El Despertar Sexual

—¡Oye hija! Perdona lo de antes, me temo que...

Pillada en casa

Al volver a casa entré contenta y feliz como una lombriz tras la tarde de sexo con Santi. Y entrando al salón me llevé una gran sorpresa. Mi padre, ni corto ni perezoso, ¡estaba pelándosela en el sofá mientras veía una revista porno!

Al verme, se sobresaltó y muy nervioso apenas atinó a meter su larga picha en sus calzoncillos.

—¡Clara has vuelto! —dijo mientras intentaba guardar su herramienta.

—¡Papá, no pensaba que…!

Dije yo extasiada mientras la visión fugaz de su gran polla se grababa a fuego en mi mente.

—¡Yo no quería molestarte! —dije parada en la esquina del salón tras el recibidor.

—¡No pasa nada hija, solo estaba leyendo un poco… —carraspeó y luego cogió la revista porno que tenía a abierta sobre el periódico y como si tal cosa la cerró! En ella una chica rubia de enormes tetas se estaba metía un dedo en su hinchado chocho, con una expresión explícita de placer arqueando sus morritos pintados en un rojo carmín, con postura muy sugerente mirando a aquel que la contemplase en aquellas páginas impresas.

—¡Oh, papá! ¿eso es una revista porno? ¿Me la dejas ver? —le dije acercándome y sentándome en el sofá junto a él.

—¡No hija! —espetó en mi jeta.

—¿Pero por qué, ya soy mayor de edad y puedo verla?

Mi padre cogió el periódico y lo enrolló.

—Pues porque hija, es algo íntimo mío y me da vergüenza que lo veas, ¿entiendes?

—Vamos papá, ya sé que los tíos veis porno, clara también me ha enseñado las revistas guarras de su padre.

Tras recapacitar un poco mi padre decidió tenderme el periódico.

—Está bien, si quieres échale un vistazo y me la devuelves, ¿vale? Pero en tu cuarto, por favor —dijo finalmente.

—¡Vamos papá qué tímido eres! El sexo es algo natural como me dijiste, ¿no? —dije yo abriendo el periódico allí mismo y descubriendo el pastel.

Se trataba de la extinta revista “Edad legal”, donde una serie de jovencitas se desnudaban y les hacían fotos. Pasé las páginas y una tras otra aparecieron chicas jóvenes en posturas más o menos sugerentes.

—Pero no se ven pichas —dije yo a modo de protesta.

—Bueno hija, es que esta revista no es porno, digamos que es más light.

—Pues en las del padre de clara salen pollas enormes, así como la tuya —dije yo mirando su bulto en el calzoncillo. ¿Te la estabas cascando, verdad? ún la tienes larga.

—¡Bueno hija, no seas tan descarada! —protestó él.

—Se parece a las de las revistas, papá —continué diciéndole para ponerlo más nervioso.

—¿En serio?

—Y tanto, ¿sabes? Me ha gustado pillarte masturbándote, ha sido algo excitante —le confesé mientras me mordía el labio inferior.

—¡Vamos Clara, no me digas eso que me da vergüenza!

—Te masturbarías delante mío, me gustaría verte corriéndote —me atreví a sugerirle.

—¡No por dios! ¡Eso sería muy inapropiado hija! —protestó.

Así que allí no tenía más que hacer, de modo que me levanté y me despedí de él.

—Bueno, tal vez otro día, ¡me voy a dar una ducha! Esta conversación me ha puesto un poco alterada —le confesé, guiñándole un ojo.

—¡Vale hija, ve!

—Anda, ahora te la puedes sacar y acabarte, no es bueno dejarlo a medias, dicen que luego os duelen los testículos —agregué con descaro y luego me giré y me marché.

En la ducha limpié bien mi sexo y disfruté con unas caricias más, rememorando la visión de mi padre masturbándose. Me preguntaba si en ese momento seguiría cascándosela en el salón hasta acabar. Me imaginaba su enorme picha soltando leche, Santi no la tenía tan larga, pero si gorda.

Cuando salí me puse un pijama de pantalón corto y una camiseta, sin sujetador, dispuesta para cenar e irme a la cama.

Mi padre me había preparado una tortilla francesa y otra para él. También una ensalada de tomate así que me invitó a sentarme a la mesa.

—¡Oye, hija, perdona lo de antes, me temo que me has pillado en una situación incómoda! —me dijo mi padre riendo un poco por puro nerviosismo.

—No te preocupes papá. Esas cosas son normales, ¿no? Después de todo tú no tienes pareja —dije yo aparentando madurez.

—Bueno sí, es que bueno, la verdad es que no puedo hablar de ello contigo, me da vergüenza, lo siento —volvió a reír nervioso.

—Pues papá, si quieres que te cuente las cosas, como me decías el otro día, creo que tú también deberías hacer lo mismo conmigo, ¿no crees?

—Cierto Clara, eres ya tan mayor —dijo mi padre admirando mi madurez—. Por un momento me sentí muy halagada.

—Hoy he ido a ver a Santi, papá —le dije.

—¿A si? ¿De nuevo deberes?

—Más o menos —le sonreí.

Entonces le conté que sentía algo por él pero que creía que no era amor. Mi padre escuchó atentamente mis palabras. Le dije que me besó y que la sensación fue extraña pero que eso reforzaba mi idea de que no era amor.

—Bueno hija, el amor no es como lo pintan en las pelis, ¿sabes? Tienes que darte tiempo, si es amor con el tiempo lo sabrás.

—¿Tú amabas a mamá?

Mi padre se quedó parado, mi pregunta tal vez fue como un cuchillo en su alma.

—Si, la amaba, pero bueno pasó lo que pasó y eso no podemos remediarlo.

—¡La odio por hacerte lo que te hizo! ¡Por hacérnoslo a ambos! —dije con rabia contenida.

—Pero Clara, ella lo hizo por amor, ya sé que parece una locura, pero se enamoró, aunque eso nos hiciera daño. Lo hablamos y ella me pidió que me quedase contigo porque creía que yo sería un mejor padre que ella madre.

Por momentos sentí que me venía abajo, pero finalmente me contuve.

—Bueno mejor no sigamos hablando de eso. Papá, hoy he visto a Iziar, la madre de Santi y me parece una mujer muy dulce y cariñosa, ¿qué piensas ella?

—¿Estás haciendo de celestina?

—Bueno si —dije sonriendo—. ¿Te gusta físicamente?

—Pues, en fin, esto es difícil hablarlo contigo. Digamos que es gordita, pero parece agradable como tú dices.

—¿Y por qué no les invitamos un día a cenar?

—No sé hija, yo me muero de vergüenza —dijo él poniéndose colorado.

—Venga papá, quien sabe, a lo mejor ya no necesitas autosatisfacerte —me atreví a decirle.

—¡Qué vergüenza hija! No sé cómo he estado para ponerme a hacerlo en el salón.

—¡Vamos papá, no pasa nada! ¿Te has corrido?

Mi padre se quedó un poco callado, no se atrevía a contestar.

—Bueno al final te he hecho caso y he acabado, por el bien de mis testículos —dijo sonriéndome.

—Me hubiese gustado verte, creo que hubiese sido interesante —dije yo suspirando.

—Clara, eso no es posible y lo sabes —me aseguró.

—Que sepas que me he masturbado en la ducha —le confesé—, me ha excitado pillarte haciéndolo, ¿sabes?

—Creo que es mejor que no sigas Clara.

—Está bien papá, creo que me iré a dormir.

En pleno campo

Al día siguiente quedé con Santi en hacer pellas a última hora, por lo que ambos nos escapamos del instituto y nos fuimos a un parque. Yo había pillado un par de cigarros y un mechero de una amiga, quien a su vez se los mangó a su hermano mayor. A escondidas en unos arbustos nos encendimos uno cada uno y probamos a darles unas caladas.

Tras la tos que nos provocó el humo y unas risas decidimos tirar la toalla, el tabaco era algo asqueroso. Y ya que estábamos allí, decidimos darnos el lote en forma de caricias íntimas.

Descubrí mis pechos y Santi me los chupó mientras jugueteaba con sus dedos en mi coñito. Lo noté más suelto que otras veces y disfruté mucho de estos preliminares.

Luego se tumbó y se la chupé un poco, cuando él me pidió que le pusiera el coñito en la cara para hacer un sesenta y nueve, según me dijo. Yo no sabía lo que era, pero en unos momentos me enteraría de ello.

En medio de risas me puse encima de él, le coloqué mi coñito en la cara primero  éste me lo lamió tumbado debajo de mí. Sentí gran placer así que me eché hacia adelante y trague su pichita.

Los momentos siguientes fueron deliciosos, él siguió lamiendo y yo me ensimismé sintiendo su lengua en lo más íntimo y con su picha en mi boca. Me encelé tanto que chupé con fuerza y aunque Santi trató de detenerme su semen irrumpió dentro de mi boca por sorpresa. Automáticamente aparté mi boca de su picha y ésta siguió escupiendo su carga sobre mi cara así que me eché a un lado y escupí varias veces hasta que estuve segura de haberlo expulsado todo. Mientras mi mano había estado tapando el glande de Santi instintivamente para que no me salpicara más y él gruñendo bajo mi coñito.

Cuando levanté mi pierna y lo liberé se incorporó y me pidió perdón muy arrepentido.

—¡Lo siento, no he podido controlarme! —dijo.

—No pasa nada, ha sido un accidente —reí acordándome aún de la espesa sensación de su semen en mi boca y escupí una vez más.

Entonces él me ofreció su pañuelo e hizo un gesto para indicarme que tenía algo en la mejilla, ¡claro su chorro! —pensé yo automáticamente—, y por gestos intenté ver donde lo tenía, por lo que él me ayudó y me limpió suavemente hasta que quedó satisfecho con el resultado.

Yo tomé su pañuelo y también limpié mis manos y luego yo misma me esmeré en limpiar su picha, toda manchada con su blanca leche. Me estaba acostumbrando a verla y aunque aún me parecía todo un espectáculo, creo que ahí empecé a apreciar el evento culmen dentro del placer masculino.

Para compensarme Santi me comió mi raja un rato más hasta que me corría con su lengua debajo de mí, allí ocultos entre los setos de aquel parque.

Cuando volvíamos a casa le hice la propuesta…

—¡Oye, por qué no os venís a cenar a mi casa esta noche! Mi padre quiere conoceros a ambos, a ti y a tu madre —dije yo.

—¿En serio? Bueno, se lo diré a mi madre y luego te cuento.

Esa misma noche vinieron a cenar a casa y se les veía a ambos tan nerviosos, que Santi y yo cruzamos la mirada en varios momentos a lo largo de la velada y nos reímos mucho con ellos.

Creo que ese fue el comienzo de su amistad y de algo más que pronto descubriríamos.


Acabas de leer los capítulos cinco y seis de mi obra El Despertar , si te interesa está publicada en Google Play Libros, aquí te dejo su sinopsis:

Clara es una chica despierta, curiosa, ansiosa... ¡Sin límites!. Dispuesta a explorar un mundo que se le abre como el Sol a la mañana. Cierto día no le apetece ir a clase, de modo que finge estar enferma para quedarse en casa a holgazanear y así librarse del tedio del las clases.

Su cándido padre se traga la bola. Clara es su única hija, vive solo con ella y para ella, la mima y la cuida desde que su madre les abandonó, con el trauma que eso conlleva. De modo que se despide de ella con un beso y diciéndole que descanse y se recupere.

Esa mañana Clara se regocija entre las cálidas sábanas, tan calentita en una fría mañana se entrega a sus sueños húmedos, muy húmedos... Y así comienza su aventura, ¿la acompañarás en su viaje?