El despertar sexual de Casandra

Continuación (tercera parte) de la versión alternativa de la fascinante historia de esta hermosa colegiala: el pulso, las sensaciones, el morbo aumentan.


La lujuriosa mirada del vejete quedo puesta en las diminutas bragas de color durazno y en las relucientes y blancas piernas de Casandra que yacían abiertas. Tomó la diminuta tanga de la chica y con ambas manos la bajó de un solo movimiento, para desnudarle la vaina. Su desquiciada mirada se posó en la tersa panocha juvenil, en efecto, casi rasurada, límpida, la de una mujer que ha sido apenas profanada. Reanudando sus andanzas, esta vez ataco el brasier, de manera hábil liberaba el magnífico par de pechos de colegiala, y así ella quedaba completamente desnuda, completamente vulnerable.

Candelario subió con gran emoción y avidez sobre la cama, sin dejar de soltar a la nena procurando cuidados para con ella, ubicándose por detrás de ella, que ya no ponía mucha resistencia y dejaba que todo transcurriera como el viejo quisiese, porque en sus adentros más perversos, una terrible e incontrolable fuerza permitía que todo eso pasara, las expectantes emociones. Así, el caliente sujeto, colocó sus manos por la leve cintura de la nena, sintiendo la suavidad única exclusiva de mujeres tiernas como ella. A pesar de todo, sentía un extraño temor, ese que surge de la emoción, por lo que con ese temblor en su tacto comenzó a recorrerla desde su vientre, subiendo por las hermosas tetas firmes y poderosas, mucho mejor de como se las había imaginado, llegando al fino y altanero cuello, mientras le besaba la espalda y la parte baja del oído; sabía que la nena tendría que ceder, pero él también podría colaborar.

Apretaba los duritos senos de la mujer, con cierta presteza mas no con la violencia de hace rato. Ahora se daba el tiempo para ello.

-Que tetas mamacita. Hmmm… que ricas se sienten.

Sus lengüeteos en esa fina parte de la espalda no se hicieron esperar, sus ojos recorrían intrépidos todas esas curvas juveniles, se dedicaba a oler ese aroma de mujer perfumada y limpia, esa sedosidad de sus pulcros cabellos, la blanca y tersa piel. Acariciaba con presteza los juveniles senos de la chamaca, apretándolos cada vez que sentía que una sensación orgásmica le acompañaba, ya que el viejo ya apuntaba con su enfundada verga las nalgas de tan singular mujer, volviendo a puntearla y experimentando ahora si el rose de pieles que tanto había esperado.  Procuraba no desesperarse porque las ganas de metérsela lo invadían y aun pretendía disfrutar con sus manoseos todo ese hermoso cuerpo servido a su gusto. Eso sí, procuraba movimientos vehementes sobre la desnuda piel de la parte baja de las nalgas de la muchachita, humectándola con sus líquidos preseminales.

Casandra lograba soportar todo aquella más a fuerza de docilidad resignada que de un valor preciso. Bien podía preciar las caricias, como esa barra caliente y mojada buscaba su orificio en sus nalgas, asustándola sin remedio por lo que pudiera vivir en instantes si la perforaran de ese modo. Se sentía agitada, por un lado no respiraba con comodidad, la tenían sujeta de sus pechos que eran estrujados a placer. Cerraba los ojitos, de alguna manera, las involuntarias sensaciones de mejer en descubrimiento volvían a aparecer. Mordió ligeramente su labio inferior, como si aquello precisamente fuese de su consideración.

-Ay mamasita. Hmmm… que rica estas –expresaba el vejete, que empezaba a llevar sus maniobras con su lengua hacia la orejita desprotegida de la nena, el punto débil que el pretendía.

Con los sentidos enervados, Candelario amasaba con dedicación extraordinaria las tetas de a chica, a cada rato se sentía tan afortunado y en veces caía en la irrealidad y todo ello, pero tan solo le bastaba acariciarla, apretarla y oírla expresar un quejido para volverse hacia su hermosa realidad. Con mayor vigor, la punteaba con mas más firmeza, aspirando y llenándose los conturbados pulmones con el fresco aroma que emanaba de los perfumes de los cabellos de la jovencita, casi perdiendo el control con ello. Sin embargo, quería saborearla en todo su esplendor. La nena respiraba con pesadez, señal de que estaba cediendo, cosa que calentó aún más el ánimo del viejo que quería alentarla a más, metiendo sus manos en la dulce vagina de la nena.

-Nnn...no… Nnn...no – balbuceaba una debilitada chica aun perdida con los ojos entrecerrados.

Candelario acariciaba con tesón a la nena, en forma lujuriosa, muy desesperada, sin discriminar área posible de todo ese joven cuerpo. Mantenía sus chupeteos en la oreja pues gracias esto es que la tenía seriamente dominada. De pronto sentía la piel de gallina que la nena expresaba en su piel, como cuando se tiene escalofríos, señal de que disfrutaba los lengüeteos. El astuto viejo de inmediato capto a su favor esta reacción, se trataba de aunar un poco más, de hacerla participe. Así que llevo una las blancas manitas de la jovencita para orientarla hacia su imperante erección.

Ella no resistió, en instantes tentaba ese grosor, esa calentura que contenía aquel aparato vergal. Cerraba los ojos, inclinaba la cabeza hacia atrás, dejándose llevar.

En lugar de que dejase de tocar la verga, y aunque negaba con la cabeza, empujaba su trasero hacia atrás, respirando con más fuerza. De pronto fue tomada para quedar frente a la estúpida cara de astucia del viejo. La lengua y los labios del hombre recorrían la piel de sabor fresco, perfumado, jovial, subiendo por el cuello y el hombro buscando el total derrumbe, poco a poco buscaban la vulnerable pero deliciosa y fresquísima boca de tan sensual chamaca. Volvió a encontrarse con esa boca, la encontró febril, húmeda, pero ella lo rechazo, a pesar de aceptar un tiempo el lengüeteo devorador que el hacía. El viejo volvió con sus perimetrales manoseos, agarrándola por las nalgas, atrayéndola hacia su virilidad que se impactaba con el desnudo vientre. La nena abrió la boca y él una vez más le devoro la boca bebiéndose toda la saliva que la nena generaba en su boquita. La nena apreciaba la textura desagradable de dientes mal cuidados, la acidez antihigiénica de caries dental, el hedor de una boca que solo se dedicaba a comer y beber cualquier cantidad de comida chatarra y esa característica tan de el de generar gran cantidad de saliva.

Salió del besuqueo cuando ella ladeo la cabeza, ahora recorría el largo y finísimo cuello brindándole escalofríos exquisitos que se incrementaban por el calor que recibía en la piel de su vientre. Luego bajo hacia las hermosas y suculentas tetas las cuales deseaba succionar. Así que sin más empezó a chupárselas con fervor impaciente, logrando que la joven se estremeciera, moviéndose ligeramente, respirando con agitación, ensayando murmurios, todo en ella lo delataba, mas no deseaba admitírselo a ese miserable aprovechador.

-Ahhhhhh… Nooo… –escapo de la boca femenina, con exhalar indefinido. –Déjeme, nooo…

Candelario sabía que era cuestión de mayor entereza. En realidad ya lo que solicitaba ella estaba por demás. Simplemente se dedicaba a chuparle los perfectos senos como queriendo amamantarse de ellos. Ella prácticamente se retorcía al sentir las bravas sensaciones, mismas que solicitaban encumbrarlas, exaltarlas. Su mente se perdía lejos de su realidad, de sus valores, de esa fidelidad para su novio. Sabía lo que quería y eso era lo que estaba caliente apretándose contra su vientre.

-Oooohhh…. expresaba con dicha y placer angosto a los oídos sensibles de la nena. –Que, hmmm… ricas sabes. Pinche Chelo, ni sabe que me estoy despachando a su vieja. Pero tú no eres para un solo hombre ¿verdad nena? A ti te encanta la verga. Mírala como la agarras… hmmm…

La chica se daba cuenta de parte de esa realidad, de pensar en Marcelino, en ese momento… más su boca fue asaltada con un asqueroso beso que la obligo a contribuir en él, dado que un apretón en uno de sus pezones le hizo sentir un gustoso placer. Se besaban, más bien, a ella la besaban, esculcaban en su boca con una lengua intrépida, insolente y maledicente. El viejo separo un rato su boca, noto como ella apagaba sus ojitos, con la boca abierta, esperando a más.

Movió su erección sobre ese vientre tanteando el área pélvica por donde este miembro ya quería invadir.

-Que rico regalito de cumpleaños mamacita. Soy un hombre bien suertudo, no cualquiera recibe regalitos así, jajaja…

--Nooo… -reclamaba inútilmente la chiquilla entre jadeos sutiles, que parecían gemidos más que otra cosa.

El viejo aun jugaba con ello, morbosear al límite con ella, reclamarla con decisión, aun cuando cabía en un estúpido juego como ese cumpleaños inexistente. Ella volvía a pensar en ello, precisamente había accedido a él solo para complacerlo para otorgarle un regalo que se transformaba en otro y luego en otro y luego… la naturaleza de entregarse como un obsequio a un desdichado, aun pervertido enervaban sus sentidos, punzaban en su vagina cubierta de puntos eléctricos que se esparcían por todo su cuerpo. El viejo resoplaba como fiera embravecida, estaba listo para atacar y morir, encontrando el placer que representaba que una mujer se entregara a él tan solo como un estúpido, pero majestuoso regalo. No se cansaba de observarla, cada milímetro en ella, cada poro en su piel, cada escarcha de dulce sudor, cada hedor perfumado, aumentaba su calentura y se volvía mucho más placentero usarla a su favor. Acomodo a la nena de espaldas, ella se comportaba simple, complaciente. Le separo las piernas, poco le importaba el placer que podía generarle a ella. Miraba esa brillosa vagina, pero no era de los tipos que le gustara chupársela, él era ajeno a ello, para ese resquicio femenino solo servía para alojar vergas y leche. Pero tenía que complacerla, ella lo valía así que comenzó a dedearla, simulando la penetración que deseaba hacerle.

La nena miraba los inquietos ojos del viejo, el miraba ese estremecimiento aguardado. Ella no soporto mucho, deseaba que el clavara su boca y le brindara el placer que Marcelino le había brindado. Disimuladamente comenzó a menear sus caderas para que este se animara a masturbarla con la lengua, pero el solo escarbaba y se excitaba con ello, viendo esa calentura femenina ese abrir y cerrar de sus ojitos y sin más, se hinco delante de ella, tomando con la mano su gruesa verga, apuntando con dirección de la entrada de ese hermoso  y joven coño. Casandra de dedico a examinar todo, sin reparar en detenciones, algo muy en ella lo deseaba ya, reclamaba menos contratiempos. Se apoyo sobre sus codos para poder tener mejor posición, vio como Candelario apuntaba su cosa bien proporcionada en dirección de sus labios vaginales. A su vez, el viejo se acomodaba sobre ella, extendiéndose haciendo que ambos cuerpo quedaran extendidos. Ella rescato un momento de cordura e iba a pedir tiempo, espacio, piedad pero el tipo recostó su cabeza en el hombro de la chiquilla, mirando hacia donde maniobraba y sin más enterró esa virilidad en la apretada vagina de la incierta mujer.

-¡Nooo…! ¡Ahhhhhhhhhyyy…! ¡Aaahhhhhhhhh! –profirió la dulce voz con fuerza necesaria que a su vez servía para resistir la embestida.

Candelario estaba que no se la creía, su autocontrol le servía de maravilla porque tenía aún más por dar. Exhalaba con la boca abierta, con esa cara infame y desastrosa propia de un hombre enfermo de locura que se acentuaba con las deformidades propias de su naturaleza. Sentía la calidez de las carnes internas de la joven, quedándose un momento para sentir la textura hasta antes enigmática de un coño joven que el nunca en su vida había sentido. Metió sus manos por debajo de los suavecitos hombros de la nena, para poder tener mejor control de ese frágil cuerpo. Luego empezó con un lento saca-mete, que era más el meter. La nena se retorcía del dolor que le causaba a pesar de que ya se había tragado una verga de semejantes características. Mas su vagina, por disposición natural y su juventud, le daba la facilidad de volver a recuperar su natural tamaño y estreches, Es por eso que sentía el áspero asalto que rebelaba en su mojada vagina.  Tan solo se aferraba a la ancha espalda, sintiendo las zonas peludas distantes unas de otras, en una razón más de reflejo y de acomodo, que por querer admitir el goce. El viejo procuraba de a poco llegar con cada embestida de su gruesa verga hasta al fondo posible. La chica de pronto sentía que el dolor acrecía, conforme este más avanzaba. su gruesa y envarada verga, aquella tranca era muy gruesa y larga para la chica

-Auch… Nooo… Me duele… No, no… no me lastime… aaahhh… esa, su cosa me lastimaaaa… aaaahhh… duele por favor, sáquela.

Sin duda el vejete esto lo enardecía más que conmoverlo, estaba completamente dichoso, el tan solo saberse dueño de tan suculenta chiquilla, de naturaleza perfecta como de aquellas modelos en la televisión y revistas que nunca serian suyas… un orgullo tremendo lo hacía saberse victorioso. Cada palabra suplicante de la llorosa nena significaban para el que debía ir por más. Le faltaba explorar más aquella panchita, aún estaba a medias, estando sobre esos muslos abiertos. El placer que estaba experimentando era incomparable, continuaba con su insolente y poderoso mete-saca, sus ojos saltaban de sus espacios designados. Empleaba poco más de fuerza pues la vagina de la chamaca le resulto más poderosa de lo que la había imaginado, pues aun no lograba meter del todo su verga y deseaba llegar hasta que su base contactara la zona externa vaginal.

-Ooooohhh... Pero que rico aprietas mamasita. Ohhhh… -bramaba a la cara de la nena, dejándole su tufo y varias gotas de saliva que escapaban más copiosas que antes. –Orita te la voy a meterrrr… aaaahhh… hasta el fondo, vas a ver... Ese pinche Chelo ni te abrió como se debe… aggg…

-Nooo… don… ¡Sáquela…! ¡Dueleee…!

-Tu tranquila mamasita. Orita entra toda y te va a gustarrrmmmmmmmmm… Hasta vas a  pedir más pinche zorrita aaahhh…. –exclamaba el vejete tomando las hermosas tetas para chuparlas prácticamente las dos al mismo tiempo.

El viejo continuo con sus magreos. Durante un buen rato se sostuvo ese bamboleo  penetrante, mientras el acometía a cada rato con sus desesperados besuqueos que eran más lamidas a la boca que la mujer que tan solo hacía por soportarlo. El viejo estaba por querer meterle toda la verga más la panochita de la nena resistía bastante, exigiendo demás al viejo que aplicaba una fuerza más allá de lo que creyó, violentándose en esos movimientos, dejándose caer en ella, y proponiendo una bestial arremetida, cosa que resulto salvaje para la pobre chica.

-¡Ayyy…! ¡Nooo…! –grito Casandrita con voz dolorosa y una carita fruncida que dibujaba la tortura que estaba padeciendo. -¡Dueleee… noooo… que hace, malditoooo… ahhhhhmmm…!

La nena sentía que lastimaban su vagina con esa concentrada penetración que había sido lograda de un momento a otro, acabándose de comer en su totalidad los bastantes centímetros de carne que poseía el orgulloso sujeto. Eran casi los mismos con los que su novio la habían atravesado, pero esta violencia era algo nuevo para ella, sintiéndose tan vulnerable, tan aquejada, mostraba sus quejas pataleando, aferrando sus manitas sobre las cobijas y ropas de la dura cama, entre alaridos de dolor, suplicas que no eran atendidas de ninguna manera atendido por  Candelario que se hallaba completamente enloquecido por su logro reciente. El hombre tan podía sentir su propia ensartada en las profundidades vaginales, lo que hizo que aumentara el ritmo de sus mete-saca, confirmando lo bien ensartada que tenía su verga que gozaba a plenitud y nada se lo podía impedir. Ella se aferraba a él, llevando sus manitas al esponjoso y caído pecho.

Un timbre telefónico sonaba, Casandra lo podía reconocer, era su celular, pero no lo tenía al alcance y aquello apenas duro un segundo. Además cuando de pronto sentía la certeza de que aquello la atravesaba con más fuerza y llegaba a puntos álgidos, sentía que todo se desvanecía y solo se concentraba por resistir.

-¡No…ooo…ooo… don Candeeee!... ¡Me dueleee! ¡Por favor, por favor, pare, no tan… aaayyy… me duele…! ¡Aaaayyy... muchooo! ¡Por favooor…!

La salvaje de todo ello tan solo aumentaba, pareciera que la nena en lugar de pedir piedad estuviese pidiendo más fuerza cruda y despiadada, eso sencillamente era lo que el viejo interpretaba, para el ver el dolor provocado le colmaba en un placer indescriptible, jamás soñada, ver ese ceño fruncido, ese rictus de dolor en esa hermosa carita tan solo lo embrutecían y aumentaban sus deseos malignos.

Ríos de lágrimas se dibujaban por esa tierna carita, que se planteaba lo infortunado que había sido ese día. No podía creer como había llegado tan lejos, se culpaba a si misma de su facilidad, de su sensibilidad, de ser lo que se dice ‘buena gente’, todo para acabar siendo mancillada por tan horrible sujeto.

El viejo estaba en otro asunto mucho más confortable. Sentir como esa cavidad vaginal le recibía con gran asequibilidad lo sacudían en un grado que se sentía el mejor de los hombres, el más completo, sin necesidad de títulos, bienes, fortalezas, para el solo existía este dichoso momento, encima de la jovencita que no paraba de gritar y llorar, cosa que a él le sonaban a aplausos y vítores.

Penetraba con mayor grado, disfrutando ese estrecho resquicio húmedo, caliente, incluso notando como sus testículos golpeaban contra ahora las nalgas de la nena. Le encantaba ver a la nena desgarrarse, al menos ver esas deliciosas expresiones, ella arañando las telas que yacían sobre la cama, ladeando a cabeza, apretando los labios, abriéndolos una vez más; le gustaba jugar con esas expresiones, aumentando el ritmo con la que la atacaba, tomando una velocidad maquinal, disfrutando el interior delicioso de la jovencita, entrando y saliendo.

La pobre jovencita se envolvía en sollozos mirando a su captor con ojitos atemorizados, sintiendo el dolor propio de estar recibiendo verga por un buen lapso de varios minutos, aunque tan pronto se venían ya las sensaciones extasiadas, esas que al principio la habían acompañado y que hubiera estados presentes si no fuera por la insensibilidad del enajenado sujeto. Recordaba bien a bien esos dolores placenteros que había sentido con don marce, porque su cuerpo ya se estaba acostumbrando, era un paso inminente. De sus labios ya escavan la respiración costosa, los ligeros alientos, los gemidos que representaban el genuino placer.

Apenas había escuchado un ligerísimo sonido extasiado por parte de la chamaca, el viejo volvía a moverse con rapidez tratando de alterarla básicamente. Entendía de que eso se trataba, entre más se moviera, más la chamaca se encendería.

-Oooohhh… Te está gustando, ¿verdad chamaquita? Bien que te dije, que te iba a gustar, si a todas les gusta que una de las coja así, jajajaja…  -exclamaba el malsano vejete mirando los brillosos ojos de la nena que ya no sollozaba como antes, tenía ese brillo quejumbroso pero era porque disfrutaba, su rubor, las escarchas de sudor en su frente, en su fina nariz. Además la nena empezaba a mover las caderas, acomodando solita al compás de las penetraciones, haciéndose ver excitante, extasiada, fogosa, irreal pero accesible para ser poseída.

Candelario estaba inalcanzable, no podía nada lograr que se sintiera infeliz, no se cansaba de apreciar tan digna hembra hecha para las pasarelas y las caras bonitas de la televisión, que ahora estuviera cogiendo con él en un simple cuartucho… esa esbelta figura lo volvían loco de pasión, sentía la dureza de esa firmes y calientes tetas comprimiéndose contras su pecho, cosa que lo calentaba más llevándolo a los límites de su imaginación, a los límites del sexo ilimitado.

El sonido característico del celular de la colegiala volvía a sonar en el acto. Mas las emociones eran fervientes que esta ignoro por completo aquel llamado, lo que menos le importaba era enterarse del mundo, para ella solo había significación en esa tarea sexual de la que se estaba encargando.

-Aaaahhh… pero que rico te mueves pinche pendejita… que rico regalo de cumpleaños, ¿Verdad que este es mi regalo? Tu zorrita es mi regalo, ¿verdad mamasita?

Antes tales falacias, Casandra solo hace por moverse, esas palabras humillantes han encontrado sentido en su ser ominoso que la están colmando de placer. Ya no puede detenerse ni lo desea hacer, ha sido incendiada. Por ello, cierra los ojos, rodea con sus agiles brazos el abotagado cuello de su amante y prácticamente se cuelga de él. Arquea deliciosamente la espalda, mueve su cintura en un rápido y muy exacto movimiento de atrás hacia adelante, buscando dar soporte y mejor presteza a aquella arremetida que el viejo le está proporcionando, sus puntos de presión han sido tocados y ya no puede desistir mucho más.

-Aaahhh… Aaahhh… Hmmm… Aaahhh… Siiii… Qué ricoooo! –decia la más dulce voz desfigurada por los altos índices de placer que la invadían, al mismo tiempo que sentía como sus pezones se ponían como rocas al contacto con el arrugado pecho del chicharronero, comprimiendo los musculos como queriendo atrapar para siempre esa penetración. –Siiii… Así, así, asiiiii…. Hmmm… Siii… Deme… asi don Candeee… Que rico, si hágame suyaaa… ¡Ahhh…!

-Siiii mamasota… eres mia pendeja, mia y de nadie más… Que rica estás pinche perrita…

-Hmmm… hmmm…. Siii… -exclamaba la nena y trataba de aumentar sus movimientos con tan solo escuchar estas viles palabras. –Asi, asi, asi… me gustaaa… ¡Mmmmm…..! ¡Que ricoooooo…!

La caliente jovencita expresaba tan viles palabras porque al mismo tiempo, y sin poder contenerse, expresaba como de sus intimas cavidades fuian a chorros cantidades de jugos vaginales que bañaban el grosor huésped en ese momento, que seguía acoplándose con fuerza de forma desquiciante.

-Que rica… que rica suuu… veeeergaaa… don… don Cande… que rico se siente por dentro... mmmmm... ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii….!

El teléfono sonó varias veces más, pero el sonido melódico no llegaba a molestar a nadie, pues apenas era claro, tal vez porque estaba tirado debajo del grueso pantalón de Candelario.

-Ahhhh…. Que rico… Mamasiiiitta… Que puta eres… tu pince panocha también está bien rica… siéntela. ¡Siéntela putita! -dijo esto último acomodándole un fulgurante y vivaz estocada que llego hasta el fondo más posible que podían lograr esa erección, haciendo que la cara de la jovencita forjara los síntomas del estoicismo, del estaxis, del gozo absoluto y pleno.

-¡Aaahhhhhh...! –bramaba la nena en total descontrol pasional, reencontrando el placer que solo con Marcelino había encontrado hasta estas alturas. -¡Me encanta! ¡Me encantaaaa como me la meteeee! ¡Aahhhhh…!

-¿Siii...? ¿Te gusta pendeja? ¡¿Te gusta mi verga?!

-¡Me encantaaaa, me encantaaaaa su vergaaaaa!, su vergaaaaaa!! –declaraba la nena olvidándose completamente de que solo a uno solo le había dicho esto en total comunión de un supuesto vinculo amoroso, precisamente con Marcelino – Su vergaaaa es tan ricaaaaaaaaa!

Escuchar este mar de disparates sexuales, excitantes por supuesto, de una boquita tan dulce y que cualquiera que la viera seguro no la juzgaría por vulgar o lujuriosa, tenían al viejo en la posibilidad más cercana de conocer el paraíso. A su edad y con una hembra de tales características, gimiendo, rogando por ser penetrada, lo llevaron a sacar fuerzas desconocidas todo con el afán de brindarse el placer más absoluto, de ganarle a las probabilidades, de reírse del maldito destino, de  acabar si es necesario, con sus propias insignificancias, de poseerla al límite.

La muy caliente Casandrita notaba ese grandioso esfuerzo con el que el viejo se desempeñaba para forjar una épica follada. Lo veía jadear, escurrirse en apestoso sudor. Empezaba a apreciarlo en un raro modo, casi con deseo; ese color apagado y blanco, propias de su edad, la hinchada cara, desproporcionada y amarillenta, obscura en ocasiones, brillosa por la grasa y sudor que dé el salían expedidos, esa boca  torcida que se abría o cerraba para apretar unos incompletos dientes de color amarillo. Sus ojos parecían de pecho bravío, decido y casi parecían estallar por lo rojos que estaban. La nena jamás había apreciado nada más aborrecible tan de cerca, pero en sus onanismos bien imagino rostros parecidos, aunque este parecía demencial, aborrecible en verdad, más la calentura que la invadía y una sensación desconocida hizo que tomara de las apagadas mejillas con sus manitas y lo invito a besarla. Candelario por supuesto que no iba a desdeñar una conminación asi, por lo que con una desmedida pasión que rayaba lo salvaje, comenzó a besarla de manera superflua, asquerosa y nada sutil, pareciera como si quiera consumirle las entrañas desde ahí mismo.

Ambos se hallaban al borde del orgasmo, compartían su sudor, uno más límpido que el otro. La nena, con total iniciativa y deseo por sentir más, se incorporó, poco a poco y tomando el control, logro quedar sobre la semipeluda panza del chicharronero. Aquel falo aun le parecía enorme; acomodo sus pies, que aun calzaban sus zapatillas deportivas, sobre la cama, con gran habilidad, se inclinó apenas un poco, tomo aquel mojado grosor y acomodársela ella misma hacia donde quería tenerla.  Poco a poco bajaba sus caderas, conforme su vagina se volvía a tragar centímetro a centímetro aquella verga. Candelario estaba extasiado por el espectáculo ofrecido, babeando lujuriosamente por la actitud tan lubrica que estaba adoptando la sensual colegiala. Presto a la temperatura inusual e increíble, Casandrita estaba lista para tomar el mando de las nuevas arremetidas. Una vez acomodada sobre la fea panza del sujeto y totalmente tragándose casi toda esa gruesa herramienta, empezó a mover sus hermosas caderas, empleando un oscilatorio movimiento que estremeció al viejo de inmediato. Esa sinuosa figura de simetrías exactas, de tersura y color radiante, brillosa figura por el sudor lascivo de ella misma y que el viejo había embarrado en ella, se meneaba majestuosa, meciendo de forma lujuriosa sus hermosas tetas al ritmo propio de su empalamiento

A lo lejos, un sonido se escuchaba, alguien golpeando la puerta metálica con severa insistencia y una voz apagada que llamaba por alguien, llamado que la pareja ignoró completamente y aun lo habiéndolo percibido, pues vaya que estaban bien en lo suyo y de ahí solo una catástrofe los haría separarse.


Armando aun esperaba en la sala, esta vez ya solo, el padre se había cansado de esperar, más bien tenía que hacer ciertas necesidades. El muchacho empezaba a desesperarse más por el ambiente  contrapuesto. Vacilaba con el vaso de vidrio que sostenía, pues Rosalba, la mamá de su bella amiga, le había servido un poco de agua de frutas. Se sentía un tanto culpable pues estaba seguro que regañarían a su pretendido amor precisamente por su impertinencia no malintencionada. De algún modo debería reparar el daño que según estaba causando, pero por donde lo veía no había modo. Tenía un aire desesperanzador porque seguro con esto Casandra ya no le hablaría y definitivamente tendría que apartarse de ella para siempre.

Avisó a los padres de la nena que saldría apenas un rato, que iría por unos materiales para  la tarea de la escuela en lo que llegaba la insalvable Casandra. Mas el  pretendía llamarla, quería saber dónde andaban, al menos explicarle la situación con sus padres, tal vez y solo tal vez podría salvarla un poco. Pero no podía hacerlo dentro de la casa, pues seguro estaba que los padres querían hablar con ella, ya ellos habían llamado al celular de esta pero los mandaba al famoso buzón. Estaban con ánimos de regañarla, a lo mejor por eso ella no contestaba. Estando afuera marco el número de su compañera, pero recibió una notificación en la que decía que ya no tenía saldo. Asi pues, fue hacer una recarga del mismo y pronto marcaria de nueva cuenta.


Por su parte, en aquel cuartucho y sobre esa destartalada cama, Casandra, cubierta de un espléndido brillo a causa de su propio y liviano sudor, cabalgaba de forma desesperada al afortunado vejete, al borde del orgasmo más sublime que tanto buscaba. Parecía imperturbable, meciendo es escultural cuerpo y ese sutil rebotar de sus esféricas tetas a las cuales apretaba junto con las manos grasientas de su amante, sus cabellos balanceados en el aire, sus ojitos perdidos, sus labios brillosos.

De pronto la puerta volvió a repicar, un sonido escandaloso, que la hizo desconcentrarse y darse cuenta de que alguien buscaba algo en esta casa.

-Dooon... don Cande  -hablaba con voz temblorosa la chiquilla que aun no se acortaba de sus maneras, dirigiéndose a la cara perturbadísima del viejo, que parecía un desfigurado e inmerso en su propio placer. –Alguien, hmmm… toca.

-Deja que toquen –replico el viejo ahora acomodando sus manos en las suaves nalgas y en las caderas de la hermosa mujer, a la que disfrutaba a su antojo.

-Es que me da pena, nos puede oír  -balbuceo la nena, que cuando encontraba puntos de placer contactados, movía sus caderas, revolviendo la verga del viejo, queriéndola llevar hasta lo más propenso de su vientre.

-Mejor, que nos oigan. Asi se van a dar cuenta de que andamos ocupados y se van a largar. Tu sigue moviéndote, asi, aaahhh… -volvió a decir el viejo que imperaba su orden al ver tan impresionante movimiento que la nena le estaba regalando, alentándola a ello. -Que rico lo haces pendeja, muévete, muévete asi, que nos oigan… a que rico…

Casandra hacia ojitos muy enternecedores, sin dejar de mover sus caderas, de atrás hacia adelante, sin dejar de menearse ondulatoriamente al contacto de ambas pelvis, para una mejor sensación, había descubierto la facilidad para lograr un mejor placer meneándose de esta manera. Prácticamente exprimía y succionaba aquella verga en su interior con tales movimientos. Apoyaba sus manitas en la flácida barriga de Candelario. Descubrió su calentura con el simple hecho de saber que alguien más pudiera escucharlos, una manía desconocida, que le proporcionaban adrenalina, propensa a una situación presa de una insana calentura. No podía dejar de clavarse esa gruesa verga, que fácilmente llegaba hasta donde se dibujaba su cintura.

Sencillamente su acalorado cuerpo, su temple desvaído, explotó, consumiéndola por fuera y por dentro, llevándola al éxtasis absoluto, aquel que ya no media parámetros, consecuencias, alcances, tan solo ella se dedicó a follar como cualquier y vil suma promiscua.

-Aaahhh… aaahhh… aaahhh… ricooo… ricooo… papiii! Si… Siiii… Hmmm…

Vapores lacerantes, olores a sexo cundían el turbado ambiente. Los gritos de la chiquilla, el golpeteo de la pieles, sus nalgas contra las piernas amarillentas y los peludos testículos, sus bamboleantes senos, los gemidos grotescos de Candelario…

-¡Aaahhh, aaahhh…! ¡Ricooooo! ¡Ricooooooo! Siii… Hmmm… Hmmm… Si, asi…

La grandiosa hermosura colegial enterraba el largo de sus uñas matizadas en un rosa sensual en el peludo pecho de su poseído amante, exhibiendo el gemido prácticamente inminente.

-Aaahhh… aaahh… yaaa… ya, ya… ¡Me vengooo… me vengooooo paapiii! Hmm… hmmm… ¡Ahhhgggggg!

-Si, si mi nena… oooohhh… que rico mamasita… -exclamaba al compás Candelario haciendo participe a las sensaciones de la enloquecida chiquilla, que tanto disfrutaba en entregadas condiciones –Que rico coges pinche putita… riquísima, ¡riquiiiiisimaaa mi vidaaaaaaa…!

Ambos sexos se frotaban de manera casi coordinada, como si dependieran una de la otra de manera vital, pegadas, frotándose con desesperación. Aquel no pudo más, los movimientos de la nena eran tan intensos como precisos; la verga de Candelario   inyectaba cuatro raciones de espeso y copioso semen en el interior de la vagina de la hermosa Casandra, que a su vez recibía emocionada más por calentura, obligándose somo acto reflejo a contraer los precisos músculos de su cuerpo para accionar con su vagina, que se comportaba exprimiendo aquel miembro viril que tanto había disfrutado, con la intención de sacarle hasta la última gota posible de ese fecundo semen que el viejo había reservado exclusivamente para ella, sintiendo como el caliente liquido se escurría hasta cerca de su zona estomacal.

Sus ojos estaban en blanco, abandonándose en un sublime orgasmo, el más potente que había recibido en esa tarde, mientras su amante terminaba de arrojar las ultimas gotas apenas perceptibles, ella secundándole con movimientos pélvicos  más lentos, sin dejar de separar su intimidad de la de aquel.

Una vez terminado, cuando aquel miembro perdía el vigor preciso, cayo desvanecida, desplazándose sobre el pecho del viejo que la rechazo al complicársele la respiración y quedándose a su lado, con esa cara de lujuria consumida, satisfecha y completamente exhausta tras ese vital esfuerzo. El viejo volteo a verla, atrayéndola, que a su vez y sin hacerse del rogar y con los últimos pero aun fuerte punzós placenteros, acariciaba con deseo los grasoso cabellos blancos de su amante, mientras compartía la frescura y humedad de su boca a los chuecos labios y esa hediondez bucal que pasaba completamente inadvertida en tales instancias.