El Detective

Serie de cuatro capítulos, traducida del inglés. Su autor es sandmann (bd654@scn.org)


EL DETECTIVE - Confesiones de un investigador privado


Autor: sandmann (bd654@scn.org)

Título original: THE DICK - Confessions of a Private Eye

Traducido por GGG, noviembre de 2003

Advertencia: Si tienes menos de 18 años o encuentras repugnantes los relatos eróticos, por favor no sigas ... bla, bla, bla

Se agradece cualquier comentario. Dirigirse a: bd654@scn.org


CAPÍTULO UNO: EL TRAMPOSO


Era una de esas noches de verano en las que no aguanta ni dios en la ciudad. Se acercaba rápidamente la hora de la medianoche y la lectura de la temperatura indicaba 98 grados (fahrenheit: unos 37 grados centígrados) en el reloj del banco. La humedad convertía cualquier trozo de tela seca en un trapo sudoroso. Era en estas condiciones idóneas en las que dirigí mis prismáticos hacia la ventana del comedor de un apartamento del segundo piso.

Había seguido a un hombre negro bien vestido hasta el apartamento donde se disponía a cenar con una pelirroja que parecía ser la dueña. La chica parecía reírse con todo lo que le decía. Este tío era un seductor habitual. Saqué una foto de la conversación y dejé que mi mente vagara hasta un encuentro anterior de esa misma noche.


No había tenido ningún cliente en toda la semana. De todas formas no era desconocida para mí una mala racha semejante. Hice una última llamada a un antiguo cliente para ver si tenía algún asunto que investigar del que necesitara que me ocupase. Después de unos veinte minutos de palique terminó con, "Lo siento, Frank. De verdad que no tengo nada para ti en estos momentos."

Mientras colgaba el teléfono escuché unos golpes en la puerta. Grité, "está abierta." Decir que entró una mujer sería subestimar el acontecimiento. He trabajado para montones de mujeres en mis días de detective, pero nunca había puesto los ojos en una dama como ésta. Rezumaba sexualidad por cada poro de su piel tersa y oscura. Sus macizas caderas ondulaban atrás y adelante dentro de una especie de ajustado traje de oficina, mientras tomaba asiento frente a mi escritorio. Cruzó las piernas de una manera que era obvio que perseguía un objetivo, mientras yo me inclinaba hacia delante sobre la mesa para conseguir mejor vista. Sus rodillas redondeadas sobresalían hacia delante por una raja corta de su falda. La acentuada curvatura de sus pantorrillas era un reflejo de las curvas más pronunciadas de su cuerpo. Sus piernas exquisitas estaban embutidas en medias blancas de seda, y un zapato colgaba precipitadamente de los dedos de su bonito pie izquierdo. Tomé nota de toda esta visión en un rápido barrido con los ojos. "Nunca eches miradas lascivas a una cliente." Era una buena regla con la que vivir.

Tenía la mirada perdida en los dos ojos negros azabache cuando la oí preguntar, "¿Es usted Mr. Chase?"

"Casi todos los días."

Por su rostro se extendió una sonrisa angelical mientras decía, "Creo que conoce a un colaborador mío, Ronnie Moore."

"Sí, he trabajado alguna vez para Ron."

"Bien, él me dijo que podría ayudarme. ¿Está dispuesto a escuchar mi historia? Seré todo lo breve que pueda."

"Tómese todo el tiempo que desee, señora."

"Yo era la típica niña de gueto, de una familia rota. No tenía intención de seguir allí y empecé a colocarme en el camino de los hombres influyentes desde que cumplí los 18. Sobre todo bares, gimnasios, ese tipo de sitios. En un estudio de aerobic, hace quince años, conocí a un hombre de una de las familias negras más ricas de la ciudad, el clan McLemore. Le eché el ojo a Bernard, y antes de que pasara un año estábamos casados. Supongo que le quería de alguna manera, pero siempre le había visto como un medio para conseguir la vida que quería. Me colocó en la universidad y en la escuela de económicas, y me permitió trabajar como agente de bolsa en Helgesen-Smith.

"Todo iba según mi plan. Desde el principio se me permitió controlar las finanzas de Bern, con gran alivio de su familia. Es un derrochador y su familia se estaba cansando de aumentarle la paga mensual. Le asigné un presupuesto ajustado, y utilicé el sobrante de su asignación en distintos mercados. Tomé precauciones para asegurarme de que Bern y su familia no se enteraran de ninguna de estas actividades inversoras. Los muy bastardos me habían hecho firmar un contrato prematrimonial antes de la boda, de modo que esta era la forma de llevarme mi parte."

"Recientemente saqué una buena tajada de una inversión y estoy buscando poner fin a este matrimonio. Sé que Bern me ha estado engañando, pero puesto que nunca ha sido muy buen amante, lo he ignorado y me he centrado en mi trabajo."

En este punto hizo una pausa, para que pudiera participar en la conversación.

"Así que aquí está usted para contratarme para que encuentre una prueba de la infidelidad de Bernie."

Volvió a sonreírme e inspiró ligeramente, haciendo que su amplio pecho se expandiera aún más, mientras replicaba, "Eres un chico bastante guapo para ser blanco."

"Señora, han pasado más de veinte años desde los tiempos en que se referían a mí como un chico."

"Bueno, Mr. Chase, también yo soy demasiado joven para que se refieran a mí como señora. Si te voy a contratar será mejor que me llames Chantell, o Chan, o Channie como diminutivo."

"Bien, Miss Chantell. Me encantará trabajar para ti, y puedes llamarme Frank."

Pagó mi anticipo en metálico y me dijo donde podía esperarse que me pusiera sobre la pista de Bern. Explicó que regularmente hacía el turno de noche en Helgesen-Smith, controlando los mercados de reservas asiáticos durante las altas horas de la noche. Siguió, "Salgo de mi turno a las 4 de la madrugada. Si has terminado el seguimiento de Bernard sobre esa hora no me importaría recibir un informe preliminar. Me pasaré por este edificio y si veo que tienes la luz encendida me pararé, ¿vale?"

"Sí, probablemente estaré aquí," murmuré mientras salía por la puerta meneando su increíble culo.


Estaba reflexionando cariñosamente en su estrecha cintura, su llamativa nariz, sus labios gruesos naturales, y sus excitantes pies cuando con el rabillo del ojo vi un destello luminoso. Me incorporé rápidamente y comprobé que Bernard y su amante zanahoria se estaban yendo a otra habitación. Agarré la cámara y eché a correr hacia el edificio. Mientras lo rodeaba encontré una terraza frente a una habitación iluminada. Gateé por el costado del edificio y aterricé sigilosamente sobre el suelo de la cubierta. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando observé que las cortinas de las puertas del patio estaban abiertas un par de pulgadas. Saqué un micrófono direccional y lo apunté hacia la cama y activé la minigrabadora que tenía en el bolsillo. Me agaché junto a las puertas de cristal con la cámara apoyada en las rodillas y me dispuse a disfrutar del espectáculo.

Bernard estaba sentado en la cama, desnudo, acariciando su delgado chisme de cinco pulgadas (12,5 cm), mientras su hermosa novia hacía un lento striptease delante de él. Durante su sensual baile prestaba mucha atención a su clítoris. Empezó acariciándoselo con la palma de la mano a través de las bragas. Para cuando se hubo quitado el par de medias oscuras ya había tenido dos orgasmos, según mis cuentas.

El pelo rojo le caía sobre los hombros. Su piel era de un blanco lechoso con llamativos lunares rojos en los muslos y el vientre. Parecía tener alrededor de veinte años. Tenía algo de 'grasa de bebé' (baby fat) residual que le daba una curvatura extra a sus tetas y caderas. Sus aureolas eran anchas y rosadas y mantenía sus pezones erectos con una mano mientras la otra estaba ocupada en su clítoris. Un rostro redondo y suave, iluminado por ojos verde esmeralda. Tenía que tratarse de un hermoso y joven polvo blanco, que Bernard podía encontrar apropiado en cualquier sitio; pero el por qué andaba buscando porquerías cuando ya tenía una espléndida esposa que quitaba el hipo era algo que no podía entender.

Le había tomado dos fotos cuando Bernie gruñó, "Ah, mierda, ya me ha vuelto a pasar."

La chica abrió los ojos saliendo de su ensueño y se acercó a la cama. "Oh querido, ¿te has vuelto a correr antes de tiempo?"

Bernard masculló, "Sí, Sheila. Tu baile es demasiado erótico para mí. Supongo que tendremos que ir directamente a follar a partir de ahora."

"No te preocupes, cariñín, lo limpiaré como hago siempre. ¡Sabes que me encanta el sabor de la crema de tu polla!"

Se puso a lamerle la polla en toda su longitud. Se tomó mucho tiempo en limpiar la eyaculación prematura de Bern. Jugó con su filamentosa corrida con la lengua y los labios durante al menos cinco minutos. Tenía una lengua extraordinariamente larga y habilidosa. No lo habría creído si no lo hubiera visto, pero se enrollaba totalmente alrededor de la picha de Bern, lo que era una proeza incluso para el tamaño relativamente pequeño de su polla. Finalmente terminó de meterse en la boca las gotas de corrida que quedaban con un lento y perezoso remolino de la lengua alrededor de sus labios. Tragó ruidosamente y luego dio un par de tirones con la mano a la polla de Bern para volver a ponerla totalmente erecta.

"Jesús, Sheila, eres una muchachita de mucho talento."

Ella le pasó las manos alrededor del cuello y se acercó para besarle, "Gracias, Bernie."

La separó y replicó, "Sabes que odio ese diminutivo, y también sabes que no te beso después de una mamada."

Ella bajó la mirada y dijo, "Lo siento."

"Me parece que me apetece hacerlo al estilo perro esta noche, date la vuelta."

Se subió a la cama a cuatro patas y le volvió a mirar con aquellos increíbles ojos verdes. Él comentó, "Uau, tu coño está tan húmedo como una fuente." No pareció tener mucho problema en metérsela en la vagina. Una vez toda dentro  respiró a fondo y dijo, "Dios, tu coño sienta de maravilla."

"Oh, tu gran polla encaja tan bien en mi chocho de fulana. Fóllame como el gran papaíto negro que eres. Trátame como a una perra."

Bernard agarró un puñado de su pelo y le echó la cabeza hacia atrás. "Cierra el pico, Sheila. Sabes que no me gusta ese lenguaje de fulana ni lo de perra y papaíto. Si vas a hablar, habla como una muchachita dulce. Eso me pone más."

Aunque Bernie estaba obviamente molesto resultaba evidente por la expresión del rostro de Sheila que a ella le gustaba el brusco tirón de pelo. Inmediatamente se bajó la mano por el vientre hasta el clítoris mientras el volvía a bombearla desde atrás. Ella dejó escapar unos maullidos contra la almohada mientras alcanzaba un nuevo orgasmo.

A Bernard le llevó unos cinco minutos conseguir volver a correrse. Pero esta vez pareció estar satisfecho con su aguante. La polla se le quedó flácida a los pocos segundos de sacársela. Se dejó caer de espaldas mientras ella se arrastraba buscando su abrazo.

Casi se me olvida hacer más fotografías. Justo antes de sus respectivos orgasmos les hice algunas fotos más. Estaba fastidiado por no haber hecho fotos de su anterior trabajo con la lengua, pero razoné que de todas formas esas no serían las mejores fotos para enseñárselas a Miss Chantell McLemore. Había aprendido que cuando se enfrenta a los clientes con la evidencia de la infidelidad de la pareja era mejor no calentarles la cabeza con las escenas sexuales más gráficas.

El pálido cuerpo de Sheila resultaba muy incitante. Desde mi ventajosa situación podía ver que su entrepierna goteaba todo clase de fluidos. Se enzarzaron en una charleta sin sentido y luego finalmente él se vistió para marcharse. Regresé a toda prisa a mi coche. Bernard salió del edificio y le seguí hasta casa. La luz de su dormitorio se encendió fugazmente y luego se apagó.


Hecho mi trabajo por esa noche, me planteé si olvidarme de Miss McLemore y descansar un poco. Podría informarla por la mañana. Pero recordé su imagen y tres horas no parecían ser un tiempo de espera desmesurado. Me acerqué a uno de mis bares preferidos para tomar alguna copa antes de que cerraran. Hal, el encargado, lo mantenía abierto a menudo hasta tarde, así que podría perder dos de las horas charlando con él.

Hal estaba ocupado con algún otro cliente cuando entré, así que le pedí a la camarera unos dardos y una pinta de Guinness y me dirigí al tablero de los dardos. Había lanzado un par de rondas al tablero cuando una voz que me resultó familiar dijo, "Realmente sabes como acertar en la diana."

Me volví para mirar de frente al par de ojos verdes más excitantes que nunca había visto. Casi se me escapa "¡Sheila!", pero afortunadamente recuperé el sentido común y respondí, "Hola".

Una sonrisa se extendió entre sus labios largos, finos y rojos, para poner al descubierto dos filas perfectas de dientes blancos. La llamativa yuxtaposición de verde, rojo y blanco alrededor de su rostro me produjo un instante de mareo. Me recuperé mientras decía, "Bueno, hola también para ti. Estaba sentada en el apartado y me sorprendió que pudieras acertar tres veces seguidas en el centro. Los hombres con los que acabo nunca tienen tanto tino ni tanta precisión."

Me aclaré la voz y la miré de arriba abajo por primera vez, observando que había embutido su cuerpo en un ceñido vestido negro que no ocultaba la parte superior de sus medias. En un intento de hacerme el gracioso respondí, "¿Te refieres a los dardos o a alguna otra cosa?"

Siguió sonriendo e ignoró mi agudeza. "¿Me enseñarás a lanzarlos?"

Mientras lo decía pestañeó una vez. Intenté recuperarme del hechizo replicando, "Me gustaría, pero si entra la poli seguro que me detienen por contribuir al delito de una menor, ¿no crees?"

Fingió una expresión herida levantando el labio inferior, "¿Crees que no tengo 21 años?"

"Supongo que si Hal te deja entrar tendrás la edad. Venga. Ponte en la línea y te enseñaré algunas técnicas buenas." Su rostro se iluminó visiblemente ante el comentario, mientras cogía los dardos y pasaba por delante de mí para ponerse ante el tablero.

Estaba mirando su espalda y mis ojos se entretuvieron un poco en su culo de melocotón cuando comentó, "¿Cuándo podemos empezar?"

Me pilló mirándola y me sonrojé mientras decía "Inmediatamente."

"¡Qué rico! Si te has puesto rojo. Es agradable ver un hombre adulto que todavía puede sonrojarse."

Me puse a su lado y empecé a enseñarle cuales son los buenos movimientos hacia el tablero de brazos y muñecas, pero ella se puso delante de mí diciendo, "Enséñamelo así. Será más fácil verlo si estás detrás de mí." Calculé que sin sus tacones de tres pulgadas (7,5 cm) debía medir unos 5 pies y 5 pulgadas (como 1,65 m).

La altura adicional provocaba que su adorable trasero se apretara contra mi entrepierna, mientras intentaba concentrarme en sujetarle el brazo y enseñarla a lanzar. Lanzó los tres dardos, fue al tablero a recogerlos y luego volvió a arrimarse contra el creciente bulto de mis pantalones. Mientras le explicaba como debería cambiar el movimiento del brazo me interrumpió diciendo, "Sabes, la humedad es tremenda. Nadie puede evitar sudar con este calor."

Me di cuenta de que no me había duchado ni cambiado la ropa en toda la noche. Tenía que haberle olido a demonios. Lentamente se dio la vuelta y me miró con una sonrisa pícara, continuando, "Algunas mujeres encuentran repugnante el sudor, pero a mi me encanta el olor a sudor de un cuerpo bien hecho."

"Realmente no te interesa aprender nada de dardos, ¿verdad?"

"Bueno, me interesa saber si puedes mantener tu puntería y precisión en otras cosas que no sean los dardos," dijo mientras levantaba una ceja.

"Sabes, soy lo bastante mayor como para ser - este, um - tu hermano mayor."

Inclinó su boca cerca de mi oído y me susurró, "Bueno, yo soy lo bastante mayor para follarte realmente bien, gran hermano."

Mi polla, enredada en los calzoncillos, se puso dura como una roca a partir de ese momento. Pareció sentir mi incomodidad y echó un vistazo al bulto de mi entrepierna. Capté la señal, la tomé de la mano y salimos. En cuanto pasamos por la puerta se giró, me pasó los brazos alrededor del cuello y apretó su boca contra la mía. Hubo un momento en que nuestros labios se exploraron mutuamente antes de que su lengua entrara en acción. 'Su lengua', pensé para mí. Acababa de ver aquella lengua excitante y larga realizar algunos actos impresionantes hacía apenas una hora. Ahora me estaba volviendo loco explorando cada grieta y cavidad de mi boca. Rompí el beso y la mantuve separada con los brazos. Se sorprendió y preguntó, "¿Cómo te llamas?"

Yo estaba aún más sorprendido, pero contesté, "¡Frank! Frank Chase."

"Yo soy Sheila Conaghan. ¿Quieres venir a mi casa o prefieres hacerlo aquí en el aparcamiento?"

Seguía mirándola embobado, así que me agarró la mano y me llevó a su coche. En cuanto nos sentamos me pasó la mano y me desabrochó los pantalones. La ayudé a bajármelos, y cuando me sacó la picha de los calzoncillos, la liberación de la opresión fue un alivio tal que todo lo que pude hacer fue suspirar.

Al mismo tiempo dijo entrecortadamente, "Por fin, una polla grande para variar. Esto si que será un verdadero reto." Me besó los huevos y me miró. "Frank, puesto que no has contestado a mi pregunta tengo que elegir, y mi elección es hacerlo en parte aquí en el aparcamiento y luego llevarte a casa y acabar contigo allí. ¿Algo que objetar?"

No estaba seguro de si mi expresión atontada y mi pérdida de voz la excitaba o la inhibía, pero dado que estaba teniendo bastante suerte con ella hasta ahora me limité a responder, "¡uh uh!"

Me sonrió mientras deslizaba su larga lengua a lo largo de mi polla, deteniéndose a chasquearla sobre el extremo adornado con jugo preseminal. "No vamos a ir a ninguna parte hasta que esta bonita picha gorda suelte su crema de polla en mi boca."

Aspiró una gran bocanada de aire y luego se metió toda la longitud de mi pene por la garganta abajo con una rápida bajada de la cabeza. Su boca y su garganta parecían tan calientes como un reactor nuclear. Me eché hacia atrás y disfruté el lance, mientras ella giraba los labios alrededor de la base de mi polla. Su nariz estaba enterrada entre los rizos de mi vello púbico. Luego cambió de ritmo y serpenteó su admirable lengua entre los labios, pasando la base de mi polla y me lamió los huevos. Estaba a punto de explotar cuando recordé sus palabras sobre encontrar un hombre con precisión y concentración. Me mordí el labio de abajo y aparté mis pensamientos del orgasmo y apenas pude contenerlo. Estaba gozando de la mejor mamada de toda mi vida, cuando me di cuenta de que se había metido a fondo en la garganta mis 8 pulgadas (20 cm) hacía más de un minuto. La agarré del pelo y le retiré la cabeza de mi polla. Se incorporó y empezó a toser.

"Dios mío, podías haber muerto asfixiada."

Tosió una vez más y replicó, "Que va, puedo aguantar la respiración hasta casi dos minutos." Me miraba con un nuevo brillo en los ojos, y recordé la expresión de su cara cuando Bernard le tiró del pelo. Claramente disfrutaba con un poco de rudeza en el sexo.

Decidí que ya estaba bien de actuar silenciosamente y cambié de táctica. "Eres una putilla asquerosa. ¿Cuánto va costarme esto sucia zorrilla?"

Podía asegurar que este nuevo giro la estaba excitando. "Me tendrás que llenar la boca de corrida al menos una vez." Bajó la cabeza y empezó a aplicarme el maravilloso tratamiento externo con la lengua mientras me estrujaba los huevos con una mano y me meneaba la base de la polla con la otra.

Como tenía ocupadas las dos manos y sabiendo lo que le gustaba la estimulación del clítoris metí la mano bajo su falda y sentí su coño rapado. "¡Jodida puta asquerosa! ¡No llevas bragas!" Esto la excitó aún más y meneó el coño bajo mi mano hasta que su adorable y pequeño clítoris estuvo pillado entre dos de mis dedos. Empecé a trabajarle el clítoris, mientras insertaba uno de mis dedos en su túnel del amor. Su chocho estaba tan húmedo como la noche, húmeda y caliente. Seguí con ello mientras empezaba a llevarme hasta el borde con su lengua y sus labios.

Justo cuando pensaba que ya no podría aguantar más retiró la cabeza de mi polla y soltó un grito que helaba la sangre, antes de que pudiera taparle la boca con mi otra mano. Yo estaba casi temblando antes de apartar la mano. Su respiración era entrecortada y comprendí que había sido solo su reacción orgásmica a mi trabajo manual. Un par de tíos salieron corriendo del bar. Me deslicé por debajo de ella en el lado de conductor y la empujé al asiento opuesto. Ella estaba todavía medio aturdida y golpeó la puerta con la cabeza. Le agarré la cabeza por las dos mejillas y grité, "Tu alarido nos ha causado muchos problemas. Vámonos de aquí. ¿Dónde están las llaves, chocho estúpido?"

Buscó su bolso y me pasó las llaves diciendo, "Sheila."

Mientras arrancaba el motor repliqué, "¿Qué?"

Me miró y dijo, "Sheila. Puedes llamarme Sheila. No tienes que llamarme 'chocho estúpido' camino de mi casa."

No sabía si se le había disparado algún interruptor sexual pero me comporté con precaución con el diálogo a partir de aquí. Mientras salíamos del aparcamiento pregunté, "¿Dónde vives, Sheila?"

En los Apartamentos Westchester. ¿Sabes dónde están?"

"Sí, creo que sí," respondí, fingiendo dudas.

Se quedó tranquila durante el viaje, pero cuando llegamos al edificio de los apartamentos se volvió hacia mí con una expresión inocente en los ojos. "Siento la escena de allí. A veces entro en situaciones sexuales nuevas y me pierdo. Quiero decir que quería medio gritar, medio gemir, pero debo haber perdido el control con las sensaciones sexuales subiendo y bajando por mi médula."

"Olvídalo, muñeca. Me ocurre cada noche."

Se le iluminó la cara y preguntó, "Entonces ¿entrarás conmigo?"

"Intenta detenerme."


Miré el reloj y comprobé que eran las 2:30 de la madrugada. Consideré brevemente el aspecto ético de hacérmelo con la novia del marido de mi cliente, pero lo deseché rápidamente mientras miraba su cuerpo una vez más.

Me tomó la mano con firmeza mientras me llevaba a su apartamento. Una vez dentro la tiré bruscamente en el sofá y empecé a quitarme los pantalones. Sus ojos se abrieron como platos mientras susurraba, "No me fastidies. No quiero que nada me distraiga cuando chupe toda la crema de esas grandes 10 pulgadas (25 cm)."

Me reí. "Dudo sinceramente que esta cosa tenga diez pulgadas, pero estás haciendo maravillas por mi ego, pequeña Sheila."

Sonrió. Obviamente había escuchado antes el juego afectuoso hecho con su nombre (N. del T.: debe tratarse de un juego de palabras sobre el nombre en inglés que no consigo captar). Mantuvo las manos tras la espalda mientras yo avanzaba y le restregaba la polla por la cara. Tenía los ojos cerrados mientras lo hacía y de vez en cuando chasqueaba la lengua cuando le pasaba por la boca. Susurré, "Dime cuanto la deseas, Sheila."

"La deseo de tan mala manera que me duele el chocho. Por favor, déjame que te la chupe Mr. Chase. Te prometo que la trataré realmente bien. Estoy tan loca por tu polla que haré cualquier cosa. Incluso puedes follarte mi ojete virgen, pero déjame chuparla hasta que chorree. ¡Por favor, por favor, por favor!"

Mientras suplicaba empezaron a formársele lágrimas en los ojos, y me di cuenta de que probablemente fuera algún tipo de adicta sexual o ninfómana o algo por el estilo. Coloqué la cabeza de mi polla contra sus labios y abrió la boca para tomar solo la punta. Levantó la vista hacia mí, las lágrimas contrastaban con el verde de sus ojos. Solo esta escena casi me hace soltar la carga en aquel preciso instante. Me volví a morder el labio mientras observaba como una gruesa lágrima se escapaba de su ojo y bajaba rodando por su mejilla. Luego miró hacia abajo y se concentró en proporcionarme una de las mejores mamadas que he recibido nunca.

Sus manos me trabajaron los huevos y la base de la polla, mientras los labios y la lengua se arremolinaban de arriba abajo a lo largo de mi polla. Cuando llegó a la punta empujó la boca hasta el fondo, hasta que le cosquilleó en las amígdalas. Luego la sacó, me miró a los ojos y repitió el proceso. Perdí la cuenta después de diez ciclos y varios minutos después me dejé ir. Pudo sentir que estaba a punto de correrme y apretó con fuerza la base de mi picha. Esto retuvo el flujo durante un breve instante mientras deslizaba la punta de mi polla en su boca. Luego me enganchó con fuerza por los huevos con la otra mano y con un grito de dolor solté el primer chorro de semen de mi polla. La vi tragarse el primer chorro y retirar la boca de la polla. La segunda ráfaga saltó desde el extremo de mi polla y se estrelló contra su boca y su nariz. Volvió a chasquear la lengua sobre la cabeza y sin más preámbulos dejé salir dos chorros más de corrida que aterrizaron sucesivamente en su carrillo y su frente mientras ella apuntaba hacia arriba con mi polla. Le envié una última ráfaga a los pliegues de su adorable pelo rojo.

Me dejé caer junto a ella en el sofá, y se puso a limpiar toda la corrida de mi polla y su cara. Al levantar la cabeza para mirarme retiré de su pelo con los dedos el último ribete de corrida que ella lamió también. Me sonrió tímidamente y dudó. Me di cuenta de que no estaba segura de besarme, así que la agarré de la cintura y la besé con entusiasmo. Respondió adecuadamente y se retorció en mi regazo apretando su entrepierna desnuda contra mi polla recién limpia que de nuevo empezaba a levantarse. Su boca sabía a mi corrida, pero no me importó. La sensación de sentir su lengua en la boca era demasiado para prescindir de ello.

Finalmente terminamos el beso y le quité el vestido mientras ella me quitaba la camisa. De repente fui muy consciente de mi olor rancio, pero parecía estar tan metida en ello que me estaba lamiendo el sudor de mi pecho y mi estómago.

Parecía ser una experta folladora. Le gustaba el rollo rudo, le gustaba el rollo tierno, le gustaba el hablar malsonante, le gustaba hacer de sumisa. Esta era una joven excitantemente sexual. La tomé cuidadosamente y la llevé a su dormitorio y la tumbé en la cama. Sus ojos no se apartaron de mí mientras iba encendiendo las muchas velas que rodeaban la habitación. Estaba ya totalmente erecto cuando le devolví la mirada. Pensaba en lo que había dicho de su ojete virgen, y me preguntaba como abordarlo porque nunca había tenido la oportunidad de darle por el culo a una mujer.

Cuando me acerqué a la cama llevó las manos a mi polla. La agarré de las muñecas y tiré con fuerza de ellas. Abrió mucho los ojos que parecían emitir fuego. Gritó, "No me hagas daño, polla grande violadora."

Ahora me tocó a mí sorprenderme, pero seguí con mi plan y la empujé de espaldas sobre la cama mientras hundía la cabeza entre sus muslos. Ataqué su clítoris con la lengua durante unos segundos antes de que empezara a tener convulsiones. Me detuve, pero ella recuperó el aliento y me dijo que todo iba bien. Seguí lamiéndole el clítoris mientras me la trabajaba con dos dedos en su prieto agujerito. Dejó escapar una serie casi continua de gemidos mientras le aplicaba mi mejor comida de chocho. Movía la lengua constantemente arriba y abajo por su raja, deteniéndome a atormentarle los labios con los dientes, y también haciendo pausas para besarle su fruncido ojete. Trabajé con un dedo su apretado tapón para aflojarlo un poco mientras seguía trabajándole el clítoris con la lengua. Esto la llevó a la cima y se puso a medio gemir, medio gritar mientras se desataba su orgasmo. Lamí ansiosamente todo lo que goteaba de su chocho y un escalofrío final le recorrió el cuerpo. Empecé de nuevo cuando me agarró del pelo y me dijo que parara.

"No puedo soportarlo dos veces seguidas. Creo que me moriría."

Capté la indirecta y subí por su cuerpo, deteniéndome a chuparle los rosados pezones por primera vez. Tenía los pechos redondeados y parecían afectarles positivamente mis atenciones sin colocarla en ninguna vía orgásmica. Seguí mi camino ascendente y llegué a su bonita cara. Bajo los ojos se habían formado unos semicírculos oscuros. Parecía exhausta, pero consiguió mover los labios hasta mi oído y susurrarme, "Fóllame el chocho, Frank. Fóllame con esa enorme polla tuya." Sabiendo que estaba completamente lubrificada le metí la polla en el coño. Con todo lo húmeda que estaba pude sentir mucha resistencia interna, y alguna externa, cuando la empujé por su tracto vaginal.

Ella dejó escapar otro suspiro entrecortado, quejoso, "¡Oh, dios mío! Tu polla es tan gorda que me está frotando el clítoris." Empecé a retirarla, pero ella gritó, "¡Vuelve a metérmela, Frank! Haz que me corra otra vez."

Empecé a bombear, al principio lentamente pero luego aumentando la velocidad. Sus piernas se cruzaban por detrás de mi trasero y me levanté sobre los brazos para poder ver mejor su cara y sus tetas. Sus ojos aparentaban un terror salvaje mientras incrementaba el ritmo de mis embestidas. Un largo gemido se escapó de sus labios y respondí con mi propio gemido. Los ojos se le pusieron vidriosos mientras empezaba a golpear incontroladamente mi pecho con sus puños. El ritmo con el que mi polla aporreaba su clítoris era tan fuerte que la lanzó al orgasmo una vez más. Cerró los ojos y, esta vez, se quedó sin voz. Volvió a tener espasmos de un tipo que me asustó, y me detuve. Finalmente cesaron sus convulsiones y me coloqué a su lado, con la polla dura todavía dentro de su coño. Abrió los ojos y empezaron a correrle las lágrimas por las mejillas. Yo no sabía que hacer, y empecé a acariciarla y a decirle con mi voz más relajante, "Todo va bien, cariño. No llores. Todo irá bien." Empezaba a dudar de que fuera la ninfómana del tipo rudo y duro que previamente pensé que era.

Se echó a reír detrás de las lágrimas, lo que me hizo reír también a mí. Era como si adivinara mis pensamientos cuando dijo, "Está bien. Sigo siendo la fulana dura de roer que conociste en el bar. Solo que nunca antes había tenido un orgasmo continuado como éste. Gracias, Frank, follador magistral."

"De nada, Sheila, pequeña ninfómana suculenta."

Esto la excitó aún más y los dos nos reímos un buen rato. Finalmente se desenganchó de mi erección con un último gruñido. Se dio la vuelta y se puso a cuatro patas y dijo, "Un trato es un trato. Dije que el precio por follarme era la boca llena de corrida y has pagado adecuadamente. Me preguntaste cuanto deseaba tu morcilla y te ofrecí mi último agujero virgen. Frank, ¿quieres meter ese rompechochos en mi agujero de la mierda? Siempre pago mis deudas."

"Dios, que asquerosamente mal hablada eres, cachondona. Puedes apostar que te follaré ese precioso culo que tienes. ¿Quieres que sea delicado o prefieres que sea rudo?"

Esta pregunta la pilló por sorpresa y se lo pensó a fondo un instante antes de lloriquear, "Por favor, sé delicado. Nunca he tenido nada metido ahí, excepto tu dedo ahora mismo, y estoy un poco asustada."

Agité la cabeza pensativo, "Esta zorra tiene un comportamiento de loca. Calor y Frío. Dominante y Sumisa." Me coloqué entre los carrillos de su redondeado culo y empecé besándole su ojete fruncido. Se puso tensa pero después de lamerla y escupirle todo alrededor lo aflojó lo suficiente para meter parcialmente la lengua en el canal anal. Nunca había llegado tan lejos dentro del culo de una mujer pero no me sentía a disgusto. El sabor era un poco amargo, pero sabiendo que mi polla me seguiría pronto estaba muy excitado por todo. Le metí un dedo y luego dos dentro. Se retorció en mi mano y parecía estar especialmente estimulada por todo aquello. Una vez que me pareció que estaba adecuadamente lubrificada me puse de rodillas y empujé mi picha una vez más dentro de su coño para lubrificarla. Esto la sorprendió y dejó escapar un gruñido sostenido. La saqué y coloqué la cabeza de mi polla contra su húmedo ojete.

"¿Estás segura de que quieres que mi herramienta suba por tu cagadero, pequeña Sheila?"

Esta vez fui yo el sorprendido cuando se apretó contra mi polla. Su recto y mi picha estaban tan ajustados que los dos respiramos entrecortadamente cuando desaparecieron las primeras 3 pulgadas (7,5 cm). Metí y saqué la punta de mi polla por su ano hasta que entró casi hasta el fondo. Los dos gruñimos ruidosamente cuando finalmente ella empujó su trasero completamente contra mi estómago. Lo ceñido de su ojete le sentaba maravillosamente a mi polla y sabía que no aguantaría mucho, cuando empecé con el movimiento de bombeo consistente.

Sheila empezó a chillar, "Ou, ou, me duele. Tu polla me hace daño."

Me detuve bruscamente y pregunté, "¿Quieres que te la saque?"

Chilló, "¡Ni se te ocurra follamadres! ¡Sigue bombeando mi agujero, Frank!"

Volví a mi tarea y susurré, "Nunca me follé a mi madre."

Me oyó y dijo, "Eso que se perdió."

Le respondí con una palmada en el culo y ella pegó un respingo. Al final su ojete se relajó hasta el punto de que podía bombear con facilidad y rapidez dentro y fuera de su culo. La provoqué retirando de su agujero toda mi polla salvo la punta y luego empujándola con cierta ferocidad. Esta acción pareció cambiar las cosas para ella.

"No tenía ni idea de cómo sería esto. ¡Es maravilloso!"

Empezó a gemir y a gritar contra la almohada, mientras seguía follándole el culo. Podía sentir que las paredes de su chocho empezaban a contraerse cuando cayó en otro poderoso orgasmo. Esta acción hizo que su ano se contrajera además y me lanzó más allá del límite. Grité ruidosamente y liberé mi esperma hacia su colon. Sintió mi orgasmo y levantó la cabeza para gritar, "Córrete en mi culo, Frank. Córrete y córrete y córrete..." Su voz se apagó en una serie de gemidos. Mi polla estuvo en erupción lo que pareció una hora. El agarre como de tornillo de su recto parecía prolongar mi orgasmo. Ella parecía casi inconsciente tras su cuarto orgasmo de la noche (quiero decir conmigo).

Me quedé exhausto y me dejé caer sobre su espalda. Cuando cesó el bombeo su ojete se contrajo alrededor de mi polla todavía dura. No estaba seguro de si estaría lo suficientemente flácida para sacársela del culo. Susurró, "Nunca antes había tenido un orgasmo sin estimulación del clítoris. Fue increíble."

Le canté una pequeña nana al oído, lo que pareció cambiar su actitud una vez más. Se desenganchó de mi polla y se metió en mis brazos como si fuera un niño. Cuando terminé la canción me pidió que la cantara de nuevo. La complací y enseguida se quedó dormida en mis brazos. Me puse a trazar círculos alrededor del lunar rojo de su muslo, ausente.

No puedo dormir inmediatamente después del sexo. Aunque esté muy cansado, el periodo postcoito siempre supone un cansancio de un tipo extra. Para mí es como intentar dormir con una sobredosis de cafeína. Dejé que Sheila durmiera mientras mi mente empezaba a vagar. De repente me di cuenta de que había prometido informar a mi cliente. ¿Cómo se llamaba? ¡No podía creer que hubiera olvidado su nombre!