El destino de Susana (2)
¿Cómo puede convertirse un amante cariñoso en un despiadado maltratador? Lee el relato y lo verás...
Mientras se pintaba las uñas de los pies, Susana entrevió bajo su blusa las braguitas marrones con volantes que llevaba puestas. Esto le trajo el doloroso recuerdo del día en que su novio, Francisco, la abandonó, porque ese día también las llevaba.
Era una mañana primaveral, espléndida; como siempre, Susana se despertaba antes y descendiendo con lentitud y lamiendo a la vez el cuerpo de Francisco, llegaba hasta su pene y empezaba a besarlo. Pronto éste entraba en una pequeña erección, para deleite de Susana, a la par que sentía cómo los dedos de su novio recorrían rápidos su muslo hasta colocarse, cariñosos, en la entrepierna.
Ciertamente aquel día se dieron varias coincidencias: la primera fue que Francisco intentara meter el dedo índice, tras apartar la tira del tanga, en su ano.
- Por favor, cariño mío, recuerda lo que me duele ahí, no lo hagas, por favor susurró Susana, apartando su boca del pene medio erecto.
Sin decir palabra, su novio dejó descender el dedo hasta acariciar con tranquilidad los labios de su sexo, que ya empezaba a estar húmedo. Susana empezó a moverse un poco, a la vez que con su lengua conseguía enderezar el miembro de Francisco.
- Eres insaciable sonrió éste, hundiendo dos dedos en su coño y provocándole un pequeño gemido de placer.
La segunda sucedió cuando Francisco dijo:
- Me encantaría que bebieras mi semen.
Susana se detuvo un momento, subió hasta que sus bocas se encontraron y luego se sentó a horcajadas sobre su pecho, mientras sus manos jugueteaban a su espalda con el pene de Francisco.
Ya te conté que tuve una mala experiencia con eso... Algún día, te lo aseguro.
Quítate las bragas espetó él -. La tengo a tope... O no..., mejor mueve un poco la tira, que entre con ellas puestas.
Susana apartó un poco la tirilla del tanga y enseguida notó la punta del miembro de Francisco rozando los labios de su sexo. Eso la excitó mucho y, con la misma mano que había usado para abrir el camino hacia su húmeda selva, ayudó a introducirse a su pareja en su agujero. Lentamente notó cómo la dura espada penetraba e iniciaba un suave movimiento que le arrancó un gemido de placer.
- Oooooooh... con los ojos casi en blanco, Susana también empezó a mover su trasero, en el que reposaban y, a veces, apretaban un poco las manos de Francisco. Descendió hasta besarle en la boca mientras rozaba con sus pezones, duros y erectos, el pecho de aquél. Se mordisqueaban, jugueteaban con sus lenguas, se traspasaban saliva con cierto salvajismo, a la vez que el suave chirriar de la cama, el roce de los pezones, las caricias en su trasero y el vaivén del pene en su clítoris provocó que pronto se mojara. Con la mayor facilidad entraba y salía, entraba y salía el poderoso miembro, causándole a Susana un éxtasis increíble. Pronto, un masculino "que me voy, que me voy" se unió a los gemidos que ella no hacía más que emitir, y sintió en su interior la explosión de semen, a la par que movía frenéticamente el culo.
Con parsimonia, la emisión de semen empezó a descender y el pene quedó, ya reducido, en el interior de Susana, que aún gozaba sintiéndolo como suyo. Reposó su cabeza en el hombro de Francisco, y permaneció estirada encima de él notando con verdadero deleite cómo era acariciada por la espalda y el trasero.
- Oh, cómo te quiero gimoteó.
Pronto, sin embargo, advirtió tres cachetitos en el culo.
- Venga, Susana... Que debo irme ya.
Ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos:
¿Quién se ducha antes, tú o yo?
Dúchate tú, que yo tengo que afeitarme y tal. Venga, que salgo.
Sacó el pene y Susana, con rápido movimiento, se cubrió el coño con unos trozos de papel higiénico que había tenido la previsión de traer junto a la cama. Se levantó y dijo:
- En un momento estoy lista.
Se dirigió al baño a la vez que Francisco no pudo evitar un breve enderezamiento en el miembro al admirar la hermosa silueta y el excitante movimiento de sus caderas. "Mecagüen..., la furcia que tengo", se sonrió para sí, "algún día tengo que conseguir que me la chupe". La sensación que le produjo el imaginarse tal posibilidad provocó que el miembro hiciera nuevos intentos de erguirse.
Ajena a todos esos pensamientos, Susana ya se estaba duchando y prestaba mucha atención a dos aspectos: no mojarse el cabello y lavarse bien los bajos. La suavidad que denotaba el gel al restregárselo suavemente en los labios de su coño hizo que creciera su excitación, como mostraron sus tetas endurecidas y la leve erección del pezón izquierdo, con el que había empezado a juguetear. "Basta, Susi", pensó, "siempre estás igual. Sé una buena niña...".
Una vez duchada y seca, con los dientes limpios y la toalla a guisa de vestido corto y sin tirantes, regresó a la habitación.
¡Uy! ¡Qué guai la ducha! exclamó sonriente mirando a Francisco, mientras éste ya se levantaba Anda, dúchate mientras me visto y... bajó su mirada, poniendo cara de picarona - ... mójala bien, que la veo muy animada, ja, ja...
Yo sí que te voy a animar a ti dijo Francisco, acercándose a ella como guiado por el falo erecto y cogiéndola por los hombros. Susana notó en su trasero, medio oculto por la toalla, la dureza del miembro viril, y le encantó.
¡Oh! Ahora no, Francisco..., que si no, llegarás tarde...
Tienes razón asintió él -. Venga, voy al agua añadió tras darle un beso en el cuello y un cariñoso cachete en las nalgas.
Mientras él se duchaba y afeitaba, Susana buscó ropa interior: "Vaya, no me queda ni un tanga; ya toca poner una lavadora... Mira, estas braguitas marrones me irán bien... ¿Sujetador? Va, paso... Aún no me hace falta...", sonrió, " Este top azul me sienta bien..., lástima que se ate por detrás del cuello... Uummm..., ¿pantalón o falda?", meditaba mientras iba mirando la ropa colgada en el armario, "Venga, esta falda blanca..., es algo cortita, pero muy cómoda."
Cuando Francisco salió de la ducha, Susana se estaba mirando al espejo y poniéndose unos pendientes, pero captó enseguida la impresión que había producido en el hombre.
- Caramba, chiquilla... ¡Estás de bandera!
Susana sonrió agradecida.
No seas tonto.
De veras, tienes una piernas que pá qué. Y eso de que se vea el ombligo, ¡guau!
Dándose la vuelta, ella dijo:
Bueno, Francisco; cojo el bolso y me largo a comprar algo para comer.
Ok él la miró detenidamente -. Oye, ¿sabes que se te notan los pezones en ese jersei?
Venga contestó Susana, sin dejar de sonreír - ¿Ahora resultará que eres un celosillo? ¿Quieres que me ponga otra cosa?
No, niña, no..., no hace falta, caramba. Me gusta que te miren, siempre que sólo pueda tocarte yo, claro dijo él, risueño.
Susana se le acercó, le pasó un brazo por el cuello y, con la otra mano, le acarició el pene, duro como una piedra.
¡Coño! ¡Me pones a cien, chiquillo! exclamó, ya excitada.
¡Y tú, a mil! respondió él, besándola con pasión.
Susana jugueteó también con su lengua, mientras notaba cómo una de las manos de Francisco se introducía por debajo de la faldita y discurría entre los volantes de la braga y su trasero. Ella ya se dejaba ir, acariciándole con fruición el poderoso instrumento que la volvía loca. De pronto, Francisco se separó:
¡Mecagüen la hostia! ¿Por qué no podría quedarme aquí?
¿Por qué no te quedas? susurró ella, sin quitar la mano del objeto de su deseo.
"Jobar, qué puta que es", pensó el joven:
- Mira, Susi, de veras, debo irme...
Ella hizo un mohín:
- Bueno... Tú te lo pierdes...
Algo enojada, por frustrada, se dirigió hacia la salida, cogió el bolso y dijo, después de colgárselo al hombro:
¡Acuérdate de arreglar la puerta del altillo, que me tiene frita!
¡Ok! oyó cómo le contestaba Francisco.
¡De veras, acuérdate! volvió a exclamar, mientras abría ya la puerta.
¡Que sí, mujer, que sí! ¡Ya verás qué sorpresa!
"Sí, sí..., eso sí sería una sorpresa", pensó irónicamente mientras bajaba las escaleras.
Una vez en la calle, se dirigió a diversas tiendas a comprar. Se sabía mirada y admirada, notaba cómo numerosos ojos masculinos la seguían por la calle, cuando no algún obrero o transportista le decía algo, y eso la excitaba, le encantaba pensar que, si lo desease, podría complacerse con todos aquellos miembros... A veces pensaba que si aquel robusto camionero que ahora la piropeaba, la tomase por la fuerza..., no..., no estaba bien dejarse llevar por tales ideas..., pero el íntimo placer que le producían era indecible...
Hechas las compras, una hora y media más tarde, llegó al portal del edificio donde tenía su pequeño piso; las bolsas de plástico pesaban lo suyo y había tenido que parar varias veces para intercambiarlas de brazo; le encantaba en aquel momento dejarlas en el suelo sin doblar las rodillas, levantando levemente el trasero y permitiendo que la falda se elevase, dejando ver parte del resto de sus piernas y, quizá, una puntita de sus bragas. Sabía que aquello debía de excitar a más de uno que tuviera a sus espaldas...
"¿Te imaginas que esta noche alguno se la meneara pensando en ti?", se dijo mientras llegaba ya a la puerta de su casa, y sonrió.
Entró, cerró y dejó las bolsas en la cocina americana. Al volverse, no dio crédito a sus ojos: ahí estaba Francisco, arreglando el altillo. De hecho se veía una escalera y la parte inferior del cuerpo del joven: unas piernas magníficas enfundadas en un pantalón corto cuya bragueta, detalle que no le pasó desapercibido, coincidía justamente con el hueco más ancho...
- ¡Hostias, Francisco! No digas ni mú, ni una palabra... Estoy alucinada... de repente, una idea iluminó su rostro -. No te muevas de ahí, y, sobre todo, no hables..., que voy a premiarte a mi manera.
Con rapidez, se acercó un taburete y subió encima; colocó una mano en la bragueta, donde notó ya, para su deleite, cierto movimiento. Empezó a bajar la cremallera...
Pero...
¡Ni una sola palabra! ¡ A callar! espetó ella, mientras liberaba el miembro de su prisión -. Te has portado muy bien y tu Susanita te va a premiar como deseas...
Los ojos le brillaron cuando vio el pene con síntomas de erección...
- ¡Cuñao! Lo has alimentado, ¿eh? ¡Qué grandecito! decía mientras lo acariciaba con la mano derecha, mientras la otra reposaba en la cadera del joven -. Va creciendo, va creciendo... susurró, a la vez que se le hacía la boca agua al ver cómo respondía el falo a sus caricias -. Ahora, un lametito por aquí, uummm, un lametito por allá, uummm... pasó la lengua, juguetona, por la punta ya muy endurecida del miembro.
De detrás del altillo llegaban unos gemidos de placer.
- ¿Te gusta, eh? dijo, sonriente, Susana -. Pues ahora me lo voy a meter todo en la boca, me lo voy a comer enterito y a beber todo lo que de él salga... Su excitación había llegado a tal extremo que la mano que reposaba en la cadera masculina bajó, y se introdujo bajo la falda para acariciar, metida en la braguita, su propio sexo.
Se introdujo el miembro en la boca y empezó a chuparlo, arriba y abajo, arriba y abajo..., de vez en cuando daba pequeños y cortitos lametones a la punta, con un deleite que dejaba ver la mano que tenía en su coño, humedecida totalmente y que introducía ya dos dedos dentro de él.
El pene estaba muy duro; Susana notaba como si tuviera un ladrillo en su boca, pero en su excitación no cejaba de chupar y lamer...; pronto se escuchó un "¡No, aaahh, no! ¡No, me voooyyy!", y una efusión de esperma ocupó la boca de la chica, trayéndole recuerdos ingratos. En un afán de valentía y entrega, cerró con más fuerza sus ojos y llevó la mano con la que se masturbaba al pene, que lanzaba todo su jugo. También se obligó a tragar todo aquello, cuyo gusto le seguía dando ciertas náuseas.
"Aguanta, Susi, aguanta", pensaba ella, mientras su boca se llenaba de semen y su garganta iba tragando aquél que ya no encontraba cabida.
Aquella manguera iba perdiendo fuerza, y su caudal, menguando. Susana se esforzaba por dar el máximo placer a su novio, cuando de pronto oyó a sus espaldas la voz de Francisco:
- ¡Susana! ¿Qué coño es esto, mala puta?
Aquel grito la sobresaltó y la confundió: ¿Francisco a sus espaldas? ¿Entonces...? Tragando aquello que aún navegaba por su boca, se giró sin dejar de mantener su equilibrio aguantándose en el pene que, lamentablemente, aún lanzó algo de su jugo, alcanzándola en la mejilla, la oreja y cayendo en su top, justo encima del pecho izquierdo, sobre el cual fue dibujando una sutil estela blanca...
¡Francisco! chilló ella, sin atinar a abandonar el ya medio reducido miembro - ¿Qué haces ahí detrás?
Pero..., pero..., ¡será furcia! aulló él, acercándose a grandes zancadas y rojo de ira - ¡A mí no podía chupármela, la puta ésta!
Francisco..., yo...
El bofetón que recibió la hizo abandonar al fin el miembro que parecía servirle de sujeción y la envió al suelo, casi como si volara desde el taburete.
¡Hostias! Pero..., ¡será puta! sólo hacía que repetir Francisco, a quien Susana escuchaba medio llorosa desde el suelo, notando cómo un hilillo de sangre que partía de su labio pugnaba por unirse al camino que el esperma había señalado en su top.
Y tú, Ricardo, ¿qué? Bienvenida sea la mamada, ¿no?
El otro empezó a descender la escalera, tras haberse abrochado la bragueta... Apoyada ya con una mano en el suelo y pasándose la otra por la mejilla y el labio doloridos, vio Susana que era un joven fuerte y moreno, pero feo a más no poder...
A ver, tío..., ¿yo qué coño sabía?.. Hostias, estás trabajando y te viene una tía y te la empieza a mamar... ¡Ni que pasara cada día!
¡Eres un cabronazo! espetó, medio sonriente, Francisco.
Susana empezó a levantarse sin dejar de acariciarse allí donde tanto le dolía:
- ¿Ricardo? Yo no sabía...
Francisco se volvió fuera de sí:
¡Tú cállate, furcia de mierda! y le propinó tal patada justo debajo de la teta izquierda, que Susana cayó de espaldas, con un dolor que le atravesó todo el cuerpo.
¡Ay, ay! se quejó.
¡Es que yo la mato! chilló Francisco.
¡Tranqui, tronco! Ricardo lo sujetó por un brazo -. Que al igual le has roto ya alguna costilla...
Él se detuvo; sonrió:
¿Al menos la chupa bien?
No te diré que no... respondió el aludido -. No te cabrees, ¿vale?
No; si me da lo mismo; yo ya he acabado con esta putona...
Francisco, ay, ay, Francisco susurró Susana.
Pone interés y afición, la verdad medio sonrió Ricardo, aún no muy seguro de la reacción de su amigo.
Éste se volvió hacia Susana, que seguía quejándose de un dolor en el costado, y se puso de cuclillas a su lado; le acarició el cabello, mientras ella le miraba con ojos agradecidos, de oveja perdida:
- Ahora me toca a mí, sí; ahora me la vas a chupar a mí...
Los ojos de la chica se abrieron más, aterrados; de pronto fue como si el dolor hubiese desaparecido.
- Vamos allá dijo Francisco, poniéndose de pie y cogiéndola del pelo. Miró a su alrededor -. El sofá será un buen sitio sentenció.
Y hacia allí se dirigió, arrastrándola del cabello. El dolor que Susana sintió en la cabeza hijo que el otro desapareciera mágicamente.
Aaaaaaaaay chilló.
Caramba, chico exclamó Ricardo, que iba detrás -, pareces uno de esos hombres primitivos.
El hecho de ver las piernas de la chica agitándose en el suelo le provocó cierto deseo que pronto se aplacó: ¡estaba más que satisfecho!
Francisco se sentó en el sofá amarillo que dominaba el pequeño salón; soltó el cabello de la maltratada joven, se bajó la bragueta del pantalón y sacó su arma, que mostraba ya una media erección.
Susana se volvió hacia él como pudo; la sensación fue como si en su costado hubiese estallado una bomba:
- Aaaaaaaay..., ¡¡cómo me duele aquí, Francisco!! exclamó, llorosa.
Francisco bajó hacia ella y la cogió de la barbilla, de tal modo que los ojos de ambos se encontraron fijamente.
- Me importa una mierda que te duela, putón dijo con voz muy calmada -. Tú me la vas a chupar y te vas a tragar todo lo que salga de mis huevos ella empezó a gimotear -. ¡Ricardo! se volvió Francisco -, tráeme, por fa, un cuchillo de la cocina.
Susana dejó de lloriquear de pronto; un terror inmenso, fruto de la fría calma de su novio, se apoderó de su ser. Intentando hacer caso omiso del terrible daño que le provocaba cualquier movimiento, se agarró a las rodillas del chico, acercó su boca al pene que ya parecía tener vida propia, y se aplicó a chuparlo.
Una de las manos de Francisco pasó a reposar en su cabeza; ¡seguro que la otra empuñaba el cuchillo!, pensó con temor Susana, mientras sentía cómo el miembro viril crecía, engordaba y pasaba a ocupar, vivo y caliente, la plenitud de su boca...
- Hazlo bien y con cariño, puta de mierda.
La voz de Francisco, que le llegó como lejana a sus oídos, la obligó a lamer y chupar con suavidad aquel enorme falo; el dolor del costado era tal que provocaba, a cada movimiento, la aparición de lágrimas incontrolables.
Tras un lapso de tiempo, notó cómo la mano del joven se crispaba en su cabeza, a la vez que gemía: "¡ahora, ahora, ahoraaaaaaaaaaaa!", y una riada de tibio semen explotó en su boca, semen que se aplicó enseguida a tragar, mientras seguía chupando... La emisión del líquido fue reduciéndose hasta que notó cómo cedía la fuerza de la mano en su cabeza; era evidente la satisfacción de su novio, pero el dolor que sentía en el costado era cada vez mayor. El pene ya había perdido su dureza inicial; Susana se obligó a tragar el esperma que aún navegaba por su boca, cuando notó que la tiraban de nuevo del cabello.
Ya está oyó que decía Francisco, a la vez que, con violencia, la tiraba atrás, provocándole unos dolores terribles cuando cayó al suelo...
¡Aaaaaaaaaaaaay!
Bueno, Ricardo dijo su novio -, vámonos.
¿Y ésa?
Que ahí se quede; ya espabilará...
Susana medio se levantó apoyándose en los codos; lloraba a causa del dolor que le atravesaba el costado. Alcanzando a ver las piernas de los chicos, dijo con un hilillo de voz:
- Francisco, no te vayas...
Oyó cerrar la puerta y un silencio opresor ocupó el lugar. A rastras, sintiendo como si la golpearan a cada movimiento, consiguió llegar hasta el teléfono. Marcó un número: cada tecla significaba un esfuerzo titánico...
Urgencias, ¿dígame?
Por favor gimió -. Necesito ayuda...