El despertar sexual de Cassandra

Continuacion (segunda parte) de la version alternativa de la fascinante historia de esta hermosa colegiala.

EL DESPERTAR SEXUAL DE CASSANDRA

6.2

Versión alternativa

Las circunstancias la tenían en precisas decisiones que la orientaban al valor indecoroso de la infidelidad, aun cuando Marcelino no necesariamente tendría las mismas condescendencias con ella, es decir, estando el ante la posibilidad de estar ante una jovencita de tan maravilloso porte y sensual belleza (algo realmente imposible), de ninguna manera dejaría pasar la oportunidad y la encamaría. Casandra era una mujer, que en circunstancias de carácter ‘normal’, comprendía muy bien lo que debía ser y hacer al presentar la definición de fidelidad. Mas las circunstancias que, sin duda, influían intrínsecamente en su descubierta sexualidad, misma que era tan desbordante de prácticas, de sensaciones, de turbiedades. Es por eso que estar a solas con un hombre, pero más que nada, con viejo mucho muy mayor que ella, que bien podría ser su abuelo, no le causaba la real resistencia, la que cualquier otra mujer sensata tendría a bien de ejercer en tal contexto.

Aquel funesto miembro, de un tamaño importante era circundado por la tersa y blanca mano de la jovencita, evidenciando el claro contraste con respecto de pieles. Se mantenía circunspecta, hipnotizada y un tanto inquieta de tan solo examinar el aspecto de la misma, aunque no la recorría, solo la contemplaba, sintiendo el calor y algunas pulsaciones que esta generaba ante sus curiosos y lindos ojos. Si bien no era grandísima, si le daba competencia a la de su ‘novio’ aquella ya muy probada por ella.   Se sentía tan rara, extraña, muy aventurera al tener una verga ajena a la de su ‘novio’, algo en su mente evitaba que dejara de tocársela, manteniéndose incauta como al principio. Esta verga era altanera, imponente, así pues no podía llegar a comprender el por qué hombres así, de esas anormales condiciones respecto a cualquier tipo promedio y de galanura y media, llegaban a tener semejantes instrumentos lúbricos y viriles, llegando entonces a la somera y precipitada conclusión de que solo tipos como este tenían estas cualidades por una graciosa y benévola naturaleza.

Empezaba a sentir una sensación muy desesperada desde sus glándulas salivales, un humor deseoso  que transcurría por su húmeda lengua, sentía un instinto que le orientaba a querer llevarse ese miembro a la boca, tantearlo oralmente, por lo que después de unos míseros segundos y de forma autómata, fue arrodillándose poco a poco, sin soltar ese instrumento impúdico, ni con sus mano ni con sus ojos. El viejo apuró la disposición vacilante de la chica, sujetando sus hombros y empujándola hacia abajo. Aquello aumento sus palpitación conforme ella llegaba al piso, ella misma sentía esa agitación como si aquello tuviera vida propia y se emocionara ávidamente, dilucidando lo que estaba a punto de disfrutar.

La joven acomodo ambas rodillas en ese polvoso y sucio piso rustico de cemento. Ahora llevo a ambas manos al derredor del falo, sabía lo que tenía que hacer, Marcelino ya le había enseñado casi de manera excelente. Ella emitió un sonido corto y agudo, nada claro, pero realmente no importaba para el viejo. Ella hacia un gesto de sorpresa, abriendo la boca y es ahí que el desatinado vejete, sin preguntarle y porque la calentura la invadían, se la envaino en la boca. Casandra la había recibido sin ninguna resistencia, realmente había sido sorprendida y la acumulación de saliva en su boca procuro de buena manera que aquello penetrara acordemente.

El viejo estaba realmente extasiado, le era indiferente respetarla o procurar el placer en ella. Para el las mujeres solo eran objetos de placer transitorios y desechables, al menos eso siempre considero casi todas esas veces que se masturbaba a la memoria de una fémina beldad.

Candelario la asía de su de su morena cabellera, haciéndole una curiosa coleta, mientras que con su otra mano la tomaba de la barbilla, para que la nena no se sacara la apestosa verga de su boca. Casandra de apoco entendía lo que estaba atravesándole en su boca y que se deslizaba con cierta facilidad, el grueso tronco de Marcelino la había ‘ensanchado’ para cualquier tipo de vergas y mas cuando no eran mas grandes que las de el. Sentía que se ahogaba al querer, este instrumento, intentar llegar hasta sus amígdalas, aun  muy prematuro para eso, más el viejo es bastante arrebatado, pues son las infinitas ganas y el miedo terrible que tiene aquel que entrevé y posee lo más valioso de una miserable existencia y cree incierta la posibilidad de tener aquello ahí para siempre. Cassandrita, con la experiencia adquirida, creía saber el como proseguir con estas turbias peripecias, por eso no iba a someterse, ni  a permitir una penetración mas violenta, al menos eso pretendía.

Los distintivos sonidos eróticos y acuosos que hacia la boquita de la chiquilla al estar recibiendo de tan grotesca manera esa verga se escuchaban repetitivos en ecos en esa habitación, opacados por los sonoros gemidos de placer de Candelario que rápidamente se hicieron escuchar, era el momento solo para el y se comportaba como un lunático, al menos esa cara empapada, sus ojos saltones y esa boca que se volvía aun mas deforme, lo demostraba. Ni siquiera se fijaba en la firme comodidad que la nena pudiera concebir, no era su básica prioridad por el momento. El procuraba arremeter contra esa cavidad oral. Le fascinaba ver a tan hermosa mujer tragándose prácticamente toda su verga sin chistar, al menos para el. Sus movimientos eran variado, en veces rápidos y luego lentos para darse la oportunidad de disfrutar mejor ese trabajo penetrante.

Casandra aprovechaba los momentos lentos para mantener su respiración que era con lo que mas batallo al principio, porque dentro de su boca no tenia mucha maniobra de movimiento al atravesarle esa barra de carne que le atravesaba oralmente. Apoyaba sus manos en sus rodillas. Poco a poco, con mejor maniobra y adaptación, tanteando el tamaño y descubriendo ciertas similitudes cuando se la había mamado a Marcelino, empezó rodeando esa verga con su lengua, tratando de sentirla al menos. El tamaño no le resulto tan enorme pero su resultaba bastante combativo, era durísimo, como si se tratase de un fémur o cualquier hueso largo. El antiestético sabor definitivamente le era desagradable, era básicamente un sabor a orines y sudor de varios días. Por eso resultaba asombroso ver como  la mujer soportaba estoica tal empalme, sus ojos dilataban algunas lagrimas, sus mejillas se enrojecieron aun mas que después del sobajeo previo que había recibido su cuerpo. En su paladar podía sentir la gran cantidad de líquidos preseminales, que le sabían a asquerosa orina, que expulsaba el miembro de su amante, pareciendo este derretirse o tener múltiples fugas pues parecía que su especialidad era expeler liquido por todos los poros y orificios de su horrible cuerpo.

Candelario estaba mas que fascinado, ese jugueteo lingual que empezaba ejercer la nena le encantaba, por lo que empezó a desacelerar sus movimientos para que la nena pudiera hacerlo de mejor modo. Volteo a verla, ella estaba entretenida sin siquiera voltear a verle, aun le recogía los cabellos y prácticamente controlaba los movimientos externos. Si que, sin sacar su la verga de su boca, estiro una de sus arrugadas manos hacia donde la hacia la suavidad de su rostro, luego bajo hasta sus redondos pechos y empezó a buscar un pezón y, acto seguido, a magullarlo ansiosamente.

La nena se estremeció, era un dolor inexplicable porque no le resultaba del todo incomodo. Le forjaba una fascinante sensación que la recorría toda, su cuerpo se colmaba de un regocijo placentero que descendían fluviales hasta su ya encharcada vagina, a  la que ya empezaba a masturbar, al compas del saca mete de esa verga en su boca. Con esa combinación la nena continuaba chupando verga con gran dedicación, el viejo magreaba cada pecho con absoluto deseo y ella se  hurgaba en su rajita encontrando los puntos álgidos que le acercaban al orgasmo, a pesar de las condiciones, que solo le colocaban en el estatus de cualquier sucia puta, como la consideraba el afortunado Candelario que no paraba de gemir y proferirles sucios halagos a la mamadora mujer que le complacía.

Pero a el ya no le bastaba solo tenerla ahí, con la verga en su boquita. En cualquier momento podría vencerse, porque de verdad que aguantaba con todo su propia corrida, y derramarse dentro de ella y ahí acabaría su inesperada fortuna. Debía atacarla en este momento, sabia que la nena disfrutaba, esos ojitos y los ligeros gemidos, que el consideraba escuchar.

La nena, que mantenía cerrado los ojitos, sintió que le arrebataban de la boca esa barra de carne a la que ya le había procurado una percepción, una posible adecuación de gusto mas que nada.

-Señor… que hace -salió de los labios de la chamaca que era sujetada de uno de sus débiles brazos, poniéndose de pie, tomada brutamente por su cintura y luego siendo girada, arremetida hacia una vieja mesa en el que estaban colocados vasos, latas vacías y algunos cachivaches de cuidado personal, que rara vez usaba el viejo, como rastrillos y algún desodorante vacío.

Varios de estos objetos cayeron al suelo cuando la tumbaron ahí. Candelario se hallaba enardecido, le gustaba tenerla en ese sometimiento, casi, pero casi, consensuado, para el no había marcha atrás. Teniéndola de espaldas no quitaba la vista de tan suculento trasero de jovencita que se escondía bajo aquella faldita.  Tanteaba, de nueva cuenta, las dimensiones de esas carnes. Pero esta vez pretendía algo diferente. Ubico su endurecido falo en medio de estas carnes, su verga la reconocía mas de cerca al estar mas desnuda, sintiendo la sensibilidad al contacto y aquel miembro daba un respingón de emoción deparada y muy anticipada.

-Pero que rico culito, hmmm… -manifestaba el afortunadisimo Candelario, ensimismado ante el entusiasmo maravilloso que experimentaba de tener a su disposición tales carnosidades a las cuales ya empezaba a sobárselas, hurgando como poseído todo el área posible con sus grasientas manos, las cuales le atraían de manera irremediable.

Casandra miraba hacia cualquier parte como si con ello pudiese esquivar su desastroso placer. Sentía como el viejo empezaba a recorrer toda la extensión de su hermoso cuerpo, aun sobre sus delgadas ropas que poco hacían para evitar apreciar esos magreos. Le tentaban las tetas, su abdomen, su lindo coño… prácticamente la querían desnudar, cosa que inminentemente sucedería, pensaba un tanto resignada la inexplicable nena.

-Ay mamasita, ni sabes como te desie esa vez que te vi en esas fotos que nos enseño el Chelo. Todo tu cuerpeciiiiiiito… -mascullaba en el aun sensible oído de la chica y así vez empezaba a rodearla con sus  desalineados brazos, punteándola con su verga de nueva cuenta. – Estas bien rica. Hace rato que te vi te me antojaste, hmmm… y ora… te ando disfrutando… hmmm…

La nena solamente se dejaba hacer y también se dedicaba a escuchar mas ordinariedades que expresaban los deseos lúbricos del chicharronero, reflejando que no cabía en su encanto. La sensibilidad en su oído era su debilidad, el viejo prácticamente le respiraba dentro, apreciando ese desastroso aliento de una boca desaseada a la cual no quería volver a besar, de eso estaba segura. De repente sintió como el viejo tomo de las partes posteriores de los lados de su blusa, besándole los hombros, sin dejar de puntearla, y empezó a bajar esa blusa, la intención era clara, quería desnudarla.

-¡Oiga don, no! ¡No, no lo haga! –dictaba la nena de forma inútil ya que su voz no causaba la persuasión necesaria. –En eso, no, no quedamos…

-Hmmm… que riquísima estas.

-Por favor don Cande… -decía la voz debilitada, tratando de ser suplicante –Deje… déjeme ir. Luego, luego vendré… se lo prometo.

-Jajaja –farfullo candelario con voz jocosa. –¿Tu crees que soy pendejo? Si te dejo ir tu ya no regresas.

-No de verdad. Si quiere le dejo mi…

-No, no. No me arriesgo. Además pa que le haces al cuento, si bien que quieres mamasita.

-No… eso no es verdad. –increpo la chica mirándole a la cara para mostrar su real inferencia, tomando las manos del viejo para que este interrumpiera sus labores y le quitara la blusa.

-¡¿Ah no?! Mira –Acto seguido metió sus manos por debajo de la falda de la nena, buscando la panochita de esta y metiendo un par de dedos en ella, sacándolos para después mostrárselos con descaro –Mira. Estas bien empapada pinche putita. Asi que deja de decir pendejadas. Hoy te va a tocar estar con un hombre de verdad. Ya probaste mi verga y pos bien que te gusto. Si la mamas bien rico.

-Eso no es cierto. Se suponía que…

-No digas pendejadas, hmmm… -Candelario volvía a meter sus dedos para tratar de anular la cordura de la indolente nena –Tu quieres verga y yo te la voy a dar. Vas a ver lo rico que la vamos a pasar. Hasta vas a pedir pa llevar, jajaja…

El viejo se vanagloriaba, desmeritando a su  supuestamente entrañable amigo, con el valor que representaba al tener a esa calidad de mujer que tan solo miraba a aquel hombre con un cierto nivel de temor que no había tenido al  principio. En veces miraba una cara perturbada que le asustaba, era el resultado de sus deformidades mas ella no sabia interpretarlas bien. El tacto para con ella no le ayudaba demasiado para tomar una mejor decisión, de repente el viejo la tomaba contra su pecho con mayor fiereza que antes, al menos eso creía ella, y metia sus manos por debajo de la liviana falda y empezaban a manosearle el culo con total descaro e insolencia.

-Ay mi vida, jamás me voy a cansar de apachurrarte estas nalguitas. Que duritas están. ¡Plaaafff! –un eco sonoro característico de una buena nalgada se hizo presente en toda la habitación.

La niña mostro un evidente y natural rictus de dolor, aumentando su temor para con el, que seguía con su detestable y burlona sonrisa.

-Como me gustan tus nalguitas. Has de apretar bien rico… hmmm…

Casandra miraba al degenerado con esa impotencia natural de chica infantil. No podía, al menos lo creía, hacer algo al respecto. Las grasientas manos recorrían sobre sus nalgas y ella no hallaba el modo para deshabilitar aquello, apenas era leves movimientos que muy al contrario favorecían el magro que disfrutaba el hombre. Buscaban el broche, el cierre que abriera esa faldita. De pronto una mano se introdujo por debajo de su tanguita y el viejo tanteaba ese tierno agujerito. La chica se sintió levemente ultrajada por esa forma en la que este hurgaba en su zona anal, tratando de deshacerse de esos brazos, pero todo era inútil. Aquel se aferraba con fuerza y forjaba una cara aborrecible y aterrorizadora que iba directamente hacia ella. No sabía cómo escapar de aquel viejo asqueroso que se sobaba al mismo tiempo la verga con total malicia.

-Ora si putita. Ya me anda –expresó Candelario con total lujuria recorriéndola Severiano de pies a cabeza.

Las expresiones que la habían enternecido y conmovido para acceder estar con el, al menos en un plan de complacer aun pobre infeliz desamparado, definitivamente habían desaparecido, pues aquel no manifestaba otra cara que no fuera la de un desesperado pervertido que divisa a su infortunada victima. Bramaba con respiraciones pesadas y rápidas, con los ojos enrojecidos, como toro a punto de embestir.

-Apurémonos pa que te vayas pronto, jajaja –decía con completa malicia, disfrutando el momento de total control sobre la fémina. –Es hora de culiar.

El caliente hombre se separo de la chica, procurando interrumpir el paso de la puerta en dado caso de que la nena quisiera escapar. Nuevamente sacaba su miembro erecto para que ella pudiera vérselo una vez mas, hace rato apenas había logrado verla, prácticamente se la había empujado así sin mas. Estaba absorta en la venosidad que se dibujaba en ella, en lo grotesco que resultaba, palpitaba con languidez, al no ser peluda del todo, los pelos que si tenia eran bastantes gruesos, largos y de un color cano en extremis, además de que tenia un color obscuro en la parte de los testículos en la base de esta. También se percato de la curiosa cabeza que tenia esta, una muy desproporcionada respecto al talle de toda la tranca, de un color rojizo. Temía que aquello pronto estaría en sus entrañas, ni siquiera sabia porque se la había metido a la boca, porque le había gustado. Ahora no había marcha atrás, el perverso viejo no iba a estar satisfecho hasta vaciarse en ella y eso bien debía controlarlo pues Marcelino bien procuró en atestar a los puntos débiles de la sensual jovencita.

El capto la mirada de la dulce niña, aun apreciaba ese virginal concepto en ella, a pesar de lo sabido. Que le mirara la verga no fue mas que un indicativo de continuar y prácticamente al estar al borde de la cama, tan solo la arrimo hacia el sucio lecho.

-No –advirtió con temor la nena que a pesar de todo aun resistía.

El se sabia con el completo control y comprendía que la nena quería lo mismo que el pero detestaba esa necedad, o tal vez solo alentaba su orgullo de macho cabrío. Así que la tomo de sus cabellos y la tiro sobre la dura cama. Ella miro con sorpresa, recogiendo sus piernas, ahora si se sentía desprotegida, mucho mas que antes y cavilaba la posibilidad de escapar por algún resquicio. Cuando finalmente creyó encontrar uno, corrió hacia la puerta pero fue detenida de inmediato por el viejo, aunque de manera torpe fue efectiva.

-Onde crees que vas pendeja. Andabas de calentona hace rato y ora resulta que no. Pinche chamaquita.

La volvió a tomar de sus negros cabellos y la tiro sobre la cama, acomodándola con mas violencia. Candelario se sentía con mucho mas dirección, al menos la nena yacía mas calmada, por lo que prosiguió a sacarse la ropa con relativa facilidad, que eran mas por las ansias que por una habilidad nata, dejando al descubierto un cuerpo ancho y obeso, propio de una mala alimentación, mostrando un cuerpo un tanto amarillento en donde le crecían pelos de forma dispareja y desproporcionada, ya que en algunas zonas estaba repleto y en otras era el lampiño característico de la piel de sus piernas. Bruscamente tomo a la chica que le miraba con total desagrado y en su figura empezaba un insufrible sollozo. La atrajo contra su desnudo cuerpo, para nuevamente dedicarse  a ultrajarla de inquietas y desesperadas caricias.

-Por favor –suplicaba la nena con voz quebrada. –Don Cande, no, no me haga daño, por favor… se lo suplico.

El pervertido viejo había recobrado un profundo placer insano cuando maltrataba o maldecía a la dulce chiquilla, algo mas que eso, esa situación lo calentaba sobremanera. Tener a una chiquilla tan hermosa, tan endeble, desprotegida, porque así la había condicionado, y también una mujer ajena, pues se supone que era hembra de su gran amigo de copas, todo eso, gratificaba su, cada vez más engrandecido, ego de hombre.

Candelario la tomo por las piernas, fue directamente al escondido cierre que ya sabia donde estaba, dadas sus exploraciones anteriores. Entonces lo abrió sin importante resistencia y se lo quito a la chica por debajo de sus piernas. La misma suerte corrió la blusa, saliendo por el mismo lugar y con la misma facilidad. La nena apenas osaba reclamos, con ligerísimos y breves sollozos; su pasividad para contrarrestar los embates violentos, que de pronto ejercía el hombre por su misma torpedad, eran tan obtusos, pues reclamaba inútilmente que no le hiciera nada, a lo que el viejo siempre respondía con violencia y serias amenazas, cada vez mas elevadas y directamente hacia la cara de la nena, que recibía escupitajos involuntarios del hombre que iba de triunfo en triunfo, imponiendo su autoridad en el asunto. Finalmente había sido despojada de sus ropas, quedando solamente en su juvenil y provocativa ropa interior y el calzado deportivo que protegían sus pies.

Continuara.