El despertar -sentada en mi sexo-
Me dejo llevar por mi imaginación.
Y el roce de las sábanas contra mi deseo se ha hecho compañero de mi vida. Y cada vez me siento más segura de mi misma. Mi cuerpo lleno de arena y vacío de vida comenzó a despertar de su olvido y poco a poco se lleno de placer y sensualidad. El roce con las sábanas encontró el manantial que alimentaba el resto de mi ser.
Aquel pozo sólo necesitaba de un viajero sediento que lo descubriese y la mirada de aquella chica me guío más allá de las dunas. Al recordar esos primeros lances es mi sexo quien responde fiel a mi memoria nublándose la imagen de la pantalla. Me dejo llevar . . .
He perdido el hilo de mi historia pero he tenido un orgasmo precioso. Sentada, con las piernas abiertas. He notado la humedad entre mis muslos. Con una mano me he tocado encima del pantalón unas pocos veces y ralentizando mi cadencia. El tiempo se detiene hasta hacerme olvidar que ha pasado antes y que vendrá después.
Estoy enfrente de la ventana y vivo en un ático. Una larga fila de ventanas me mira. Ya me conocen, son más de diez años viviendo en este edificio y han visto mi transformación. Han visto como perdía mi timidez y poco a poco mis ropas hasta mostrarles mi cuerpo desnudo y brillante por la excitación de ser observada.
Y ahora no pueden ver lo que hago, pero si que ven mi cara y parte de mis pechos, eso las vuelve locas, están hechas para mirar, y no les excita más, que la contemplación de lo insólito y lo poco corriente. Están cansadas y aburridas de ver siempre lo mismo y eso las pone tristes.
Hoy están de suerte mis dedos han empezado a jugar entre los botones de mi vaquero desabrochándolo. Se desliza entre mis muslos y acaba arrugado en el suelo. Una capa menos separa mi piel del contacto con mis labios, acoplo mis dedos entre la hendidura presionando el algodón hasta que se hunde entre ella.
Mis ojos se cierran buscando lo que sentí aquella primera vez tumbada en la cama. Ahora soy más experta, me conozco cada pliegue, cada centímetro de mi piel pero no puedo dejar de pensar que hay nuevos oasis por descubrir tratando de imaginarme que algún día llegaré a descubrirlos todos, hasta que mi cuerpo encuentre el nirvana del placer y me sienta totalmente una diosa del placer.
Presiono la tela hasta encontrar mi clítoris que se va hinchando por el roce de mis yemas. El algodón de mi tanga hace de almuhada y retrasa el clímax. Mi otra mano sujeta ya uno de mis pechos y se centra en la aureola, en mis pezones que apuntan hacía las nubes. Mi respiración se hace más profunda y mis gemidos más fuertes, los ojos cerrados pero llenos de movimiento. Y levanto mi culo lo justo para que mi tanga caiga hasta mis tobillos.
Separo mis rodillas hasta que no puedo más dejando mi sexo abierto y mis labios expuestos. Dejo caer mi mano hasta ellos y los abro hasta que la entrada de mi vagina queda a merced de mi dedo que se cuela en ella hasta sus profundidades. Muevo mi sustituto de falo varias veces y con mi otro dedo toco mi clítoris haciendo que de gemidos más audibles y prolongados. Mi tanga permanece entre mis tobillos queriendo desprenderse de ellos pero la tienen bien agarrada.
Soy una niña guarra me reprochaba cada vez que me masturbaba, pero me daba igual porque era mi secreto y no sé lo iba a contar a nadie. Niña guarra me decía a mi misma cuando nadie me oía. Cada vez me gustaba más y cada vez mi imaginación me empujaba con más ahínco a dejarme llevar y a sentir que el tiempo se detenía. Como me gustaba esa sensación de felicidad y placer que invadía al cuerpo en esos momentos. Yo sola con mi sexo y mi imaginación. El mayor descubrimiento de mi vida. Lo que más placer me proporcionaba. Niña guarra me decía a mi misma cuando nadie me oía y me preguntaba porque había tardado tanto tiempo en serlo.
Mi sexo se alzaba a golpes de cadera y mis rodillas se juntaban y se abrían ¡Ohh Dios que gusto!, mi dedo pulgar lleno de mis líquidos resbalaba acariciando el sexo de una forma certera y precisa. ¡Ohhh Dios que me abandono! Mi respiración se cortaba al exhalar y inspirar. Justo en el momento que pellizque mi botoncito mis jugos resbalaron de mi cueva mojando mis labios abiertos y siguieron su camino por mis muslos hasta que encontraron mi tanga entre los tobillos. Tuve varios espasmos de placer y alcé mi hueso púbico unos centímetros a la vez que mis muslos se rozaban y mi mano dejó de moverse cansada de tanto ajetreo ¡Ohhhh Dios que maravilla!
Mi cuerpo se dejó posar sobre la silla y abrí los ojos, dejando atrás la oscuridad y miré hacía aquellos ojos que en filas dirigían sus miradas satisfechos de haber presenciado un hecho fuera de lo común. Y en una de esas ventanas estaba aquella niña que tendría la misma edad que yo tenía aquella tarde de otoño gris que despertó mi nueva vida. Niña guarra me veo en tus ojos, ve a tu cuarto y disfruta de tu secreto a solas, sin que nadie sepa nada, barre la arena de él hasta que encuentres tu pozo, escondido entre los pliegues de tu imaginación y tu sexo.