El destino jugó con nosotros

Un chico conoce a una chica por esta misma página, muy interesante. Se va un par de días de vacaciones y tiene un casual encuentro.

Lo que voy a narrar a continuación bien podría ser un sueño, o bien podría ser una divertida treta del destino, el caso es que así ha ocurrido

Hace no mucho tiempo conocí a una gran escritora… de relatos eróticos. Conseguí fácilmente su dirección de email y sin que yo le dijera gran cosa ella puso los medios para empezar a hablar.

Sus relatos me ponían verdaderamente caliente, y me encantaba leerlos en la soledad veraniega de mi piso de las afueras de la capital. Y al poder hablar con ella de verdad, yo fantaseaba en mis noches solitarias. Cómo sería tocarla, sentirla cerca, oír su voz susurrándome cosas calientes al oído… Me encantaba. Lástima que viviera tan lejos. Los días pasaban y decidí tomarme un tiempo corto de vacaciones. Ella sólo me dijo que era del norte, y tampoco me dijo en qué trabajaba, tan solo me mandó una foto. Yo fui al norte, huyendo del calor agobiante, y casi sin darme cuenta me acercaba a la mujer a la que tanto deseaba… Como las cargas eléctricas que tienden a unirse.

Todo estaba planeado, me cogí una habitación en un hotelito que daba al mar, tal y como yo había deseado. Era precioso, me encantaba el color que tenía todo en el norte. Yo no conocía en absoluto la ciudad y decidí contratar los servicios de un guía para que me la enseñara. Dicho y hecho, mi guía se llamaba María y era una auténtica preciosidad rubia con la piel tostaba con el sol veraniego que regalaba alegría a las verdes tierras del norte. Se parecía misteriosamente a la chica de internet, pero no quise darle importancia. Ella me miraba de vez en cuando y me dedicaba unas sonrisas que yo interpreté como pícaras. Pero, claro, también podía ser una mala pasada que mi imaginación lasciva me estaba provocando.

Cuando terminó el paseo, nos dispersamos un poco y ella se acercó a mí. Me preguntó si me había gustado la visita y las explicaciones, y como no podía ser de otra forma asentí dándole las gracias. Me lancé para aprovechar la situación e insinuarle que su cara me era familiar. Me contestó con evasivas, pero tras ello me invitó a tomar algo a un restaurante muy popular de la ciudad. Acepté encantado.

Tras un rato misterioso (para mí) pero divertido y ameno, quise agradecérselo regalándole un detalle que traje desde mi ciudad. Siempre acostumbro a llevar pequeños detalles para regalárselos a la gente que me pueda resultar simpática. Pero claro, tenía que venir a mi habitación del hotel.

Nos levantamos y me percaté cómo su mirada se dirigió casi descaradamente a mi paquete. Yo sonreí como si nada, y tomándola brevemente del hombro, la insté a acompañarme.

Entramos en la habitación del hotel y ella se quedó maravillada con las vistas. Como soy un poco desastre tuve que abrir la maleta y revolver un poco hasta encontrar el regalito. Estaba concentrado en encontrarlo y cuando por fin lo conseguí y levanto mi mirada de la maleta, me encuentro que mi nueva amiga María se había quitado su vestido, quedándose de espaldas a mí, mirando por las grandes ventanas de la habitación y enseñándome su espalda desnuda a contraluz. Qué visión más preciosa.

Me acerqué tímidamente con mi regalo y lo dejé sobre una mesita. Ella me susurró sin darse la vuelta: "bésame el cuello, por favor". Me acerqué a su cuello blanco apartando su mata de pelo rubio con olor a manzana y le di un beso húmedo, lento, sonoro y cálido. Escuché un suspiro salir de sus labios generosos , vi sus ojos cerrados, noté su cabeza recostada hacia atrás sobre mi hombro. Y yo, noté cómo me invadía la excitación.

"¿No te es familiar mi piel, César?" – me dijo, cuando yo aún no le había dicho cómo me llamaba.

Comprendí lo que ocurría, pero no quise decir ningún comentario al respecto, tan solo disfrutar de la sensación mágica que ahora estaba contaminando hasta la última esquina de mi habitación de hotel. No sin algo de nerviosismo, recorrí muy lentamente su cadera desnuda con ambas manos hacia arriba mientras le seguía besando el cuello adelantando mi cabeza y observando incrédulo la belleza dura de sus tetas, la mirada acechante de sus pezones. Le di la vuelta y besándole aún el cuello le susurré al oído "cómo te he deseado". Ella respondía a mis palabras quitándome la ropa con prisa. Me tocaba el pecho y me besaba, mientras sólo oíamos nuestros propios gemidos. A ella le quedaban aún las bragas, de color rojo de seda. Me agaché y se las quité quedando delante de mí una mata de pelo clara y breve, y un aroma narcótico capaz de hacerme enloquecer. María abrió sus piernas de pie y me dejó sus labios potentes a mi merced. Mi boca se acercaba besándole el lado interno de los muslos, y mis manos le acariciaban las piernas. Su vulva emanaba una gotita brillante y mi lengua se encargó de secarla pronto. La veía de pie, monumental, resaltándose sus tetas abundantes que a veces ella misma tocaba mientras yo la masturbaba con mi lengua, despacito… Le recorría el culo con mis manos y lo apretaba, mientras mi lengua se metía en su rajita calentísima como deseando penetrarla… Su botoncito estaba hinchado y rojo, y deseoso de ser catado. Lo besaba tierna y sonoramente, mientras le metía despacio dos dedos en su sexo empapado. Aceleraba el ritmo más y más y el volumen de sus gemidos aumentó hasta que se hicieron rítmicos y orgásmicos, momento en el cual se pausaron.

Me levanté, cerré las cortinas dejando la habitación en penumbra, y me tumbó casi con violencia en la cama y me bajó los pantalones vaqueros que llevaba. "Vas a ver cómo no es un sueño lo que te decía", me dijo. Dejando mi polla erectísima al aire y posando su mano derecha sobre ella moviéndola lentamente.

-"Me lo has hecho pasar muy bien, Cesitar, ahora te toca a ti". Y se tumbó a mi lado besándome mientras me meneaba la polla despacito. Dios, qué placer… Fue bajando por mi pecho dándome pequeños lengüetazos por aquí y por allá, hasta llegar a mi sexo erguido. Nunca me lo habían hecho tan bien como ella. Me comía los huevos que estaban duros y recogidos mientras me sujetaba la polla, para luego lamerla de arriba a abajo y luego tragársela moviendo su cabeza, su pelo, sus tetas… Me encantaba observar ese movimiento.

Le levanté la cabeza de donde estaba y le hice un gesto para que se acercara, poniéndola en la posición de un 69, una de mis "acciones sexuales" favoritas. Me colocó su culo monumental delante de mi cara, haciéndome inhalar ese aroma tórrido que emanaba de su coño. Así estuvimos un rato hasta que no pudimos más y tuvimos un orgasmo los dos casi a la vez.

María se tumbó boca arriba en la cama y me dijo:

-"No creerás que hemos terminado, ¿verdad moreno?"

Y empezó a masturbarse cogiéndose las tetas y apretándolas.

-"Te gusta lo que ves, ¿verdad? Mastúrbate conmigo"

Esta chica parecía leer mis fantasías sexuales y empecé a masturbarme delante de ella y ella delante de mí, hasta que nos pusimos a cien los dos otra vez.

Ella, muy sensualmente, se levantó y se puso a cuatro patas, moviéndome sensualmente su culo, haciéndolo moverse de una forma que me ponía loco. La penetré tocándole las tetas con una mano y su clítoris con la otra. Los movimientos eran frenéticos y el placer aún más. Aún recuerdo sus gemidos y me pongo cachondo. Mantuve mis movimientos hasta que conseguí su ya tercer orgasmo. Y cuando notó que ya no podía más, me hizo salir de su agujerito para hacerme terminar en su expertísima boca.

"Oooooh, María… Descargo, me voy, me corro…"

Quedamos a oscuras un rato más besándonos y diciendo cosas graciosas, impresionados los dos de que el destino nos hubiera hecho encontrarnos y satisfechos, de ver realizadas, al menos por una primera vez, nuestras fantasías.

Esto ha sido sólo el comienzo… En un próximo relato os contaré más momentos placenteros con este monumento de mujer, con este sueño realizado.