El despertar de una viuda.

Sexo con maduras, interracial, sexo anal, dominación, fantasía erótica, sexo oral, incluyendo una infidelidad algo peculiar….he intentado aglutinar un poco, de todo aquello que me excita y estremece en un relato diferente Intentando que el clímax vaya en aumento así como dejamos los párrafos atrás.

El despertar de una viuda.

Sexo con maduras, interracial, sexo anal, dominación, fantasía erótica, sexo oral, incluyendo una infidelidad algo peculiar….he intentado aglutinar un poco, de todo aquello que me excita y estremece en un relato diferente  Intentando que el clímax vaya en aumento así como dejamos los párrafos atrás. Disfrútenlo.


El día era fantástico, el sol entraba por la ventana de mi cocina. Un ático precioso, que mi marido tuvo el acierto de comprar más de veinte años atrás, en una de las zonas más deseadas de la ciudad. Al final de la rambla, con vistas al Mediterráneo y sin ningún edificio haciéndole sombra en todo el día, es como vivir en el cielo.

Encendí el equipo de música Marantz , siempre fue la niña bonita de mi marido. El giradiscos empezó a rodar a 33 rpm,  levanté la aguja del equipo, un disco estaba puesto de la noche anterior, una edición especial en vinilo del grupo Island que mi amiga Gemma me había traído de Londres el verano pasado, la canción Stargazer empezó a sonar.

Desde la ventana podía ver la playa, el anfiteatro, el mar en calma, las gaviotas revolotear sobre los barcos de pesca y el puerto deportivo. El sol llena todas las estancias de mi casa cada amanecer. Y el olor a sal de mar, siempre me acompaña cuando me acuesto por las noches.

Era sábado, día 23 de agosto para ser exactos, hacía 28 años que mi marido y yo nos habíamos casado, un  día tan hermoso como el que hacía esa mañana, igual de brillante y soleado. En la catedral a las doce del mediodía y curiosamente era sábado también. Entonces  era joven e inocente tan solo tenía 24 años y mi marido 30.

Hoy,  hacía cinco años que mi marido me había dejado sola, viuda, tras un lamentable accidente de tráfico. Él, hijo único de una buena familia con muchos recursos económicos y bien situados socialmente. Y yo, una mujer de provincias, lista, ambiciosa y atractiva, pero de casa humilde. Que había venido a estudiar enfermería a la capital, y encontró a su media naranja, en esta antigua ciudad romana.

Mi vista puesta en el horizonte, mi mente vagando por los recuerdos de un pasado, vivido y que ahora añoraba. Di un sorbo pausado al café largo que sujetaba entre las manos. Desnuda, apoyada sobre mi pierna izquierda y con la rodilla derecha ligeramente doblada. La ventana de la cocina estaba abierta y la brisa mecía mi oscura melena.

Como todos los días 23 de agosto, de los últimos cinco años, me levanté pronto, al alba y así tal como estaba ahora, vi salir el sol por levante. Un nuevo amanecer, un nuevo día,  un nuevo año, sola y triste…mi vida necesitaba un cambio. Desayuné sola; unas tostadas con mermelada de frutos rojos  y un zumo de naranja.

Me depilé las piernas, me duché, me puse un vestido nuevo, comprado expresamente para este día en Valentina . En esta ocasión, un liviano vestido de una sola pieza de gasa azul marino, con detalles florales; sandalias de tacón alto y bolso a juego. La falda por encima de la rodilla y escote de herradura, con finos tirantes. El cabello recogido con un pasador nacarado, en una sencilla coleta y unas gafas de sol Dolce&Gabbana de pasta blanca.

Me maquillé y me puse guapa. Salí a la calle y en la florista de la rambla, compré un ramo de flores blancas. Ascendí caminando por la calle de Antoni Rovira en dirección al cementerio. Quería ver a mi marido, hablar con él, le añoro tanto, tengo tantas cosas que contarle. Aunque ya no está físicamente conmigo, sé que cuando le hablo el me escucha y eso me ayuda.

Entre en el cementerio, con paso firme dirigiéndome directamente al nicho donde está mi esposo. Me costaba caminar sobre la gravilla con mis zapatos de tacón. Cuando estaba delante de la isla de nichos miré hacia arriba, mi esposo reposa en el cuarto piso. Miré por los alrededores para ver si había alguna escalera cerca, de esas metálicas fijas con ruedas que siempre están por algún lado.

La encontré, estaba dos calles más arriba, la cogí por los mangos, pero me costaba horrores empujarla por encima de la gravilla a pesar de llevar ruedas. Mis zapatos resbalaban y al hacer fuerza los tacones se hundían.

Un trabajador del cementerio me vio y vino a ofrecerme su ayuda.

̶ Disculpe señora, necesita usted ayuda.  ̶  Oí que me decía una voz tras de mí.

Cuando me giré vi a un chico de color, alto y delgado que me sonreía mostrando sus blancos dientes.

̶ Pues sí, no me vendía mal tú ayuda, gracias.

El chico se acercó a mí, y pude observar mejor su rostro, era hermoso con una mirada profunda y unos labios gruesos y carnosos. Tenía unas orejas pequeñas y el pelo con un corte muy particular, moderno y afro. Me causo una grata impresión, era joven…tal vez veinte años, no muchos más. Y hablaba perfectamente el castellano.

̶ ¿Dónde quiere que la lleve?   ̶ me dijo sonriéndome de nuevo.

̶  A dos calles más abajo, el 17b.

̶  Muy bien señora, eso está hecho.  La he visto sufrir con esos zapatos tan bonitos. No es buen calzado para caminar por aquí.

̶  Si ya me he dado cuenta…  ̶  mientras el chico empujaba la escalera por la calle yo le observaba, era un chico bastante atlético, llevaba puesto un mono de trabajo de una sola pieza, como los que llevan los mecánicos, pero era de color marrón claro y con el logotipo del cementerio en la espalda. No llevaba mangas, se las había descosido, y mostraba sus musculados brazos  y su piel brillaba con los rayos del sol.

̶  Señora, es aquí.   ̶ me dijo seguro, situando la escalera cerca de la pared de nichos.

̶   Gracias, tome por las molestias.   ̶  Y sacando mi monedero del bolso le acerqué un billete de 5 €, para agradecer su amabilidad.

̶  No señora, no puedo aceptarlo.   ̶  me quedé mirándole, con una sonrisa en los labios y volví a insistir. El chico volvió a rechazar mi donativo.

̶   Bien, como quieras. Muchas gracias, pues.

̶   De nada señora, es un placer poder ayudarla. Permítame que le sujete la escalera, no quisiera que se cayera.

̶   Gracias, tienes razón. Mejor voy a quitarme los zapatos. ¿Me sujetas el ramo de flores?

̶ Por supuesto señora.

̶  Por Dios, no me llames señora. Me haces sentir muy mayor. Mi nombre es Anna.

̶  Hola Anna, yo soy Ibou. Disculpa, pero para nada eres mayor, eres una mujer muy atractiva y joven.

̶  Pero bueno, Ibou. Vas hacer que me ponga colorada.

Nos mirábamos a los ojos fijamente, sonriendo. Hasta que Ibou, rompió el silencio.

̶  Sujétate a mi brazo, yo aguanto la escalera.  ̶ Ibou, me ofreció su brazo para que me apoyase mientras me inclinaba y me descalzaba.

̶  Gracias.   ̶  Al incorporarme, lo pillé con la mirada perdida dentro de mi escote. Me mire el escote el cuál Ibou miraba con tanta perturbación y sonreí.

̶  ¿Te gusta lo que ves?    ̶  pregunté con cierta picardía.

El chico me miró, y contesto sin parecer nervioso en absoluto.

̶  Son muy bonitas.  ̶   me sorprendió su osadía, pero me gusto su sincera respuesta.

̶  Gracias, hace mucho que nadie me dice cosas así.

̶  Pues es una lástima.  ̶  nos miramos otra vez a los ojos, esta vez había mayor complicidad en nuestras miradas.

Me agarré a la barandilla de la escalera y subí seis escalones, hasta alcanzar la altura del nicho donde estaba mi esposo. Abrí la cristalera y quité las flores marchitadas del jarrón. Las lancé al suelo y al ver como caían observé que Ibou, estaba mirándome las piernas por debajo de la falda. Sonreí y pensé.   ̶ vaya, vaya con el negrito, que picarón es este chico  ̶.

Limpié un poco el polvo de la lápida con un trapo viejo y también el jarrón.

̶  Ibou, ¿me haces un favor?   ̶   “Te hago los que quieras zorra…”, oí como murmuró flojito…pero yo tengo muy buen oído, y aunque él creía que no le oí, lo escuche perfectamente.

Hice como que no me di por enterada. Y acercándole el jarrón le dije, agachándome para mostrarle mí escote abierto.

̶  ¿lo puedes llenar de agua en la fuente?

̶   Si claro. Ahora vuelvo Anna, no te caigas.

̶  No tranquilo, que no me muevo.  ̶   No pasó ni un minuto, Ibou volvía con el jarrón lleno de agua.

Se agarró con una mano a la barandilla de la escalera y subió cuatro escalones con el jarrón en la otra mano.

̶  Aquí tienes Anna.  ̶  me dijo pasando su brazo por el lado de mi cintura y sujetando el jarrón.

Su rostro estaba a la altura de mis caderas. Al girarme un poco para coger el jarrón me solté de la barandilla un momento y perdí algo el equilibrio. Pero antes de que soltase el jarrón para sujetarme Ibou me agarró con ambas manos por la cintura y subió un escalón más. Su rostro se situó encima de mi hombro. Y mis nalgas se apoyaron en su cuerpo.

El contacto de su cuerpo en el mío me estremeció, hacía tanto que no sentía un contacto así con un hombre, que me dejo perturbada. Sus manos grandes y fuertes me hacían sentir segura a pesar de la poca seguridad que daba aquella vieja escalera metálica.

Ibou acabó por subir un peldaño más y sentí el contacto de sus partes bajas contra mis nalgas, y su mejilla muy cerca de la mía. Oí como aspiraba aire por su nariz olisqueando mi cabello. Mis manos empezaron a temblar y sin decir nada Ibou agarró el jarrón rozando mi mano con la suya y lo colocó en la repisa del nicho de mi marido, luego cogió las flores blancas y las puso con cuidado en el jarrón.

̶   ¿así está bien?   ̶   me pregunto muy dulcemente acercando sus labios a mi cuello.

̶   Si, así está muy bien…gracias.

Sentía como su masculinidad me rozaba entre las nalgas, notaba su polla haciendo morse en mi piel a través de nuestra ropa. Pulsando un mensaje muy conciso, un simple y claro…

Perturbada como estaba acabé de limpiar el cristal y arreglar el ramo de flores, para terminar posando un beso en mis dedos y luego tocar el frio mármol gris de la lápida y tener un pensamiento para mi esposo   < te quiero cariño te echo de menos >

Ibou bajó primero y me esperó, me ayudó a descender los últimos dos escalones cogiéndome por las caderas. Y una vez en el suelo me acerco a su cuerpo, me di la vuelta y quedamos uno frente al otro con mis pechos recostados en sus pectorales.

Nos miramos fijamente, y el chico miró mis labios, como pidiendo permiso para besarlos. Yo me acerqué a los suyos poniéndome de puntillas. Y nos fundimos en un corto beso, nuestros labios se separaron y volvimos a mirarnos, el segundo fue un beso apasionado, que se fue transformando en un remolino de lenguas ansiosas de deseo, lamiéndonos las bocas.

̶  Oh…Dios Santo, aquí no.  ̶   dije mirando arriba y debajo de la calle. Nadie miraba, pero me puse muy nerviosa.

̶  Tranquila…no hay nadie, la gente solo se acuerda de sus difuntos el día de todos los santos.

Ibou puso su mano sobre mi pecho y empezó a acariciarlo por encima del vestido azul. Yo bajé mis brazos y mis manos buscaron su entrepierna acariciando su vientre y bajando hasta notar un tremendo bulto en su mono sucio de polvo. Aprisioné entre mis dedos lo que posiblemente era la polla más grande que nunca había tocado. La acaricié  por encima de la ruda ropa descubriendo su gran longitud y grosor.

̶  ¿Te gusta lo que sientes bajo mi ropa?    ̶   Me dice sonriendo y volviéndome a mostrar sus hermosos y blancos dientes.

̶  Creo que sí, pero me da un poco de miedo…es muy grande.   ̶   le digo mientras mis ojos brillan de lujuria.

̶   Pero aquí no puede ser…no es el sitio ni el lugar, entiéndelo…. ¿en un cementerio?

̶   ¿Te preocupa que alguien pueda verte?

̶   No, claro que no. Pero es por respeto, este lugar….no es adecuado.

̶  Que mejor sitio que este para que no nos molesten. A ellos no les va a importar, ninguno se ha quejado.

̶  ¿Lo has hecho otras veces?   ̶ puso su dedo índice sobre mis labios y me chitó.

̶   Ssshhhh…ponte los zapatos y sígueme.  ̶  Me cogió de la mano y me llevó por la calle repleta de nichos donde estábamos  hasta el final. Bajamos unas escaleras, luego una rampa de hormigón y continuamos andando entre los panteones.

̶  ¿A dónde me llevas?   ̶   pregunte intrigada.

Ibou se detuvo, me cogió de la cintura y volvió a besarme  con esos labios carnosos. Paso su lengua por mi boca, me miro y dijo.

̶   Ven y no te arrepentirás, se lo que necesitas. Y yo voy a dártelo.

Me llevó a una zona con vallas metálicas amarillas, de esas que usan en las obras, para limitar el paso de los viandantes. Entramos en una calle nueva en la que estaban construyendo nuevos nichos y columbarios, una zona apartada, en la cual la gente no podía acceder.

̶   Aquí no nos molestará nadie. ¿Estás nerviosa?....no te preocupes, no pasará nada que tu no quieras que pase…. ¿ok?

Le miré, y asentí. Me sentía extrañamente segura con él, no sabría dar una razón pero, confiaba en su palabra. Había una cantidad de nichos nuevos a medio construir, palés de madera llenos de sacos de cemento y ladrillos. Entre un montículo de arena, Ibou me empujo contra la pared de los nichos abiertos y que debían haber rebozado el día anterior, el cemento estaba húmedo.

Ibou, apoyo sus fuertes brazos contra la pared  y me rodeo con ellos. Estaba rodeada, sin escapatoria. Con un atractivo y joven hombre frente a mí, me sentía como una adolescente a la salida del instituto, ligando a escondidas.

̶  Ahora podrás ver de cerca lo que antes tocabas con tanta curiosidad.  ¿A que estas esperando?

Mirándole a los ojos, puse mis manos sobre sus pectorales y agarrando la cremallera de su mono,  empecé a bajarla hasta la altura de su vientre, separé la ropa y acaricié su cuerpo. Era fuerte, de un precioso color ébano intenso, mis manos acariciaron su dorso descendiendo por sus costillas hasta alcanzar su cintura. Ibou volvió a besarme, besaba muy bien. Sus labios me volvían loca, su lengua me drogaba.

Cuando alcancé su vello púbico, lo acaricié…eran pequeños rizos compactos,  como ovillos, su textura era distinta a la del vello púbico de un hombre, me refiero  a un hombre blanco. Cuando alcancé su polla…Dios que polla, no podía creer que algo así existiera. Llegaba justo a alcanzar su grosor rodeándola con mi mano, mis dedos no alcanzaban a tocarse en alguna parte de su perímetro.

Mire hacia abajo y separé la ropa del mono de su cuerpo para poderla ver con detalle. Ibou se separó un palmo de mí  y me dijo.

̶   ¿Te gusta verdad?, vamos no seas tímida, chúpamela.

̶   Chico, esto que tienes entre las piernas es muy grande. No me va a caber en la boca.

̶  Claro que te va a caber lo que no vas a poder, es tragártela entera. Pero hasta la mitad te va a caber, ninguna mujer ha conseguido tragársela entera nunca.

Le miré a los ojos mientras sujetaba aquella monstruosidad y sopesaba lo que tenía entre las manos, me agaché y la puse sobre mi rostro y volví a mirar a Ibou para luego apoyando sus gordos huevos en la palma izquierda de mi mano, agarrar con la otra la base de esa anaconda y acercármela a la boca.

Saqué la lengua y le lamí el glande, retirándole la piel hacia atrás para pasar la lengua por su frenillo. Una gruesa vena hinchada de sangre, recorría la parte superior serpenteando por su negra piel. Era la primera vez que tenía una polla negra en las manos, bueno, lo cierto es que era la primera vez que veía una polla negra, en vivo. Nunca antes, salvo en videos porno había visto a un semental negro dotado así por la naturaleza.

̶  ¿A qué esperas?....vamos no tengo todo el día.

Me incorporé y me la puse en la boca, solo me entró el glande, y por más que lo intentaba no conseguía introducir más. Se me corrió el carmín de los labios por las comisuras y manché de rojo cereza la punta de la polla.

̶  Vamos escupe y frótala….¡¡¡Coño!!!… y vuelve a chupar…sigue chupando.

Lo hice, seguí sus órdenes, le solté un copioso salivazo, y con las dos manos lo esparcí masturbándole. Volví a intentarlo, esta vez con más ganas. Esa polla en mis manos me estaba poniendo muy cerda. Y notaba como mis bragas empezaban a estar mojadas.

Abrí todo lo que pude la boca y la empuje para dentro, no sabía dónde meter la lengua, así que opté por sacarla fuera como una perra, y la cosa mejoró. Empecé a babear y la polla de Ibou estaba cada vez más lubricada, entraba más fácil, y él empezaba a excitarse cada vez más, arremetiéndome con golpes de cadera. Su polla entraba y salía provocándome arcadas a veces. Cosa que aprovechaba para escupir en su pollón y tomar aire, para luego volverla a incrustar en mi boca sin previo aviso.

Después de cinco minutos de estar mamándole la polla, Ibou consiguió meterla algo más de un tercio. Pero no estaba satisfecho aún y me cogió por la coleta y me la intentó meter hasta la mitad. Yo le empujaba con mis manos, pero Ibou era muy fuerte. Consiguió meterla hasta la mitad y juro por mi marido difunto que creía que me desgarraba la comisura de los labios, con semejante polla.

Me faltaba el aire, y mi blanca piel se puso roja por la falta de oxígeno. Me goteaba la nariz y las lágrimas me caían por las mejillas, se me corrió el rímel, dejándome el rostro maquillado como un clown del circo Raluy.

Mi cara debía ser un espectáculo, en ese momento valoré el trabajo de las actrices porno, que acababan con la cara descompuesta después de mamar esas descomunales pollas. Cuando la sacó, pude tomar una bocanada de aire fresco y apartando mí rostro a un lado para que no pudiese continuar violando mi boca, empecé a toser y escupí todo el exceso de babas que inundaban mi garganta.

Viendo mi estado, creo que Ibou se apiadó de mí, me tomó por la cintura y me dijo.

̶  Túmbate ahí.

̶  ¿Dónde?... ¿dentro del nicho? …vamos…cofff….cofff…..¡¡¡ni loca!!!   ̶   respondí tosiendo todavía.

̶   No seas tonta, está por estrenar, aún los estamos construyendo, nadie ha estado ahí.

̶  Pero me da cosa….ahí no me meto.

̶  Que te metas coño…    ̶   y me obligó a sentarme en el borde de la entrada, con las piernas apoyadas en el suelo.

̶   Toma estos cartones, póntelos debajo, o te llenarás de arañazos con el cemento.

Doblé los cartones y los puse sobre el frio cemento, el nicho olía a humedad. Me tumbe hacia atrás, me quité las bragas levantando los riñones y luego me subí el vestido hasta el vientre. Dejé las bragas a un lado, entre mi cuerpo y la pared.

̶   Abre un poco más los muslos, quiero verte bien, zorra.

Me pasé los dedos por la vulva acariciando mi recortado vello púbico y me introduje un dedo entre los labios del ya, brillante coño, empezando a masturbarme ante la mirada de Ibou.

Mientras, Ibou me miraba y acariciaba su verga completamente rígida. Creo que Ibou, estaba realmente sorprendido, no daba crédito a su fortuna. Estaba sorprendido de ver cómo me ofrecía a él, así de esta forma tan impúdica y gratuita.

Me fui acariciando, acelerando cada vez más los movimientos de mis dedos en coño y clítoris. Mi vientre se convulsionaba ante la atenta mirada de Ibou gozando de mí deseo, y yo, viendo como  él se pajeaba  su nabo negro. Agarré los labios de mi sexo y los abrí de par en par, invitándole a que me poseyera.

Ibou se coloca entre mis muslos y tomándome por las caderas, hunde su polla en mi húmeda cueva muy despacio… disfrutando de cada centímetro que va envainando su “katana” en mi vagina. Poco a poco, una vez introducida toda su longitud en mi sexo, empieza  a agitarse acelerando progresivamente el ritmo, cada vez más deprisa.  Su vientre pegado al mío, su boca pegada a la mía, su lengua enroscada a la mía.

Ibou hurga con su falo un buen rato en mi lubricada vagina, sacándome el polvo acumulado todos estos años, sacándome las telarañas de todos los rincones de mi coño de señora…. madura.

Apoyándose sobre una mano, con la otra acaricia mis pechos por debajo del vestido. Luego hace resbalar los tirantes por mis hombros y brazos, descubriendo los pechos, manoseándolos con rudeza con sus rugosas manos.

Ibou está excitadísimo, mi coño comprime su picha, mientras el lleva diez minutos bombeando en mi coño sin desfallecer. Yo estoy a punto de correrme, asombrada por el tremendo aguante y fortaleza física del africano. Un tremendo orgasmo me sacude todo el cuerpo. Mi  vestido ya tan solo me cubre el vientre, formando un fajín arrugado.

Clavo mis uñas pintadas de rojo cereza, en la musculosa espalda del negro, mientras  aprieto con fuerza sus riñones, con mis muslos. Y me corro, me corro como una perra entregada a su macho, jadeando y casi llorando de felicidad.

Ibou sigue bombeando, ahora lentamente su polla en mi coño, manteniendo  mi éxtasis, mientras yo me voy corriendo, convulsionándome,  sintiendo como esa dichosa picha me está convirtiendo en la mujer más feliz de la tierra.

Respiro por la boca, jadeo, tengo los cabellos pegados al rostro por el sudor de la frente. El negro torso sudoroso del africano se pega a mi blanca piel formando un contraste interracial, vital y  salvaje. Blanco y negro, contrarios y complementarios. Pienso ahora, escribiendo estos recuerdos, en negro sobre blanco de mi pantalla de Word.

Ibou retira su gruesa polla de mi encharcado coño, arrastrando mis flujos en su huida. Su polla cuelga entre sus piernas por fuera del mono de trabajo polvoriento, como el pesado badajo de una de las campanas de la catedral.

Se pone de pie y apoya sus manos en la base del nicho superior, y sin esperar a que recupere el aliento, me dice.

̶   Arrodíllate y chúpame la polla, no hemos acabado todavía.

Yo obedezco, sumisa. Me pongo de cuclillas, con el vestido aún arrugado sobre mi vientre. Y agarrándome a las nalgas del negro, me vuelvo a meter la polla en la boca, esta vez sin ser forzada, le paso la lengua por toda la superficie del falo, lamiendo todos mis humores y flujos. Probando el sabor de mi brutal orgasmo, tragándome las pruebas del delito cometido con esa arma carnosa con forma de porra.

Se la dejo limpia y lustrosa, absorbiendo sus huevos cuando levanto la polla, chupando y succionando cada testículo, para acabar, repaso su escroto con la lengua. Y vuelvo a chuparla de nuevo,….como me gusta chupársela.

Excitado por el vaivén de mis labios, su polla vuelve a hincharse de sangre otra vez. Creciendo y palpitando en mis manos. Cuando Ibou, siente que le llega el placer, retira su polla de mi boca. Me levanta y me da la vuelta. Me empuja poniéndome a cuatro patas sobre los cartones y me separa las nalgas con sus manazas. Se pone tras de mí, esta vez siendo él quien se agacha para quedar su rostro a la altura de mi culo. Y dándome un sonoro azote en cada nalga, me dice.

̶  No te dejaré ir sin probar antes mi polla en tu culo.

̶  Nooo…por el culo, no. Me lo vas a desgarrar chico,  eso que tú tienes es muy grande.

̶  Estate tranquila, no eres la primera ni serás  la última, que se asusta. Ya sé que espanta, pero ni tú te creerás lo que esto te va a gustar. Cuando acabe contigo, me vendrás a buscar todas las semanas pidiendo más.

̶   No, por favor…Ibou, ten mucho cuidado….Dios mío que loca soy…. no sé porque estoy haciendo esto.

̶  Lo haces por puta….porque todas sois unas putas, unas zorras salidas,  y las maduras como tú mucho más, tenéis mucha hambre…jajaja….y os volvéis locas por la polla de un semental negro… ¿tengo o no tengo razón, zorra blanca?

̶  Joder, que cachonda estoy. Después de la follada que me has dado, te dejaría meter el brazo hasta el codo, cabrón.

̶  Anda puta, levanta el culo…y no hables tanto, que se me pone floja.

Ibou me agarró por las caderas, puso una mano en mi vulva y otra en mis riñones, y me levantó el culo para que lo pusiera en pompa.

̶  Así quiero este culo gordo…bien abierto.

Ibou puso sus labios sobre mi coño y chupó sorbiendo mis labios vaginales como si comiera ostras crudas. Separó mis nalgas poniendo sus dedos dentro de mi coño y me lamió con la lengua abierta cubriéndome todo el sexo con ella. El tamaño de su lengua iba en proporción al de su polla.

Lamía mi sexo con maestría, arrancándome suspiros y jadeos de placer al sentir como masturbaba vigorosamente mi clítoris con esa lengua voraz. Acabé corriéndome de nuevo en su boca, en dos minutos sin poder evitarlo.

̶    Aaaahhhh…..me…corrrroooo….aaahhhh   ̶  Grité, dando saltitos, arqueando la espalda  y doblándome sobre mi vientre mientras mis piernas temblaban sin poder controlar mi cuerpo.

Sin darme tiempo a asimilar mi nuevo orgasmo, me puso de espaldas, sobre los cartones. Me tomó por debajo de los muslos y me obligó a doblar completamente las piernas con las rodillas tocando los pechos. Humedeció su glande frotándolo sobre mi coño y recogiendo con él mis flujos y sus babas, y manteniéndome bien doblada, me introduce la polla en el culo. Se hundió lentamente en mi estrecho orificio.

Sentía como su rabo, me distendía las paredes anales, prietas todavía por mi último orgasmo. Cuando el chico llegó hasta el fondo, empezó a mover su polla en todas direcciones. Sacándola y metiéndola rítmicamente, sin preocuparse por mí, que chillaba de dolor al sentir como esa barra de carne profanaba y desgarraba mis entrañas. Pero mis gritos quedaron ahogados dentro de esa fría caverna que era el nicho, en el que estaba medio metida.

Ibou apretó mis muslos apoyándose en ellos mientras yo intentaba estirar mis brazos en cruz, apoyando una mano a cada lado de las paredes de cemento del agujero en el que estaba metida. El dolor cada vez era menos, se hizo más soportable así como me acostumbré a mi invasor, intentando relajar mi esfínter y disfrutar en lo posible de esta nueva experiencia. El dolor se empezó a convertir en placer en el instante en que Ibou comenzó a frotar mi clítoris.

̶   ¿Mejor así verdad?, esto empieza a gustarte…jajaja….ya lo sabía.

En ese momento, era yo misma la que me masturbaba mientras disfrutaba de esa polla sodomizándome.

̶   Siiii….Dios, que pasada…es…to….es brutal…aaahhhmm….

Ibou la sacó lentamente, observando mi ano dilatado.

̶   Joder….tendías que ver esto…menudo agujero tienes ahora…le voy a sacar una foto….

Y cogiendo su móvil del bolsillo trasero del mono, sacó una panorámica de mi culo abierto, yo tumbada en el interior de un nicho con las piernas dobladas sobre mis pechos y mi mano masturbando mi clítoris. Por suerte mi rostro quedaba oculto en la oscuridad del nicho.

̶  Luego me darás tu WhatsApp…zorra. ¿Ahora quieres polla verdad?

̶   Si, fóllame más.

Ibou se guardó el móvil en el bolsillo de nuevo, y volvió a la tarea. Escupió en mi coño y ano, me frotó el sexo con la polla agarrada y la llevo a mi esfínter abierto. Su polla puede decirse que entró sola.

Me metió media polla en el culo, con la mano rodeó el trozo de carne que quedaba fuera, y empujó con ella haciendo fuerza hacia arriba, sobre la fina pared de carne que separa mi coño y mi ano. Me hacía daño, pero estaba muy excitada y soporté el dolor con placer. Ibou acarició con los dedos la piel de mi coño, que su polla empujaba desde el ano. Me agarró la mano con la que me masturbaba, y la llevó a donde el me acariciaba.

̶  Tócate el coño, ¿sientes mi polla?… ¿sientes como palpita?…me correré en tu culo…. ¿quieres que me corra en tu culo?

̶  Siiii…..joder.

̶  Pídelo perra…pídemelo bien, suplícame que me corra en tu culo de puta. Hazlo.

̶  Ufff….si, por favor…córrete ya, córrete dentro de mí, en mi culo de puta…quiero sentir la leche caliente de mi amo negro en mi culo….el culo de tú zorra blanca.

Ibou introdujo toda su polla en mi culo, y sin dejar de mirarme a los ojos, observaba la reacción de mi rostro, las muecas de mi cara, los momentos en que perdía el mundo de vista y mis ojos se ponían en blanco. Hundió  y sacó su polla, follándome duro, rítmicamente y sin pausa. Su polla oprimida por mi esfínter que se contrajo, cuando me sobrevino mi primer orgasmo anal, estranguló su picha que empezó a descargar largos chorros de semen.

Mi ojete recibió una cantidad importante de esperma, sentí como palpitaba su polla dentro de mí, como se contrajo  y soltó otro chorro de leche, así hasta ocho veces, entonces ya dejé de contar. Sentí como la volvió a hundir otra vez hasta el fondo, sintiendo sus cojones golpear mis nalgas. Después de haber eyaculado toda su simiente, la sacó de mi abierto y distendido “ donete ”.

Ibou recogió las bragas tiradas en el suelo y frotó mi ano, llevándose todo el semen esparcido en mis nalgas y me las metió en el culo abierto, taponando la salida de su leche, hundiendo profundamente el tejido y dejando una parte sobresaliendo de mi enrojecido ojete.

̶  Ahora siéntate en el borde, vamos.  ̶   Me incorporé y me senté como me mandó.

̶  Dame tus bragas empapadas, límpiate con ellas la leche que te sale por ese boquete que te ha quedado en el culo.

Lo hice, recogí toda la leche que salía, el ano me escocía, y vi restos de sangre entre la leche.

̶  Ahora límpialas con la boca, déjalas bien limpias, no quiero ver ni rastro de todo eso.

Mientras estiraba entre los dedos la fina tela de mis bragas y pasaba mi lengua recogiendo el semen de Ibou, él me estaba filmando con su móvil, lamiendo mis propias bragas ante sus ojos. Tragando los líquidos que recogía con la lengua. Cuando ya no quedó rastro de grumos lechosos, Ibou se guardó el móvil y recuperó mis bragas guardándoselas en el bolsillo.

̶  Gracias, putita.  ̶ me dice. Antes de guardarse la polla y subirse la cremallera del mono.

̶  Ahora dame tu número de móvil. Te voy a mandar esto de recuerdo, y así podrás localizarme siempre que necesites que te echen un buen polvo.

Cogí mi móvil del bolso y lo desbloqueé.

̶  Toma. Llámate tú mismo, así tendrás mi número.

̶  Así me gusta, perrita….que colabores, ¿te ha gustado?

̶  Si mucho, aunque me duele cada vez más el ojete.

̶  Ya se te pasará, ponte una pomada cuando llegues a casa….por las noches trabajo pinchando en un club de copas del puerto. Cuando te mande un WhatsApp y te pida que hagas algo, lo harás sin rechistar. De lo contrario colgaré el video y la foto de la lápida de tu marido, en Facebook. Y a las pocas horas toda la ciudad sabrá lo zorra que eres.

̶  No por favor, no hagas eso….haré lo que me pidas. Te lo juro.

̶  Ya lo sé, solo te amenazo por si te lo piensas demasiado, cuando estés sola en casa. Aún que conozco a las putas como tú, y tú eres de las que vuelven a por más. Arréglate un poco, una puta del puerto, está más decente que tú ahora.

Me subí los tirantes del vestido, me sacudí la falda, alisando las arrugas. Me sentía sucia y puta, sin bragas y con el culo abierto. Aparté los cabellos de mi cara, me recogí el pelo alborotado en una coleta nueva y me puse bien el pasador.

Cogí el bolso, guardé el móvil y me puse las gafas de Dolce&Gabbana, para ocultar mis ojos negros con el  rímel corrido, de las miradas de la gente. Y me dirigí hacia la salida del cementerio caminando todo lo dignamente que mi profanado ano me permitía. Cuando estaba cruzando la vieja puerta de madera del muro de entrada, sonó un aviso de WhatsApp en mi móvil.

Lo abrí, y vi la imagen que minutos antes me había tomado Ibou con su móvil, tumbada de espaldas con el “ donete ” abierto y masturbándome el coño yo misma. Al pie de la foto apareció un mensaje.

< Mañana es domingo, imagino que no tienes nada importante que hacer…y si lo tienes lo anulas.  A las doce espérame en la plaza de la Font, en el Candil, nos tomaremos unas cañas y hablaremos de nosotros. Ponte un vestido bonito sin nada debajo. Si no apareces ya sabes lo que ocurrirá ;-*   >

Apagué el móvil y volví a guardarlo. Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro. Me sentía viva, fresca, libre otra vez….ilusionada por un nuevo amanecer.


Espero que os haya gustado, estaré encantada  que me escribáis compartiendo vuestros comentarios y críticas. Por favor valorar también, es el premio que ustedes me dan por el trabajo hecho. Gracias por leer mis relatos.

Anna