El despertar: Segunda parte.

Sigo trabajando para pagar mi deuda con Juan.

Aproveché por la mañana para ir a la playa así que me depilé completamente para lucir estupenda ya que no me gustan las marcas y voy a una playa nudista. Después de comer me puse unos shorts cortos y una camiseta de propaganda... mi penitencia empezaría en un par de horas. Me tomé un café y salí para casa de Juan.

Cuando llegué llamé al timbre y salió a recibirme. Me miró desilusionado porque hoy no me acompañaba esa camisetita ajustada que hacia que se me marcaran los pezones.

  • ¿Vienes preparada?
  • Sí – dije tajantemente. Todavía no había empezado y ya tenía ganas de acabar.
  • Antes de empezar... me gustaría que te pusieras el uniforme de trabajo.
  • ¿Uniforme?
  • Sí, he pensado que... para que todo sea más formal tú deberías llevar un uniforme. Como parte de nuestro trato.
  • Sí, claro...
  • Pasa al baño... ahí puedes cambiarte.
  • Perfecto.

Cuando llegué al baño y vi el traje no me lo podía creer. Era un disfraz de pornochacha... Con liguero y tanga incluido. No sé por qué me lo puse... los pechos se me transparentaban y pese a todo lo malo del momento... la verdad es que me quedaba perfecto.

De repente pegó un empujón a la puerta y la abrió de golpe. Se acercó a mí con un vaso de whisky en la mano y un cigarro en la otra. Se quedó a dos centímetros de mi cara y me tiró el humo.

  • Vaya, vaya... te queda perfecto. Vamos, putita, que la casa no se va a limpiar sola.

¿Cuándo me había prestado yo a esto? Entonces me agarró del brazo y me pegó un empujón hacia fuera.

  • Vamos, puta... vete a fregar los platos.

  • No pienso hacer...- sin dejarme acabar la frase me dio una bofetada.

  • Mira, puta... nadie te ha obligado a ponerte el traje... en el momento lo has visto podrías haber dicho que no y te lo has puesto. También podrías haberte negado a trabajar para mí... hasta ahora has seguido mis reglas y tranquila... que no haré nada que tú no quieras...-volvió a darle una calada al cigarro y me volvió a tirar el humo a la cara- o supliques... ahora ponte a limpiar si no quieres que cierre nuestro trato y te denuncie por joderme la moto... ah! y mañana ponte tacones... no sabía qué número gastabas... sin embargo con la talla he acertado bastante...- entonces me dio un cachete en el culo, que muy a pesar me puso cachondísima.

Fui a fregar los platos y no dejaba de sentirle detrás.

  • Abre un poco las piernas que me gusta lo que veo- y ahí estaba yo... fregando los platos con las piernas abiertas. Me dio otro cachete - Dios, que culo más duro tienes. Me voy a ver la tele al salón. Cuando acabes ven para allí que te diré cuál es tu siguiente tarea.

Cuando acabé me acerqué a él.

-Ya he acabado de fregar los platos. ¿Qué hago ahora?

  • Para empezar, a partir de ahora acabarás las frases diciendo "mi amo"... ¿lo has entendido?

No sabía qué contestar, estaba estupefacta. Se levantó y me dio otro bofetón.

  • ¿Lo has entendido?

  • Sí, mi amo- respondí.

  • Así me gusta - dijo satisfecho- Ahora... quiero que limpies el polvo- me pasó un plumero que probablemente iba de regalo con el disfraz.

Me sentía ridícula pasando el plumero pero esa forma de mirarme me iba encendiendo poco a poco y así... fui cayendo en el juego. Me puse a limpiar el polvo de la tele contoneándome y agachándome sin flexionar las rodillas mostrando mi culo en todo su esplendor. Él no decía nada pero su cara lo decía todo. Cuando acabé me dijo que limpiara la mesa. Me puse a pasar el plumero y pareció tener una idea. Se fue a la cocina y trajo un vaso de agua. Lo tiró sobre la mesa y acto seguido me empujó poniéndome la cara y las tetas contra el cristal de la mesa, me sujetó de la cabeza y me dijo:

  • Abre las piernas... así... muy bien, me gusta que me obedezcas...

Apretó su polla contra mi culo y agarrándome del pelo me empujaba una y otra vez contra ella, notaba como mis pezones se endurecían más y más mientras me decía: "así, limpia bien la mesa con tus tetas". Notaba que el bulto de sus pantalones crecía, la tenía tan dura que notaba su tamaño y era bastante generosa. Me estaba poniendo super cachonda, no escondía mis gemidos y cuando iba a rendirme y a pedirle que me follase me dio un cachete y dijo... "vete a poner una lavadora". Me sentí ridícula pero fui a hacerlo.

Al volver le pregunté a mi amo qué quería que hiciera y me dijo:

  • Tengo algo para ti, has trabajado muy duro... te mereces un premio.

Se levantó y fue al congelador. Trajo un helado de leche y me dijo:

  • Ponte de rodillas y cómetelo.

Se sentó en el sofá y me miró.

  • Vamos, ponte aquí delante...

Y eso hice. Me puse de rodillas delante de él. Ya no sabía por qué hacía las cosas pero obedecía sin rechistar.

  • Ahora chupa.

Empecé a lamer el polo, notaba como se derretía en mi boca. De repente me cogió del pelo y me tiró la cabeza hacia atrás.

  • No tragues, deja que se derrita y se te llene la boca.

Yo cerré los ojos y empecé a metérmelo y sacármelo de la boca sin control. Estaba totalmente desatada, intentaba recordar cómo este hombre había conseguido que cayera tan bajo.

  • Abre los ojos – me dijo agarrándome más fuerte del pelo- quiero que me mires a los ojos.

Esa mirada de cerdo asqueroso me ponía muchísimo. Entonces, cuando iba a volver a suplicarle que me follara me quitó el polo y me dijo.

  • Veo que te gusta chupar... ¿quieres chupar un poco más?

Me relamí los labios con cara picarona y asentí. Me dio una bofetada y me dijo: * Te he hecho una pregunta, puta. * Sí, mi amo. Me encanta chupar. * Asi me gusta, putita. Bueno... ahora ve y prepárame un whisky.- Estaba alucinando... ¿cómo podía dejarme así? Empezaba a pensar que este juego le ponía más que cualquier otra cosa. Asentí y fui a prepararlo. * Aquí tiene, mi amo. * Muy bien pero... ven aquí cerquita. Siéntate a mi lado.

Me senté a su lado. La gasa de la parte de arriba del vestido me picaba un poco y debió notarlo porque me dijo:

  • El vestido te queda genial pero...- entonces me arrancó la gasa del vestido dejando al aire mis tetas- así mucho mejor... no hace falta que me des las gracias. Voy a ponerte un vídeo que grabe hace tiempo.

Entonces cogió el mando y le dio al play. De repente vi que yo estaba en la cinta. Llevaba un vestido rojo ceñido y en ese momento recordé cuándo había sido aquello. El verano anterior Ana y yo habíamos salido de fiesta y nos quedamos a dormir allí. Habíamos estado bebiendo muchísimo y cuando llegamos me quedé dormida en el sofá. Hasta ahí recordaba yo... ahora iba a descubrir lo que pasó esa noche. En el vídeo yo estaba tumbada sobre la mesa con las piernas separadas y se veía como Juan me quitaba el tanga y le decía a la cámara:

  • Graba esto. Mira este coñito virgen.

Alguien cuya voz me resultaba familiar le respondía:

  • ¿Cómo sabes que es virgen?
  • Porque se lo cuenta todo a Ana y el diario de Ana está escondido debajo del colchón. Hace poco le contó que lo máximo que había hecho era una mamada a su exnovio y que se cabreó porque se le corrió en la cara.

Mucho había ocurrido desde entonces... perdí la virginidad poco después de aquel día aunque no disfrutaba mucho del sexo y siempre tenía que recurrir a trabajos manuales para poder llegar al orgasmo. El que tenía la cámara dijo:

  • Pues pienso correrme en su cara en breve... ¿estás seguro de que Ana no se despertará?
  • Qué va... cada vez que se emborrachan así están casi inconscientes... tenemos a este coñito para nosotros durante un rato.

Entonces me quedé todavía más petrificada. En el vídeo Juan empezó a lamerme el coño mientras se pajeaba. Quería levantarme e irme, eso era una violación en toda regla y el muy subnormal la había grabado pero Juan me sujeto y me dijo:

  • Vas a perderte lo mejor del video. Mira lo que haces ahora...

Dios... no recordaba nada de aquello pero en el video se me veía sonreir y jadear. Estaba indignada pero... esa imagen de mi misma, siendo el objeto sexual de esos dos hombres me estaba poniendo burrísima. No habían pasado ni dos minutos desde que había empezado a comerme el coño y las convulsiones del orgasmo me hacían saltar... ¿cómo era posible? Cuando yo me masturbaba me costaba muchísimo más tiempo llegar al orgasmo. Entonces vi, como pasaban a enfocarme sólo la cara y los dos hombres me llenaban la cara de semen. Acto seguido se acabó la cinta.

No sabía qué hacer ni decir pero me sentía mojada. Juan se bebió el whisky y cogió uno de los cubitos del vaso. Me lo empezó a pasar por los pezones mientras yo, por algún motivo totalmente desconocido para mí me ponía más y más caliente.

  • Llevaba mucho tiempo esperando esto. El otro día te eché una pastillita en el whisky pensando que por fin podría convertirte en mi perra pero... aguantaste el tipo bastante bien. Aún así... he de decir que los acontecimientos no podrían haberse puesto mejor. Te he observado estos años, recuerdo como con quince años te sorprendí masturbándote en la piscina cuando pensabas que te habías quedado sola. Llevo tres años esperando a este momento y ahora eres mía.

Me quedé mirándole fijamente. El cubito se había derretido por completo y chorreaba por el vestido. Mis ojos le pedían a gritos que me la clavara y él pareció adivinar lo que mis ojos decían. Me puso el dedo en la boca y dijo:

  • Aún así no eres digna de que te folle. Te lo tienes que ganar. Llevo esperando mucho tiempo y ya has visto como te comí el coño... me debes muchas cosas antes de que decida montarte ¿Está claro?
  • Sí, mi amo.

Me obligó a ponerme de rodillas y se me acercó. Llevaba una camisa despasada y enseñaba ese barrigón peludo y sudado que tanto asco me había dado hasta el día anterior pero que tan cachonda me estaba poniendo en ese momento. Se bajó los pantalones y por fin pude ver ese magnifico ejemplar ante mí. El vídeo se centraba en sacar mi coño y mi cara llena de semen así que no había podido apreciar el tamaño pero ahora que la tenía delante de mí y era sin duda la más grande que había visto.

Me cogió del pelo y me dijo:

  • Chupa.

Empecé a lamerle el glande, poco a poco, ensalivando todo el capullo y poco a poco me la fui metiendo en la boca entera. Intenté metérmela entera pero no me cabía. Me la saqué de la boca y empecé a comerle los huevos jugando con mi lengua.

  • Oh, sí, putita. Sabía que querías polla hace tiempo pero no me esperaba que la chuparas así. Métetela entera.

Por más que mi amo me insistiera no podía y esto acabó por enfadarle. Me agarró con las dos manos de la cabeza y empezó a follarme la boca de una manera salvaje metiéndomela entera en la boca y llegándome a provocar arcadas en varias ocasiones pero, esto le ponía más cachondo y el hecho de que no dejara de mirarle a los ojos hizo que en poco rato se corriera.

  • Oh, sí, Vanessa... trágatelo todo....

Notaba como se me llenaba la boca de ese manjar maravilloso.

  • Quiero que me la dejes reluciente.

Se la lamí obedeciendo y la limpié de todo el semen que tenía. Me miró con una sonrisa triunfal y yo le devolví la sonrisa y le pregunté:

  • ¿Cómo puedo servirle ahora, mi amo?

En el fondo de mi pensaba que volvería a tumbarme sobre la mesa y reviviría lo del vídeo totalmente consciente pero para mi sorpresa me dijo que me quedara allí y le esperara. Se marchó a la cocina y trajo un calabacín. Me miró y dijo:

  • Túmbate sobre la mesita de café y métetelo.

Me sentí estúpida... ese viejo de mierda podría estar comiéndole el coño a una chica de dieciocho años y quería que me metiera un puto calabacín. Aún así... no quería defraudarle así que cogí el calabacín y me fui a la mesita. Se sentó delante de mí y se encendió un cigarro.

  • Adelante, empieza.

Estaba tan mojada que el calabacín entraba bastante bien pero era muy grande y me daba miedo hacerme daño. Me miraba con una cara de cerdo descomunal y empecé a metérmelo de manera salvaje y a gemir como una puta. Estaba tan satisfecho que me sentí digna de poder servir a un amo tan generoso. De repente noté como el orgasmo estaba cerca y empecé a ralentizar la marcha porque mi cerebro ignoraba a mi brazo. Mi amo se levantó y pensé que se apiadaría de mí y me ayudaría pero en lugar de eso me quitó el calabacín dejándome perpleja y sin orgasmo.

  • Hijo de puta, estaba a punto de correrme.
  • ¿Te he dicho yo que podías correrte?- Me pegó un bofetón brutal.- Te correrás cuando yo te diga.
  • Pero...
  • ¿Le estás llevando la contraria a tu amo?
  • No, señor...
  • Muy bien, putita, por hoy hemos acabado. Puedes irte a casa. Te espero mañana a las cuatro. Acuérdate de los tacones.

Fui a cambiarme de ropa al baño. Me miré la cara. Tenía restos de semen en la cara... me sentía totalmente humillada. No quería mirar a aquel hombre a la cara. Me había sometido hasta el punto de querer que me la metiera y no sólo no lo había hecho sino que además había acabado chupándosela y dejando que se corriera en mi boca.

Salí y estaba en la puerta con una bolsa. Al pasar por su lado me dio una palmada en el culo y me dio la bolsa.

  • Toma. Para que veas lo generoso que soy aquí tienes el calabacín... puedes follártelo o prepararte la cena con él.

Me sentía cabreadísima pero cogí la bolsa haciéndome la digna. Esa noche no podía dormir. Al principio avergonzada por lo que me había dejado hacer pero luego me acordé del vídeo y note como mi coño empezaba a palpitar. Fui a la bolsa a coger el calabacín y vi un DVD con una nota que decía “Por si necesitas inspiración”. Lo puse en el ordenador y ahí estaba... el vídeo de Juan comiéndome el coño. Me sentí extasiada y acabé masturbándome con el calabacín tal y como mi amo me había ordenado por la tarde pero... esta vez sí llegué al orgasmo sin nadie que me lo impidiera. Tenía tanta tensión acumulada que mis jadeos y gemidos eran continuos. Fue, sin duda, el mejor orgasmo que había tenido hasta ese momento. Cuando acabé me di cuenta de que la ventana de mi habitación estaba abierta y de que probablemente mis gritos hubieran despertado a más de un vecino. De todas maneras, mi ventana daba al patio de luces y sólo podrían haberme visto los de delante ya que vivía en el último piso. Me levanté totalmente desnuda para cerrar la ventana y vi como el señor Vicente me miraba fijamente desde su ventana. Le miré, le sonreí y me chupé un dedo picarona. Acto seguido cerré la ventana y pasé las cortinas... ya tenía un amo. No necesitaba a otro.