adolescente y, para colmo de males, con un padre permisivo que nunca tuvo las pelotas para meterle una hermosa pateadura,

Yo ya le había tomado mucha bronca desde que era chico porque más de una vez la había visto a Ana tratando de ocultar las lágrimas y, sin que me vieran, había escuchado las conversaciones que tenía con mi mamá y con Graciela , las dos le decían que le “pusiera los puntos” al marido-padre por permitirle todo eso al hijo.

Ella quería a ese hombre y prefirió aguantar.  Luego de quedar viuda, el hijastro la echó de la casa y después él se mandó a mudar para aparecer hacía unos días, pero lo de ahora era distinto, mi “madre postiza” casi se muere del disgusto por el robo de sus joyas y yo ya estaba en condiciones de hacerme cargo del problema que pronto dejaría de ser problema.

Las joyas, mayormente las que le había regalado yo y que habían sido de mi madre, eran caras, muy caras y me había ocupado de repartirlas entre las tres “parientes” que tenía en la casa, pues esas piezas de joyería no me quitaban el sueño, a mí no me afectaba lo material, pero sabía que Ana tenía un cariño especial por un collar de perlas naturales que mi madre solía lucir a diario.  Estaba consustanciado con la idea de recuperar ese collar y escarmentar para siempre a ese incordio.

Ya cambiado y perfumado, bajé al departamento de Andrea .  Me recibió con una sonrisa y cuando abrió la puerta le pregunté serio…

  • ¿Esta Andrea?, ¿podrías avisarle que la busca Martín?
  • Hola Martín , entrá, sos un loco, tanto no cambié, pasá, pasá que te alcanzo todo lo que encontré y te muestro lo que hice con lo que me sobra.

“La ratita” no tenía los lentes grandes y redondos que solía usar y tenía un poco de rímel que resaltaban sus ojos pícaros e inquietos.  El cabello, largo y lacio, lo tenía peinado hacia atrás, estaba aplastado y lo terminaba con una “cola de caballo” , lo que le daba un particular aire de adolescente.  Sobre el torso tenía puesta una prenda, ¿cómo definirla o llamarla? , era un trapo, en la parte superior tenía un elástico que fijaba la prenda por encima de sus tetas y éstas, sin sostén, se dejaban adivinar altivas y duras con la areola y los pezones en punta.

El “trapo” en sí, caía libre casi hasta la cintura dejando el ombligo y el vientre al descubierto, al igual que parte de la espalda, luego seguía un shorcito hecho con un jeans recortado que, si no fuera por el forro de los bolsillos parecería un slip y cuando caminó delante de mí, dejando notar parte de las nalgas que, lo único que faltaba era que me llamaran, dejé de pensar con neuronas, la cabeza de la verga se hizo cargo de esto.  Ni siquiera presté atención a su calzado.

  • Para que veas que te hago caso y quiero cambiar alejándome del pasado, además de buscarte los datos que me pediste, te voy a mostrar lo que hice durante todo el día.  Saqué y guardé en una bolsa grande, toda la ropa y las cosas que eran de Gerardo , ya me lo confirmaron, difícil que pueda usarla, mañana lo mandan para casa o a un lugar especializado.
  • Ya te dije que eso lo decidieras vos, pedí que lo trasladen a ese lugar y no te hagas problemas por el costo que implique su tratamiento o permanencia.
  • Sí, bueno, les dije que mañana les daba la respuesta, primero lo quería hablar con vos.
  • Listo, eso ya está, no se hable más, ¿qué me querías mostrar?
  • Esto, el placard casi vacío, por aquí empezaré a cambiar, desde mi interior, me olvidaré de los amigos de Gerardo , de las malas que supimos pasar, incluso de la promiscuidad y la falta de respeto por el otro y desde mi exterior, cambiaré mi ropa y algunos muebles, la cama, por ejemplo, me trae unos recuerdos de mierda , -esto lo dijo estirándose para mostrarme la parte de arriba del placard y cuando se giró me descubrió mirando sus nalgas-.
  • Sí, sí, no, claro, está bien.
  • Martín, ¿me parece a mí o mi “jefecito” estaba mirándome el culito?...
  • Mirando no Andrea, no soy hipócrita, lo estaba admirando, sos hermosa y tu culito no le va en zaga, disculpá la franqueza, sucede que me encanta, todo el conjunto me gusta.
  • Me hacés poner colorada, no estoy acostumbrada a que me digan piropos o me halaguen como mujer , -era verdad, se sonrojó hasta las orejas-.
  • Ya veo y eso que digo nada más, si, además, tocara, creo que te incendiarías.
  • Ahora disculpame vos, me gustaría que lo hicieras, no me importaría quemarme…

Lo dijo acercándose a mí y la calentura se le notaba en los gestos y en la mirada, “con una salvedad cielo, esto no trasciende de nosotros dos y de estas paredes, es sexo y tratar de pasarla bien, nada más” , -le dije antes de perder los estribos-… “Hecho, pero dame duro” , -esto lo dijo pasando una mano por mi cuello para atraer mi cabeza y besarme, mientras que la otra mano se cerraba sobre el bulto, ya, a estas alturas, imposible de disimular y contener.

Su boca de labios bien formados no perdió tiempo y se prendió de la mía para dar comienzo a la “batalla” de lenguas.  Sus gemidos mientras me besaba y me amasaba la verga por sobre el pantalón, me ponían a mil pues mezclaba sonidos onomatopéyicos de placer y de admiración por lo que acariciaba con la palma de la mano.  La noté en un movimiento raro y me imaginé el por qué, había sacado la mano de mi cuello y trataba de bajarse el short de jeans.

Lo logró y me tomó de la mano para que yo le sacara el “trapo” que cubría su torso, no fue difícil y tuvo que apartar la boca para sacar su cabeza del elástico.  No regresó a besarme, ni dejó que me prendiera a sus tetas, se arrodilló y muy rápidamente bajó mis pantalones diciendo: “Ni mi boca ni mis otros agujeritos están acostumbrados a algo de este calibre, pero, no importa, grite, llore o pida por mi madre, te quiero en todos lados” .

Lo dijo más que convencida y su cara o los gestos de su cara habían cambiado, ya no era el prototipo de una tímida adolescente, hasta su mirada era de una hembra en celo y me di cuenta que “la ratita” me iba a pegar una cogida memorable.  Ni drama que me hice, yo también sabía entregarme “atado de pies y manos”, lógicamente, hasta que tomara el mando, ya veremos, -pensé- y miraba la cara de asombro de Andrea cuando tuvo la verga frente a sus ojos.

Hizo justo lo que yo quería, no hubo lamiditas ni besitos, se llevó el glande a la boca y lo aspiró, le costaba y tenía arcadas con bastante profusión de saliva, pero me daba un placer inmenso.  La dureza que ella quería implicaba tragarse todo el miembro y le estaba costando, algo que ella misma solucionó y admito que me sorprendí, me tomó ambas manos y las puso por detrás de su cabeza, me miró con media verga en la boca y asintió cerrando sus ojos, comprendí lo que quería y, aunque no lo hacía nunca, presioné su cabeza con ambas manos.

Hice que se la comiera y aplastara su nariz en mi vientre, un par de segundos después me tocó el muslo, aflojé y se la sacó de la boca, tenía la cara roja por el esfuerzo, la baba y saliva le bajaban por las comisuras de la boca y las lágrimas corrían libres por sus mejillas. “Me encanta tu pija, dame con ganas y usá las manos, hacé lo que quieras, si me ahogo te toco los muslos para que aflojes” … Eso y decirme “cogeme la boca con ganas” o “llename de leche” , era más o menos lo mismo.

Pensé que Andrea tenía una veta de sumisa y a mí me “asaltó” un sádico inexperto, el tema es que no esperé, tomándola de la cabeza, le perforé la garganta de una, ella no gimió ni se mosqueó, sólo trataba de mover la lengua para acariciar el tronco, las entradas y salidas se repitieron con un cierto tono de “violación bucal” , la saliva y la baba corrían por su pera y mojaban mi entrepierna, me di cuenta que tuvo un par de contracciones junto a temblores mientras le perforaba la garganta y en la segunda casi me lleva con ella.

Yo tenía el culito de Andrea entre ceja y ceja y no quería acabar en su garganta, temía porque las dos noches anteriores, primero Gloria y luego Candela me habían dado para que “tuviera y guardara” y no sabía si podía cumplir luego con los otros “agujeritos” , aunque dicen que “el cambio de monta” te incentiva, no me la jugué y la saqué de su boca. “La ratita” se movía enfebrecida, dio un salto colgándose de mi cuello y me pedía más verga, “metela dónde quieras Martín , estoy loca con vos y tu pija” , -dijo pegada a mí como lapa-.

Me había dicho que la cama le traía malos recuerdos y miré el sofá, la llevé hasta allí y la puse arrodillada con su cara hacia el respaldo para que me quedaran sus dos cavidades a gusto de mis ganas.  Creo que se me formó una sonrisa sádica cuando apoyé el glande en su vagina y me afirmé en sus caderas chiquitas, el empujón me dolió hasta a mí, ella gritó sin poderse contener cuando choqué con su útero, sus carnes se abrían y no pensaba en parar a pesar de lo estrecho del lugar.

Ni pensé yo ni la dejé pensar a ella, enseguida comencé con mis movimientos de entradas y salidas, tomé un buen ritmo para ello, me resultaba más estrecha que Candela y no me importaba romperla.  Todavía temblaba cuando quiso acoplarse a mi ritmo, le costó porque mis embestidas eran como un pistoneo rápido, pero lo logró y comenzó con sus orgasmos y sus pedidos de más verga, “necesito otra más en el culo, rompeme el culo también, ¡al fin alguien que sabe cómo me gusta!, o no sabían o no aguantaban o tenían la pija que daba lástima, seguí Martín , nunca gocé tanto” .

Tuvo dos orgasmos más fuertes y despidió un par de chorritos que me mojaron los huevos y se desplazaron por mis muslos, eso me enardeció más, para mejor, un agradable aroma a hembra se esparcía por el comedor y me tenía a punto.  Con el otro orgasmo que tuvo no pude aguantar y la clavé contra mi vientre para dejarle la vagina llena de leche de “mipalo” , como decíamos en la escuela.

Andrea gritaba como desquiciada cuando sintió el líquido caliente y se movió como una víbora, dos o tres “escupidas” quedaron en su interior, ella giró sorprendiéndome y sacándome de su interior, aun temblaba cuando se llevó el miembro a la boca para tratar de extraer todo lo que contenían mis testículos.  “ Me gusta, como me gusta tu manera de coger” , -decía mientras retiraba un poco la boca y volvía a tratar de “ordeñarme” el resto.

Más no podía sacar y quedamos los dos para el arrastre sentados en el sofá, volteamos la cara para mirarnos y la risa espontánea de ambos no tardó en aparecer.

  • ¡Qué caliente me tenías!, pero no creas que estoy conforme, te falta romper algo y es verdad lo que te decía, nunca me cogieron así, estuve en fiestas tipo orgías, pero allí no había dureza ni vergas que me dejaran satisfecha, drogados se creen los “cogettuti” y son muy limitados, siempre me dejaban con ganas.
  • Es decir que, experiencia no te falta.
  • Unas experiencias de mierda querrás decir. Gerardo la iba de liberal y superado y dejaba que sus amigos me cogieran, de a uno, de a dos o de a tres y… la insatisfacción era reina, de pedo me sacaban algún orgasmo.
  • Como sea, vos te prestabas a eso.
  • Me hago cargo y me arrepentía mil veces después, en ese entonces Gerardo prefería fumar a coger, tenía la libido destrozada y como me dejaba, yo buscaba la forma de gozar a mi gusto con quien quisiera, pero siempre dentro del grupo de amigos, nunca lograron lo que vos, te bastaron dos palabras y sacaste a la hembra-puta o la puta-hembra de adentro.
  • Bueno, me alegro que hayas disfrutado, pero, tenemos que mantener las formas.
  • Quedate tranquilo, no pienso joderte o ponerte en ningún compromiso, sos como mi ángel protector, eso sí, no te vas de acá hasta que no me hayas roto el culo, eso también lo necesito.
  • Sos de lo que no hay, dejame que me recupere un poco y, eso sí, haré lo que yo quiera y, posiblemente, cuando yo quiera.
  • Listo, es un compromiso, sé que sólo me darás placer, un placer que no tuve nunca, ni siquiera sabía que podía terminar más de una vez con una verga enterrada en mi garganta, eso me puso como loca y no veía la hora de sentirte adentro, ahora estoy enviciada.

Me sonreía para mis adentro, Andrea me hizo saber y me demostraba que había sido una “mal-cogida” y yo trataría de cambiar eso, quizás era un orgullo desmedido, pero quería lograr que fuera una “pija-dependiente” , de la mía, por supuesto.  Trataría de superarme con ella, pensaba que, si había logrado “darlas vuelta” a algunas “veteranas” , con más razón con una jovencita cuyas experiencias sólo le habían dejado un gusto amargo, además, por qué no decirlo, me encantaba su cuerpo chiquito a mi disposición.

Me contó de muchas cosas de su vida, de su familia, de sus padres, de los errores que había cometido por caer en la “puta rebeldía dirigida” como ella le llamaba a la arenga que los más jóvenes se “comían” creyendo la panacea de los cambios necesarios para vivir mejor.  Pedimos la comida y la recibí poniéndome una toalla alrededor de la cintura, luego cenamos desnudos y estiramos la charla hasta que le empecé a mirar las tetitas con cariño.

  • Ahora ya tenés de nuevo esa mirada de lobo, no sólo la veo, también la siento en mis tetas, jajaja, hasta los pezones se dieron cuenta y los tengo a punto de explotar.
  • Mi mirada de lobo viene acompañada de mis ganas de hacer lo que quiera sin que pongas “peros”, sólo quiero escuchar tus gemidos de goce.
  • Hecho, sé que lo que hagas va a derivar en placer, soy toda tuya.

No la dejé seguir hablando y me acerqué para besarla, nos pusimos a eso y la levanté en mis brazos como si fuera una novia en su primera entrada al lecho nupcial, nos reímos los dos con ganas y la llevé a la cama, a la mierda con lo que pensara de esa cama, yo necesitaba un lugar cómodo para hacer lo que hice…  La dejé que cayera de espaldas en las sábanas y después de notar el fino vello que tenía sólo en su pubis, zambullí mi boca en su entrepierna, no pensaba salir de allí hasta que me lo pidiera por la madre.

A “la ratita” se le fue rápido la risa y comenzó a apretar las sábanas con sus manos poniendo los brazos en cruz cuando pasé la lengua por sus labios íntimos y me dediqué de pleno a reconocer toda la zona guiado por el gusto, ella estaba boca arriba, con las rodillas levantadas y apoyando la planta de los pies a los costados de mi cabeza y hombros, ya no podría moverse demasiado porque me aferré fuerte a sus caderas y mi lengua y boca hicieron todo lo demás.

No sé si relinchaba, mugía, rebuznaba o maullaba, tampoco sé si hablaba, sus gemidos se convirtieron en una serie de sonidos que no podía identificar, movía las caderas al no poder aguantar las sensaciones que la asaltaban, pero estaba convencido de que no podría sacarme de allí, aunque reconozco que tuve que hacer un par de esfuerzos para que no me torciera el cuello cuando la tomó de sorpresa un orgasmo impensado y casi violento.

Los más chicos los venía llevando bien, yo se los notaba por sus secreciones y por las contracciones que me hacía sentir en la lengua que trataba de penetrar totalmente en su cavidad.  Quedó medio derrengada y peleaba por recuperarse, pero mi lengua, mis ganas y la fuerza que ejercían mis manos en sus caderas no la dejaban.  No le quedó más remedio que asimilar las oleadas de placer que toda mi boca le brindaba.

Logró controlar sus temblores y contracciones porque yo bajé la intensidad de mi mamada y es lo que esperaba para aplicar algo que me había resultado en otras.  Me prendí y absorbí el pequeño clítoris mientras mis dedos jugaban entrando y saliendo de su vagina y su ano.  El índice y el medio, uno en la vagina y otro en el recto parecían moverse independiente y ya no pudo aguantar sin hablar… “¡Hijo de puta, me estás matando, no puedo aguan… ahhh!” .  Yo me regocijaba porque el último la dejó hecha un guiñapo y estando así sentiría menos.

Quería dureza e iba a tener dureza, me arrodillé y levanté sus caderas un poco más, el glande quedó pegado al agujero de su culo que parecía palpitar trasladando esas palpitaciones a la cabeza de mi verga.  Me bastó con un empujón de mis caderas para chocar mi pubis con su piel y reconozco que me equivoqué, la sintió y me lo hizo sentir, primero fue con su grito destemplado y luego estrujándome la verga de un modo inusual y doloroso.  No era que utilizaba los músculos del esfínter, no le quedaba espacio ni fuerzas para hacerlo, era todo producto de su estrechez y las contracciones que el dolor le provocó.

Creyó que estaba preparada porque ese culito estaba “usado” , pero nos quedó claro que la o las “herramientas” utilizadas para eso habían sido distintas.  Se le fue al carajo la idea de pedirme sexo “duro” , Andrea llorisqueaba cuando me hablaba entrecortado y como rogando, “por favor Martín , por favor, quedate quieto, te siento adentro de mi panza, apenas si puedo moverme, está roto, estoy segura de que está roto” …  Le hice caso, pero no me moví ni un centímetro para retroceder.

Es más, como los pezones estaban a punto de estallar de lo hinchados y morados que se encontraban, me tiré un poco hacia adelante y se los acaricié moviendo los dedos sobre ellos.  Las tetitas se perdían entre mis manos y Andrea comenzó nuevamente a gemir, me di cuenta que era uno de sus puntos más erógenos y hasta ese momento había pasado de ellos, pero no volvería a suceder.  Mi verga seguía dura incrustada en el interior de su recto y merced al trabajo de mis dedos y manos, “la ratita” comenzó a mover lentamente sus caderas.

El inicio de sus movimientos fue lento y casi imperceptible hasta que, pasado el miedo y el dolor inicial, comenzó a soltarse, enseguida tomó un ritmo continuo y moderado y me acoplé a éste.  La cara adoptó un gesto de placer que me transmitía e incrementé el ritmo, ya para ese momento el dolor se mezcló con el placer de recibir y aun con algunos grititos y pequeñas quejas que se escapaban, el placer se hizo dueño del escenario.  Me movía saliendo casi en su totalidad y entraba de nuevo como un pistón, Andrea no volvió a quejarse, pero sus exigencias pidiendo más verga me aturdieron.

Salió todo como lo había pensado y ese culito chiquito, bien armado, duro y apetecible, estaba rendido a mis deseos.  Tenía deseos de terminar, mis huevos parecían pedírmelo, pero estaba esperando a que ella tuviera su orgasmo, al conducto le costó hacerse “amigo” del ariete que penetraba su interior y me llenó de satisfacción cuando ella incorporó su cintura para que no quedara nada afuera y el grito de descarga se unió a su “explosión” .

El líquido caliente que quedó, vaya uno a saber dónde, logró que su placer se incentivara y tuve que esforzarme para que no me sacara de allí con sus corcoveos, “¡qué polvo, por Dios, qué polvo!” , -me decía y lo demostraba con los ojos brillantes y una sonrisa que la iluminaba-.  No podía estar más de acuerdo con ella, había sido sexo, puro y exclusivo sexo, pero, sin ningún tipo de dudas, del mejor y pensé que, tal como Andrea quería, los cambios comenzaban a manifestarse.

El sonido como de descorche al sacar mi verga de su culo, me hizo sentir bien, pero hasta allí llegaba, quedé fundido, pidiendo aire y ella estaba igual, el placer compartido nos había dado satisfacciones, pero, sin ninguna duda, nos había derrotado, alcancé a ver que se arrimaba a mí como una gatita cachorra y buscaba con la cabeza para meterla entre mi brazo y mi pecho.  La abracé y se me apagaron las luces.

Cuando desperté eran como las nueve de la mañana, estaba solo en la cama, el sol se hacía notar entrando en la habitación y a mis narices llegó el inconfundible olor de las tostadas, eso me trajo recuerdos de Ana y de Graciela , las “veía” , como cuando era chico, entrando en mi habitación para despertarme con el desayuno y las tostadas con manteca y mermelada.  Me levanté rápido para ir al baño y el aroma parecía seguirme, al salir del baño alcancé a ponerme el bóxer y me fui a la cocina.

Ella ya estaba bañada y vestida con una remera y el mismo short de jeans, “buen día jefecito, ¿durmió bien?” , -preguntó después del saludo-…  La saludé con un piquito y le dije que me había asaltado un batallón de Amazonas, “si claro , -me contestó- y a mí un Regimiento de Cosacos, pero jamás pensé en pasarla tan bien.  Preparé tostadas con dulce, a mí me encantan y no tengo otra cosa que darte ”.  El café con leche me supo a delicia, devoré las tostadas y luego de esto me dio la información que había ido a buscar la noche anterior.

Efectivamente, el hijastro de Ana , estaba en Colonia , en el país vecino, por lo menos su teléfono estaba allí y tenía que irme al puerto para tratar de viajar en el aliscafo que me llevaría a esas costas.  La información lo ubicaba en la parte del Barrio Histórico , posiblemente tendría vivienda por allí o paraba en algún hostal económico.

No me gustaba viajar solo y como Candela no podría acompañarme, por lo menos eso fue la excusa que se me dio por pensar, le pregunté a Andrea si no quería viajar conmigo a Colonia del Sacramento , la idea le encantó y me preguntó qué haríamos con Gerardo .  Éste no podría opinar ni a favor ni en contra, yo mismo me ocupé de llamar a la Clínica para que hicieran el traslado, no tuvieron problemas pues el dinero y el respaldo tienen determinado Poder, Andrea lo visitaría cuando quisiera.

Le expliqué a Andrea para que viajaba a Colonia , no lo que pensaba hacer y también le dije: “necesito que, llegado el caso, seas ciega, sorda y muda, lo que menos pretendo es que tengas problemas” , -mirando mi cara entendió que la cosa era seria-. “No te preocupes, seré la más tonta de las tontas y podrás hacer lo que quieras con ese tipo, por lo que me contaste, sólo lamento que no dispongamos de picadoras de carne grandes” .  No hubo nada más que hablar, subí al pent-house para bañarme y cambiarme.

Llegamos a la terminal del puerto a las doce del mediodía y teníamos un aliscafo rápido a las dos de la tarde, ese nos llevaba en una hora, el otro servicio era más lento y nos llevaría casi tres horas, yo, lo que menos quería es perder tiempo.  Almorzamos en un restaurant cercano y luego, el aliscafo al que llamaban “Hidroalas” nos llevó, literalmente, en el aire, para mejor, el río de la Plata estaba sereno y calmo, lo que hizo más fácil desplazarse por ese inmenso “mar amarronado” .

Estábamos un poco a ciegas, yo recordaba bien al hijastro de Ana , pero de cuando era más chico, hacía como diez años que no lo veía, en ese momento debía tener unos veintiocho y veintinueve años, aunque estaba seguro que se lo podría ubicar por la nacionalidad, por la altura, un tipo de casi un metro con noventa no pasa desapercibido, además, porque, como me había dicho Graciela , seguía siendo delgado y, a pesar de los pocos años, tenía canas en los costados de la cabeza, sobre las sienes.

No iba a ser tan fácil ubicarlo, pero tenía el pálpito de que lo íbamos a encontrar, Andrea había llevado un mapa de las zonas que solía frecuentar y estando en el lugar, aun cuando no supiéramos la dirección exacta, preguntaríamos por allí, usando sus características físicas, otra de las cosas que podíamos hacer cuando viéramos a alguien parecido era usar el teléfono.  Ya veríamos…

Continuará…

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